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El principal objetivo de esta ponencia será tratar de desentrañar cómo los cuerpos de
la anormalidad dentro de la obra lamborghiana El niño proletario, incluido en Sebregondi
Retrocede en Novelas y Cuentos I, han ofrecido un mecanismo retórico capaz de absorber
sentidos políticos, históricos y culturales. Así, la construcción de estos cuerpos anómalos ha
operado como correlato negativo de la gestión de la vida. Es en este sentido que pensamos
que Lamborghini muestra cómo opera la violencia sobre los cuerpos pero no cualquier
violencia, sino una que parece estar justificada en la constitución anormal de estos cuerpos:
el Estado que normaliza reclama necesariamente la violencia para realizar la norma.
Creemos que los cuerpos de la anormalidad han sido el lugar en que las sociedades
inscriben sus límites, exterioridades y miedos. Es en este sentido que estos cuerpos nacen
de las concepciones de normalidad de una época y sociedad dada, y de este modo, ponen en
escena políticas de gestión de los cuerpos y de la vida determinadas. Contrariamente, los
anormales podrían ser vistos como un espacio de resistencia, donde se afirma la vida en
oposición a los intentos de control y normalización.
1
Sobre la teoría de la degeneración puede consultarse un desarrollo de la teoría de B.A. Morel realizado por
Ricardo Campos Marin “La teoría de la degeneración y la medicina social en España en el cambio de siglo”,
disponible en: www.dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/893577.pdf
pasos en la vida, el niño proletario sufre las consecuencias de pertenecer a la clase
explotada.” (Ibíd., p.59): hijo de un padre borracho, golpeador e inculcador de ideas
asesinas y una madre que a merced de la prostitución conserva el fiado, es objeto de burlas.
El narrador mediante la frase “En mi escuela teníamos a uno, a un niño proletario” (Ibíd., p.
59), aumenta el extrañamiento hacia este sujeto, concibiéndolo como un distinto, cuasi una
extrañeza o un caso excepcional.
Es la maestra quien opera la primera diferenciación sobre este niño, diferenciación
que es realizada en base a un juego de palabras, más allá de los rodillazos que le propina, al
reemplazo del nombre propio por “¡Estropeado!”: “En mi escuela teníamos a uno, a un niño
proletario. Stroppani era su nombre, pero la maestra de inferior se lo había cambiado por el
de ¡Estropeado! A rodillazos llevaba a la Dirección a ¡Estropeado!” (Ibíd., p.59). Este es
el primer ejercicio de la “soberanía”/Estado, en tanto que la maestra se vuelve referencia
del sistema del que forma parte, y también en cuanto al poder que ejerce sobre el alumnado,
con la transformación de Stroppani en “¡Estropeado!” se trata de borrar la identidad del
sujeto volviéndolo un estropeado2, literalmente, es decir un cuerpo malogrado, lisiado e
inservible, lo cual lo vuelve un Homo sacer, una vida que no merece ser vivida. Traza un
destino para el niño.
Por otra parte, el proceso de violación sucede a la par de un proceso de deformación
corporal de “¡Estropeado!”, Stroppani deja de ser un niño para pasar a ser un “despojo” y
un animal, hecho que posibilita su nuda vida al sacarlo del marco de la humanidad: “Los
despojos de ¡Estropeado! ya no daban para más (…) yo comprobaba, con una sola recorrida
de mi mano, que todo estaba herido ya con exhaustiva precisión. (…) Descargué mi puño
martillo sobre la cabeza achatada de ¡Estropeado!” (Ibíd., p.65). Inclusive puede ser
pensado que su única función posible, su rol social, es la de ser objeto de la satisfacción
tanto sexual como de violencia de Gustavo, Esteban y Osvaldo, el narrador, y que cuando
2
Según la RAE estropear. (Del it. stroppiare).
1. tr. Maltratar a alguien, dejándolo lisiado. U. t. c. prnl.
2. tr. Maltratar, deteriorar o afear algo. Esas casas tan altas estropean el paisaje. U. t. c. prnl.
3. tr. Echar a perder, malograr cualquier asunto o proyecto.
cumple su comedido esta vida objetivizada pierde cualquier valor y se le puede dar muerte.
“el goce ya estaba decretado ahí, por decreto, en ese pantaloncito sostenido por un solo
tirados de trapo gris, mugriento y desflecado.” (Ibíd., p 61)
Otro hecho que lo constituye en homo sacer tiene que ver con una cuestión de clase,
donde el burgués puede matar al proletario ya que éste le ha dado el poder, es decir, lo ha
vuelto su soberano en relación con el destino de clase del proletariado frente al “control
burgués” , la reacción del niño proletario frente a la agresión se hace eco de esta cuestión:
no habla, se somete y tiene un único momento de intento de “defensa”: “Tenía los brazos y
las piernas encogidos, como si ahora y todavía, después de la derrota, intentara protegerse
del asalto. Reflejo que no pudo tener en su momento condenado por la clase” (p.64). El
burgués configura al proletario como alguien que merece ser asesinado, no forma parte de
la humanidad, sino que es una larva, menos que una cosa, portador y reproductor de la
sífilis en su herencia o “chancros”.
De este modo, podemos decir que mediante diversas operaciones “soberanas”, tanto
de los burgueses, de la maestra y del narrador, como voz que relata el acontecimiento o voz
“oficial”, hay un proceso de transformación de un sujeto en nuda vida mediante su
configuración como un otro, un anormal. Se convierte en un Homo sacer, o un monstruo en
el sentido de que es un “sujeto límite” de una sociedad determinada, ubicado,
paradójicamente, tanto dentro de la misma como fuera.
Los cuerpos de la anormalidad han sido el lugar en que las sociedades inscriben sus
límites, exterioridades y miedos. Estos cuerpos nacen de las concepciones de normalidad de
una época y sociedad dada, y de este modo, ponen en escena políticas de gestión de los
cuerpos y de la vida determinadas. El niño proletario, esconde el terror de toda una clase en
la década de los 70, es el temor del proletario de convertirse en burgués, o es la expresión
del deseo del burgués por ser proletario. La pregunta que quedaría realizar, o el desafío a
plantear, es cómo este cuerpo de la anormalidad se convierte en un lugar de resistencia de la
norma, un espacio de disputa política, cómo se diferencia de la “vida biológica” o del
animal al ser definido en sus ser biológico para constituirse como un «humano»
socialmente legible y políticamente reconocible.
Bibliografía
AGAMBEN, Giorgio Homo sacer I. El poder soberano y la nuda vida. (2003). Ed.
Pre-Textos. Valencia, España.
FOUCAULT, Michel Los anormales, curso del Collège de France (2007) Ed. Fondo
de Cultura Económica, Buenos Aires