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EQUIDAD

La equidad es la acción de dar a cada individuo, por diferente que sea, lo que este se
merece o se haya ganado. La palabra proviene del latín y suele hacer referencia, en su
traducción, a igualdad. Sin embargo, ambos conceptos no representan lo mismo. De
hecho, incluso podrían considerarse en contraposición el uno del otro. En este sentido,
la equidad trata de promover una justicia social, donde cada uno reciba aquello que se
ha ganado.
La equidad es la cualidad que caracteriza al hecho de dar a cada individuo lo que se
merece. En este sentido, se muestra como un sinónimo, con matices, de igualdad.
Según el diccionario de la lengua española
Puede definirse como:
 Cualidad que mueve a dar a cada quien lo que merece sin exceder o disminuir.
 Justicia, imparcialidad en un trato o un reparto.
 Tratar a todas las personas por igual respetando y teniendo en cuenta sus
diferencias y cualidades. (Equidad de género)
 La "bondadosa templanza habitual"; a la propensión a dejarse guiar por el deber
o por la conciencia, más que por la justicia o por la ley escrita;1
 La justicia natural, opuesta a la ley escrita.
 Una moderación en el precio de las cosas o en las condiciones.
 Una "disposición del ánimo que mueve a dar a cada quien lo que merece. Este
ideal está íntimamente enlazado con el precepto exclusivamente jurídico
de Ulpiano en sus Tria Praecepta Iuris (Tres principios del derecho), el suum
cuique tribuere (dar a cada uno lo suyo)

 la equidad se caracteriza por el uso de la imparcialidad para reconocer el derecho de


cada uno, utilizando la equivalencia para ser iguales. Por otro lado, la equidad adapta la
regla para un caso concreto con el fin de hacerlo más justo.
Grecia es considerada la cuna de la justicia y de la equidad, ya que no excluía la ley
escrita, sólo lo hacía más democrática, y también tuvo un papel importante en el
derecho romano.
En contabilidad, la equidad es un principio fundamental que debe de estar presente por
el profesional al momento de elaborar estados financieros, ya que los mismos deben de
representar equitativamente los intereses de las partes, sin existir una parcialidad por
alguna ellas.
Por último, la equidad es sinónimo de igualdad, ecuanimidad, justicia, rectitud,
equilibrio.
Equidad en Derecho
La equidad es una forma justa de la aplicación del Derecho, porque la norma se adapta a
una situación en la que está sujeta a los criterios de igualdad y justicia. La equidad no
sólo interpreta la ley, sino que impide que la aplicación de la ley pueda, en algunos
casos, perjudicar a algunas personas, ya que cualquier interpretación de la justicia debe
direccionarse para lo justo, en la medida de lo posible, y complementa la ley llenando
los vacíos encontrados en ella.

El uso de la equidad debe estar preparado de acuerdo con el contenido literal de la


norma, teniendo en cuenta la moral social vigente, el sistema político del Estado y los
principios generales del Derecho. La equidad, en definitiva, completa lo que la justicia
no alcanza, haciendo que la aplicación de las leyes no se haga demasiado rígida, porque
podría perjudicar a algunos casos específicos en los que la ley no llega.
Equidad de género
Una de las grandes luchas que combate todos los días el hombre es la abolición de la
discriminación de ambos sexos. Por lo tanto, la tarea fundamental de la equidad de
género es ofrecer a todas las personas, independientemente de su género, las mismas
oportunidades y tratamientos para garantizar el acceso a sus derechos, así como el uso
de los bienes y servicios de la comunidad.
Por otro lado, es fundamental impulsar la equidad de género en diferentes ámbitos,
como en la educación, trabajo, política, entre otros con el objetivo de dar un trato justo a
hombres y mujeres, con iguales oportunidades de trabajo, y accesibilidad a la
educación, salud, entre otros.
Equidad social
La equidad social, como tal, es la aplicación de los derechos y obligaciones de manera
justa y equitativa a las personas, independientemente de la clase social a la que
pertenezca. Por ejemplo; ofrecer educación a los individuos, sin distinción de sexo,
clase social, religión, entre otros.
La equidad social no pretende eliminar las diferencias existentes, sino de valorarlas y
ofrecer un trato equivalente para superar las desigualdades sociales existentes en la
sociedad.
Equidad como valor
La equidad como valor humano busca implementar justicia e igualdad de oportunidades
entre hombres y mujeres, respetando las características particulares para darle a cada
uno lo que le corresponde o merece. Por ejemplo: una madre le dará más atención a su
hijo pequeño debido a que necesita más dedicación que el hijo grande.
La equidad busca establecer o instituir una sociedad justa, tal como dice Aristóteles “la
equidad es la Justicia aplicada al caso concreto. Muchas veces la rigurosa aplicación de
una norma a los casos que regula puede producir efectos secundarios”.
La equidad intenta promover la igualdad, más allá de las diferencias en el sexo, la
cultura o el estatus financiero, es por ello que suele ser relacionado con la justicia social,
ya que defiende las mismas condiciones y oportunidades para todas las personas sin
distinción.
Con ello se busca implementar justicia e igualdad de oportunidades entre hombres
y mujeres, respetando las características particulares para darle a cada uno lo que le
corresponde o merece. Con ello no se pretende eliminar las diferencias existentes, sino
de valorarlas y ofrecer un trato equivalente para superar las desigualdades existentes en
la sociedad.
La equidad lucha contra la pobreza, la discriminación, el racismo, la xenofobia,
la homofobia, entre otras cuestiones que fomenten la distancia entre los individuos.
La equidad u igualdad, es un valor que no muchos presentan en su vida. El egoísmo y la
intolerancia han abarcado un terreno amplio, cuando se trata de darle realce a este gran
valor, pero la lucha constante que hoy día se sigue librando para hacer de este valor algo
tangible en todos los aspectos diarios de la vida, es grande.
La equidad ha existido desde siempre, estuvo presente ahí, cuando se reconoce y
acepta, que la igualdad va más allá de un tono de piel, el sexo o hasta de una clase
social.
Es la lucha entre lo justo y lo injusto. Es la forma de hacer ver que todos somos
iguales, que sin importar si una persona que presenta un color o sexo diferente a lo
establecido por esa crianza egoísta he injusta, logra esa meta de ir más allá de lo
impuesto por esos estándares sociales.
No todos presentan un gusto o creencia igualitaria, pero la equidad está ligada con la
tolerancia y aceptación de que aun cuando se es diferente, la convivencia no debe ser
una lucha entre las partes, sino permitir un crecimiento para ellas.
IGUALDAD

Es un valor sumamente importante, pues resulta una condición de vida para ejercer,
cumplir y establecer los derechos humanos.
La igualdad es el trato idéntico, sin que haya algún tipo de diferencia por raza, sexo,
condición social o económica, condición física, mental, intelectual o sensorial o de
cualquier naturaleza, donde todas las personas tienen los mismos derechos y las mismas
oportunidades.
La igualdad que debe existir para las personas ante la ley para lograr así una
equiparación o el trato equitativo que procura observar el ámbito social y condiciones
de existencial de cada individuo.
Sin duda alguna, la igualdad constituye hoy un valor esencial para un verdadero
progreso del conjunto de la sociedad.
La igualdad es un valor imprescindible para el progreso y el avance de toda la
sociedad, porque ofrece la posibilidad de que cada ser humano tenga los mismos
derechos y oportunidades, y en consecuencia, de que cada persona pueda aportar al
conjunto desde su libertad, de que pueda contribuir con su trabajo, su esfuerzo, sus
conocimientos, su solidaridad.
Ese es el desafío que tenemos por delante mujeres y hombres: caminar hacia un modelo
de sociedad más justo e igualitario, hacia un futuro mejor para todas y todos.
Es en la igualdad donde más se practica la empatía y el respeto. Tratar a las personas
como iguales significa respetar su ser, sus opiniones y sus capacidades, pues todas las
personas tienen un valor intrínseco.
No es bueno criticar por la procedencia de un individuo, ni por cuánto dinero gana, ni
por cuán educado es; a fin de cuentas, todos somos seres humanos que habitan la tierra
y trabajan en conjunto para formar un mundo mejor.
Cada ser humano se necesita el uno al otro hasta para las tareas más pequeñas, y por ello
todos tenemos un valor que existe por igual.
Es recurrente en la sociedad que exista la discriminación por el estatus socioeconómico:
en qué trabaja, qué posesiones tiene, etc.
Por eso habrá situaciones donde un médico tenga más privilegio que un plomero,
cuando ambos son absolutamente necesarios para la seguridad y el sector de la salud:
sin el médico no hay nadie que atienda a las personas, pero sin el plomero no hay
hogares que funcionen.
Este es un ejemplo de cómo todos merecen ser iguales, porque cada persona en el
mundo tiene algo que aportar y un gran valor que ofrecer al progreso del mundo.
Otro ejemplo: Todos los habitantes de alguna comunidad pequeña tienen igual
oportunidad de expresar sus quejas y opiniones de alguna problemática en particular.
La igualdad es la forma en que se trata a las personas en cualquier ámbito ya sea en
una empresa, asociación, organismo, ente gubernamental o grupo social y donde se le
facilita a los sujetos trabajar en cada una de esas organizaciones sin que ninguno de
ellos tengan ningún tipo de objeción ya sea por la raza, el sexo, la clase social u otra
eventualidad elogiable, dejando atrás cualquier tipo de discriminación entre las
personas que se encuentren dentro de esas organizaciones.

Qué es igualdad
Es un derecho personal para el ser humano que contempla que todos deben tener las
mismas oportunidades de participación a nivel personal y social, sin ninguna clase de
discriminación.

Es importante aclarar que este término no significa que todos los seres humanos
deben ser iguales físicamente, o deben compartir los mismos gustos o preferencias. La
igualdad en este caso se refiere a los derechos que puedan tener los individuos que
viven en una sociedad, y de los cuales todos deben gozar sin hacer ningún tipo de
diferencias.
Por eso se dice que este término es uno de los valores fundamentales que han
constituido los métodos políticos actuales partiendo de una igualdad ante la ley para
todos los ciudadanos.
Etimológicamente la palabra deriva del latín “aequalĭtas, -ātis”, conformado con el
adjetivo “aequus” que significa “igual, llano, justo, equilibrado, equitativo”, más el
sufijo “tat” que quiere decir “anunciar calidad”, en la real academia la determina como
“conformidad de algo con otra cosa en naturaleza, forma, calidad o cantidad”.
Un sinónimo de igualdad es la equidad, mientras que su antónimo es la desigualdad.

Características de la igualdad

1. Aceptación de los derechos de los ciudadanos sin importar su raza, origen,


orientación sexual, entre otros.
2. Representa la búsqueda de la imparcialidad entre las personas para que no haya
beneficios en perjuicios del otro.
3. Busca acabar con las injusticias en todos los ámbitos.
4. Brinda acceso justo a bienes y servicios para todos los ciudadanos.
5. Brinda oportunidades en forma general, más aún cuando se trata de la igualdad
entre hombres y mujeres.
6. Dentro de las propiedades de la igualdad, está el hecho de proteger y hacer
valer los derechos de las personas, por eso se habla del valor de la igualdad.
Derecho a la igualdad
También se conoce como principio de igualdad y hace referencia a que los seres
humanos desde el momento en que nacen, deben ser reconocidos como iguales ante la
ley por parte de un Gobierno. Esto quiere decir que existen garantías de igualdad en las
que las personas pueden disfrutar de los derechos de una nación sin ningún tipo de
distinción por parte de otras personas por raza, sexo, color, religión, idioma, opiniones
políticas, su origen o posición económica.
Resulta importante destacar que la igualdad ante la ley es una realidad en el mundo,
sin embargo, no es algo que le compete únicamente a los gobernantes de las naciones,
sino a todas las personas, así que se tiene el deber y el derecho de ejercer la capacidad y
de hacerse valer tanto a sí mismos como a otras personas.
Tipos de igualdad
Existen diversos tipos de imparcialidad, sin embargo, los más importantes se
distribuyen de la siguiente forma:
Igualdad de género
Esto quiere decir que tanto las mujeres como los hombres deben recibir los mismos
beneficios, derechos, uniformidad en oportunidades de cualquier índole, mismos tratos
o sentencias y con el mismo respeto en todos los aspectos de la vida, es decir, en
educación, trabajo y salud. De acuerdo a los valores y principios de la sociedad, no
debe existir discriminación por sexo, esto quiere decir que es un derecho internacional
y que debe acatarse a nivel general, pues está vinculada a todas las naciones del mundo.
Igualdad social
Esta se define como el hecho de que los miembros de una determinada sociedad tienen
el deber y derecho de gozar de las mismas oportunidades que el resto. De acuerdo a
esto, todos los sujetos deben tener los mismos derechos civiles y políticos, así como de
tener acceso al bienestar social, al derecho a la educación, trabajo y salud.

Igualdad jurídica
Se trata de ser iguales ante la legislación de un país, es decir, que todos tengan las
mismas condiciones para acceder a bienes y servicios, aplicando acá a todos los sectores
sociales pertenecientes a una comunidad, pues todas carecen de distinción, así sean
diferentes por raza, religión o sexo. La constitución de cada nación debe tener las
garantías a la defensa social, lo cual hace que las personas puedan recibir y ejercer la
justicia ante un conflicto en específico.
Igualdad política
Es aquel tipo de paridad que se obtiene únicamente cuando se cumplen con todos
los derechos humanos de primera necesidad o generación, es decir, la libertad y la
partición política.
Esta es conocida como un derecho tanto político como civil delimitan las partes
inviolables de la humanidad, es decir, el derecho al voto, a ser votado y participar en
las elecciones por la gobernación de un país. Este tipo de derechos abarcan la libertad de
expresión, de religión, el derecho a un juicio justo y el sufragio universal, directo y
secreto.
Igualdad de oportunidades
Se trata de una idea de justicia social en la cual se establece que los sistemas son
socialmente justos y dignos cuando las personas tienen las mismas oportunidades
para acceder a los bienes y servicios sociales, así como también poseen los mismos
derechos a nivel político.
A nivel político, en vez de hablar de justicia social, se habla de equidad en resultados.
De acuerdo a fuentes históricas, este tipo de paridad de oportunidades fue la preferida
por partidos de derecha política frente a la equidad económica o de resultado.
La uniformidad natural y de oportunidades no es más que un principio en el cual se
establece y promulga que las personas son iguales no solo ante la ley, sino ante la
naturaleza misma. Pero cuando se habla de equidad de resultados, se quiere decir
que cada persona va a recibir la misma cantidad de derechos o bienes sociales y
económicos que el resto de las personas sin importar incluso el cargo que posean a nivel
laboral.

JUSTICIA SOCIAL

La justicia social es un concepto complejo que abarca temas como la igualdad social,
la igualdad de oportunidades, el Estado de bienestar, la pobreza, las reivindicaciones
laborales, el feminismo, entre muchos otros, que tienen como norte común la
construcción de una sociedad más equitativa y menos desigual.
Según algunos estudiosos del tema, la justicia social vendría a ser más o menos lo
propuesto por Aristóteles en su “justicia distributiva”. Es decir que es lo correcto o justo
en la repartición de los bienes dentro de una sociedad.
No existe un origen definido de este término, ya que los reclamos por una sociedad más
justa datan desde los albores de la humanidad. Sin embargo, hay evidencias tempranas
de reclamo por “justicia social” como una obligación de los monarcas europeos del
siglo XVIII, en artículos de la época de la Ilustración, donde apareció como sinónimo de
mayor justicia en la sociedad.
Desde entonces, diversos pensadores católicos del siglo XIX se hicieron eco del
término, en especial los fundadores de la Doctrina Social de la Iglesia. Varias décadas
después también lo hicieron los socialistas fabianos, quienes heredaron este concepto a
la socialdemocracia.
A lo largo de su historia el significado de justicia social ha variado, pero siempre en
torno a un mismo eje de igualdad y justicia. Desde 2007, no obstante, la Asamblea
General de las Naciones Unidas proclamó el 20 de febrero como el Día Mundial de la
Justicia Social, sosteniendo que la justicia social es “un principio fundamental para
la convivencia pacífica y próspera”.
Características de la justicia social
La justicia social puede ser comprendida de distintas formas, pero siempre gira en torno
a la idea de que las sociedades deben cambiar para mejor, es decir, hacia sociedades
más justas en el reparto de sus riquezas. Apunta a disminuir los márgenes de
exclusión y discriminación, y a combatir la pobreza y la desigualdad entre
los ciudadanos.
Muchas y muy diversas organizaciones políticas toman este término como bandera,
pero, obviamente, el dilema radica en cuáles son las vías para adquirir una mayor
justicia social.
Existe quien entiende por ello la acción revolucionaria de redistribución forzosa del
poder. Otros, por el contrario, proponen un proceso de reforma paulatina que amplíe
derechos y apueste por una sociedad más progresista. Otra alternativa sería la defensa
del Estado de bienestar y de una democracia con fuerte inversión social de parte del
sector público.
En conclusión, no existe un conjunto de características únicas que definan lo que es la
justicia social universalmente.
Importancia de la justicia social
La importancia de la justicia social no puede recalcarse lo suficiente, al menos si se
tiene la intención de vivir en una sociedad pacífica y desarrollada.
La desigualdad, la pobreza y los resentimientos que conllevan, son un caldo de cultivo
para la violencia, el populismo y otras dificultades político-sociales. Ninguna sociedad
puede sostenerse sobre el sufrimiento masivo y la falta de oportunidades de la
mayoría.
Principios de la justicia social

Garantizar el acceso a la educación es una de las bases de la justicia social.


Los principios de la justicia social no son universales ni siempre los mismos. Pero a
grandes rasgos, pueden resumirse en:
 Igualdad social. La igualdad social no es la forzosa equiparación del estatus
social y económico de los miembros de una sociedad, sino la garantía de que
todos, sin exclusión, puedan realizarse en el ejercicio de sus derechos
humanos, civiles, políticos, sociales y económicos, lo cual incluye la igualdad
ante la ley y la igualdad de oportunidades.
 Igualdad de oportunidades. Como su nombre lo indica, se refiere a que la
sociedad garantice que la clase o estrato social en el que los individuos nacen no
defina fatalmente su destino, o sea, que a pesar de haber nacido pobres, los
ciudadanos tengan las mismas oportunidades de desarrollo y de sacar provecho a
sus dones naturales que las demás clases sociales.
 Estado de bienestar. Este es un concepto de las ciencias políticas según el cual
sería el Estado el encargado de proveer de servicios a sus ciudadanos, para
cumplir con sus derechos sociales, apuntando a una sociedad más igualitaria.
 Redistribución de la renta. Se trata de enfrentar la desigualdad del ingreso
económico dentro de una sociedad determinada, repartiendo las rentas
económicas de un modo menos desigual, para otorgar más recursos a quien más
los necesita. Ello puede hacerse de muchos modos, siendo el más usual las
ayudas sociales.
 Defensa de los derechos laborales y sindicales. Esto implica la protección
de sindicatos, uniones de trabajo y otros modelos gremiales que permitan a
los trabajadores un margen de defensa ante la explotación y la desigualdad
económica, lo cual se convierte en un tema de poderes entre patrono y
trabajadores. El Estado, entonces, estaría llamado a servir de mediador en la
materia.
Fuente: https://concepto.de/justicia-social/#ixzz7U96EyS8Q
El domingo 20 de febrero de cada año se celebramos el Día Mundial de la Justicia
Social, una jornada impulsada por la ONU con el objetivo de apoyar el trabajo de la
comunidad internacional para erradicar la pobreza y promover la igualdad, el pleno
empleo, el trabajo digno, el acceso al bienestar social y la justicia social. Para la ONU,
el crecimiento económico solo tiene sentido si deriva en un bienestar real y sostenible
para todos. ¿Pero qué es la justicia social y a qué retos nos enfrentamos para alcanzarla?

La justicia social, la justicia de todos


Piensa por un momento en tu infancia. Creciste con más o menos lujos, pero
probablemente no te faltó de nada. Tuviste acceso a la educación pública, comida en la
mesa y varios juguetes. Ahora hazte esta pregunta: ¿hubiera sido tu infancia igual si
hubieras nacido en un país subdesarrollado? La respuesta es evidente: no. Pero no
parece justo, ¿verdad?

La justicia social es un valor basado en la igualdad de oportunidades y en la aplicación


de los derechos humanos. Por lo tanto, su significado va mucho más allá del concepto
tradicional de justicia legal.

En la actualidad, la justicia social no deja de ser una utopía, aunque esta equidad es
imprescindible para que cada persona pueda desarrollar su máximo potencial y para
crear una sociedad en paz. De hecho, es uno de los compromisos de la Agenda 2030.
Pero cuando las necesidades fundamentales de los individuos no se cubren surgen las
inequidades, independientemente de que estemos en un país industrializado o en un país
en desarrollo.

La clave es que la sociedad tiene la capacidad de evitar estas injusticias, ya que los
problemas que provocan tienen su origen en las personas y en aquellos que miran hacia
otro lado. Todo esto se manifiesta a través de tres vías principales: pobreza,
discriminación y violencia o conflictos.

¿Qué puedo hacer yo?


Alcanzar la justicia social es posible, pero nos queda un largo camino por recorrer, tanto
a nivel individual como en sociedad. Como individuos, algunas de las cosas que
podemos hacer para favorecer la justicia social son:
 Educar a nuestros hijos para que sean conscientes de que las inequidades
existen, incluso en sus propias vidas y en su entorno más cercano.
 Trabajar para superar sentimientos de culpabilidad, resentimiento o
desaprobación con el objetivo de luchar activamente para promover la igual y la
justicia a todos los niveles: local, nacional, internacional.
 Trabajar la empatía hacia las víctimas de las injusticias.
 Reconocer las situaciones en las que no se aplican los derechos humanos y en las
que la justicia social no es accesible para todos.
 Esforzarse para superar prejuicios y pensamientos tradicionales.
 Pasar del pensamiento a la acción a través de actividades constructivas para que
otras personas reciban un trato justo.
La justicia social se basa en la igualdad de oportunidades y en los derechos humanos,
más allá del concepto tradicional de justicia legal. Está basada en la equidad y es
imprescindible para que cada persona pueda desarrollar su máximo potencial y para una
sociedad en paz

Todas las personas tenemos necesidades básicas comunes, que se traducen en derechos
humanos fundamentales: el derecho a la propia identidad, a la supervivencia, a la
educación a expresarnos con libertad y a ser tratados con dignidad y respeto, por
ejemplo.
Cuando estas necesidades fundamentales no se satisfacen nos encontramos frente
a inequidades, que pueden darse tanto en los países industrializados como en países en
desarrollo. Lo que convierte estas situaciones en injusticias es que pueden ser
evitadas: no se trata de problemas irresolubles a los que no podamos hacer frente, sino
que a menudo han sido provocados por personas y persisten porque mucha gente se
desentiende de ellos. La decisión de promover o de negar la justicia social está en
manos de las personas, ya sea a escala individual, local, nacional o mundial.
 
 
3 aspectos clave
  CONFLICTO: Las inequidades están relacionadas con los conflictos, tanto en
los países industrializados como en los países en desarrollo. La injusticia real o
percibida es una de las fuentes más comunes de conflictos y de
violencia entre los individuos, los grupos y los países.
  POBREZA: Puede ser que la pobreza sea la injusticia más fundamental y
más extendida, ya que no permite el acceso a otros derechos fundamentales.
  DISCRIMINACIÓN: La discriminación es una injusticia que interfiere en
las posibilidades que tienen los individuos de desarrollar su potencial.

¿Nuestra percepción sobre si algo es justo es objetiva o depende de nuestra situación?


Educando para la reflexión
Un aprendizaje de la justicia social exige más que familiarizarse con algunos textos
legales e integrar conceptos abstractos de derechos. Exige, sobre todo:
1. Que los alumnos y alumnas se den cuenta de la existencia de inequidades en
sus propias vidas y en su entorno inmediato: casa, escuela o comunidad.
2. Que superen reacciones de culpabilidad, de reprobación o de resentimiento para
llegar a un compromiso activo para promover la justicia y la igualdad a
todos los niveles: personales, institucionales, nacionales o mundiales.

Dada la importancia de la igualdad de oportunidades para el desarrollo sostenible, es


necesario que cada vez haya un mayor consenso dentro de la comunidad educativa
sobre la necesidad de educar para la justicia social:
 Una de las ideas expresadas en la Convención sobre los Derechos del Niño,
adoptada en 1989, es: "enseñar al niño el respeto de los Derechos Humanos y
de las Libertades Fundamentales".
 La Declaración Mundial sobre la Educación para Todos, de 1990, indica que una
de las maneras de satisfacer las necesidades fundamentales de aprendizaje
consiste en hacer que cada persona sea capaz de "servir la causa de la justicia
social".

INCLUSIÓN
La inclusión es la actitud, tendencia o política de integrar a todas las personas en la
sociedad, con el objetivo de que estas puedan participar y contribuir en ella y
beneficiarse en este proceso. La palabra, como tal, proviene del
latín inclusio, inclusiōnis.
La inclusión busca lograr que todos los individuos o grupos sociales, sobre todo
aquellos que se encuentran en condiciones de segregación o marginación, puedan tener
las mismas posibilidades y oportunidades para realizarse como individuos.
La inclusión se formula como solución al problema de la exclusión que es causado
por circunstancias como la pobreza, el analfabetismo, la segregación étnica o religiosa,
entre otras cosas.
Para algunos autores, es el Estado, a través de sus instituciones, el organismo que debe
implementar planes y políticas para corregir estas situaciones y propiciar la inclusión y
el bienestar social
La inclusión social es el proceso de hacer posible que personas o grupos de personas
sujetas a una situación de segregación o marginación social puedan participar
plenamente en la vida social.
Como tal, la inclusión social se enfoca en las personas que se encuentran en una
situación precaria por diversas circunstancias, como la pobreza, el origen, el género, las
condiciones físicas (discapacidades), la pertenencia a una determinada etnia o religión,
etc.
El objetivo de la inclusión social, en este sentido, es mejorar las condiciones de vida de
los individuos que forman parte de estos grupos, y ofrecerles las mismas oportunidades
en los planos político, educativo, económico o financiero, etc.
Así, inclusión social significa oportunidades de trabajo, salud, viviendas dignas,
educación, seguridad, entre otras cosas, para los sectores de la población más
desprotegidos.
La Inclusión es un enfoque que responde positivamente a la diversidad de las personas
y a las diferencias individuales, entendiendo que la diversidad no es un problema, sino
una oportunidad para el enriquecimiento de la sociedad, a través de la activa
participación en la vida familiar, en la educación, en el trabajo y ...
De igual manera, ¿qué es apoyo a la inclusión?
El enfoque inclusivo implica la transformación de las culturas, políticas y prácticas de
las instituciones escolares para abordar el quehacer educativo en función de las
características y particularidades de las y los estudiantes, procurando el aprendizaje y la
participación de todas y todos.
Así, ¿cómo lograr la inclusión?
1. Ten claro la dirección que quieres tomar.
2. Utiliza las habilidades y el conocimiento existente.
3. Desarrolla un lenguaje compartido sobre la práctica.
4. Promueve el respeto por la diferencia.
La inclusión es la actitud, tendencia o política de integrar a todas las personas en la
sociedad, con el objetivo de que estas puedan participar y contribuir en ella y
beneficiarse en este proceso. La palabra, como tal, proviene del latín inclusio,
inclusiōnis.
Inclusión social, económica y política de las personas mayores. La inclusión social
asegura que todas las personas sin distinción puedan ejercer sus derechos y garantías,
aprovechar sus habilidades y beneficiarse de las oportunidades que se encuentran en su
entorno.
La inclusión es el acto de incluir y añadir, es decir, añadir cosas o personas en grupos y
núcleos de los que no formaban parte anteriormente.
Desde el punto de vista social, la inclusión representa un acto de igualdad entre los
diferentes individuos que habitan una sociedad determinada. Así pues, esta acción
permite que todos tengan derecho a integrarse y participar en las diversas dimensiones
de su entorno, sin sufrir ningún tipo de discriminación y prejuicio.
Algunos de los principales sinónimos de inclusión son: introducción; colocación;
incorporación; inserción; integración; participación; encuadre; cobertura; y cierre.
Algunas personas –debido a características individuales o grupales, como la condición
social, el origen étnico, la discapacidad, o la orientación sexual– reciben malos tratos,
insultos, y faltas de respeto. Estas personas pueden ya sea evitar situaciones que los
expongan a los malos tratos, someterse a su “suerte”, o protestar. Todas estas respuestas
son clamores de inclusión.
La inclusión mejora la cohesión social, el crecimiento económico y el bienestar general
en una sociedad. Hace que las personas estén mejor preparadas para encontrar
soluciones duraderas para problemas globales complejos, aumentando su productividad
y eficiencia.
¿Por qué el ser humano (el homo sapiens sapiens, el hombre anatómicamente moderno)
en la actualidad, en la segunda década del siglo XXI, en plena época de racionalidad y
confianza en nuestras potencias como especie, por qué, repetimos, se lastima a sí
mismo? O para aclarar todavía más la pregunta: ¿por qué el ser humano en la actualidad
sigue siendo tan violento con sus propios semejantes? Sorprende el espectáculo humano
por la violencia, por la virulencia con la que unos seres humanos agreden, lastiman y
asesinan a otros seres humanos. El porqué de estas actitudes se hunde en los tiempos
más oscuros del desarrollo de la humanidad. Tan oscura es la explicación que Thomas
Hobbes no dudó en denominar al ser humano como un “homo homini lupus”, el hombre
es el lobo del hombre.
El desarrollo de las sociedades humanas necesariamente tiene, como correlato
inseparable, la violencia contra las mismas personas. Y no solamente se trata de
violencia física, sino sobre todo de violencia simbólica. ¿Qué queremos decir con
“violencia simbólica”? Que determinados seres humanos, por el propio desarrollo de los
procesos históricos, se han convertido en definidores y dominadores del entorno social,
y que justifican la inequidad, la desigualdad y el uso de la fuerza en la supuesta
“calificación” de unos sobre otros. Este grave defecto (yo no lo puedo considerar de otra
forma más que un defecto del ser humano) ha generado en el plano del discurso (que es
el plano simbólico) una “caracterología de descalificaciones” contra el “otro”. Nos
explicamos: el ser humano está acostumbrado a (des)calificar todo aquello que entra en
la esfera de su pensamiento, el cual también configura una idea de lo que “debemos ser”
contra la evidencia de lo que “somos” en el presente. Este “somos” se entiende, por lo
tanto, como la enunciación de un determinado estado del ser de los que se consideran
con la suficiente “autoridad” para definir a todos aquellos que no son como los otros
como los “raros”, los “irracionales”, los “indios”, los “discapacitados”, los “niños”, las
“mujeres”, es decir, todos aquellos que puedan ser considerados como los “otros” desde
un ámbito de poder prejuicioso que lo único que hace es radicalizar y polarizar las
posiciones “políticas” que cualquiera puede asumir desde un ámbito legalizado de poder
(social, político y económico).
Y es que desde el poder se han “definido” los rasgos esenciales de la otredad no
privilegiada de nuestra sociedad. Este poder no solamente es el hecho por las leyes y por
las normas emanadas de aquellas, sino, y esto es lo más importante, es un poder fincado
sobre un gran número de presuposiciones o, si se quiere, de prejuicios que oscurecen
cualquier entendimiento cabal de lo que somos o de lo que queremos ser. Ese querer ser
está fundamentado en la propia imagen que la civilización occidental tiene de sí misma
en estas latitudes (mexicanas). Esa imagen incluye la fundamentación del orden social
en conceptos tales como “igualdad”, “derechos humanos”, “autodeterminación”, que
crean la ficción de vivir en un lugar amable, feliz y democrático, pero es un error de
perspectiva provocado por el enorme y pesado prejuicio, por el elevado concepto de
nosotros mismos como “sociedad moderna” cuando en realidad lastramos vicios y
consideraciones que se nutren de los tiempos de antaño y de las ideas asistencialistas
generadas en la época de dominio colonial.
Ahora se habla de “inclusión” dando a entender que este concepto es la respuesta para
“normalizar”, dentro de los centros educativos sobre todo, a los que no son “normales”:
las personas con discapacidad o las personas cuyas otredades escapan a los esquemas
éticos occidentales. La “inclusión” es un concepto utópico que genera la ilusión, en los
que conceptualizaron este término, de crear condiciones de igualdad para que puedan
convivir en un mismo espacio personas que tienen como condición de vida una
discapacidad (intelectual, psicosocial, auditiva, visual, motriz) que no les permite
acceder al mundo simbólico de los “normales”. La “inclusión” es una bonita utopía que
nos hace creer que somos buenas personas porque nos interesamos por aquellos que no
han tenido la fortuna de nacer “normales”… como nosotros.
Pero es cierto que, a nivel mundial y desde centros en donde la “otredad” ha sido
construida a base de sangre, sufrimiento, guerras y muerte, está surgiendo la necesidad
de formar estructuras que permitan, ya no generar conciencia (estamos atrasados en ese
sentido como humanidad, y de ahí la urgencia de entender), sino realizar acciones que al
mismo tiempo pragmaticen el quehacer de los ciudadanos para entender, en primerísimo
lugar, que este mundo está poblado por personas, en un intento de vencer la carga que
negativamente desde el plano semántico han ganado la palabras “igualdad” e “iguales”,
que tienen distintas condiciones, pero que todas son lo mismo. Ese fue el espíritu que
privó el 13 de diciembre de 2006, cuando la Asamblea General de la Organización de
las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre los Derechos de las Personas con
Discapacidad, “que tiene como propósito fundamental –según se lee en su texto
introductorio– asegurar el goce pleno y en condiciones de igualdad de todos los
derechos humanos para todas las personas con discapacidad”. No crea nuestro amigo
lector que se trata de un conglomerado de normas que tratan de ayudar a los
“discapacitados” (término en desuso), sino que se trata de un acuerdo en el que lo
fundamental es eliminar todo tipo de discriminación, sí, en primer lugar, hacia las
personas con discapacidad, a las cuales se les debe sentir y percibir como personas y no
como “pobrecitos”, como “angelitos” o cualquier eufemismo que lo único que evidencia
es precisamente esa condescendencia del normal sobre el otro. La Convención, firmada
por el estado mexicano el 30 de marzo de 2007, debe ser entendida no como un
privilegio para los que no son nosotros (el famoso, retórico y vacuo “porque ellos sí y
nosotros no”), sino como la posibilidad de construir un entorno humano para todos.
Vivimos tiempos de terrible radicalización de posiciones y discursos políticos, que, más
grave aún, visibilizan la fractura histórica que divide a la mayoría de la población de los
que detentan el poder y los privilegios de la política y la economía. La discriminación es
patente, ominosa, y se filtra en cada poro de lo que los que utilizan la jerga política
llaman “el tejido social”, generando una indestructible corrosión del mismo. Para que el
espíritu de las normas contenidas en la Convención se dé, es necesario cambiar el chip,
hacer una verdadera reprogramación de nuestra conciencia social. Quizá el
entendimiento cabal de lo que es la Convención nos permita entendernos finalmente
como un todo orgánico que necesita con-vivir, con-versar, con-geniar con otros, con
todos, y en este sentido generar entre los que se confrontan o entre los que nos
confrontamos, un ámbito de claridad desde la cual se pueda construir una nueva utopía,
una última esperanza para hacer de esta humanidad algo más digno en la cual se pueda
vivir.
El concepto inclusión, según lo visto más arriba, se entiende como el agregar a los otros
a lo que somos nosotros, y no hay un real entendimiento –comprensión, dirían los
hermeneutas alemanes– de lo que somos todos. Si queremos ser “inclusivos”, no
generemos entonces políticas de explotación hacia las personas con discapacidad
vestidas de asistencialismo –atroz herencia colonial– ni las minimicemos
considerándolas sólo capaces de hacer trabajos manuales, porque el pensamiento “no les
funciona”. Seamos inclusivos, sí, pero antes seamos sensatos y veámonos a todos como
iguales, ahora sí, porque todos somos, por sobre todas las cosas, personas.

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