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Gabriel Feo
“El espíritu humano desea la precisión en el conocimiento, y se satisface con ella. La precisión
es buena; es el ideal, cuando es legítima; pero en cambio, cuando es ilegítima o falsa, produce, desde el
punto de vista del conocimiento, efectos funestos: oculta hechos, desfigura o falsea interpretaciones,
detiene la investigación, inhibe la profundización; sus resultados perjudicialísimos, pueden condensarse
fundamentalmente con estos dos adjetivos: falseantes e inhibitorios.”
“La argumentación es la operación por la cual un enunciador busca transformar por medios lingüísticos el sistema
de creencias y representaciones de su interlocutor”
Christian Plantin
(…) La escuela, pues, ha de enseñar a pensar, pero ha de enseñar a pensar mediante el diálogo. Ha de educar a las
personas capaces de defender sus conocimientos y creencias presentando razones y teniendo en cuanta las razones de
los demás. La escuela ha de ser una comunidad de argumentadores que se esfuerzan en alcanzar acuerdos
comunicativamente logrados, basados, solamente, en la fuerza de las razones aducidas.
La argumentación, como cualquier otro juego, está sometida a unas reglas, cuyo seguimiento es condición para ser
considerada una actividad racional. Pero como ocurre en todo juego, el conocimiento de sus reglas no asegura la
competencia argumentativa: ésta es cuestión de práctica.
Argumentar es un juego, es decir, una práctica lingüística sometida a reglas (Wittgenstein, 1953), que se produce en un
contexto comunicativo y mediante el cual pretendemos dar razón ante los demás o ante nosotros mismos de algunas de
nuestras creencias, opiniones y acciones. Las razones que presentamos para justificar un dicho o un hecho, pretenden
tener una validez intersubjetiva susceptible de crítica y. prácticamente por ello, se puede llegar a acuerdos
comunicativamente logrados.
Un argumento es, pues, un conjunto de oraciones utilizadas en un proceso de comunicación, llamadas premisas, que
justifican o apoyan a otra, llamada conclusión, que se deduce, de algún modo, de aquellas. Todo argumento supone un
razonamiento en donde una conclusión se infiere de premisas. El nexo que hay entre éstas y aquellas se llama inferencia.
Puede tratarse de una inferencia lógica (la conclusión es una consecuencia lógica de las premisas o éstas implican
lógicamente la conclusión), o de una inferencia en sentido amplio.
Algunas personas piensan que argumentar es, simplemente, exponer sus prejuicios bajo una
nueva forma. Por ello, muchas personas también piensan que los argumentos son desagradables e
inútiles. Una definición de «argumento» tomada de un diccionario es «disputa». En este sentido,
a veces decimos que dos personas «tienen un argumento»: una discusión verbal. Esto es algo muy
común. Pero no representa lo que realmente son los argumentos.
En este libro, «dar un argumento» significa ofrecer un conjunto de razones o de pruebas en
apoyo de una conclusión.
Enunciados y argumentos
En primer término, un argumento es una cierta estructura lingüística conformada por enunciados.
La peculiaridad de la misma reside en que se afirma una relación entre determinados enunciados
denominados «premisas»— y un enunciado — denominado «conclusión»— que puede
parafrasearse así: la conclusión se sigue o se desprende o se extrae de las premisas. Las premisas
aparecen así expresando cierta información inicial que permite obtener la información expresada en
la conclusión.
Como una aproximación inicial, podríamos decir que la lógica se interesa por la argumentación. La
lógica se ocupa del estudio de la argumentación deductiva.
Deducción e inducción
Los especialistas en lógica hacen una importante distinción entre los patrones de razonamiento
deductivo e inductivo. Un ejemplo de razonamiento deductivo, o de inferencia deductiva, es el
siguiente:
Las dos primeras afirmaciones se llaman premisas, mientras que la tercera afirmación se denomina
conclusión. Se trata de un razonamiento deductivo porque tiene la siguiente propiedad: si las
premisas son verdaderas, entonces la conclusión también debe ser verdadera. En otras palabras, si
es verdad que todos los hombres son mortales, y si es cierto que Tales es mortal, entonces, se
deduce que Tales es hombre. Por supuesto, las premisas casi siempre son falsas. Pero ése no es el
punto. Lo que confiere a un razonamiento su carácter deductivo es la existencia de una relación
apropiada entre premisas y conclusión; es decir que si las premisas son ciertas, la conclusión
también lo será.
ACTIVIDADES
Está lloviendo.
Salió el sol.
¿Está lloviendo?
¡Ay!
Me pinche con la aguja.
Ojalá salga el sol.
i) Si las opiniones, que se forman en nosotros por medio de las sensaciones, son verdaderas para
cada uno; si nadie está en mejor estado que otro para decidir sobre lo que experimenta su semejante,
ni es más hábil para discernir la verdad o falsedad de una opinión; si, por el contrario, como muchas
veces se ha dicho, cada uno juzga únicamente de lo que pasa en él, y si todos sus juicios son rectos
y verdaderos, ¿por qué privilegio, mi querido amigo, ha de ser Protágoras sabio hasta el punto de
creerse con derecho para enseñar a los demás, y para poner sus lecciones a tan alto precio? [Platón;
Teetetos, 161c- e].
ii) Si la mutua competencia [entre marcas de cigarrillos] fuera la única causa de los gastos
multimillonarios en el rubro publicitario, la lógica diría que las grandes compañías deberían unirse
para apoyar a los gobiernos que promueven la supresión de la publicidad de cigarrillos,
favoreciendo así un «statu quo» que protegería a las poderosas marcas líderes de las amenazas de
los pequeños competidores. Por cierto que en todo el mundo, y también en Uruguay, sucede
exactamente lo contrario. (Daniel Kliman, Cortinas de humo, Relaciones, marzo 1998).
iii) Si el atentado al que el dictador [Pinochet] sobrevivió en septiembre de 1986 hubiese tenido
éxito la transición chilena hubiese sido completamente distinta. Para algunos simplemente no
hubiese existido transición sino un baño de sangre. Para otros, el propio régimen militar, presionado
por la oposición interna y por las fuerzas democráticas externas, dentro y fuera de América Latina,
sin el factor de unidad que ha sido el dictador, habría ido cediendo espacios y la Concertación
habría asumido en condiciones más favorables, menos «atadas» (J. Cayuela, Chile: apuntes para el
fin del siglo, Brecha, año 13, n.° 640).