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CAPÍTULO VI
[…]
42.1. Antecedentes
El segundo párrafo del art. 296 del Cód. Com. de 1889 reconocía personalidad a la sociedad
no instrumentada por escrito o no registrada, la que reputaba "nula para lo futuro", habilitando a
cualquier socio a separarse de ella sin perjuicio de los efectos producidos respecto de lo
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pasado . Los terceros, por su parte, podían considerar existente la sociedad a la que la ley
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les reconocía una personalidad precaria y limitada , y accionar contra la misma, o prescindir
de ella y accionar directamente contra los socios, a quienes la ley hacía responsables ilimitada
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y solidariamente . La ley 19.550 de 1072 —LS— vino a sustituir la hasta entonces imperante
sanción de nulidad del contrato por la inoponibilidad de sus cláusulas. Además, con su reforma
por ley 22.903 de 1983 incorporó la regularización de los entes irregulares —y que la LS
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denominaba de hecho o irregulares —, habilitando incluso el receso para los socios
opositores.
Con la unificación del Cód. Civ. y Com. —ley 26.994 de 2015—, la ley 19.550 ha dejado de
ser una ley exclusivamente de sociedades comerciales para transformarse en una
ley general de sociedades, cambiando incluso su antigua denominación. En concordancia, la
vigente Sección IV del Capítulo I LGS regula toda sociedad "que no se constituya con sujeción
a los tipos del Capítulo II", lo que importa la creación de un nuevo tipo —o subtipo—
innominado de sociedad residual, sustituto de las de hecho e irregulares.
La existencia de este tipo de sociedad puede acreditarse por cualquier medio de prueba (art.
23 LGS). Esta surge habitualmente del documento a través del cual se la instrumenta. En
términos generales, siendo que aquella puede ser demostrada por cualquier medio, bastará al
tercero con establecer la gestión de negocios en común para probar así su utilización. Ello no
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significa que toda probanza sea per seidónea , debiendo ser las que se invoquen
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concordantes, conducentes y "concluyentísimas" . La LGS admite, entonces, una amplia
libertad para probar su existencia, siendo las cuestiones atinentes a tales fines de orden
procesal y no sustancial, por lo que resultan admisibles la prueba de informes, el
reconocimiento judicial y pericial, las presunciones, documentales, testimoniales, inscripciones
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en los diversos organismos fiscales y de contralor de la actividad del caso, etcétera .
Resultan ser de utilidad como prueba de la existencia del ente —y a veces de la calidad de
socio que se atribuya—, las facturas y remitos extendidos a nombre de la sociedad o por esta,
la publicidad de su operatoria, las cuentas corrientes bancarias a la orden recíproca o conjunta
de los socios, los recibos de pago, la correspondencia en general, las operaciones bancarias
en procura de recursos financieros, la constancia que acreditada titularidad conjunta de la
habilitación municipal de los depósito de mercaderías, la existencia contratos de cesión que
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transfieran los derechos que uno de los socios , entre tantas otras.
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El contrato social resulta invocable entre los socios y oponible a los terceros que tuvieran
conocimiento efectivo de su existencia al tiempo de la contratación o del nacimiento de la
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relación obligatoria . Además es invocable por terceros contra la sociedad, socios y los
administradores. También las cláusulas relativas a la representación, la administración y demás
que se dispusieran sobre la organización y gobierno de la sociedad, pueden ser invocadas
entre los socios. En cuanto a las relaciones con terceros, cualquiera de los socios representa a
la sociedad exhibiendo el contrato (art. 22 LGS).
En materia de bienes registrables, el art. 26 LGS en su anterior redacción disponía que las
relaciones entre los acreedores sociales y los acreedores particulares de los socios de entes
irregulares se juzgaban como si se tratara de sociedades regulares, excepto respecto de los
bienes registrables, con lo que se sostenía la incapacidad de aquellas para adquirir tales
bienes. Con la sanción de la ley 26.994 se ha zanjado la discusión en favor de la admisión de
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la adquisición y registración , al incluirse en el art. 26 LGS la fórmula "incluso con respecto a
los bienes registrables". La solución es concordante con el art. 23 LGS que en su nueva
redacción dispone que para adquirirlos estas sociedades deben acreditar ante el Registro su
existencia y las facultades de su representante mediante un acto de reconocimiento de todos
quienes afirmen ser socios —instrumentado en escritura pública o instrumento privado con
firma autenticada por escribano—, inscribiéndose el bien "a nombre de la sociedad" y
detallando la proporción en que participa cada uno de estos. Luego de ello, en tanto titular de
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dominio, la sociedad podrá gravar y enajenar tales bienes .
42.2.3. Responsabilidad de los socios
En las sociedades no constituidas con sujeción a uno de los tipos legales, que omitan algún
requisito esencial, o que incumplan con las formalidades exigidas por la LGS —esto es, todas
las de la Sección IV—, la responsabilidad de sus socios frente a terceros es simplemente
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mancomunada (art. 24 LGS) . La solidaridad con la sociedad, o entre los socios, o una
distinta proporción de la que surge de la simple mancomunión, solo resulta posible en caso
de: i) estipulación expresa en tal sentido; ii) existencia de previsión contractual efectivamente
conocida por terceros al tiempo de la contratación o del nacimiento de la relación obligatoria;
o iii) que emane de las reglas comunes del tipo que manifestaron adoptar y respecto del cual
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se dejaron de cumplir requisitos sustanciales o formales .
Aun en caso de quiebra, las relaciones entre los acreedores sociales y los acreedores
particulares de los socios se juzgan como si se tratara de una sociedad de los tipos previstos
en el Capítulo II, incluso respecto a los bienes registrables (art. 26 LGS).
42.2.4. Subsanación
Alguna doctrina ha señalado que el art. 25 LGS no es claro, en particular en cuanto a "si un
socio puede impulsar la subsanación como medio de impedir la disolución y liquidación de la
sociedad o a la inversa, un socio requerir la disolución como medio de egresar de una sociedad
comprendida en la sección IV, sin tener que recurrir al régimen de subsanación del art. 23
"(672)
LGS .
En punto al plazo de prescripción para las acciones —entre socios— derivadas de este tipo
de relaciones, el mismo no se encuentra previsto en la LGS, por lo que resulta necesario
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remitirse sobre el particular al régimen del Cód. Civ. y Com. . Antes de su entrada en
vigencia, ocurrida en 2015, se aplicaba el plazo trienal del art. 848 inc. 1º del hoy derogado
Cód. Com. y que específicamente se refería a las "acciones derivadas del contrato de
sociedad". La norma no tiene su par en el actual Cód. Civ. y Com., por lo que cabe aplicar el
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plazo general de prescripción de cinco años , salvo para aquellos supuestos en que la LGS
disponga uno mayor o menor (art. 2560). Además, las normas relativas a la prescripción son
imperativas y no pueden ser modificadas por convención (art. 2533 Cód. Civ. y Com.).