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El celibato y sus compensaciones

Christian Alexis Hernández Andrade

El celibato, como afirma el Papa Francisco, no es dogma de fe. Se trata de una regla
de vida. Puede cambiar. Algunos consideran tener una vocación sacerdotal, pero afirman no
sentirse llamados a vivirla en el celibato. En la actualidad, la Iglesia vincula sacerdocio y
celibato. Sea cual sea la opción que se tome, mantener el celibato o eliminar su
obligatoriedad, tendrá sus luces y sombras, sus ventajas e inconvenientes. Pero, se decida
una cosa u otra, la castidad, como coherencia moral con la elección realizada, no perderá su
vigencia. Se trata de vivir con amor la situación elegida.1

Conviene clarificar algunos puntos. Primero, el Papa se refiere al celibato sacerdotal


y no al celibato de religiosas y religiosos, aunque estos sean ordenados. Para los sacerdotes
diocesanos, el celibato es una regla de vida, que podría cambiar, pero que por ahora la
Iglesia mantiene vigente. Por el contrario, las religiosas y los religiosos, las monjas y los
monjes emiten un voto de castidad en celibato. En este caso, la puerta no está abierta,
porque es una opción inherente a su estado de vida. Segundo, hay que distinguir entre la
condición sexual (célibe de por vida, casado, soltero como situación transitoria) y la
castidad como virtud.

La castidad implica vivir y respetar la condición sexual elegida. Un hombre y una


mujer que contraen matrimonio han optado por casarse. Por la castidad, mantienen este
compromiso y se abstienen, por ejemplo, de relaciones adúlteras. Si alguien opta por el
celibato, la castidad le impulsará a prescindir, osea la renuncia, de una vida sexual activa.
Tercero, si se eliminara la obligatoriedad del celibato para los sacerdotes diocesanos, se
mantendría la virtud de la castidad. Su nueva situación sería equiparable a la situación de
los laicos casados. El divorcio, en caso de crisis, sería una nueva eventualidad, antes
inexistente, porque en el celibato no hay vínculo matrimonial.

Dentro de todo esto es necesario tener en cuenta una sola definición, para aclarar
todo tipo de incertidumbres, por tanto, entendamos entonces celibato como una elección
voluntaria y libre de no adquirir un vínculo matrimonial y de vivir la continencia sexual por

1
Luis Serra, Blogs, El celibato no es un dogma de fe Dij, 17/07/2014.

1
un motivo religioso. El celibato sacerdotal es obligatorio en la Iglesia católica latina (CIC,
c. 277).

Cuando la Iglesia católica admite a clérigos episcopalianos (anglicanos) casados,


concede a esas personas la excepción del celibato (Declaración de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, de 11-IV-1981). En las Iglesias católicas orientales, pueden acceder al
sacerdocio varones casados (cc. 373-375).

Viven también el celibato las personas que emiten voto de castidad (c. 599). La
obligación del celibato constituye un impedimento matrimonial para los clérigos («atentan
inválidamente el matrimonio quienes han recibido las órdenes sagradas» [CIC, c. 1087]) y
para las personas consagradas («atentan inválidamente el matrimonio quienes están
vinculados por voto público perpetuo de castidad en un instituto religioso» [CIC, c. 1088]).2

«La vida de quien se ha casado - al menos potencialmente - garantiza un mejor


funcionamiento psico-físico, ya que del repertorio de necesidades que componen el micro
sistema sexualidad, se le permite poner en juego un número mayor respecto a quién es
célibe. Por lo tanto, en este sentido, el célibe sabe que parte “más pobre” o que corre el
riesgo de permanecer más joven - pero en el sentido poco halagüeño de “inmaduro” -
porque para no sentirse desafiado en tener que desarrollar la propia sexualidad de célibe en
forma adulta, podrá congelarla en un estadio del desarrollo en el que todos son célibes: la
infancia, o la preadolescencia, o la adolescencia, o la juventud de espléndido soltero […].
Que el célibe esté expuesto a un riesgo mayor en el área sexual respecto al casado, está
vinculado al hecho que, de cualquier forma, la vida matrimonial - en especial, la
experiencia de la paternidad física – es un potente acelerador del desarrollo. Sería como
decir: el célibe puede jugar a hacer de adulto, haciendo como si lo es, mientras en realidad
es aún un adolescente. El casado […] podrá hacer de cuenta que es adulto, pero tarde o
temprano se dará cuenta que la vida de sus hijos no es una ficción».3

El célibe se encuentra en una peligrosa situación, ya que la renuncia al ejercicio del


instinto genital también implica una menor posibilidad de expresar otras necesidades
fundamentales, y no sólo la genital-sexual. Esto tiene consecuencias no menores. El riesgo

2
(1991). CODIGO DE DERECHO CANONICO (11a. ed.)
3
CENCINI, Amedeo, «Celibato e compensazione» en Tredimensioni 8(2011) 43-52.

2
es el de un desequilibrio intra-psíquico (entre frustración y gratificación), creando a su vez
una «tensión de no gratificación» que al inicio es inconsciente, pero después podría, a la
larga, resultar insoportable, siendo una renuncia no sólo a un instinto sino a un conjunto de
gratificaciones instintivas. A ello se puede reaccionar buscando gratificaciones alternativas,
muy a menudo sin saberlo o fuera del control del sujeto), ya sea en el ámbito de la
afectividad-sexualidad que en el de otras necesidades que quedaron resguardadas.

También tenemos por otro lado una insuficiente motivación personal, y es que esta
es la situación que se crea cuando el sujeto hace una elección, pero aún no ha descubierto
su “tesoro”, y, por lo tanto, le falta el motivo central para hacer dicha elección y renunciar a
todo lo otro. Ya que la renuncia que implica el celibato es personal e incide en la vida y en
la felicidad de quien la hace, es lógico que la motivación también deba ser personal, fruto
de una elección de este estado de vida subjetivamente preferida, creando el gusto y el gozo
correspondientes. Si esto no existe, la frustración y el desequilibrio interno de tipo emotivo
serán inevitables, siendo más o menos advertidos en forma consciente; es más, al inicio de
todo son inconscientes y después, con el tiempo, siempre más explícitos.

Un artículo en el Miami Herald comentaba que el famoso boxeador Mohamad Alí,


para estar en mejor forma, se mantenía en abstinencia sexual por períodos hasta de un año.
Es de notar que, mientras el mundo admira ese compromiso hecho por el deporte, critica
como "antinatural" el celibato sacerdotal, optado por el Reino de los cielos. Me parece
entonces que lo que se critica más bien no es el celibato sino el hecho de que haya quienes
se tomen su compromiso con Dios tan en serio. Por el boxeo todo es aceptable, pero si es
por Dios se considera fanatismo o peligroso para la mente.

Es normal que el hombre mundano, que vive dominado por las pasiones, vea el
celibato como una represión y hasta como un peligro. Pero el celibato vivido santamente es
una donación total de nuestro amor por Dios y por todos. Sin fe y sin gracia no se puede
vivir el celibato, pero sin estas tampoco se debe ser sacerdote.

Los comienzos de la vida religiosa se encuentran en la práctica del celibato


voluntario por el Reino. El celibato era una de las características de los primeros ermitaños
y un requisito en las primeras fundaciones monásticas bajo San Pachomius (c. 290-346).

3
El Magisterio solemne de la Iglesia reafirma ininterrumpidamente las disposiciones
sobre el celibato eclesiástico.

El Sínodo de Elvira (300-303), en el canon 27, prescribe: «El obispo o cualquier


otro clérigo tenga consigo solamente o una hermana o una hija virgen consagrada a Dios;
pero en modo alguno plugo (al Concilio) que tengan a una extraña»4

El Papa Siricio (384-399), en la carta al obispo Himerio de Tarragona, fechada el 10


de febrero de 385, afirma: «El Señor Jesús (...) quiso que la forma de la castidad de su
Iglesia, de la que él es esposo, irradiara con esplendor (...). Todos los sacerdotes estamos
obligados por la indisoluble ley de estas sanciones, es decir, que desde el día de nuestra
ordenación consagramos nuestros corazones y cuerpos a la sobriedad y castidad, para
agradar en todo a nuestro Dios en los sacrificios que diariamente le ofrecemos»5

San Ambrosio (siglo IV) escribe sobre el celibato: «Dios amó tanto a esta virtud que
no quiso venir al mundo sino acompañado por ella, naciendo de Madre virgen»6

El Padre Cantalamessa, predicador del papa aboga por una sana integración de los
carismas celibato y matrimonio, de manera que los casados y los célibes no vivan
rígidamente separados los unos de los otros, sino de forma que se ayuden y exhorten
mutuamente a crecer. Dice: «No es cierto que la cercanía del otro sexo y de las familias,
para quien no está casado, sea siempre y necesariamente una insidia y una oscura amenaza.
Puede serlo si no se ha producido aún una aceptación libre, alegre y definitiva de la propia
vocación, pero esto también se aplica a quien esté casado». «Lo más bello que podemos
hacer ...es renovar nuestro “Heme aquí” y nuestro “Sí”. No con una “resignada aceptación”,
sino con el “deseo” y la “impaciencia” de María en la Anunciación».

"Cuando la sexualidad humana no se considera un gran valor dado por el Creador,


pierde significado la renuncia por el reino de los Cielos" (Juan Pablo II, Familiaris
consortio)

BIBLIOGRAFÍA
4
Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, ed. Herder, Barcelona 1955, n. 52 b, p. 22.
5
ib., n. 89, p. 34.
6
San Ambrosio, Tratado sobre las vírgenes

4
- Luis Serra, Blogs, El celibato no es un dogma de fe Dij, 17/07/2014.
- Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, ed. Herder, Barcelona 1955
- San Ambrosio, Tratado sobre las vírgenes

- (1991). CODIGO DE DERECHO CANONICO (11a. ed.)

- CENCINI, Amedeo, «Celibato e compensazione» en Tredimensioni 8(2011)

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