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Textos para meditar ante el Sagrario

El CORAZÓN DE JESÚS ESTÁ ESCUCHANDO


A SUS MARÍAS Y A SUS DISCÍPULOS
¿QUÉ HACE Y QUÉ DICE
EL CORAZÓN DE JESÚS EN EL SAGRARIO?
SAN MANUEL GONZÁLEZ, OBISPO DE LOS SAGRARIOS ABANDONADOS

Lectura del santo evangelio según san Juan


19,25-27

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la


hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a
su madre:
-«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
Luego, dijo al discípulo:
-«Ahí tienes a tu madre.»
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
El CORAZÓN DE JESÚS ESTÁ ESCUCHANDO
A SUS "MARÍAS" Y A SUS "DISCÍPULOS"

Las tres palabras de san Juan


Una de las cosas que más me agradan y edifican en la lectura del
santo Evangelio es la modestia con que cada Evangelista habla de sí
mismo cuando ha menester su intervención en sus relatos. san Mateo,
por ejemplo, es el único que cita su nombre y su despreciada profesión
al contar su llamamiento al Apóstolado; los demás en cambio, callan lo
infamante del oficio de su compañero.
El Evangelio de san Marcos, que también podría llamarse de san
Pedro, porque de éste lo aprendió aquél, no relata de san Pedro más que
lo que lo humilla y nada de lo que lo enaltece.
El Evangelio según san Juan apenas si nombra a su Autor y, siendo
éste uno de los apóstoles que más debieron hablar con el Maestro, a
fuer de discípulo predilecto, no cita de sus palabras y conversaciones
más que tres y éstas brevísimas.
En su brevedad, sin embargo, son palabras que valen por muchos
discursos.
Yo no tengo inconveniente en deciros que en esas tres palabras está
toda nuestra Obra y su mejor reglamento.
Vedlas aquí:
Maestro, ¿en dónde moras? (Jn 1,38).
Señor, ¿quién es? (Jn 13,25).
Es el Señor (Jn 21,7).
Estas tres palabras se dijeron en tres tiempos distintos.
La primera en la entrevista primera con el Maestro, la segunda en la
noche de la Cena cuando se anuncia la traición de Judas y la tercera en
la noche de la pesca milagrosa después de la resurrección; es decir, son
las palabras de la amistad que se inicia, que se estrecha y que se
perpetúa.
«Maestro, ¿en dónde moras?», es la palabra del amor que busca.
«Señor, ¿quién es?», es la palabra del amor que teme.
«Es el Señor», es la palabra del amor que descansa.
Amor que busca la casa desconocida de Jesús para pasarse con Él
los días y las noches; amor que teme lo único digno de temerse, la
infidelidad a Jesús; amor que descansa en lo único que puede dar
reposo verdadero e inalterable, la posesión de Jesús.
Marías, Discípulos, ¿no es ésa vuestra Obra?
Amar a Jesús buscándolo en sus casas desconocidas o no
frecuentadas de los vecinos que las rodean; amar a Jesús temiendo sólo
verlo traicionado; amar a Jesús descansando y gozándose sólo en
poseerlo siempre.
¡Un solo amor y un solo Amado!, y del uno para el otro aquellas tres
palabras y estas tres solas ocupaciones: buscarlo ausente, temerlo
despreciado y gozarlo poseído.
¿Han sido ésas las palabras y las ocupaciones de este año?
¿Han girado todos sus días y todos los minutos de esos días en torno
de vuestro Sagrario?
¿Ha estado el camino que a él conduce ocupado constantemente por
ansias de encontrarlo, temores de verlo solo y alegrías de contar con
Él?
Corazón de Jesús, Maestro y Señor de toda esta familia reparadora:
¿Han llegado a tus Sagrarios abandonados muchos ecos de esas
palabras y muchos aromas de esas obras? ¿Y te has sentido de verdad
acompañado con lo que tus Marías y tus Discípulos han dicho y hecho
en torno de ellos?
A mí me halaga pensar que sí, que los años que llevas de Marías han
sido para tus Sagrarios de muchas lágrimas reparadoras, de muchas
palabras de consuelo y de muchos actos de amorosa compañía.
¡Siento tan animosas y esforzadas, tan despreciadoras de desaliento
y obstáculos a estas huestes eucarísticas!
¡Bendito, bendito seas Tú que infundes esos alientos y alimentas
esos incendios en tiempos de tantos desmayos y de tantas frialdades!
Y si me concedes que cuantos lean estas paginillas se sientan
movidos a hablarte mucho y a contarte todas sus cosas a tu oído en tu
Sagrario, ¡bendito, miles de veces seas!

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OFRECIMIENTO POR LOS SACERDOTES Y


SEMINARISTAS

Señor Jesús, Salvador nuestro, que has confiado a los


sacerdotes la aplicación de la obra de la redención y de la
salvación del mundo: por mediación de tu Madre Santísima, te
ofrezco, para la santificación de tus sacerdotes y seminaristas,
durante este día, todas mis oraciones, mis trabajos y alegrías,
mis sacrificios y sufrimientos. Danos, Señor, sacerdotes santos,
que llenos de tu amor, no procuren otra cosa que tu mayor
gloria. Presérvalos de todos los peligros interiores y exteriores,
defiéndelos contra las insidias de los enemigos de su virtud y de
su santo ideal sacerdotal. Amén.

Jesús Salvador del mundo, santifica a tus sacerdotes y


seminaristas.

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