Un día un anciano vestido de una manera muy diferente, un poco con su
ropa sucia, pantalones desgastados, camisa opaca, llego a la casa y dijo que si podía darle algo de comer porque estaba sin comer nada y venía de muy lejos, entonces mi mamá entró a la cocina y le preparó unos pancitos de harina con queso y café lo tradicional de la sierra, le sirvió y no le hice pasar porque tenía un poco de miedo, lo hice pasar a una banquita del corredor ahí le entregué. El anciano no se sirvió la comida solo miró al plato y la taza y lo devolvió y dijo que no lo iba a tomar solo que él quería saber si tenía un buen corazón para los pobres y le hizo una cruz al plato y la taza y le dijo que serás bendecida por siempre con Dios por tu buen corazón y salió cuando volví para ver donde estaba mire hacia la derecha e izquierda y no se veía a donde se había ido si hace unos instantes estaba en frente mío, no lo volví a ver nunca más. El mensaje que me dejó es ser siempre bondadosa con todos en especial con los ancianos, ayudarles en lo que se pueda, darles ánimos para que no se detengan que sigan adelante, no confundir a las personas, sino darles ánimo.
Mito de la serranía de Chota contado con la abuelita Rosario Bravo.