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El Celibato y Sus Compensaciones
El Celibato y Sus Compensaciones
El celibato, como afirma el Papa Francisco, no es dogma de fe. Se trata de una regla
de vida. Puede cambiar. Algunos consideran tener una vocación sacerdotal, pero afirman no
sentirse llamados a vivirla en el celibato. En la actualidad, la Iglesia vincula sacerdocio y
celibato. Sea cual sea la opción que se tome, mantener el celibato o eliminar su
obligatoriedad, tendrá sus luces y sombras, sus ventajas e inconvenientes. Pero, se decida
una cosa u otra, la castidad, como coherencia moral con la elección realizada, no perderá su
vigencia. Se trata de vivir con amor la situación elegida.1
Dentro de todo esto es necesario tener en cuenta una sola definición, para aclarar
todo tipo de incertidumbres, por tanto, entendamos entonces celibato como una elección
voluntaria y libre de no adquirir un vínculo matrimonial y de vivir la continencia sexual por
1
Luis Serra, Blogs, El celibato no es un dogma de fe Dij, 17/07/2014.
1
un motivo religioso. El celibato sacerdotal es obligatorio en la Iglesia católica latina (CIC,
c. 277).
Viven también el celibato las personas que emiten voto de castidad (c. 599). La
obligación del celibato constituye un impedimento matrimonial para los clérigos («atentan
inválidamente el matrimonio quienes han recibido las órdenes sagradas» [CIC, c. 1087]) y
para las personas consagradas («atentan inválidamente el matrimonio quienes están
vinculados por voto público perpetuo de castidad en un instituto religioso» [CIC, c. 1088]).2
2
(1991). CODIGO DE DERECHO CANONICO (11a. ed.)
3
CENCINI, Amedeo, «Celibato e compensazione» en Tredimensioni 8(2011) 43-52.
2
es el de un desequilibrio intra-psíquico (entre frustración y gratificación), creando a su vez
una «tensión de no gratificación» que al inicio es inconsciente, pero después podría, a la
larga, resultar insoportable, siendo una renuncia no sólo a un instinto sino a un conjunto de
gratificaciones instintivas. A ello se puede reaccionar buscando gratificaciones alternativas,
muy a menudo sin saberlo o fuera del control del sujeto), ya sea en el ámbito de la
afectividad-sexualidad que en el de otras necesidades que quedaron resguardadas.
También tenemos por otro lado una insuficiente motivación personal, y es que esta
es la situación que se crea cuando el sujeto hace una elección, pero aún no ha descubierto
su “tesoro”, y, por lo tanto, le falta el motivo central para hacer dicha elección y renunciar a
todo lo otro. Ya que la renuncia que implica el celibato es personal e incide en la vida y en
la felicidad de quien la hace, es lógico que la motivación también deba ser personal, fruto
de una elección de este estado de vida subjetivamente preferida, creando el gusto y el gozo
correspondientes. Si esto no existe, la frustración y el desequilibrio interno de tipo emotivo
serán inevitables, siendo más o menos advertidos en forma consciente; es más, al inicio de
todo son inconscientes y después, con el tiempo, siempre más explícitos.
Es normal que el hombre mundano, que vive dominado por las pasiones, vea el
celibato como una represión y hasta como un peligro. Pero el celibato vivido santamente es
una donación total de nuestro amor por Dios y por todos. Sin fe y sin gracia no se puede
vivir el celibato, pero sin estas tampoco se debe ser sacerdote.
3
El Magisterio solemne de la Iglesia reafirma ininterrumpidamente las disposiciones
sobre el celibato eclesiástico.
San Ambrosio (siglo IV) escribe sobre el celibato: «Dios amó tanto a esta virtud que
no quiso venir al mundo sino acompañado por ella, naciendo de Madre virgen»6
El Padre Cantalamessa, predicador del papa aboga por una sana integración de los
carismas celibato y matrimonio, de manera que los casados y los célibes no vivan
rígidamente separados los unos de los otros, sino de forma que se ayuden y exhorten
mutuamente a crecer. Dice: «No es cierto que la cercanía del otro sexo y de las familias,
para quien no está casado, sea siempre y necesariamente una insidia y una oscura amenaza.
Puede serlo si no se ha producido aún una aceptación libre, alegre y definitiva de la propia
vocación, pero esto también se aplica a quien esté casado». «Lo más bello que podemos
hacer ...es renovar nuestro “Heme aquí” y nuestro “Sí”. No con una “resignada aceptación”,
sino con el “deseo” y la “impaciencia” de María en la Anunciación».
BIBLIOGRAFÍA
4
Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, ed. Herder, Barcelona 1955, n. 52 b, p. 22.
5
ib., n. 89, p. 34.
6
San Ambrosio, Tratado sobre las vírgenes
4
- Luis Serra, Blogs, El celibato no es un dogma de fe Dij, 17/07/2014.
- Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, ed. Herder, Barcelona 1955
- San Ambrosio, Tratado sobre las vírgenes