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QUERERME, PARA

AMARTE

Mary P. Martín
INDICE
Prólogo
Capítulo I: Anna
Capítulo II: Mi vida
Capítulo III: El viaje que cambio todo
Capítulo IV: Conociéndonos
Capítulo V: Trabajando en mí
Capítulo VI: ¡Sorpresa!
Capítulo VII: Un sueño, conocer Escocia
Capítulo VIII: Cruzo el charco
Capítulo IX: Edimburgo y después… Madrid
Capítulo X: ¿Te cuento un secreto?
Epílogo
Agradecimientos
CARTA AL LECTOR
Por fin me dirijo a ti, que estás leyendo mi primer libro ¡No
me lo creo! Como imaginas y sobra decírtelo… estoy muy
emocionada.
Siempre he escrito pero en la intimidad de mi habitación…
para mí, es más hay muchas personas de mi entorno que se
enteraran cuando lean el libro. Tengo guardado en el cajón de
mi escritorio, varios manuscritos que he ido escribiendo a lo
largo de los años, algún día verán la luz, seguro.
Deseo que disfrutes del libro y que la magia que produce
leer un libro te acompañe siempre.
Mary P. Martín
A ti, por animarme a cumplir mi sueño.
“En la vida todo comienza,
cuando te permites quererte a ti mismo”
MARY P. MARTÍN
PROLOGO
Sevilla, Agosto 2030
—Buenas noches a todos los presentes en este teatro, en
primer lugar agradecerles que estén hoy aquí, porque sin
ustedes mi sueño no se haría realidad.
A continuación voy hablarles de como he llegado hasta
aquí. Les diré que crecí en un ambiente repleto de enseñanzas,
no muy normales para una niña, ¡ojo! sin olvidar que lo era,
tengo la suerte de tener como tío al escritor, de libros
importantísimos, de ayuda personal Liam Mckenzie, eso
influye en tu educación, os lo aseguro. Mi madre, el pilar más
importante de mi vida es su alumna, gracias mamá, estar aquí
te lo debo a ti, también a mis pelirrojos preferidos, James y
Clara, un besito hermanos.
Hoy falta aquí mi otro pilar, mi amigo, confidente, casi
hermano, y digo casi porque no lo somos pero le quiero como
si lo fuera o más, Andrew —Bajo la mirada emocionada—.
hoy me haces falta, pero sé que estas aquí conmigo.
Bien hoy quiero aprovechar para dar las gracias a una
persona muy especial… a William… —Le miro a los ojos—.
Gracias por ser el “Pinsipe” de mi mamá, gracias por cambiar
nuestro mundo, pero sobre todo gracias por ser el padre que la
vida me quitó, en ti encontré el cariño y la protección que me
faltaba, por eso creo que la mejor manera que tengo de
agradecértelo es llamarte como te mereces, ¿estás de acuerdo
papá? —le pregunto emocionada… William solo puede asentir
con lagrimas en los ojos a la que siempre ha querido como una
hija.
Carraspeo, bebo un poco de agua para aclararme la
garganta, se me había hecho un nudo, y continúo.
—Pues como ya que me conocéis un poquito más, voy a
hablaros de mi sueño, desde pequeña me fascinó el mundo de
los libros, estaba leyendo a todas horas y claro poco a poco fue
creciendo en mi la pasión por escribir, pero mi sueño no era
sólo escribir, sino escribir una historia de superación personal,
de cómo hacer de los problemas que surgen en la vida una
enseñanza y sobre todo una historia de amor con mayúsculas.
Esta historia habla de que las segundas oportunidades
existen, el tren no sólo pasa una vez en la vida, pasa más veces
sólo que hay que estar dispuesto a subirse eso es todo, los
protagonistas subieron y aprovecharon la oportunidad que les
regalaba la vida, hoy están sentados ahí en la primera fila, mis
padres.
Deseo que os guste, que os envuelva, que forme parte de
vuestras vidas, yo os doy las gracias pues vosotros ya formáis
parte de la mía, y sobre todo quisiera que encontraseis esa
frase que os ayude en algún momento de vuestra vida, como
me ha pasado a mí con muchas… es maravilloso… y como me
enseñó mi maestro, gracias, gracias, gracias.
El teatro estalló en aplausos, toda la gente se puso en pie,
no pude ni quise evitar estar emocionada, miraba hacia arriba
dando gracias por lo que tenía, por lo que estaba consiguiendo
y sobre todo por lo que conseguiría en el futuro. Miré a mi
familia estaban tan emocionados como yo, invité a subir al
escenario a mis padres, pues este homenaje también era para
ellos, se pusieron en el centro y les aplaudí yo también. Me
dirigí a los lados del escenario dando las gracias a todos en
general, volví al centro del escenario con mis padres.
—Disfrútalo hija, es tu momento. —comentó mi padre.
—Estoy tan orgullosa de ti mi niña. —me dijo mi madre.
—No es mi momento es el vuestro papá, yo sí que estoy
orgullosa de vosotros, sois mi ejemplo a seguir… . —y cuando
miré al fondo me quedé paralizada, allí estaba él, Andrew,
sonriéndome. Pensé en lo cambiado que estaba… habían
pasado cinco años desde que se fue…
—Andrew… papá es… .
y sin importarme nada más, fui corriendo, con lagrimas
surcando mis mejillas, a sus brazos.
—Nenita ¡Como has cambiado! Si sólo han pasado cinco
años.
—¿Solo? Cuando te fuiste tenía 18 años, ahora tengo 23…
Por cierto tu también estás muy cambiado, con 30 años… eres
un hombre.
Pienso que realmente no sé ni cómo ni cuándo ha venido y
como siempre me lee la mirada… seguimos conectados de
algún modo como cuando éramos niños.
—¿Qué cuando he llegado? Pues la verdad es que ahora
mismo, he venido en taxi desde el aeropuerto, nos hemos
saltado todos los semáforos, me ha costado una pasta… pero
tenía que estar aquí —me guiña el ojo—. Se que te hago falta
aquí hoy, realmente creías que no iba a estar, nenita eres más
importante para mí de lo que tú te crees.
Nos abrazamos y pienso en cómo le he echado de menos,
en lo bien que me siento en sus brazos pero… esta vez es
diferente.
CAPITULO I
“Anna”
Madrid, octubre 2008
—¿Anna ya te vas? Tómate algo con nosotras, siempre te
vas tan rápido que no hacemos vida fuera de la clínica. —le
dijo Berta, una de sus mejores amigas.
—No puedo, de verdad Berta, tengo el tiempo justo para
recoger a mi princesita del colegio, y… ¡estoy deseando verla!
—Vale lo entendemos, pero promete que mañana sábado
nos vemos y nos ponemos al día. —le dijo María.
—Sí, anda vente, a la hora de siempre y en el mismo sitio…
¿no cambiamos? —Le dijo Berta guiñándole un ojo.
—Vaaale, mañana nos vemos, allí estaré… prometido.
Anna nació en Madrid hace 35 años, la típica niña ejemplar
que no se metía en ningún lío, que sacaba buenas notas, muy
buena amiga y siempre dispuesta a ayudar a los demás, ella
siempre quiso ser enfermera para eso mismo, ayudar, se sacó
su carrera pero no pudo ejercer hasta hace unos meses, por
cuestiones de la vida. Ha pasado por una mala racha y ahora es
cuando parece que empieza a vivir otra vez, gracias a un ángel
con forma de libro.
Físicamente a sus 35 años es una mujer muy atractiva,
conserva la carita de niña buena que tenía de pequeña, aunque
lo que más llama la atención son sus grandes y expresivos ojos
de color ámbar, es alta y delgada pero con curvas marcadas, y
posee una gran melena ondulada color chocolate.
A pesar de ser una chica muy joven, es viuda y madre de
una pequeña de tres años, Daniela… Viven en un coqueto
pisito de dos habitaciones, con piscina comunitaria, además
tienen un pequeño perrito llamado Luke, blanquito, parece un
peluche.
Iba directa a la parada del autobús con una sonrisa en la
cara, últimamente no se le quita nunca, es feliz, su vida se está
encaminando y es gracias a Liam Mckenzie, escritor escocés
que se dedica no sólo a escribir, sino también a dar
conferencias de ayuda al crecimiento personal.
Anna hace unos seis meses encontró su libro “El poder de
tus sueños” en una librería, trata de que si visualizas tu sueño,
aplicando la ley de atracción, puedes atraer a tu presente lo
que quieras, según la vibración que le pongas claro, positiva
atrae lo bueno, negativa atrae lo malo. Ella lleva meses
trabajándolo y ya ha obtenido los primeros resultados, a los
dos meses aproximadamente comenzó a trabajar como
enfermera en una clínica geriátrica, pasados unos meses se
mudó a su pisito con Daniela. Sólo le queda encontrar otra vez
el amor, ella sabe que llegará cuando esté preparada y lo
atraiga… ¿o quizás lo esté atrayendo su subconsciente y no lo
sepa?
CAPITULO II
“Mi vida”
—¡Mami, mami! Te quedo pucho. —dijo Daniela
abrazando a su madre.
—Y yo a ti mi vida.
—¿Qué hasemos hoy mami?
—Pues no sé, no sé… Que te parece si llevamos al parque a
Luke, podríamos merendar allí también y pasamos la tarde.
—¡Siiiii! Vámonos al parque.
Pasaron la tarde en el parque merendando, sándwich de
chocolate, Daniela se manchó toda la boca, parecía que tenía
bigote, Anna le hizo unas fotos divertidísimas a la pequeña. Y
jugaron con su perrito a tirarle la pelota, corrieron con él…
también Daniela jugó en los columpios con su amiguito Javi,
que lo vieron allí… Ya en casa, Anna bañó a su hija y le dio la
cena, al cabo de un rato Daniela cayó rendida en el sofá viendo
una de sus películas de princesas, le encantaban, su madre la
llevó en brazos a su cama, le dio un beso en la frente y entornó
la puerta del dormitorio, como no adornado con motivos de
princesas.
Y llegó el momento de Anna, su rutina de todos los días, le
encantaba… se duchó enjabonándose con su gel favorito de
lavanda, le encantaba el olor, lo tenía por toda la casa, velas,
ambientadores, para la ropa… todo. Se puso su camiseta de
dormir pues no le gustaban los pijamas, ni de verano, ni de
invierno. Después calentó una infusión relax y se fue para su
dormitorio, acomodó la almohada, cojines… cogió su libro y
móvil, se tumbó y se dispuso a disfrutar de la soledad, pues
también hay que disfrutarla. Leyó “El poder de tus sueños”
como una hora, subrayando, cogiendo apuntes… después miró
sus correos en el móvil y como final se fue a redes sociales
para ver el perfil de Liam Mckenzie, acostumbraba a colgar
videos explicativos de partes de sus libros, hoy había colgado
uno promocionando su próximo libro “Quiérete tu” lo ve
entero y algo le remueve por dentro, se duerme pensando en la
última frase… ”Para amar a otra persona, primero te tienes que
querer a ti mismo”
Anna ha tenido tres relaciones amorosas, dos de ellas se
rompieron por lo mismo, ella siempre fue muy insegura en el
amor, se volvía posesiva y al final se estropeaba todo. La
última fue con el padre de Daniela, Saúl, eran amigos desde
niños, sólo que él estaba enamorado de ella, siempre, estuvo al
lado de Anna en sus momentos más bajos ayudándola en todo,
afrontando que ella no le quería, pero conservando su amistad,
con una pequeña esperanza de que algún día… . ¿Quién sabe?
Un día Anna se descubrió sintiendo algo por Saúl, un
cariño que iba más allá del que se le tiene a un amigo, pero
calló por no querer estropear lo que tenían, su valiosa amistad.
Una noche estaban en el parque sentados en un banco
recordando sus juegos de niños, siempre se lo pasaban también
que acabaron jugando al “pilla pilla”… —¡Tú la llevas!. —le
dijo Anna tocándole el hombro y se fue corriendo como
cuando era niña, Saúl corrió tras ella, Anna le esquivaba con
los bancos, columpios, así estuvieron un rato hasta que Saúl la
alcanzó, ella tropezó y los dos cayeron al suelo, él se llevó la
peor parte pues para protegerla cayó debajo golpeándose la
cabeza, aunque sólo se hizo un chichón… rieron como niños
pero ya no lo eran, por un momento se permitieron sacar a
flote sus sentimientos, se miraron como nunca lo habían
hecho, se decían tantas cosas con la mirada… para al final
fundirse en un deseado beso, tierno, dulce, tanteándose el uno
al otro perdiendo el miedo a ser rechazado, a romper su
amistad… Saúl se separó de ella y le preguntó:
—¿Desde cuándo sientes esto Anna?
—No se… unos meses diría yo… ¿y tú Saúl? —Preguntó
nerviosa.
Saúl la miró a los ojos, feliz y le dijo casi en un susurro:
—Toda mi vida Anna… desde siempre.
Esa noche no tuvo fin, se amaron con dulzura, como solo
dos amigos que se quieren con el alma pueden hacerlo,
conociéndose en otro campo que desconocían, como amantes
y nos les fue mal, pues no se separaron, no solo esa noche sino
los días que siguieron, pues decidieron vivir juntos que ya se
conocían bastante. Hasta que por un accidente de coche perdió
la vida Saúl dejando a Anna embarazada de seis meses, ella se
refugió en sus padres y en la gente que la quería… estaba muy
mal, nada tenía sentido hasta que a los pocos meses llegó su
alegría… Daniela, una preciosa niña, idéntica a Anna sólo que
tenía los ojos azules y el pelo negro y rizado como su padre,
también era una niña muy lista, viva, traviesa y muy, muy
dulce.
Al día siguiente, sábado, Anna y Daniela visitaron a sus
abuelos, Juana y Manuel una pareja de 65 años que se
desvivían por su única hija y nieta, se veían todos los días pues
viven al lado del colegio de la niña pero hoy iban a comer
todos juntos.
Cuando Daniela se quedo dormida, Anna aprovechó para
juntarse con sus amigas como había prometido, se acercó sin
avisar sabía que estarían allí.
—Hola chicas, ¿cómo os va?
—Anda si has venido al final. —dijo María, Anna se pidió
lo de siempre un té helado con limón y se sentó con ellas.
—Bueno cuéntanos de tu vida, que en el trabajo no da
tiempo a nada, ¿cómo vas?
—Pues Berta no sé, como siempre, estoy feliz, mi trabajo
es lo que yo soñé, mi niña es un primor, leyendo,
trabajándomelo, muy bien la verdad.
—Lo cierto es que te vemos genial, ese Liam hace
milagros, María nos animamos y nos leemos el libro.
—Eso sería genial, al leerlo las tres podríamos intercambiar
impresiones, ayudarnos… sería una pasada.
—Pues la verdad es que viendo el cambio que has dado en
unos meses, es la mejor prueba que todo lo que estudias es
cierto, Berta yo si me lo voy a comprar.
—Y yo también… y en tema amor como lo llevas Anna.
—Bien gracias… ¡jajajaj! A ver no estoy preparada, ahora
mismo lo que quiero es disfrutar de mi hija, estudiar e irme a
la conferencia que hay en menos de un mes, estoy muy
ilusionada, siento que a partir de esos días es cuando realmente
comenzará mi vida…
Dos horas después iba en el autobús de vuelta a casa de sus
padres, miraba el móvil como tantas otras veces y vio que en
el perfil de Liam anunciaban que ya había salido a la venta su
libro “Quiérete tú”, esta vez profundizo en la relación que
tienes con la persona más importante en tu vida… tu mismo.
No se lo pensó y lo pidió online en dos días lo tendría en sus
manos.
Pensó en la conferencia, sería en Sevilla, en unos días
estaría allí viviendo a tope la experiencia, escuchando los
consejos y enseñanzas del ángel de su vida, la persona que sin
conocerla le había ayudado más que nadie pues aunque tenía a
los que quería alrededor al final fue el trabajo personal que
realizo ella, guiada por Liam la que consiguió sacarla del
pozo.
Pasaron los días sin apenas darse cuenta, la rutina del día a
día era maravillosa, era todo lo que quería, lo único que le
costaba era separarse de su hija pero ella sabía que era el
precio que tenía que pagar. Unos días antes ya tenía todo
preparado, maleta, entrada, libros… y sobre todo las ganas de
estar delante de él escuchándolo.
CAPITULO III
” El viaje que lo cambió todo”
¡Y llegó el esperado día! Desayunó con su hija y la llevó
con los abuelos, aunque sabía que iba a estar muy bien cuidada
no podía evitar una gran tristeza por separarse de su pequeña.
Montó en el tren que la llevaría a Sevilla, tenía hora de
llegada a la una del mediodía y la conferencia comenzaba a las
cinco de la tarde, aunque no lo parezca iba bien de tiempo
pues cogió la habitación en el mismo hotel donde se realizaba
el evento. A las doce terminaría y el domingo sería hasta
mediodía, en los dos días habría meditaciones, trabajarían los
libros con él… una experiencia única.
Anna iba disfrutando del paisaje, meditando lo que acababa
de leer en el libro de Liam, de repente algo llama su atención,
un hombre, ¡y qué hombre! muy atractivo, complexión
atlética, alto, vestía vaqueros y jersey de lana de cuello vuelto,
a primeros de diciembre ya hacía bastante frío, el hombre tenía
el pelo rizado y pelirrojo, los ojos verdes… Observa que de su
mochila saca el libro de Liam y se pone a leer, así está unos
veinte minutos… él leyendo, ella observando cada
movimiento hasta que él alza la mirada y la descubre a ella
observándole, él le sonríe y Anna está perdida, perdida en un
valle verde, la mirada de él. A su vez el hombre se queda
atrapado en la mirada de color ámbar de la chica, observa que
lleva el mismo libro que él y eso le gusta, Anna responde con
otra sonrisa pero en ese preciso momento, un señor viene en
busca de él y se va, no sin antes volverse y mirarla otra vez
y… cómplices se sonríen otra vez.
Al rato el tren paró, acababan de llegar a Sevilla, Anna bajó
del tren y no pudo evitar buscar al hombre que la había
impresionado tanto, pero no le encontró. Llegó al hotel, subió
a su habitación a instalarse, llamó a su madre para hablar con
ella y su princesa:
—Hola mamá.
—Hija ¿ya has llegado? ¿El viaje bien?
—Si ya estoy en la habitación y el viaje… el viaje muy bien
mamá. —dijo sonriendo—. ¿La niña que hace?
—Pues durmiendo la siesta, pero ella está muy bien cariño,
no te preocupes y disfruta.
—Si mamá. Oye voy a dejarte que voy a bajar a comer,
chao.
—Hasta luego Anna.
Comió y se subió enseguida, se arregló con tranquilidad,
tenía tiempo de sobra. Se puso sus vaqueros negros, botas a
juego, blusa blanca y americana color nude. Se recogió el pelo
en una coleta alta, brillo en los labios, rímel y… ¡Marchando
que ya llegó el momento!
Llegó la primera a la sala, le comían los nervios, en la
primera fila observó que había seis asientos reservados, así es
que se sentó a continuación, para eso había llegado la primera.
Conforme pasaban los minutos se iba llenando la sala,
todos los asientos menos los reservados… quedaban unos diez
minutos para empezar cuando… le vio otra vez, se puso
nerviosa no sabía por qué, parecía una chiquilla de colegio, él
todavía no la había visto, o eso pensó ella, se dirigía hacia ella,
más bien a los asientos reservados… y sus miradas volvieron a
encontrarse, verde, ámbar… no podían dejar de mirarse, era un
mundo paralelo en el que se sumergían cuando sus ojos
conectaban del que no querían salir, y claro otra vez alguien
los interrumpió sacándolos de sopetón de su mundo particular,
esta vez fue una guapísima pelirroja que con acento inglés le
apremió para que se sentara, ya iba a comenzar la conferencia,
él se sentó a su lado aún mirándola, Anna sacó el móvil y ojeó
los mensajes súper nerviosa de tenerle a su lado… le mando
un mensaje a su madre diciéndole que ya empezaba y que le
diera un beso a su niña.
Sus nervios se pasaron en cuanto apareció Liam en el
escenario, era maravilloso, te contagiaba su energía positiva,
hablaba y hablaba, parecía que lo hacía para uno, cerca de mil
personas se reunieron allí para escucharle a él, las últimas
palabras se le grabaron a Anna en el alma…
“Quisiera deciros que amarse a uno mismo, es un amor para
toda la vida, que antes de decirle te quiero a alguien, te lo
tienes que decir tu. Cuídate, respétate y ámate como lo haces
hacia tu familia, amigos o pareja. No cambies por gustar a los
demás, cambia para crecer, y hazme un favor… se feliz
contigo mismo, que no dependa de nada ni de nadie esa
felicidad, valora esos momentos en los que no estás solo, sino
contigo”
No se dio cuenta, pues para ella en la sala sólo estaban
Liam y ella, le habían tocado el corazón tanto sus palabras que
lloraba en silencio… Una voz ronca, con acento inglés, le
habló a ella y la hizo volver…
—¿Se encuentra bien, señorita?
—Yo… ehhh sí, no, sí sí… ehh gracias. —le dijo cogiendo
el pañuelo que le ofrecía él. Perdón, no sé explicar lo que me
ha pasado.
—No se preocupe señorita, tranquila…
—Anna, llámeme Anna por favor, si me habla de usted me
hace sentir mayor.
—De acuerdo Anna, pero sólo si tú me llamas William.
Se estrecharon las manos y una corriente les sacudió a los
dos pero no se soltaron, una fuerza que ya era la tercera vez
que se presentaba no dejaba que se soltaran y otra vez se
fundieron en una misma mirada… hasta que sonó una música
que daba pie al final de la conferencia y se soltaron. Se
pusieron de pie y aplaudieron al genio. Anna se disponía a irse
cuando le agarraron por la muñeca y ella se volvió…
—Anna ¿vas a ir al cocktail que sirven ahora? —Preguntó
él, no sabía porque pero quería conocerla.
—Sí está en el programa, sí.
—Pues no está, necesitas invitación, es a las nueve, toma te
doy yo una y nos vemos allí… ¿De acuerdo?
—Sí William nos vemos allí —y sonrió disimulando los
nervios que le provocaba él.
Se fue al baño temblando, respiro profundamente varias
veces, a los pocos minutos llamó a Berta, necesitaba hablar
con alguien o se volvería loca.
—Anna ¿Qué pasa? ¿Estás bien?, estás en la conferencia
¿Verdad? no esperaba tu llamada.
—Si estoy bien, y Liam es maravilloso… pero te llamo
para contarte otra cosa que me está pasando, bueno realmente
no sé lo que está pasando y estoy asustada.
—Anna suéltalo ya, porque me estas poniendo nerviosa.
—Es William… no sé si son sus ojos o su forma de
mirarme o yo que se… pero… ayyy si le hubieras escuchado
decir mi nombre, que bien suena en sus labios…
Berta cortó a Anna, no entendía nada.
—¡Eeehhh! ¿Quién es William? Tranquilízate y me
explicas porque me he perdido en el principio, en sus ojos.
—Yo sí que me he perdido en sus ojos… verdes como un
eterno valle verde escocés.
—¡Uyyy! Esto me suena a que me tienes que contar todo
desde el principio, porque no me quiero perder ni un solo
detalle, a ver ¿Cómo es?
—Vale te lo cuento todo pero rápido que hemos quedado en
el cocktail.
—Anna esto pinta muy bien, venga soy toda oídos.
Y así fue como en menos de diez minutos Anna le contó a
su mejor amiga, Berta, todo lo que le había pasado con
William y lo más importante, lo que le hacía sentir. Berta le
aconsejó que se dejara llevar, que disfrutara, que ya había
sufrido bastante, le hizo mucho bien escucharla, es que no hay
nada como hablar con una amiga en esos momentos.
CAPITULO IV
“Conociéndonos”
Había mucha gente, claro todos querían hablar con Liam,
Anna también pero ella buscaba entre la gente los ojos verdes
de William, como no le encontraba, se dedicó a observar a
Liam, llevaba como media hora observándole como atendía a
todas las personas que se acercaban a él, siempre con una
sonrisa en los labios, la cual transmitía mucha paz. Alguien se
acercó por detrás, le embriago un aroma a colonia fresca de
hombre mezclado con su propio olor corporal, y ese hombre le
ofreció un refresco diciéndole casi en el oído:
—Estarás sedienta, llevas como media hora aquí parada sin
beber nada.
Reconocería esa voz en cualquier sitio y eso que solo se
conocían de unas horas, Anna sonrió y cogió el refresco, se
giró lentamente enloqueciendo con el olor masculino que
desprendía, ahora que estaba a escasos centímetros de él pensó
en lo guapísimo que era, mandíbula marcada con barba de un
día, sus ojos… su pelo, deseo en ese momento enterrar sus
dedos en él. William se dio cuenta que la mirada de ella
transmitía algo, ¿deseo podía ser? Sonrió pícaramente, recogió
un mechón rebelde que le caía por la mejilla, se lo colocó
detrás de la oreja, Anna se ruborizó y agacho la cabeza.
—Gracias, la verdad es que si estaba sedienta, las dos veces
que hemos hablado ha sido para agradecerte algo, que atento
eres… William.
—Sí y tú muy agradecida.
Los dos rieron hasta que William se puso serio, quería saber
de ella y preguntó:
—A lo mejor es muy personal lo que te voy a preguntar,
sino quieres no contestes Anna… ¿Porqué llorabas?
—Está bien, no te preocupes te contesto, pues verás me
llegó lo que dijo, parecía que hablaba para mí y me emocioné
un poco… vale mucho, ¡jajaja!
—Liam es así, siempre sabe decir la frase correcta para
hacerte reaccionar, yo creo que tiene un don, siempre llega a
las personas, siempre.
—¿Has ido a más conferencias? —preguntó Anna.
—Sí, tengo esa suerte, soy muy afortunado, doy gracias por
ello… ¿Qué parte te llegó más?
—Todo en general, es lo que tú dices, sabe conectar
contigo, no puedes dejar de escucharle… pero realmente, la
parte final la que más, eso de quererse a uno mismo… me
tocó.
—¿No te quieres? Pero si debe de ser facilísimo—. bromeó
él y se rieron juntos de la ocurrencia de William, estaban a
gusto el uno con el otro disfrutando del momento, dejándose
llevar, hasta que la voz de una persona que había estado
escuchando toda la tarde le dijo:
—Quiérete con la devoción que querrías a tu hijo, con la
intensidad que quieres a tus padres y trátate a ti mismo con el
mismo respeto que tratas a los demás.
Anna no se lo podía creer, esa voz era de… ¡Liam
Mckenzie! Y le estaba hablando a ella, miró a William con la
boca abierta, alucinando, él la sonrió, se dio la vuelta y ahí
estaba él, el hombre que tanto la había ayudado a ser la que
fue, era algo más bajo que William pero igual de atlético, el
pelo era castaño con reflejos rojizos, y sus ojos eran de color
miel, su sonrisa era sincera, alargó la mano hacía Anna y se
presentó aunque no hacía falta:
—Hola, soy Liam Mckenzie y usted es la señorita de la
primera fila. —bajó la voz, acercándose a ella le dijo— la que
lloraba ¿verdad?
—Ehhh… sí era yo, la llorona.
Sonrieron William y Liam, Anna descubrió un cierto
parecido cuando sonreían.
—William ¿todo bien? —le preguntó Liam.
—Sí hermano todo bien.
—Señorita no me ha dicho su nombre—. Anna los miraba a
los dos alucinando de que fueran hermanos no se lo habría
imaginado nunca.
—Perdone, es verdad, soy Anna y por favor no me hable de
usted.
—Ni tú a mí, ¿de acuerdo? —Anna asintió y les preguntó:
—¿Sois hermanos? No os parecéis mucho la verdad.
—Sí, él es más guapo que yo… esos ojitos verdes que
tiene. —dijo Liam divertido.
—Ya, pero tú tienes más labia y éxito. —contestó William.
—No se puede tener todo Will —le contestó riendo. Anna
reía, no se creía que hubiera conocido a Liam, mucho menos
que estuviera bromeando con él y que William fuera su
hermano, menos todavía, eso no se lo esperaba.
—Dime Anna, conocerás algún libro mío ¿Verdad?
—Sí Liam, primero descubrí “El poder de tus sueños” y
aunque te digan siempre lo mismo, cambió mi vida, me
iluminaste el camino con tus palabras, gracias Liam. —él
asintió sonriendo y ella prosiguió—. Ahora estoy con
“Quiérete tu” y… la verdad que me está removiendo cosas.
—¿Lo tienes aquí? Es para dedicártelo.
Anna lo sacó del bolso y se lo entregó, Liam observó sus
anotaciones, las frases subrayadas, lo dedicó y se lo devolvió a
Anna, ella se emocionó de nuevo al leer la dedicatoria…
“Que tus lágrimas del pasado se conviertan en la felicidad
de tu presente”
Anna le abrazó y le dio un beso en la mejilla
—Gracias Liam, muchas gracias… ¡otra vez llorando!
Madre que imagen te estoy dando.
—Señorita quiere otra vez el pañuelo. —dijo William.
—¡Ay William que llorona soy!
Estuvieron un buen rato bromeando los tres hasta que el
grupo se dispersó, Liam fue a atender a más gente, William a
hablar con la pelirroja, que no sabía Anna porqué pero no le
estaba cayendo muy bien, celos ¿quizás? y Anna se acercó a
las mesas del buffet a picar algo, se sirvió unos sándwich de
salmón, sus preferidos, y se los comió observando cada detalle
a su alrededor, disfrutando de donde estaba. Anna se sintió
cansada, decidió retirarse a su habitación, iba caminando
despacio concentrada en sus pensamientos, pero cuando iba
por el hall del hotel se cruzó con William.
—Anna te buscaba, veras nosotros nos vamos a tomar algo
a un pub de que hay aquí al lado, ¿Te vienes conmigo? —Dijo
William tocándose el pelo más nervioso que nunca, ese gesto a
Anna le pareció adorable pero su mente estaba en guardia…
—Estoy muy cansada William, quisiera descansar mañana
hay que madrugar.
—Lo sé, pero será solo un rato, anda anímate a venir, te
divertirás. —Y sonrió cogiéndole la mano a Anna.
Ella se puso nerviosa, quería conocerle pero le daba miedo
lo que sentía, tenía una pelea interna, aunque al final gano la
fuerza de conocerle.
—Vale pero dame un cuarto de hora, tengo que subir al
dormitorio un momento.
—Por supuesto, aquí te espero.
Cuando Anna se fue, Liam se acercó a su hermano para
hablar con él de lo que estaba pasando.
—Will, ¿Qué te pasa con Anna? Hacía mucho tiempo que
no te veía tan pendiente de una mujer, y no se te ocurra
decirme que nada, que aunque soy el pequeño me doy cuenta
de las cosas.
—No sé Liam, me atrae es evidente, pero es más fuerte,
algo me empuja a conocerla, pero… no sé, me da miedo, ya
sabes…
—Sí, lo sé, desde que te dejó Jane no has querido saber
nada de las mujeres y mucho menos del amor… todas las
mujeres no son como Jane.
—Habló el que sí quiere que entre el amor en su vida.
—No te pongas a la defensiva Will… sobre eso, primero
me quiero dedicar a mi sueño, y después me concentraré en
atraer a mi vida a esa mujer especial.
—Perdona Liam, es que hay más, por lo que estoy asustado
es porque jamás y óyeme bien, jamás he sentido lo que siento
estando a su lado… ¿Me entiendes?
—Claro que te entiendo Will, pero no tengas miedo… eso
es buenísimo… no dejes escapar ese sentimiento, lucha por él.
—Ya, ¿y si me rechaza?
—Ya estamos con la frasecita, es que no aprendes… Dale la
vuelta, ¿Y si es la mujer de tu vida?
Después de pensar en las palabras que le decía su hermano
cambió su pensamiento y se lo agradeció:
—Gracias hermano, siempre me dices lo correcto para
verlo desde el otro lado.
—Invítala a venir…
—Ya lo hice y… aceptó.
Liam se rió y le dijo a su hermano: —O sea que ya la has
invitado… ¡Serás truhán! Yo aquí dándote ánimos… y tú ya
has dado el primer paso solito, ahora deja que fluya y confía.
William conoció a Jane en la universidad de Edimburgo,
desde el primer momento congeniaron y era un hecho que
acabaran juntos, terminaron exitosamente sus carreras y se
casaron, tuvieron a Andrew, su hijo, pero la maravillosa vida
que llevaban se truncó cuando Jane se enamoró de un
compañero de trabajo y… le fue infiel, los abandonó a los dos,
padre e hijo, se fue a vivir a otro país con él. Ya habían pasado
siete años, las únicas noticias que tuvo de ella fue una carta en
la que renunciaba a todos los derechos que tenía como madre,
para que Andrew tuviera la estabilidad que le brindaba
William. Los primeros años sus padres le ayudaron con el
niño, se trasladaron a vivir con él, pero cuando William se
sintió mejor, decidió que no podía esclavizar a sus padres, les
compró una casita en Irlanda, de allí era su madre, hoy en día
seguían viviendo allí.
Anna subió a su habitación temblando, estaba más asustada
que nunca, asustada de lo que le hacía sentir William, le atraía,
como nunca le había atraído un hombre, pero su mente negaba
lo que su alma pedía a gritos… ella se castigaba por lo que le
ocurrió a Saúl…
—Si no hubiera insistido en que fueras al partido, seguirías
aquí, vivo…
Todavía se echaba la culpa de su muerte, lloro desconsolada
hasta que en un momento dado, vio su libro caído en el suelo,
lo recogió e hizo lo que hacía cada vez que se venía abajo…
Lo abrazó contra su pecho, cerró los ojos, mentalmente
preguntó que debía hacer para vivir en paz, para superar la
culpa… abrió el libro por una hoja al azar y leyó:
—Vive, disfruta cada momento de tu vida y no lo frenes, tú
te pones los límites y eres tú la que tiene que derribar el muro,
detrás de él está tu felicidad.
Se secó las lágrimas, decidió disfrutar esa noche, cogió su
vestido color coral, se lo puso, lo combinó con una chaqueta
negra, pantis tupidos del mismo color y sus inseparables botas,
soltó su melena, caía con algunas ondas, retocó el maquillaje y
salió de su habitación confiando en que tenía que derribar
muros.
En el ascensor le comían los nervios aunque sabía que hacía
lo correcto, tenía que salir de su zona de confort y ya sabía
cómo… fluyendo, confiando. Se abrieron las puertas del
ascensor y ahí estaba William, apoyado en la pared con una
mano en el bolsillo, también se había cambiado, llevaba un
vaquero negro y una camisa blanca, en la otra mano llevaba un
abrigo de paño azul marino, lucía una sonrisa tímida y pícara a
la vez. Anna se dirigió hacia él con paso decidido, sonriendo
como nunca lo había hecho.
—Estás… bellísima Anna.
Ella sintió como se ruborizaba. —Gracias… ¿Dónde están
los demás?
—Nos esperan en el pub, está muy cerca, vamos dando un
paseo, ¿vale?
—Perfecto… vamos entonces.
Se pusieron los abrigos y salieron del hotel caminado uno al
lado del otro en un silencio cómodo, se sentían bien, en calma.
—Háblame de ti, de tu vida Anna.
—Sólo si tú me hablas de la tuya. William.
—Eso está hecho, tú primero.
—Bien pues, mi nombre es Anna García, tengo 35 años,
vivo en Madrid, en un pequeño apartamento que… comparto
con mi hija de tres añitos. Soy viuda, enfermera y hoy por hoy
soy feliz.
—Vaya me alegro, yo me llamo William Mckenzie, vivo en
Edimburgo, soy empresario, tengo 40 años y… yo también
comparto apartamento con mi hijo de diez años, Andrew, yo
soy divorciado y… sí yo también soy feliz.
—¡Vaya que de cosas en común!
—Es cierto… ¿Cómo se llama tu niña?
—Daniela, es un bichillo, dulce pero un bichillo, me tiene
loca, es el centro de mi vida… la hecho de menos, es la
primera vez que me separo de ella. Y tu hijo ¿cómo es?
—¡Andrew! físicamente es igual que Liam, parece más su
hijo que el mío, es muy inteligente y tranquilo, un fiera de los
videojuegos… lógicamente es lo más importante para mi…
Mira, ya hemos llegado.
Después de las presentaciones oportunas, en la que a Anna
le quedo claro que la pelirroja, Elisabeth, era hermana de
William y Liam sabiendo ésto le cayó genial, se sentaron con
ellos y pidieron su copa.
—Anna ¿qué vas a tomar?
—No sé ¿qué vas a pedir tú?
—Lo dudas, como escocés que soy… un buen whisky.
—Vale yo lo mismo, pero que me lo rebajen con agua.
—Rebajado lo vas a estropear, bébetelo sólo, no lo has
probado nunca ¿verdad?
—No, nunca.
—Bien pues te pido lo mismo que yo y así lo pruebas.
—¿Y si no me gusta?
—Y si y si… la palabra prohibida. ¿Confías en mí? —Le
preguntó mirándola a los ojos.
—Mmmm sí —dijo Anna devolviéndole la mirada.
—Pues ahora vuelvo —y le guiñó un ojo, lo que hizo que
Anna no dejara mirarle admirando su amplia espalda, su forma
de andar, de moverse… y Liam la sacó del sueño al hablarla.
—Es un buen hombre… y no te lo digo porque sea mi
hermano, ha sufrido mucho, le ha costado, bueno todavía le
cuesta, enterrar el pasado.
Anna le miró y le contestó: —No le conozco pero sí parece
un buen hombre, es muy difícil enterrar el pasado Liam, sobre
todo cuando se ha sufrido.
—Vaya parece que tú también lo has pasado mal, ¿quieres
contármelo? A lo mejor puedo ayudarte.
—Eso seguro, lo has hecho sin conocerme, verás todo
empezó cuando quedé viuda embarazada de mi pequeña, entre
en un agujero sin fondo al echarme la culpa de la muerte de mi
marido… hoy en día todavía… —A Anna se le hizo un nudo
en la garganta, no podía seguir hablando, Liam se dio cuenta
de ello, la abrazó por un instante, después siguió hablando:
—A ver es un situación muy difícil de digerir, pero… la
culpa ¿porqué?
—Esa noche Saúl, no quería ir al partido con su hermano
porque yo estaba un poco rara, cosas del embarazo, y yo le
convencí para que fuera… y… ese coche se cruzó en su
camino y… murió.
—Vale, vale, tranquila sí… en aquel momento puedo
entender que te sintieras así, la mente es así de puñetera pero
hoy no pienses así Anna, te haces daño.
—Se que me hago daño al pensar así… pero Saúl seguiría
vivo si yo no… y ahora ¿crees que me merezco volver a
sentir?, ¿a amar… ? yo creo que no… además no quiero
volver a sufrir, ni hacer sufrir a nadie, no me siento preparada.
—Pero Anna ¿quieres ser feliz?
—Ya lo soy, estoy bien ahora, tengo a mi niña, mi trabajo…
—Pero tu felicidad no es completa… estas bien en dos de
los tres campos, la salud y el dinero, pero tienes que trabajar el
del amor y mucho. Basta de agredirte, basta de golpearte,
cuídate, mímate, analiza tu situación desde fuera como si le
pasara a otra persona verás cómo no lo ves igual. Eres la
persona más importante de tu vida Anna, si tú no estás bien,
nada alrededor lo estará.
William llegó con las bebidas, le ofreció a Anna la suya y
ella la cogió asintiendo a Liam.
—Trabajaré lo prometo… bueno vamos a ver cómo está
este whisky.
—¡Te gustará! Ya verás. —respondió William.
Y así lo pensaba, William bebió del suyo mirando a Anna
de reojo, ella bebió a la vez que él abrasándose la garganta, le
dio un ataque de tos, que le hizo llorar incluso.
—¡Pero no llores mujer! que es el mejor whisky del local.
—le dijo agarrándose la barriga por el dolor que tenía de
reírse.
—Si no te digo que no… si está muy bueno… pero…
quemar quema.
Rieron un buen rato, se hicieron bromas, se contaron
anécdotas de sus hijos, lo más duro fue cuando hablaron cada
uno de su pasado, los dos tenían una historia dura a sus
espaldas, pero en definitiva vencían el miedo al amor por
querer conocerse, y… siguieron bebiendo whisky aunque
Anna lo rebajaba con agua. Liam fue el primero en retirarse al
día siguiente tenía que continuar iluminando corazones, se
quedaron Elisabeth con su pareja y ellos dos. Se animaron a
bailar unas canciones los cuatro, saltaron, hicieron el tonto,
bailaron como si no hubiera un mañana, hasta que cambió el
ritmo y sonó una balada, formaron parejas, Elisabeth y
Edward, su pareja, ya estaban abrazados cuando Anna miró
alrededor nerviosa, no sabía qué hacer, le podía el miedo hasta
que… se encontró en un valle verde que ya conocía muy bien.
William sonrió, le quería decir tanto con su mirada, avanzó
hacia ella sin dejar de mirarla a los ojos, le pasó la mano por la
cintura, la pego a su cuerpo, estaba deseando sentirla así. Anna
por inercia, porque los sentidos no le funcionaban, alzó sus
manos, se las pasó por su cuello y sin dejar de mirarse
comenzaron a bailar. En un momento de la canción Anna se
acurruco en su pecho, cerró los ojos permitiéndose disfrutar
del momento, se sentía tan bien. William a su vez se dejó
llevar, bajó la cabeza, la acarició y finalmente la beso en el
pelo. Estaban a gusto, uno en brazos del otro, tanto que no se
dieron cuenta que ya sonaba otra canción, continuaron
abrazados, estaban solos en la pista, pues Elisabeth y Edward
ya se habían ido, William se dio cuenta, le dijo al oído que
deberían irse, abandonaron el local, embriagados por lo que
habían sentido con el baile. Pasearon de vuelta al hotel, esta
vez en silencio, asimilando lo que estaba ocurriendo, Anna
tenía una lucha interna, sabía que sentía algo muy fuerte por él
pero… No como William, que tenía claro que la quería a su
lado, a pesar de sus fantasmas del pasado y de que se habían
conocido ese mismo día. Con el silencio como acompañante
llegaron al hotel, subieron en el ascensor juntos, sus
habitaciones estaban en la misma planta, el dormitorio de
William estaba primero, allí se despidieron pues solo los
separaban tres habitaciones.
—Bien pues… mañana nos vemos otra vez ¿no?… —Quiso
acercarse, besarla, decirle mil cosas pero no pudo. —hasta
mañana Anna
—Si William, mañana nos vemos… Hasta mañana… —
Anna quería besarle pero no se atrevía, ese era el gran paso, y
no podía a pesar de que lo deseaba… y mucho, se dio la
vuelta, se dirigió a su habitación sin darse cuenta que William
fue más valiente, la siguió en silencio, se paró detrás de ella,
con la respiración agitada, Anna se quedó con la llave en la
mano, temblaba pero esta vez de deseo, William le agarró por
el codo, le dio la vuelta, quedando a escasos centímetros el
uno del otro, le alzó la cara cogiéndola por la barbilla, se fue
acercando lentamente, le gustó que ella temblara, eso hacía
que la deseara más, rozó tímidamente sus labios y le susurró:
—No tengas miedo, confía…
Y la besó dulcemente, despacio, quería saborearla… ella se
dejó llevar, el beso se alargó, Anna por fin hizo algo que
estaba deseando, enterrar sus dedos en el pelo de él
acariciándole, hecho que a William le gustó, y dándole
pequeños besos por el cuello preguntó en un susurró:
—¿Puedo pasar la noche contigo? Anna…
Espero la contestación de ella, abrazándola, acariciándole la
espalda, besándola tiernamente, Anna le miró y dijo por fin:
—Estoy deseándolo…
Abrió la puerta, entraron cogidos de la mano… se miraron
a los ojos al cerrar la puerta, en ellos esta vez había deseo, se
volvieron a besar y besar, William le pasaba la nariz por el
pelo aspirando su aroma, arrastrando las palabras dijo:
—Pequeña, ¿que nos está pasando?
—No lo sé Will, tengo mucho miedo, pero por favor no me
dejes sentirlo y hazme tuya…
Y con esas palabras dichas por Anna se desató la locura, la
camisa de Will voló por la habitación así como el vestido de
ella… Anna acarició el torso de él, sus músculos marcados y
esa forma de “v” señalándole el camino le volvió loca, Will la
acariciaba a la vez que la besaba por todo el cuello, la fue
desnudando muy lentamente besando cada centímetro de su
sedosa piel… William se despojo de la poca ropa que le
quedaba, ya desnudos los dos, se tumbaron en la cama… e
hicieron el amor por horas, despacio, recreándose en cada
caricia, cada beso… el momento en que la hizo suya fue
indescriptible, los dos sintieron como se pertenecían, como si
se hubieran encontrado por fin… llegaron al climax juntos y se
tumbaron sin aliento el uno al lado del otro… cayendo
rendidos en un sueño placentero en el que durmieron poco más
de cuatro horas.
El primero en despertar fue William, sonrió cuando vio el
rostro relajado de Anna durmiendo a su lado, le beso en la
frente y se levantó, tenía que ir a su cuarto a cambiarse.
Cuando Anna despertó, encontró a su lado una nota que le
decía:
“Pequeña, siento irme pero tengo que cambiarme, me
hubiera gustado despertarte pero, preferí observarte…eres tan
bella. A las ocho paso a buscarte para desayunar juntos”
—A las ocho… mmm… ¿Qué hora es? —Miró el móvil
y… —Jolin las siete y media… Se levantó, fue directa a la
ducha, se lavo los dientes, se vistió con unos vaqueros
ajustados y un jersey de lana color lila, se recogió el pelo, al
final hasta le sobraron ocho minutos, en los que se sentó en la
cama, leyó la nota varias veces y recordó cada paso dado la
noche anterior, en lo que sintió en brazos de William… .y el
miedo vino a visitarla de nuevo, en ese momento él llamó a la
puerta, cuando abrió encontró a un William sonriente que
enseguida supo lo que sentía Anna, lo veía en su cara, se lo
decían sus ojos, sin dudarlo la pego a su cuerpo y la abrazó.
—Anoche me pediste que no dejara que sintieras miedo, y
lo voy a cumplir, confía en mi Anna, confía en ti…
—Es tan difícil Will… apenas nos conocemos, es tan
bonito lo que nos ha pasado… mi miedo es sufrir otra vez, que
sufras tú, no lo soportaría…
—Ha pasado no, nos está pasando… deja que pase Anna.
—La besó y con ese beso espantó los miedos de ella otra vez.
Bajaron a desayunar, agarrados de la mano, cosa que hizo a
Anna ruborizarse cuando entró en el comedor y vio en una
mesa a los hermanos de William, que sonrieron pícaramente a
la pareja.
Desayunaron todos juntos, comentando lo cansados que
estaban por trasnochar, para nadie pasó desapercibidas las
miradas cómplices que había entre William y Anna, así es que
Liam y Elisabeth se fueron a preparar lo que quedaba de
conferencia para poder dejarlos solos.
—¿Estás mejor?
—Sí, ahora sí, a ver si se explicarme… estoy a gusto
contigo, es algo que no me había pasado nunca… ya sabes,
sentir tan rápido. Eso me asusta mucho, mi mente me
coacciona lo sé… pero hay algo más…
—No quieres volver a sufrir, lo sé, pero creo que hay que
vivir el momento… que no es que nos vayamos a casar
mañana… pero ¿no te gustaría que intentáramos vernos?, ver
si funciona.
—No lo sé Will, a veces pienso que no me lo merezco, que
no me merezco ser feliz en el amor…
—Pero ¿porqué?… todos tenemos a alguien esperando
¿porque tu no?
—Todas mis relaciones han salido mal… y la última peor…
ya te expliqué.
—Disfruta el momento Anna, ¿qué crees que yo no tengo
miedo? Pues claro que lo tengo, pero algo me dice que tengo
que seguir adelante contigo… que tengo que dejarme llevar,
dejar que fluya…
—Creo que mi problema es que mi mente y mi corazón no
se ponen de acuerdo.
—Pues según mi hermano siempre, siempre hay que
hacerle caso al corazón… ¿como lo llama que no me acuerdo?
Los dos lo dijeron al unísono. —¡Chispitas del corazón!
Se fueron para la sala… comenzó el segundo día de la
conferencia, volvieron a meditar, a comentar libros, a recibir
consejos de Liam… hasta que…
—A ver, quisiera presentaros a mi hermano, él ha sufrido
uno de los peores golpes que la vida te puede dar, eso ha hecho
que su confianza en el amor sea casi nula, pero no seré yo
quien os lo diga, eso tendría que hacerlo él, si lo cree
conveniente. William ¿quieres subir por favor?
William le dijo en voz baja a Anna. —Hombre pues… no
me apetece mucho pero… no me queda otra.
—Vale mientras sube os explico, voy a hacer una prueba
para demostraros algo, sobre la confianza, seguro que hasta ya
lo habéis hecho.
William llegó donde estaba Liam, saludo a la gente con la
mano, era el más tímido de los tres.
—Bien William ¿nos lo quieres contar?
—Preferiría que no, pero si decir que no se lo deseo a
nadie.
—Bueno no pasa nada. Necesito a una voluntaria, para
realizar la prueba.
Fue una revolución, entre estar cerca de Liam, aprender de
la mano del maestro, y el monumento que acababa de subir al
escenario, casi todas las chicas por no decir todas, levantaron
la mano gritando… ¡Yooo!
William miraba a Anna pidiéndole ayuda, ella decía que no
con la cabeza… le daba mucha vergüenza subir al escenario,
hasta que se apiado de él pues lo estaba pasando fatal allí
subido y levantó por fin la mano.
—Ehhh… a ver la chica de la primera fila, sube por favor.
Subió aunque no le gustaba ser el centro de atención.
—Hola, vale no voy a fingir que no la conozco, pues
anoche hablé con ella, también lo ha pasado mal en el amor,
aunque su historia es distinta a la de William, el final fue igual
o peor que el de William, cuesta confiar. Ella es Anna. —
Todos aplaudieron.
—Bien la prueba es sencilla veis a William, fuerte, alto…
—sonaron silbidos de las más atrevidas… —Vale, vale
chicas… y veis a Anna que tiene una altura normal, delgada
… Pues Anna te pondrás delante de Will, dándole la espalda, a
un metro más o menos, cuando estés lista te dejas caer y tú
William la tendrás que sujetar. ¿Fácil verdad? Pues parece una
tontería pero al caer hacia atrás, no sabes realmente si te van a
coger, ahí es donde está la confianza en los demás. William
¿cómo llevas la confianza en uno mismo? ¿La cogerás?
—Ehhh sí claro, en mí bien, en los demás me cuesta más.
—Vale pues Anna cuando estés lista.
Anna cerró los ojos, y suspiro, estaba segura de poder
hacerlo, como dijo Liam parecía una tontería, pero algo la
ponía nerviosa y no se atrevía.
—Confía en mí… en ti. —susurró William
Anna abrió los ojos, y miró a Liam que estaba delante de
ella.
—Puedes hacerlo, tú puedes, sabes que puedes”
“Puedo hacerlo, yo puedo, sé que puedo” Se repetía
mentalmente como un mantra, “Confía en mí, en ti” sonaba en
su cabeza las palabras susurradas por William, y unos minutos
después… se dejo caer, a ella le pareció que caía lentamente
pero fueron segundos, William la cogió y ella estalló en
carcajadas, empezó a andar de un lado al otro, emocionada, lo
había hecho, abrazó a Liam, le susurró “gracias, lo he
entendido” Miró a William, se sonrieron con la mirada, ellos
sabían muy bien porqué.
—Ok, ahora al revés, William se dejará caer y Anna le
sujetará. —Dijo Liam.
—¡¿Queee?!…pero tú le has visto… Es enorme, no voy a
poder con él. —Exclamó Anna segura de que no podría con él.
—Pues… no me lo estas poniendo muy fácil la verdad, así
como voy a confiar, castañazo seguro. —contestó William, la
sala rió, pero realmente William lo decía muy en serio.
—A ver ese es el truco, esta prueba en tu caso William es
para que te demuestres que puedes confiar en los demás, y tu
Anna tienes que confiar en ti misma para así darle confianza a
él, porque si estás seguro de ti mismo, los demás te verán
grande, poderosa… pero sobre todo porque te haces un bien a
ti. En el amor es fundamental, para amar a alguien, tienes que
amarte primero a ti mismo. ¿Lo entendéis? Los dos asintieron,
se miraron para darse confianza, se pusieron en posición, se
repetían el mismo mantra de antes, Anna estaba atenta a
William observándole, segura de poder hacerlo, William sin
embargo no se atrevía, la diferencia corporal era alta y aunque
quería hacerlo, su mente le decía que no lo hiciera.
—Confío en mí Will, hazlo tú también. Le dijo Anna bajito
para que lo oyera solo él.
William cerró los ojos concentrándose en las palabras de
Anna, tenía razón, necesitaba confiar en ella, poco a poco
fueron desapareciendo sus miedos y se dejó caer, Anna lo
agarró con todas sus fuerzas y lo logró por un momento, pero
no pudo con su peso, se fueron deslizando lentamente, ella lo
agarro con más fuerza y cayeron los dos, quedando Anna de
rodillas con la cabeza de William en su regazo.
—Ahora sé, que no sólo no me dejaras caer, sino que si lo
hago, estarás dispuesta a caer conmigo. —Afirmó seguro
William mirándola a los ojos.
—Bien pues ahora os toca a vosotros, lo haréis con la
persona que tenéis a la derecha, si no la conocéis mejor. —
Explicó Liam.
Después de este ejercicio, de hacerse fotos y firmar libros
Liam, se dio por terminado el evento. Con mucha energía, con
las ideas más claras, con el firme deseo de dar un cambio en
sus vidas… así se fueron las mil personas que asistieron, pero
especialmente dos de ellas… William tenía claro que lo suyo
había sido como un flechazo por Anna, quería confiar e
intentarlo, a pesar de los obstáculos del camino, quería seguir
viéndola. Anna sin embargo, aunque sentía algo muy fuerte
por William, veía que no estaba preparada para empezar una
relación con él, quería centrarse en ella, en sanar heridas del
pasado, en volver a quererse a ella misma, sencillamente sanar
por dentro.
Se fueron a pasar la tarde juntos, hasta las siete no salía su
tren, tenían tiempo de estar solos, pero primero Anna quería
despedirse de los hermanos de William.
—Anna no permitas que te domine el miedo, hazle caso a
tu corazón siempre. Ha sido un placer conocerte, espero seguir
sabiendo de ti. —Le dijo Liam que para ella ya no solo era un
maestro, sino también un amigo.
Se abrazaron y ella le dijo al oído.”Mi corazón me pide que
me quiera, que me ocupe de mi”
—Gracias Liam eres un ser bendecido, eres sabiduría y
paz… claro que sabrás de mí. Le dijo Anna ya separados.
—Elisabeth me ha encantado conocerte, tienes mi teléfono,
vamos hablando.
—A mí también me ha gustado conocerte, mantenemos el
contacto, no te dejaremos escapar… ninguno.
Comieron en el hotel los dos solos, mirándose de otra
manera, tocándose las manos, conociéndose, queriendo parar
el tiempo. Después Anna recogió su maleta, que metieron en
el maletero del coche de William, pues sería él quien la llevara
a la estación. Pasearon toda la tarde por las calles de Sevilla,
conociendo un poco la hermosa ciudad, pasearon en un coche
de caballos, descansaron en el “Parque de María Luisa”
sentados bajo un árbol, William se tumbó acomodando la
cabeza en el regazo de Anna… había una conversación
pendiente, que a partes iguales, los dos querían y no querían
abordar, finalmente fue Anna la que se animó a comenzarla …
—Will… ¿qué va a pasar ahora?
—No sé pequeña, creo que lo primero que tenemos que
hacer es ser sinceros el uno con el otro.
—Opino lo mismo, la sinceridad produce confianza, para
mí es un pilar fuerte en una… relación. —Dijo tímida… tanto
lo que había dicho como su timidez gustó mucho a William.
—Anna, sé que hay mucha distancia entre Escocia y
Madrid, se que tenemos cada uno una vida a nuestras espaldas
con experiencias no muy buenas que todavía tenemos que
superar, pero también sé que quiero seguir viéndote, intentarlo,
no sé… dejar que fluya. Se sentó frente a ella y le dijo muy
serio. —Anna se que siento algo por ti que no he sentido
nunca… nunca, y no quiero dejar de sentirlo.
—Bien Will, antes de todo quiero decirte que… ¡ufff
cuesta!… —Respiró hondo varia veces, William le cogió la
mano para darle animos. —Yo también siento por ti algo muy
fuerte que no quisiera dejarlo escapar…
—Pero… —Dijo William.
Anna le miró, vio en sus ojos miedo, no pudo soportarlo, le
besó y le dijo todavía muy cerca:
—No tengas miedo Will… yo también quiero que pase, me
encantas, me encanta tu manera de ser, lo caballero que eres,
no sé, tú, me encantas tú… quiero que seas tú pero…
—¿Qué Anna? Suéltalo, explícamelo…
—Es difícil Will, no quiero hacerte daño… Necesito
tiempo, para mí… Me tengo que querer, si te quiero amar,
entiendes. —William asintió un poco frustrado…
—Necesito un tiempo, para encontrarme, mimarme,
quererme… sé que es egoísta lo que voy a pedirte Will…
Venir aquí, escuchar a tu hermano me ha hecho recapacitar,
darme cuenta de lo que me estaba haciendo, pero has sido tú,
sólo tú Will, el que ha hecho que se me remueva algo por
dentro para querer hacerlo, para quererme y prepararme para
amarte. Espérame Will…
—Bien, a ver qué te parece, yo te doy el tiempo que
necesites, por supuesto que te esperaré, pero eso sí, quiero que
mantengamos el contacto, y lo que tenga que ser será-Anna se
sentó de espaldas a él acomodándose en su pecho, William la
abrazó por la cintura, Ella giró la cara, él le beso la nariz,
sentían muy profundo y se acercaba la hora de separarse.
—Me parece bien, lo haremos así, gracias Will por
entenderlo… oye ¿Sabes? Siempre he querido visitar Escocia,
me ha gustado siempre, su historia, sus costumbres,
tradiciones, leyendas, tus ojos son verdes como los prados de
tu país ¿sabes? y… ¿Tú donde vives?
—Yo… en Edimburgo la mayor parte del año, tengo allí
todos mis negocios, aunque nos estamos expandiendo a más
países, y… también tengo una casa en Inverness, ven a verme
cuando quieras…
—Acepto tu invitación, lo mismo digo, ven cuando quieras.
Llegó la hora de irse, se fueron para la estación en el coche
de William, la mano de él descansaba en la pierna de Anna,
ella la miraba, le gustaba sentirla ahí… puso la suya sobre la
de William. Así fueron todo el camino, hasta que llegaron al
destino.
CAPITULO V
“Trabajando en mi”
Por el altavoz anunciaron que el tren de Anna estaba
estacionado en su vía, William la acompañó hasta la taquilla
para dar sus billetes y pasar… sin pensarlo los dos se
abrazaron.
—No pensé que me costaría tanto despedirme de ti, tengo
un nudo en la garganta…
—Ya pequeña, tranquila… mírame, esto es un hasta luego,
seguiremos en contacto como hemos quedado. —Le acarició
la mejilla, Anna cerró los ojos guardando los últimos
momentos en su memoria. William la besó queriendo
mostrarle todo lo que sentía, Anna no se dio cuenta pero
lloraba y se entrego de la misma forma que William.
Anna se limpió las lágrimas, sonrió al recordar que gracias
a ellas tuvieron el primer contacto…
—¿Señorita necesita el pañuelo? —Le dijo William
recordando el momento también.
—Hablamos ¿sí?
—Estaré esperando Anna.
El viaje de vuelta estuvo cargado de emociones
encontradas, alegría por ver a su niña, lo estaba deseando,
mucha tristeza por dejar a William, si antes sabía que sentía
algo muy fuerte por él, ahora que se alejaba le puso nombre,
amor… pero el sentimiento que la embargaba era seguridad
por la decisión de tomar las riendas de su vida y quererse…
sobre todo quererse.
—¡Mami, mami… toy qui!
Anna buscó a su hija, cuando la vio se le llenaron los ojos
de lágrimas, corrió, la cogió apretándola fuerte contra su
pecho.
—¡Hola mi vida! ¡Ay que te quiero mi niña!
—Yo a ti mami.
—Hola Anna, ¿Qué tal todo hija? —Le preguntó Juana, su
madre, dándole un beso.
—Bien mamá, ha sido increíble… sí increíble.
William fue directo a la habitación de su hermano
necesitaba hablar con él de lo que sentía…
—¿Qué te pasa William? ¿Cómo ha ido?
—Pues creo que bien…
—Explícate.
En ese momento lo vio claro, vio claro sus sentimientos, se
movió nervioso por la habitación de un lado al otro hasta que
se paró en seco.
—Estoy enamorado de Anna, sí, y eso es… ¡Buenísimo!
¡Cielos sí! Desde que la vi por primera vez… ¡Dios mío! Fue
como una descarga no se… sí fue así.
—Un flechazo vamos.
—Sí eso.
—Me alegro por ti hermano… ¿Por qué solo crees que
bien?
—Verás Anna también siente algo muy fuerte por mí, lo
siento así, además me lo ha confesado, pero me ha pedido
tiempo, tiempo para encontrarse, quererse, mimarse, en fin
como dices tú… dice que tiene que quererse para poder
amarme… y que la espere.
—A ver William ¡esa muchacha es oro puro! No te está
diciendo que no, sino que debe trabajar en ella, necesita
encontrarse a sí misma y lo sabes, tú ya has pasado eso
William.
—Lo sé, lo sé pero… no quiero perderla antes de tenerla.
—¡Nooo! ¡Ya la tienes! Sólo debes respetar lo que te pide,
ella vendrá sola cuando esté preparada, ya lo verás.
—Bueno a lo mejor llevas razón…
—Dentro de ti sabes que es así… no te tortures.
Esa noche Anna se quedó a dormir en casa de sus padres,
cenaron hablando de lo que había vivido, de que conoció a
Liam gracias a la amistad que surgió con William y que
todavía estaba en una nube, Anna no entró en detalles de la
relación que había tenido con William, pero Juana no era
tonta, supo ver como se le iluminaban los ojos cuando hablaba
de él. Ya en la cama con su pequeña, a pesar del cansancio no
podía dormir, así es que cogió el móvil y metió en contactos el
teléfono de William… vio la foto de perfil ¡Uff! Estaba
guapísimo, la capturó para tenerla, después miró su estado…
”Esperaré… ” Anna se emocionó y decidió mandarle un
mensaje.
—Hola William, ya estoy en casita, de mi madre, tengo mi
tesoro a mi lado… la he echado tanto de menos.
Le dio a enviar, esperó una respuesta que no llegaba…
volvió a escribir.
—Ha sido un fin de semana… increíble, pero tú lo has
hecho… maravilloso.
Se quedó dormida con el móvil en la mano esperando, fue
por la mañana al despertar, cuando vio que tenía dos mensajes,
nerviosa los leyó.
—Buenos días pequeña… estás muy lejos… disfruta de
ella, crecen muy rápido.
Pero fue el segundo mensaje el que emocionó a Anna y le
dio fuerzas para llevar a cabo su trabajo.
—Tú sí que lo has hecho maravilloso… Por fin te he
encontrado y… te esperaré pequeña. Un beso.
A los pocos días, tuvo una charla muy larga con sus
amigas, en la que le contó todo, bueno casi todo… Berta y
María estaban contentísimas por Anna. También la tuvo con su
madre pues sospechaba que a su hija le pasaba algo, Anna se
lo explicó, también le pidió consejo, estaba confundida…
Pasaron unos días, en los que hablaba con William todas las
noches, ella se dio cuenta de que no estaba trabajando en la
dirección correcta, algo no iba bien, tuvo una “chispita del
corazón” y decidió hacerle caso, así es que decidió pedirse
unos días en el trabajo, para hacer limpieza en casa, pero no la
limpieza de limpiar sino de tirar cosas que la anclaban al
pasado y le hacían daño. También tiro ropa, zapatos… en fin,
quería renovarse, empezó por su vestuario. Se tomó todo un
día de compras, en los que se gastó unos ahorrillos en faldas,
vestidos, camisetas, blusas, zapatos, maquillaje, vaya todo
nuevo… disfrutó como hacía mucho no lo hacía. Otro día fue
a un salón de belleza quería darse ese capricho, manicura,
pelo, pedicura, masaje… todo lo que pudo… Y fueron
pasando los días, semanas… unos tres meses en los que ella
iba a pasos agigantados con su trabajo personal, Anna se sentía
feliz, plena, iba al gimnasio asiduamente, hacia yoga también,
visitaba el salón de belleza con frecuencia, le encantaba, ahora
llevaba la melena por encima de los hombros capeada cosa
que le favorecía mucho, vestía de otra forma, pero era su cara
la que reflejaba… paz.
No dejo de lado lo más importante para ella, trabajar los
libros de Liam, hacer los ejercicios que proponía, ver videos
explicativos, coger apuntes… todo esto la estaba ayudando
y… por supuesto también las llamadas nocturnas de más de
una hora de William, de este modo se fueron conociendo.
Una noche Anna se estaba duchando, Daniela dormía en su
cama rendida después del cumpleaños de su amigo Javi,
William llamó como cada noche, sólo que esta vez, la que
cogió el teléfono pensando que era su abuela, fue Daniela:
—Hola abela.
—Mmm, hola… no soy tu abuela, soy William, ¿Y mamá?
—Ahh, ¡Hola! Se está duchando, ¿Poqué hablas raro? —A
Daniela le extrañaba su acento escocés.
—Pues porque soy de un país muy, muy lejano.
—¡Alá! ¡Qué bien! ¡Te encontré!
Anna estaba apoyada en el quicio de la puerta escuchando
la conversación que tenían los dos, Andrea conectó el manos
libres, y la conversación prometía.
—¡Y eso!… William se rio por la espontaneidad de la niña.
—Pues verás mi mamá es una “pinsesa” y… tú eres de un
país lejano, entonces eres un “pínsipe” ¿Tú quieres ser el
suyo? Ella necesita un “pínsipe”
Anna se emocionó con las palabras de su hija.
—¿Yo? Su príncipe…
—Sí ¿Quieres?
—Sólo si tú me dejas.
—Claro que te dejo… oye… Y tú… ¿Querrías ser mi papa
“pínsipe”?
—Pues… Solo si mamá me deja.
—Vale, ¡Yo la convenzo!
—Y… ¿Por qué estás despierta tan tarde?
—Estaba dormida pero tú me has despertado. —Dijo
Daniela bostezando.
—¡Uy! Perdóname Daniela.
—¿Porqué sabes mi nombre?
—Porque tu mamá me ha hablado mucho de ti… mucho.
—Eso no vale… a mí solo me ha dicho que te llamas
William.
Él se lo estaba pasando pipa con lo dicharachera que era
Daniela, además le encantaban los niños pequeños.
—¿Te cuento yo algo de mí?
—Sí porfa.
—Me llamo William, soy muy alto, tengo el pelo rojo, los
ojos verdes… Me gusta ver la tele, ir al parque a pasear,
montar a caballo… Tengo un hijo que tiene diez años, se llama
Andrew y… no sé que mas decirte… bueno sí… el país lejano
se llama Escocia.
—¡Tienes el pelo rojo!…mola. A ver montar a caballo es
normal, eres “pínsipe” Me llevarás al parque, a mí también me
gusta y… ¿Me enseñarás a montar a caballo?
—Claro preciosa.
—Y… ¿tendré un hermanito con el pelo rojo?
Anna por poco se atraganta con la infusión que se estaba
bebiendo, Daniela miró a su madre, William se reía. La niña
saltó de la cama y le dijo a su madre atropelladamente:
—Te ha llamado tu “pínsipe”, yo le dejo, ¡Y quiere serlo
mamá! Quiero que sea mi papá “pínsipe”, me ha dicho que sin
problema, si tú le dejas claro y… quiero un hermanito con el
pelo rojo… y voy a montar a caballo.
—Vale, vale nenita, tranquila, todo eso habéis hablado ¡Lo
del caballo genial ehhh!… Hola Will ¿Qué tal el día?
—Hola, princesa… bien ha ido bien.
—Y tú señorita… ¿No tenías que estar durmiendo ya?
—Me ha despetado el “pínsipe” mami.
—¿Ah sí?..¿Qué te parece mi pequeña Daniela?
—Una niña muy lista que sabe lo que quiere.
Estuvieron un buen rato riendo los tres, a la pequeña le
cayó muy bien el… príncipe, un rato después Daniela se
durmió, no podía más… y su madre la llevó a su camita.
—Ya queda menos para la próxima conferencia ¿no? —
preguntó Anna.
—Sí, ya tiene fecha será en unos dos meses más o menos,
el 13 de mayo, esta vez será aquí en Edimburgo.
—Hablaré con Liam para que me guarde una entrada,
entonces… ¡Voy a Escocia Will!
—¡Tranquila!… ya he hablado yo con mi hermano, y tienes
pase VIP, además no necesitas reservar hotel, ni billetes. No te
tienes que preocupar por nada.
—Vaya me he quedado sin palabras… gracias. Al final va a
llegar la conferencia y no nos hemos visto… por unas cosas u
otras… por lo menos nos veremos allí ¿no?
—Por supuesto pequeña, claro que nos veremos.
—Me gusta cuando me llamas pequeña.
—Y a mí cuando me llamas Will, como le das el acento
español, lo dices diferente.
—Tengo muchas ganas de verte… te echo de menos.
—Y yo a ti… pequeña, ya mismo nos vemos, ya verás.
Se despidieron, Anna, queriéndole ver, necesitaba estar con
él, William sabiendo que en dos días se verían pues tenía que
viajar a Madrid por negocios, alargó el viaje para darle la
sorpresa y visitarla. Había hablado con Berta, la cual le contó
todos los horarios de Anna, William no sabía lo que duraría la
reunión, ni el momento en que la vería.
CAPITULO VI
¡Sorpresa!
Y así pasaron los dos días, Anna con su rutina y William
planeando su sorpresa… Terminó la reunión, miró el reloj, le
daba tiempo a comprarle un ramo de rosas e ir a buscarla al
gimnasio, en el cual estaba Anna, pero no haciendo ejercicio,
sino hablando con Jesús, su preparador físico, echaba de
menos a William, quería verle pero no podía ir a Escocia y le
daba cosa pedirle que viniera, necesitaba el consejo de un
amigo. William esperaba en la cera frente al gimnasio, cuando
la vio salir, sintió lo mismo que la primera vez que la vio, pero
se desvaneció cuando vio que estaba acompañada por un
chico, los observó… lo que era un abrazo de amigos, los celos
de él lo interpretaron como algo más, echaba humo cuando
Jesús le cogió un mechón y se lo puso detrás de la oreja como
hacía él, se dieron las manos y se despidieron con otro abrazo,
William no pudo más, volvieron los fantasmas del pasado, tiró
el ramo al suelo y se fue al aeropuerto dirección… Escocia.
Pasaron dos días en los que William no llamó a Anna, dos
días en los que Anna estaba preocupada por él, no era normal
no saber nada de William. Dos días en los que él tenía un
humor de perros, dos días en los que se sintió traicionado otra
vez, dos días en los que hacía caso a la mente y no al
corazón… todos se dieron cuenta de que le pasaba algo y
grave, esta vez fue Elisabeth quien habló con él, le vio sentado
en el sofá con las manos en la cabeza desesperado y se acercó:
—¿Me vas a decir lo que te pasa? Y no me digas que nada
porque no me lo creo.
—Eli no te oí llegar…
—Venga déjate de formalismos y suéltalo, te va a hacer
bien.
—Otra vez, me lo han hecho otra vez… se vuelve a repetir
y no lo soporto, de ella no… no… no
—Hablas de Anna, ¿Qué te ha hecho? ¿Algún problema
con ella? Mira te voy a ser sincera, me llamó preocupada, no
sabe nada de ti desde hace unos días… si te ha hecho algo ni
ella lo sabe.
—Eli he ido a Madrid, iba a darle una sorpresa y la sorpresa
me la llevé yo… la vi con un chico a la salida del gimnasio…
duele, más que con Jane y de verdad que no sé cómo
afrontarlo.
—A ver… ¿Qué viste Will? Puede ser que sea un
malentendido.
—Por favor, no me hagas reír, no me hagas recordarlo…
Eli no soy tonto, se abrazaban, se acariciaban…
—Hay dos posibilidades… que lo que interpretaras mal, o
que sea verdad. En cualquiera de los dos casos tienes un solo
camino… hablarlo con ella… — William negaba con la
cabeza—. vale, vale… pues solo te queda aceptarlo y seguir,
tienes un hijo que está preocupado… y te necesita, el tiempo
dirá.
William tardó dos días más en poner en orden su cabeza, y
volver a ser él, aunque por dentro se moría… Una noche llamó
a Anna, quería escucharla, lo necesitaba:
—Will, me tenías preocupada, no sabía nada de ti.
—He tenido una semana muy liada.
Anna le notó más serio que nunca, eso le hizo dudar… una
semana sin saber nada y ahora no estaba como siempre, le hizo
pensar en que ya no sentía igual…
—Vaya ¿y ya todo bien? te noto raro… ¿Pasa algo?
—Nada estoy cansado, eso es todo. ¡Ahhh! Liam ya tiene tu
entrada, y dice que te quedarás en su casa, que eres su
invitada…
Anna se sintió decepcionada, había dado por hecho que se
quedaría con William… que él también lo quería así.
—Además tengo que decirte algo, yo no estaré en la
conferencia esta vez, esa semana viajo a New York, reuniones
de trabajo.
No se pudo reprimir más y dejó caer las lágrimas por sus
mejillas, sentía que lo había perdido. Se quedaron callados,
reinó uno de sus cómodos silencios que Anna rompió
diciéndole:
—Te echaré de menos Will… Y colgó.
William se quedó con el teléfono en la mano roto por
dentro pues había escuchado a Anna llorar, además ese “te
echaré de menos” sonó a despedida, pero estaba dolido por
una verdad que solo él creía. Esa noche ninguno de los dos
durmió… Will había hecho lo que le dictaba su corazón, poner
tierra de por medio y… dolía mucho. Por otro lado Anna lo
único que pensaba era que él se había cansado de esperar, ya
no sentía igual, lloró en su almohada, pero decidió hacer caso
al corazón y quererse a sí misma, se refugiaría en ella misma
aunque doliera. Las llamadas cada vez eran más distanciadas
en el tiempo… hasta que dejaron de existir. Y día a día,
semana a semana, llegó el día de viajar a Escocia para la
conferencia de Liam.
CAPITULO VII
“Un sueño, conocer Escocia”
El viaje se lo pasó soñando con Escocia, siempre había
querido visitarlo, pasear por sus verdes prados, conocer sus
ciudades, su gente, sus castillos… y aunque hubiera deseado
que fuera William él que le enseñara su país, era otro sueño él
que iba a cumplir.
—Hola Liam, ¡Qué alegría verte!
—La alegría es mutua. —le dijo abrazándola.
—Vaya aquí hay alguien que se parece mucho a ti…
—Él es Andrew, el hijo de William…
—Hola Andrew, soy una amiga de tu tío… y de tu padre.
—Ya lo sé, antes hablabais mucho, ahora no tanto. —Le
dijo mirándola a los ojos, desafiándola, pues intuía que la
tristeza que tenía su padre en los ojos, era por ella.
—¿Sabes? Te pareces a tu tío muchísimo, pero esa mirada
es de tu padre.
El niño sonrió, adoraba a su padre. Caminando se fueron
para el coche, Anna iba en su mundo, le parecía raro estar allí
y que no estuviera William. Se sentaron los tres en la parte de
atrás, Liam y Andrew la observaban, ella estaba a punto de
llorar, fue Andrew el que le habló:
—Anna… ¿En qué trabajas?
—Pues tengo la suerte de trabajar en lo que me gusta, soy
enfermera. Y tú ¿Qué quieres ser de mayor?
—Yo pues, quisiera ser como mi padre, ser lo buena
persona que es —le dijo retándola.
—Sí que es buena persona, en eso estoy de acuerdo, no hay
otro igual… pero tienes que ser tu mismo Andrew.
—Tienes razón.
—¿Cuáles son tus hobbies?
—Mi padre ya te habrá dicho que los videojuegos. —Anna
asintió—. También me gusta leer, jugar con mis amigos,
dibujar y montar a caballo con mi padre, él me enseñó.
—Vaya a mí también me gusta dibujar y leer… pero montar
a caballo no se la verdad.
—Tío ¿podemos enseñarle?… porfa.
—Si Anna quiere, sí ¿porque no? —contestó Liam.
—Creo que no tengo opción.
Liam se dirigió al chófer y le dijo que no fueran a la casa de
Edimburgo sino al castillo, Anna alucinó.
—¿Tenéis un castillo?
—Sí, mi tío tiene uno grande, mi padre otro algo más
pequeño y algo más lejos también, aparte de las casas de
Edimburgo.
Anna que siempre había querido ir a Escocia, se relajó
mirando por la ventanilla del coche, admirando sus verdes
prados, riachuelos… paisaje en general, cuando divisó el
castillo a lo lejos, pensó que no había visto nunca algo
parecido, era precioso. Llegaron al castillo, eso ya fue lo más
para ella… parecía que estaba en otra época, la escalera,
cuadros, habitaciones… después de verlo se instaló en su
habitación, no bajó hasta la hora de cenar. La cual fue
diversión cien por cien, aunque echaba de menos a William,
con Andrew que al principio parecía que se lo iba a poner
difícil, al final hicieron buenas migas, rieron, contaron
anécdotas… pasó una velada tranquila.
La mañana siguiente amaneció despejada, Andrew estaba
nervioso con la posibilidad de enseñar a Anna a montar a
caballo, ella sin embargo se levantó bajita de moral, estar allí
sin William la estaba matando, sobre todo porque no sabía por
qué cambió.
Pasaron la mañana con la clase de equitación, se lo pasaron
genial, a Anna no se le dio mal del todo, teniendo en cuenta
que era la primera vez, pero no se quitaba de la mente a
William… en un momento dado se hizo un selfie y se lo
mandó a William con la intención de que todo volviera a ser
igual, hasta le escribió un comentario que solo el entendería
“Aprendiendo a ser princesa” pero no recibió contestación.
Pasó el día cada vez peor, más hundida, la siguiente
noche… sin dormir, llorando en su almohada, al día siguiente
estaba desmoralizada, la única alegría que se llevó fue ver a
Elisabeth, pasaría el día con ellos, en un momento dado ella
fue la que preguntó a Anna que le pasaba, para nadie había
pasado desapercibido el dolor de ella.
—¿Qué pasa Anna?
—No sé a qué te refieres Elisabeth.
—¿No? Pues a ti y a mi hermano, los dos vais cabizbajos
por el mundo, además no nos cuadra que él no está aquí. Algo
muy significativo ¿no crees?
—Tenía trabajo en New york, es lo que me dijo.
—Anna, eso no te lo crees ni tú… Venga dinos que pasa. —
Le dijo Liam que no aguantaba más la situación en silencio,
tenía que ayudarlos.
—Liam no lo sé, él cambió conmigo hace unos dos meses,
de pronto dejó de llamarme, yo me preocupé, llame a
Elisabeth ¿te acuerdas? —Elisabeth asintió—, pero no sabía
nada de él, y después cuando me llamó Will fue peor, estaba
distante conmigo, raro, serio, como enfadado, yo que sé… y
ahora hablamos muy poco, más bien no hablamos, mira ayer le
mandé esto. —se lo enseña —y todavía no me contesta… Es
como si ya no quisiera saber nada más de mi, como si no
sintiera igual y duele… —Anna lloraba, estaba desesperada,
no sabía qué pasaba.
—Y tú Anna. ¿Qué sientes por él? —le preguntó Liam muy
serio.
Anna se seco las lágrimas, pasaron por su cabeza todos los
momentos vividos con él, desde que le vio en el tren hasta las
llamadas telefónicas, y miró a los dos sonriendo.
—Le quiero, estoy enamorada de él desde la primera vez
que le vi, fue como una descarga, como… un flechazo.
En ese momento apareció un pequeño espectador que
estaba escondido detrás de la puerta, abrazó a Anna y le dijo:
—Anna mi padre te quiere lo sé… pero vino destrozado de
Madrid, habla con él por favor, nunca he visto a mi padre más
feliz que cuando vino de la conferencia.
—¿Qué dices? Que fue a Madrid… ¿Cuándo?
—Hace unos dos meses. —contestó Elisabeth dispuesta a
hablar—. Y yo si sé lo que le pasa, por algo que vio, él me lo
contó.
—Habla por favor.
—Pues mi hermano viajó por negocios a Madrid, y pensó
en darte una sorpresa…pero vino destrozado, con un humor de
perros. ¿Os acordáis? —Liam y Andrew asintieron-Una tarde
hablé con él y me dijo que… a la salida del gimnasio que tu
vas, fue a buscarte y te vio con un chico, que si dándote varios
abrazos, te acariciaba la mejilla… y él creyó que se volvía a
repetir la historia, que tú… bueno que no lo soportaba me dijo.
—Yo no estoy con nadie, yo quiero a tu hermano… —
Pensó en quien podía ser y se acordó de aquel día que necesitó
consuelo. —Creo que ese chico era Jesus, mi preparador
físico, ese día estaba muy mal, precisamente por Will… y me
estaba animando pero nosotros no tenemos nada, sólo es un
buen amigo.
—¿Qué vas a hacer Anna? —le preguntó Andrew.
—Recuperar a tu padre, no sé cómo, pero voy a
recuperarle.
—Por teléfono no me parece buena idea. —dijo Elisabeth.
—Y cuando acabe la conferencia tampoco. —contestó
Liam.
—¿Y qué hago entonces?
—Irte a New York. —Le dijo riendo Andrew.
—Pero… no sé donde está, nada no sé nada.
—No pongas escusas, yo te daré la dirección, ahora mismo
vengo, voy a ver si hay billete… —Dijo Liam saliendo del
salón.
—Está bien iré… claro que iré, Andrew te prometo que
volveremos los dos… juntos.
Unos minutos después, llegó Liam con el billete de avión,
Anna recogió sus cosas, tenían que darse prisa el avión salía
en cuatro horas y había una y media hasta el aeropuerto.
CAPITULO VIII
“Cruzo el charco”
En el viaje, se durmió, leyó, escuchó música, vio una
película, en fin acabo hartita de avión, eran muchas horas y
estaba impaciente por ver a William.
Por otro lado, William llamó a casa de Liam para hablar
con Andrew, pero con quien habló fue con Elisabeth, la cual
cuando William preguntó por Anna no pudo evitar contarle lo
que les explicó ella del supuesto chico, él se sintió mal y
enseguida quiso volver a Edimburgo, Elisabeth intentó
convencerle de que no lo hiciera pero no pudo, lo único que
consiguió fue que le mantuviera informado del avión.
Vaya lio se formó, pues sin saberlo estaban los dos en el
mismo aeropuerto, él para coger el vuelo a Edimburgo y ella
llegando a New York… Anna llamó a Liam para decirle que
ya había llegado:
—Liam acabo de llegar, ¿Dónde está exactamente Will
ahora? Yo estoy cogiendo un taxi.
—¡Nooo! No lo cojas, acabo de hablar con Will y en media
hora sale en el avión para Edimburgo…
—Eso significa que ya estará en el avión, todo para nada…
¿y porque se va ya?
—Ha llamado esta tarde, Elisabeth le contó lo que
estuvimos hablando, y decidió venir para aclararlo contigo.
William siempre se monta el último tiene esa manía, si corres
le pillas… y no sabe que estas ahí.
—Vale, adiós Liam.
Y no se la jugó pues mientras corría buscando la puerta de
embarque para Edimburgo, llamó a William para que no
montara en el avión.
—Hola Will ¿Qué tal? —Le preguntó corriendo por el
aeropuerto.
—Pues bien, ¿y tú? ¿Estás corriendo? ¿Pasa algo? ¿Es
Andrew?
—No, no tranquilo, todo está bien. —Y de pronto le vio de
espaldas en la fila, y dejó de correr, se quedó parada, sin
hablar…
—Bien pero que pasa, Anna, Anna, ¿me oyes?
—Will no cojas el avión, por favor. —sólo acertó a decir
esa frase mirando al hombre con quien quería pasar el resto de
su vida.
—Pero… no entiendo…
—Will estoy aquí, detrás de ti.
Y William se dio la vuelta muy despacio, la vio sonriendo
con su maleta en una mano y el teléfono en la otra.
—¿Qué haces aquí, pequeña?
—Buscar a mi príncipe. —Colgaron la llamada, Anna fue
corriendo hacía William, se abrazaron.
—Y… ¿Le has encontrado?
—Sí, le encontré hace seis meses… Will deja que pase,
confía en mí, yo no sería capaz… no hablo más pues William
le puso un dedo en sus labios para que no siguiera hablando, le
acarició la mejilla, le cogió la cara con las manos, se acercó
muy despacio y le dijo muy bajito pegado a sus labios:
—Vale pequeña, no hables ahora, solo quiero besarte…
Se besaron como nunca lo habían hecho, sabiéndose el uno
del otro, dejando que pasara, derribando los pocos muros que
quedaban.
—Creí perderte y no lo soporte Anna, perdóname. —Le
dijo William abrazándola.
—Nunca me perderás, ¡Dios mío no me lo creo!
—¿El qué?
—Yo aquí en New York… contigo.
—Tú aquí conmigo… juntos.
—Sí, juntos Will.
Cogieron un taxi para irse a un hotel a pasar la noche, o eso
creía William, porque Anna tenía claro que se quedarían unos
días, no todos los días se está en esta ciudad. Ya en el hotel
hablaron largo y tendido sobre lo que pasó, aclararon el
malentendido, Anna llamó a Liam para decirle que se
quedaban unos días, que todo estaba bien, pero William estaba
pensando y Anna le preguntó:
—Will te veo confuso ¿es así?
—No sé que esperar, estás tan cambiada…
—Esta que ves aquí soy yo, capaz de cruzar el charco por
lo que quiero, ya me he mimado bastante, y estoy dispuesta
a… dejar que pase. ¿Y tú Will?
—Pequeña, te quiero, te dije que te esperaría, ¡Oh Dios!,
por supuesto que quiero que pase.
Esa noche y la siguiente y por el día… cada vez que podían
hacían el amor… se deseaban … estaban en una nube,
enamorados, disfrutando la felicidad… no se lo creían pero se
sentían así… felices. Paseando dos días después hablaron de
volver:
—Digo yo que habrá que ir pensando cuando volver. —
Dijo William.
—He pensado una cosa, pero no sé si querrás hacerlo.
—Dime.
—Quisiera que fuéramos a Madrid los dos juntos, pero
primero tengo que ir a Edimburgo, le hice una promesa a un
niño de diez años y pienso cumplirla.
—Y… ¿Qué le prometiste? Si puede saberse. —Le
preguntó abrazándola.
—Pues que… regresaría contigo, ya sabes, los dos,
juntos…
—Eso le prometiste, ¿A Andrew?
—Sí, ha estado muy preocupado por ti, me lo pidió casi
llorando, me dijo que no te había visto nunca tan feliz como
cuando volviste de la conferencia.
—Y tú eras la razón de esa felicidad, pequeña. —la besó y
siguió hablando. —Pues, me parece una idea genial.
—Entonces, cogemos los billetes y nos vamos…
—Yo me voy en mi jet privado… tú como quieras.
—¿Tienes jet privado?
—A ver, eso es un pequeño detalle de algo que no te he
dicho aún… mis negocios… me rentan muy bien… muy bien.
—¿Eres millonario?
—Pues, sí. —dijo rascándose la cabeza— …pero nos
vamos o no.
—Sí, en tu jet privado… ¡Guauuu!
Bueno pues alucinar es poco lo que hizo Anna en el viaje
de vuelta, sillones de cuero blanco, mesa a juego… azafatas
que te servían súper bien, y hasta un dormitorio que usaron,
pero no para dormir. Este viaje se le hizo más llevadero.
CAPITULO IX
“Edimburgo y después… Madrid”
Llegaron a Edimburgo, se fueron para la casa de Liam,
nadie sabía que llegaban y esperaban que estuvieran todos allí.
—Qué alegría veros juntos Anna.
—Gracias Liam, ¡soy tan feliz!
En ese momento llegó Andrew corriendo, y en vez de ir a
los brazos de su padre, fue a los de Anna, le preguntó bajito
pero lo oyeron todos.
—Dime que eres la novia de mi papá… Anna miró a
William, ninguno de los dos se esperaron la reacción del niño.
—Te hice una promesa ¿no?… estamos juntos pequeño.
Andrew se abrazó a su padre y le dijo:
—¿Sabes? Es la mejor, gracias papá.
Después llevaron las maletas a la habitación que usaba
William normalmente, bajaron para la hora de la cena.
—Andrew, tengo que decirte una cosa, verás mañana me
voy a Madrid y… quisiéramos que nos acompañaras.
El pequeño pasó de la tristeza a la alegría en cero coma. —
¡Los tres!… sí claro, claro que voy.
—Y yo ¿qué pasa no puedo ir? —Preguntó Liam.
Anna y William se miraron sonriendo, al final juntarían a
todos…
Los padres de Anna, Juana y Manuel, estaban con Daniela
en el parque, por la noche se estaba fresquito. Cuando la
madre de Anna vio aparecer a su hija abrazada a William lloró
al ver su cara de felicidad, su padre estaría eternamente
agradecido a William por hacer que a su hija le brillaran los
ojitos.
—¡Daniela, mira quien ha venido! —La llamó su abuela.
Cuando la niña vio que era su madre, estalló en una
carcajada y corrió a sus brazos.
—Mi niña cuanto te he echado de menos.
—Y yo a ti mami… ¡Muuuucho!
Mientras madre e hija se abrazaban, William saludó a los
padres de Anna y presentó a su hermano e hijo.
Anna le dijo a Daniela. —Hijita ha venido conmigo alguien
que quiero que…
Y no pudo decir más, Daniela se fue en dirección de
William y alzó sus manitas sonriéndole para que la cogiese.
—Hola “pínsipe” William, encantada de conocerte… por
fin.
—Hola Daniela, ¿Me das un beso?
—¡Uy! ¿Puedo?…eres “pínsipe” —Todos rieron por la
ocurrencia de la pequeña.
—Claro que puedes, te voy a contar un secreto… sólo soy
el príncipe de mamá… si tú me dejas.
Se tiró a sus brazos abrazándole, dándole infinidad de
besos, y gritando que sí que le dejaba. De pronto se quedó
muy seria y le preguntó:
—¿Y podré tener un hermanito con el pelo rojo?
—¡Daniiii!… ya se verá. —dijo su madre mientras todos
reían a su alrededor.
Liam se fue a dormir al hotel que se alojaba siempre,
William y Andrew se quedaron en casa de Anna. Daniela y
Andrew jugaban en el salón, el niño jugaba con Dani con
mucho amor, se llevarían bien. William los observaba, pensaba
en lo que les esperaba ahora, amor en la distancia, sería difícil
pero él tendría que arreglar sus negocios antes de trasladarse a
Madrid, y necesitaría unos meses.
Al día siguiente cenaron en casa de Juana y Manuel, una
cena inolvidable para Anna, hacía tiempo que no se sentía tan
feliz, eso lo reflejaba su cara, en un momento dado se
quedaron William y Manuel solos en el salón.
—William ¿te puede decir una cosa?
—Por supuesto Manuel. Tú dirás.
—Verás te quiero dar las gracias, sí no me mires así, gracias
por la sonrisa de mi hija, gracias por como la miras, gracias
por quererla como la quieres.
—Manuel yo, la quiero sí… la adoro… ahora nos tenemos
que separar, va a ser duro, necesito unos meses para acomodar
todo para instalarme en Madrid.
—Estaremos pendiente, hacer las cosas con calma, tenéis
toda una vida, confiar en la vida.
Anna estuvo escuchando la conversación en el quicio de la
puerta, emocionada, pensando en la otra posibilidad… irse ella
a Escocia.
CAPITULO X
¿Te cuento un secreto?
Pasaron unos meses duros, en los que se vieron bastante
pero para ellos no lo suficiente, y eso que se veían casi todas
las semanas, se echaban de menos, cada vez más, sus
encuentros eran puro amor y pasión, no se separaban. William
tenía una idea y la llevaría a cabo en Navidades cuando
reuniera a toda su familia y la de Anna.
Cena de Nochebuena, casa de Liam, consiguió William lo
que se proponía juntar a las dos familias, Juana y Manuel,
Elisabeth y Edward, también estaban los padres de William,
Claire y Michael, Liam y por supuesto los peques Andrew y
Daniela que se hicieron inseparables, William y Anna se
sentían dichosos, a la mesa con todos… Degustaron productos
tanto españoles como escoceses, al igual que reinaron las
tradiciones de las dos familias. Después de cenar se sentaron
alrededor del Árbol de Navidad, para tomar una copa
tranquilamente, Daniela miraba hacia arriba nunca vio uno tan
grande… a una señal de William, Andrew y Daniela cogieron
a Anna de la mano, y la llevaron al centro de todos, le dieron
un beso diciéndole:
—Anna eres perfecta para mi papá y para… mí.
—Mami, te quiero mucho y al “pínsipe” también.
A continuación Will se acercó a Anna, cogió sus manos,
ella miró alrededor, todos observaban en silencio, Anna se
puso sonrió nerviosa.
—Will…
Él miró al padre de Anna y éste asintió.
—Bien, pequeña hace unos meses se iluminó mi vida,
cuando te vi en el tren… —Anna le cortó.
—¡Te acuerdas!
—Sí, claro, ahí es donde se encontraron nuestras almas. Ese
día sentí que eras tú, es como si te hubiera esperado toda la
vida, algo me empujaba a ti, me pediste tiempo y te lo di,
aunque me dolía no poder abrazarte… después me fui y no
dudaste en cruzar el charco para estar conmigo ¡Guau! ¿Sabes
lo que es eso? Querer a alguien y que con ese hecho sientas
que te quiere de la misma manera, no sabes lo feliz que me
sentí en ese momento. —Anna lloraba, Will le limpió las
lágrimas y continuó:
—Decirte que te quiero ya no es suficiente para expresar lo
que siento por ti, es mucho más grande… Anna deseo que seas
mi compañera de viaje, que envejezcas a mi lado, que
disfrutemos la vida juntos y todo esto, aunque te parezca una
locura… lo quiero ya… —William hincó la rodilla al suelo—.
Así es que pequeña mía ¿me harías el inmenso honor de ser mi
esposa?
Daniela le miró y le dijo bajito “tienes que preguntarle lo
que te dije”.
—¡Ahhh! Sí, es verdad, ¿quieres que sea tu príncipe
oficialmente?
Anna reía nerviosa, caían lágrimas por sus mejillas… Se las
limpió y se dispuso a hablar.
—Will… en ese tren te entregué mi amor, en una simple
mirada, desde entonces ha cambiado tanto mi vida… un ángel
me iluminó el camino, el camino que quise forjarme yo sola,
para estar preparada para amarte, claro que crucé el charco y
lo volvería a hacer, porque yo tampoco concibo la vida sin ti…
así es que… por supuesto que quiero ser tu esposa, tu
princesa…
No pudo seguir pues se quedó con la boca abierta cuando,
William le puso un anillo de esmeraldas. —Es del color de tus
ojos, mis prados verdes… —Se levantó y se besaron con
pasión, los demás gritaban de alegría, los abrazaron
felicitándolos… reinaba la felicidad… Andrew abrazaba a
Anna cuando ésta le dijo al oído:
—Tú sí que eres perfecto Andrew.
Daniela fue a William que la cogió en sus brazos y le
preguntó bajito:
—¿Podre tener un hermanito con el pelo rojo?
—Te cuento un secreto… yo también lo estoy deseando
Dani. —Contestó William.
Anna se acercó con Andrew abrazado a su cintura y les dijo
a los tres:
—¿Os cuento un secreto yo?… En unos siete meses ya
vivirá con nosotros…
Andrew abrazó a Daniela, William no articulaba palabra,
los demás no sabían que pasaba hasta que lo pequeños se
encargaron de contárselo:
—Nenita, se lo dices tú o yo.
—¡Vamos a tener un hermanito con pelo rojo!
Todo estalló en alegría, Will y Anna se abrazaban, pero él
no lo asimilaba, no creía que pudiera ser tan perfecto.
—Anna es enserio, yo te quería sorprender y…
—Sí Will estoy esperando un bebé o dos porque mira que
barriga tengo con dos meses.
William la alzó y giraba con ella, Anna reía sin parar
abriendo los brazos.
—¡EHHHH! ¡Voy a ser padre! ¡Joder Anna no sabes lo
feliz que soy!

FIN
EPILOGO
Una mansión escocesa, un prado verde, un círculo dibujado
en el suelo con flores blancas. Tres velas, dorada, plateada y
blanca simbolizan el sol, la Luna y una pareja. Dos cuencos
uno con sal y otro con agua son la tierra y el agua. Una pareja
situada dentro del círculo, familiares y amigos alrededor de
ellos por fuera. Los novios con las manos atadas, unen sus
almas eternamente. Juran traer luz, amor y felicidad a su
unión. Se intercambian anillos que simbolizan el ciclo de la
vida, juntos encienden una vela blanca, la vela nupcial…
Saltan una escoba para dejar atrás lo pasado y comenzar una
vida juntos.
Una boda celta, sencilla… en la que reinó la alegría,
felicidad, amor, tranquilidad, paz, dicha… celebrada año y
medio después de aquellas navidades, en Inverness, una tarde
de verano.
El novio, William, no podía estar más guapo, con una
sonrisa que iluminaba su rostro, vestía el típico kilk escocés
con los colores de su clan. Su hijo mayor, Andrew; vestía igual
que él.
La novia, Anna, la más bonita que he visto nunca, sus ojos
expresaban la felicidad que sentía, vestida con un vestido
largo, sencillo que marcaba sus curvas sin ir ajustado,
adornado solo con una corona de flores blancas en el pelo
suelto… y su hija, yo, también vestida igual que ella.
Dos bebes de casi un año, James y Clara, comenzaban a
andar, el niño con la mirada verde de su padre, la niña con los
ojos color ámbar de su madre y los dos con el pelo rojo, como
deseaba cierta niña.
Esta boda no fue el final de esta historia, sino el principio,
pues a partir de este día comenzó una nueva vida, en otro país,
Escocia, con otras costumbres, idioma… Pero con el amor que
un día encontraron en un tren… en un cruce de miradas en los
que quedaron atrapados para siempre.
AVANCE DEL PRÓXIMO LIBRO
DE LA SAGA
“Sin buscarte, te encontré”
Liam Mckenzie, escritor escocés de libros de ayuda
personal, vive para cumplir su propósito de vida, ayudar a los
demás con sus palabras a encauzar sus vidas, por esta razón la
búsqueda de “su mujer especial” de su amor queda aplazada…
o eso cree él.
Aileen McLeod es una tímida chica escocesa que sigue a
Liam desde la primera conferencia, desde su primer libro
publicado… y como si sus vidas fueran como un libro ya
escrito sus caminos se encuentran poco a poco sin darse
apenas cuenta, tienen un tira y afloja con la vida, pues esta se
empeña en juntarlos y uno de ellos niega lo evidente, hasta que
el amor les estalla en la cara.
La historia de Liam y Aileen es una historia que nos enseña
que sin darnos cuenta atraemos con nuestros actos lo que
anhelamos en nuestra vida, incluso el amor.
AGRADECIMIENTOS
En primer lugar agradecerte a ti, sí a ti que estás leyendo
este libro, gracias a eso estoy cumpliendo un sueño, solo deseo
que no te defraude la historia y que te llegue al corazón, pues
desde el corazón la he escrito.
En segundo lugar, gracias a un gran amigo, apareciste en el
momento justo en mi vida, enseñándome tantas cosas,
enseñándome a ver la vida desde mis sueños, escuchando la
voz de mi alma, si tú no me hubieras iluminado con tus
palabras este libro no existiría, GRACIAS, GRACIAS,
GRACIAS.
Acordarme de mi familia en general… porque siempre
estáis ahí, en lo bueno y en lo no tan bueno. Gracias a todos
por ser como sois, por enseñarme que la familia es lo primero
y que con amor y dedicación todo se puede.
Agradeceros a vosotras, Ángela y Aitana, porque habéis
sido la inspiración e idea principal de este libro, sin vosotras
tampoco existiría.
A ti… J.C. Por ser mi compañero de viaje, por ir de la
mano en el camino de la vida, por estar siempre ahí con la
palabra justa, por hacerme sonreír, porque hasta con tus
silencios llenas mi vida…
Gracias a ti Daniel, simplemente por ser tú, porque contigo
nació en mi la emoción de ser madre, porque nos une un
vinculo especial, decirte mi vida, que en tu interior vive la
nobleza que te hace ser lo grande que eres, y no eres
consciente de esa grandeza.
Y especialmente, gracias a mi ángel, la niña que esperé
desde siempre, Elisa eres un ser especial que me haces ver la
vida de un color maravilloso. Este libro es también tuyo, por
aguantar mis dudas, por animarme con tus “me encanta” y
porque has estado desde la primera letra hasta la última
motivándome para que consiguiera mi sueño y eso mi niña…
¡Me encanta!
OTROS TITULOS
DE
MARY P. MARTÍN
“PRIMER AMOR”
Este es el primero de cuatro libros que forman la serie
“Siempre juntas”. La historia de cuatro amigas y el papel
fundamental del amor en cada una de sus vidas.
“Primer amor” cuenta la historia de Amelia, una cordobesa
que desde pequeña vive en Madrid. Amelia se enamoró de
Lucas siendo una niña, él era amigo de su hermano Pablo,
Lucas lo hizo cuando Amelia en la adolescencia se convirtió
en una preciosa jovencita… ¿O no? Quien sabe… Vivieron
una historia de amor inundada por la ternura, inocencia,
pureza… del primer amor pero… la vida suele poner
obstáculos en el camino y esta vez fue una infidelidad, la cual
por inexperiencia no pudieron saltar y les separó.
Durante muchos años vivieron sin saber el uno del otro,
construyendo cada uno sus vidas, con sus problemas y sus
alegrías, hasta que la vida vuelve a jugar con ellos,
encontrándose de nuevo de la forma más inesperada…
¿Es posible volver a enamorarse de la misma persona dos
veces? ¿Volverán a sentir lo mismo o de distinta forma?? ¿Qué
obstáculos tendrán que volver a saltar? ¿Vencerá la magia del
primer amor? ¿O será la del único y verdadero amor?
“YO CUIDARÉ DE TI”
Nuestra protagonista se llama Alessia, ella es una chica de
28 años, a la que no le quedará más remedio que viajar al país
que vio nacer a su madre para poder realizar su sueño, ser
arquitecto, lo que ella no sabía es que este viaje cambiará su
vida por completo.
Comenzará a trabajar en un estudio de arquitectura,
conociendo a Eric, Danah y más amigos. También se llevará
una grata sorpresa al descubrir que tiene “un jefazo” que más
que un jefe es un gran amigo, en definitiva personas que
formaran parte de su vida vienesa.
Una llamada de teléfono muy masculina y sugerente la
descolocará por completo. Un atraco con una sorpresa extra y
alguna fiesta son algunas de las nuevas experiencias que le
esperan en Viena
¿De quién será esa voz masculina? ¿Qué ocurrirá en ese
atraco? ¿Será su jefe tan bueno como parece? Y lo que más
nos importa… ¿Conocerá al amor de su vida?
Todas estas respuestas están dentro del libro, y alguna que
otra sorpresilla que dará un giro a la historia proporcionando
un final inesperado.
RECUERDA
Sería un placer para mí que me siguieras, y puedes hacerlo
en los siguientes sitios:
Facebook___________ Mary P. Martín
Instagram___________marypmartin19
YouTube___________ Mary P. Martín
Email_________marypmartin19@gmail.com
Igualmente quisiera saber que te ha parecido el libro, tanto
si es buena tu impresión como si no, lo puedes hacer en
cualquiera de los sitios que mencione antes, aunque me
encantaría que lo hicieras en Amazon, en las reseñas del libro,
¡son solo unos minutitos!

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