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Cuerpos y anormalidades: un análisis del niño proletario.

El principal objetivo de esta ponencia será tratar de desentrañar cómo los cuerpos de
la anormalidad dentro de la obra lamborghiana El niño proletario, incluido en Sebregondi
Retrocede en Novelas y Cuentos I, han ofrecido un mecanismo retórico capaz de absorber
sentidos políticos, históricos y culturales. Así, la construcción de estos cuerpos anómalos ha
operado como correlato negativo de la gestión de la vida. Es en este sentido que pensamos
que Lamborghini muestra cómo opera la violencia sobre los cuerpos pero no cualquier
violencia, sino una que parece estar justificada en la constitución anormal de estos cuerpos:
el Estado que normaliza reclama necesariamente la violencia para realizar la norma.
Creemos que los cuerpos de la anormalidad han sido el lugar en que las sociedades
inscriben sus límites, exterioridades y miedos. Es en este sentido que estos cuerpos nacen
de las concepciones de normalidad de una época y sociedad dada, y de este modo, ponen en
escena políticas de gestión de los cuerpos y de la vida determinadas. Contrariamente, los
anormales podrían ser vistos como un espacio de resistencia, donde se afirma la vida en
oposición a los intentos de control y normalización.

Osvaldo Lamborghini: la fuerza de un escritor de su época.

Los convulsionados años 60 impulsaron en la Argentina una estética de mezcla que


erosionó el estado de situación de la cultura y de la literatura, y de esa manera habilitaron
un cambio rotundo en las representaciones que se realizaron desde la literatura.
En esta situación podríamos incluir a Osvaldo Lamborghini, escritor “bastardo” ya
que negó la estética hegemónica proveniente de Sur, además de no adherir a los modelos
como el pietismo y el realismo, tan de moda por esa década. De este modo, fundó una
revista (a la vez que movimiento) junto a Germán García y Luis Gusmán, denominada
Literal y en cuyo manifiesto se proponía la búsqueda de una nueva forma de abordar el
lenguaje y, de la misma forma, la realidad, cuestionando los significados “naturales” de las
palabras: para cuestionar la realidad había que “cuestionar la pre-potencia del referente”. La
programática del grupo Literal se basa en lo que ellos denominaron “Flexión literal” que
atribuye a la experiencia de la escritura un goce inherente, es decir, tiene una dimensión
lúdica y placentera. Este concepto también supone la “existencia de una metáfora que
captura las épocas y las clases”. Por otro lado, uno de los grandes “generadores temáticos”
o “matriz productiva” de este grupo, y particularmente de Lamborghini, fue el
psicoanálisis, mayormente de impronta Lacaniana.
La mayoría de los textos de Osvaldo Lamborghini pueden ser leídos desde el
grotesco, aunque también desde un lugar singular en donde la ficción y la política se
entremezclan para producir lo que Alan Pauls define como un género imposible, una
especie de éxtasis sangriento, una forma de literatura snuff, compuesta por tormentos y
torturas, en sus palabras: un “monstruario (o mostrador) de aberraciones pornográficas”. Se
constituyen en una “fiestonga de garchar”, donde la perversión es un recurso textual para
subvertir el lenguaje, en donde la única posibilidad de sus personajes es ser “verdugo” o
“verdugueado”.

Homo sacer, nuda vida y anormal.

Para el análisis de la obra El niño proletario nos serviremos de dos conceptos


centrales de la biopolítica: nuda vida y homo sacer, desarrollados por Giorgio Agamben en
Homo sacer I, a los cuales realizaremos una introducción, a fines de facilitar la
comprensión del análisis. Los dos rasgos cuya yuxtaposición hacen a la especificidad del
homo sacer son la impunidad de darle muerte y la prohibición de su sacrificio. Su
condición es definida primordialmente por el carácter particular de la doble exclusión en
que se encuentra apresado y de la violencia a la que se encuentra expuesto. Esta violencia,
el que cualquiera pueda quitarle la vida impunemente, no es clasificable ni como sacrificio
ni como homicidio, ni como ejecución de una condena ni como sacrilegio, es decir, se
sustrae de las formas sancionadas por el derecho humano y por el divino, abriendo una
esfera del actuar humano que no es la del sacrum facere ni la de la acción profana.
El homo sacer es aquello que queda apresado en el bando soberano, es la vida
humana a la que se le puede dar muerte pero es insacrificable. Agamben denomina nuda
vida o vida sagrada a esta vida que constituye el contenido primero del poder soberano y es
sagrada en tanto que es expuesta a que se le dé muerte e insacrificable a la vez. La
producción de esta nuda vida es la contribución originaria de la soberanía. La sacralidad de
la vida, que hoy se pretende hacer valer frente al poder soberano como un derecho humano
fundamental, expresa, contrariamente, en su propio origen la sujeción de la vida a un poder
de muerte.
Las culpas que se asocian a la sacratio no tendrían el carácter de transgresión de una
norma, sino que constituirían la excepción originaria, en que la vida humana expuesta
incondicionadamente a recibir la muerte es incluida en el orden político.
El fundamento primero del poder político es una vida a la que se puede dar muerte
absolutamente, que se politiza por medio de su misma posibilidad de que se le dé muerte.
El vínculo soberano que no es otra cosa que una desligadura que implica y produce la nuda
vida, el elemento político originario desde el punto de vista de la soberanía.
Nuda vida y poder soberano se mantienen unidos mediante el bando, es decir, los
súbditos abandonan sus propios derechos y de este modo le confieren al soberano el poder
de usar el suyo de la manera que él crea oportuna para la preservación de todos. La
violencia soberana se funda sobre la inclusión exclusiva de la nuda vida en el Estado, la
relación de bando ha constituido desde el origen la estructura propia del poder soberano.
La dimensión de la nuda vida que constituye el referente de la violencia soberana
remite a una idea de sacralidad de la vida que, en la modernidad, se ha emancipado de la
ideología sacrificial, dando lugar a una vida que está expuesta como tal a una violencia sin
precedentes, pero que se manifiesta en las formas más profanas y banales.
Por otra parte, se trabajará con el anormal desarrollado por Michel Foucault en su
curso del Collage de France. La gran familia indefinida y confusa de los anormales es
entendida como correlato de todo un conjunto de instituciones de control, mecanismos de
vigilancia y distribución, a su vez que está sometida a variaciones espacio-temporales. El
individuo anormal, tomado en cuenta por diversas instituciones desde fines del siglo,
discursos y saberes, deriva, a la vez, de la excepción jurídico natural del monstruo, de la
multitud de los incorregibles atrapados en los aparatos de “rectificación” y del universal
secreto de las sexualidades infantiles. Este campo de la anomalía va a verse atravesado por
el problema de la sexualidad ya que el campo general de la anomalía ha sido vinculado con
el señalamiento de los fenómenos de la herencia y la degeneración1: el placer no ajustado a
la sexualidad normal es el soporte de toda la serie de conductas instintivas anormales,
aberrantes y susceptibles de psiquiatrización.

Vida indigna de ser vivida: el niño proletario.

El niño proletario se narra un asesinato que, dentro de la lógica de la obra, parece


tener sentido y está justificado en diversos términos por el narrador: “Desde este ángulo de
agonía la muerte de un niño proletario es un hecho perfectamente lógico y natural. Es un
hecho perfecto.” (Lamborghini 2010, p.65). Dentro de esta línea trataremos de desentrañar
cuáles son los “mecanismos” o “procedimientos” que hacen del “niño proletario” un sujeto
al que se le puede dar muerte, un sujeto privado completamente de sus derechos humanos,
y cómo mediante la anormalización/deshumanización del niño se lo convierte una “vida sin
valor”.
En una primera instancia, vamos a abordar la transformación del cuerpo biopolítico
como transformación del sujeto en nuda vida. Comenzando el relato asistimos a la
descripción de “nacimiento” y “primeros años”: “Desde que empieza a dar sus primeros

1
Sobre la teoría de la degeneración puede consultarse un desarrollo de la teoría de B.A. Morel realizado por
Ricardo Campos Marin “La teoría de la degeneración y la medicina social en España en el cambio de siglo”,
disponible en: www.dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/893577.pdf
pasos en la vida, el niño proletario sufre las consecuencias de pertenecer a la clase
explotada.” (Ibíd., p.59): hijo de un padre borracho, golpeador e inculcador de ideas
asesinas y una madre que a merced de la prostitución conserva el fiado, es objeto de burlas.
El narrador mediante la frase “En mi escuela teníamos a uno, a un niño proletario” (Ibíd., p.
59), aumenta el extrañamiento hacia este sujeto, concibiéndolo como un distinto, cuasi una
extrañeza o un caso excepcional.
Es la maestra quien opera la primera diferenciación sobre este niño, diferenciación
que es realizada en base a un juego de palabras, más allá de los rodillazos que le propina, al
reemplazo del nombre propio por “¡Estropeado!”: “En mi escuela teníamos a uno, a un niño
proletario. Stroppani era su nombre, pero la maestra de inferior se lo había cambiado por el
de ¡Estropeado! A rodillazos llevaba a la Dirección a ¡Estropeado!” (Ibíd., p.59). Este es
el primer ejercicio de la “soberanía”/Estado, en tanto que la maestra se vuelve referencia
del sistema del que forma parte, y también en cuanto al poder que ejerce sobre el alumnado,
con la transformación de Stroppani en “¡Estropeado!” se trata de borrar la identidad del
sujeto volviéndolo un estropeado2, literalmente, es decir un cuerpo malogrado, lisiado e
inservible, lo cual lo vuelve un Homo sacer, una vida que no merece ser vivida. Traza un
destino para el niño.
Por otra parte, el proceso de violación sucede a la par de un proceso de deformación
corporal de “¡Estropeado!”, Stroppani deja de ser un niño para pasar a ser un “despojo” y
un animal, hecho que posibilita su nuda vida al sacarlo del marco de la humanidad: “Los
despojos de ¡Estropeado! ya no daban para más (…) yo comprobaba, con una sola recorrida
de mi mano, que todo estaba herido ya con exhaustiva precisión. (…) Descargué mi puño
martillo sobre la cabeza achatada de ¡Estropeado!” (Ibíd., p.65). Inclusive puede ser
pensado que su única función posible, su rol social, es la de ser objeto de la satisfacción
tanto sexual como de violencia de Gustavo, Esteban y Osvaldo, el narrador, y que cuando

2
Según la RAE estropear. (Del it. stroppiare).
1. tr. Maltratar a alguien, dejándolo lisiado. U. t. c. prnl.
2. tr. Maltratar, deteriorar o afear algo. Esas casas tan altas estropean el paisaje. U. t. c. prnl.
3. tr. Echar a perder, malograr cualquier asunto o proyecto.
cumple su comedido esta vida objetivizada pierde cualquier valor y se le puede dar muerte.
“el goce ya estaba decretado ahí, por decreto, en ese pantaloncito sostenido por un solo
tirados de trapo gris, mugriento y desflecado.” (Ibíd., p 61)
Otro hecho que lo constituye en homo sacer tiene que ver con una cuestión de clase,
donde el burgués puede matar al proletario ya que éste le ha dado el poder, es decir, lo ha
vuelto su soberano en relación con el destino de clase del proletariado frente al “control
burgués” , la reacción del niño proletario frente a la agresión se hace eco de esta cuestión:
no habla, se somete y tiene un único momento de intento de “defensa”: “Tenía los brazos y
las piernas encogidos, como si ahora y todavía, después de la derrota, intentara protegerse
del asalto. Reflejo que no pudo tener en su momento condenado por la clase” (p.64). El
burgués configura al proletario como alguien que merece ser asesinado, no forma parte de
la humanidad, sino que es una larva, menos que una cosa, portador y reproductor de la
sífilis en su herencia o “chancros”.
De este modo, podemos decir que mediante diversas operaciones “soberanas”, tanto
de los burgueses, de la maestra y del narrador, como voz que relata el acontecimiento o voz
“oficial”, hay un proceso de transformación de un sujeto en nuda vida mediante su
configuración como un otro, un anormal. Se convierte en un Homo sacer, o un monstruo en
el sentido de que es un “sujeto límite” de una sociedad determinada, ubicado,
paradójicamente, tanto dentro de la misma como fuera.
Los cuerpos de la anormalidad han sido el lugar en que las sociedades inscriben sus
límites, exterioridades y miedos. Estos cuerpos nacen de las concepciones de normalidad de
una época y sociedad dada, y de este modo, ponen en escena políticas de gestión de los
cuerpos y de la vida determinadas. El niño proletario, esconde el terror de toda una clase en
la década de los 70, es el temor del proletario de convertirse en burgués, o es la expresión
del deseo del burgués por ser proletario. La pregunta que quedaría realizar, o el desafío a
plantear, es cómo este cuerpo de la anormalidad se convierte en un lugar de resistencia de la
norma, un espacio de disputa política, cómo se diferencia de la “vida biológica” o del
animal al ser definido en sus ser biológico para constituirse como un «humano»
socialmente legible y políticamente reconocible.
Bibliografía

AGAMBEN, Giorgio Homo sacer I. El poder soberano y la nuda vida. (2003). Ed.
Pre-Textos. Valencia, España.

DABOVE, Juan Pablo y BRIZUELA, Natalia (Compiladores) Y todo el resto es


literatura (2008) Ed. Interzona, Buenos Aires

FOUCAULT, Michel Los anormales, curso del Collège de France (2007) Ed. Fondo
de Cultura Económica, Buenos Aires

GIORGI, Gabriel “Política del monstruo”. En Revista Iberoamericana Número 227,


Abril-Junio 2009.

LAMBORGHINI, Osvaldo Novelas y cuentos I (2010). Ed. Mondadori, Buenos


Aires.

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