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Sueño, síntoma y fantasma en la infancia temprana

Enric Berenguer1

- Jorge Yunis, luego de la presentación de Enric Berenguer, introduce un


fragmento de un texto de Jorge Luis Borges:

Cuando leí el título de esta disertación, inmediatamente vino a mi memoria una


curiosa narración de Borges, en su libro Siete noches, donde relata lo siguiente:
“Referiré un recuerdo personal. Un sobrino mío, tendría cinco o seis años
entonces —mis fechas son bastante falibles—, me contaba sus sueños cada
mañana. Recuerdo que una mañana (él estaba sentado en el suelo) le pregunté
qué había soñado. Dócilmente, sabiendo que yo tenía ese hobby, me dijo:
‘Anoche soñé que estaba perdido en el bosque, tenía miedo, pero llegué a un
claro y había una casa blanca, de madera, con una escalera que daba toda la
vuelta y con escalones como un corredor y además una puerta, por esa puerta
saliste vos’. Se interrumpió bruscamente y agregó: ‘Decime, ¿qué estabas
haciendo en esa casita?’
Todo corría para él en un solo plano, la vigilia y el sueño”.
- Enric Berenguer: Muchas gracias por la invitación a colaborar y a compartir
este espacio con mis colegas, particularmente a Jorge Yunis con quien me une una
amistad de muchos años, porque él estuvo viviendo en Barcelona hace ya mucho
tiempo. He estado al tanto de su importante tarea para el desarrollo del psicoanálisis en
Santa Fe. Es un placer haber vuelto a hablar con él y participar en este espacio con todos
ustedes.
El motivo es la publicación del libro Con qué sueñan los niños que fue algo que
se me ocurrió en relación con la celebración que iba a haber en Buenos Aires, el año
pasado, del Congreso de la A.M.P., donde se había planteado como tema la cuestión de
los sueños en la clínica psicoanalítica. Viendo las cosas que se estaban publicando, los
documentos, los debates previos en la preparación del Congreso, muy interesantes ─por
ejemplo, todos los documentos que se van editando, como los papers que reúnen las
contribuciones de todas las escuelas del campo freudiano en el mundo─, me llamó la
atención que no se hablaba mucho de niños. Bueno, eso no está mal porque ─como
acaba de decir Romina Fernández─ tenemos que ir con cuidado de no convertirnos en
especialistas del psicoanálisis de niños, lo ha dicho muy bien.
Tendríamos que poner siempre un poco en duda, en lo que se refiere a ocuparnos
de una serie de cuestiones como específicas de la infancia, porque, también citaba a
Silvia Tendlarz, es cierto, de alguna manera no compartimos toda una serie de ideas
sobre el desarrollo, introducimos una dimensión del tiempo que es completamente
específica y distinta. Pero, a pesar de todo, hablamos de niños porque es una época de la
vida. Los niños existen como una realidad, aunque no nos resulte muy fácil distinguir
cuando un niño es todavía un niño y cuando deja de serlo. Pero ya eso es algo que está,
que forma parte de nuestra subjetividad. ¿Cómo pensar las edades de la vida?
El ejemplo que nos traía Jorge Yunis hace un momento, que me parece
formidable y viene absolutamente a cuento de lo que vamos a hablar hoy, es la mejor

1
Licenciado en Psicología Clínica. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, Analista
Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP). Es director de la colección "La palabra
extrema" en Ned ediciones. Ha publicado artículos en Freudiana, Colofón, La Cause Freudienne, Opção
Lacaniana, Quimera y El País. Entre sus traducciones destacan los libros IV, V, VIII y X de El
seminario de Jacques Lacan. Es autor de varios libros y artículos, entre los cuales: Psicoanálisis:
enseñanzas, orientaciones, debates, La significación del falo y ¿Con qué suenan los niños?
manera de introducir esta idea. Sí, es verdad, no vamos a convertir a los niños en un
dominio separado, porque en cierto modo el sujeto no tiene edad, pero cuando Borges
nos cuenta esa anécdota preciosa, formidable, nos muestra que sigue habiendo cosas que
pueden ocurrir en un niño y que no ocurren en un adulto. Esta formidable confusión
entre esos dos ámbitos que Borges con su genialidad dice sin ningún tipo de duda, son
igualmente reales.
Agradezco a Jorge que haya seleccionado esta cita porque introduce el dedo en
la llaga. Y es que, desde este punto de vista, es tan real lo que llamamos realidad, como
algo que se pone en juego en esa dimensión del sueño. Hay en el caso del niño esta
confusión, esta permeabilidad, para usar un término que después retomaré. ¿Qué es el
sueño? ¿Qué es la realidad? Esa permeabilidad se da también de otras maneras, en otras
modalidades. Por ejemplo, cuando se trata de distinguir entre algo pensado y algo
soñado. Esto es algo muy interesante; es una de las cuestiones que luego trataremos,
pero lo dejo un poco de lado para seguir ordenadamente algunas notas que he tomado.
Esto es una de las cuestiones fundamentales: la anécdota que cuenta Jorge Yunis de
Borges toca un punto fundamental que sostiene todo esto que estamos hablando y luego
vamos a retomar.

En estos trabajos preparatorios del Congreso no se había hablado demasiado de


casos o problemas que implicaran el psicoanálisis con niños. Entonces, me pareció que
era importante tratar estos temas, entre otras cosas, porque es un tema que ha sido
objeto de una serie de malentendidos y con respecto al cual se han ido reproduciendo
una serie de enunciados que se transmiten o retransmiten sin pensar demasiado. Por
ejemplo, algunas frases de Freud, cuando dice en algunos textos que los sueños de los
niños son realizaciones transparentes de deseos sin ninguna elaboración onírica. Lo he
oído repetir decenas de veces y realmente es algo que hay que poner un poco en
cuestión y ver qué estatuto tiene.
A poco que conozcamos la obra de Freud, podemos contraponer a esta idea
simple o simplista, sacada de contexto, ejemplos en los que, por el contrario, un sueño
transcurrido en la infancia tiene un carácter absolutamente decisivo en un caso clínico.
Y esto es importante señalarlo porque no nos dedicamos a interpretar los sueños, nos
interesa la articulación, el papel que tienen determinados sueños en la clínica.
Por ejemplo, en el caso del Hombre de los Lobos es obvio que el sueño de los
lobos constituye uno de los ejes fundamentales del historial clínico. Hay entonces una
contradicción entre esa frase de que los sueños son realizaciones de deseos y el lugar
que el propio Freud da al sueño de los lobos como un momento decisivo, no solo en el
historial, sino en la vida de un sujeto. La vida de Serguéi Pankéyev, conocido por el
apodo de El Hombre de los Lobos, como fue bautizado por Freud, es una vida que se
modifica por ese sueño. Esta es una de las cuestiones que vamos a tener en cuenta aquí.
En determinados sueños, no los sueños en general, que ocurren en la infancia ─y no
pensando la infancia desde un punto de vista evolutivo, sino como un momento en la
historia del ser hablante─, hay una dimensión real del tiempo. El tiempo es algo que no
se puede reducir a lo imaginario, al sentido que se le dé, ni se puede reducir a
elaboraciones simbólicas, sino que de alguna manera encarna un real. Algo tan simple
como lo que ocurre antes, ocurre antes de lo que ocurre después. Y ese real del tiempo
tiene algo de irreductible, tiene un poder constitutivo y constituyente en el parlêtre, el
ser hablante.
Algunas consideraciones de Lacan en su última enseñanza nos permiten tener en
cuenta esta dimensión real del tiempo del parlêtre, de un modo en que no se reduce a la
dimensión imaginaria del desarrollo o a la dimensión simbólica de la historización, que
son distintas dimensiones a tener en cuenta.

Me propuse entonces convocar a diferentes colegas de distintas escuelas del


campo freudiano, de la A.M.P., y pedirles contribuciones. Quería contar también con un
texto que fuera de referencia y estuve viendo que había un texto de Jacques-Alain
Miller, relativo al caso Sandy, a pesar de que ya llevaba años, porque me parece que se
publicó en el año 1995 en francés. Es un texto breve, una desgrabación de una
intervención oral de Miller y no se había traducido al español. Este texto se tenía que
traducir porque retoma un caso al que se refiere Lacan en su Seminario 4, La relación
de objeto. Es un caso donde hay un sueño que tiene un lugar decisivo en el curso de la
neurosis infantil de esta niña inglesa. Este texto hace una relectura de la lectura que
había hecho el propio Lacan en su seminario. Retoma esta lectura y señala ciertos
límites respecto de la que hace Lacan. Miller va directamente al relato clínico original
de una alumna de Melanie Klein y aporta una serie de elementos distintos de la lectura
del caso que Lacan no había tenido en cuenta. Este texto nos permite leer una referencia
de Lacan, más allá de los límites que tenía el uso de esta referencia en un contexto
concreto que era el que a Lacan le interesaba destacar en ese seminario. Esta lectura nos
permite tener en cuenta cuestiones que corresponden a la enseñanza posterior de Lacan.
Se trata de leer una referencia de Lacan no desde el momento en que lo tomó, sino
teniendo en cuenta una perspectiva desde la última enseñanza, siendo éste un ejercicio
formidable.
Me pareció importante, en esta tarea de reinsertar la problemática de los sueños,
tomar también otros clásicos, que lo son en tanto son casos de Freud. Ya hemos hablado
del Hombre de los Lobos como un clásico de los sueños en la infancia, pero también
está el caso Juanito, donde también los sueños ocupan un papel importante, que no
tienen nada que ver con el tópico: los sueños de los niños son meras realizaciones
transparentes de deseos. Allí podemos ver el lugar de los sueños en la construcción de
la subjetividad, en ese momento fundamental de la neurosis infantil y en la cura.
También hay otro caso extraordinario, Piggle, que es un caso de Winnicott,
mencionado por Lacan. Es un caso del que disponemos un historial detallado de las
sesiones, una por una, siendo éste un autor que no es cualquiera, sino que a Lacan le
interesa especialmente. Este caso había sido estudiado antes por dos colegas, Esthela
Solano Suárez y Natalie Georges, en artículos que no habían sido publicados y me hizo
pensar en la oportunidad de añadir este clásico de la clínica lacaniana. En este caso, el
sueño ocupa un lugar fundamental en la construcción de la neurosis infantil de la niña y
su interpretación en el análisis y su resolución.
Estos casos constituyen el apartado de los clásicos que muestran la complejidad
de la temática de los sueños en estos niños. Además, en casos en los que los sueños se
inscriben en una cuestión concreta que es el uso de los sueños en la cura, tema del
Congreso de la A.M.P.
Este Congreso no tuvo lugar, por desgracia vino la pandemia que nos dejó sin el
Congreso y sin la posibilidad de ir. Para mí era una oportunidad maravillosa para volver
a Argentina, lugar que me encanta. Es un lugar donde me he sentido siempre “como en
casa”. Fue una frustración, pero ahí quedó el libro que fuimos presentando y que
muestra la oportunidad de releer esta problemática de los sueños en los niños desde la
última enseñanza de Lacan. Ir a la última enseñanza no está reñido con ir a los clásicos.
Eso es lo que a mí me orientaba en este trabajo para ir invitando a los distintos colegas a
participar sugiriéndoles una serie de temas.
La referencia fundamental para repensar esta revisión referida a los sueños en
los niños, tiene que ver con toda la problemática de la última enseñanza de Lacan
─destacada por Jacques-Alain Miller─ sobre el inconsciente real a distinguir del
inconsciente transferencial.
Hay una referencia de Lacan que a mí me parece muy importante en tanto
constituye una orientación: son las breves menciones de Lacan a los sueños de los niños
en la Conferencia sobre el síntoma en Ginebra, en el año 1974. En esa conferencia, se
refiere a cuestiones que conciernen a cómo podemos tener en cuenta toda la dimensión
de lo que ha desarrollado en su última enseñanza sobre el síntoma, a partir de la idea de
lalangue por un lado y la dimensión traumática del encuentro del sujeto con la lengua.
Entendiendo traumática no desde el sentido que muchas veces se le da ─la significación
añadida del trauma como algo terrible─ sino desde la dimensión que Lacan le otorga.
Como traductor lamento que no exista manera de resolverlo porque para Lacan se trata
de una definición muy precisa del trauma. Se trata del trouma, el agujero. Lacan hace un
juego de palabras, que es fundamental, toca una de las cuestiones que orientan todo su
abordaje de la problemática del inconsciente en su última enseñanza. Esto es, que en el
encuentro del parlêtre con lalangue se produce un agujero. No hay oposición, sino que
hay una articulación profunda entre la idea de la introducción, de la inmersión de lo
Uno ─que, por así decir, inscribirá, ordenará algo de la relación del sujeto con el goce
en adelante, en su vida─, no hay ninguna contradicción entre esa dimensión de lo Uno,
la referencia, la marca fundamental, la fijación fundamental que orienta la vida del
sujeto y algo que lo acompaña que es el agujero. Es decir, el Uno y el agujero van
juntos. Para Lacan el Uno no tapa el agujero, sino que Uno y agujero son dos vertientes
de lo mismo, se podría decir, el Unagujero.
Cuando decimos el Uno, no es el significante amo, es decir, el Uno atrapado en
una maquinaria de discurso, el Uno al que ya se le ha dado sentido regulado por el corte,
la metonimia, las distintas operaciones que Freud situó como los mecanismos del
inconsciente. Se trata del Unoagujero, el Uno previo a todo mecanismo, previo a toda
significación, pero que es causa de la necesidad del sujeto de construir mecanismos,
aparatos. Es el término que usa Lacan para poder responder, regular a esa emergencia
del Unoagujero, si me permiten mi propio neologismo.
Entonces, por una cuestión de temporalidad real, podemos hablar de los niños
simplemente porque lo real del tiempo hace que ese Unoagujero, es el momento en el
cual empieza a contar, es el cero absoluto por así decirlo, el Big Bang de la subjetividad.
No de la subjetividad de la psicología, la subjetividad del desarrollo, sino de la
subjetividad que importa que es la del parlêtre. El parlêtre se origina en ese agujero,
antes del cual no hay nada que nos interese porque no nos concierne. Hay cosas que
pueden interesarle a la medicina, a la psicología, y tienen su importancia, pero nosotros
aislamos ese tiempo cero a partir del cual algo de la lengua impacta en el cuerpo. No
hay previamente un cuerpo y entonces viene el lenguaje e impacta, sino que ese mismo
cuerpo es el cuerpo impactado. No hay cuerpo fuera de lo que aislamos ahí, el momento
en el que se constituye la marca. No hay cuerpo marcado antes de la marca.
El Uno con el que empieza el tiempo real que nos concierne, es el momento en
que el cuerpo marcado se constituye por la misma marca y como soporte de la marca.
Esto introduce un tiempo distinto, no es el tiempo del desarrollo. Es así como lo piensa
Lacan en la conferencia de Ginebra sobre el síntoma, hablando de esto y en relación al
caso Juanito. Lo hace de una manera aforística, la manera de Lacan de los años 70.
Habla de una forma que nos inquieta porque no usa conceptos y nociones de la manera
en que estamos acostumbrados. Habla de una manera que no es la que esperamos,
tratando de pensar aquello que los conceptos que usamos usualmente tapan. Hace un
abordaje muy cerca, de lo más elemental de la experiencia y entonces dice que, por
ejemplo, en el caso Juanito, hay un tiempo en la vida del niño que empieza cuando algo
de la lengua empieza a hacer que partes de su cuerpo se animen. Esto no tiene que ver
con el desarrollo; no es que el cuerpo de Juanito porque ha madurado biológicamente
puede tener un órgano capaz de tener erecciones. El tema es que hay una palabra que es
tomada de lalengua, wiwimacher, que produce, recorta algo del cuerpo del niño y esa
parte del cuerpo se anima y comienza a moverse, se menea, como lo indica Lacan en el
Seminario 4.
En la Conferencia sobre el síntoma Lacan dice que hay una palabra que se
refiere a cierta parte del cuerpo y eso produce un goce nuevo, vinculado con lalengua
que impacta en el cuerpo. Es un agujero, porque el niño no decide tener una erección, el
impacto de la lengua sobre su cuerpo hace que esa parte de su cuerpo se menee y eso es
traumático, aunque al niño le guste. Es algo que se mueve en una zona que, por un lado
es formidable, da placer, pero también ─dice Lacan─ da miedo, porque hay un real en
juego. Hay algo de ese goce que está inducido por lalengua y no es algo provocado ni
controlado por el sujeto. Aunque pueda producir placer, constituye en sí mismo un
agujero de sentido. No tiene sentido, tiene efecto de goce. Es decir, lo que se produce
como primario es un efecto de goce y a eso luego el sujeto tratará de darle un sentido.

Toda la cuestión muy de moda ahora sobre el género, que si hombre, que si
mujer, son las maneras de responder con sentido a lo que es un hecho primario que es:
hay una parte del cuerpo que empieza a gozar sin el sujeto, constituyendo un hecho que
exige una respuesta, algo de lo que el sujeto se tiene que hacer cargo porque eso ocurre
en un cuerpo que le concierne y entonces, no tiene más remedio que darle un sentido
para tapar el agujero real del Unoagujero de lalengua sobre su cuerpo. Esto es toda esa
historia del género. Ahora han descubierto algo que es obvio, no hay ninguna
identificación, ningún sentido del género que pueda tapar ese agujero. Por eso se ha
descubierto la cuestión de la disforia de género. ¿Quién no tiene de eso?, ¿no? Todos
somos unos disfóricos del género. Porque disforia de género quiere decir que hay algo
de lo traumático, de lo real del goce que no hay ningún género que lo pueda decir, que
lo pueda reducir a un sentido.
Lacan fue quien descubrió, siguiendo los pasos de Freud, que en la sublimación
algo del goce pulsional se puede transmutar, como la hostia en el cuerpo de Cristo; el
goce se transmuta en sentido y esto pacifica; esta conversión en sentido de lo real del
goce es algo pacificante. Pero hay algo de lo real que no se puede traducir nunca al
sentido, que permanece, y hay otras maniobras, como tratar de construir ritos,
semblantes, regulaciones. Pero, evidentemente ese real del goce no va a ser nunca
reducido por ningún sentido.
Lacan, en la misma conferencia sobre el síntoma, pone en serie el impacto de
lalengua sobre el cuerpo del niño y dos cosas más. Por un lado, lo que llama la
cristalización del síntoma y, por otro lado, lo que llama la invención del inconsciente.
La cristalización del síntoma es la inscripción de ese Unotroumático, Agujeromático,
como la fijación a partir de la cual el sujeto va a producir una primera respuesta que no
puede ser sino de orden sintomático. Pero Lacan asocia esto a la invención del
inconsciente, esta invención del inconsciente es lo que acompaña a la inscripción de ese
Uno, del S1, con la producción de un saber que por un lado tiene que ver con un sentido,
pero no sólo, la dimensión prácticamente inherente a la aparición de un S 2, como
aquello que tiende a responder por necesidad de estructura a la presencia del agujero
mismo debajo del S1 de la fijación. Es, porque hay el agujero debajo del S 1, que el S2 es
convocado. Y es el sujeto en el fondo el que decide sobre ese S 2. Es decir, busca
significantes con los cuales responder a la dimensión de agujero de lo que es el efecto
del S1 sobre su cuerpo. Es ahí, entonces, donde el sujeto va en busca no solo del sentido,
sino que construye un saber (S2). Eso es la invención del inconsciente, el sujeto
construye un saber, lo construye recurriendo al Otro. Pero, en realidad, de lo que parte
aquí Lacan ya no es de la idea de que el inconsciente está en el Otro, sino que es el
sujeto el que lo inventa. Y en cierto modo, ahí lo que el sujeto hace es tomar elementos
del Otro para la construcción de su inconsciente.
Y entonces, en esa conferencia, Lacan nos invita a tener en cuenta este momento
de esta cristalización del síntoma y poder escuchar algo de los sueños de los niños como
cercano a la cristalización. Es decir, que en las producciones del inconsciente de los
niños, una de las cuales pueden ser sueños ─Lacan lo dice de una manera informal, “por
ejemplo los sueños”─ tener en cuenta esta cercanía estructural a lo que llama la
cristalización del síntoma, como momento del surgimiento de lo traumático del
encuentro entre lalengua y el cuerpo del parlêtre. No el cuerpo de la persona, no el
cuerpo del individuo, el cuerpo del parlêtre. Que es lo que, con una expresión luminosa
Jacques-Alain Miller indicó como el misterio del cuerpo hablante, es un cuerpo
misterioso que no se sabe muy bien qué relación tiene con la anatomía. La anatomía
aparece después de eso, pero en realidad ese cuerpo, ¿dónde está? No se sabe. Está en
una especie de no lugar, pero luego toca parte de la anatomía desde un lugar que no se
sabe muy bien cuál es.
Ahora bien, vemos entonces que en esa conferencia Lacan comprime, habla de
cristalización del síntoma, invención del inconsciente y nos invita a escuchar las
formaciones del inconsciente de los niños como cercanas a ese Big Bang. Y eso es lo
que, por ejemplo, podemos ver en estos casos, Sandy, Juanito, el caso Piggle y otros
casos. Porque, justamente cuando vemos esta serie, son casos en los que ocurren ─de
una manera más visible─ cosas que en otros casos ocurren sin que se puedan ver. Son
casos en los que el desarrollo de la angustia visibiliza algo que probablemente en otros
casos pasa desapercibido. Lacan piensa esto como estructural, el impacto de lalengua
sobre el cuerpo, la invención del inconsciente, es algo que obviamente está en todo
sujeto, pero esto se visibiliza aún más en estos casos en los que la señal de angustia
muestra algo que en ese momento es el esfuerzo del sujeto por tratar ese agujero que se
abre. En estos cuatro casos, Juanito, Sandy, Piggle y El Hombre de los Lobos, podemos
ver eso. Y ¿qué es lo que vemos? Se trata de la emergencia siempre de un significante,
por ejemplo, en El Hombre de los Lobos el significante en cuestión es lobo. En el caso
de Juanito es caballo, en el caso de Sandy es doggie (perrito), en el caso de Piggle es un
significante que son como dos S1, uno es black mummy (mamá negra) y otro es
babacar; hay algo de una especie de partición ahí. Me parece que black mummy es el S1
como primordial, y el babacar me parece ya como una respuesta del inconsciente.
Entonces, estos tres casos se pueden pensar bajo esta lógica, la emergencia del S1
y cómo, hay algo de esta emergencia, que produce una serie de efectos, en estos casos
de angustia. Pero lo que está claro es que en todos los casos se trata de significantes que
producen un impacto en el cuerpo que el sujeto va a relacionar con algo de la sexuación.
En El Hombre de los Lobos, obviamente, Freud lo plantea en términos de la escena
primitiva, pero se trata de cómo el sujeto se sitúa con respecto a hombre/mujer. En el
caso de Juanito, se trata de un significante que se introduce en relación a la regulación
de ese goce que concierne a su miembro u órgano fálico, por así decir. Y en el caso de
Sandy vemos que es algo que acontece en un momento en que la niña se ve confrontada
a la necesidad de encontrar algún tipo de significación, por el lado de la sexuación
femenina, en un momento en que ella está entregada al descubrimiento masturbatorio
compulsivo de su cuerpo. La niña está en una etapa de masturbación muy intensa y
entonces, hay un momento en que recurre a una identificación imaginaria con un niño
que hace pipí y ella se pone a hacer pipí de pie como otro niño. Pero hay el encuentro
con la madre, como la madre castrada, que implica una necesidad de tener en cuenta que
ella es como la madre y no como el niño, por lo tanto, la identificación imaginaria con
el niño no servirá para tratar algo de ese goce en el que para ella la cuestión de lo
femenino ya se ha planteado a nivel de su cuerpo. El caso de Piggle es muy interesante
también porque se trata de una niña y se describe un antecedente del sueño de angustia
que la lleva a análisis, un momento de gran excitación, en que ella está muy agitada y en
el que toda una serie de manifestaciones de satisfacción de distintos tipos ─tanto
masturbatoria, como de satisfacción oral─ están sumamente movilizadas. Este sueño, el
sueño de la black mummy, se inscribe como algo que cifra en un significante la
problemática de cómo articular el goce pulsional oral, con lo que sería lo femenino en la
madre. Entonces hay todo un desarrollo de la mummy, como un otro, que sería la serie
de la voracidad oral, pero en la que la cuestión de lo femenino, del tener hijos, del
comerse a los hijos, da la posibilidad de que la maternidad sea un devorar a los hijos, es
una cuestión que sitúa esta dimensión traumática del goce y que la niña va a elaborar
bajo transferencia.

Entonces vemos que en todos estos casos se trata de niños que están en el
momento en que algo del goce se cifra en un significante, lobo, caballo, doggy, black
mummy, pero el sujeto inmediatamente tiene que responder con un saber para tratar de
suturar algo de lo que es esa dimensión de agujero del encuentro con ese significante.
Entonces, en cada uno de estos casos el niño evidentemente va a dirigirse al
Otro, en la medida en que hay algo de este agujero en el sentido que no queda suturado
y el niño busca un sentido en el Otro. Se ve hasta qué punto ese sentido que el niño
encuentra en el Otro no puede ser la respuesta. Y finalmente, lo que es la respuesta se da
en la elaboración del sujeto, que podemos igualar a lo que Lacan llama la invención de
su inconsciente. Es decir, la invención de su inconsciente es, finalmente, lo que acaba
siendo el tratamiento, la construcción de un aparato de goce que regula algo de ese
impacto de goce original al momento de la cristalización.
La cristalización del síntoma es un término que hay que acercar a lo que para
Freud es la fijación, fixierung. O sea, cristalización del síntoma es un nombre lacaniano
para la fijación que, por supuesto, además de ser un nombre tiene una serie de
consecuencias teóricas.
Todos estos casos son muy interesantes con la lectura que hacen Jacques-Alain
Miller, Esthela Solano y también Natalie Georges. Me permití prolongar la introducción
y hacer una relectura del caso Juanito a partir de esta idea. Ahí viene lo que decía del
subtítulo, aquel que se me ocurrió: “El inconsciente y el deseo en su primera edad”.
Porque cuando digo “su primera edad” no es la primera edad de los niños, sino que es la
primera edad del inconsciente y del deseo. Como cada uno de estos casos nos muestra,
el problema para el sujeto es cómo hacer del impacto traumático del goce algo que sea
sostenible. Lo que se trata de verificar en cada caso es si hay alguna salida por el lado
del deseo. Es decir, ¿puede el sujeto convertir algo de lo real de ese goce en algo que
permita acceder tanto a una regulación en términos de placer, como a cierta
identificación que le permita decir “yo quiero eso que me ocurre”? Porque el goce en
tanto fijación, en tanto momento traumático, no es algo que el sujeto hace, sino que es
una cosa que al sujeto le ocurre. La salida por el deseo se trata de: yo quiero algo de lo
que me ocurre y con eso hago algo, algo de lo que yo también gozo. No sólo algo que
goza solo, sino que yo gozo con eso, con lo cual me puedo identificar como agente del
deseo. Se pasa del deseo como causado, al sujeto que se puede identificar como agente.
Soy hombre, soy mujer, en estos niños no se puede separar de un enunciado soy agente
y no solamente paciente de ese acontecimiento de goce. Soy hombre quiere decir extraer
una satisfacción de ese pene que gozaba solo, le doy un destino, en una identificación
ideal seré un hombre, eso me permite abordar a la mujer. O, en el caso del Hombre de
los Lobos la versión es cómo ser al mismo tiempo una mujer, pero poner un límite a la
feminización mediante un hacer de hombre. Es, soy una mujer, pero hago de hombre,
esa sería una solución del Hombre de los Lobos, para defenderse de lo que sería el
horizonte de un empuje a la feminización radical.
En el caso de Sandy, vemos que más o menos hay elementos para decir que hay
un inscribirse en la serie de las mujeres, hay una pacificación y luego sabemos que la
niña asume un lugar en esa serie y eso forma parte luego de su historia posterior de la
que tenemos algunas indicaciones.
En el caso de Piggle vemos que finalmente la niña construye una salida por el
deseo en la que algo de la mirada tiene un lugar importante, apoyándose en la
transferencia con Winnicott. Construye una versión de la femineidad en la que intuimos
que algo de una mirada del Otro sobre ella tiene un impacto importante. Es decir, se
trata en todos los casos, de sujetos que, tras el encuentro traumático con ese S 1 del goce
─la fijación─ hay una construcción, hay una invención del inconsciente, pero que no se
puede separar de lo que es la producción de un deseo.
Entonces, podríamos decir, dando vuelta la fórmula de Freud, referida a que los
sueños de los niños son sueños en los que se realiza un deseo: hay algunos sueños de los
niños donde no es que un deseo se realice, sino donde un deseo se construye a partir de
lo traumático del impacto con el goce de lalengua. Es decir, no es que se realice, es que
se trata de producir y ahí vemos un eje que fue el que yo tomé en mi trabajo sobre
Juanito, que era una confusión interesante. Tiene que ver con la que estaba en la
anécdota de Borges, esa confusión entre la realidad y el sueño. Digamos que, en el caso
de Juanito, es muy interesante la confusión entre los sueños y los pensamientos. Me
permití interpretar esta confusión ya que Freud se pregunta a veces si algo que el niño
dice como un sueño es un sueño o es un pensamiento, o si algo que el niño ha dicho
como un pensamiento es un sueño. Trata de distinguir entre lo que sería un sueño y una
fantasía masturbatoria. Porque más bien Freud sitúa el pensamiento del lado de la
fantasía. Y, entonces, es interesante que Lacan como buen lector que es, también recoge
esto y en su lectura del caso de Juanito en el Seminario 4, entra en una discusión con
Freud, dice: esto no es un sueño, es una fantasía. Y, ¿cuál es la diferencia entre sueño y
fantasía? Llamamos fantasía a lo que ya está en la vía de la constitución de un deseo.
Donde el sujeto no se presenta solo como el que está, digamos, atónito ante la irrupción
de un S1, sino que ya desde esa invención de su inconsciente encuentra una manera de
introducir la metonimia que ya es la base para la producción de un deseo. Para mí hay
una invención. En el inconsciente está la dimensión del fantasma como algo a lo que el
sujeto como tal se identifica.
Pero con respecto al S1, al impacto del S1 de la cristalización del síntoma, el
sujeto no se identifica. Está afuera, el sujeto no es el caballo, el sujeto no es el lobo. En
el análisis acabamos encontrando que el sujeto es el caballo, el sujeto es el lobo. Pero no
es así para el sujeto en ese momento de irrupción. Y es más bien con la producción del
deseo que el sujeto puede tomar algo de ese goce, como algo de lo que se apropia y con
lo cual se puede identificar en un punto. Y esa tensión está desde el principio con
Juanito, entre el sueño, como algo vinculado al inconsciente real que irrumpe, y eso que
Juanito llama pensamiento y que ya es el esfuerzo del sujeto por situarse como alguien
que tiene algo que decir y hacer con respecto a lo que ocurre con el inconsciente real. Y
a tal punto que al final podríamos decir que la salida de Juanito es realmente por la vía
del fantasma. Toda la cuestión del fontanero, etcétera, ahí se ve realmente que hay un
punto en el que se trata de cosas que ya no consisten en la irrupción de un goce
inquietante para él. Muy al contrario, se trata de algo mucho más egosintónico con
respecto a lo cual el sujeto se sitúa en una posición de igual a igual, como alguien que
tenía algo que hacer y algo que decir sobre eso. Y en todo caso, eso que había aparecido
como traumático ya ha entrado a formar parte de una economía del goce regulada por el
fantasma en la que al menos una parte del goce real ya se ha convertido en la inhibición
de un placer viable.

Entonces, esta es la perspectiva que quise poner de manifiesto tratando de darle


importancia a esto. El eje del inconsciente real que es el S 1 puro, la invención del
inconsciente y luego este apartado que es el surgimiento del deseo, son tres cosas que
están íntimamente articuladas y que, por supuesto, no se trata de que no estén así para
un adulto. Lo que pasa es que los niños nos enseñan a leer eso en nuestros propios
sueños. Quizás en los adultos hay algo que es una dimensión de ignorancia ─una cosa
que nos distingue de los niños es que somos más ignorantes─ porque creemos que la
realidad exterior es lo real y lo relativo a los sueños no es real, cuando los niños saben
que son reales los dos. Son reales porque su destino está tan afectado con lo uno como
con lo otro. Por eso es que los niños lo toman más en serio. En realidad, los adultos
somos los que, por nuestro horror de saber, largamente ejercido en el tiempo, hemos
conseguido olvidarnos de lo real que es lo que ocurre en nuestro sueño.
Se trata de aprender de estos sueños de niños a leer también en los sueños de los
adultos lo que es la dimensión del inconsciente real como distinto de la invención de
saber del inconsciente y cómo podemos vincular los sueños de los adultos con los
sueños de los niños a partir de lo que es el ombligo del sueño.
Y otro texto importante de la última enseñanza de Lacan es su respuesta a
Marcel Ritter, donde él hace una intervención bastante larga sobre el ombligo del sueño.
Es decir, el ombligo del sueño es donde tenemos que buscar la dimensión del agujero,
que es el Unoagujero, que está detrás del S1-S2 de la cadena significante. Entonces,
podríamos decir que si hay ombligo del sueño es porque en todo sueño hay ese agujero
original que quizá aparece más a cielo abierto en algunos sueños de niños. No en los
sueños de los niños, sino en sueños que constituyen un acontecimiento concreto en el
que podemos establecer, cosa que no siempre ocurre, entre el momento de cristalización
del síntoma, la significantización del goce, y un momento de respuesta del inconsciente.
Eso ocurre en todos los casos, pero no siempre lo podemos ver, sólo que en algunos
sueños de niños es visibilizado de una manera particularmente aguda.

- Jorge Yunis: Realmente nos has dado un programa de trabajo, no sé si para este año o
para el siguiente, pero realmente extraordinario. Desde el Unoagujero, todo el
desarrollo a través de la cristalización del síntoma, la invención del inconsciente, el
fantasma, la creación, la construcción de un deseo, me parece un recorrido clarísimo y
no puedo menos que agradecerte tu participación que para mí ha sido muy importante.

- Aníbal Mendiburo: Quisiera entender un poco mejor lo siguiente, el caballo en Juanito


o el elemento doggie en la niña inglesa, ¿son ya parte de la elucubración S 1-S2 con la
cual inventan un inconsciente que trata el agujero propio de un Uno solo, que no se
confunde entonces con el caballo o el perro? ¿O lo está pensando como Unos solos al
caballo y al perro, cuya elaboración posterior constituye tal elaboración?
- Enric Berenguer: Es difícil responder porque pensémoslo un poco en relación a lo que
es un análisis. Porque nosotros hablamos de S 1 cuando escuchamos un testimonio de un
AE. Se habla de la dimensión del significante del síntoma, pero también sabemos que en
última instancia eso no formaría parte de una archi-escritura última y que hayamos
desmontado las moléculas del parlêtre, ni que hayamos encontrado… no, es una
dimensión. Es un debate muy importante que podemos encontrar en el Seminario 9, La
identificación, cuando Lacan debate con Leclaire, queda expuesto un caso que es el caso
de Poordjeli, en el que Leclaire expone un caso que de hecho es su propio caso. Y habla
de un significante equívoco Poordjeli, que es en realidad un S1 de lalangue y lo trata de
un modo que le lleva a Lacan a criticarlo diciendo que ahí hay un sujeto. En esa manera
de presentarlo ese significante queda entronizado como si realmente hubiéramos
atrapado el rasgo unario por las orejas. Y lo que va a decir Lacan es que al rasgo unario
uno se puede acercar, pero en última instancia nunca lo atraparemos por las orejas. Creo
que siempre tenemos que tener en cuenta que se trata de dimensiones y que, en el fondo,
tal como lo leo, es verdad que es un tema de investigación. Creo que en última instancia
el Uno es el agujero y, como lo que predomina es el agujero, entonces cualquier cosa
que lleguemos a encontrar como un S1 ya deja de ser algo que ocupa su lugar. Por eso
pienso que en última instancia hay que poner esfuerzo en distinguir estas dos
dimensiones. Se trata más bien de dimensiones que de algo que se encarne plenamente
en un significante determinado.
Por eso, en última instancia, cuando escuchamos un testimonio de pase podemos
decir ‘ese significante estuvo ahí desde el principio’, o más bien es un significante que
marca lo que sería esa dimensión del acontecimiento de cuerpo. Que sería el modo en
que Lacan, al que leemos con la ayuda de Miller, destaca que finalmente, lo que
buscamos, es algo que no es del orden del significante, sino que está más bien del lado
del acontecimiento de cuerpo. Entonces creo que de ahí no hay ningún S 1 que sea el S1
puro en la medida en que ya no deja de ser una dimensión de respuesta al agujero, a la
dimensión del acontecimiento de cuerpo.
Pero está bien la pregunta es muy pertinente porque realmente hay que hacer ese
esfuerzo. Creo que finalmente hay que procurar no acabar entronizando la idea de que
podemos encontrar eso que en un momento determinado Lacan llamó el rasgo unario.
Pensó por el lado del rasgo unario y luego por el lado del S 1. Pero entonces empieza a
hacer toda una serie de distinciones para ver realmente qué función tienen. Cuando se
trata dentro del discurso del amo como tal, es decir implicado en la maquinaria del
discurso, desde ya en un vínculo social, y una regulación que incluye la dimensión del
objeto a plus de gozar, y cuando tratamos de acercarnos a lo que en Freud era la
fijación, Lacan llega a plantearlo en un término muy vago que, tampoco es S 1, sino es el
Uno. Lacan habla de “el Uno”, habla del significante del síntoma. Pero claro, es verdad
que cuando habla del significante del síntoma, el síntoma ya es una respuesta. Pero me
parece que Lacan cuando habla de cristalización acercándonos a la fijación Freudiana,
trata de extraer la dimensión del Uno puro, que sería más cerca al agujero de lo que
serían rápidamente las elaboraciones por el lado de las invenciones del inconsciente.
Ahora bien, la manifestación del Uno puro, completamente separado de la
respuesta del inconsciente, creo que en ese momento de emergencia es como que está lo
más cerca. Pero es verdad que ese real, es por naturaleza invisible, y es con la idea de
acontecimiento de cuerpo con la que me parece que Lacan se acerca más. Es más bien la
dimensión de lo Uno, antes que el S1.
Claro, el lobo, doggie, son significantes con los cuales ya hay algo de S1 que ha
encontrado un cifrado. Ahí hay que tener en cuenta que se trata de pensar la dimensión
del cifrado. Y creo que esos significantes son intentos de cifrado, de ciframiento, pero
ya han tomado algo de la dimensión del significante. No es una elaboración de ese Uno,
que Lacan menciona en los últimos momentos de su última enseñanza, ni siquiera es
algo que se sitúe en la dimensión del significante como tal. Lacan dice, no recuerdo la
referencia, pero lo estaba hablando hace unos días con unos colegas, no recuerdo si en
Televisión (1973) o en la Introducción a la edición alemana de los Escritos (1973) o en
otro texto, donde dice: el Uno se encarna en lalengua a distintos niveles. Está el nivel
del significante, también el del fonema, pero está incluso el de la frase. Lo que Lacan
viene a decir es que el término significante ya no es el nombre adecuado para designar
la emergencia de lo Uno en el momento del impacto de lalengua sobre el cuerpo.
Entonces, te respondería que esos significantes son cercanos a la dimensión del
ciframiento de goce, pero, inevitablemente, ya incluyen una dimensión significante que
encarna el Uno de lo traumático. Con lo cual esas dos dimensiones son relativas, las
podemos situar relativamente y no en términos absolutos. Bien; esto es todo lo que tenía
para decir.

- Jorge Yunis: No recuerdo la referencia Enric, pero Lacan, en un momento, escribe +-


S1. Lo digo porque me parece que representa algo de esto que estabas comentando. No
sé en qué seminario es. Muy buena tu explicación.

- Enric Berenguer: Sí, es verdad. Ahí hay toda una temática del final de la enseñanza de
Lacan que tenemos que ver bien. Me acuerdo una conferencia clínica de las que Miller
hace periódicamente en Barcelona, que fue realmente muy bueno porque había hablado
sobre el S1. Aquel fin de semana estaba Miller bastante silencioso, y se exponía un caso,
etc., etc., y entonces al final siempre había alguien que le decía: “Pero bueno ¿dónde
está el S1?” (risas). Y Miller en toda la conferencia no respondió. Al final ya cuando
estábamos a punto de terminar se levantó mi amiga Marta Serra y le dijo: “Bueno, pero
usted se ha pasado todo el fin de semana sin decirnos dónde está el S 1”. Miller tampoco
respondió. Fue hace muchos años, eso es un acto de Miller. No es pereza, es
confrontarnos a ese vacío. Es lo que Lacan le reprocha a Serge Leclaire en el Seminario
9 y Miller lo puso en acto, no dijo nada, y nos dejó a todos con ese vacío para que nos lo
lleváramos cada uno a casa (risas).

- Silvia Bottazzi: Me resulta muy interesante poder pensar qué sería a partir de estas
formaciones del inconsciente, el sueño en este caso, donde podemos rastrear el
surgimiento de una neurosis infantil. Sabremos en el caso de un adulto, a partir de su
análisis, rastros de esa neurosis que podemos encontrar en los testimonios de los AE.
Algo de esa invención de lo inconsciente en la infancia tal vez sea lo que se sostiene en
el deseo, más tarde como deseo del analista. ¿Una marca para una analista? Me gustaría
poder escuchar su opinión.

- Enric Berenguer: Sí claro, se trata de eso. Es verdad que en los AE, se trata de buscar
algo de lo que la construcción de la neurosis tapó a lo largo de la vida de ese momento
original del encuentro del parlêtre con el impacto de lalengua. Creo que esa invención
del deseo tiene justamente, como importante, la dimensión de la invención. Lo que el
AE nos enseña y el analista debe saber, es que en realidad aquello de lo que el sujeto
habla como un destino es una invención. Pienso que en ese sentido una de las maneras
de pensar el deseo del analista es mostrar que siempre hay un hiato entre lo real y los
semblantes con que el sujeto lo trata. El deseo del analista mantiene ese hiato entre
semblante y real. Eso podría facilitar que el sujeto no tome como un destino cosas que
él mismo ha inventado, pero también que se haga responsable de seguir inventando.
Entonces creo que en los niños se ve muy bien esa dimensión de invención del deseo.
Los adultos se olvidan por pura pereza, porque creen que ya inventaron, entonces se
pueden limitar a repetir. Y entonces se aburren y ante el aburrimiento van haciendo
incluso cosas peores. Volver a la invención, es decir, el análisis demuestra que el sujeto
hubiera podido hacer otra cosa, y como hubiera podido hacer otra cosa, todavía puede
hacerlo ahora. Creo que ese es un elemento fundamental de lo que es el deseo del
analista.
Entonces, Lacan en el Seminario 11 dice que el deseo del analista es el que
mantiene la separación entre el I (ideal) y el objeto a. Esto desde la última enseñanza de
Lacan lo podemos reformular diciendo que se trata de la distinción, de la separación
entre semblante y real, que es contrario a toda teoría de destino y más bien que es la
obligación de la invención. Por eso una de las formas fundamentales del deseo del
analista es poder situar algún “no es eso”. En algunos momentos precisos es un “no es
eso”, pero es un “no es eso” que marca la posibilidad de una invención, que puede ser
otra cosa.
Lacan señala en su última enseñanza la transferencia como la reintroducción de
la contingencia, a partir de la cual la idea de la necesidad se puede tratar, es un volver a
la contingencia. Es decir, la necesidad no es lo más real, es más real la contingencia. Y
es eso lo que el deseo del analista soporta. Digo soporta, porque hay que soportarlo. Hay
que soportarlo porque la construcción de un neurótico no viene sin un aparato para
deducir lo real de la contingencia, o la necesidad del fantasma. Que alguien renuncie a
la idea de lo necesario de su fantasma, para más bien invitarlo a asumir la dimensión de
la contingencia y la responsabilidad de invención que eso supone, en fin, es una mala
pasada. Por eso el analista puede ser un personaje un poco molesto, pero bueno, le toca
encarnar esa molestia.

- Cecilia Cetta: Quisiera preguntar si el uso de los sueños de un niño en análisis tendría
diferencias notables con el tratamiento de los sueños de un adulto, considerando la idea
de que el psicoanálisis lacaniano se plantea como uno. A partir de lo que expuso
entiendo que en algunos de los sueños de niños hay una particular cercanía a la
cristalización del síntoma. Por otro lado, entiendo que hay diferencias en los casos de
neurosis y psicosis, teniendo en cuenta que en el primer caso la orientación es a la
interpretación y en el segundo considerar que ya hay allí en el sueño un intento de
tratamiento de lo real.

- Guillermina Ritsch: ¿Podríamos decir que el Unoagujero está perdido? (Das Ding).

- Enric Berenguer: En relación a la primera pregunta, bueno, no lo sé, también me lo


pregunto. No tengo tantas respuestas para eso, pero lo que sí diría es que hay que partir
de lo que ya al principio comentaba Romina Fernández, que siempre tenemos que tomar
la perspectiva del niño como analizante. Entonces, en ese sentido podríamos decir que
no, no hay ninguna diferencia. ¿Hay alguna diferencia? Vemos que en cierto modo la
hay de facto entre otras cosas porque el niño está más cerca de lalengua, menos
solidificado en sus formas de rechazo al saber. También mucho más acomodado en sus
soluciones. Creo que eso da una inercia al adulto que hace que sea distinto. Luego hay
que tener en cuenta que también hay toda una serie de cosas, y tenemos que distinguir al
sujeto que interpretamos de la persona que es su soporte en el mundo. Claro, el niño
deja de ser un niño. El niño como analizante del que hablamos es el sujeto del
inconsciente en el niño, pero eso está en un niño que, como niño, tiene un cuerpo
determinado, tiene una relación con el adulto. Entonces, cuando decimos que el niño es
un analizante parte entera, es porque hablamos del sujeto en tanto no tiene edad, pero
tenemos que tener en consideración que, su soporte en el mundo, sí tiene diferencias.
Hay que tener en cuenta todo eso entendiendo que no es lo esencial. Porque a nosotros,
lo que nos define como analistas, es escuchar algo que tiene que ver con el inconsciente.
Ahora, no nos viene un inconsciente con patas, nos viene un niño. Entonces, para el
inconsciente es igual, pero es un niño. De la misma forma que cuando recibimos a un
paciente adulto, hay que inventar el inconsciente. Creo que tampoco es tan claro que el
inconsciente esté ahí presente. Yo creo que hay que inventar las condiciones de la
emergencia del inconsciente tanto en un niño como en un adulto. Y las condiciones para
esa emergencia son distintas en una persona niño que en una persona adulta. Pero no
relativamente el inconsciente como tal.
En ese sentido Lacan nos habla de los sueños de Juanito, de la cristalización del
síntoma, pero también nos habla del ombligo del sueño. Hay que escuchar siempre el
sueño desde el punto de vista del ombligo del sueño. Por supuesto que hay estas dos
dimensiones, una es la que llamamos la interpretación y otra es más bien tratar de
apuntar a la constitución de una defensa. Es decir, justamente alguien en quien vemos
que hay una serie de dificultades para construir medios de defensa contra lo real que
emerge en el inconsciente. Pero, cuando no hubo interpretación, hay que tener en cuenta
que eso sí es así, pero el problema es cómo interpretamos.
Pienso que no es lo mismo interpretar como por ejemplo vemos en el caso de
Piggle de Winnicott, que es un interpretar desde el saber, a interpretar más bien como
una cuestión pensada en apuntar al agujero. La dimensión de la interpretación a la que
nos invita Lacan en la última enseñanza es apuntar al agujero, apuntar al equívoco. Por
eso el ombligo del sueño me parece que es la orientación para pensar la comunidad de
esos sueños de niños. ¿Cómo apuntar siempre al ombligo del sueño? Es decir, buscar no
fascinarse por lo que hay sino más bien apuntar a eso que surge entre los significantes, y
más bien acotar ese intervalo. Solo que a nosotros no nos interesan los sueños en
general. Los sueños en general no tienen ningún interés para el psicoanálisis. Solo nos
interesan los sueños en una perspectiva determinada, que es una práctica, en la que
tratamos de usarlos como construcciones del sujeto en las que algo de lo real del
inconsciente emerge. Pero luego hay muchas cosas del inconsciente que no tienen
interés desde ese punto de vista. Uno puede hacer interpretaciones muy divertidas de
sueños y muy vistosas. Lacan dice, bueno, vayamos al agujero.

Sobre la pregunta de Guillermina Ritsch, si podríamos decir que el Unoagujero


está perdido (Das Ding), claro que sí. En última instancia sería eso. Ahora bien, lo que
pasa es que pienso que ahí hay todo un debate, porque me parece que en última
instancia lo que Lacan viene a pensar es que con la idea de Das Ding de Freud, tiende a
darle demasiada consistencia a eso. Creo que más bien para Lacan hay la idea de
fijación, la idea de que en cierto modo eso, aunque se pierde, estuvo. Para Lacan lo que
estuvo es la pérdida, no es que hubo algo y se pierde, sino que no hay nada que no
estuviera ya de entrada en pasado. Para Lacan siempre es un estuvo. No hay un hubo
antes del estuvo, es una temporalidad en la que como lo real es ajeno a lo simbólico,
nunca hubo el encuentro entre simbólico y goce. La fijación es la relación entre lo real
del goce y el agujero de lo simbólico. Es una idea de que quizás deba pensarse en
matizar el Das Ding; no como que no hubo y se perdió, sino que se perdió en el
momento mismo del haber. Son matices, pero en efecto esa es la problemática con la
que Freud piensa a nivel del Das Ding y que Lacan evidentemente retoma.
Muy bien, muchísimas gracias a todos por la invitación, por compartir con
ustedes. Y ánimo en este espacio que me parece realmente muy vivo y realmente bueno,
se ve por las preguntas y las intervenciones todas ellas muy adecuadas, así que también
me ponen a mí a trabajar. Muchísimas gracias.

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