Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Esa visión idealista del valor aparecía de forma más nítida en todas
las teorías filosófico-jurídicas que aceptaban la concepción
axiológica de Max Scheler o de Nicolai Hartmann. Hasta autores
como Carlos Cossio, que contribuía creadoramente a situar una
“problemática ontológico-axiológica” de la experiencia jurídica,
llegaban a liberarse de la interpretación de los valores como meras
“cualidades de los bienes”, incluyéndolos entre los objetos ideales,
como todavía se puede verificar en la 2.ª edición de su Teoría
egológica del derecho
III. DIALECTICIDAD DE HECHO, VALOR Y NORMA. DIALÉCTICA DE
COMPLEMENTARIEDAD Y “LEBENSWELT”
De lo expuesto, resulta que la nueva colocación de los conceptos de hecho,
valor y norma ya dependía de su comprensión dialéctica. Pienso que uno de los
momentos decisivos de mis investigaciones está representando por el “descubri-
miento” (permítanme el empleo de esta palabra quizás pretenciosa) de la natura-leza
dialéctica o dinámica de elementos hasta entonces analizados separadamente (dando
lugar a dominios separados de investigación, como la axiología jurídica, la sociología
jurídica y la dogmática jurídico-normativa) o bien de manera estática sin
reconocer su radical historicidad
Observo, desde este momento, que la colocación de hecho, valor norma, menos como
elementos que como momentos de un proceso, venía a confirmar que, siendo el
derecho una dimensión de la vida humana, compartía, o mejor, expresaba la
dialecticidad del hombre, entendido como “el único ente que originariamente es y ebe
ser, o, en otras palabras, como “ente, cuyo ser es su deber ser. Los componen-tes de la
experiencia jurídica eran, pues, desde el principio, enfocados a la luz del hombre, de su
ser espiritual, punto de partida y de llegada del proceso histórico
No se trataba, sin embargo, de correlacionar el desarrollo fáctico-axiológico-
normativo del derecho con el ser humano, o la persona humana, concibiendo ésta
de manera abstracta y estática, a la manera Boecio, como una naturalis ac
rationalis substantia, sino, por el contrario, como una “instancia axiológica”,
cuyo sentido sólo puede ser plenamente captado correlacionando el problema
de la subjetividad con la trama de las relaciones intersubjetivas, en función de las
mudables coyun-turas temporales. Me pareció así que, si la raíz del derecho hay
que buscarla en la misma naturaleza del hombre (ya decía Cicerón: natura juris
ab hominis repetenda est natura), había que tener presente que la filosofía
contemporánea, por múltiples y opuestos caminos, había resaltado “la naturaleza
axiológica” del ser humano y, más todavía, su carácter de “ser en situación”.
Así, pues, cuando afirmo que “el ser del hombre es su deber ser” se debe poner
el acento tanto en la idealidad finalista que el verbo deber ser expresa, como en
la circunstancialidad o pertinencia propia del adjetivo posesivo su. En el fondo,
cuando Ortega y Gasset afirma que “yo soy yo y mi circunstancia”, destaca la
dimensión del “hombre situado”, dejando entre paréntesis, aunque
evidentemente implícito, el mundo de los valores que lo tras-ciende,
empezando por el valor de su propia vida, la cual, con todo, no me parece un
valor radical, precisamente porque, aunque condición material de la experiencia
axiológica, sólo en ésta adquiere trascendentalmente plenitud de sentido.
La experiencia jurídica veremos mejor este hecho al tratar
de las “estructuras del derecho” es siempre una
composición de estabilidad y movimiento. Este está
determinado tanto por actores de orden fáctico, como
por motivos de naturaleza axiológica.