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Alejandro D.

No Futuro

Por Simón el Mago

Un imaginario popular que prevalece es pensar que toda persona moralmente correcta por
defecto está en la capacidad de ser un buen político. En los últimos años, hemos
presenciado cómo ciertos sujetos, sujetas o sujetes -que no falte la inclusión en la estrategia
política- con el romanticismo a flor de piel, se han lanzado a la arena política del país.
Curas, cantantes, actores, directores de pornomiseria, profesores de escuelitas hasta
lustrabotas como sucedió en el sacrosanto concejo de Bogotá, son las personalidades que
poco a poco han entrado al panteón de los héroes de nuestra patria. Como pasó con nuestro
Lucho lustrabotas que hasta ganó el mérito a que se le hiciera una telenovela, muchas de
estas figuras son dirigentes que reafirman la identidad de nuestro pueblo, consolidándo un
nuevo movimiento de fervorosos activistas políticos quienes a través de la resistencia y la
alternativa -palabra que se acomoda a todo incluso en este escrito- buscan la reivindicación
social. Modas políticas, hoy se llama política desde nuevas perspectivas de la democracia
en el siglo XXI.

Ante esta colcha de fantasías considero que la política se ha convertido en un nuevo jetset
de prolijos líderes y protagonistas de novelones que a modo de “levantados” en el poder
llegan a las altas cumbres de esta sociedad contemporánea que ni hegemónica ni mamerta
se le podría calificar. Pero lo cierto es que una tendencia mamertista está cobrando
relevancia, haciéndose llamar izquierda de centro -suena raro pero es otra bandera política-.
En este escenario, aparece la nueva revelación política en la simbiosis academia y política;
el aspirante a la presidencia Alejito Gaviria Uribe. Él se ha lanzado al ruedo al igual que
algunos predecesores por vox populi de los movimientos estudiantiles que hoy son más
incuestionables que nunca por ser los órganos políticamente activos que buscan jalonar las
causas de las imaginerías académicas con el propósito de montar sus candidatos
carismáticos quienes, ideológicamente afines a sus religiosas convicciones políticas,
lograrán lo que en palabras de Alejito es “llenar de ideas transformadoras al centro”. Quizá
él al igual que muchos siguió el ejemplo del mítico Mockus. Este matemático y filósofo que
a finales de los 90’s fue el mesías de la política mostrando su mejor cara, unas nalgas
rozagantes cuya candes fue expuesta en el León de Greiff de la Universidad de Colombia
cuando era rector y posteriormente en el Sancto Sanctorum congreso de la República
cuando fue senador. Tal acto intelectual siempre fue bien ponderado por estos nuevos
movimientos juveniles y de viejos que se creen jóvenes, hasta el punto de alimentar una
ilusión de que él sería nuestro presidente de esta republiquita.

Con girasol en mano en fondo verde, fuimos seducidos por esta figura excéntrica
convenciéndonos a incautos creyentes de que la educación es la posibilidad de
transformación del Estado y su política. Esta ilusión noventera pone en evidencia nuestra
orfandad y desesperanza de aquella época. Fe puesta en cualquier cosa. El caso es que esta
remembranza nos muestra cómo el fenómeno Mockusiano se repite como un eterno
retorno, una figura momificada de filósofo romántico e iluso de que con su culo pelado
persuadiría a los corruptos a la transformación. Delirio del intelectual cuya creencia de que
un docente con ideas pasionales, más materializadas en la mente y un escritorio de
intelectual aristocrático que en la realidad, serán la salida para la cochambre de política que
vivimos en nuestro país. Quien iba a creer que Platón seguiría presente reivindicando el
idealismo de que el gobernante debe ser un filosofo, un intelectual, un gobierno regido por
especímenes que se recubren de un supuesto halo de incorruptibilidad y transparencia al
tener el santo grial del conocimiento y ser superiores al común de la gente. Curiosidades
académicas de pseudomaterialistas reivindicadores y defensores del idealismo.

En fin, la historia se repite, y esta vez no con un rector de una universidad estatal, sino con
un rector “intelectual” de quizá la universidad privada más prestigiosa del país de donde
han salido los grandes empresarios, políticos -sí, esos mismos que hoy queremos derrocar-,
artistas, hasta mamertos como la élite de Sanín; sí, el Alejito Gaviria Uribe, que al igual que
Gus no tiene la culpa de llevar esos apellidos. Este hombre relativamente joven,
carismático, multitarea (economista, periodista, ingeniero, padre de familia y ahora
candidato presidencial) es considerado por el mundo millenial un showman de las letras y
la gestión, un nuevo mesías que le haría contrapeso a la formula de Epa Colombia por estos
días. Si bien no haré un recorrido por su trayectoria académica y laboral, solo es necesario
saber que fue activo en el sector financiero con Suramericana, en la finada Federación
Nacional de Cafeteros, Banco Interamericano de Desarrollo entre otros, pero destacando su
gestión como Ministro de Salud en el período de Juanma Santos. Solo hace falta ver con
quien se ha relacionado, entrar al prontuario y juzgar por sus logros. Dime con quien andas
y te diré quien eres.

En este caso particular, lo han querido mostrar los medios como heraldo de la
intelectualidad, pero siempre ha sido político y eso ya genera sospecha. A diferencia de
Mockus, los nuevos profesores en la política han trasegado por esas aguas turbulentas antes
de una candidatura presidencial como Checho Fajardo o Farsardo como lo llaman aquellos
inconformes, por querer solucionar el problema del país cuando no puede resolver un
problema algebraico básico siendo un ilustre PhD en Matemáticas. Hoy presenciamos la
emergencia de la gran coalición de la intelectualidad con verdes, amarillos, decentes, mais,
polos y todo lo que le quepa porque repito, eso sí es democracia. Una nueva fuerza
“alternativa”, regentada por la crema y nata de la intelectualidad del país que se ufana de
transparente, comprometida y entregada a las causas sociales -no sé que dirá Checho con
Hidroituango-. Tal movimiento se ha conformado en un partido cada vez de centro extremo
donde el diálogo con todo el mundo -incluida Epa Colombia- y el reconocimiento de lo que
sea, son la bandera de estos políticos.

¿Y quien me dice que esto tampoco es ideologización? ¿Y de cuando acá la política puede
ser algo bueno? ¿Es que ser académico es sinónimo de buen político? Mis dudas al
respecto, sobretodo cuando casi todos nuestros políticos son egresados de las mejores y
prestigiosas universidades del mundo. Lo cierto es que la sangre y la familia no se niega y
Alejandro no va negar a su esposa también política en cargos del Banco de la República y
Hacienda, así como sus raíces con su padre que fue alcalde y político de Medellín en época
de Rodrigo D. Por eso, el futuro está sombrío a diferencia de lo que afirma Alejito con su
lema que “Colombia tiene futuro”. Al parecer nuestro amigo hará salto mortal de la
economía a la política. Eso está por verse. Pues que la historia nos lo cuente si es que el
pobre llega por lo menos a la primera vuelta.

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