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CARA A CARA CON EL

Verdadero
Evangelio

DENNIS E. PRIEBE

ROSEVILLE, CALIFORNIA
Diseño por Tim Larson
Arte de la Portada por Nery Cruz

Traducción al Español
Lesley Muy de Orellana

Revisión al Español
Alfonso Orellana

Derechos reservados 1990 por


Dennis Priebe
Todos los Derechos Reservados

Impreso por
Amazing Facts, Inc.

ISBN: 978-1-58019-223-1
Contenido
Dedicación

Introducción

1. Por Favor, Que el Verdadero Evangelio se Ponga de Pie

2. ¿Qué Es Pecado?
3. ¿Cómo Vivió Cristo?

4. Imposible Para el Hombre—Posible para Dios


Dedicación
Este libro jamás hubiera existido sin la influencia profunda de un fiel
maestro en mis clases de teología en la universidad. Conforme él compartía
sus ideas sobre “Teología Bíblica” mi entendimiento sobre la gran lucha
entre Dios y Satanás, el bien y el mal, creció y se profundizó. William T.
Hyde nunca permitió que sus estudiantes le describieran en su presencia
como el profesor de teología. El siempre reclamó para sí mismo el título de
“Estudiante de la Biblia”. El me desafió intelectual y espiritualmente y
marcó el curso de mis pensamientos para el resto de mi vida. Siempre
estaré agradecido con este cuidadoso estudiante de la Biblia y este libro
está respetuosamente dedicado a su memoria.
Introducción
Este libro fue publicado por primera vez durante la mitad de la década
de 1980, cuando los nombres Desmond Ford y Robert Brinsmead se
escuchaban a menudo mientras los Adventistas del Séptimo Día
conversaban de los recientes eventos que habían ocurrido dentro de la
iglesia. La mayoría de los miembros de la iglesia sabían que los puntos de
vista del Dr. Ford, de que 1844 no marcaba el inicio del juicio
investigador, habían sido rechazados por los líderes de la iglesia y que él
ya no tendría credenciales de ministro/maestro dentro de la iglesia. Debido
a que un número sustancial de jóvenes pastores aceptaron su lógica y su
evidencia al defender su posición, algunos grupos se separaron de la iglesia
organizada y formaron “hermandades evangélicas,” y algunos pastores
dejaron la iglesia Adventista y se convirtieron en pastores y maestros en
otras denominaciones. Naturalmente, esto causó gran conmoción y
confusión entre los miembros de la iglesia, surgiendo muchas preguntas, con
personas responsables que buscaban respuestas a las preguntas que habían
surgido.
Mientras que muchos estaban familiarizados con el “rechazo de 1844”
del Dr. Ford, casi no hubo discusión acerca de las causas principales que le
llevaron a esta conclusión. A nivel de eruditos hubo algunas discusiones de
sus opiniones acerca de la justificación, pero no existió un análisis
sustancial de sus opiniones sobre la salvación o sobre la justificación por
la fe. Pero la realidad es que sus conclusiones acerca de 1844 y el juicio
fueron formadas y hasta obligadas por sus opiniones acerca de cómo es que
las personas obtienen salvación. Sin embargo, debido a que hubo muy poco
análisis de estas opiniones, casi no se percibió que su entendimiento sobre
la justificación por la fe le condujo a rechazar el juicio investigador.
Por supuesto, el punto de vista del Dr. Ford acerca del evangelio no era
único en el. Este era el punto de vista estándar de los protestantes
conservadores, y era su mayor deseo hacer que este entendimiento del
evangelio fuera también el enfoque principal de la iglesia Adventista. Este
libro fue un intento por comparar el enfoque evangélico del evangelio (el
punto de vista de Ford) con el entendimiento Adventista del evangelio. Es
la convicción del autor que el evangelio Adventista es verdaderamente
singular en el mundo cristiano y que los tres ángeles se dedican al trabajo
de compartir este singular “evangelio eterno” con todo el mundo. Esta es la
cuarta impresión de este libro sobre el evangelio. Si trata a cerca de las
controversias de la década de 1980, ¿por qué es relevante en estos días? Ya
que el evangelio del Dr. Ford se analizó muy poco en ese entonces, muchos
creyeron encontrarse en terreno firme al rechazar sus conclusiones sobre el
juicio mientras que aceptaban sus conceptos sobre el evangelio. El
entendimiento evangélico del evangelio ha ganado fortaleza en el mundo
Adventista durante los últimos veinte años y temo que se está convirtiendo
en doctrina central del adventismo. Debido a la mucha interacción con los
cristianos evangélicos y la copia de sus ideas acerca de cómo crecer las
iglesias, el evangelio del protestantismo evangélico se ha vuelto atractivo
para muchos adventistas. Este libro continua siendo un esfuerzo por
comparar el evangelio Cristiano popular y el distintivo evangelio (bíblico)
Adventista. Puede ser que ahora este sea más importante que cuando fue
publicado por primera vez en 1985.
Durante los últimos diez años, aun aquellos que intentan ser fieles a la
Biblia y al Espíritu de Profecía han ido, sin darse cuenta, incorporando
partes del evangelio Evangélico. Debido a que algunas de sus enseñanzas
principales han sido apoyadas repetidamente por predicadores y escritores
de confianza, los miembros de la iglesia ya no se encuentran en guardia en
contra de ideas extrañas. Varios puntos del evangelio Evangélico son ahora
aceptados por muchísimos adventistas sin hacer ningún tipo de
cuestionamiento. Quizás ya es tiempo de que le demos un largo y arduo
vistazo a la dirección en que nos está llevando nuestro entendimiento sobre
la justificación por la fe, y que aprendamos de nuevo cual es nuestro
singular mensaje Adventista. Nuestro mensaje y nuestra misión están
inseparablemente entretejidos y ambos son únicos en el mundo Cristiano.
UNO
Por Favor, Que el
Verdadero Evangelio se
Ponga de Pie
Los últimos años han sido una época dolorosa para los Adventistas del
Séptimo Día más serios. Algunos miembros han sentido que han estado
escuchando una nueva clase de Adventismo proclamado desde el púlpito—
uno totalmente incompatible con la misión y el mensaje Adventista. ¿Qué
esta sucediendo en nuestra amada iglesia? Tanto ministros como laicos
están cada vez más confundidos. Se lanzan ataques de ambos lados,
mientras que aquellos que están en el medio se preguntan como lograran
tomar una decisión en cuanto a quien está en lo correcto o si mejor deberían
silenciosamente salir del Adventismo por la puerta trasera. Existen
respuestas o ¿estamos destinados a tropezar mientras nuestra iglesia
continua sufriendo?
Estoy convencido que existe una razón para el dolor que hoy estamos
sufriendo pero que también existe una solución para nuestro dilema
teológico. Se nos ha dicho que nuestra iglesia debe ser juzgada por el
evangelio. Yo acepto el reto. El evangelio se encuentra en el corazón del
cristianismo y sin este evangelio no existiría ni razón ni propósito para
observar el sábado. Pero ¿cuál es este evangelio? Esta es una pregunta
crítica que ha estado latiendo en la conciencia de pastores, maestros y
laicos.
Voy a proponer que hay dos versiones del evangelio que están siendo
proclamadas dentro del Adventismo. Las voy a resumir desde
presuposición hasta conclusión con la esperanza que al hacerlo se explique
el porqué algunos hombres y mujeres están teniendo una crisis de
conciencia con la enseñanza Adventista del Séptimo Día. Por supuesto que
especificaré que evangelio está en armonía con la Biblia y el Adventismo.
Pero quizás lo mejor que pueda venir de lo que estoy a punto de decir será
la aclaración de las posiciones en contra para que usted esté mejor
preparado, individualmente, para estudiar la Biblia y nuestro recurso
moderno inspirado—los escritos de Elena de White—para determinar cual
de los dos sistemas de creencias será su evangelio. Porque ultimadamente
todo debe ser así—usted debe tomar una decisión basado en la oración y el
estudio de la Biblia.
En el pasado ha sido relativamente fácil identificar a los grupos
“disidentes” y permanecer dentro de la corriente del Adventismo. No
muchos han seguido las voces de La Vara del Pastor o de los Adventistas
Reformados. Pero ahora tenemos dos evangelios dentro de la corriente del
Adventismo, lo cual hace mucho más difícil el escoger. Esto se ha venido
desarrollando dentro del Adventismo durante los últimos cincuenta años y
sostengo que las enseñanzas y los eventos que han ocurrido en nuestro
tiempo son el resultado inevitable y natural de las semillas plantadas
muchos años atrás. Lo que una vez pensamos que era un alargado sendero
de verdad frente a nosotros esta siendo visto últimamente como dos
senderos, divergiendo mas y mas ampliamente el uno del otro hasta que nos
encontramos en esta crisis. En el corazón de mi propuesta esta la profunda
convicción de que estos dos senderos son totalmente incompatibles el uno
con el otro, que el comprometer o armonizar entre ambos es lógicamente
imposible, y que cada uno de nosotros debemos decidirnos por uno de los
dos sistemas. Entonces veamos a estos dos rivales que demandan el título
de “evangelio” con la esperanza de que con toda seguridad el verdadero
evangelio se pondrá de pie.
Declaración del Problema
Las siguientes líneas fueron escritas hace más de veinticinco años por
Aage Rendalen, un ex editor adventista del Séptimo Día en Noruega.
En la década de 1950 el Adventismo iniciaba una asombrosa
limpieza interna. A varias doctrinas, que por años habían sido
molestas para teólogos puristas, se les dio un funeral público. Con el
incremento del nivel de conocimiento bíblico en la iglesia, así como
el incremento en el contacto con teólogos evangélicos, muchos líderes
Adventistas se sintieron avergonzados de algunas doctrinas que habían
sobrevivido el siglo XIX. Las principales entre estas fueron las
doctrinas de la expiación y la naturaleza caída de Cristo. Con la
publicación del libro “Questions on Doctrine” (Preguntas sobre
Doctrina) ambas fueron repudiadas.
El trabajo de aclaración progresó hasta principios de de la década
de 1970. Para entonces la creencia tradicional en una perfección
postrera estaba bajo ataque y parecía que iba de salida. Pese a los
esfuerzos frenéticos de unos cuantos defensores de la tradición
Adventista, las doctrinas de la naturaleza caída de Cristo y la
perfección humana en este mundo se fueron ahogando lentamente. El
peso de la evidencia bíblica simplemente venció lo poco que quedaba
a flote.
Con el amanecer de la década de 1980 una nueva crisis de
incomparable magnitud esta confrontando ahora a la iglesia. Lo que se
pensaba eran los cimientos del Adventismo—nuestra “teología del
santuario”—está ahora siendo examinada minuciosamente. Al mismo
tiempo la autoridad de la señora de White como profeta está siendo
re-evaluada.
Con el cortejo evangélico de los años 50 líderes Adventistas
iniciaron algo que en gran medida no pudieron prever. El tradicional
paisaje Adventista estaba siendo cambiado radicalmente y como
resultado se estableció una crisis de identidad. Hoy, para muchos, la
mera validez del movimiento se ha convertido en una pregunta abierta.
Sienten que esta no es la iglesia a la que se unieron. La superioridad
doctrinal…que el evangelista había puesto en alto ante ellos ahora
parece estar recostada en confusión. ¿Puede ser esta realmente “la
única iglesia verdadera?”, se preguntan.—Aage Rendalen,
“Adventism: Has the Medium Become the Message?” Evangelica,
Diciembre 1980, p.35.
Cuando leí este artículo, sentí que, desde una perspectiva un poco
diferente, Rendalen estaba exponiendo lo que yo quiero exponer, porque ha
señalado los asuntos en cuestión del gran conflicto y desarrollo histórico de
estos asuntos en los últimos treinta años. El ha, en efecto, acertado
exitosamente en el blanco. Estos son los asuntos que necesitan ser definidos
si existe alguna esperanza de que el verdadero evangelio se ponga de pie.
Me gustaría repetir un pasaje altamente importante en este artículo: “Con el
cortejo evangélico de los años 50 líderes Adventistas iniciaron algo que en
gran medida no pudieron prever. El tradicional paisaje Adventista estaba
siendo cambiado radicalmente.” Que cierto es esto.
Las semillas teológicas que fueron plantadas en las décadas de 1950 y
1960 han madurado hasta ser una cosecha teológica consistente y lógica.
Con esto quiero decir que, dadas ciertas presuposiciones, ciertas
conclusiones son necesarias, hasta inevitables, y muchos adventistas
concientes han visto la necesidad de afrontar las implicaciones de estas
conclusiones. Aún mas, estas discrepantes, conflictivas presuposiciones y
conclusiones son creídas ampliamente hoy dentro de la Iglesia Adventista
del Séptimo Día por un gran numero de eruditos, ministros y laicos.
Así que, no es únicamente un asunto de creencias fuera del Adventismo
versus las de adentro. Ambos sistemas de creencias teológicas están vivos
y creciendo hoy dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Ahora
veamos de forma más específica a los componentes individuales de estos
dos sistemas de creencias.
El Tema Central
El tema crucial, me parece a mí, el cual determina la dirección de ambos
sistemas de creencias—premisa y fundamento de todo el conflicto—es la
pregunta, ¿Qué es pecado? Después de todo, el evangelio es acerca de la
forma en que somos salvados del pecado. Es el pecado el que nos ha
causado perdernos y el evangelio son las buenas nuevas de cómo Dios nos
redime del pecado. Ahora, la mayoría de nosotros pareciera que hemos
asumido, quizás por toda nuestra vida, que sabemos que es pecado, pero
como típicamente cierto para la mayoría de cosas que asumimos sin
examinarlas cuidadosamente, nuestras suposiciones quizás sean
simplemente suposiciones no comprobadas que necesitan ser re-
examinadas. Es exactamente en este punto en que el Adventismo ha sido
desafiado argumentando que tiene confusas y hasta erróneas definiciones
del pecado lo cual ha llevado a posiciones erróneas en la doctrina de la
justificación por la fe.
La pregunta crucial es, ¿Cuál es la naturaleza del pecado por el cual el
hombre es considerado culpable, tan culpable que debe morir en el fuego
del infierno a menos que sea rescatado por la gracia de Dios? Debemos ser
claros al definir la naturaleza del pecado, para que sepamos exactamente de
que es de lo que el evangelio nos salva. ¿De que debemos ser perdonados?
¿Qué debe sanar para que escapemos la muerte eterna? Cuando visita al
medico, él primero debe determinar exactamente (eso esperamos) la
naturaleza del problema que le está afligiendo antes de prescribir el
tratamiento o medicina que le sanará. De la misma manera es con el pecado.
Debemos saber en donde descansa nuestra culpa, para que podamos aplicar
el evangelio a la enfermedad correcta.
El Evangelio Definido en la “Nueva Teología” o “Teología
Reformada”
La Naturaleza del Pecado
En el desafiante libro de Geoffrey Paxton, The Shaking of Adventism (El
Zarandeo del Adventismo), dice que los Adventistas del Séptimo Día
rechazaron justificación por la fe en 1888 porque rechazamos la doctrina
histórica del pecado original. El identifica el pecado original como el
principio fundamental de la teología Reformada.—Página 98-114. Ahora
pecado original es simplemente la creencia de que somos culpables delante
de Dios por nuestro nacimiento como hijos e hijas de Adán. Estamos
condenados por naturaleza, antes de que se manifieste cualquier decisión
sobre lo bueno y lo malo. Por el pecado de Adán estamos condenados
debido a nuestra perversión heredada. “Hay pecado en el deseo de pecar.”
“El pecado es declarado que existe en el ser humano antes de que tengamos
conciencia del mismo.” “Hay culpa en los malos deseos, aun cuando estos
son resistidos por la voluntad.”—Desmond Ford, “The Relationship
Between the Incarnation and Righteousness by Faith,” (“La Relación entre
la Encarnación y la Justificación por la Fe”) en Documents From the
Palmdale Conference on Righteousness by Faith, p.28 (Documentos de la
Conferencia en Palmdale sobre Justificación por la Fe, p.28)
De acuerdo con este punto de vista, pecado y culpa se aplican a la
naturaleza, y el evangelio debe tratar con la realidad de una condenación
continua como parte de la naturaleza del hombre, la cual nunca puede ser
eliminada hasta que recibamos un nuevo cuerpo en la segunda venida de
Cristo; cuando lo mortalidad sea revestida de inmortalidad. En este punto
de vista, debilidad, imperfección y tendencias son pecado. El punto
interesante y significativo es que los Reformadores construyeron su doctrina
de pecado original en la premisa de la predestinación, la cual enseña que
Dios deja a algunos hombres a que sufran y mueran en su naturaleza
pecadora mientras que elije enviar Su gracia salvadora a otros a través del
evangelio. Estas dos doctrinas encajan naturalmente. A pesar que, es un
poco extraño que mientras la predestinación hoy día ha sido rechazada por
muchos Cristianos, la doctrina de pecado original es aun vista como el
fundamento de la enseñanza correcta del evangelio.
La Naturaleza de Cristo
Ahora el siguiente paso procede de la siguiente premisa: ¿Qué clase de
ser humano debe ser Cristo, si El tiene que ser tanto humano como sin
pecado? Obviamente este punto de vista enfatiza que El debe tener una
naturaleza no caída, totalmente diferente a la naturaleza que usted y yo
heredamos de nacimiento. Algunas veces esta posición es referida como
“La naturaleza de Adán antes de la caída.” Algunas declaraciones hechas
por aquellos que sostienen ese punto de vista ayudará a aclarar este punto:
“Para que Cristo sea el segundo o último Adán El debe poseer una
naturaleza humana no caída.” “Enseñar que Cristo estaba propenso a pecar
es enseñar que El mismo era un pecador con necesidad de un Salvador.”—
Ibíd., p. 34.
De acuerdo con esta creencia, naturaleza caída o propensa a pecar
abarca también culpabilidad a la vista de Dios. Por tanto, es absolutamente
imprescindible que Cristo no tuviera ninguna conexión con nuestra
naturaleza caída. Pero, ¿Cómo puede ser esto si Cristo tuvo una madre
humana? Aquí hay una respuesta: “La sustancia de Maria fue amoldada en
una naturaleza perfecta por nuestro Señor tal y como en el principio el
Espíritu Santo transformó el caos en un mundo perfecto.”—Ibíd., p.34. En
otras palabras, las deficiencias genéticas de Maria fueron alteradas para
que ella solo transmitiera a Cristo una herencia perfecta, completamente
diferente a la herencia que recibimos nosotros de nuestros padres.
Justificación
El siguiente paso en esta “nueva teología” involucra nuestra experiencia.
Razona de esta manera: Como somos culpables por naturaleza y puesto que
mantendremos esta naturaleza hasta la glorificación, continuamos siendo
culpables luego de nuestra conversión y aun hasta en las buenas obras que
hacemos pecamos (porque el egoísmo contamina nuestros mejores
esfuerzos, y hasta en el mero acto de vencer al pecado quizás seamos
culpables), por tanto, de acuerdo con este punto de vista, debemos
enfocarnos mas en la justificación que en la santificación. Debemos buscar
entonces una justicia imputada fuera de nosotros todo el tiempo, puesto que
cualquier cosa que sea de adentro de nosotros está corrompida por el
pecado original y la depravación heredada.
Así que en esta línea de pensamiento, el evangelio es justificación; la
justicia de Cristo acreditada a nuestra cuenta. Justificación por la fe se
convierte en únicamente justificación, mientras que la santificación es
básicamente un buen consejo. Esto debe ser así, se argumenta, puesto que
todo lo que está corrompido por el pecado original jamás puede participar
en una justificación por fe perfecta. Así que somos legalmente justos
mientras que por dentro realmente somos culpables todo el tiempo.
Debemos siempre enfatizar el trabajo de Cristo por nosotros en lugar del
trabajo del Espíritu Santo en nosotros.
Perfección
Finalmente, en la “nueva teología” la premisa principal del pecado como
naturaleza caída lleva a una conclusión inevitable referente a la perfección
del carácter. Si la culpa reside en nuestra naturaleza, la naturaleza con la
cual nacimos, y si mantenemos esta naturaleza hasta la muerte o traslación,
entonces se vuelve sencillamente claro que no se debería hablar de
perfección, vencer como Jesús venció, o estar sin pecado en esta vida. Si a
pesar del crecimiento espiritual obtenido durante la vida confiando mas en
Jesús y menos en nuestros propios esfuerzos, somos igual de culpables a la
edad de sesenta años que lo que fuimos a la edad de dieciocho, entonces las
palabras “perfección de carácter” no tienen ningún significado y deberían
ser eliminadas prontamente de nuestro vocabulario espiritual.
Así es que el repudio a la posibilidad de perfección moral en esta vida
es un corolario necesario para la doctrina de pecado original. En esta línea
de pensamiento, el mero esfuerzo para obtener perfección moral resulta en
legalismo y en una negación de la justificación por fe. Aun después del
cierre de prueba el carácter del pueblo de Dios será defectuoso en fe,
esperanza y amor. Puesto que el único significado de estar sin pecado es
poseer una naturaleza totalmente sin pecado, para la “nueva teología” eso
nunca ocurrirá sino hasta la glorificación.
Las pocas líneas descritas anteriormente resumen el evangelio de
acuerdo con un bien desarrollado y cuidado-samente articulado sistema de
creencias el cual puede encontrarse dentro y fuera del Adventismo. Es
consistente desde sus presuposiciones hasta sus conclusiones, y yo creo que
si se comienza con las premisas fundamentales de este sistema, lógicamente
se debe terminar con sus conclusiones. Esta es una razón por la que la
llamada teología Reformada se ha vuelto tan atractiva para muchos
Adventistas de antaño. Entonces, si deseamos ser lógicos y bíblicos,
¿estamos obligados a aceptar este entendimiento del evangelio, siendo que
otras opciones son ilógicas y no bíblicas? Yo creo que el verdadero
evangelio, el evangelio de Cristo Jesús y Pablo, está basado sobre
presuposiciones diferentes que llevan a conclusiones diferentes. Creo que
este es el único evangelio que trata adecuadamente con los grandes temas
del conflicto entre Dios y Satanás. Creo que este es el único evangelio que
proveerá seguridad y esperanza a la Iglesia Adventista del Séptimo Día y
para todo aquel que se haga la vieja pregunta ¿Qué debo hacer para heredad
la vida eterna? Lo que sigue a continuación, es un corto resumen de la otra
forma de entender el evangelio prometido en el Antiguo Testamento y hecho
realidad en el Nuevo.
El Evangelio Definido en el Adventismo
La presuposición básica de este evangelio es que el corazón del conflicto
entre Dios y Satanás gira alrededor del tema del libre albedrío y si Satanás
ha malinterpretado o no a Dios en sus maléficas acusaciones. Dios tomó
riesgos grandes con el universo para proteger la libertad de elección y para
darle a los seres creados la oportunidad de juzgar si en realidad El era tal
como Satanás dijo que era.
¿Por qué permitió Dios la miseria del pecado? Porque no valía la pena
forzar la obediencia y la necesidad de la posibilidad de pecar si la justicia
era de ser posible. Después de que Adán pecara y perdiera su libertad de
elección, Jesús, el “Cordero, el cual fue muerto desde el principio del
mundo” (Apocalipsis 13:8), voluntariamente vino a esta tierra a ayudar a
aclarar estos temas y para dar a la humanidad un segundo período de
prueba. Y la agonía del pecado nunca terminará hasta que Satanás
abiertamente se postre y confiese el Señorío de Jesús. Esto significa que la
tragedia más grande del universo es la calumnia de Satanás contra Dios, una
tragedia aun mayor que cualquier pecado. Así que el tema a resolver es
cómo los seres caídos y no caídos escogerán en el gran conflicto, sea por
Dios o por Satanás. Esto significa que el evangelio nunca puede basarse en
predestinación de ningún tipo, la cual esencialmente evita cualquier
derecho del hombre de escoger a favor o en contra de Dios. El evangelio
está solidamente construido sobre el cimiento del libre albedrío—dos
palabras bien importantes en el gran conflicto entre Cristo y Satanás.
La Naturaleza del Pecado
Aquí, de nuevo somos llevados a tomar una decisión acerca de la
naturaleza del pecado. El pecado no es la forma en que el hombre
básicamente es, sino la forma en que el hombre escoge. El pecado ocurre
cuando la mente accede a lo que parece deseable y así quebranta su
relación con Dios. Hablar de la culpa en términos de naturaleza heredada es
pasar por alto la categoría importante de la responsabilidad. No es hasta
que hemos unido nuestra propia voluntad a la rebelión de la humanidad en
contra de Dios, hasta que activamente hemos entrado en esta oposición a la
voluntad de Dios, que la culpa entra en la experiencia humana.
Al pecado le concierne la vida del hombre, su rebelión en contra de
Dios, su desobediencia voluntaria y la distorsionada relación con Dios que
resulta de su rebelión. Al pecado le concierne la voluntad del hombre en
lugar de su naturaleza. Si la responsabilidad por el pecado ha de tener
algún significado, no se puede también afirmar que la naturaleza humana
caída hace al hombre un inevitable pecador. La inevitabilidad y la
responsabilidad son conceptos mutuamente exclusivos en la esfera moral.
Así que el pecado es definido como una elección voluntaria para rebelarse
en contra de Dios en pensamiento, palabra o acción. “Y al que sabe hacer lo
bueno, y no lo hace, le es pecado” Santiago 4:17. En el evangelio del
Nuevo Testamento, pecado es nuestra elección voluntaria de ejercitar
nuestra naturaleza caída y pecaminosa en oposición a la voluntad de Dios.
La Naturaleza Humana de Cristo
Construyendo sobre este cimiento, nos trasladamos a la naturaleza de
Cristo—aquella que heredó de Sus ancestros cuando se convirtió en un ser
humano. Si el pecado no es por naturaleza sino por elección, entonces
Cristo pudo heredar nuestra naturaleza caída y pecaminosa sin de ese modo
convertirse en un pecador. Él se mantuvo siempre sin pecado porque
siempre concientemente escogió obedecer a Dios, nunca permitiendo que su
naturaleza heredada controlara Sus decisiones. Su herencia fue igual a
nuestra herencia, sin necesidad de recurrir a intervención especial departe
de Dios para prevenir que Jesús recibiera de Maria naturaleza pecaminosa.
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también
participó de lo mismo…por lo cual debía ser en todo semejante a sus
hermanos.” Hebreos 2:14-17.
Cristo aceptó voluntariamente la humillación de descender, no solo al
nivel del hombre, sino al nivel en que se encontraba el hombre desde la
caída de Adán. Cuando Jesús vino el hombre obviamente no se encontraba
en el estado de Adán antes de la caída, de manera que algo más drástico se
necesitaba si los efectos de la caída de Adán debían ser vencidos. Cristo
debía descender a las profundidades en la cual la humanidad había caído a
través de los siglos y en su propia persona levantar a la humanidad de su
profunda caída a un nuevo nivel de vida—la vida para la que el hombre y la
mujer fueron creados. Jesús bajó de lo más alto a lo más profundo para
levantarnos.
Si Jesús hubiera adoptado una naturaleza humana perfecta intocable por
la caída, entonces Él no se hubiera puesto lado a lado con el hombre en su
necesidad. Si Jesús hubiera adoptado una naturaleza humana no caída,
hubiera habido un gran abismo creado por el pecado. Era una humanidad
caída la que Él había de representar delante de Dios. El se paró al lado de
los pecadores caídos para mediar entre el hombre pecador y un Dios santo.
Si Jesús adoptó una naturaleza perfecta, Él fue el puente que cruzó el
abismo entre Dios y el Adán sin pecado, pero el abismo entre Dios y la
humanidad caída aun necesitaría un puente. No obstante, si Cristo compartió
nuestra naturaleza caída, entonces Su trabajo mediatorio es el puente que
une el abismo entre el hombre caído y Dios. Únicamente al estar en nuestra
situación en el sentido más profundo y completo, identificándose
completamente así mismo con nosotros, hizo posible que Él fuera nuestro
Salvador. Cualquier otra condición humana excepto la de la naturaleza
humana heredada hubiera sido inmediatamente desafiada por el enemigo y
hubiera influenciado el juicio del universo.
Es interesante notar que este entendimiento de la condición humana de
Cristo era el fuertemente creído por A.T. Jones y E.J. Waggoner en sus
mensajes de justificación por la fe en 1888, los cuales fueron altamente
aprobados por Ellen White. De hecho, este entendimiento de la vida de
Cristo fue el poder que acentuó sus mensajes: el Señor Jesucristo—leal a
Dios poseyendo naturaleza caída.
Justificación
De aquí el mensaje del evangelio se traslada a nuestra experiencia
personal. El evangelio son las buenas nuevas del carácter de Dios; que
Dios perdona y restaura. El evangelio es (1) La declaración de Dios de que
somos hechos justos en los meritos de Cristo y (2) la renovación de Dios de
nuestro carácter pecaminoso para que podamos ser restaurados a Su
imagen. El evangelio es tanto el veredicto legal como el poder
transformador. Formar una unión con Cristo es el método por el cual la
justificación debe tomar lugar. El evangelio incluye justificación—la unión
con Cristo por fe, en base a la cual somos declarados y hechos justos—y
santificación—creciendo más y más como Cristo a través del poder del
Espíritu Santo.
Perfección
Finalmente, el evangelio puede hablar cómoda y bíblicamente acerca de
la perfección Cristiana, la cual es simplemente permitirle a Dios hacer Su
obra completa en nosotros al depender completamente en Él a través de la
fe. Esto no es extremismo en perfección. No es tratar de ser lo
suficientemente bueno para agradar a Dios o para ser salvo; no es eliminar
nuestra naturaleza caída; no es la dependencia de nuestra bondad interna.
Perfección bíblica es victoria total sobre el pecado, cuando, a través de
una sumisión total al poder de Cristo, el pecado se convierte tan repugnante
que no tenemos el deseo de quebrantar la voluntad de Dios. Si el pecado es
nuestra elección voluntaria de rebelarnos en contra de Dios en pensamiento,
palabra o acción, entonces ser sin pecado es nuestra elección voluntaria de
no rebelarnos en contra de Dios en pensamiento, palabra o acción. El
propósito de la perfección bíblica no es primordialmente para salvarnos,
sino por el honor de Cristo. No es erradicar nuestra naturaleza pecaminosa,
sino la restauración de esa naturaleza mediante una relación con Cristo. No
es llegar a un límite, sino el incesante crecimiento y deseo de aprender. No
es que tengamos conciencia de nuestra santidad interna, sino el gozo de
depender de la misericordia y poder de Cristo. No es estar libre de
tentación sino rechazar rendirse a ella. No es una santidad autónoma sino
una dependencia total para que podamos dejar de rebelarnos.
Este evangelio afirma que es posible tener un carácter sin pecado
poseyendo una naturaleza pecaminosa. El propósito del evangelio es
destruir el pecado. Así que, ser moralmente perfectos es el objetivo,
mientras permaneciendo en Cristo es el método. Aun mas, nuestra
preocupación diaria no es en el producto final sino en nuestra relación con
y nuestra confianza en Cristo. Únicamente con este entendimiento de
perfección del carácter Cristiano es que el mensaje Adventista de la
segunda venida de Cristo lleva un poder motivador. Este entendimiento
frecuentemente demanda incesante comunicación con Dios en oración.
¿Sabemos lo que significa luchar con Dios como lo hizo Jacob? ¿Están
nuestras almas buscando a Dios con un deseo tan intenso hasta el punto en
que todas nuestras fuerzas hayan sido llevadas al máximo? ¿Estamos
sosteniéndonos con una fe inquebrantable a Sus “preciosas y grandísimas
promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza
divina.” 2 Pedro 1:4.
Resultados
El evangelio Evangélico dentro de la iglesia Adventista ha tenido
consecuencias dramáticas. Debido a su insistencia de que somos pecadores
al nacer, que continuamos pecando por naturaleza toda nuestra vida porque
enseña que somos salvos por la justificación mientras que la santificación
es solamente un fruto de la salvación y que la perfección debe esperar hasta
que Jesús regrese, varias creencias Adventistas han sido impactadas
negativamente. La idea de un juicio investigador para examinar el
desarrollo de carácter y una obediencia santificada se vuelve en el mejor de
los casos irrelevante y en el peor de los casos destructora de la fe. La
autoridad de las enseñanzas de Elena de White es seriamente socavada, ya
que ella enseña exactamente lo opuesto a todas las creencias principales de
este evangelio. La importancia de la ley y el Sábado en los últimos días es
seriamente denigrada, ya que todos los que guardan el Sábado están
quebrantando la ley todo el tiempo por su naturaleza y una ley perfecta
puede guardarse perfectamente únicamente por aquellos que poseen una
naturaleza perfecta. Las enseñanzas sobre la salud son reducidas a buenos
consejos para aquellos que desean vivir más años y evitar enfermedades, ya
que estas son parte de la santificación y como tales no contribuyen en
ninguna manera a nuestra salvación. Los estándares de la iglesia, tales como
el entretenimiento, la lectura, las producciones gráficas, la música, el
vestuario y la joyería son simplemente productos de las tradiciones
Victorianas del pasado, dictadas más por la cultura que por la “verdad” y
deben ser modernizados si hemos de impactar a nuestra cultura
postmoderna. Deben implementarse nuevos métodos para plantar iglesias,
en las que debe hacerse que los nuevos creyentes se sientan a gusto con sus
propios estilos de vida y deseos personales. Se deben encontrar nuevos
estilos de adoración para lograr el mismo propósito en favor de aquellos
que desean más libertad dentro del Adventismo. Las prácticas sobre como
guardar el sábado deben actualizarse para evitar cualquier rasgo de
legalismo y para permitir más libertad de expresión. En ningún lugar
pueden observarse más claramente los resultados de este evangelio que en
nuestras instituciones de educación secundaria y en nuestras universidades.
Los que salen de estos centros educativos llevan consigo este evangelio y
sus frutos a sus iglesias locales. El resultado neto de todas estas cosas es la
fractura de la unidad del movimiento Adventista, de tal manera que en una
localidad existan diferentes “clases” de iglesias Adventistas, todas con
prácticas y enseñanzas muy diferentes. En los miembros de la iglesia esto
únicamente produce confusión, frustración, congregacionalismo,
desconfianza en los líderes y en el peor de los casos separación de la
iglesia organizada.
Conclusión
Estos, entonces, son los dos evangelios que están siendo predicados
dentro del Adventismo. ¿Puede ver porqué estos dos sistemas son
incompatibles? ¿Puede ver que un compromiso entre ambos es imposible,
que usted debe tomar una decisión respecto a cual de las dos será su fe
personal? Lo desafió a estudiar y orar, para que sepa en qué cree y porqué,
para usar bien la palabra de verdad. Debemos tomar decisiones basadas en
la información y guiadas por el Espíritu; decisiones que se mantendrán
firmes bajo las presiones de los últimos días, y lo mas importante, bajo el
ojo examinador de Dios cuando pruebe nuestra conciencia para ver si
hemos tomado decisiones honestas o si hemos razonado o deliberadamente
buscando el camino mas fácil. Que las buenas nuevas sean las buenas
nuevas de Dios y no un invento del hombre.

EL FRUTO DE LA DOCTRINA DEL PECADO


EN LOS DOS EVANGELIOS

Perfección moral imposible


Perfección moral posible

Justificación por la fe:


Justificación por la fe:
Justificación, imputada únicamente
Justificación y Santificación
Cristo—adopta la naturaleza
Cristo—carácter sin pecado
que tenía Adán antes de la caída
teniendo naturaleza caída

Pecado por naturaleza


Pecado por elección
DOS
¿Qué es Pecado?
La justificación por la fe es probablemente el tema bíblico más importante
y es el fundamento de cualquier discusión referente a la forma en que el
hombre y la mujer son salvados. Pero ¿qué es justificación por la fe y cómo
se relaciona con el evangelio? Hemos tenido ya mucha controversia dentro
de la Iglesia Adventista del Séptimo Día respecto a estas preguntas. Es
altamente significativo que en un debate serio de estos temas seamos
conducidos de vuelta al tema que parece estar por debajo de todos los otros
temas—la definición del pecado.
¿Qué es pecado? ¿Porque estamos preocupados por un tema que parece
ser tan negativo? Simplemente porque nuestra conclusión de la justificación
por la fe depende de la definición que se le de al pecado. ¿Por qué es el
hombre culpable? ¿Por qué razón condena Dios al hombre? ¿Por qué dice
Dios que el hombre debe morir en el infierno? Lo que decidamos que es
pecado afectará cada decisión que tomemos acerca de la naturaleza de la
justificación por la fe.
Quizás hemos asumido que sabemos que es pecado. Quizás sea de ayuda
ver nuevamente nuestras suposiciones y decidir por nosotros mismos
realmente que queremos decir cuando usamos la palabra pecado. Todos
sabemos que hemos pecado pero ¿Cómo? Como dijimos al principio,
cuando vamos al médico, él debe descubrir que está mal antes de poder
darnos la receta apropiada. De la misma manera, debemos saber
exactamente que está mal en nuestras vidas antes de que Jesucristo pueda
salvarnos de nuestros problemas—nuestro pecado. Debemos saber la
naturaleza de la enfermedad a la cual el remedio será aplicado.
Volvamos entonces y veamos el pecado que dio inicio todos los
problemas que hemos tenido en este mundo. Sabemos que Adán escogió
pecar voluntariamente. Sabemos que él se hizo culpable por su elección.
Pero ¿qué hay de nosotros? ¿Somos culpables por el pecado de Adán,
porque hemos nacido como su descendencia? ¿Somos culpables porque
hemos heredado de el una naturaleza caída? o ¿Somos culpables porque
decidimos repetir el pecado de Adán?
Así que nuevamente volvemos a la pregunta acerca de la naturaleza del
pecado. ¿Qué debe el evangelio perdonar y sanar? La pregunta básica que
debe ser resuelta es esta: ¿Cuál es la naturaleza del pecado por el cual una
persona es considerada culpable o condenada o perdida, a tal punto que
morirá en las llamas del infierno a menos que Dios le perdone? ¿Por cuál
pecado o por el pecado de quién es que estamos condenados y perdidos?
Pecado como Naturaleza
Ahora debemos comenzar con definiciones precisas. Muchas
definiciones de pecado han sido expuestas a través de los siglos.
Un grupo dice que nuestra culpa es el resultado inevitable de algo
llamado pecado original. De acuerdo con esta línea de pensamiento, pecado
original no significa la elección de Adán de pecar. Significa el estado en el
cual nacemos como resultado del pecado de Adán. Como resultado o por el
pecado de Adán, hemos nacido pecadores. A pesar que el término pecado
original ha sido usado por muchos teólogos, quizás necesitamos alejarnos
de este término y hablar acerca de los temas que están detrás del mismo.
Algunas veces términos teológicos, lejos de aclarar, tienden a oscurecer.
¿Qué es lo que realmente significa este término?
Pecado original puede ser definido de diferentes maneras. Algunos dicen
que somos culpables porque hemos heredado pecado de Adán. Algunos
dicen que somos culpables, no porque heredamos culpa, pero porque hemos
nacido como hijos e hijas de Adán, y por lo tanto se nos ha imputado la
culpa por nuestro nacimiento en una raza caída. Así que la culpa de Adán es
imputada a nosotros.
Otra variación dice que no somos culpables ni por haber heredado
pecado ni por haberse imputado la culpa, sino por haber nacido en un
estado separado. Nacimos desconocidos por Dios. Nacimos separados de
Dios y esta separación es nuestra culpa. Algunos hasta dicen que no somos
personalmente culpables, pero que hemos nacido condenados como parte de
una raza caída.
Pero el denominador común de todos estos puntos de vista es que somos
culpables o condenados porque hemos nacido en la familia humana.
Entonces, de cualquier forma que lo expliquemos con estos diferentes
puntos de vista, lo que se está diciendo es que la culpa o la condena es
heredada por naturaleza. Nuestra naturaleza caída es nuestra culpa.
Sin embargo, aun más es dicho—y es, que tenemos dos clases de pecado
en nuestra vida: (1) Somos culpables como parte de nuestro nacimiento en
esta raza y (2) que somos también culpables por nuestros propios pecados,
lo que hemos escogido, nuestros propios actos de rebelión. Los dos
aspectos son pecado. Entonces a pesar que hay dos aspectos de pecado, es
decir, nuestro nacimiento en la raza humana y nuestras decisiones rebeldes,
ya hemos sido condenados por nuestro nacimiento antes de serlo por
nuestras decisiones. Este es el punto básico del término pecado original.
Somos culpables o condenados por el pecado de Adán en el preciso
momento en que nacemos.
Las implicaciones de esta creencia están expresadas en el siguiente
enunciado: “Está declarado que el pecado existe en el ser humano antes de
que tengamos conciencia del mismo.” “Existe culpabilidad en los malos
deseos, aun cuando estos deseos son resistidos por la voluntad.” “Pecado
es la naturaleza mala heredada con todos sus frutos.”
Se da cuenta entonces que, de acuerdo con esta definición, el pecado
existe en nosotros antes de haber tomado la decisión de pecar o aun de
poseer el conocimiento. El pecado existe en nosotros antes de que podamos
entender y tomar decisiones acerca de lo que es bueno o malo. El pecado
reside en nosotros por nuestro nacimiento en la raza caída. John Calvin, uno
de los teólogos sistemáticos más grandes, tuvo esto que decir acerca del
pecado y la culpa. “Todos nosotros…venimos a un mundo contaminado y
contagiado de pecado…Estamos delante de Dios contaminados…La
impureza de los padres es transmitida a los hijos…Todos desde el principio
somos depravados…La culpa es por naturaleza.” (Énfasis en itálica
hechas por el autor). Calvin dice que la corrupción y la depravación
hereditarias de nuestra naturaleza esta designada como pecado por Pablo.
“Aun los bebes trayendo su condena con ellos del vientre de sus madres
sufren…por sus propios defectos.” Y por supuesto esto es pecaminoso a los
ojos de Dios, y Dios no condena sin culpa. “El hombre completo…está tan
inundado…que ninguna parte permanece exenta de pecado y por lo tanto,
todo lo que procede de él es imputado como pecado…Los hombres nacen
malintencionados…Todos somos pecadores por naturaleza.”—John
Calvin, Institutes of the Christian Religión, bk. II, ch. 1 #5, 6, 7, 8, 9, 10,
27. (Fundamentos de la Religión Cristiana, libro II, cap. 1 # 5, 6, 7, 8, 9,
10, 27.); énfasis en itálica agregado por el autor.
Como puede darse cuenta, este concepto de pecado aclara el porqué la
iglesia Católica Romana, Martín Lutero y John Calvin sostuvieron la
necesidad del bautizo de infantes. Si, en efecto, uno es culpable por
naturaleza, es extremadamente importante que sea bautizado inmediatamente
después del nacimiento para quitar el pecado, para ser limpio de la culpa
del nacimiento. El bautizo de infantes es extremadamente importante para
aquellos que tienen el problema del pecado original. Y por tal razón Martín
Lutero y John Calvin recalcaron grandemente su necesidad. Al nacer, los
niños debían ser bautizados inmediatamente para ser limpios del pecado
heredado dentro de ellos. Ambos, Calvin y Lucero, estaban de acuerdo con
y recibieron su conocimiento de pecado original de Agustín.
Lutero y Calvin también sostuvieron la doctrina de la predestinación, la
cual también recibieron de Agustín. Agustín creía que Dios había
predestinado a todos los hombres a ser salvos o perdidos. Martín Lutero y
John Calvin siguieron en esta dirección y construyeron su doctrina de
justificación por la fe sobre la presuposición de la predestinación. La
doctrina de pecado original encaja muy lógicamente con la doctrina de la
predestinación.
Hay aun otra dimensión en la creencia que el pecado es heredado por
naturaleza. Cuando Adán pecó, perdió la habilidad de no pecar, de manera
que todo lo que le quedaba a Adán era la habilidad de pecar. Cualquiera
que fueran las decisiones que Adán tomara eran decisiones pecaminosas.
Así que Adán, luego que pecó, solo podía pecar y nosotros como miembros
de la raza humana caída también solo podemos pecar. De hecho, la única
cosa que podemos hacer es pecar y Dios puede únicamente salvarnos en
nuestros pecados.
Lo que estoy diciendo es que esta doctrina tiene diferentes formas de ser
expresada. Pero el concepto básico que recorre a través de todas estas
definiciones es que hemos nacido pecadores. Hemos nacido culpables o
condenados. Somos culpables o condenados por ser parte de la familia de
Adán
Quizás sea bueno notar la reacción de Emil Brunner a esta doctrina. “Así
que la doctrina eclesiástica, la cual esta totalmente basada sobre la idea de
la caída de Adán y la transferencia de su pecado a las subsiguientes
generaciones, está siguiendo un método que carece de sentido Bíblico.
Hasta el pasaje, Rom. 5:12 el cual pareciera ser una excepción y ha sido
considerado como el locus classicus de la teología Cristiana desde la
época de Agustín, no puede considerarse que apoye este punto de vista de
Agustín el cual ha sido seguido por las subsecuentes generaciones. Pero
aquí Pablo no está tratando de explicar que es pecado; efectivamente, no
hay realmente algo en Romanos 5 que describa la naturaleza del pecado”
“La teoría del Pecado Original, la cual ha sido el estándar número uno para
la doctrina Cristiana del hombre, desde el tiempo de San Agustín, es
completamente desconocida para el pensamiento Bíblico.” “El pecado
primero que nada debe entenderse como un acto, es decir como una
“caída”, como una ruptura activa con el comienzo divino, como un salida
del orden divino…El pecado es un acto—y eso es lo primero que se debe
decir del pecado. Solo como segundo punto podemos decir: este acto es
siempre, al mismo tiempo, un estado, una existencia en acción, un estado en
el cual no se puede ser de diferente manera, un estado de esclavitud”—Emil
Brunner, The Christian Doctrine of Creation and Redemption, pp.98, 99,
103, 109. (La Doctrina Cristiana de la Creación y Redención, pp. 98, 99,
103, 109.)
Quisiera sugerir que la evidencia que apoya la teoría del pecado
original, sin importar la forma en que esta sea explicada, sea por herencia,
por imputación o por separación, no es una enseñanza bíblica clara tal
como algunos lo han sugerido. Hay por lo menos una forma más de entender
los textos que son utilizados para apoyar esta idea de pecado original.
Pecado por Elección
Enfoquémonos ahora en la segunda definición de pecado, llamada,
pecado por elección. En esta definición, estamos diciendo mucho de lo
mismo que ya ha sido presentado en las varias definiciones de pecado
original.
Creemos que en la naturaleza original de Adán nada lo llevaba a
rebelarse en contra de Dios. Ningún deseo lo conducía en contra de la
voluntad de Dios. Para Adán era natural hacer lo recto, y era totalmente
extraño hacer lo malo. Pero con la caída, algo cambio en la misma
naturaleza de Adán, en lo más profundo de su ser. La caída trajo a Adán una
inclinación hacia lo malo. Su naturaleza estaba ahora deformada y torcida,
y Adán ahora quería hacer lo que antes había odiado, siendo esto, rebelarse
en contra de Dios.
Entonces cuando decimos que heredamos una naturaleza caída de Adán,
debemos entender su significado completo. Heredamos maldad, debilidad y
corrupción de Adán. Tenemos los mismos deseos inherentes que Adán tenía
en su estado pecaminoso. Nuestra naturaleza nos incita a hacer lo malo, a
rebelarnos en contra de Dios. Es difícil para nosotros hacer lo bueno. Es
más natural hacer lo malo. Yo pienso que si fuéramos honestos con nosotros
mismos, admitiríamos que muchas veces nos tentamos a nosotros mismos.
Realmente no necesitamos que Satanás nos ande persiguiendo para
tentarnos con un sin fin de ideas, porque nosotros podemos tentarnos a
nosotros mismos. Nuestro propio carácter nos conduce a la perdición. El
egoísmo parecer ser la raíz de nuestras vidas, provocándonos ha hacer lo
que sabemos que no deberíamos hacer. De modo que heredamos tendencias
negativas de Adán, lo cual nos conduce ha hacer lo malo.
La única diferencia entre esta definición de pecado y las definiciones
anteriores es que no heredamos culpa ni condenación. Heredamos todo lo
demás que Adán pudo pasarnos. Heredamos todas las inclinaciones, todas
las tendencias, todos los deseos y nacemos de una forma que Dios nunca
tuvo realmente la intención que el hombre y la mujer nacieran. Pero esta
definición dice que el pecado personal viene por elección; el pecado, en si
mismo, no es heredado. La culpa, entonces, no es por naturaleza; pero
cuando decidimos rebelarnos en contra de la luz y de la responsabilidad,
entonces nos hacemos culpables. Debemos escoger tomar la decisión que
tomó Adán, la decisión de rebelarnos en contra de Dios y entonces somos
culpables.
Debemos admitir que la naturaleza pecaminosa hace más fácil el pecar—
tomar decisiones pecaminosas. Pero el punto que me gustaría enfatizar es
que somos culpables cuando tomamos esas decisiones, no antes de
tomarlas. Por tanto, yo creo que deberíamos distinguir cuidadosamente los
conceptos de maldad y culpa.
Hemos resumido las dos definiciones básicas de pecado. Dependiendo
de cual definición escojamos creer, los temas de justificación por la fe
tendrán un tono diferente. Las decisiones que tomemos acerca de la
justificación y la santificación serán diferentes, dependiendo la decisión
que tomemos respecto a la naturaleza del pecado.
Maldad y Culpa
Si queremos definir pecado como una elección, debemos hacer la
distinción entre maldad y culpa. Existe hoy tanta maldad en el mundo, aun
en el mundo animal. Pero no imputamos culpa a toda la maldad aparente
que existe hoy en nuestro mundo. Una de mis ilustraciones favoritas es la de
la típica mascota de hogar, el gato. Disfrutamos a los gatos quienes se suben
a nuestras piernas o nuestros pies, que les gusta ser acariciados, que le
gusta su plato de leche caliente. Pero algunas veces olvidamos que nuestra
mascota tiene otra cara. ¿Han notado que los gatos no son nada
misericordiosos con los ratones que atrapan para comer? Cuando logran
atrapar un ratón no lo matan inmediatamente, sino que juegan un rato con el.
En efecto, torturan al ratón hasta que el ratón encuentra físicamente
imposible escapar de ellos y finalmente se rinde.
¿Que haríamos con un ser humano que tratara de esta misma manera a
otro ser humano o a un animal? Lo consideraríamos culpable del más atroz
de todos los crímenes y probablemente lo encerraríamos por el resto de su
vida. Pero ¿qué hacemos con el animal que ha hecho eso—con nuestro
gato? Decimos que así es la vida. No es bueno que el ratón sufra, pero el
gato no es culpable tampoco. Así que vemos que hay algunos actos malos
que son parte de los resultados naturales del pecado y otros actos por los
cuales una persona puede ser considerada culpable.
Ahora, traigamos esto al nivel humano. Si estamos martillando un poste y
le pedimos a un amigo que lo detenga para que podamos pegarle bien,
quizás fallemos y le peguemos a nuestro amigo en el dedo. Ese golpe le
dolerá, se le pondrá morado y tomará algún tiempo para sanar, pero nuestro
amigo probablemente no nos acuse de tener culpa. Lo tomará como un
desafortunado accidente.
Vamos un poco más lejos para llegar al punto. Si un niño pequeño esta
jugando con una pistola y le dispara a su hermano o hermana mayor, le
quitamos la pistola y simplemente nos aseguramos que en el futuro dejemos
nuestras armas con el seguro puesto. No condenaríamos o juzgaríamos al
niño como culpable. Pero si un joven de 20 años toma la misma arma y le
dispara a alguien, inmediatamente haríamos varias preguntas comenzando
por ¿Por qué? Lo primero que querríamos saber es si fue premeditado, mal
intencionado y por lo tanto debe ser culpable.
De modo que hay una diferencia entre los conceptos de maldad y culpa.
La palabra maldad simplemente significa aquello que es malo, negativo,
equivocado, resultados del pecado en un mundo en maldición. La culpa se
aplica a responsabilidades morales por pensamientos o actos malvados.
Lo que estoy diciendo es que los árboles y los animales están llenos de
los resultados del pecado, pero no están condenados ni tampoco redimidos
por Dios, porque no tienen ningún conocimiento acerca de valores morales.
Solo el hombre tiene el conocimiento de los valores morales y por este
conocimiento él es condenado como culpable por cualquier acto de maldad.
Si vamos a creer que el pecado es por elección, debemos hacer la
distinción crucial entre maldad y culpa. La culpa demanda un conocimiento
previo y una rebelión voluntaria. Estoy indicando que la condena de Dios
esta siempre basada sobre el conocimiento previo que el hombre ha
adquirido. Santiago lo dice claro, “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo
hace, le es pecado.” Capitulo 4:17.
Resultado y Castigo
Ahora debemos comprobar la hipótesis de que hay una diferencia entre
maldad y culpa. En Génesis 2:17 un castigo distintivo y claro es dado por la
rebelión en contra de Dios. Dios le dijo a Adán, “mas del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres,
ciertamente morirás.” Hemos estado muy confundidos respecto a este
versículo, porque está bien claro que cuando Adán comió del fruto, el cual
Eva le dio, el no murió ese día.
Algunas veces hemos dicho, Bueno, ese día él comenzó a morir. Pero el
hebreo dice simplemente, “el día que de él comieres, ciertamente morirás.”
Entonces, ¿Por qué no murió Adán ese día? “¿Por qué no fue la pena de
muerte de una vez ejecutada en su caso? Porque fue encontrado un rescate.
El unigénito hijo de Dios voluntariamente tomó el pecado del hombre sobre
sí mismo e hizo expiación por la raza caída.”—Ellen G. White Comments,
S.D.A. Bible Commentary, vol. 1, p. 1082. (“Comentarios de Elena G. de
White, Comentario Bíblico Adventista, vol. 1., p. 1082.)
“En el instante en que el hombre aceptó las tentaciones de Satanás e hizo
las cosas que Dios le había dicho no hiciera, Cristo, el Hijo de Dios, se
paró entre los vivos y los muertos, diciendo, ‘Que caiga el castigo sobre
mí. Yo tomaré el lugar del hombre. El tendrá otra oportunidad.’”—Ibíd., p.
1085. “Tan pronto como Adán pecó, el Hijo de Dios se presentó así mismo
como fiador para la raza humana, con el poder suficiente para evitar la
condena pronunciada sobre el culpable, como cuando murió en la cruz del
Calvario.”—Ibíd., p. 1084.
¿Por qué no murió Adán ese día? Porque un Sustituto fue puesto entre la
pena de muerte y Adán ese día. Ese mismo día Jesús tomo el puesto de
Adán. Quizás esto nos ayuda a entender Apocalipsis 13:8, donde dice que
el cordero fue inmolado desde el principio del mundo. Como fiador del
hombre, Jesús, en efecto, pagó la pena ese día, poniéndose ese día entre
Adán y la pena de muerte.
Poco después Adán ofreció el primer animal en sacrificio el cual
significaba para él que el Hijo de Dios moriría en su lugar. Así que el
castigo por el pecado de Adán fue inmediatamente pagado por Jesucristo.
Jesucristo tomó inmediatamente el lugar de Adán.
¿Pero pagaría algún día Adán ese castigo? ¿Moriría Adán para pagar por
su pecado? ¿Por qué murió Adán 930 años mas tarde? ¿Pagó realmente
alguna vez la pena? ¿O murió simplemente como resultado de la
consecuencia heredada del pecado?
En efecto, se nos ha dicho que su muerte fue una bendición, porque él
había aguantado mucho la agonía de saber lo que su pecado había causado,
todo el pecado y sufrimiento del cual él había sido testigo por 900 años. De
manera que su muerte fue realmente un alivio. Esta muerte, la muerte natural
de la que Adán murió, fue el resultado del pecado no el castigo por su
pecado.
El castigo había caído sobre Cristo. Adán había ofrecido el cordero,
mostrando que entendía que la pena de muerte había sido pagada. Pero la
maldición—las consecuencias heredadas por el pecado—permanecen.

Esto significa que debemos dividir la idea básica de pecado en dos


columnas separadas. La columna del lado izquierdo es MALDAD, la cual
incluye todas las cosas que son el resultado heredado del pecado y toda
esta maldad conduce a la muerte. Pero a esta muerte Jesús la llamó
descanso (dormir), la cual no es el destino final del hombre. De manera que
la maldad y sus resultados conducen a la muerte, sufrimiento y todas las
cosas negativas que vemos a nuestro alrededor.
La columna de la derecha es CULPA. Y esta columna conduce a la
segunda muerte, o infierno, lo cual es el castigo por el pecado. De manera
que tenemos dos consecuencias del pecado. Tenemos la maldición—los
resultados heredados del pecado—que los seres humanos, animales y toda
la naturaleza generalmente experimentan lo cual conduce a la muerte, la
primera muerte. Y por el otro lado tenemos la culpa, que conduce al castigo
por el pecado, la segunda muerte, la cual ha sido pagada por Jesucristo. Si
escogemos aceptar la salvación de Cristo, nunca moriremos la segunda
muerte.
Ahora, es cierto que la expiación cubre ambas consecuencias del pecado.
Pero yo sugeriría que la expiación debe tratar con la culpa a través del
pendón y con los resultados de la maldad al restaurar y re-crear lo que la
maldición del pecado ha hecho. La expiación trabaja hacia la restauración
de todas las cosas al plan original de Dios, pero no elimina aquellas áreas
encontradas en la columna de la izquierda. Solo perdona aquellas áreas en
el lado de la culpa—es decir, solo puede perdonar el castigo por el pecado.
Así que los términos justificación, perdón, salvación, evangelio y
justificación y santificación se aplican particularmente a esos temas de la
columna derecha, a esos temas que tienen que ver con la culpa, castigo e
infierno. Lo que estoy sugiriendo es que hay una diferencia básica entre el
resultado del pecado y el castigo por el pecado. Hay una diferencia básica
entre la primera muerte y la segunda, y que los temas de condenación y
salvación pertenecen particularmente a la culpa y su castigo. Es en estas
áreas en las que debemos enfocarnos cuando hablamos de justificación por
la fe.
Ahora, veamos algunos textos en el Nuevo Testamento para ver si
tenemos evidencia bíblica para esta distinción. En Lucas 13:1-5, Jesús
cuenta una historia para hacer clara una lección. Lucas dice que algunos de
los presentes le habían contado a Jesús acerca de la sangre de unos
Galileos que había sido mezclada con sus sacrificios. En otras palabras que
habían sido asesinados. “En este mismo tiempo estaban allí algunos que le
contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los
sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos
galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los
galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis
igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y
los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que
habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos
pereceréis igualmente.”
Aquí vemos que la muerte de los Galileos no fue el resultado directo de
sus pecados. Jesús estaba diciendo que estos Galileos y a los que la torre
les cayó encima no eran mas culpables que otros por el tipo de muerte que
sufrieron. Aquí está claro que la primera muerte que experimentaron no
estaba ligada directamente con su culpa.
En Juan 9:1-3, los discípulos, viendo al hombre ciego, preguntaron a
Cristo, “Al pasar
Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus
discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya
nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino
para que las obras de Dios se manifiesten en él.” Una vez mas Jesús está
diciendo que su ceguera, la maldición con la que él era afligido, no era el
resultado de ningún pecado personal pero fue causado por una debilidad
heredada. Jesús esta haciendo aquí una distinción entre culpa personal y los
efectos heredados como resultado del pecado.
Otro texto importante es Juan 5:24,25. A menos que comprendamos la
distinción que estamos haciendo en este capítulo, podríamos creer que en
este pasaje Jesús se contradice así mismo. “De cierto, de cierto os digo: El
que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a
condenación, mas ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo:
Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios;
y los que la oyeren vivirán.” En el versículo 24 somos libres de la muerte;
ahora tenemos vida eterna. En el versículo 25 los que han muerto
escucharán la voz del Hijo de Dios en la resurrección. A menos que
hagamos esta distinción entre la primera muerte y la segunda, nos
encontraremos en una contradicción sin esperanza.
Jesús está diciendo que tenemos vida eterna hoy en ÉL. Somos libres del
castigo de la culpa. Hemos sido liberados, nunca moriremos la segunda
muerte—el castigo por el pecado. Sin embargo, excepto para aquellos que
serán trasladados, todos moriremos la muerte la cual es llamada
“descanso”, “dormir” (como en el caso de Lázaro). Luego escucharemos la
voz del Hijo de Dios y nos levantaremos del sueño de la primera muerte.
Aun aquellos que han sido perdonados y se les ha dado la vida eterna van a
morir como resultado de la maldición por el pecado de Adán. Debemos
morir porque estamos dentro de un mundo que está pereciendo. La primera
muerte no puede ser el castigo por el pecado, puesto que aquellos que
poseen la vida eterna también morirán la primera muerte. Puesto de la
manera más simple—vida eterna significa que no hay segunda muerte, la
cual es el castigo por el pecado. Otro versículo que expresa claramente este
pensamiento es 1 Juan 5:12, 13, en el cual se nos dice ahora que tenemos
vida en Cristo y a pesar de esto sabemos que un día moriremos.
Entonces, pienso que tenemos buena evidencia bíblica de que hay dos
consecuencias diferentes del pecado: (1) la maldición del pecado, que
conduce a la primera muerte y (2) el castigo por el pecado, que conduce a
la segunda muerte.
Luz y Elección
¿Es realmente cierto que la culpa es el resultado de las decisiones
personales y no el resultado de nuestro nacimiento como hijos de Adán?
¿Podemos probar con la Biblia que el pecado y la culpa son por elección y
no por el hecho de haber nacido de la familia humana con los resultados
inherentes del pecado? Veamos la evidencia bíblica.
En Romanos 7:7-9, Pablo habla acerca de la ley y nuestra relación con
ella. Pablo dice, “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna
manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco
conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Mas el pecado,
tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque
sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero
venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.” Aquí Pablo dice que
sabemos que es pecado porque la ley nos lo dice, y que si no supiéramos
acerca de la ley no tendríamos realmente conocimiento o entendimiento del
pecado. El aun va más lejos al decir que sin ley, el pecado es muerto. Así
que pecamos cuando sabemos cual es la voluntad de Dios. Pecamos cuando
sabemos y escogemos estar en contra de Dios.
En Juan 15:22, 24 Jesús, hablando a Sus discípulos un poco antes de su
muerte, dice, “Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían
pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. Si yo no hubiese hecho
entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora
han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre.” Por lo que la gente sabía
ahora acerca de Jesús y lo que Él había hecho, eran responsables por la
forma en que le trataban. Por Su venida y el conocimiento que ellos tenían,
ahora serían culpables si le rechazaban.
En Juan 9:41, Jesús está respondiendo a algunas de las críticas de los
Fariseos, y dice, “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque
decís: Vemos, vuestro pecado permanece.” Es decir, si fueran
verdaderamente ciegos, si realmente no supieran, no serían culpables de
pecado. Pero dicen, vemos; entonces son culpables de pecado.
¿No parece estar claro que la culpa y el pecado están estrechamente
entrelazados al conocimiento y entendimiento de la luz? Quizás el factor
distintivo entre las dos columnas que usamos anteriormente (que nos ayudó
a diferenciar entre maldad y culpa) es el término bíblico de luz. Lo que
convierte a la maldad en culpa es la luz o el conocimiento—y las
decisiones que tomamos basados en la nueva luz o conocimiento.
En el libro de Santiago, se emite un poco de luz sobre este problema. En
Santiago 4:17 dice, “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es
pecado” Para el que sabe que es lo bueno y falla en hacerlo, para esa
persona, es pecado. Una vez mas el conocimiento y la culpa están
estrechamente unidos. Santiago 1:15 dice, “Entonces la concupiscencia,
después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo
consumado, da a luz la muerte.” Acá vemos el desarrollo de la
concupiscencia, o el deseo, al pecado actual. El pecado no está
necesariamente en el deseo como tal. El pecado es lo que ese deseo
produce. Pecado es el resultado de ceder a ese deseo.
En el Antiguo Testamento, Ezequiel 18:2-4 se refiere a un proverbio
usado por los hijos de Israel. “Que pensáis vosotros, los que usáis este
refrán sobre la tierra de Israel, que dice: ¿Los padres comerán las uvas
agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo, dice Jehová el
Señor, que nunca mas tendréis por que usar este refrán en Israel. He aquí
que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo
es mía; el alma que pecare, esa morirá.” En el versículo 20, Ezequiel
vuelve a enfatizar este principio bíblico: “El alma que pecare, esa morirá;
el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del
hijo.” Responsabilidad individual para decisiones individuales—libertad
individual de elección.
Ahora ¿que hace Dios con aquellos que en ignorancia están haciendo lo
malo, aquellos que no están en armonía con la voluntad de Dios? ¿Cómo
maneja Él estas situaciones? Pablo dice en Hechos 17:30 “Pero Dios,
habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a
todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” En tiempos de
ignorancia, los hombres hacen cosas malas. Hacen cosas que no están en
armonía con la voluntad de Dios. Quebrantan la ley y la voluntad de Dios.
¿Cómo maneja Dios ese problema? ¿Qué hace con eso? De acuerdo con
este versículo, El “pasa por alto” o ignora los tiempos de ignorancia. No lo
perdona, pero ignora. Pero cuando sea que venga la luz y el conocimiento,
lo malo entonces se convierte en culpa. Y por ese pecado cometido a la
vista del conocimiento, el pecador debe arrepentirse y buscar el perdón.
El enunciado de nuestro Señor en Mateo 11:21-24 se entiende mejor
usando este razonamiento: “Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho
los milagros que han sido hechos en vosotras [Betsaida], tiempo ha que se
hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que el día del
juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para
vosotras…porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han
sido hechos en ti [Capernaum], habría permanecido hasta el día de hoy. Por
tanto os digo que en el día del juicio, será mas tolerable el castigo para la
tierra de Sodoma, que para ti.”
Ahora en términos de la cantidad de actos de maldad, estoy seguro que
Sodoma sobrepasa en gran manera a Capernaum. Pero la condena fue más
pesada sobre Capernaum. ¿Por qué? Capernaum tenía más luz. Tenían el
privilegio de aceptar al mismo Jesús. Por supuesto que Sodoma había
hecho cosas malas, pero muchas de esas cosas malas habían sido hechas
bajo una luz inferior. No entendieron el camino hacia Dios y Lot no fue para
ellos un buen representante del camino hacia Dios. Por su ignorancia no
eran tan culpables como lo era el pueblo de Capernaum, quien había
rechazado una luz superior. De manera que Capernaum era más culpable
que Sodoma, porque tenían más luz; sus decisiones estaban basadas sobre
un conocimiento más completo. El Salmo 87:4-6 sugiere que Dios tomará
nota de donde el hombre ha nacido, de donde este ha venido. Él juzgará en
base al estado en que se encuentra cada persona, cual ha sido su pasado,
que tanto conocimiento ha tenido de la voluntad de Dios.
Elena de White hace algunos comentarios bien importantes sobre el tema
de pecado y culpa. “Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias de
la maldad de sus padres, pero no son castigados por la culpa de sus padres,
a no ser que participen de los pecados de éstos. Sin embargo, generalmente
los hijos siguen los pasos de sus padres. Por la herencia y por el ejemplo,
los hijos llegan a ser participantes de los pecados de sus progenitores. Las
malas inclinaciones, el apetito pervertido, la moralidad depravada, además
de las enfermedades y la degeneración física, se transmiten como un legado
de padres a hijos, hasta la tercera y cuarta generación.”—Patriarcas y
Profetas p. 314.
Por favor note lo que es transmitido como resultado del pecado de Adán.
Malas tendencias, apetito pervertido, y una moral degradada, así como
también enfermedades físicas y degeneración. Esto es parte de todo lo que
recibimos de nuestros padres y ancestros. Pero notemos también ese
comentario bien importante “…pero no son castigados” Esto es evidencia
bastante conclusa a favor de la doctrina de que el pecado y la culpa son el
resultado de la decisión tomada a la luz del conocimiento adquirido
referente a lo bueno y lo malo.
“No daremos cuentas por la luz que no ha alcanzado nuestra percepción,
pero por lo que hemos resistido y desechado.” Elena G. de White,
Comentario Bíblico Adventista, vol. 5, p. 1145. La culpa personal es
imputada únicamente sobre en base a la luz y el conocimiento. No somos
condenados por hacer cosas que son malas o equivocadas a menos que
tengamos cierto grado de conciencia de que esas cosas son malas. “Nadie
será condenado por no obedecer la luz y el conocimiento que nunca
tuvieron.”—Ibíd. Parece claro que ella esta basando la condenación sobre
el entendimiento, sobre decisiones voluntarias. “La luz pone de manifiesto y
corrige los errores escondidos en las tinieblas; y al aparecer esta, la vida y
el carácter de los hombres debe cambiar de una manera correspondiente,
para estar en armonía con ella. Los pecados que eran una vez pecados de
ignorancia, debido a la ceguera de la mente, no pueden ya ser practicados
sin culpa.—Obreros Evangélicos, P. 170. Una vez comprendamos que
nuestros actos son malos, nos volvemos culpables si continuamos
consintiendo esos pecados. Pero antes de que supiéramos, no éramos
culpables. Después de que hemos comprendido, somos culpables. La culpa
está entonces entrelazada con la elección y el conocimiento.
“Había todavía muchos judíos que ignoraban lo que habían sido el
carácter y la obra de Cristo. Y los hijos no habían tenido las oportunidades
ni visto la luz que sus padres habían rechazado... Los hijos no fueron
condenados por los pecados de sus padres; pero cuando, conociendo ya
plenamente la luz que fuera dada a sus padres, rechazaron la luz adicional
que a ellos mismos les fuera concedida, entonces se hicieron cómplices de
los pecados culpas de sus padres y colmaron la medida de su
iniquidad.”—El Conflicto de los Siglos P. 31. Por la participación y
conocimiento personal, la culpa fue imputada.
“El pecado de la difamación comienza cuando se consienten
pensamientos malos…Un pensamiento impuro tolerado, un deseo impuro
consentido, y el alma queda contaminada y comprometida su integridad.”—
Traducido de Testimonies, Vol. 5 p. 177; énfasis agregado. Por favor note la
diferencia. Es el tolerar el pensamiento impuro, es el acariciar deseos
carnales lo que constituye pecado y contaminación. No es el pensamiento o
deseo en sí mismo. No es correcto decir que hay pecado en el deseo de
pecar si ese deseo es inmediatamente desechado. “Cada pensamiento
impuro debe ser inmediatamente rechazado.” “Ningún hombre puede ser
forzado a transgredir. Su propio consentimiento debe primero ser ganado;
el alma debe proponerse el acto pecaminoso antes que la pasión pueda
dominar sobre la razón o que la iniquidad triunfe sobre la conciencia. La
tentación, tan fuerte como sea, nunca es una excusa para pecar.”—Ibíd.;
énfasis agregado. Las inclinaciones del corazón natural no son pecado en sí
mismas hasta que son acariciadas, hasta que son deseadas; al consentir
malos pensamientos cruzamos el límite entre la maldad y la culpa. La
inclinación es mala, pero no somos culpables por esa inclinación sino hasta
que decidimos tomar parte activa en ella.
“Si la luz viene, y si esta luz es puesta a un lado o rechazada, entonces
viene la condenación y la desaprobación de Dios; pero antes de que viniera
la luz, no hay pecado, porque no existe luz para ser rechazada.”—Ibíd.,
vol.1 p.116. De manera que, parece estar bien claro que el pecado esta
estrechamente ligado al entendimiento y al conocimiento.
“Existen pensamientos y sentimientos sugeridos y propuestos por Satanás
que molestan hasta al mejor de los hombres; pero si no son consentidos, si
estos son rechazados como repugnantes, el alma no esta contaminada con
culpa, y ninguna otra persona es afectada por su influencia.”—Traducido de
Review and Herald, Marzo 27,1888. Esos pensamientos y sentimientos, si
no son consentidos, no contaminarán con culpa. Los pensamientos y
sentimientos están mal. Están allí por la maldad del mundo y por la
naturaleza que tenemos que es caída. Pero no contaminan a menos que
elijamos consentirlos o ponerlos en práctica.
En Consejos sobre la Salud, página 81, Elena de White indica que usar
tabaco lastima el cuerpo, pero Dios es misericordioso con aquellos que lo
usan en ignorancia. Únicamente hasta que la luz ha llegado es que estos son
considerados culpables por el uso del tabaco. Ahora bien, el tabaco tendrá
sus efectos negativos. Quizás hasta pueda resultar en un cáncer, pero hasta
que la luz viene, la culpa no es imputada. El contraer cáncer no significa,
necesariamente, que la persona es culpable y que ha pecado en contra de la
luz de la verdad.
En conclusión, yo creo que la culpa reside únicamente en esas facultades
altas responsables de escoger lo malo, no en las facultades bajas las cuales
sufren los efectos de la ley natural y son parte del ciclo de pecado de la
tierra. La culpa no puede permanecer en un mundo naturalmente moral sino
únicamente en el hombre quien es responsable por las perversiones a la ley
moral. La culpa no se agrega así misma a las facultades animales del
hombre, sino a esas facultades morales que participan en el ejercicio del
poder de elección.
El pecado, y sus raíces, es amor propio. A pesar que el pecado es
determinado por el motivo en lugar que por el acto. Es la elección de poner
al yo primero, y cualquier forma que este tome. El pecado es escoger
separarnos de Dios al poner el yo primero. Es la decisión de acariciar lo
malo. Es la decisión de permanecer ignorantes de la voluntad de Dios. Es la
decisión de ser irresponsables en cuanto a nuestras habilidades y
responsabilidades.
Sobre el cimiento de la división teológica entre los Adventistas sobre la
pregunta de justificación por la fe descansan diferentes creencias sobre la
naturaleza del pecado y culpa. El debate real es sobre la naturaleza del
pecado. Esta pregunta debe responderse con claridad: ¿Por qué somos
culpables y de qué debemos ser perdonados?
La respuesta que demos a esta pregunta afectará directamente nuestra
percepción de la forma en que Cristo vino a esta tierra. ¿Qué naturaleza
tomó Cristo? ¿Qué poderes utilizó? ¿Cómo venció al pecado? Estas
preguntas recibirán diferentes respuestas, dependiendo de la conclusión que
tengamos referente a la naturaleza del pecado.
TRES
¿Cómo vivió
Cristo?
Este tema ha levantado gran discusión en los últimos años. El propósito
de este capítulo es tratar con la pregunta, ¿cómo vino Jesús a esta tierra y
cómo vivió como hombre? Debemos dejar que la evidencia hable para que
podamos comprender lo que Dios dice acerca de Su Hijo, Jesucristo, y lo
que el Hijo dice acerca del Padre.
Al discutir la naturaleza del pecado, sugerí que si creemos que pecado y
culpa se originan como resultado de la naturaleza, entonces surgirán ciertas
conclusiones concretas respecto al tema de justificación por la fe. En este
capitulo enfrentaremos la primera de esas conclusiones. Si alguien cree que
el pecado viene por naturaleza, que el hombre es culpable y condenado por
la naturaleza con la cual nació (sea heredada, imputada o por separación
con Dios al nacer), entonces es absolutamente necesario que Cristo no haya
nacido de la misma forma en que nosotros nacemos. Si hubiera nacido
exactamente como nosotros, heredando culpa o siendo imputada o por
separación con Dios, entonces Él hubiera sido culpable y no hubiera podido
ser nuestro Salvador, porque nuestro Salvador debe ser sin pecado. Si
alguien tiene la posición de que el pecado es por naturaleza y que somos
culpables y condenados por esa naturaleza, entonces debe tomar la posición
de que Jesucristo tomó la naturaleza de Adán antes de la caída. Así que la
decisión tomada acerca de la naturaleza del pecado predetermina la
decisión acerca de la forma en que Jesucristo nació.
Por otro lado, si alguien toma la posición de que heredamos tendencias
que son malas y corruptas, que nuestra naturaleza ciada tiende a movernos
en una dirección equivocada, pero que no somos culpables por esa
naturaleza sino hasta que decidimos ejercitar esa naturaleza en rebelión en
contra de Dios, entonces existe la posibilidad de que Jesús pudiera haber
nacido de la misma forma en que usted y yo nacimos. Él pudo haber
recibido la misma herencia sin haber escogido ceder a esa naturaleza en
rebelión en contra de Dios. Únicamente con el entendimiento de pecado por
elección es que esta opción permanece abierta. Entonces, sí existe una
diferencia crucial en que creamos que el pecado es por naturaleza o por
elección, porque eso determinará las conclusiones que hagamos referente a
la humanidad de Jesucristo.
¿Qué clase de hombre fue Jesucristo? ¿Qué naturaleza tomó? ¿En qué era
igual a nosotros y en qué era Él diferente? Si creemos que el pecado es por
elección, entonces podemos permitir que la evidencia hable por si misma.
¿Nació Jesucristo con una naturaleza caída o no? Vamos a la evidencia para
ver lo que la Biblia y el Espíritu de Profecía nos enseñan acerca de
Jesucristo y Su naturaleza humana.
¿De que se despojó Jesús así mismo?
Comencemos en Filipenses 2, donde Pablo describe a Jesús haciéndose
hombre. Este capítulo describe el descenso de Jesucristo a esta tierra y Su
ascenso de regreso al cielo. En el versículo 6 dice: “quien, siendo por
naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué
aferrarse.” NVI Este versículo expresa la igualdad de Jesús con Dios el
Padre antes de venir a esta tierra—Su estado antes de la encarnación. No
necesitaba aferrarse a ser igual a Dios por que Él era Dios.
El versículo 7 describe la encarnación. “Por el contrario, se rebajó
voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a
los seres humanos.” NVI. Ahora la palabra griega traducida “se rebajó
voluntariamente”, en la versión Reina Valera 60 significa “sino que se
despojó a sí mismo.” Para que Jesús pudiera convertirse en hombre debía
despojarse a sí mismo de ciertas cualidades divinas, las cuales Él
ejercitaba libremente en Su estado PRE-encarnado como Dios.
Primero que todo, Él tuvo que poner a un lado Su omnipotencia. Si Jesús
iba verdaderamente a vivir y actuar como un hombre, Él no podía actuar
como un Dios todo poderoso. Debía actuar de una forma que fuera posible
para el hombre imitar. En Juan 5:30, Jesús describe Su relación con el
Padre. “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi
juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me
envió, la del Padre.”
“No puedo yo hacer nada por mí mismo” no es un comentario que Jesús
hubiera hecho antes de su encarnación. Dios dice que Él hace todas las
cosas según Su voluntad. Jesús esta diciendo algo aquí lo cual no se
esperaría que Dios dijera. En Juan 14:10-12 agrega, “…sino que el Padre
que mora en mí, él hace las obras…El que en mí cree, las obras que yo
hago, él las hará también; y aun mayores hará.” Una vez más, estas palabras
no son típicas de un Dios. Dios no depende de nadie. Únicamente en la
situación de hombre es que hablamos de dependencia. Esto sugiere entonces
que Jesús voluntariamente suspendió el ejercicio de Su poder.
Cuando Jesús estaba durmiendo en la barca durante la tormenta en el mar
de Galilea, “Él no confiaba en la posesión de la omnipotencia. No era en
calidad de ‘dueño de la tierra, del mar y del cielo’ cómo descansaba en paz.
Había depuesto ese poder, y aseveraba: ‘No puedo yo de mí mismo hacer
nada’… Jesús confiaba en el poder del Padre; descansaba en la fe—la fe en
el amor y cuidado de Dios,—y el poder de aquella palabra que calmó la
tempestad era el poder de Dios.”—El Deseado de Todas las Gentes, p.302.
Entonces Jesús no utilizó Su propio poder en Sus milagros. El dependió del
poder de Su Padre. Cuando sanó al paralítico, Dios le dio poder a Su hijo
para realizar ese milagro. También le dio poder a Su hijo para realizar
todos los demás milagros. Ver los Testimonios, vol. 8, p. 202. Únicamente
en Su resurrección le fue ese poder restituido, cuando Su propia deidad
levantó de la tumba a Su durmiente humanidad.
Jesús también dejó atrás la memoria de Su pre-existencia. Lucas 2:52
dice que Jesús crecía en conocimiento y estatura. Para crecer en
conocimiento, uno debe tenerlo escasamente y se debe aprender. Por lo
tanto Jesús, como hombre no pudo haber sido omnisciente, sabiendo todas
las cosas, o el aprendizaje hubiera sido imposible. “Las mismas palabras
que él había hablado a Israel por medio de Moisés, le fueron enseñadas
sobre las rodillas de su madre.” “Puesto que él adquirió saber como
nosotros podemos adquirirlo… El que había hecho todas las cosas, estudió
las lecciones que su propia mano había escrito en la tierra, el mar y el
cielo”—El Deseado de Todas las Gentes, p.51. Gradualmente aprendió
más acerca de Dios y la salvación y los temas del evangelio. “El misterio
de su misión se estaba revelando al Salvador.”—Ibíd., p.58. Eventualmente
comprendió quien era y que debía hacer.
Esto significa que Él no recordó lo que sabía antes de venir a la tierra.
Está bien claro que Él sabía todas las cosas antes de bajar a la tierra.
“Antes de venir a la tierra, el plan estuvo delante de él, perfecto en todos
sus detalles. Pero mientras andaba entre los hombres, era guiado, paso a
paso, por la voluntad del Padre.”—Ibíd., p.121. Antes de venir a la tierra,
Él supo todo el ámbito de lo que pasaría al revelarse el plan de la
salvación. Pero al vivir en la tierra no supo lo que sabía antes de venir. En
la tierra fue guiado por la voluntad del Padre.
En Marcos 13:32, Jesús dice, “Pero de aquel día y de la hora [de la
segunda venida] nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el
Hijo, sino el Padre.” Mientras estuvo en la tierra, no supo cuando vendría
de nuevo, porque el Padre no se lo había revelado. El Padre había revelado
muchas otras cosas que eran necesarias que Jesús supiera, pero el Padre no
le había revelado el tiempo de Su segunda venida. Durante Su vida en la
tierra, Jesús no tuvo el conocimiento acerca del futuro, excepto que el
Padre se lo revelara.
“Cristo, en su vida terrenal, no se trazó planes personales. Aceptó los
planes de Dios para él, y día tras día el Padre se los revelaba”—Ministerio
de la Curación, p. 380. “El Salvador no podía ver a través de los portales
de la tumba. La esperanza no le presentaba su salida del sepulcro como
vencedor ni le hablaba de la aceptación de su sacrificio por el Padre.”—El
Deseado de Todas las Gentes, p. 701. Justo antes de Su muerte, Jesús no
sabía con seguridad que resucitaría. En el principio había dicho que lo
haría, porque Su Padre se lo había revelado. Pero ahora cargando todo el
peso del pecado, no estaba seguro que saldría de la tumba o ni siquiera que
Su sacrificio sería aceptado por el Padre, porque el pecado fue una terrible
carga que llevar. Quizás, sea importante que notemos aquí que Jesús murió
sin saber con certeza el resultado, pero dispuesto a confiar en Su Padre.
Esto fue realmente el costo de la expiación. Jesús temió a la posibilidad
que la separación hubiera sido eterna.
Está claro que Jesús dejo atrás Su omnisciencia, saber lo que Dios sabe,
cuando vino a la tierra. Tenía que ser así, si Él viviría como un hombre.
Obviamente Jesús también tuvo que dejar Su omnipresencia. Él, como
hombre, estuvo solamente en un lugar en cada momento. También dejó atrás
Su gloria. Isaías 53:2 dice que no había nada especial en su apariencia.
Dejó atrás la gloria que era Suya para poder vivir como hombre.
En resumen, Jesús puso a un lado muchos aspectos de Su deidad. No
podía usar esos aspectos de Su deidad que le hacían Dios. Debía vivir
como hombre entre hombres. La inactividad de Su deidad significa que esta
estuvo inactiva durante la vida de Jesús como hombre. Su deidad compartió
el riesgo del fracaso y pérdida eterna, pero no le era permitido hacer algo
para prevenir tal consecuencia. Era el hombre Jesús quien tomaba
decisiones y actuaba. Ese es el tremendo riesgo de la encarnación.
Mientras que es propio decir que Jesús no dejó de ser Dios mientras fue
hombre, Jesús puso a un lado esos atributos que lo hacían Dios, para poder
vivir como hombre. Dios no puede ser tentado al mal, de acuerdo con
Santiago 1, y Jesús fue verdaderamente tentado al mal por Satanás. Por lo
tanto, para el plan de la salvación era esencial que Jesús viviera como
hombre, únicamente con las habilidades naturales del hombre.

Jesús Tomó Nuestra Naturaleza Caída


Demasiada discusión se ha centrado sobre si Jesús tomó nuestra
naturaleza caída o la naturaleza de Adán antes de la caída. A pesar de que
esto quizás parezca como especulación, tiene implicaciones
verdaderamente tremendas para el tipo de vida que deberíamos vivir día a
día. Entonces examinemos la evidencia.
Romanos 8:3 es una de las declaraciones clásicas a cerca de la
encarnación de Jesús. “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto
era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de
pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” ¿Qué significa
exactamente ser en “semejanza de carne de pecado”? Hemos escuchado que
semejanza no significa igualdad.
Ya hemos estudiado algunas de las evidencias bíblicas referente a la
verdadera naturaleza humana de Jesús. Se despojó así mismo de aquellas
cosas que lo caracterizaban como Dios. Filipenses 2:7 dice, “sino que se
despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres;” La misma palabra griega es utilizada en ambos versículos. En
Romanos 8:3 está como “semejanza de carne de pecado.” (Énfasis en
Itálica agregado.) Creo que todos estamos de acuerdo que cuando Jesucristo
vino a esta tierra Él se convirtió en un hombre real. En efecto, el docetismo,
una de las primeras herejías de la iglesia Cristiana, enseñaba que Jesús
realmente no se convirtió en hombre, sino que únicamente aparentaba ser un
hombre. Creían que cualquier cosa material provenía del mal y por lo tanto
Jesús no podía haber tomado un cuerpo físico. Fue en respuesta a esta
herejía que Juan dijo (1 Juan 4:2) que debíamos creer que Jesucristo vino
en la carne—que Él era un ser humano de carne y hueso, un ser humano
real.
Ahora, si queremos entender que en Filipenses 2:7 hecho semejante a los
hombres significa “verdaderamente” hombre no simplemente “similar al”
hombre, entonces ¿qué deberíamos decir acerca de Romanos 8:3 donde
encontramos la expresión, “semejanza de carne de pecado”? El Expositores
del Testamento Griego (“The Expositors Greek Testament”) comentan
sobre Romanos 8:3,4. “Pero el énfasis…es en la igualdad de Cristo hacia
nosotros, no en Su desigualdad;…lo que él [Pablo] quiere decir es que Dios
envió a Su Hijo en esta naturaleza la cual en nosotros está identificada con
el pecado…La carne…en la cual el pecado había reinado fue también esa
[carne] en la cual la condenación de Dios por el pecado fue ejecutada.” “La
carne significa nuestra naturaleza humana corrupta.”—The Expositors
Greek Testament (Grand Rapids, Mich: Wm. B. Eerdmans Pub. Co.) 2:645,
646. Pareciera que si interpretáramos semejanza en Filipenses 2:7 como
nuestra naturaleza humana actual, entonces debemos interpretar la palabra
semejanza en Romanos 8:3 como la naturaleza pecaminosa actual.
¿Qué creyó Elena de White en este punto? Quizás su declaración más
definitiva es encontrada en El Deseado de Todas las Gentes. “Habría sido
una humillación casi infinita para el Hijo de Dios revestirse de la
naturaleza humana, aun cuando Adán poseía la inocencia del Edén. Pero
Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por
cuatro mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los
efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados
terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él vino con una
herencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y darnos el
ejemplo de una vida sin pecado.”—Página 32.
Aquí tenemos información substancial acerca de cómo y porqué Jesús se
hizo hombre. “Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba
debilitada por cuatro mil años de pecado.” ¿Cómo aceptó esa humanidad?
“Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la
herencia.” Procede la siguiente pregunta lógica: ¿Cómo funciona esa ley?
¿Cuáles son los resultados del funcionamiento de esa ley? La siguiente
oración aclara. “Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra
cuáles eran aquellos efectos.” Conocemos bien a algunos de Sus
antecesores. David y Rahab fueron dos de sus antepasados terrenales ¿Qué
heredaron ellos? Creo que sabemos la respuesta a esta pregunta. La
siguiente oración dice, “Mas él [Jesús] vino con una herencia tal.” ¡Jesús
vino con la herencia que David tenía! David fue Su antecesor terrenal.
Jesús acepto el funcionamiento de la gran ley de la herencia de la misma
forma que sus antecesores la aceptaron. Esta única declaración es una fuerte
afirmación de que el estado en el que nacemos fue el estado en que Jesús
nació, en términos de la herencia.
Quizás ayudaría un poco saber exactamente qué significa cuando
hablamos de herencia. “Ambos padres transmiten a sus hijos sus propias
características, mentales y físicas, su temperamento y sus
apetitos.”—Patriarcas y Profetas, p. 605. “Las malas inclinaciones, el
apetito pervertido, la moralidad depravada, además de las enfermedades y
la degeneración física, se transmiten como un legado de padres a
hijos.”—Ibíd., p. 314 “Estos son aquellos que han heredado temperamentos
y disposiciones peculiares.”—Traducido de Testimonies, Vol. 9, p.222. “Él
[el Padre] transmite temperamento irritable, sangre contaminada, intelecto
debilitado y una moral débil a sus hijos.”—Ibíd., vol. 4, p. 30,31. “Los
padres quizás han trasmitido a sus hijos tendencias a apetitos y
pasiones.”—Ibíd., vol. 3, p. 567. “Malos rasgos de carácter recibidos al
nacer…”—Ibíd., vol. 5, p. 419. “Será bueno recordar que las tendencias de
carácter son transmitidas de padres a hijos.”—Ibíd., vol. 4, p. 439. “En
tanto que Adán había sido creado sin pecado, a la semejanza de Dios, Set,
así como Caín, heredó la naturaleza caída de sus padres”—Patriarcas y
Profetas, p.68.
Si está claro que nosotros como individuos heredamos características,
tendencias y rasgos de carácter de la naturaleza caída que recibimos de
nuestros padres, y si Jesús aceptó el funcionamiento de la gran ley de la
herencia, creo que la única conclusión posible es que Jesús heredó una
naturaleza caída. Si nosotros heredamos una naturaleza caída y Él aceptó
los resultados del funcionamiento de la gran ley de la herencia, entonces
¿qué debió Él haber heredado? No existe evidencia que sugiera que Jesús
heredó únicamente los resultados físicos de la caída, como hambre,
debilidad, sentirse sediento y moralidad, pero que Él no heredó rasgos de
carácter. Estas áreas no pueden ser separadas. Si la ley de la herencia era
operativa, operó en su totalidad. Si nosotros recibimos rasgos de carácter
de nuestros padres, entonces Jesús recibió rasgos de carácter de Su madre,
puesto que ella era, en su totalidad, una madre humana. Si nosotros no
creemos que ella fue inmaculadamente concebida, entonces creemos que
ella tenía la misma naturaleza que cada ser humano posee.
En el estudio sobre la humanidad de Jesucristo de Harry Johnson, hace
esta declaración: “El Nuevo Testamento apoya la teoría que Jesús nació a
la humanidad y tomó completamente la naturaleza humana de María, y la
deducción obvia es que parte de su herencia fue una ‘naturaleza humana
caída.’ No existe evidencia que sugiera que la cadena de herencia entre
Jesús y Maria fue rota.” Este es el punto crucial. No hay evidencia que la
cadena de herencia fue rota. Lo que Cristo heredó fue lo mismo que
nosotros heredamos.
Harry Johnson continúa diciendo, “El nacimiento de Jesús significa que
Él penetró completamente en nuestra situación humana, y que vino en la
naturaleza humana como lo era debido a la caída. …El peso de la prueba
debe recostarse en aquellos que aceptan la doctrina de una “debilidad
heredada”, y aún sostienen que Jesús tomó la verdadera naturaleza humana
de Su madre pero sin heredar los resultados de la caída.”—Traducido de
The Humanity of the Savior (London: The Epworth Press, 1962), pp.44, 45
(La Humanidad del Salvador) El peso de la prueba está con aquellos que
dicen que hubo una interferencia en la herencia que María transmitió a
Jesús. La evidencia de la Biblia y el Espíritu de Profecía indican que Su
herencia fue la misma que la nuestra.
Cuando Jesús fue asediado por el tentador, las cosas no eran iguales a
cómo fueron con Adán. “Durante cuatro mil años, la familia humana había
estado perdiendo fuerza física y mental, así como valor moral; y Cristo
tomó sobre sí las flaquezas de la humanidad degenerada.”—El Deseado de
Todas las Gentes, p. 92. En Mensajes Selectos, libro 1, páginas 267,268,
encontramos virtualmente lo mismo. “Tomando nuestra naturaleza caída, Él
mostró en lo que se convertiría”—Ibíd., libro 3, p.134. Muchas veces Elena
de White se refiere a la naturaleza caída de Cristo, la condición caída, la
naturaleza pecaminosa. Ver Primeros Escritos, p. 150; Mensajes Selectos,
libro 1, p. 267; La Historia de la Redención, p. 45. Ella no insinúa que esto
se le imputó a Él; dice que es suyo por experiencia. “La naturaleza de Dios,
a quien se le había transgredido su ley, y la naturaleza de Adán, el
transgresor, se encontraron en Jesús, el Hijo de Dios y el Hijo del
hombre.”—Traducido de Manuscript 141, 1901. “Fue ordenado por Dios
que Cristo tomara sobre sí mismo la forma y naturaleza del hombre
caído.”—Traducido de Spiritual Gifts, vol. 4, p. 115. Era importante que
Cristo tomara ambos, la forma y la naturaleza del hombre caído.
Si Cristo no hubiera descendido completamente a nuestro nivel, Satanás
hubiera gritado inmediatamente que se había cometido algo injusto, y nada
en el nombre de la justicia hubiera podido realizarse para responder a la
pregunta básica del plan de la salvación. Ponerlo a Él por encima de
nuestra naturaleza, viviendo en la naturaleza de Adán, es oscurecer la
asombrosa victoria que ganó por nosotros.
“A pesar que Él tuvo toda la fuerza de la pasión humana, nunca cedió a la
tentación para hacer un simple acto que no fuera puro, elevado y
ennoblecedor.”—Traducido de In Heavenly Places, p. 155. Él experimentó
la fuerza de nuestra pasión. Conoció nuestras debilidades. Conoció nuestra
postura. Nuestros sentimientos. “Adán fue tentado por el enemigo, y cayó.
No fue que hubiera pecado dentro de él que causó que cediera; porque Dios
lo había creado puro y recto, a Su imagen. El fue sin culpa como los ángeles
delante del trono. No había en él principios corruptos, tendencias al mal.
Pero cuando Cristo vino a enfrentarse con las tentaciones de Satanás, Él
llevo la ‘semejanza de carne de pecado.’”—Traducido de Sings of the
Times, Octubre 17, 1900. Cuando Jesucristo tomó la semejanza de carne de
pecado, no fue la naturaleza de Adán, la cual era sin culpa como la de los
ángeles ante el trono, sin tendencias a hacer el mal dentro de él. Pero Jesús
tomo la semejanza de carne de pecado. “Sabe por experiencia lo que es la
flaqueza humana, lo que son nuestras necesidades, y en qué consiste la
fuerza de nuestras tentaciones, porque fue “tentado en todo según nuestra
semejanza, pero sin pecado.”—Ministerio de la Curación, p. 47
¿En dónde descansa la fuerza de nuestras tentaciones? Seguro, adentro de
nuestra propia naturaleza la cual está inclinada hacia el mal. Él sabe por
experiencia lo que eso significa. “Cristo en realidad unió la naturaleza
desagradable del hombre con Su propia naturaleza sin pecado.”—
Traducido de Review and Herald Julio 17, 1900. Note que unió la
desagradable naturaleza del hombre con Su naturaleza sin pecado. Era una
naturaleza pura; una naturaleza bella. Una naturaleza la cual
automáticamente quiere hacer lo bueno no es una naturaleza desagradable.
Parece claro que tenemos una excelente evidencia en la Biblia y el Espíritu
de Profecía que dice que Jesucristo nació como nosotros nacimos, con las
tendencias y actitudes que nosotros recibimos.
Sin Tendencias al Mal
Pero existe otro aspecto de la humanidad de nuestro Señor. Jesús no fue
exactamente de la misma forma en que somos nosotros, porque él tuvo un
Padre que fue el Espíritu Santo.
Elena de White da unas advertencias importantes. “Sea cuidadoso,
extremadamente cuidadoso de la forma en que medita en cuanto la
naturaleza humana de Cristo. No lo ponga delante de las personas como a
un hombre con tendencias a pecar. Él es el segundo Adán. El primer Adán
fue creado puro, criatura sin pecado, sin una sola mancha de pecado sobre
él; el fue la imagen de Dios. Por el pecado su posteridad nació con
tendencias heredadas a la desobediencia. Pero Jesucristo fue el Hijo
unigénito de Dios. Él tomó sobre sí mismo la naturaleza humana, y fue
tentado en todo como la naturaleza humana es tentada. Él pudo pecar; pudo
haber caído, pero ni por un momento existió en Él tendencia al mal. Fue
acechado con tentaciones en el desierto, como Adán fue acechado con
tentaciones en el Edén.
“Nunca, en ninguna manera, deje la más mínima impresión sobre la mente
humana que una machan de, o inclinación a, corrupción descansó sobre
Cristo…Que todo ser humano esté sobre aviso de meterse en el terreno de
hacer a Cristo del todo humano, como uno de nosotros; porque no puede ser
así” Traducido de los Comentarios de Elena G. de White, Comentario
Bíblico Adventista, vol. 5, pp. 1128, 1129. “El es hermano en nuestras
debilidades pero no en la posesión de pasiones similares a las nuestras.
Como el Único sin pecado, su naturaleza rechazaba el mal. El soportó
pruebas y la tortura del alma en un mundo de pecado.” – Traducido de
Testimonies, Vol. 2, pp202. “El era un Intercesor poderoso y no poseía las
pasiones de nuestra naturaleza humana caída, pero estaba rodeado de
nuestras mismas debilidades.” – Ibíd., p. 509
Ahora debemos empezar por examinar el uso que Elena de White le da a
la palabra “tendencia.” La evidencia indica que ella usaba la palabra con
diferentes tonos de significado en diferentes contextos. Algunas veces
tendencia podría referirse a tendencias naturales humanas, tales como las
que Adán tuvo antes de la caída, mientras que en otros casos podría
referirse a tendencias de la humanidad caída. Pero cuando Elena de White
califica la palabra tendencia con adjetivos tales como mal, pecaminoso,
egoísta o mundano, ella se está refiriendo a patrones de hábitos
desarrollados.
Por ejemplo ella dice, “No debemos mantener ninguna tendencia
pecaminosa.”—Traducido de Ellen White comments, S.D.A. Bible
Commentary, vol. 7, p. 943. Si tendencia se refiere a un patrón de hábitos
cultivados o elegidos, entonces es cierto que no necesitamos retener o
mantener esas tendencias pecaminosas. “La indulgencia, complacencia
propia, orgullo y extravagancia deben ser renunciados. No podemos ser
Cristianos y complacer éstas tendencias.”—Traducido de Review and
Herald, Mayo 16, 1893. Estas tendencias son claramente patrones de
pensamiento escogidos. Podríamos hasta decir que una tendencia
pecaminosa se refiere a tendencias cultivadas. El punto crucial es que a una
tendencia pecaminosa se le permite que se desarrolle de nuestra tendencia
heredada a hacer el mal. Jesús nunca desarrolló tales tendencias
pecaminosas.
Elena de White también utiliza la palabra pasión en diferentes formas.
En algunos casos pasión se refiere a deseos humanos aceptables adquiridos
a través de la herencia natural. De esta manera puede ella decir que Jesús
acepto “toda la fuerza de la pasión de la humanidad.” También utiliza la
palabra pasión en un sentido más negativo, al referirse al desarrollo de
tendencias pecaminosas adquiridas a través de la corriente heredada. Jesús
nunca obtuvo tales pasiones. Una ves mas la distinción crucial está entre lo
que es heredado al nacer, por lo cual no somos culpables y por lo cual
Cristo no fue culpable, y las tendencias pecaminosas y pasiones las cuales
los pecadores escogen desarrollar después del nacimiento, la cuales Cristo
nunca desarrolló.
Muchos se han preguntado porqué nosotros desarrollamos estas
tendencias mientras que Cristo no las desarrolló. Debe admitirse que este
fue el período de la vida de Cristo (desde el nacimiento a la edad donde ya
existe responsabilidad) acerca de la cual tenemos muy poca información en
los escritos inspirados. Por lo tanto cualquier conclusión debe permanecer
relativamente tentativa. Algunos sugieren que los padres guiaron
cuidadosamente el desarrollo de la mente del bebé Jesús para que no fueran
desarrolladas tendencias pecaminosas en Él. Otra sugerencia es que la
habilidad de discernir entre lo malo y lo bueno estuvo presente desde muy
temprano en el niño Jesús y era ejercitada para prevenir que se
desarrollaran las tendencias pecaminosas. Otra sugerencia es que no se
pretendía que la infancia de Cristo fuera el ejemplo para la humanidad; por
lo tanto los eventos que ocurrieron durante Sus primeros años no son temas
relevantes en el gran conflicto. La sugerencia de la cual soy partidario es
que por Su nacimiento sobrenatural a través del Espíritu Santo, Él nació de
la manera en la que nosotros volvemos a nacer (nuestro nuevo nacimiento
como hijos de Dios). Porque el poder del Espíritu Santo estaba dirigiendo
Su vida desde el nacimiento, él no desarrolló hábitos o tendencias
pecaminosas las cuales nosotros desarrollamos al nacer.
No importa cual sugerencia sea adoptada referente a los primeros años
de la vida de Jesús, el tema central no debe ser oscurecido. Si la vida de
Jesús debe tener algún significado como ejemplo para nosotros, entonces es
crucial que Él herede lo que nosotros heredamos. No importa las decisiones
que tome, no puedo cambiar mi naturaleza caída. No puedo tener la
naturaleza de Adán antes de la caída, no importa cuanto me rinda a Dios. Si
la obediencia perfecta de Jesús fue basada sobre el hecho de que Él tenía
una naturaleza no caída, entonces Él tuvo una ventaja que yo nunca podré
tener. No obstante, si la obediencia perfecta de Jesús fue basada sobre el
control que le permitió ejercer al Espíritu Santo sobre su vida, entonces yo
también puedo escoger ese control para mi vida, y puedo vivir una vida de
obediencia total. Puedo tener esa “ventaja.”
El siguiente enunciado quizás sea un buen resumen de este punto. “Cristo
no obtuvo la misma pecaminosa, corrupta y caída infidelidad que nosotros
poseemos, porque entonces no habría podido ser la ofrenda perfecta.”—
Traducido de Manuscript, 94, 1893. Es la infidelidad lo que es el
problema. La herencia no nos hace culpables, pero la decisión de ejercitar
nuestra naturaleza caída produce la culpa. Elena de White describe estos
puntos juntos en una sola oración. “Al tomar sobre sí la naturaleza del
hombre en su condición caída, Cristo no participó de su pecado en lo más
mínimo...No debemos tener dudas en cuanto a la perfección impecable de la
naturaleza humana de Cristo.”—Mensajes Selectos, tomo 1, página 300.
Jesús tomó la naturaleza del hombre en su condición caída, pero Él nunca
participó en el pecado. Él nunca escogió de la forma que nosotros
escogemos. Jesús fue el cordero de Dios sin mancha con una naturaleza y
cuerpo caído.
Harry Johnson, al referirse a la herencia que Jesús recibió, dice, “Cristo
debió haberse rebajado al nivel del hombre caído y aceptado la humillación
voluntaria de descender al nivel al cual el hombre había caído a través del
pecado de Adán y a través de los pecados de las generaciones
subsecuentes…La humanidad no estaba en el estado de Adán antes de la
caída, y por lo tanto la respuesta usual de que Cristo asumió una naturaleza
humana perfecta, la naturaleza humana como Dios la creó originalmente,
tiene el efecto de debilitar la fuerza del paralelo. El hombre no estaba en el
estado de Adán antes de la caída, y ya que este era el caso, algo mucho más
drástico se necesitaba si los efectos de la caída de Adán habían de ser
vencidos. Si había de venir “el segundo Adán a la batalla”, entonces Él
debía descender a la profundidad en la cual la humanidad había caído....y
en Sí mismo levantar a la humanidad de su profunda caída a un nuevo nivel
de vida.” Jesús tenía que descender al nivel en el cual encontró al hombre
después de la caída, no al nivel en el cual Él originalmente había creado al
hombre.
Johnson prosigue, “Si Jesús asumió naturaleza humana perfecta intocable
por la caída, entonces significaría que Él no se pone lado a lado con el
hombre y su necesidad…si Jesús hubiera asumido ‘naturaleza humana no
caída” hubiera habido un abismo entre Jesús y aquellos a quienes Él
representaría delante de Dios, el abismo creado por el pecado…Él se paró
al lado de los pecadores en el sentido que Él había asumido una naturaleza
humana afectada por la caída…Si Jesús asumió una naturaleza humana
perfecta, Él cruzó el abismo entre Dios y el hombre, pero aquel espacio
entre el hombre caído y lo no caído aun necesitaría un puente. Si, no
obstante, Cristo compartió nuestra ‘naturaleza humana caída,’ entonces Su
trabajo mediatorio como Sumo Sacerdote crea el puente que cubre todo el
abismo y une al hombre caído en su desesperada necesidad de Dios. Es por
razones de la salvación que se necesita esta hipótesis acerca de la Persona
de Cristo.” (Traducido de Harry Jonson, The Humanity of the Saviour,
London, The Epworth Press, 1962, pp. 87, 124, 125)
¿Cuál Fue La Acusación De Satanás?
Se ha dicho que la acusación hecha por Satanás en contra de Dios fue que
el hombre no caído, Adán, no podría obedecer la ley de Dios. Por lo tanto
Jesús tenía que tomar la naturaleza de Adán para probar que la acusación
de Satanás estaba equivocada. Algunos afirman que la acusación de Satanás
no tenía nada que ver con el hombre caído, sino únicamente con el hombre
perfecto. Sostienen que Satanás declaró que el hombre perfecto no podría
obedecer la ley de Dios.
Sin embargo, el siguiente enunciado nos dice que la verdad es
exactamente lo opuesto. “Satanás, el ángel caído, había declarado que
ningún hombre podía guardar la ley de Dios después de la desobediencia de
Adán. Y él afirmaba que toda la raza humana estaba bajo su
dominio.”—Mensajes Selectos, Tomo 3, p. 153. “Satanás declaró que era
imposible para los hijos e hijas de Adán guardar la ley de Dios, y de esta
manera acusó a Dios de falto de sabiduría y amor. Si ellos no podían
guardar la ley, entonces había una error con el dador de la ley.”—Traducido
de Signs of the Times, Enero 16, p. 1896. ¿En quién estaba enfocando su
acusación? En el hombre caído—los hijos e hijas de Adán. Si ellos no
podían guardar la ley, entonces la ley de Dios era defectuosa. La acusación
fue hecha respecto a nuestra habilidad de guardar la ley. Elena de White
prosigue: “Los hombres que están bajo el control de Satanás repiten estas
acusaciones en contra de Dios, al declarar que el hombre no puede guardar
la ley de Dios. Jesús se humillo así mismo, vistiendo Su divinidad con
humanidad, para que Él pudiera pararse como la cabeza y representante de
la familia humana y por ambos, precepto y ejemplo, condenar el pecado en
la carne y hacer mentira las acusaciones de Satanás.” Si las acusaciones de
Satanás fueran que el hombre caído no puede obedecer la ley de Dios,
entonces la única forma en que Jesús podía hacer mentira esta acusación de
Satanás era probando que el hombre caído si podía obedecer la ley de
Dios.
“Cristo guardó la ley, comprobando mas allá de cualquier controversia
que el hombre también puede guardarla.”—Traducido de Review and
Herald, Mayo 7, 1901.
“Él vino a este mundo para ser tentado en todo como nosotros somos
tentados, para probarle al universo que en este mundo de pecado los seres
humanos pueden vivir vidas que Dios aprobará.”
“Satanás declaró que los seres humanos no podían vivir sin
pecado.”—Ibíd., Marzo 9, 1905. ¿En dónde están los seres humanos que
Satanás dijo que no podían vivir sin pecado? Están en este mundo de
pecado. Entonces la acusación de Satanás es en contra del hombre caído,
que él no puede obedecer la ley de Dios. Satanás está diciendo que
nosotros, los que estamos viviendo hoy no podemos obedecer la ley de
Dios. Así que Jesucristo tenía que demostrar que el hombre caído puede
obedecer la ley. La acusación de Satanás y la respuesta de Cristo
involucran la naturaleza caída. Si la acusación de Satanás no fue
únicamente en contra de Adán pero en contra de nosotros, entonces el que
Cristo hubiera tomado una naturaleza no caída para nada hubiera sido
suficiente en contra de la acusación de Satanás. Cristo tenía que tomar
naturaleza caída para confrontar la acusación de Satanás.
¿Cómo Fue Tentado Cristo?
Hebreos 4:15 dice que Jesús fue tentado en todo como nosotros somos
tentados, y sin pecado. Ser tentado en todo como nosotros significa que Él
fue tentado de la misma forma en que nosotros somos tentados. “Si
tuviésemos que soportar algo que Jesús no soportó, en este detalle Satanás
representaría el poder de Dios como insuficiente para nosotros…Soportó
toda prueba a la cual estemos sujetos.”—Deseado de Todas las Gentes, p.
16. “Las seducciones que Cristo resistió son las mismas que nosotros
encontramos tan difíciles de resistir”—Ibíd., p. 91. ¿No son nuestros
problemas básicamente egoísmo y orgullo y los deseos que vienen de
nuestra naturaleza caída? ¿No caemos a menudo por los deseos internos que
nos desvían? Si Jesús no tuvo ninguno de estos deseos, ¿pudo entonces ser
verdad que Él fue tentado en todo como lo somos nosotros?
“Cristo fue puesto a la prueba extrema, requiriendo toda la fortaleza de
todas Sus facultades para resistir la inclinación cuando estaba en peligro de
usar Su poder para librarse del riesgo.”—Traducido de Ellen G. White
Comments, S.D.A. Bible Commentary vol. 7, p.930. Note que Él tenía que
resistir a la inclinación de utilizar Su poder. ¿De dónde vino esa inclinación
si no fue de adentro, de Sus propios deseos? ¿Porqué dijo Jesús, “Porque
no busco mi voluntad” (Juan 5:30), y “Porque he descendido del cielo, no
para hacer mi voluntad” (Juan 6:38)? ¿Por qué sería necesario decir esto si
Su propia voluntad no iba a ser afectada por el pecado de Adán? Pero si Su
propia voluntad y Su propia inclinación eran parte de Su naturaleza caída,
entonces tiene sentido que Él pidiera que se hiciera la voluntad de Su
Padre. “La voluntad humana de Cristo no lo hubiera conducido al desierto
de la tentación, para ayunar, para ser tentado por el diablo. No lo hubiera
llevado a soportar humillación, escarnio, reproche, sufrimiento y muerte. Su
naturaleza humana se echó atrás en todas estas cosas así como la nuestra
decididamente se echa atrás por ellas... ¿Para qué vivió Cristo? Para hacer
la voluntad de Su Padre.”—Traducido de Signs of the Times, Octubre 29,
p.1894.
“Hemos permanecido demasiado en el hábito de pensar que el Hijo de
Dios era un ser exclusivamente tan exaltado por encima de nosotros que es
una imposibilidad para Él entrar en nuestras aflicciones y tentaciones, y que
no puede comprendernos en nuestras debilidades humanas. Esto es porque
no tomamos en cuenta el hecho de su unidad con la humanidad. Él tomó
sobre sí la semejanza de carne de pecado, y fue hecho en todo aspecto como
sus hermanos.”—Ibíd., Mayo 16, 1895. Si Él verdaderamente vino para
entrar en nuestras debilidades y tentaciones entonces debe ser cierto que Él
tomó todo lo que nos hace de la forma que somos, para que Él entonces
pueda mostrarnos la forma de vencer esas debilidades y tentaciones. “Si no
hubiera sido participante de nuestra naturaleza, no podría haber sido
tentado como lo ha sido el hombre. Si no le hubiera sido posible rendirse
ante la tentación, no podría ser nuestro ayudador.”—Mensajes Selectos,
tomo 1, p. 477. En otras palabras, Él debía vivir a nuestro nivel. Él debía
vivir de la forma en que nosotros vivimos. Jesucristo nuestro Salvador
experimentó nuestros sentimientos. Experimentó nuestras tentaciones. Supo
que era querer ir en dirección equivocada. Supo que era sentir la tentación
de rebelarse en contra de Dios y esa tentación se originó dentro de Su
naturaleza. Jesús debió enfrentar la batalla como nosotros debemos hacerlo.
Él debía “pelear la batalla como la debe pelear cada hijo de la familia
humana, aun a riesgo de sufrir la derrota y la pérdida eterna.”—El Deseado
de Todas las Gentes, p. 33.
¿Cómo venció Jesús?
Jesús venció al depender en el poder de Su Padre, a través de la
comunión con Él. “Su divinidad estaba escondida. Él venció teniendo
naturaleza humana, dependiendo del poder de Dios.”—Traducido de The
Youth Instructor, Abril 25, 1901. “La Majestad del cielo se hizo cargo de la
causa del hombre y con la misma ayuda que puede obtener el hombre
resistió las tentaciones de Satanás así como el hombre debe
resistirlas.”—Mensajes Selectos, tomo 1, p.295. “Y no ejerció en favor
suyo poder alguno que no nos sea ofrecido generosamente. Como hombre,
hizo frente a la tentación, y venció en la fuerza que Dios le
daba.”—Deseado de Todas las Gentes, p. 16
Recuerde que el poder de la naturaleza perfecta de Adán no nos es
ofrecido a nosotros. Eso sería un poder grandioso en la batalla contra del
pecado. Para Adán era natural hacer lo correcto. Para nosotros es natural
hacer lo incorrecto. Los impulsos son totalmente diferentes. Si el poder de
la naturaleza de Adán hubiera sido ejercitado por Jesús, ese hubiera sido un
poder grandioso que a nosotros no nos es ofrecido generosamente. “Si
Cristo hubiera tenido poder especial que el hombre no tiene el privilegio de
poseer, Satanás se hubiera valido de este argumento.”—Mensajes Selectos,
tomo 3, p. 157.
La victoria de Jesús es extraordinaria, no porque siendo Dios actuó
como Dios, sino porque siendo hombre no actuó como todos los hombres.
Jesús en naturaleza de hombre vivió una vida que Satanás dijo no podría
vivirse. El aspecto asombroso acerca de la vida de Jesús fue que Él vivió
una vida supuestamente imposible de vivir. Si Jesús hubiera vivido un vida
sin pecado en cualquier nivel diferente a nuestro nivel caído, la pregunta
“¿Qué prueba eso?” nunca hubiera sido respondida.
“En nuestras conclusiones, cometemos muchos errores por nuestros
puntos de vista erróneos a cerca de la naturaleza humana de nuestro Señor.
Cuando damos a Su naturaleza humana un poder que no es posible que el
hombre obtenga en sus luchas con Satanás, destruimos la totalidad de Su
humanidad.”—Traducido de Ellen G. White Comments, S.D.A. Bible
Commentary, vol. 7, p. 929. Simplemente no está a nuestra disposición el
poder de la naturaleza de Adán. La advertencia es clara, que al dar a la
naturaleza de Cristo algún poder que nosotros no podemos poseer,
destruimos la totalidad de Su humanidad. “El Señor demanda ahora de cada
hijo e hija de Adán…que le sirvan en la naturaleza humana que poseemos
ahora…Jesús…pudo únicamente guardar los mandamientos de Dios de la
misma forma en que la humanidad los puede guardar.”—Ibíd. ¿Cómo
podemos guardarlos? Ciertamente no con la naturaleza de Adán. Solo los
podemos guardar con la naturaleza que poseemos ahora—naturaleza caída.
Y Jesús guardó los mandamientos de Dios de la misma forma en que
nosotros debemos guardarlos. Jesús venció así como nosotros debemos
vencer.
La victoria de Jesús fue la victoria de depender en Su Padre. Él venció a
través de una entrega y oración diaria. Vea el Deseado de Todas las Gentes,
página 330. “Dependía enteramente de Dios, y en el lugar secreto de
oración, buscaba fuerza divina, a fin de salir fortalecido para hacer frente a
los deberes y las pruebas.”
“Como hombre, suplicaba al trono de Dios, hasta que su humanidad se
cargaba de una corriente celestial que conectaba a la humanidad con la
divinidad. Por medio de la comunión continua, recibía vida de Dios a fin de
impartirla al mundo. Su experiencia ha de ser la nuestra.”—Ibíd., P. 330.
Cuando Jesús vino a esta tierra, aceptó la naturaleza humana con todo lo
que eso representa, pero Él diariamente se sometía al control del Espíritu
Santo. Fue lleno de poder de lo alto, y ese poder dirigía cada paso de Su
vida, cada acto y palabra. Vivió Su vida en total armonía con la voluntad de
Dios.
Obviamente este entendimiento de la naturaleza de Cristo tiene
implicaciones evidentes para nosotros. “Así también hemos de vencer
nosotros como Cristo venció.”—Ibíd., P. 354. “En Su humanidad, se
sostuvo de la divinidad de Dios; y esto tiene el privilegio de hacer cada
miembro de la familia humana.”—Traducido de Signs of the Times, Julio
17, p. 1897. Cada miembro de la familia humana puede tomar parte de la
divinidad de Dios así como lo hizo Cristo. Él no hizo algo que nosotros no
podamos hacer. “Jesús no reveló cualidades ni ejerció facultades que los
hombres no pudieran tener por la fe en él. Su perfecta humanidad es lo que
todos sus seguidores pueden poseer si quieren vivir sometidos a Dios como
él vivió.”—Deseado de Todas las Gentes, paginas 619, 620. “La
obediencia de Cristo hacia su Padre es la misma obediencia que se requiere
del hombre…Él no vino a este mundo a dar la obediencia de un Dios menor
a un Dios mayor, pero como un hombre a obedecer la santa ley de Dios, y
en este sentido Él es nuestro ejemplo. El Señor Jesús vino a nuestro mundo,
no a demostrar lo que Dios puede hacer, sino lo que un hombre puede hacer,
a través de la fe en el poder de Dios que brinda ayuda en cada
emergencia.”—Traducido de Ellen G. White Comments, S.D.A. Bible
Commentary, vol. 7, p. 929.
“Cristo vino a vivir la ley en su carácter humano, exactamente de la
misma manera en que todos pueden cumplirla en la naturaleza humana si
hacen lo que Cristo hizo.”
“Se ha hecho abundante provisión para que el hombre finito y caído
pueda relacionarse de tal manera con Dios que, gracias a la misma Fuente
por la cual Cristo venció en su naturaleza humana, el hombre pueda resistir
firmemente toda tentación como lo hizo Cristo.”—Mensajes Selectos, tomo
3, p. 146 “se aferró del trono de Dios, y no hay hombre o mujer que no
tenga acceso a la misma ayuda a través de la fe en Dios. El hombre puede
ser partícipe de la naturaleza divina.” “Así se combinan la divinidad y la
humanidad.”—Mensajes Selectos”, tomo 1, p. 426. “Es el privilegio de
cada creyente llegar a poseer la naturaleza de Cristo, una naturaleza muy
por encima de la que Adán perdió por su transgresión.”—Alza Tus Ojos, p.
17. “Cristo…vino a esta tierra a vivir la vida de obediencia que Dios
requiere que nosotros vivamos.”—Traducido de General Conference
Bulletin, 1901, p. 481. “Justamente lo que tu puedes ser Él lo fue en
naturaleza humana.”—Traducido de Ellen G. White, Letter 106, 1896. “Su
vida testificó de que en base a la ayuda del mismo poder divino que Cristo
recibió, es posible que el hombre obedezca la ley de Dios.”—Mensajes
Selectos, tomo 3, p. 149.
Nuestro Salvador y Señor es ambos, nuestro Substituto y nuestro
Ejemplo. Él da ambos, la seguridad del perdón y el poder para vivir sin
pecado. Ha demostrado que no necesitamos vivir más en rebelión. Jesús
probó que con Dios lo imposible es posible. La encarnación fue el mayor
riesgo de Dios y Su mayor victoria en el conflicto cósmico con Satanás. Por
esto nuestro futuro brilla de esperanza.
Por la victoria de Cristo en nuestra naturaleza caída, el camino está
ahora preparado para que Dios haga lo imposible en nosotros, quienes
compartimos con toda la humanidad la naturaleza caída. Lo que es
totalmente imposible desde un punto de vista humano quizás sea
simplemente la oportunidad de Dios de conseguir una vez más lo imposible.
CUATRO
La Imposibilidad
para el Hombre—
Posibilidad para
Dios
Perfección parece ser una palabra problemática en estos días. ¿Qué es lo
que realmente significa? Lo primero que deberíamos decir es que
perfección es el resultado final de la justificación por la fe. No es el
método ni el fundamento de la justificación por la fe. Es la conclusión del
proceso de justificación y santificación.
Algunos creen que no es espiritualmente saludable enfatizar el tema de la
perfección. Sugieren que hablar de perfección o de no pecar es peligroso
porque le quita la gloria a Cristo y les roba a los cristianos la seguridad de
la salvación, al punto de que la venida de Jesús es temida en lugar de
bienvenida.
Un estudiante en una de mis clases en Pacific Union College escribió un
resumen muy claro acerca de esta actitud hacia la perfección. Indicó que la
perfección es imposible de definir sin definir el pecado, puesto que
perfección es la ausencia de pecado. Puesto que hemos nacido al pecado,
nuestro problema son los malos deseos que hemos heredado, los cuales
hacen imposible que hagamos otra cosa mas que pecar hasta la segunda
venida de Cristo. Hasta un cristiano totalmente entregado tendrá malos
pensamientos sugeridos por su entorno debido a su naturaleza pecaminosa,
y esto lo hará menos que perfecto. Declaró que la vida sin pecado de Cristo
fue producida por la naturaleza no caída. Cristo no es nuestro ejemplo
porque no comenzó a nuestro nivel por lo tanto no se debe esperar que
nosotros finalicemos en Su nivel. La conclusión de este estudiante fue que
la perfección será posible únicamente cuando nuestra naturaleza
pecaminosa sea cambiada en la segunda venida. Puesto que somos
pecadores por naturaleza, no podemos dejar de pecar en esta vida.
¿Se da usted cuenta como las decisiones acerca de la naturaleza del
pecado y la naturaleza de Cristo afectarán las decisiones en todas las áreas
de la justificación por la fe? Si las ideas que he resumido son verdad,
entonces deberíamos redefinir una gran mayoría de lo que hemos creído y
enseñado por muchos años en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Si
estas ideas no son verdaderas, entonces necesitamos saber el porqué no lo
son. Necesitamos volver a examinar la evidencia.
Definiciones
Es crucial que definamos pecado, sin pecado y perfección tan
cuidadosamente como sea posible. Si el significado principal de pecado es
pecado por naturaleza, entonces nos convertimos en pecadores cuando
nacemos a este mundo. No obstante, si el significado principal de pecado es
un carácter pecaminoso, entonces somos pecadores por lo que escogemos
después de ser capaces de escoger entre lo bueno y malo. Si pecado es
nuestra naturaleza, entonces no tenemos control sobre él, y somos pecadores
por naturaleza. Pero si el pecado es nuestro carácter, entonces tenemos
control sobre las elecciones que hacemos, y somos pecadores por elección.
Sobre las mismas bases, si ser sin pecado significa una naturaleza sin
pecado, entonces esto es posible únicamente en la segunda venida de
Cristo, porque mantenemos nuestra naturaleza pecaminosa hasta ese día. No
obstante, si ser sin pecado significa un carácter sin pecado, entonces es
posible lograrlo cuando sea que decidamos no pecar. Nuestra definición de
pecado es el factor determinante. Si nos referimos a la naturaleza cuando
usamos la palabra pecado, entonces no puede existir perfección sino hasta
la segunda venida de Cristo. Si nos referimos al carácter cuando usamos el
término pecado, entonces perfección de carácter es una posibilidad antes de
la segunda venida de Cristo.
Con estas definiciones en mente, analicemos la palabra perfección. Hay
por lo menos cuatro definiciones de perfección que son relevantes. La
primera es perfección absoluta. Algunas veces se dice que nosotros como
seres humanos nunca podremos ser absolutamente perfectos. Esto es
correcto, porque perfección absoluta describe a Dios mismo. No hay otra
perfección absoluta. De manera que, perfección absoluta no es posible para
los seres creados—ni para los seres humanos ni para los ángeles. “La
perfección angelical falló en el cielo. La perfección humana falló en el
Edén”—Traducido de Our High Calling, p.45.
Cuando Lucifer comenzó a sugerir que Dios era injusto, casi de la mitad
de las huestes angelicales que le escuchó pensó que quizás él tenía razón.
Entonces Dios sostuvo un concilio celestial en el cual presentó la verdad
acerca de Jesucristo como Dios en su totalidad, mostrando por lo tanto que
los desafíos de Lucifer no tenían fundamento. Ver Patriarcas y Profetas,
p.14. Luego de ese concilio aproximadamente un tercio de los ángeles se
unió a Lucifer y fueron echados fuera del cielo. (La referencia se encuentra
en inglés en Testimonies volumen 3, pág. 115)
Esto significa que un número significativo de los ángeles que habían
escuchado a Lucifer y habían pensado que él quizás estaba en lo cierto
cambiaron de parecer. Por lo tanto, no podemos utilizar el término
perfección absoluta para describir a estos ángeles quienes cambiaron su
forma de pensar a cerca de Dios y Lucifer. De hecho, los ángeles no
estuvieron totalmente convencidos de que Dios estaba en lo correcto y que
Satanás estaba equivocado sino hasta la cruz. Fue hasta entonces que
eliminaron totalmente de Satanás todo su afecto. Ver El Deseado de todas
las Gentes, pág. 707. Seguramente entonces, es justo decir que perfección
absoluta no es un término que podemos aplicar cuando discutimos el tema
justificación por la fe, puesto que ni siquiera aplica a los ángeles, sino
únicamente a Dios.
La segunda definición de perfección es perfección de naturaleza. Nuestra
naturaleza pecaminosa será eliminada únicamente a la segunda venida de
Cristo, después de la cual no habrá más incitaciones pecaminosas internas.
Así que, naturaleza perfecta, la cual involucra la eliminación de la tentación
que viene de adentro de la persona, ocurrirá únicamente en la segundo
venida de Cristo. No podemos experimentar naturaleza perfecta antes de
este evento.
No obstante, si nuestra definición de pecado y sin pecado se enfoca en el
carácter, entonces podemos discutir los significados de perfección que
serían alcanzables para nosotros hoy. Hay por lo menos dos aspectos del
carácter que pueden ser descritos por las palabras perfecto o perfección.
El primero es rendir el carácter. Esto ocurre en el momento de la
conversión, cuando rendimos nuestras vidas completamente a Cristo. En ese
momento somos contados perfectos en Cristo. Nuestra perfección está
completa en ese momento, pero solo estamos comenzando a caminar con el
Señor. Estamos completamente rendidos al punto en que comprendemos
nuestra condición y la voluntad de Dios para nosotros. Dios aceptará una
entrega total de todo lo que sabemos acerca de nosotros en ese momento.
Por lo tanto, nuestra entrega de carácter o el rendir nuestro carácter, es
perfecta porque es contada como perfecta por Dios.
Pero hay otro concepto que debemos examinar—madurez de carácter. Si
creemos que el pecado está sobre la base de la elección, entonces debemos
también creer que podemos elegir no pecar. Madurez de carácter es
simplemente la madurez de la cosecha en la vida del individuo. Estamos
madurando en Cristo cuando ya no escogemos pecar más en contra de Dios.
Escogemos no rebelarnos y eso puede ocurrir en cualquier momento. Si
Jesucristo en verdad vive en nosotros a través del proceso de justificación
y santificación, entonces Él controla nuestra vida, y nosotros no pecamos
porque Cristo no peca. Cristo no hace algo que no esté en armonía con Su
voluntad. Cuando pecamos, estamos escogiendo el control de Satanás.
Estamos escogiendo dejar que Satanás opere en nuestra vida.

Este concepto puede ser expresado de una simple pero clara manera.
Cristo entra—el pecado sale. El pecado entra—Cristo sale. No podemos
tener a Cristo y al pecado reinando sobre el trono de la vida al mismo
tiempo. Cristo no aceptará un corazón dividido. En un carácter maduro
Cristo está en control total, y por lo tanto no estamos escogiendo acciones
rebeldes. Estamos escogiendo no rebelarnos en contra de Dios en
pensamiento, palabra o acción. Lo que estamos haciendo es enfocarnos en
lo que Dios puede hacer, no en lo que yo puedo hacer. Podríamos hablar
por horas acerca de las imposibilidades del hombre caído, pero ¿Por qué
no hablar de las posibilidades de Dios? ¿Por qué no podemos hablar de lo
que es posible?
En referencia a nuestras definiciones, las definiciones que son más
importantes para nuestro estudio son aquellas categorías sobre las cuales
ejercitamos control. Si creemos que el pecado es por elección, entonces
también creeremos que tenemos la capacidad de escoger obedecer.
Podemos escoger rendirnos y creer en madurez. Porque Cristo provee el
poder para la victoria, un carácter sin pecado es posible para todos los
cristianos entregados. Así que, la perfección, cuidadosamente definida, es
una realidad. No una imposibilidad. Las áreas en las cuales nosotros
ejercitamos control son las que debemos estudiar.
El nuevo nacimiento trae perfección en Cristo, la cual es siempre
suficiente para la salvación. Somos salvos sobre la base de esa entrega. El
problema es que interrumpimos nuestra entrega a Dios. El poder de Cristo
que habita en nosotros no cambia, pero nuestra entrega a Él no es constante.
Es esta interrupción la que debería cesar, porque deberíamos dejar que
Cristo nos controle todo el tiempo. El factor variable es la consistencia de
nuestra entrega. El poder de Cristo es constante, pero nuestra relación
flaquea algunas veces.
Seguro, tendremos una naturaleza caída hasta que Cristo venga. Pero
podemos decidir no escoger nada en contra de la voluntad de Dios.
Podemos tener un carácter sin pecado poseyendo una naturaleza
pecaminosa. Aquí vemos la importancia vital de un entendimiento correcto
respecto a la naturaleza de Cristo. Si Cristo venció las sugerencias de su
naturaleza caída bajo el control del Espíritu Santo, entonces el mismo
método está disponible para nosotros. No obstante, si Cristo no tuvo nuestra
naturaleza, entonces el método no está claro. Es importante que recordemos
que la culpa no es imputada por nuestra naturaleza, sino únicamente por las
decisiones que tomamos y el carácter desarrollado.
Perfección en la Biblia
Judas 1:24 expresa una verdad muy importante acerca de lo que Cristo
puede hacer. “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y
presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría.” ¿Puede
Cristo guardarnos sin caída? Judas bajo inspiración dice que Él es
poderoso para guardarnos sin caída. Así que, caída no es una realidad
inevitable en nuestras vidas. Cristo es capaz de guardarnos sin caída. En
Filipenses 4:13 encontramos otro enunciado que debemos tomar seriamente.
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” ¿Es todo posible en
Jesucristo? ¿Realmente es cierto que la victoria sobre el pecado es
posible?
Segunda de Pedro 2:9 dice, “sabe el Señor librar de tentación a los
piadosos.” Entonces no es necesario que cedamos a la tentación, porque Él
puede librarnos de la tentación. No necesitamos librarnos a nosotros
mismos de la tentación, Dios puede. Él proveerá la salida si nosotros
tenemos la voluntad de salir. Primera de Corintios 10:13 agrega, “No os ha
sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no
os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también
juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” Dios ha
prometido que Él no permitirá que ninguna tentación que venga sea tan
fuerte para nosotros, que haga nuestra caída inevitable. Esto significa que la
salida está disponible para cada tentación. No existe ninguna tentación que
nos venga que haga el pecado inevitable. Dios ha prometido que si
confiamos en Él, Él nos mostrará la salida para cada tentación.
Primera de Pedro 2:21,22 declara, “Pues para esto fuisteis llamados;
porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que
sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;”
Sabemos que Cristo vivió una vida sin pecado, pero algunas veces no
queremos reconocer el hecho de que Él es también nuestro ejemplo,
exhortándonos a seguir Sus pisadas. Por supuesto, esto asume que Cristo
nació de la misma forma en que nosotros nacemos, sintiendo nuestras
tentaciones y experimentando nuestros deseos. Si todo eso se cumplía en Él
y Él no pecó, entonces Él puede ser un ejemplo para nosotros.
Primera de Juan 3:2-9 es un pasaje significante que se relaciona con
nuestra posición después de nuestra conversión. “Amados, ahora somos
hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le
veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se
purifica a sí mismo, así como él es puro. Todo aquel que comete pecado,
infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. Y sabéis que
él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel
que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha
conocido. Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es
justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde
el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras
del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado,
porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es
nacido de Dios.” Si estamos en Cristo, no nos estamos rebelando en contra
de Él, y rebelión es pecado. Si permanecemos en Él, no pecaremos, porque
Él no peca en nosotros. Aquí regresamos a nuestra previa declaración que
Cristo no peca. Entonces, si permanecemos constantemente en Cristo, Él no
estará pecando en nosotros. Así que, no nos estaremos rebelando ni en
pensamiento, palabra o acción siempre y cuando permanezcamos en Él.
Encontramos una declaración magnífica en Apocalipsis 3:21. “Al que
venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he
vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.” El modelo para vencer
es Jesucristo, y nosotros debemos vencer así como Él venció. Ciertamente,
debemos depender de Su fortaleza y poder, pero se mantiene como cierto
que debemos vencer como Él venció. Segunda Corintios 10:5 es otra
declaración clásica. “derribando argumentos y toda altivez que se levanta
contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo.”
El ideal de Dios para nosotros es que traigamos todo pensamiento
cautivo a Cristo. No únicamente los pensamientos positivos, pero aun los
negativos, para que Él controle todos nuestros pensamientos y todas
nuestras actitudes. Gálatas 5:16 agrega, “Digo, pues: Andad en el Espíritu,
y no satisfagáis los deseos de la carne.” Si el Espíritu Santo está en control,
no cederemos a los deseos de nuestra naturaleza. No necesitamos caer y
fallar constantemente, una y otra vez. La promesa en las Escrituras es que
podemos vencer y que podemos ganar victorias continuas en la lucha en
contra de la carne.
Perfección en el Espíritu de Profecía
Elena de White habla poderosa y claramente sobre el tema del
crecimiento a la madurez espiritual. “Nosotros podemos vencer. Sí; entera y
completamente. Jesús murió para proveernos de una salida, para que
venzamos cada temperamento malo, cada pecado, cada tentación y así
podamos por fin sentarnos con Él.”—Traducido de Testimonies, vol. 1 p.
144. Por favor note que cada pecado debe ser vencido. Pero deberíamos
recordar al leer estas declaraciones que nosotros vencemos, no por nuestras
propias fuerzas, sino únicamente al rendirnos al poder de Dios, al
permitirle a Jesús permanecer en nosotros constantemente. “Si te pararas
bajo la pancarta ensangrentada del Príncipe Emmanuel, fielmente
cumpliendo Su servicio, no necesitas nunca ceder a la tentación; porque
Uno que está a tu lado es capaz de guardarte sin caída.”—Traducido de Our
High Calling, p. 19. Que maravillosa declaración. No necesitamos nunca
ceder a la tentación. ¿Por qué? Porque Uno que está a nuestro lado es capaz
de guardarnos sin caída. El poder de Dios es más fuerte que el poder de
Satanás. Si lo mantenemos a Él constantemente sobre el trono de nuestro
corazón, nunca caeremos.
“No hay excusa para el pecado. Un temperamento santo, una vida
semejante a la de Cristo, es accesible para todo hijo de Dios arrepentido y
creyente.”—El Deseado de todas las Gentes, página 278. Pero regresemos
al contexto escrito antes de esta declaración. Elena de White habla acerca
del ideal elevado de Dios, aun más elevado que cualquier pensamiento
humano pueda alcanzar, para Sus hijos y se refiere al mandamiento de Jesús
de ser perfectos como el Padre en los cielos es perfecto. Dice que este
mandamiento es una promesa y que Dios quiere que seamos completamente
libres del poder de Satanás.
“La intervención del tentador no ha de ser tenida por excusa para
cometer una mala acción. Satanás se alegra cuando oye a los que profesan
seguir a Cristo buscando excusas por su deformidad de carácter. Son estas
excusas las que inducen a pecar.” A la luz de estos pensamientos, Elena de
White dice que no hay excusa para pecar. ¿No estamos acaso en peligro
cuando ponemos excusas cuando decimos, “Peco todos los días. No puedo
hacer nada sino pecar. Es mi naturaleza pecar. Pecar es inevitable.”? ¿No
hacemos que Satanás se llene de júbilo cuando ponemos excusas por
nuestro carácter deformado? No hay excusa para el pecado. Ciertamente
tenemos una excusa de haber nacido en un mundo pecaminoso y de haber
heredado una naturaleza caída, porque no tenemos otra opción ni control
sobre eso, pero sí tenemos otra opción y control para el pecado. Esto es lo
que Elena de White quiere decir cuando se refiere a perfección y ser sin
pecado.
Elena de White nos dice que si estamos sometidos a Dios como Cristo lo
estuvo, podemos poseer su perfección humana. Ver El Deseado de todas las
Gentes, pág. 631. “Ni siquiera por un pensamiento cedió a la tentación. Así
también podemos hacer nosotros.”—El Deseado de todas las Gentes,
página 98. Es realmente un concepto maravilloso el que no tengamos que
ceder a la tentación ni siquiera en pensamiento si estamos siendo
controlados por Jesús. “La vida que vivió Cristo en este mundo, hombres y
mujeres pueden vivirla con Su poder y bajo Su instrucción. En su lucha con
Satanás pueden ellos contar con toda la ayuda que Él tuvo. Pueden llegar a
ser más que vencedores en Él, quien los amó y se entregó así mismo por
ellos.”—Traducido de Testimonies, vol. 9, página 22. Ya hemos visto que
Cristo no tuvo algo a su disposición que nosotros no tengamos. Su poder
provino del control del Espíritu Santo sobre Su vida, y nosotros podemos
poseer ese mismo poder si nos sometemos a Dios como lo hizo Él. (Mas
detalle al respecto en el capítulo “¿Cómo vivió Cristo?”)
Cristo vino a esta tierra a mostrarnos que podemos obedecer la ley de
Dios si dependemos del poder de Dios como Él lo hizo. “Esa vida
producirá en nosotros el mismo carácter y manifestará las mismas obras que
manifestó en él. Así estaremos en armonía con cada precepto de su
ley.”—El Discurso Maestro de Jesucristo, página 68. Estas declaraciones
dejan claro (1) que la ley de Dios puede ser obedecida y (2) que la
obediencia es posible únicamente a través del poder dinámico de Dios que
controla a la naturaleza débil y pecaminosa, la cual poseemos por heredad.
La siguiente declaración señala uno de los propósitos de la encarnación.
Cristo vino con nuestra débil, caída naturaleza para mostrarnos que no
debemos desanimarnos por haber heredado una naturaleza caída. Él
comprobó para motivarnos que si la humanidad es controlada por la
divinidad no hay necesidad de pecar en la vida. “El Salvador llevó sobre sí
los achaques de la humanidad y vivió una vida sin pecado, para que los
hombres no teman que la flaqueza de la naturaleza humana les impida
vencer. Cristo vino para hacernos “participantes de la naturaleza divina,” y
su vida es una afirmación de que la humanidad, en combinación con la
divinidad, no peca.”—El Ministerio de la Curación, página 136. “Cristo
vino a esta tierra a vivir una vida de perfecta obediencia, para que el
hombre y la mujer, a través de Su gracia, puedan también vivir una vida de
perfecta obediencia. Esto es necesario para su salvación.”—Traducido de
Review and Herald, marzo 15, 1906. Todo lo que Cristo hizo, incluyendo su
obediencia perfecta, está a la disposición de todos aquellos que deseen
utilizar el mismo método que Él utilizó para vencer.
Elena de White es bien explícita al decir que la causa de nuestros
fracasos y pecados descansa sobre nuestra propia voluntad y no sobre
nuestra débil naturaleza humana. (Ver “Un Poder que Transforma y Eleva,”
Palabras de Vida del Gran Maestro, pág 70) “Mediante el plan de
redención, Dios ha provisto medios para vencer cada rasgo pecaminoso y
resistir cada tentación, no importa cuán poderosa sea.”—Mensajes
Selectos, tomo 1, página 95. Es un concepto recurrente en sus escritos que
cada tentación puede ser resistida por el poder de Cristo. Si en realidad
cada tentación puede ser desechada por la voluntad, entonces el resultado
inevitable será que dejaremos de pecar.
El concepto de vivir sin pecar es precisamente el enfoque de las tres
siguientes declaraciones. El poder que proporciona Cristo al habitar dentro
de nosotros es más fuerte que cualquier tentación a pecar. “No te acomodes
en la silla de Satanás y digas que es imposible, que no puedes dejar de
pecar, que no hay poder en ti para vencer. No hay poder en ti apartado de
Cristo, pero es tu privilegio tener a Cristo habitando en tu corazón por fe, y
Él puede vencer el pecado en ti, cuando tu cooperas con Sus esfuerzos.”—
Traducido de Our High Calling, p. 76. “A cada uno que se rinda
completamente a Dios es dado el privilegio de vivir sin pecado, en
obediencia a la ley del cielo”—Traducido de Review and Herald, Agosto
28, 1894.
Elena de White enfatiza que Dios requiere perfección moral. Nunca
debemos bajar el estándar por nuestras tendencias heredadas y cultivadas
hacia el pecado. De hecho, imperfección de carácter es pecado y debe ser
corregido. Cuando la persona comience a caminar hacia la perfección del
carácter esto se manifestara así mismo en “perfección en acción.” Ver
Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 268. Algunos han tratado de
hacer una separación entre la relación con Dios y el comportamiento,
afirmando que se puede tener una relación con Dios a pesar de tener un mal
comportamiento. Debería estar bien claro que cuando los deseos y motivos
del corazón están en armonía con la voluntad de Dios, las acciones harán lo
mismo.
Al escribir acerca de los eventos finales de la historia de este mundo,
Elena de White fue bien específica al decir que el pueblo de Dios estaría
ganando victorias sobre pecados personales. “Pero antes de que venga ese
tiempo [la segunda venida], todo lo que sea imperfecto en nosotros será
quitado. Toda envidia, y celos, y malas sospechas, y todo plan egoísta,
habrán sido eliminados de la vida.”—Mensajes Selectos, tomo 3, página
488. Esta declaración prueba de forma concluyente que el pueblo de Dios
no estará pecando antes de la segunda venida de Cristo, como algunos
afirman. Hasta los motivos y sentimientos pecaminosos serán vencidos por
el poder de Cristo antes de la segunda venida.
Sabemos que hemos llegado a un principio extremadamente importante
en nuestro estudio sobre el tema de la perfección. ¿Por qué es la perfección
importante? ¿Qué prueba? “La misma imagen de Dios se ha de reproducir
en la humanidad. El honor de Dios, el honor de Cristo, están
comprometidos en la perfección del carácter de su pueblo.”—El Deseado
de Todas las Gentes, pagina 626. “El honor de Cristo debe sostenerse
completamente sobre la perfección del carácter de su pueblo escogido.”—
Traducido de Sings of the Times, Noviembre 25, 1897.
El propósito de la perfección del carácter no es para que podamos ser
salvos. La Salvación ya ha sido alcanzada al rendir el carácter al momento
de la justificación. La perfección tiene que ver con la credibilidad de la
palabra de Dios. Dios ha afirmado que Su ley es razonable y puede ser
obedecida. Satanás ha cambiado esta afirmación, y la decisión final no ha
sido presentada.
El pueblo remanente de Dios tendrá un papel que jugar en la vindicación
de la credibilidad de Su palabra. De hecho, Dios vindicará Su propio
nombre dándole a Su pueblo el poder divino necesario para obedecer Su
ley perfectamente. “Si ha habido un pueblo en necesidad de un constante
incremento de la luz de cielo, es el pueblo que, en estos tiempos de peligro,
Dios ha llamado a ser depositarios de Su santa ley y para vindicar su
carácter ante el mundo.”—Traducido de Testimonies vol. 5, p. 746. “¿Cómo
será este mundo iluminado, sino por las vidas de los seguidores de Cristo?”
“El pueblo de Dios debe reflejar al mundo los brillantes rayos de Su
gloria.” “Dios a enfatizado claramente que espera que seamos perfectos, y
porque espera esto, ha hecho provisión para que seamos partícipes de su
naturaleza divina.”—Traducido de Review and Herald, Enero 28, 1904.
Así que, el desarrollo de la perfección de carácter en el pueblo de Dios es
crucialmente importante para la resolución final del gran conflicto entre
Cristo y Satanás. De hecho, la razón de enfatizar el concepto de la
perfección del carácter del pueblo de Dios en los últimos días quizás sea el
tema en cuestión resumido.
Será totalmente imposible para cualquiera de nosotros recibir el sello de
Dios mientras tengamos defectos de carácter. No puede haber ninguna
mancha o defecto en el templo de nuestra alma. (La referencia se encuentra
en inglés en Testimonies, vol. 5, p. 214). “Ahora, mientras que nuestro gran
Sumo Sacerdote está haciendo propiciación por nosotros, debemos tratar de
llegar a la perfección en Cristo. Nuestro Salvador no pudo ser inducido a
ceder a la tentación ni siquiera en pensamiento...Satanás no pudo encontrar
nada en el Hijo de Dios que le permitiese ganar la victoria. Cristo guardó
los mandamientos de su Padre y no hubo en él ningún pecado de que
Satanás pudiese sacar ventaja. Esta es la condición en que deben
encontrarse los que han de poder subsistir en el tiempo de angustia”—El
Conflicto de los Siglos, página 680, 681.
Un concepto importante en nuestro estudio de la perfección es que esta
nunca es estática. La perfección no tiende a cero. “Jesús, considerado como
un hombre, fue perfecto, y aun creció en gracia…Hasta el cristiano más
perfecto debe incrementar continuamente en conocimiento y amor a Dios.”
“Jesús se sienta como el refinador y purificador de Su pueblo; y cuando
Su imagen esta perfectamente reflejada en ellos, ellos son perfectos y
santos, y están preparados para la traslación. Un gran trabajo es requerido
del cristiano. Somos exhortados a limpiarnos a nosotros mismos de toda
inmundicia de carne y espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de
Dios.”—Traducido de Testimonies, vol.1, páginas 339, 340.
La perfección es crecimiento. Aun cuando el Cristiano maduro ya no se
esta rebelando en contra de Dios, habrá mucho que aprender acerca de Dios
y de sí mismo. El desarrollo será un proceso continuo, aun por la eternidad.
Cuando la rebelión es eliminada de la vida y el Cristiano ya no cede más a
los falsos halagos de Satanás, el crecimiento del carácter será fenomenal
conforme el Cristiano avanza hacia adelante en perfección.
Se ha dicho a veces que Elena de White nunca dijo que seríamos sin
pecado antes de la segunda venida. Los dos enunciados siguientes son bien
claros acerca del estado sin pecado previo a la segunda venida. “Todo el
que por fe obedece los mandamientos de Dios alcanzará la condición sin
pecado en que vivía Adán antes de su transgresión.”—En Lugares
Celestiales”, página 146; ver también El Comentario Bíblico Adventista,
volumen 6. Este extraordinario enunciado dice que alcanzaremos la
condición sin pecado en la que Adán vivió antes de su transgresión.
Obviamente esto significa que Elena de White está usando la definición sin
pecado que tiene que ver con el carácter. Ella se refiere a que podemos
tener un carácter sin pecado, no a una naturaleza sin pecado.
“Cristo ha dado cada provisión para la santificación de Su iglesia. Ha
hecho abundante provisión para que cada alma posea tal gracia y fortaleza
que será mas que vencedora en la batalla contra el pecado…Vino a este
mundo y vivió una vida sin pecado, para que en Su poder Su pueblo
también pueda vivir una vida sin pecado. Desea que ellos al practicar los
principios de la verdad muestren al mundo que la gracia de Dios tiene
poder para santificar el corazón.”—Traducido de Review and Herald,
Abril 1, 1902. Note que el contexto de este enunciado es la santificación y
la ininterrumpida batalla en contra del pecado. En este tiempo de la
preparación antes del cierre de gracia, durante el proceso de santificación,
podemos vivir vidas sin pecado. Claramente Elena de White no tiene temor
de decir que podemos vivir una vida sin pecado, así como Jesús vivió una
vida sin pecado en este mundo. Una vez más esto asume que al decir vida
sin pecado se refiere a carácter sin pecado.
Una cosa no será transformada en la segundo venida de Cristo—el
carácter. Nuestros rasgos de carácter, desarrollados durante este tiempo de
prueba, no serán cambiados por la resurrección. Tendremos las mismas
disposiciones en el cielo que habremos desarrollado en la tierra. Puesto
que el carácter no es cambiado en la segunda venida, es de vital
importancia que la transformación del carácter suceda diariamente ahora.
Ver El Hogar Adventista, pág. 13.
No sea que este estándar elevado pueda desmotivar a cualquier Cristiano
sincero, tenemos la promesa de que lo que sea que Dios espere de Sus hijos
lo va a proveer por Su gracia. “Nuestro Salvador no requiere lo imposible
de ninguna alma. No espera nada de sus discípulos para lo cual no esté
dispuesto de que puedan realizarlo. No si junto con su orden no les
concediera toda perfección de gracia a aquellos sobre los que confiere un
privilegio tan elevado y santo. . . Nuestra obra es esforzarnos para alcanzar,
en nuestra esfera de acción, la perfección que Cristo en su vida terrenal
alcanzó en cada aspecto del carácter. El es nuestro ejemplo.”—La
Maravillosa Gracia, página 230. Aquí vemos claramente el consejo de que
debemos depender de Cristo para que nos perfeccione. Él es el que nos
perfeccionará. No podemos perfeccionarnos a nosotros mismos. Debemos
ver a Cristo como nuestro Ejemplo y seguir el plan que Él ha diseñado.
Algunos se han preguntado porqué la discusión sobre la naturaleza de
Cristo debiera ocupar el tiempo y energía de los estudiantes de Biblia de
hoy. Quizás estas declaraciones muestren la importancia del tema. “Dios
requiere de Sus hijos perfección de carácter.” “Quizás digamos que es
imposible para nosotros alcanzar el estándar de Dios; pero cuando Cristo
vino como nuestro sustituto y fianza, era un ser humano…Con Su divinidad
cubierta por humanidad, vivió una vida de perfecta obediencia a la ley de
Dios.” “Como Cristo vivió la ley siendo humano, así debemos hacer
nosotros si nos tomamos del Fuerte para obtener fortaleza.”—Traducido de
Signs of the Times, Marzo 4, 1897.
¿Ve que importante es entender la naturaleza que Cristo tomó y el método
que usó para obedecer? “A nadie se le impide alcanzar, en su esfera, la
perfección de un carácter cristiano…Dios nos invita a que alcancemos la
norma de perfección y pone como ejemplo delante de nosotros el carácter
de Cristo. En su humanidad, perfeccionada por una vida de constante
resistencia al mal, el Salvador mostró que cooperando con la Divinidad los
seres humanos pueden alcanzar la perfección de carácter en esta vida. Esa
es la seguridad que nos da Dios de que nosotros también podemos obtener
una victoria completa.”—Los Hechos de Los Apóstoles, pág. 425.
Si la naturaleza de Cristo fue diferente a la de nosotros, o si Él utilizó un
método diferente al que nosotros podamos utilizar para vencer el pecado,
seguramente sería visto mas allá de cualquier razonamiento la posibilidad
de que podamos hacer lo que Él hizo. Porque Su naturaleza fue la nuestra y
Su método el nuestro, tenemos esperanza de una victoria total en nuestras
vidas. Él nos mostró como hacer de lo imposible algo posible, a través de
Su poder y animados por Su ejemplo. “En su vida y carácter, no sólo revela
el carácter de Dios, sino las posibilidades del hombre”—Mensajes
Selectos, libro 1, p. 410. “El vino para cumplir toda justicia y, como cabeza
de la humanidad, para mostrarle al hombre que puede hacer la misma obra,
haciendo frente a cada especificación de los requerimientos de Dios…Todo
el que se esfuerza, puede alcanzar la perfección del carácter.”—La
Maravillosa Gracia, capítulo La Ley: Norma de Dios.
Elena de White era bien estricta al reprobar a aquellos que negaban la
posibilidad de vivir una vida en perfección de carácter. “Se requiere
obediencia perfecta, y aquellos que dicen que no es posible vivir un vida
perfecta declaran a Dios injusto y mentiroso.”—Traducido de Manuscript
148, 1899. Fueron dos las razones por las cuales ella insistió en la
necesidad de creer en la posibilidad de una perfección: Primero, por el
peligro psicológico de excusar pecados personales, y segundo por la
necesidad de guardar en lo más profundo de la mente el poder de Cristo
para dar la victoria sobre cualquiera y sobre todos los pecados personales.
“El amar y consentir pecado, es amar y consentir al autor del mismo, al
enemigo mortal de Cristo. Cuando ellos [el pueblo de Dios] excusan y se
aferran a la perversidad del carácter, dan a Satanás un lugar en sus
afecciones, y le rinden homenaje.”—Traducido de Our High Calling, p.
231. “Aquel que no tiene una fe suficiente en Cristo para creer que Él puede
guardarlo de pecar, no tiene la fe que le dará la entrada en el reino de
Dios.”—Traducido de Review and Herald, Marzo 10, 1904.
Estas son declaraciones típicas de Elena de White en el área de la
perfección y vida sin pecado. Constantemente ella habla acerca de cómo
vencer y afirmar que no necesitamos ceder a la tentación. Declara que
podemos, a través de la dependencia en el poder de Dios, vencer como Él
venció. Él nos mostró como, y podemos seguir sus pisadas. Una y otra vez
Elena de White dice que podemos vivir una vida de obediencia a Dios, y
cómodamente utiliza el término sin pecado al utilizarlo en este contexto.
La pregunta que muchos parecen estarse preguntado hoy es, ¿Ha alguien
alguna vez alcanzado esta perfección de carácter? Elena de White responde,
“El piadoso carácter de este profeta representa el estado de santidad que
deben alcanzar todos los que serán “comprados de entre los de la tierra”
(Apocalipsis 14:3) en el tiempo de la segunda venida de
Cristo.”—Patriarcas y Profetas, página 77. Ella describe que Enoc
encontró necesario vivir en un tiempo cuando la contaminación moral a su
alrededor era abundante, pero su mente estaba en Dios y en las cosas
celestiales. Su rostro estaba iluminado con la luz que brillaba en el rostro
de Jesús. La atmósfera que respiraba estaba contaminada de pecado y
corrupción, y aun así vivió una vida de santidad y no tuvo que ver con los
pecados prevalecientes de la época. La referencia se encuentra en inglés en
Testimonies, volumen 2, p. 122. Aparentemente Enoc escogió no pecar. El
escogió poner su vida en armonía con la vida de Cristo en una época en la
cual las cosas estaban tan mal como nunca antes la han estado en la historia
del mundo.
“Algunos pocos en cada generación desde Adán resistieron cada artificio
y se mantuvieron en pie como nobles representantes de lo que le era posible
al poder del hombre ser y hacer…Enoc y Elías son los mejores
representantes de lo que la raza humana puede ser si desean, a través de la
fe en Jesucristo. Satanás estaba preocupado en gran manera porque estos
nobles, hombres santos estaban sin mancha de pie entre la contaminación
moral que los rodeaba, con un carácter justo y perfecto y fueron contados
por dignos de ser trasladados al cielo. Así como se mantuvieron firmes con
poder moral y rectitud noble, venciendo las tentaciones de Satanás, no los
pudo traer bajo el dominio de la muerte. Se jactó que tenía el poder para
vencer a Moisés con sus tentaciones, y que podría estropear su carácter
intachable y conducirlo al pecado de tomarse la gloria que le pertenecía a
Dios para él mismo delante del pueblo.”—Traducido de Review and
Herald, Marzo 3, 1894.
Aparentemente había algo especial acerca del carácter que desarrollaron
Enoc y Elías antes de ser trasladados. Ellos, en efecto, escogieron resistir
al pecado por el poder de Dios. Luego encontramos esta bella declaración,
“Y en nuestros días también hay Enocs.”—Palabras de Vida del Gran
Maestro, página 267.
¿Deberíamos Afirmar que Somos Perfectos?
La respuesta de Elena de White a esta pregunta es muy clara. “Cuanto
más cerca estéis de Jesús, más imperfectos os reconoceréis, porque veréis
más claramente vuestros defectos a la luz del contraste de su perfecta
naturaleza. Esta es una evidencia de que los engaños de Satanás han
perdido su poder.”—El Camino a Cristo, páginas 64, 65. Cuanto más
nuestra vida se pongan en armonía con Jesús, menos vamos a darnos cuenta
de lo bueno en nosotros. Cuanto más cerca estemos de Su ideal, más
indignos nos sentiremos. “Cuanto más nos acerquemos a él y cuanto más
claramente discernamos la pureza de su carácter, tanto más claramente
veremos la extraordinaria gravedad del pecado y tanto menos nos
sentiremos tentados a exaltarnos a nosotros mismos.”—Hechos de Los
Apóstoles, página 448.
Entonces, ¿deberíamos proclamar que somos perfectos y sin pecado?
“Aquellos que están verdaderamente buscando la perfección del carácter
Cristiano nunca consentirán el pensamiento de que son sin pecado.”—
Traducido de The Sanctified Life, página 7. “No nos jactaremos de nuestra
santidad…No podemos decir “Soy sin pecado,” hasta que este cuerpo vil
sea cambiado y transformado a Su cuerpo glorioso.”—Traducido de Signs
of the Times, marzo 23, 1888. “Cuando el conflicto de esta vida esté
terminado,…cuando los santos de Dios sean glorificados, entonces y
únicamente entonces será seguro declarar que somos salvos y sin
pecado.”—Ibíd., Mayo 16, 1895.
Estos pasajes se refieren al hecho de declarar que estamos sin pecado, al
pensamiento en nuestra mente de que somos sin pecado. Por favor note que
únicamente cuando seamos glorificados será seguro declarar que somos
salvos. De manera que hay una diferencia entre ser salvo y declararnos
como salvos.
Si esto es cierto, ¿podría haber una diferencia entre estar sin pecado y
declararnos sin pecado? “Ninguno que declare santidad es realmente santo.
Aquellos quienes están registrados como santos en los libros del cielo ni se
han dado cuenta del hecho, y son los últimos en jactarse de su propia
bondad.”—Traducido de The Faith I live By, página 140. Aquí tenemos
evidencia clara de que aquellos a quienes Dios llama santos nunca van a
declararse santos, mostrando que puede haber una diferencia entre ser sin
pecado y declararse sin pecado.
¿Deberíamos declarar ser sin pecado? La declaración de ser sin pecado
nunca será hecha por aquel quien está en armonía con la voluntad de Dios,
porque cuanto más cerca estamos de Dios, menos sentimos el deseo de
declarar algo a cerca de nosotros mismos. Sentiremos rendir todo a los pies
de la cruz—nuestra gloria, orgullo y lo que sea que hayamos obtenido.
Quizás existan, aun en nuestros días, aquellos quienes están tan en armonía
con la voluntad de Dios que no se están rebelando ni en pensamiento,
palabra o acción. Pero ellos serán los últimos en declarar su condición.
El Cierre del Tiempo de Prueba
Si verdaderamente creemos que existe un cierre para tiempo del tiempo
de prueba y que Dios demostrará algo especial después del cierre del
tiempo prueba, entonces parece que debemos creer también en la madurez
completa de carácter, lo cual significa vivir sin ceder a los deseos
pecaminosos. Después del cierre del tiempo de prueba “ya no habrá en el
santuario sacerdote que ofrezca ante el trono del Padre las oraciones,
sacrificios y confesiones de ellos.”—Primeros Escritos, página 47.
“También vi que muchos ignoran lo que deben ser a fin de vivir a la vista
del Señor durante el tiempo de angustia, cuando no haya sumo sacerdote en
el santuario. Los que reciban el sello del Dios vivo y sean protegidos en el
tiempo de angustia deben reflejar plenamente la imagen de Jesús.” “Pero ya
no habrá tiempo para ello ni tampoco Mediador que abogue por ellos ante
el Padre.”—Ibíd., p. 71. “Los que vivan en la tierra cuando cese la
intercesión de Cristo en el santuario celestial deberán estar en pie en la
presencia del Dios santo sin mediador. Sus vestiduras deberán estar sin
mácula; sus caracteres, purificados de todo pecado por la sangre de la
aspersión. Por la gracia de Dios y sus propios y diligentes esfuerzos
deberán ser vencedores en la lucha con el mal.”—El Conflicto De Los
Siglos, página 478.
Habrá una diferencia en el cielo después del cierre del tiempo de prueba,
en que no habrá ministerio sacerdotal ejercido por Jesús. No habrá
Intercesor, Mediador, rogando por la causa de los pecadores delante del
Padre. Ahora esto no significa que el poder de Jesús que habita en Su
pueblo en la tierra será removido. Pero el ministerio sacerdotal del perdón
finaliza al cierre del tiempo de prueba. “Durante ese tiempo terrible, los
justos deben vivir sin intercesor, a la vista del santo Dios.”—Ibíd., página
671. “En ese terrible momento, después que terminó la mediación de Jesús,
los santos tuvieron que vivir sin intercesor en presencia del Dios
santo.”—La Historia de La Redención, página 423. El fin del trabajo de
intercesión de Cristo significa que no habrá más perdón para los pecados
después del cierre del tiempo de prueba. Si el ministerio del perdón de los
pecados cesadota de cesar, entonces parece imperativo que no haya más
pecados provenientes de aquellos quienes han sido sellados por Dios luego
del cierre del tiempo de prueba. Solo podemos ser perdonados si Jesús está
intercediendo por nosotros y perdonando nuestros pecados.
Creo que la razón principal del corto retraso antes de la venida de Cristo
durante la cual no hay Mediador es para dramatizar delante el universo la
realidad del poder completo de Dios sobre el pecado en la vida de aquellos
de quienes su voluntad está totalmente y para siempre unida con la Suya.
Algunas de las mimas personas quienes inicialmente traicionaron su
confianza sagrada al estar de acuerdo con Satanás en que era imposible
obedecer la ley de Dios van finalmente a demostrar que realmente no hay
excusa para el pecado. El cierre de prueba jugará una parte importante en la
demostración final que Dios hará delante de Su universo: que,
indudablemente, es posible para el hombre caído obedecer la ley de Dios,
la cual es justa, buena y santa.
Si vamos a tomar seriamente las admoniciones bíblicas de vencer, la
realidad del cierre del tiempo de prueba, y el desafío a los 144,000,
entonces también debemos tomar seriamente la verdad de vivir sin pecado.
Por lo tanto, debemos recordar que cuando estamos discutiendo perfección,
estamos hablando del objetivo—el resultado final. Nuestro enfoque
necesita estar en la justificación y santificación, porque este es el método
por el cual se recibe la salvación. Jesús perdona nuestros pecados. Viene a
nuestras vidas con poder y victoria. Cuando nos enfocamos en justificación
y santificación, el resultado final de nuestro objetivo proseguirá
naturalmente. Será el resultado natural de dejar que Dios haga Su trabajo
completo en nuestros corazones. Como el atleta que al correr en la
competencia se enfoca en las últimas yardas recordando que son el final de
la carrera, así el cristiano se enfoca en Su relación con Cristo hoy mientras
recuerda que hay un objetivo al final de la carrera.
Resumen de la Perfección Bíblica
Primero, debemos estar bien claros en lo que no es la perfección. Si
entendemos que es perfección, debemos estar completamente alejados de
aquellos conceptos que están en oposición con la doctrina bíblica de la
perfección. Creo que la mayoría de las objeciones a la doctrina de
perfección están basadas sobre malos entendidos sobre su concepto. La
perfección nunca es absoluta, ni ahora ni después de la venida de Cristo. La
perfección nunca es la igualdad con Dios. No significa falta de debilidad o
libertad de la tentación. No significa estar exentos de enfermedad o la
ausencia de errores mentales o físicos. Ninguno que sea perfecto en su
caminar sentirá jamás que es perfecto.
El término perfeccionismo tiene una connotación negativa en muchas
mentes. Estrictamente hablando, no debería haber algo negativo con la
palabra, porque esta simplemente describe una creencia en la perfección.
Pero en muchas mentes, perfeccionismo describe una extrema y
distorsionada vista de la perfección. El perfeccionismo, en este sentido
negativo, enfatiza un punto absoluto mas allá del cual no habrá mas
desarrollo. Esta creencia de hecho, se origina de la filosofía Griega en
lugar de la Biblia Este enfoque distorsionado del perfeccionismo se enfoca
en la calidad del hombre, la cual puede existir independientemente de la
presencia de Cristo en él.
No queremos estar involucrados en una perfección extremista porque es
un legalismo centrado en el yo, un legalismo que coloca al yo en el trono
del corazón una y otra vez y quita a Cristo del control de la vida. Motiva a
forzar la obediencia, entonces la persona se vuelve obediente por los
esfuerzos propios. Este perfeccionismo extremista es extremadamente
peligroso, así como también lo es la doctrina de la imperfección, la cual
permite que la pecaminosidad e impotencia del hombre cubra las promesas
de Dios para el pecador arrepentido a través de otorgarle el poder de la
presencia del Espíritu Santo.
Dudar que la perfección es un objetivo realista es dudar del poder
viviente para lograrlo, el cual Dios ha prometido. La imperfección no
reconoce a Jesús como el completo Substituto y Ejemplo del hombre, quien
demostró que la ley de amor de Dios puede ser guardada y que el hombre
puede ciertamente ser un vencedor aquí y ahora. Creo que la doctrina
bíblica de la perfección es diferente de ambos extremos de perfeccionismo
e imperfección.
Habiendo descrito lo que no significa la perfección, creo que es
necesario decir que significa perfección. Perfección significa estar en una
relación tan cercana con Cristo que el individuo cesa de responder a las
insinuaciones internas o externas a pecar. Perfección significa una entera
cooperación con Cristo. Significa una continua muerte y renuncia al yo y a
la voluntad e inclinación independiente. La perfección es el rechazo total al
egoísmo y el orgullo. Es la fusión de la voluntad del hombre con la de
Cristo para que el Espíritu Santo tenga ultimadamente todo el control. Es un
ejercicio no quebrantable de la fe la cual mantiene al alma pura de
cualquier mancha de pecado o deslealtad hacia Dios. Se refiere al dinámico
crecimiento del estilo de vida de la persona quien refleja la vida de Jesús,
para que no ceder más a la rebelión, a los deseos pecaminosos. Perfección
es tener el carácter de Cristo, combinando una relación con Dios como
Cristo la tuvo, con las cualidades de carácter que Él manifestó. Es vivir una
vida de madurez espiritual, llena de los frutos del Espíritu y sin pecado. Si
la perfección es entendida correctamente, la veremos en términos de
madurez de carácter, lo cual significa que viviremos en armonía con la
voluntad de Cristo. Él mora dentro de nosotros, y esto impedirá que la
rebeldía, los deseos pecaminosos ganen el control.
A pesar que esta doctrina parece estar clara en el Nuevo Testamento y en
los escritos de Elena de White, el pensamiento de algunos de que Dios no
requiere de su pueblo un carácter sin pecado antes de la traslación esta bien
grabado en la mente. Quizás estas malas interpretaciones de lo que Dios
está tratando de decir a Su pueblo no son intencionales, o quizás ni siquiera
son concientes. Este error comienza con la mala interpretación del concepto
de pecado y cómo vivió Cristo como hombre, y está perpetuado en las
malas interpretaciones de justificación por la fe. Vea pues que si Jesús fue
únicamente el Sustituto del hombre pero no su Ejemplo, entonces el desafío
de hacer lo que Él hizo es inmensurablemente reducido. “De ahí que trate
constantemente de engañar a los discípulos de Cristo con su fatal sofisma
de que les es imposible vencer.”—El Conflicto de los Siglos, página 544.
Correctamente entendida, la justificación por fe en el contexto del poder
de Dios para guardar al hombre sin caída es convincente, dinámica y una
fuerza positiva en la vida de la persona. Conociendo bien sus propias
debilidades cuando está separado del poder de Dios, el hombre de fe ahora
ve que puede lograr en su vida, y encuentra el gozo más grande al vivir una
vida victoriosa. Entonces el mensaje Bíblico se convierte excesivamente
simple. “Jesús lo hizo, y a través de una dependencia con Dios, Yo también
puedo. Puedo vivir a través de la fe en mi Padre celestial.” En esta
experiencia estaremos viviendo sin pensamientos rebeldes en ninguna área
de nuestra vida. Habremos alcanzado la perfección de carácter teniendo una
naturaleza caída que aun puede cometer pecado. No tendremos mas
incursiones ocasionales a la tierra de la indulgencia propia. Siempre
diremos No como Jesús dijo No a todas las tentaciones. Al silencio de la
última y persistente pregunta a cerca de que quizás Jesús fue sin pecado
porque Él era Dios, la última generación probará más allá de la sombra de
la duda que hombres y mujeres con naturaleza caída pueden vivir sin
pecado. Esta demostración final contribuirá a vindicar el carácter de Dios,
Su gobierno, justicia y misericordia—y el gran conflicto estará bien cerca
de su final.
¿Podemos aceptar este desafío? “Cristo tomó la humanidad y cargó con
el odio del mundo para poder mostrar a los hombres y las mujeres que
podían vivir sin pecado, que sus palabras, sus acciones y su espíritu podían
ser consagradas a Dios. Podemos ser perfectos cristianos si manifestamos
este poder en nuestras vidas.”—Alza tus Ojos, página 301; énfasis
agregado. Dios ha prometido que Él puede dar la victoria sobre todo
pecado. Por esta promesa, la perfección bíblica nunca debería ser un tema
desalentador; en su lugar debería ser el prospecto más glorioso que nunca
antes se haya presentado delante del pueblo de Dios. Dios, en verdad,
puede guardarnos sin caída.

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