Montalvo fue un hombre elegante, cuidadoso de lo externo; le preocupa que la
expresión sea correcta y castiza más aún que el contenido, es el hombre sereno que mantiene el equilibrio, hasta que estalla de indignación es ahí en donde surge el polemista violento e implacable, el hombre liberal que se lo juega todo contra la tiranía, el buen cristiano que es enemigo irreconciliable de la superstición, del fanatismo y de los abusos de los malos sacerdotes.
Pero hasta en la diatriba y en la injuria conserva la majestad de su elegancia verbal,
convencido de sí mismo, de su razón y de la necesidad de hacerlo todo con estética, y cuando se siente morir, a pesar de la modestia de sus recursos, se viste sus mejores ropas para esperar debidamente a la Muerte, y pide que le lleven flores, porque un cadáver sin flores siempre lo entristeció. Montalvo es sincero, su alma y sus obras están llenas de grandeza, y son un modelo excepcional de gallardía y de civismo en la vida de su pueblo y de Hispanoamérica. Es un polemista de primer orden, como se advierte en las Catilinarias que escribió contra el dictador Ignacio Veintenilla en 1880, más en toda su prosa polémica es un verdadero orador que domina como pocos la invectiva, cuando se entera de la muerte del dictador García Moreno, exclama: “Mi pluma lo mató”. Pero, ¿a qué se refería Montalvo con esta frase? El hacía referencia a la muerte de García Moreno porque en sus escritos incitaba a los jóvenes a revelarse a su gobierno lo que ocasionó que un día atentara a su vida y García Moreno murió por loes escritos que Juan Montalvo hizo en su contra Es un excelente novelista, no sólo por algunas de sus novelas cortas, como La flor de nieve, sino también por ese monumento literario cervantino que tituló Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, que se publicaron después de su muerte por iniciativa del gobierno libe-ral de Eloy Alfaro.