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LITERATURA

PATAFÍSICA, EN
FAVOR DE LO
ABSURDO
Hay tendencias o vanguardias culturales que, por la
contradicción o rareza que representan, exigen que alguien
dé la cara y asuma las responsabilidades. Ya sea para
ahorcarle o para encumbrarle tras su muerte. Con la
patafísica sucede exactamente lo mismo. Inaugurada en
Francia, en la prolífica época de las vanguardias y de la
absenta, Alfred Jarry escribió la novela “Gestas y opiniones
del doctor Faustroll, parafísico”, dando inicio a un fructífero
estilo hermanado con el surrealismo y con el dadaísmo.
Básicamente, tal y como algunos de sus miembros
posteriores entendían, consistía simplemente en “vivir al
otro lado del espejo”, en el mismo mundo que Alicia.

La historia del absurdo príncipe


Por patafísica se entiende la “ciencia de las soluciones
imaginarias” se trata de un sistema pseudo-científico y
filosófico que cree en la unidad de los opuestos y en la
validez de lo imposiblemente válido. Es decir: lo absurdo.
Jarry la inventó en sus obras, aunque lo curioso es que no
pudo llegar a verla en vida, puesto que el libro fue
publicado después de su muerte. Es ahí cuando se
reconocería su aportación al mundo cultural. Una ciencia
inventada por un muerto.
Fuente: Flickr

El París de aquella época estaba plagado de academias


y de sagrados lugares de estudios y conocimiento. Y los
sucesores de Jarry trataron de hacer lo mismo. Salvo, claro
está, que decidieron añadirle unas gotas de ironía. Crearon
un colegio de patafísica a través del cual desarrollar esta
ciencia en sus sesiones. Con una tónica similar de la
escritura automática de los surrealistas, los patafísicos
ejercitaban también su capacidad de encontrar
soluciones absurdas, como un nuevo lenguaje
susceptible de ser aprendido.

Fructífera intulidad
La contribución de esta vanguardia fue mayor de lo que
pueda parecer. Artistas de la talla de Duchamp o de
Dalí se declararon abiertamente patafísicos, como si fuese
alguna suerte de movimiento social que reivindicar. Lo
peculiar es que este nuevo sistema científico no dejaba de
estar emparentado con otras ramas de la psicología, como
el pensamiento lateral, o con movimientos filosóficos
previos.
Un ejemplo está en la “Docta Ignorancia” del filósofo
Nicolás de Cusa, en la que se habla del no-saber como
medio de alcanzar la verdad divina de Dios. Es decir, que
pese a los inventos y la farándula la patafísica, en
teoría era un método capaz de desarrollar unos
recursos que llevasen al individuo a emitir alguna
aproximación a algo auténtico. Y, por lo tanto, en base a la
mentira de crear algo de verdad. O por lo menos de valor.

La larga mano de la patafísica


Raymond Queneau fue uno de sus miembros insignes.
Poeta francés de vasta cultura y sentido del humor al que el
público y la crítica fueron incapaces de  entender. Una de
sus obras más patafísicas es un libro de poemas, con el
que se podían llegar a formar millones de ellos. El truco
estaba en que las páginas estaban cortadas, de manera
que alguien pudiese coger le primer verso de un poema
y juntarlo con el de otra página. Y así creaba millones de
posibles combinaciones. Rayuela de Cortázar es,
probablemente, la mayor aportación literaria de esta
corriente. Que sea un libro que se pueda leer de dos
maneras diferentes es un modo suave pero evidente de
influencias por al patafísicia. De hecho, el propio Cortázar
reconoció que Jarry le había cambiado la vida.
Boris Vian, finalmente, es otro de los principales autores
de la patafísica. Se puede comprobar en sus obras esa
atracción hacia otro tipo de realidades, de inventos y de
posibilidades. En “La espuma de los días”, por ejemplo, el
nudo de la historia trata sobre una mujer a la que le
empieza a nacer un nenúfar en el pulmón. Eran este tipo
de detalles los que determinaban en buena medida sus
novelas y poemas, y los que lo enlazan con esta tradición
literaria y cultural.
Fuente: Tagarete

En conclusión, la patafísica podía parecer una extraña


broma entre amigos de diferentes generaciones. Tal vez
vieron en esa ironía un fiel reflejo de la inteligencia de Jarry
y decidieron honrarle siguiéndole el juego. Era
fácil. Bastaba con atravesar el espejo y librarse de
cualquier cadena de racionalidad y sustituirlas por la
imaginación

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