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Orígenes del TLC en México

El TLCAN fue firmado en 1993, pero entra en vigor en 1994 celebrado entre los
gobiernos de los Estados unidos de América del Norte, Canadá y México, con
la finalidad de impulsar el comercio en América del Norte y con ello, el
crecimiento económico de los tres países, a través de la eliminación
sistemática de la mayoría de las barreras arancelarias y no arancelarias del
comercio y la inversión, facilitando la circulación transfronteriza de bienes y
servicios entre los territorios.

Entre los principales propósitos del TLCAN se encuentran:


• Generar oportunidades empleo y mejorar el desempeño de la economía.
• Aumentar las oportunidades de inversión entre los Países Miembros.
• Eliminar barreras al comercio.
• Proteger los derechos de propiedad intelectual entre los países miembros.
• Promover condiciones de competencia leal en la zona de libre comercio.
• Disminuir costos e incrementar opciones de los consumidores.

En conjunto esto ha beneficiado a empresas, consumidores, familias y


trabajadores de los países miembros del TLCAN, por dichas causas el
comercio entre los países del TLCAN creció 128% desde que el acuerdo entró
en vigor, lo que significó pasar de 297.000 millones de dólares en 1994 a
676.000 millones de dólares en 2000. Las tres naciones comercian
trilateralmente 1.800 millones de dólares cada día.
La desigualdad económica es uno de los grandes problemas de nuestro
tiempo. El estancamiento de la clase media y la brecha cada vez mayor entre
los extremadamente ricos y todos los demás amenazan nuestro tejido social,
manifestándose en altas tasas de depresión, contribuyendo a la epidemia de
opioides. Si no se controla, la desigualdad económica será un desafío
existencial para nuestra democracia, pero es demasiado simple atribuir estos
peligros al TLCAN.
El TLCAN siempre estuvo lejos de ser perfecto y hay una necesidad de
actualizarlo -nada sorprendente para un acuerdo negociado hace un cuarto de
siglo-. No obstante, así como el TLCAN no causó desigualdad, matar el TLCAN
no haría nada para resolverla.
El peligro es que la demonización del TLCAN distraiga el trabajo mucho más
duro de averiguar cómo hacer la globalización económica más equitativa,
inclusiva y sostenible.

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