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Un segundo cerebro en el estómago: entre el mito y la verdad

Está claro que para poder entender los conceptos a abarcar en esta oportunidad, es necesario que
primero cimentemos el funcionamiento y estructuras generales de ambos órganos involucrados.

Cuestión de neuronas

La respuesta se encuentra en la composición neuronal de ambas estructuras. Ya hemos dicho que


en la corteza cerebral se encuentran alrededor de dos billones de neuronas, una cifra con la que
desde luego no es posible competir. Aun así, en el entorno estomacal se pueden encontrar más o
menos 100 millones de neuronas, es decir, más que las presentes en la columna vertebral (o las
mismas que las encontradas en el cerebro de un gato).

Es por esta agrupación neuronal por la que ciertos medios afirman que el estómago se trata de
nuestro segundo cerebro. Pero, ¿cuál es la función de tal agrupación neuronal en el estómago? A
continuación te lo desvelamos.

Sobre el cerebro

El cerebro es el centro neurálgico de la actividad nerviosa de todos los animales superiores,


incluido el ser humano. Es responsable del pensamiento, la memoria, el habla, el lenguaje, los
reflejos y el control motor corporal.

En un corte cerebral típico se pueden observar dos tipos de tejidos bien diferenciados: la
sustancia blanca y la sustancia gris. La primera presenta este color “desteñido” gracias a los
axones de las neuronas, aquellas terminaciones en forma de “collar de cuentas” encargadas de
transmitir el impulso nervioso.

Por otra parte, la sustancia gris corresponde a la aglutinación de los cuerpos neuronales, es decir,
los somas. Para no perdernos en la fisiología de los lóbulos que lo conforman, nos limitaremos a
decir que el cerebro pesa alrededor de kilo y medio y su corteza contiene más o menos dos
billones de neuronas. Estas cifras hablan por sí solas acerca de la suma importancia de este
órgano en el marco fisiológico del ser humano.
No todo es cuestión de neuronas, pues por ejemplo, estudios preliminares parecen indicar que
existe una clara correlación entre el estado emocional del individuo y su microbiota intestinal.

Definimos a la microbiota como al conjunto de microorganismos (bacterias) asociadas en


colonias que han evolucionado junto con el ser humano en un estado de simbiosis. Estas, en el
tracto digestivo, se encargan de promover la síntesis de vitaminas, digerir compuestos de origen
vegetal y fomentar la especialización del sistema inmune, entre otros.

Lo que no se tenía tan claro hasta hace relativamente poco, es que la composición de la
microbiota intestinal parece modular el desarrollo y función cerebrales e incluso los estados
anímicos del individuo. Por ejemplo, investigaciones preliminares han demostrado que existe
una clara diferencia en la microbiota entre pacientes con depresión y personas que no sufren este
trastorno.

Asimismo, cada vez son más los estudios que señalan a posibles correlaciones entre los
trastornos del espectro autista (TEA) y una disbiosis (desequilibrio de la microbiota) en el tubo
digestivo. Desde luego, aún hay que recorrer mucho camino para comprender en su totalidad
estas interacciones.

Además, el 90 % de la concentración de la serotonina, molécula que modula de forma directa las


emociones humanas, se encuentra en el tracto gastrointestinal. Las neuronas del plexo mientérico
la sintetizan para controlar las secreciones, motilidad y sensaciones intestinales.

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