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TRABAJO GRUPAL

TEMA:

Imperio azteca

INTEGRANTES:
Saúl Toaquiza

DOCENTE:
Lic. Hugo Hidalgo

CURSO:
3ro “B” Técnico
UBICACIÓN GEOGRÁFICA
Las civilizaciones
mesoamericanas se extendieron
desde el norte del actual
territorio de México hasta las
estribaciones selváticas del
Yucatán y Centroamérica,
comprendiendo áreas de fértiles
valles, mesetas y la cuenca
lacustre del valle de México,
compuesta por varios lagos y
lagunas. Este territorio incluye
cuatro regiones claramente diferenciadas. En el norte predomina el desierto, el cual fue
recorrido por numerosos pueblos nómadas. Hacia el centro rodeadas de valles y
mesetas, se encuentran varias cadenas montañosas, mientras que hacia el sur se
multiplican los volcanes. Finalmente, en el extremo meridional, prolifera la selva
tropical que se extiende hasta la península de Yucatán y América Central.
La región mesoamericana fue cuna de dos de las más prodigiosas civilizaciones
prehispánicas: los olmecas y los zapotecas. Los primeros surgieron en la costa del golfo
de México y se extendieron en un territorio de unos 18.000 km2. Hacia el año 1250
a.C. construyeron importantes centros ceremoniales y políticos, entre los que se
destacan Tres Zapotes, San Lorenzo y La Venta. Expertos talladores de piedra, legaron
bajorrelieves y esculturas de grandes dimensiones. Contemporáneos de los olmecas,
los zapotecas vivían en comunas agrícolas y tenían como principal divinidad a Cocijo,
el dios de la lluvia. Establecieron como centro de su cultura la ciudad de Monte Albán,
frente al golfo de Tehuantepec.
En un escenario magnífico, situado a 2.000 metros sobre el nivel del mar y rodeado de
altas montañas en cuyo centro estaba el lago Texcoco, los aztecas pasaron de ser una
comunidad tribal a convertirse en un Estado independiente, fuerte y desarrollado. La
ciudad capital, Tenochtitlán, edificada en un islote en el centro del gran lago, sería el
más espectacular testimonio de su creatividad e ingenio. Así, el paso de la aldea a la
ciudad opulenta, centro de un Estado tan poderoso como temido, fue vertiginoso.
En un escenario magnífico, situado a 2.000 metros sobre el nivel del mar y rodeado de
altas montañas en cuyo centro estaba el lago Texcoco, los aztecas pasaron de ser una
comunidad tribal a convertirse en un Estado independiente, fuerte y desarrollado. La
ciudad capital, Tenochtitlán, edificada en un islote en el centro del gran lago, sería el
más espectacular testimonio de su creatividad e ingenio. Así, el paso de la aldea a la
ciudad opulenta, centro de un Estado tan poderoso como temido, fue vertiginoso.
DESARROLLO CULTURAL

Esta cultura proviene de la civilización


Mesoamericana; la palabra “Azteca” procede de
una legendaria tierra del norte llamada “Aztlán”.
Los Aztecas fueron un pueblo que por medio de
alianzas militares con otros grupos y poblaciones
se expandieron rápidamente y dominaron el área
central y sur del actual México entre los siglos XIV
y XVI.

Caracteristicas generales de la cultura azteca


Los aztecas eran un pueblo fundamentalmente guerrero y religioso, cuyo patrono
principal era el dios Sol, Huitzilopochtli. A su nombre hacían sacrificios humanos, con
los guerreros de las etnias conquistadas, a las que además imponían un sistema de
impuestos que centralizaba en Tenochtitlán la mayor cantidad de riquezas posible.
Su carácter belicista se reflejaba en sus vestimentas, adornadas con plumas y otros
adornos que mostraban además la jerarquía del individuo dentro de la sociedad.
Dominaban un tipo de metalurgia prehispánica basada en bronce, oro, plata y
obsidiana, con el que confeccionaban ornamentos y armas para la guerra.
Poseían también una escritura pictográfica que cumplía fines de documentación, un
sistema métrico propio con el que desarrollaron numerosas obras arquitectónicas, y un
sistema astronómico basado en la observación del Sol, la Luna y Venus.
Su imperio heredó tendencias culturales de culturas precedentes, como los
teotihuacanos. De hecho, hicieron de Teotihuacán, ya abandonada y en ruinas, un lugar
de peregrinaje religioso en el que llevar a cabo ritos y ofrendas humanas: varones al
dios Sol, mujeres a la diosa Luna.
PROCESO HISTORICO – ORIGEN

El origen del pueblo azteca es algo


incierto, pero los vestigios de su
tradición sugieren que fueron
cazadores y recolectores en
la meseta del norte de México antes de
que llegaran a la región del Valle
central de Mesoamérica, alrededor del
siglo XII d. C.

La palabra “azteca” proviene de la lengua náhuatl y significa “gente que vino de


Aztlán”. Según sus leyendas, el pueblo azteca abandonó Aztlán (un lugar mítico) y
migró por décadas hasta encontrar el lugar ideal para asentarse y construir su capital.

En realidad, el término “azteca” alude a un conjunto de pueblos de origen diverso que


habitaron el valle de México entre los siglos XIV y XVI d. C.: mexica, acolhua, chalca,
xochimilco, tepanec, entre otros. Los mexicas fueron quienes comúnmente se conocen
como “aztecas”.

Las evidencias arqueológicas indican que hacia 1325 d. C. los mexicas se establecieron
en una isla dentro del lago Texcoco y fundaron la ciudad de Tenochtitlán. Hacia el
siglo XV, formaron una alianza con los pueblos vecinos de Texcoco y Tlacopan,
lograron el dominio sobre el resto de los pueblos de la región y, de esta manera,
conformaron un imperio.

Organización social de los aztecas


Los aztecas tenían una sociedad estratificada en tres grupos:

La nobleza constituía el grupo privilegiado que controlaba el gobierno y la


religión. Los nobles no pagaban tributos y poseían tierras que eran trabajadas
por los campesinos macehualtin. Podían vestir con ropas y joyas que estaban
prohibidas al resto de la población: plumas, telas de algodón, joyas de oro y
piedras preciosas.
Este grupo estaba integrado por artesanos, comerciantes y campesinos. Además
de pagar tributos en especie al Estado, debían trabajar en las tierras de
los pipiltin y en la construcción de obras públicas (caminos, puentes, palacios y
templos). Algunos artesanos que sobresalían por sus obras lograban acceder a la
nobleza.
Eran prisioneros de las guerras que llevaban a cabo los aztecas para conquistar
territorios. También podían ser personas que habían cometido algún delito y la
esclavitud era su castigo. Debían trabajar para sus amos y podían ser víctimas de
los sacrificios humanos en los rituales religiosos.

Además, toda la sociedad azteca estaba


dividida veinte clanes
llamados calpullis (palabra nahuátl que
significa “casa grande”). Cada calpulli
estaba conformado por familias de
ascendencia común, y tenía un templo,
tierras de cultivo y un jefe o calpullec. La
ciudad de Tenochtitlan se dividía en cuatro
sectores y cada uno contaba con
varios calpullis.

Organización politica de los aztecas


El Imperio Azteca era una teocracia gobernada por un monarca, llamado tlatoani. Los
aztecas creían que el poder del monarca era sagrado y venía de los dioses. En la
práctica, el tlatoani era elegido por un consejo integrado por representantes de cada
uno de los veinte calpullis (grupo de parentesco en el que se dividía la sociedad azteca).

El tlatoani electo gobernaba de por vida y se


convertía en el jefe supremo del Estado, del
ejército y de la religión. Además, era
asesorado por funcionarios de gobierno como
el cihuacóatl, que lo reemplazaba en casos de
ausencia y lo ayudaba a deliberar sobre
decisiones importantes.

A lo largo de su historia, los aztecas tuvieron 11 tlatoanis:

Acamapichtli, “Puñado de cañas” (1375-1395 d. C.)


Huitzilíhuitl, “Pluma de colibrí” (1396-1417 d. C.)
Chimalpopoca, “Escudo humeante” (1417-1426 d. C.)
Itzcoatl, “Serpiente de obsidiana” (1427-1440 d. C.)
Moctezuma Ilhuicamina, “El enojado, la flecha al cielo” (1440-1469 d. C.)
Axayacatl, “El de la máscara de agua” (1440-1469 d. C.)
Tizoc, “El que hace sacrificios” (1481-1486 d. C.)
Ahuízotl, “El espinoso del agua” (1486-1502 d. C.)
Moctezuma Xocoyotzin, “El enojado, el joven” (1502-1520 d. C.)
Cuitláhuac, “Excremento divino” (1520 d. C.)
Cuauhtémoc, “Sol descendente” (1520-1521 d. C.)
RELIGION AZTECA

La religión azteca incluyó


elementos que venían de
diferentes culturas
mesoamericanas. Los aztecas
creían en el mito de “los cinco
soles”, según el cual en el pasado
habían existido cuatro mundos
(que llamaban “soles”) con
diferentes tipos de habitantes.
Cada mundo había sucumbido por sus propios defectos. En la última creación, llamada
“Quinto sol”, los dioses hicieron la Tierra y crearon a los seres humanos, las plantas y
los animales. Para los aztecas, este mundo también caería y tendría el mismo destino
que los anteriores.
La religión azteca incluyó elementos que venían de diferentes culturas
mesoamericanas. Los aztecas creían en el mito de “los cinco soles”, según el cual en el
pasado habían existido cuatro mundos (que llamaban “soles”) con diferentes tipos de
habitantes. Cada mundo había sucumbido por sus propios defectos. En la última
creación, llamada “Quinto sol”, los dioses hicieron la Tierra y crearon a los seres
humanos, las plantas y los animales. Para los aztecas, este mundo también caería y
tendría el mismo destino que los anteriores.
Como otras tribus mesoamericanas, los mexicas poseían una cosmovisión fruto de
la herencia e hibridación de culturas anteriores, organizada en torno a la veneración de
un dios solar. Sin embargo, es posible y frecuente hallar evidencia de veneración de
dioses toltecas como Tláloc, Tezcatlipoca o Quetzalcóatl.

Incluso, a medida que el Imperio crecía nuevas deidades eran veneradas. Esto se debía
a que nuevas poblaciones eran asimiladas y el panteón mexica se expandía. Para ello,
se enlazaban sus relatos mitológicos con los de los dioses existentes.

Esto arrojó como resultado una religión llena de intrincadas y complejas historias de
parentesco entre los dioses, fruto del sincretismo entre civilizaciones. Sin embargo,
conforme el Imperio se establecía, surgió cierta concepción monista sobre lo divino,
abandonando el politeísmo tradicional. En esto los estudiosos no llegan a un consenso
definitivo.

En todo caso, la religión de los aztecas era un elemento central en su cultura. Los ritos
de ofrenda a los dioses y sacrificios humanos (generalmente de prisioneros de guerra)
era común e importante en la consolidación de las castas militares.
DIOSES AZTECAS

Los aztecas, también llamados


mexicas, constituyeron una de las civilizaciones
mesoamericanas más importantes del período
posclásico tardío (1325-1521) de la región
central mesoamericana. Fundaron la ciudad de
México-Tenochtitlán (hoy en día Ciudad de
México) y también del Estado más poderoso de
la región en dicha época: el Imperio azteca,
Imperio mexica o Imperio Tenochca.

Dicho imperio era regido por la llamada Triple Alianza, de la que formaban parte los
mexicas junto a sus aliados de Texcoco y Tlacopán, pero los primeros acabaron
gobernando la alianza, y para el momento de la llegada de los conquistadores españoles
a Mesoamérica, el imperio era claramente administrado desde Tenochtitlán.

Los aztecas sometían política y socialmente a las culturas vecinas mesoamericanas,


ganándose un odio que luego sirvió a los colonos europeos para ganar aliados locales
en su guerra de conquista contra el imperio, que acabaría derrumbándose en el año de
1521.

Los mexicas eran una tribu nahua, dotada de una identidad propia, con sus creencias y
divinidades, que llevaron consigo en su marcha hacia el Valle de México, hacia el siglo
XIII. Nómadas de origen, en apenas 200 años habían edificado uno de los imperios
más importantes de la América precolombina, a raíz de su asentamiento en
Tenochtitlán.

Desde allí entraron en contacto con una vasta herencia cultural mesoamericana, que
supieron integrar con su propio legado. De ese modo nació la religión politeísta y
guerrerista de los aztecas, de la que los sacrificios humanos formaban moneda común.

A continuación, veremos cuáles y quiénes eran los principales dioses a los que rendían
culto los mexicas.
HUITZILOPOCHTLI
Huitzilopochtli guio a los aztecas hasta el
lugar donde fundaron su ciudad.
La principal deidad de la religión mexica
era Huitzilopochtli, dios solar de la guerra,
cuyo culto llegó al Valle de México y al
Altiplano Central mesoamericano junto
con los mexicas, y por imposición de éstos
se convirtió en el más extendido en la
región para el momento de llegada de los
españoles.
Su nombre puede traducirse como “colibrí del sur” o “colibrí izquierdo”, y su templo
principal se hallaba en Huitzilopochco (hoy en día Churubusco, al sur de la Ciudad de
México). Las fiestas en su honor eran celebradas por los aztecas una vez al año, con el
nombre de panquetzaliztli.
Según el mito, Huitzilopochtli ordenó a los aztecas marchar hacia las tierras del sur,
hacia lo que luego fue Tenochtitlán. Su indicación fue que avanzaran hasta hallar sobre
un nopal a un águila devorando una serpiente, pues ése sería el augurio que les indicaría
el lugar para establecerse. Así lo hicieron sus seguidores, y por esa razón dicha imagen
se encuentra hoy en el escudo y la bandera de México.
Lo paradójico es que, a pesar de la enorme importancia que tenía para los mexicas, no
sobreviven muchas representaciones de Huitzilopochtli, dado que se trataba de uno de
sus dioses originarios.
Hijo de la diosa de la fertilidad (Coatlicue) y del sol joven (Tonatiuh), era despreciado
por sus 400 hermanos mayores, quienes se propusieron matarlo al nacer para lavar la
deshonra familiar; pero el recién nacido tomó el arma mítica de los dioses aztecas, la
serpiente de fuego o xiuhcóatl y venció fácilmente a sus enemigos.
Posteriormente tomó la cabeza decapitada de su hermana Coyolxauhqui y la arrojó al
firmamento, convirtiéndola en regidora de la luna, mientras que reservaba el sol para
sí mismo.

QUETZALCÓATL
Uno de los grandes dioses compartidos por casi todos los pueblos de esta civilización,
y uno de los principales dioses del panteón mexica. Se le consideraba el dios de la luz,
la fertilidad, los vientos, la civilización y el conocimiento, asociado al color blanco.
Su nombre se traduce como “serpiente emplumada”, y esa es la manera más usual en
que se lo representaba: la serpiente metaforiza el cuerpo humano terrenal, y las plumas
sus principios espirituales intangibles.
Quetzalcóatl era uno de los cuatro dioses primigenios de la
mitología náhuatl, hijos de la pareja primigenia (una suerte de
Adán y Eva), y entre ellos ocupaba el lugar del Tezcatlipoca
Blanco.
Tenía también presencia en la religión tolteca, en la que su
nombre era usado para referirse a los sumos sacerdotes, y
también para los olmecas, mayas, pipiles, teotihuacanos,
etcétera. Sus formas semejantes a las de un dragón pueden
hallarse en ruinas y fragmentos de muy diferentes regiones de la
región mesoamericana.

TLALOC
Tlaloc podía ser un dios tanto
generoso como destructivo.
Conocido como Chaac por los mayas,
Tlaloc es el dios del agua, que los
mexicas responsabilizaban por las
lluvias, las tormentas y los
terremotos. Lo honraban durante el
primer mes de cada año nuevo, junto
con los toltecas, tlaxcaltecas, mayas,
nahuas y otros más, dado que se trata
de una de las deidades más antiguas de la cultura mesoamericana.
Como muchas otras deidades mesoamericanas, en la naturaleza de Tlaloc se daban cita
condiciones contradictorias, y podía ser tanto un dios generoso y dador de vida, como
como destructivo y aniquilador. Eran suyos los relámpagos, por ejemplo, las
granizadas, las inundaciones, las heladas y, claro está, las sequías.
Se lo representaba siempre con la cara negra o azul, a veces verde, imitando los colores
del agua en la naturaleza, y en sus vestidos solían pintarse gotas de agua a modo de
símbolo.
Las fiestas en honor a Tlaloc se celebraban marchando a las cimas sagradas, entre
danzantes y transportando el sacrificio de siete niños bellamente adornados, acostados
en camillas regadas con flores y plumas. Sus lágrimas, durante el camino, eran
comprendidas como augurios de lluvias frondosas.
Una vez en el templo de la cima, los sacerdotes de Tlaloc procedían a arrancarles sus
corazones, para ofrendarlos al dios. Generalmente los sacrificados de esta manera eran
niños esclavos o hijos segundos de los nobles mexicas.
TEZCATLIPOCA
Dios proveniente de la mitología tolteca,
compartido por muchos pueblos
mesoamericanos, entre ellos los aztecas,
como el dios de la providencia, de lo invisible,
de la oscuridad. Ejercía de contrapartida del
luminoso Quetzalcóatl, siendo por lo tanto
asociado al color negro. Junto a
Huitzilopochtli, Quetzalcóatl y Xipe Tótec
conformaban los cuatro dioses creadores,
descendientes de la pareja primigenia (Ometéotl).
A Tezcatlipoca se lo representaba siempre con una franja negra en el rostro, a menudo
llevando un espejo de obsidiana en el pecho, en el cual podía ver reflejadas las acciones
y los pensamientos humanos, y del cual podía brotar un humo que acababa con sus
rivales. Estaba asociado al lado norte del universo, al cuchillo de pedernal, a la noche
y todas las cosas materiales.
Era el señor del mundo natural, en oposición a la espiritualidad de Quetzalcóatl. A él
estaban, al mismo tiempo, consagradas las guerras y las muchachas hermosas, y las
fiestas en su honor eran las segundas en importancia para los aztecas, después de
Huitzilopochtli.
En esas ocasiones, se tomaba a un esclavo y se lo trataba como a un rey durante un
año, en preparación para su sacrificio ritual, llevado a cabo luego de recorrer las calles
del pueblo al ritmo de una flauta. Finalmente, en el templo mayor de Tenochtitlán, se
rompían las cuatro flautas y se le arrancaba el corazón.

COATLICUE
Coatlicue era venerada como la madre de
los dioses.
Diosa de la fertilidad de la mitología
mexica, guía del renacimiento y madre de
Huitzilopochtli, era comúnmente
venerada como la madre de los dioses
o Tonantzin, y representada como una
mujer de pechos caídos, que viste una
falda de serpientes y un collar de
corazones y manos humanas. Estaba desposada con Mixcóatl, dios de las tempestades.
Según el mito, era la madre de los cuatrocientos dioses del sur (a cada uno
correspondiéndole una estrella del firmamento), y dio a luz a Huitzilopochtli luego de
recoger un hermoso plumaje caído del cielo y colocarlo en su seno, quedando encinta
mágicamente.
Este embarazo repentino ofendió a sus hijos, que instigados por su hija Coyolxauhqui,
se decidieron a asesinar al recién nacido. En vez de eso, fueron asesinados todos por el
dios de la guerra recién nacido.

EHÉCATL
Dios compartido por la mitología mexica y otras de
mesoamérica, asociado con el viento y descrito como
una de las manifestaciones de la serpiente emplumada,
Quetzalcóatl.
Se lo asociaba al cambio, a los puntos cardinales, al
aliento vital de los seres vivientes y a la brisa que trae
la lluvia a los sembradíos, de modo que era un dios
fundamental para la creación. A su soplo, según la
religión azteca, se le debe el movimiento del sol y de la
luna, que originalmente estaban fijos en el firmamento.
Otro relato sobre Ehécatl dice que se enamoró perdidamente de una muchacha humana
y, para que ésta pudiera corresponderle, le otorgó a la humanidad entera la capacidad
de amar. Se lo representaba con una máscara dotada de un pico rojo, con tres brazos y
un caracol en el pecho; y se lo veneraba en templos circulares, que ofrecían la menor
resistencia posible a la brisa.

MIXCÓATL
También conocido como Taras (Michoacán)
y Camaxtle (Tlaxcala), se trata del dios
mexica de las tempestades, de la cacería y de
la guerra, padre de Quetzalcóatl y esposo en
la tradición azteca de Coatlicue.

Los aztecas creían que la Vía Láctea era una


de sus manifestaciones, y dada su
proveniencia de los Otomíes, era considerado
junto a Xipe Totec como dioses forasteros por
los pueblos nahuas. Por esa razón no es
sencillo distinguir el culto a Mixcóatl de sus
variantes, muy similares, de los pueblos
Tlaxcaltecas, Huexotzincas, que honraban
con otros nombres a deidades similares.
XIPE TÓTEC
Xipe Tótec encarna la idea de
la regeneración de la
naturaleza.
Deidad de la vida,
la muerte y la
resurrección del panteón
azteca, su nombre se puede
traducir como “nuestro señor
desollado”, y representa la
parte masculina del
universo: se le asocia a la agricultura, la vegetación, las enfermedades, la juventud y el
maíz tierno, que el dios hacía crecer invocando la lluvia con su chicahuaztli, un
instrumento musical de percusión.

Xipe Tótec encarna la idea de la regeneración de la naturaleza, o sea, de la necesidad


de desprenderse de lo viejo para dar lugar a lo nuevo, y el paso del suelo seco al suelo
fértil. Esto estaba representado con su falta de piel, ya que los mexicas lo asociaban a
la piel de los animales cazados, aunque su color rojo tradicional es típico de todos los
dioses mexicas asociados al maíz. Era una deidad que compartían los aztecas con
los zapotecas y los pueblos Yope.

En la cosmogonía náhuatl Xipe Tótec era el Tezcatlipoca Rojo, uno de los dioses
primigenios, creadores del universo horizontal y vertical, hijos de la pareja primigenia:
Ometechutli y Omecíhuatl.

OMETÉOTL
Dios de la creación de la mitología
mexica, es entendido como un dios
doble: Ometecuhtli (“dos señor” en
náhuatl) y Omecíhuatl (“dos señora” en
náhuatl). A la vez señor y señora de la
dualidad, representa la pareja
primigenia que engendró a los cuatro
dioses de la creación (tezcatlipocas
blanco, rojo, azul y negro), y de la cual
absolutamente todo proviene.

Se le conocía también como Tloque


Nahuaque (“amo de lo próximo y lo lejano”) y como Moyocoyatzin (“el inventor de sí
mismo”).
ARQUITECTURA AZTECA
La arquitectura azteca refleja los valores y la
civilización de un imperio, y estudiar la
arquitectura azteca es fundamental para
entender la historia de los aztecas, incluyendo
su migración de un lado a otro de México y su
nueva representación de rituales religiosos. La
mejor manera de describir a la arquitectura
azteca es como monumental. Su propósito era el
de manifestar poder, y al mismo tiempo
adherirse a fuertes creencias religiosas. Esto se
hace evidente en el diseño de sus templos, adoratorios, palacios, y casas para las gentes
del pueblo.

Los aztecas estaban bien organizados y contaban con una fuerte infraestructura y
sistemas que movilizaban gentes y recursos materiales con el objetivo de construir
grandes edificios que satisficieran las necesidades de sus pobladores. Tenochtitlán, la
ciudad capital, simbolizaba el poder azteca. La arquitectura azteca, que era similar a la
de otras culturas mesoamericanas, poseía un innato sentido del orden y de la simetría.
Los diseños geométricos y las líneas extensas eran representaciones de dogmas
religiosos y del poder del Estado. Además, los aztecas usaron bajorrelieves, muros,
plazas y plataformas como medios con los cuales representar a sus dioses e ideales.
Durante las distintas épocas del imperio, los aztecas agregaron nuevas técnicas y
materiales a sus estructuras. Ejemplos de la monumentalidad y grandeza de los aztecas
se hacen evidentes en el Templo
Mayor, cuya plaza podía dar
cabida a 8,000 personas, y en el
mercado de Tlatelolco, que podía
albergar a 20,000 personas en los
días de mercado. La adaptación
arquitectónica azteca y su ingenio
pueden verse en Malinalco (véase
la sección correspondiente más
abajo), donde hay un templo que
fue esculpido en la roca misma y
que quedó integrado a una
montaña.
PROCESO DE LA CONQUISTA

En febrero de 1519 salió de La Habana una empresa de rescate con destino a las
remotas tierras del Yucatán. Se trataba de la tercera expedición enviada desde Cuba
por su ambicioso gobernador Diego de Velázquez, quien pretendía obtener oro de las
regiones aún escasamente exploradas. Al mando del grupo de españoles iba un joven
capitán de Extremadura y hombre de confianza del gobernador: se llamaba Hernán
Cortés. Desde el mismo momento en que arribaron a la región donde se ubican
actualmente los puertos de San Juan de Ulúa y Veracruz, Cortés demostró
excepcionales dotes de mando y habilidades para captar la compleja realidad del
mundo indígena en México. Asimismo, resolvió inmediatamente romper con
Velázquez y proceder en adelante en nombre propio y de su hueste. Ello se materializó
en el hundimiento de sus barcos, acto que simbolizaba que no habría vuelta atrás.

La hueste encabezada por Cortés estaba


conformada por unos 600 hombres que se
dirigieron hacia el interior, atraídos por la capital
totonaca, llamada Cempoala. Allí fueron bien
recibidos por el denominado "cacique gordo",
quien les brindó alojamiento y comida y
proporcionó noticias acerca del pujante imperio
azteca con su bullante capital Tenochtitlán. De
mucha ayuda resultó también una mujer, la
Malinche o doña Marina, que Cortés había recibido de parte de algunos amistosos
indígenas de la zona costera. Transformada en su amante, Malinche sirvió a Cortés
como intérprete y consejera política en su calidad de conocedora de la mentalidad
indígena mesoamericana. De esa manera, los españoles contaron desde un comienzo
con valiosa información sobre las relaciones políticas que imperaban entre los diversos
pueblos que habitaban la meseta del Valle de México y estaban sometidos a
los tributos aztecas.

En la mente de Cortés cobró fuerza


una idea: avanzar a la capital azteca
y apoderarse de sus riquezas. Con
ese fin, se dirigió primero al enclave
independiente de Tlaxcala y luego
de derrotar la resistencia logró la
alianza estratégica con estos y otros
enemigos de los aztecas. A partir de
entonces, el poderío español se vio incrementado por los indios amigos, quienes
resultaron decisivos a lo largo del proceso de conquista en México. Tras un accidentado
camino, donde se registraron también sangrientas matanzas como la de Cholula, los
españoles contemplaron boquiabiertos la impresionante vista de Tenochtitlán. Era el 8
de noviembre de 1519.

Si bien los hispanos fueron muy bien


recibidos por el huey tlatoani azteca
Moctezuma II, quien pensó que se trataba de
seres de otra naturaleza o teúles, la
convivencia pacífica no duró mucho tiempo.
Una feroz matanza perpetrada por los
españoles en el Templo Mayor azteca,
seguida de la llamada "Noche Triste",
culminó en la huida de Cortés y sus hombres
de Tenochtitlán en julio de 1520.

Desde entonces, Cortés


inició una etapa de preparación militar para conquistar
definitivamente la capital azteca, etapa que se extendió por casi un
año. Desde el estado amigo de Tlaxcala los peninsulares prepararon
la ofensiva, construyendo trece bergantines que fueron trasladados
por piezas hasta Texcoco a orillas del lago, donde se les colocó las
piezas de artillería. Además se adiestró a guerreros tlaxcaltecas en
los métodos de lucha españoles y se reforzó la hueste con
contingentes provenientes de Cuba.

El ataque sobre Tenochtitlán se inició con la destrucción de


los poblados cercanos y prosiguió con el sitio de la ciudad
que duró 75 días. Las enfermedades, la falta de agua (pues
los españoles habían cortado el principal acueducto), de
comidas, el hacinamiento y la lucha continua vencieron la
resistencia azteca encabezada por Cuauhtémoc. El 13 de
agosto de 1521, el imperio azteca quedó sometido a Cortés.
ASTRONOMÍA AZTECA
La astronomía azteca está muy relacionada con la
arquitectura, en este sentido, la construcción de
pirámides honrando astros como el Sol o la Luna,
y observatorios desde donde se registraban los
diferentes movimientos celestes de estrellas y
planetas como Venus, Marte o Mercurio.
Igualmente, su vínculo con las creencias
religiosas se hacía notar en los diferentes rituales
dedicados a obtener la benevolencia de los astros
sobres sus vidas. Por esta razón, mediante el empleo de palos cruzados y usando como
guía las líneas equinocciales, construían importantes edificaciones, como por ejemplo,
el Templo Mayor, que estaba alineado para que durante el equinoccio de primavera el
sol saliera entre los dos templos que se encontraban en su cima.

EN QUE SE CARACTERIZABA LA ASTRONOMÍA AZTECA


Con la observación de los ciclos astrales, la cultura azteca descubrió la duración del
año solar, el mes lunar y las revoluciones del planeta Venus, lo que permitió el
desarrollo del calendario azteca, que establecía los períodos para la actividad
agrícola en base a las estaciones del año, los días para realizar los rituales e inclusive
los días propicios para la vida cotidiana. Este punto permite conocer la gran
comprensión de los astros para poder medir el tiempo, en relación a ello, tenían dos
calendarios: el ritual y el solar, que sincronizados, como dos ruedas engranadas,
determinaban que el primer día del calendario de 365 coincidiera con el primer día del
calendario de 260 días cada 52 años, representando el comienzo de una nueva era.

Otro de los avances en esta materia, fue la predicción de eclipses solares o lunares,
el recorrido de cometas y estrellas fugaces, sin
embargo, el fin principal que se les otorgaban a estos
registros, era básicamente religioso.

Absolutamente, esta información evidencia


la sabiduría de la astronomía azteca y su acertado
grado de desarrollo en relación al tiempo, sin
embargo, nunca llegaron a profundizar estos
conocimientos de la manera como lo hicieron otras
civilizaciones.

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