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La biología del lobo

Fecha de la última modificación: 16/09/2019

Morfología y fisiología

El lobo es un mamífero del orden de los Carnívoros y de la familia de los Cánidos


(Canidae). La especie actual, Canis lupus, surge durante el Pleistoceno, hace casi
un millón de años. Su amplio rango de distribución y gran adaptabilidad dan lugar
a una taxonomía complicada y debatida, así como en notable variabilidad en
cuanto a tamaño y apariencia. Un lobo adulto puede medir entre 100 y 120 cm
desde el hocico hasta la base de la cola, alcanzando ésta entre 35 y 40 cm; la
altura a la cruz oscila entre 60 y 70 cm, y pesan entre 30 y 50 kg. Su fuerte
constitución, las 42 piezas dentales de su potente mandíbula y sus voluminosos
músculos maseteros revelan su carácter de predador superior en las comunidades
biológicas.

Los lobos son animales inteligentes, de sentidos muy desarrollados,


especialmente la capacidad olfativa. Están bien equipados para recorrer grandes
distancias, y su velocidad punta puede alcanzar excepcionalmente 50 km/h.
Pueden saltar hasta 5 m de longitud y nadar varios kilómetros en aguas abiertas.

Reproducción y sociabilidad

Los lobos son animales sociales; viven en grupos formados esencialmente por
individuos emparentados. Sólo la pareja dominante (hembra y macho alfa) se
reproduce en el grupo, salvo en casos excepcionales; el resto coopera en las
labores de caza y cuidado de los jóvenes. Este sistema monógamo controla la
estructura del grupo y regula el tamaño de la población.

La temporada de cría de los lobos empieza en invierno o primavera temprana,


dependiendo de la latitud. La gestación dura de 61 a 63 días; las lobas en Iberia
paren entre abril y junio. El tamaño de camada es muy variable entre poblaciones,
y oscila entre 1 y 11 cachorros. Los cachorros abren los ojos a los 10-15 días, y se
destetan alrededor del mes y medio, cuando empiezan a nutrirse de carne
regurgitada por los componentes del grupo. A las 3 semanas los cachorros
realizan las primeras salidas del cubil. Son altamente dependientes de los adultos
hasta alcanzar el primer año de vida.

La edad de maduración sexual es variable, y está además condicionada por la


estructura social de los grupos, en los que los ejemplares subordinados no se
reproducen.
El tamaño de grupo familiar varía mucho entre regiones y estaciones, siendo en
general mayor la cohesión de los grupos en invierno.

Los grupos establecen y defienden frente a otros lobos, territorios de tamaño muy
variable, de 75 a 2500 km2, esencialmente en función de la densidad de presas y
características del terreno.

Ecología

El lobo es, objetivamente, el depredador apical (“apex predator”) que cuenta con


más literatura científica acerca de su funcionalidad ecológica en los ecosistemas,
lo que se suma a los valores culturales y, no menos importantes, éticos, que
justifican su conservación y protección desde un punto de vista legal.

La ciencia ha recalcado a menudo la importancia de los grandes predadores en


general (osos, lobos, linces, tigres, leones, glotones, grandes águilas, etc.) para la
supervivencia a largo plazo de la biodiversidad de los ecosistemas que ocupan.
Entre esos grandes predadores, los lobos son un ejemplo habitual de “especie
clave”: aquellas cuya influencia en el ecosistema es mayor de lo que cabría
esperar por su abundancia. Y lo son por su capacidad de modificar las densidades
y el comportamiento de las presas, así como por las interacciones indirectas con
otras especies (por ejemplo, los carroñeros). No obstante, ese papel clave en los
ecosistemas está a menudo limitado o suprimido por la persecución humana.

Consume preferentemente ungulados silvestres, especialmente cérvidos. En


ausencia de los mismos, es un depredador flexible. Así, sus presas varían en
tamaño desde pequeños roedores, como topillos y ratones, hasta grandes
ungulados, como alces y bisontes. Puede incluir en la dieta carroña y descartes
alimenticios de actividades humanas. Es capaz de prosperar en múltiples tipos de
hábitats, siempre y cuando haya cobertura suficiente para refugiarse, presas
salvajes y/o el hombre tolere su presencia.

Biogeografía del lobo


Originalmente, el lobo era uno de los mamíferos más ampliamente distribuido por
el mundo. No obstante, ha sido extirpado del 80% de sus territorios originales
europeos y norteamericanos en apenas 250 años. En Europa su distribución está
muy fragmentada, y ligada actualmente a a los grandes macizos montañosos del
este y sur. En los últimos años se observa una recuperación muy lenta y
localizada de parte de sus antiguos dominios en algunas regiones, incluidos
ambientes muy humanizados (como Alemania), debido especialmente a la elevada
disponibilidad de ungulados silvestres y a esfuerzos de reintroducción
(Yellowstone y entorno).

Las poblaciones canadienses y rusas son las mayores del mundo, y aglutinan el
70% de los lobos mundiales; es posible no obstante que estén más fragmentadas
que lo que habitualmente se asume, por factores ecológicos y humanos. Las
valoraciones sobre la tendencia de la población en estas regiones están rodeadas
de incertidumbres, y se basan en extrapolaciones sobre grandes territorios.

Parientes del lobo

Además del lobo, pertenecen a los cánidos casi 40 especies más, entre las que
figuran varias del mismo género Canis, como el coyote, chacales, lobo etíope y
rojo.

En otros géneros (Vulpes, etc.) aparecen otros parientes evolutivos de lobos como
zorros, licaones, cuones, etc.

Factores de amenaza 

El factor principal que determina y condiciona el estado de conservación de las


poblaciones de lobos es la mortalidad provocada por el ser humano, directa o
indirectamente, en particular, su control poblacional (cualquier forma de caza y
furtivismo).

La mortalidad no natural en lobos está intimamente asociada con la depredación


sobre reses ganaderas atribuida a la especie, las actividades cinegéticas y las
percepciones humanas (incluidos miedos atávicos).

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