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BOURDIEU Y LA EFICACIA SIMBOLICA DEL LENGUAJE

¿QUÉ SIGNIFICA HABLAR?

El autor concibe al lenguaje como un instrumento de acción y de poder. Analiza la historia política de los
hablantes de una lengua, la geografía del ámbito en que se habla, las condiciones sociales de su producción,
de reproducción y utilización. Es por ello que considera a las relaciones sociales como relaciones de poder
simbólico donde se actualizan las relaciones de fuerza entre los habitantes y sus respectivos grupos de
pertenencia social.

Acerca de P. Bourdieu
No hay democracia efectiva sin un contrapoder crítico, afirmaba, convencido de la necesidad de disolver la
división entre la objetividad del investigador científico y la convicción subjetiva del militante político.
El poder no paga por estudiar el poder, sino para mejorar los efectos de dominación. En vez de estudiar los
problemas impuestos, habría que crear un campo de conocimiento autónomo. Ser un intelectual crítico
significa ser capaz de colocar el saber construido también como un objeto de conocimiento.
Analizar la desigualdad y la distinción de clases sociales. Bourdieu se había comprometido a revelar los
modos subyacentes de dominación de clases en las sociedades capitalistas, tal como aparecen en los más
diversos ámbitos sociales (la educación y el arte, entre otros). Los efectos de dominación simbólica son muy
difíciles de resistir. Son fenómenos cuasi religiosos que atraviesan el inconsciente.
“Los movimientos sociales deben presionar a Estados y gobiernos y garantizar el control de los mercados
financieros y la distribución justa de la riqueza de las naciones”. Preocupado por las desigualdades crecientes,
afirmaba con énfasis: “si sé que ocurrirá una catástrofe y no lo aviso, estoy cometiendo algo parecido al delito
de no asistir a una persona en peligro. A veces temo que la gente se despierte cuando sea demasiado tarde”.
Durante años había sido “victima de ese moralismo de la neutralidad, del no implicarse, de la no-intervención
del científico, como si pudiese hablar del mundo social sin ejercer la política”.
“El fatalismo de las leyes económicas esconde en realidad una política. Pero se trata de una política paradójica
porque apunta a despolitizar: es una política que, liberándolas de todo control, apunta a darles a las fuerzas
económicas un poder fatal. Al mismo tiempo, esa política busca obtener la sumisión de los gobiernos y de los
ciudadanos a las fuerzas económicas y sociales liberadas mediante ese método.”

Acerca de su obra
Su meta era explicar las estructuras de dominación y la distribución asimétrica de posiciones de poder
existentes en los más variados campos de relaciones sociales.
Los principios teóricos de Bourdieu como “estructuralismo constructivista”, en donde estructuralismo debe
entenderse en el sentido de sostener que en el mundo social existen estructuras objetivas independientes de
la conciencia y de la voluntad de los sujetos, que sí son capaces de coaccionar sus prácticas y
representaciones. En tanto que por constructivismo, Bourdieu hace referencia a la existencia de una génesis
social tanto de una parte de los esquemas de percepción de pensamiento y de acción que son constructivos de
lo que él domina hábitus, como de estructuras, en particular de lo que este autor denomina campos en
relación a las clásicamente denominadas clases sociales.
Este planteo constituye un intento de superar las falsas oposiciones entre el objetivismo y el subjetivismo. Es
decir, la posición extrema de tratar a los fenómenos sociales como “cosas” dejando de lado el hecho de que se
tratan de objetos de conocimiento, o su antítesis, la de reducir el mundo social a las representaciones
mentales que de él se formulan los sujetos. El oficio del sociólogo supera este dilema al considerar por un
lado, las estructuras subjetivas que construye el sociólogo en el momento objetivista, al apartar las
representaciones subjetivas de los agentes, son el fundamento de las representaciones subjetivas y
constituyen las coacciones estructurales que pesan sobre las interacciones, pero, por otro lado, esas
representaciones también deben ser consideradas si se quiere dar cuenta especialmente de las luchas
cotidianas, individuales o colectivas que tienden a transformar o conservar esas estructuras. Esto significa que
los dos momentos, objetivista y subjetivista, están en relación dialéctica.
La clase dominante no gobierna abiertamente; no obliga a los dominados a atenerse a su poder y voluntad.
Por el contrario, en las sociedades capitalistas las clases privilegiadas no manipulan en forma consciente la
realidad de acuerdo con sus propios intereses. La clase dominante es beneficiaria del poder no solo
económico, sino social o simbólico. Este poder se encarna en los bienes económicos-culturales y modela las
instituciones y costumbres de una sociedad.
El espacio social tiende a funcionar como un espacio simbólico. En relación al poder simbólico no existen
temas insignificantes.
Los fenómenos sociales no pueden ser analizados mediante un enfoque marxista tradicional. Tampoco
resulta apropiada una visión estructuralista de lo social, ya que esta visión concibe lo social como sistema
invariable no sujeto a la variación histórica.
Concepto de habitus: es una suerte de gramática de las acciones que sirve para diferenciar una clase de otra
en el terreno de lo social (la de los dominantes de la de los dominados). El habitus genera una serie de
actitudes comunes a una clase, aunque no determina rígidamente las acciones de sus miembros. Constituye”
algo que se ha adquirido, que se ha encarnado de manera durable en el cuerpo en forma de disposiciones
permanentes.

Capital cultural
La dominación no solo se ejerce en el terreno económico sino también a través del acceso/exclusión al
consumo de los bienes simbólicos disponibles. El capital simbólico constituye la dimensión simbólica de los
capitales económico, social y cultural, posible de ser percibido en términos de prestigios

¿Qué significa hablar?


Caracteriza a la lengua como instrumento de acción y de poder
El lenguaje no es inocente en la medida en que produce el reconocimiento de las autoridades legítimas al
favorecer el desconocimiento de la arbitrariedad en que se sustentan.
El lenguaje es expansión del orden que pretende la sumisión frente a las desigualdades sociales
Los símbolos son caracterizados como instrumentos de conocimiento y comunicación que hacen posible el
consenso sobre el sentido del mundo, por consiguiente, plantea que no hay relaciones de comunicación o
conocimiento que no sean relaciones de poder. El poder simbólico es un poder de hacer cosas con palabras. El
lenguaje es pensado por este autor como una de las formas en que se constituye el saber.
A la comunicación la caracteriza como relaciones de fuerza simbólica. Los productores y los productos
lingüísticos no son iguales, afirma, sino que están determinados por la existencia de privilegios de ciertos
hablantes con respecto a otros. Las situaciones lingüísticas producen efectos de dominación, es decir,
relaciones e interacciones entre los hablantes conformes a las leyes objetivas del mercado lingüístico.
La estructura del campo lingüístico debe pensarse como un conjunto de transacciones, que constituyen una
expresión particular de la estructura de relación de fuerzas entre los grupos que poseen diferentes
competencias, que en situación de pugna se tornan una forma de capital simbólico. Una lengua vale lo que
valen los que la hablan. Son las condiciones sociales de producción, reproducción y de utilización de los
enunciados de la lengua el objeto de estudio para Bourdieu.
El lenguaje es como una praxis que se realiza a través del habla, permiten producir discursos adecuados a
situaciones sociales determinadas. El signo sólo tiene existencia dentro del modo de producción lingüístico
concreta.
“Una ciencia del discurso debe establecer las leyes que determinan quién puede hablar, a quién y cómo, es
decir, determinar las condiciones de instauración de la comunicación”.
Debe determinar el contexto social en el cual la comunicación se instaura, y en particular, la estructura del
grupo en el cual se lleva a cabo. Debe tener en cuenta no sólo las relaciones de fuerza simbólica que se
establecen en el grupo, sino las leyes mismas de producción del grupo que hacen que algunas categorías
estén ausentes. Estas condiciones ocultas son determinantes para comprender lo que puede decirse y lo que
no puede decirse en un grupo.

Este contexto social es denominado por Bourdieu mercado lingüístico, es decir, una situación social
determinada más o menos oficial donde un hablante produce un discurso dirigido a receptores capaces de
evaluarlo, apreciarlo y darle un precio. Así, este mercado posee leyes de determinación de los precios que
hacen que todos los productores de productos lingüísticos, de hablas, no sean iguales. Las relaciones de
fuerza que lo dominan provocan que ciertos productores y productos tengan un privilegio de entrada.

Una ciencia del lenguaje debe tener como objeto de estudio el análisis de las condiciones de producción de un
discurso no sólo gramatical, no sólo adaptado a la situación, sino también y sobre todo aceptable, recibible,
creíble, eficaz o simplemente escuchado, en un estado dado de las relaciones de producción y circulación de
los discursos.

Concepción lingüística teoría del poder simbólico

lengua lengua legítima


locutor locutor legítimo
comunicación relaciones de fuerza simbólica
Interacción simbólica transacción de bienes simbólicos
sentido de los enunciados valor y poder del discurso
competencia lingüística capital simbólico
situación o contexto mercado lingüístico
gramaticalidad Aceptabilidad

La concepción lingüística abstrae las condiciones de utilización del lenguaje autonomizando la capacidad de
producción lingüística de los hablantes, como si éstos poseyeran autonomía. El acto de hablar se estructura en
condiciones sociales de constitución, funcionamiento y utilización de los enunciados, posee una lógica
específica y no puede reducirse a un mero acto de ejecución.

Una oposición a la versión lingüística que sostiene que la lengua está hecha para comunicar, ser comprendida
y descifrada, concibiendo al universo social únicamente como un sistema de intercambios simbólicos y a la
acción social sólo como un acto de comunicación.

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