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CAPITULO 1 AVIVANDO EL DESEO Cémo las puertas de los refrigeradores en Siberia y un centro comercial en Arabia Saudi crearon una web revolucionaria para las. mujeres ruses, IMAGINATE UN MAPA DEL GLOBO Y DATE CUENTA DE QUE tu percepcién del mundo gira enteramente alrededor de donde ‘ti-vives. No puedes evitarlos. y tampoco puedo yo. Es automé- ‘ico. El mapa del universo que tty yo dibujamos, con nosotros ‘dentro, crea un sistema de navegacién inconsciente, un GPS ‘conductual, que seguimos cada dia, Nuestro mapa interno dicta ‘si dormimos en la parte derecha o izquierda de la cama por la noche. Determina dénde nos ponemos cuando paseamos porla ‘calle con un amigo o nuestra pareja, ;Caminamos a su derecha, ‘0 a su izquierda, més cerca del bordillo 0 de los edificios? En ‘un nivel cultural mas amplio. donde vivimos también determi- sna nuestra puntualidad Por ejemplo, en Australia, puede estar ‘seguro de que cus invitadoe aparecerdn treinta minutos tarde, 40 frecuentemente con amigos al remolque de los que no nos tan. avisado. En Suiza, los invitados siempre llegan a tiempo. y si -prevén llegar cinco minutos tarde, se lo hardn saber. Los invi- tados japonesee aparecern media hora antes de cuando seles espera, yen Israel, llegarén cuarenta y cinco minutos tarde. ‘Nuestros mapas intemos incluso determinan cémo alifia~ mos nuestra comida En muchas partes del mundo occidental, el salero y el pi- ‘entero ocupan un espacio prominente en las cocinas ylas me- sas de comedor. Como tado el mundo sabe, la mayor parte de ellos son uniformes en apariencia: tres agujeros en el saler, y ‘uno solo en el pimentero, Si ti vives en Asia, sin embargo, el n- ‘mero de agujeros es al contrario, con tres en el pimentero y no cenclsalero, gracias a la popularidad de la pimienta en los paises asiéticos y la preferencia cultural por la salsa de soja. Esta observacién, y otras que he anotado en un diaro a Jo largo de afta, me ha hecho profundamente consciente de la colocacién de los objetos dentro y fuera de los hogeres. Los jardines hablan. Las aceras hablan. Los balcones hatlan. ‘Los buzones hablan. Ni hablar de que las paredes hablan. Mi misign es descifrar lo que las aceras y las peontas y las ius- traciones y las figuritas de piedra me cuentan sobre sus due~ fos. gPor qué esti esa figura o ese péster colgado aquty no ahi? {Qué pasa con lafigurita de la lechuza, la coleccién de medellas, ude mufiecas, o de burros de peluche, © la pared dedicala a fotos ancestrales? Dejamos estas pistas sobre nuestra identidad a plena vista, pero son universales, y en una eta digital, son también indele- bles. Un fenémeno del que me he dado cuenta une los dos, Hace una década o por ahi, cuando los teléfones inteligentes y las tabletas consiguieron penetrar en masa en el mercado, se volvié obvio que para los hombres y las mujeres de més decua- ‘eaptrove. avivaNna et DEREO renta afios era un desafio el uso de las pantaliastéctiles. Estaban acostumbrados a pulsar las teclas de las miquinas de escribir. hundir los botones de apagado y encendido, tirar de palancas y gitar picaportes. Llegaron a la mayoria de edad en un tiempo {que requeria un toque més pesado, algunas veces un agarre fie~ 10. Hoy, por supuesto, el toque es con més frecuencia oblicuo y fantasmal. En aeropuertos a lo largo del mundo, pueden verse hombres y mujeres de una o dos generacicnes de pie desam- paradamente ante las pantallas téctiles de [os terminales para hacer el chequeo, sin estar completamente seguros de cémo funcionan o qué tecla deben presionar. Mientras tanto, el nino de cinco afios al lado suyo maneja la pantalla con la facilidad de un virtuoso. Estudiando las manchas de huellas dactilares en un, teléfono o tableta, es fécil determinar la edad aproximada de su propietario. El cambio desde los picaportes y las llaves hasta un mundo cada vez més de pantalla téctil ha tenido varios efectos. Prime- ro, gracias a los procesadores de texto de los computadores y las pantallas téctiles estamos perdiendo nuestra costumbre de escribir a mano. Segundo, como consecuencia de soportar la base de sus teléfonos inteligentes sobre sus rosados dedos, més y més adolescentes tienen una hendidura ahi. Tercero. como especie, he observado que nuestras manos se estén volviendo més débiles, Estreche la mano de cualquier estudiante de insti- tuto 0 universidad. y se dard cuenta de cudn débil es su agarre. Entre los hombres, los mensajes antafio sutmente codificados en un apretén de manos —fuerza, sequedad humedad, tamafto de la mano— puede que ya no sean relevantes. La pérdida colectiva de fuerza en las manos ha sido de- tectada por la agil industria de gran consumo, el término sec- torial para bebidas de bajo precio, alimentos procesados y medicamentos sin receta. Es el principal motivo por el que los a a sSuaLL DATA fabricantes de botellas estén aflojando el agarre de los tapones. ppor lo que las manillas de las puertas de los coches de hoy dfa ‘son més faciles de abrir y por lo que los cajones de nuestras co- cinas se deslizan més fécilmente. Nuestros hébitos digitales estén afectando incluso a cémo comemos En mi infancia en Dinamarca, en los dias de calor mis amigos y yo comiamos conos de helado de una forma prede- cible. Primero larniamos el helado con un movimiento circular, ‘como para sellar el cono. Continuabamos comiéndonos nuestro helado de esta forma, y una vez que el helado se acababa. nos, terminabamos lo que quedaba, comiendo desde la punta del cone hacia arriba ‘Si nuestra cultura de hoy dia puede definirse parcialmente por la necesidad de acceso inmediato, no es una sorprese que el deseo de gratificacién instanténea haya migrado también a nuestros conos de helado. Cuando viajo alrededor del mundo, me he propuesto observar cémo comen sus conos de helade los nifios criados en un entomo digital. Hay menos espera; el con- cepto de ‘anticipacién” ya no existe. En lugar de lamer alrede- dor de los bordes, la mayorfa de ellos muerden el helado desde arriba, Acostumbrados @ la carga répida de las pginas web, los SMS y los correos electrénicos enviados y recibidos en segun- dos, quieren su helado ya {Como afectaré la ausencia de anticipacién a las generacio- nes presentes y futuras? Es fécilidealizar el concepto de esperar durante semanas y algunas veces meses a que algo aparezea en una tianda, o en el correo, como pasaba en la década de los, setenta y ochenta, Hoy lo tenemos ya. g¥ luego qué? La antici- pacién acortada conlleva una menor gratificacién y no puedo evitar preguntarme si los conos de helado de hoy dia contie~ nen la misma satisfaccién que los que se comfan los nifios hace tres 0 cuatro décadas. Llamo a los adolescentes de hoy dia la [PAPITLO 1 AVIVANDO EL DESEO Generacién Enchufe, o Pantallescentes. ya que constantemente buscan el enchufe de pared mas cercano. Hi miedo a quedarse sin baterfa es como el ser desterrado a una isla desierta, aban- donado por los amigos, forzado, quizés, a encarar quién eres sin un teléfono en tus manos. Cabe destacar que los teléfonos inteligentes son también responsables del aurnento en el tiempo que necesitamos para ‘empezar y terminar una comida en un restaurante. Estudian- do metraje deede principioo de la década de 2000 en adelante, el propietario de un restaurante en Nueva York que posteé un estudio de forma anénima en Craigslist estimaba que en 2004 Jos comensales pasaban una media de sesenta y cinco minutos cen la mesa, una cifra que subié a una hora y cincuenta y cinco ‘minutos en 2014, En 2004, los comensales y de una muestra de cuarenta y cinco personas, tres pidieron ser sentados en otro sitio, El grupo de muestra pasaba una media de ocho minutos decidiendo qué pedir. Los aperitivos y entrantes que pedian les eran servidos en seis minutos. Dos de los cuarenta y cinco clien- tes mandaron comida de vuelta a la cocina quejéndose de que estaba demasiado frfa. El comensal medio se iba cinco minutos después de pagar la cuenta. Una década més tarde, las cosas, han cambiado. Hoy dia, 18 de 45 clientes que entran a un res- teurante preguntan si les pueden sentar en otro lado. Desde ese momento, sus vidas digitales toman el cortrol. Los comensa~ Jes sacan sus teléfonos y tratan de conectarse con el Wi-Fi més cercano, Buscen informacién o comprueban si alguien pinché ‘un ‘me gusta” en su Ultima actualizacién de Facebook, que es el motivo por el que cuando el camarero les pregunta si estén lis- tos para pedir, la mayoria responde que necesitan més tiempo. Veintitin minutos més tarde, estén listos para ordenar. Veintiséis de ellos emplean hasta tres minutos tornanco fotos de su comi~ da, Catorce se sacan fotos comiendo. y si las fotos son borrosas ry “4 © poco favorecedoras. las vuelven a tomar. Aproximadamente Ja mitad de todos los comensales pregunta a su camarero si les saca una foto de grupo y mientras esté en ello le piden unas po- cas més, La otra mitad manda su comida de vuelta a la cocina, afirmando que esté fria (que lo est. ya que han pasado los dilki- ros diez minutos jugando con sus teléfonos en vez de comien- do), Una vec que pagan la cuenta, dejan el restaurante veinte minutos més tarde, frente a los cinco minutos de 2004. Al salir. ocho comensales estén tan distrafdos que se chocan con otro comensal, o un camarero, 0 una meso, ona sila. Esto es un desequilibrio? Si, y también es especialmente prevalente en la actualidad en los Estados Unidos. Las exagera~ ciones culturales que trato de encontrar en mi vida profesional ‘operan tanto dentro de las sociedades como entre las genera~ ciones. Las sociedades sufren movimientos pendulares més © ‘menos predecibles. En general, enlos Estados Unidos, a una ad~ rministracién Republicana le seguiré una administracién Dern rata; en el Reino Unido, los Laboristas sucederén en el poder a los Conservadores. Este reflejo inconsciente de compensar los “desequilibrios” afecta también a nuestros armarios. Una ge- neracién se decanta por los vaqueros ajustados y los nudos de corbata anchos, mientras que la siguiente favorece los pantalo- nes mas sueltos y las corbatas delgadas. Una oleada de jévenes transitard por su adolescencia y st veintena puleramente afet- tados, yla siguiente opta por la pelusa o una barba desalintada. “Teniendo en cuenta la historia de Rusia desde Ia caida del Muro de Berlin, no pude evitar pensar en el asunto del desequilibrio ‘cuando acepté un eneargo complicado en una de las regiones més remotes del mundo. MIVIAJE ALA REGION MAS ORIENTAL DE Rusia comen- 26.con una llamada telefénica que describirfa como cinemato- gréfica, solo que el diélogo podria haberlo inventado un muy ‘oAPITULO 1: AVIVANDO EL DESEO mal guionista, La voz al otro lado pertenecia a un intérprete de rruso-inglés que llamaba en lugar de su empleador, un empresa~ rio de Mosc. El empresario queria lanzar un nuevo negocio en Rusia con la meta de generar al menos mil millones de délares al afio. Cuando planteé la pregunta obvia: gcudl es el negocio? me dijeron que dependia de mf, Unos dias después, el empre- ssario y yo habfamos alcanzado un acuerdo: volaria hasta Rusia, ppeseria varies semanas entrevistando a consumidores 1us0s, y vverfa si podia descubrir alguna, o quizés incluso més de una, necesidad 0 deseo nacional desatendido, con la misién de lan- ar lo que ambos esperdbamos que fuese un negocio rentable. ¢Cudl es la diferencia entre una necesidad de los consumi- ores y una necesidad nacional? Depende, pero ambas estén ‘con frecuencia entrelazadas. Un nuevo concepto de negocio en ‘general tiene sus origenes en una exageracién 0 desequilibrio ‘cultural demasiado de algo 0 muy poco de algo— lo que in- ica que o bien falta algo o bien esté bloqueado en la sociedad, “Mediante la recogida de fragmentos de pequefos datos, es mi Jabor averiguar cual es la necesidad, y cémo podria atenderse. La identificacién del deseo que crean estos desequilibrios ‘es un proceso exhaustivo que puede durar dos dias, un mes 0 incluso seis meses. La recogida de pistas casi nunca es lineal. Algunas pistas no llevan a ninguna parte. Otras son idiosineré- ticas, y potencialmente interesantes, pero irrelevantes para el Proyecto en el que esté trabajando, lo cual no significa que no tengan valor, ya que una observacién aleatoria puede algun dia contribuir al lanzamiento de otro producto en un pais a miles de kilémetres. Otras pistas més pertinentes pueden parecer lo suficientemente importantes para crear los cimientos de un concepto por completo, de principio a fin. Algunas veces mis ideas son completamente erréneas, o la empresa para la que es- toy trabajando rechaza mi idea como demasiado costosa 0 poco 45 46 realista.y tengo que empezar otra vez desde cero, Pero de nue- -vo, ninguna idea u observacién se desecha. Todo lo que vernos, cimos, tocamos, saboreamos y sentimos puede reciclarse, 0 re- cenfocarse, 0 verse en una nueva perspectiva un afto, dos afios, cinco afios més tarde. ‘Antes de ir a un pafs que no conozco bien, me impongo el plantearme unas cuantas preguntas. ;Hasta qué punto la po- blacién —digamos, italianos, 0 austratianos. 0 los francese: se une durante una crisis? (Alternativamente, ge6mo y de qué maneras, presumen de sus banderas las diversas culturas? En contraste con los suecos, que casi nunca presentan sus colores nacionales, los neruegos y los canadienses generalmente lle- van una etiqueta con su bandera en sus mochilas, asegurdndo- se estos tiltimos de que el resto del mundo no les confunda con estadounidenses). Una buena forma de responder a esta pre- gunta es estudiara los nativos de estas naciones cuando estén ten el extranjero, y viajando como turistas, Cuando escuchan tun acento o ven una vestimenta que les resultan familiares los estadounidenses, o alemnanes o canadienses gse acercan © se alejan los uncs de los otros? La resistencia a alinearse en el extranjero se deriva generalmente de dos cosas: el peque fo tamaito del pais de origen (los noruegos. por ejemplo, estan como sardinas enlatadas en su pafs), olas divisiones socioeco- rnémicas internas de la nacién. Tipicamente consigo ver partes de los pafses que la mayor parte de los turistas no ven. gCémo se comportan los menos acaudalados con los que tienen mas dinero o privilegios? Cuél es el sentimiento alrededor de ellos, temeroso 0 relajedo? Citra cosa que hago cuando lego a un nuevo aeropuerto es legir un taxi conducido por un no-native. Los residentes nack dos en el extranjero son més susceptibles de contar verdades sobre un pais y su poblacién que los natives no pueden o no [APITULO 1, AVIVANDO Et DESEO quieren contar. Un taxista nigeriano en Los Angeles me dijo una ‘vez que encontraba irénico que todo el mundo en la ciudad se aprestara a comprar regalos de Navidad para gente que en la ‘mayoria de los casos no conocia. No tenfa que decirme que un nivel técito de culpabilidad y utilidad subyace a muchas amis- tades estadounidenses, especialmente en la industria cinema- togréfica. Dinamarca aparece regularmente en las listas de las revistas y las webs como “la nacién més feliz de la tierra’, sin embargo cada afio decenas de miles de ejecutivos de empresa dejan el pais. En una nacién de solo 5.6 millones de habitantes, en la que una de cada cuatro mujeres danesas admite sufrir tos niveles de estrés, es dificil no creer que algunas listas pue- den ser engaftosas, Dinamarca es también un pafs donde, en multitud de ho- gares, las familias presentan juegos de trenes Brio en sus salo- nes, Brio es el fabricante sueco de trenes y railes de madera no motorizados, todos ellos de la mayor calidad. A primera vista es, tentador pensar que las familias danesas no solo son felices, y desean dar a sus hijos juguetes anticuados y bien hechos en lu- gat de iPads y videojuegos, sino que también celebran el alegre desorden que conlleva el tener hijos. Pero con el tiempo, em- pecé a darme cuenta de que ninguno de los trenes o los rafles Brio en ninguna de estas casas danesas mostraba evidencias de deterioro o degradacién. Nadie jugaba con ellos en absolu- to. Aquellas vias y pequefios, simples y bellos trenes eran como elementos de una puesta en escena, una instanténea superficial de adecuacién que oculta niveles més profundos de malestar nacional, Podrla afiadir que los fabricantes de cocinas daneses con frecuencia usan el término “cocina de conversacién” para referirse a una cocina cara y bien equipada que se usa con me- ros frecuencia para cocinar de lo que se usa como escenario teatral para entretener alos invitados a HE TRABAJADO ¥ VIAJADO por Rusia muchas veces en mi carrera profesional. Hay muchas cosas que me gustan del pais, y de los rusos en general, siendo une de las principales su franqueza. Cuando haces negocios en Rusia, uno siempre sabe donde se encuentra, He tenido cenas inquietantes con conseje~ ros delegados rusos y sus colaboradores, durante las cuales el ‘consejero delegado se refiere a las personas presentes en terce- ‘ra persona, como si no estuvieran ahi, mientras que el resto de comeneales asienten en ous sillas, sin objetar ni mostrar emo- cién alguna ni una sola vez. Hablando metaféricamente, si ti estas en medio de una negociacién, un ruso sacaré un pufial de un cajén que le quede a mano, haciéndote saber que la cuchi- lla estd cerca, En los Estados Unidos, el pura descansa y esté cerca, listo pare ser usado dias, semanas o meses més adelante. En Inglaterra, los briténicos emplean lo que Margaret Thatcher lamaba “el enfoque del armario de cocina’. Son scnrientes, en cantadores y ecucados hasta que llega el momento para que suceda la conversacién real horas més tarde en la parte trasera de la cocina. En un andlisis de més de un millén de datos sobre emoticonos a lo largo del mundo, sobre numeroses categorias, no fue sorprendente hellar que los residentes del Reino Unido tenfan la mayor ratio de emoticonos “guiffo’, un medio, quizés, de compensar su inusual reserva. (Para mi, los emoticonos son emociones condensadas, y un reflejo no sesgaco del estado emocional, el dasequilibrio yla compensacién de una sociedad). El mayor inconveniente de Rusia, al menos para mi, es su falta de color. Estar en Rusia es como respirar un oxigeno diferente, y puedo sentir ana sombra gris cerniéndose sobre mf en el mo- mento que me monto en un avién para volar a alli, Nadie est animado, Nadie sonire,o rie, Si se pregunta a los rusos qué es lo que més les gusta de visitar a otros paises dirdn que es la visién de otra gente pasdndoselo bien. CeAPIruio 1 avvaNDO EL DESEO Durante las décadas de los setenta y ochenta, no “se permi- tia" que las mujeres rusas usaran cosméticos. No era una ley, sinoun protocole técito, Todo esto cambié a finales de la década de les ochenta cuando el Muro de Berlin cayé, y las comparias de cosméticos como Mary Kay y Maybelline se introdujeron en Rusia por primera vez junto a los clubes noctumes, las disco- tecas. los restaurantes, las companias de videojuegos, los con- cesionarios de coches y las tiendas de marcas de lujo como ‘Versace. Rusia estaba inundada de dinero. Todo el camino des- de el aeropuerto hasta Moscu, las vallas publicitarias y neones luminosos que decoraban la autopista la hacfan parecer una -versién rusa en color del Pottersville de Qué bello es vivir. ‘Todo esto terminé abruptamente en 2006, Al anunciar que el juego no era diferente a las adicciones al alcohol y las drogas, ala vez que un imén para el crimen organizado, Vladimir Putin, exili los casinos y los salones de méquinas tragaperras a regio nes Iejanas, entre las que se inclufan Armenia, Bielorrusia, Geor- gia y Crimea. De la noche a la maftana, el coloride de Mosc se fue, como sila capital se hubiera despertado de un breve suetio ~vulgar. No quedo nada salvo nuevos tonos del viejo gris. En po- cas palabras, Rusia habia vuelto mas o menos a su viejo yo, Pero Ja desaparicién del color tenfa otras asociaciones y significados, To cual averiguaria més tarde, AMITAD DEL VERANO, mis dos ayudantes y yo volamos desde Zirich hasta Mosed en el jet privado que el empresario sruso habfa fletado para nosotros. Pasamos unos cuantos dias, ‘entrevistando a consurnidores en Mosct, Alli, una tripulacién, Jocal se unié a nuestra tripulacton euiza para pilotar el avién a través de ciertas zonas militarmente delicadas en Siberia y el Iejaro oriente ruso, Después de casi 7 000 kilémetros, aterri- ‘zamos en la ciudad de Krasnoyarsk, donde se nos unieron un ‘traduetor ruso, un chofery un coche, Durante los siguientes diez fas viajamos de una ciudad siberiana y de un bloque de apar- tamentos otro. Por la noche, el coche nos llevaba de vuelta al aeropuerto, y nos volviamos a subir al avién. En cuatro 0 cinco horas, durante las cuales los tres nos dedicébamos a analizar los hallazgos del dfa, aterrizabamos en otra ciudad olvidada de Rusia. En semana y media, atravesamos ocho husos horarios diferentes, y en un momento llegamos a estar a menos de 45 minutos en vuelo de Tokio. En su libro de 2010 Travels in Siberia, Ian Frazier escribe {que no hay una entidad territorial o politica dentro de Rusia que Tleve el nombre real de “Siberia’. El mundo conoce Siberia como ‘una metafora, escribe Frazier, una condicién social o geogréfi- ca que connota ser rechazado, o caer en desgracia. Siberia es Ja mesa al lado de las puertas del restaurante, el asiento en el ‘estadio tan lejos del campo que se est4 mejor viendo el partido por televisién en casa, la fiesta que se celebra para uno mismo enla que no aparece nadie. Geograficamente, Siberia se refiere a una masa de tierra de veinte millones y medio de kilémetros ‘cuadrados que va desde el océano Artico hasta las montaftas de azajetén y las fronteras de Mongolia y China. El compositor e3- tadounidense Irving Berlin nacié en Tyumen. Siberia, vivié allt hasta que tuvo cinco afios. Uno de sus biégrafos escribié que de adulto Berlin no tenia memorias de su infancia salvo una: des- pués de un pogromo, se recuerda tendido en una menta en una ‘euneta, mirando cémo los cosacos hacfan arder su casa hasta dejar solo cenizas. No es una sorpresa que en el cambio de siglo ‘XIX al XX, sus padres emigraran al Lower East Side de Nueva York Bordeando el trozo més oriental de Siberia, con el Artico més al norte, el lejano oriente ruso no es un lugar donde las ‘apariencias importen demasiado, La vida es difiil.y l clira es extremo. En invierno, las temperaturas bajan hasta los 50 0 60 CAPITULO 1. AVIVANDD BL DESEO .grados bajo cero. Los veranos son templados y cortos. La dura~ cién del dia varia desde las 21 horas de mediados de julio hasta las tres horas de diciembre. La correccién politica no existe. En inviemno, abtigos de piel, sombreros de piely las betas de piel de reno son las tinicas prendas capaces de aislar los cuerpos del frfo, los guantes mds codiciados estén hechos de piel de perro. ‘Un consultor de moda ruso me conté una vez que la moda se detiene en la frontera con Siberia, donde en lugar de presumir la prioridad es la supervivencia. Las ciudades y pueblos de Dalniy Vostok Rossii carecen cluso de la pizea de color que un visitante podria ver en Mosctio San Petersburgo, Los cielos, calles, aceras, pasos a nivel, lagos. tiendas y edificios parecen todos desprovistos de vida. Los ér- boles que hay fueron plantados a la carrera hace mucho tiempo. yel polen cubre las calles y las aceras hasta los tobillos como si fuera nieve, En invierno, los nativos dejan los coches eneendi- dos todo el dia sabiendo que si no lo hacen serdin incapaces de volver a encenerlos, De vez en cuando se puede ver alguno que se rindi6, hund:do sobre sus neumiticos reventades y abando- nado, con sus bajos corroidos. TRADICIONALMENTE, LA FORMA EN QUE CONECTO con la gente es subvirtiendo las normas, Si tino puedes conec- ‘tar con los nativos de un pais, no llegars muy lejos. Como todo el mundo sabe la gente envie seftales inconscientes y, como soy por naturaleza un camaleén, une de las cosas que hago es ‘convertirme” en la persona con la que estoy hablando, ya que ‘tendemos a responder a las personas que son més similares a nosotros Lo cual resulté ser més dificil que de costumbre en Ru- ssia, donde la confianza generalmente escasea. La mayoria de Jas petsonas alli no te miran a los ojos, y sus miradas tienen ‘un aspecto nebuloso y disociado. Décadas antes de que Julian 2 Assange y Edward Snowden llegaran a los titulares, los rusos sabjan que sus lineas telefénicas estaban pinchadas. Mi em- pleador moscovita tenia como una docena de celulares con élen todo momento. La gente que més le importaba tenfa nameros de teléfone solo para ellos, y cuando unosonaba, tenfa que bus~ car por todo su maletin para encontrarlo, Cuando hablaba, sus palabras eran susurradas, y una mano cubria siempre su boca por si alguien pudiera leer sus labios. Siempre estoy en busca de tépicos, sfmbolos, acciones y comportamientos que definen una cultura y que pueden servir ‘como una especie de suerte entre un extrafio —yo— y los resi- dentes locales. Puedo aparecer en un bar oun mercado agricola, al aire libre pasar una hora o dos con un dirigente politico lo- cal. Sabiendo que sobresaldré inmediatamente en una ciudad rusa remota que pocs extranjeros visitan, necesitaba hacerme notablemente visible. Necesitaba probar que era inofensivo ala ver que digno, sino de amistad, af de que se me diera una opor- tunidad. En la plaza principal de Krasnoyarss, me di cuenta de que los horabres de mas edad pasaban la mayor parte de sus tardes jugando laxgas partidas de ajedrez. Habla un agradable y obvio sentido de comunidad, comparierismo e interaccién fisica, de los residentes cuidando los unos de los otros. Seguin mi expe- riencia, cuanto més contacto fisico existe entre las personas, ‘més sano es el pafs (una cuestién a la que volveré mas adelante). A través de mi intéxprete, desafié a uno de los ancianos a ‘una partida, Més pronto que tarde una multitud se habia reuni- do. Conforme se iban sucediendo las pertidas, podia sentir que me estaba convirtiendo, al menos deste la perspectiva local, en un ruso, Las expresiones de las personas en Ja multitud se volvieron més suaves, y de vez en cuando, sus ojos mostraban paciencia, o humor. En un momento dado el anciano con el que ‘caplrono 1 avivanve su petEO estaba jugando agarré mi dedo y movié la pieza conmigo; unos minutos més tarde, un miembro de la multitud se senté a mi lado, En el momento que un extrafio vino hasta donde estaba sentado supe que habia pasado la prueba. Nunca se dijo nada, pero todo el mundo comprendié lo que acababa de pasar: si ga- naba la partida, o incluso perdia jugando de forma honorable, ‘se me percibiria como digno de confianza. alguien que oe habia «ganado el derecho de hacer su trabajo en esa ciudad. cualquiera que fuese ese trabajo. Afortunadamente siempre he sido bueno jugando al ajedrez, y cuando gané una partida o dos, supe que me habia desprendido de mi estatus de extranjero. Hay una pelicula icénica rusa en la que el protagonista re- gresa a casa sélo que al apartamento equivocado, el adificio equivocado, y la ciudad equivocada, pero al parecerse todo tanto en Rusia, no se da cuenta, y no tiene ni idea de cémo re-

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