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eer DE AE Indice 1 Elpiano de Neruda Z 2 Una estrella fuyae uv 3 Pedro y dl céndor 2 4 El Alicanto, al pijaro dorado del desierla 75 5 El cumpleafios de Agustin 7 mvs ag El piano de Neruda piano de Nenu < En aquel lejano inviemo la Tuvia caia in- tonsa y persistente, desgarrando la quietud de Ja noche surefa con su orquesta de ruidos sal- vajes. El viento chillaba como animal herido y Jos irboles se inclinaban rendidos. A lo lejos, ef pitar del tren nocturno era arrastrado por cl cco de los temporales veni- dos desde Puerto Montt. Estos Hegaban revo- loteando con sus mantas de vientos frios, para uni:se con los de Temuco, que esperaban con sus negras bocanadas de presagios. Fntretan- to, e triste alarido del tren parecia brotar de las entraiias mismas de un animel de ficrro que, atravesando la cortina de aguaen esa noche de Mhuvias y energia desbocada, se esitellaba con- tra os muros htimedos y musguses de las ca- sas del pueblo. (JR SU PANODE NERUDA YOIKOS CLANS ay Lalluvia berraba los dias, las aristas de los recuerdos, los rincanes del alma, dejandoun sor por htimedo y pasteso entre un lunes yun-mar_ tes, talvez entre un jueves y un domingo o en- tre un miércoles y un sabado. _FLIIANO DE NERUDA YOMRUSCUINIOS Rg Marcela le gustaba Brenda Lee y se escarme- naba el cabello para parecerse a ella; en cam- bio, Rafael y yo éramos ficles a Flvis. Claro que mi papa no lo hacia nada de mal, pues ripica- meate se pas de los roménticos Cuatro Ases y Los Platters a las extravagancias del cantante del copete y las chaquetas de cuero. Desce el jardin se distinguia la silueta de sii papa pasedindase por la habitacién. La lam- para del escritorio rereaba su sombra, la que crcefa monstruossmiente al doblegarse por el encielado dela mansarda. Fl, seguramente, es- tarfa buscando esos tétricos libros de contabili dad, con todas esas cifras de haberes, gastos, boletas y encuadres que tanto tiempo le consu- mfan. Nunca me expliqué cémo le podia gus- tar un oficio tan apestoso. Yo jamass podsia ha- ber ciclo contador, proferia la literatura, pres ast estaba echada mii suerte; al patecer, medio en broma y medio en serio, se me consideraba cl “escritor de la familia”, pues vivia inventando historias que luego escribia en Tas hojas sobran- tes de mis cuademos, que eran abandonados sistemdticamente después de Ta temporada de clases. JED. MAND DE NTRLIDA voTROS CLENTOS ayy Pensindolo bien, mi mama no era tan di- ferente a mi papa, ya que camo profesora am poco tenia una vida tan descansaca, Siempre la veiamos corrigiendo prueba y deberes, ha blando de estudiantes problematicos 0 recla- mando causa de su esclavizador trabajo. Yo tampoco seria profesor, menos atin Marcela, y Para que hablar de Rafael. ‘Yo queria ser cientificoo escritur; Marcela, disefadora de ropa y Ralael, arquedlago. No era mala idea ser arqueélogo. A mi también me guuslaba exa profesién. A veces discutia con mi hermano por tales asuntos, pero él invariable- mente argumentabs que mu interés no se podia atribuirsinoa la envidia, y que yo no tenia nin- gtinderecho a estudiar arquevlogia, porque él habia descutneriv la carrera cuando ley6 la bio- grafia de Schliemann, ol descubridor de la an- figua ciudad de Troys Pensaba en todas aquellas cosas en un mo- mento en que nos invadia un tedio descomu- nal, Ademis, no recuerdo como fue quenosen contramos recostados sobre la hierba del jardin interior, apayando ks cibeva en las manos on- trelazadhas, mirando lasestrellas y dejando que 2 (JR SLIANODE NaRUDA YorRas CENTOS nuestra mente vagabundeara sin numbo fijo. La verdad es que el mes de enero siempre lo aso- cidbamos al aturrimiento més grande. Un mes de espera interminable. Nadie podia salir de vacaciones hasta que mi papa pudiera pecir las suyas, Mientras no sucediera aquello, tenfames que inventar incontables juegos para todos les dias, pero se nos habia agotado toda nuestra imaginacién, pues ya habiamos hecho de todo. Inesperadamente, mi papa se asoms a la yentara de la biblioteca. Apoyé las manos en Ia barandilla, suspiré honda, recogienda Ia bi- sa refrescante de la noche, y luego apagé la luz dela habitacion. “Al fin paro de trabajar”,pen- 56 Quise enerlo junto a nosotros e impulsi- vamente lo llamé. Mis hermanos se sobresalla- ron pero nada dijeron: siguiewon con sus ojos clavados en las estrellas. Cuando 2 a reunise con nosutrys, suté que se le habia quedado encendida la radio, ya que pude es- cuchar el Oh Caral, de Neil Sedaka Al poco rato ya lo tenfamos a nuestro lado. ‘Cuando nos vio recostados sobre la hierba, son- 1i6 sin decir nada. Mawid la cabeza con gosto de resignacion y enseguida se tendi6 eomo no- paps bajé 22 i rth ne (JiD_ILFIANO DE NERUDA YOTROS CUENTOS_ gy sotros, metiendo sus ojos cansados en el confin del Gielo; luego, comento llenw de noscale! Cuando yo era nifio, en noches de verano como ésta,mi papd nos reunia en una pieza os- cura y allf, en vez de contarnos cuentos como habria sido lo tipico, hacia que cada uno de nosotros inventara una historia. Cada noche le tocaba a un hermano diferente y nosotros, du- rante el dia, nos alandbamos pensando histo- rias disparatadas para ucirnos durante nues- try turno. No hubo respuesta. Solo que Rafael le pre gunté si podia pedir las vacaciones en enero y 3u pregunta sono a reproche. Marcela, siempre tan comprensiva con mi papa, se dio vuelta y lo besd en la miilla, Pero a mi sf que me gustd la idea de inventar histories, podria constituirr se en la mejor ocasién para lucirme ante los ca- bezas planas de mis hermanos. Total, para la- cerlo no tendria ni siquiera que improvisar, pues mi repertorio era muy abundante. —Habia una vez... -dijo mi papé, insistien- do ex su plan de entretenernes. ~Una estrella fuga7! —Io interrumpi al avis- tar en el espacio el sulil viaje de una luminaria Fr (JD _SUTARODERINUDAYONUS CUEN-OS desplazandose hacia el poniente, Pero podria ser el satelize ruso —comenté Rafael, algo entusiasmado. -iEl Sputnik, dices ta? No lv crev, el sate Tee pasa regularmente a una hora determina- da, un poco més tarde que ahora -le explico mi Papa, sentencivso y seguro. Papi, no sera La perrita Layka? -pregun- t6 Marcela. —Noseas tonta. Te dicen quea esta horano jpasan los satélites ~agreyd, muy convencido, Rafael. Pero tenia una colita, podria serun cometa lo interrumpi, sintiéndome dueio del hallaz- Be. Pablo, habia una vez, un cometa... ~insis- 6 mi papa, que mostraba un nuevo buillo en sas ojos. sabiendo gue cra yo Ta persona indi- cada para iniciar el juego. =... un cometa en el que viajaba, arrastra- do por su estela luminosa -improvisé timida- mente al principio, pero inmediatamente con- tinue con inusitada fuerza— un viajero del espacio, explorador de mundos desconacidos para nosotros. Pertenecfa a un pueblo que te- 25 nia por costumbre recorrer los higares mas ex- uaites del universe. Cuando esos seres cum- plian su mayoria de edad, las auloridades de su pueblo les regalaban una nave, ademas de un gran libro en blanco. Después, los jévenes exploradores elegidos debfan partir hacia des- tinos desconocidos y escribir acerca de todos los lugares que fueran visitando. Anotar la des= cripcién y nombres de los animales, las plan tas, los arboles y ias montafas; también cl de Jos rios que atravesaban extensos valles, arena Jes y profundas crateres producidos por la cai- da de acmlitos. Muy bien, Pablo -me animé mi papa, y para dar el ejemplo, él mismo continud-+ Este joven explorador vivia en el planeta... Memoria! -exclamé Marcela, con entu- siasmo-. Y le Ilamahan asf, porque cuando los exploradores regresaban de sus largos viajes, tenian la obligacion de depositar en la Gran Bi- blioteca de la Nacisn cada libro que conteniael registro de sus excursiones espaciales; es decir, aquello equivalfa a ls memoria del universo, —Una maiiana, ol explorador quese llama- ba Cristébal X-5, fue despedido por todo su 26 [FP SAN DN NPRULA YOLKS LEN LOS ay pueblo, Su madre Horaba al ver partir a su hijo ~agreg6 Rafael, micntras estirabe les piernasun poco acalambradas por estar en una posicién lan incOmuda durante tanto tiempo. -En su Lanlo se mezcleban la enoci lcisteza y el orgullo “dijo mi papa. -Fmocién, porque su hijo ya no era un nifio -comenté Marcela. ~Tristeza, porque no se sabia cuando regre- sarfa, Podrfan pasar aftos y més afios. Algunos exploradores, incluso, regresaban ancianos, ‘aunque siempre Henos de sebidurla comple- ts. ~Y orgullo, porque habia sido su hijo el ele- gido para convertirse en explorador, para ini- dar asi una vida de sorprendentes aventuras ~remalo Rafael. Los habitanzes de Memoria eran seres fe- lices pero nostélgicos. Tenian muchos lugsres aaisteriosos y lejanos en sus mentes, todo aque- lo que le habia correspondido descubrira cada ‘uno -siguié mi papé- ~Ademés, lefan mucho —agregé Marcela- ‘Como en el planeta Memoria no existian las es- cuelas, para aprender tenian que consultar la 2 JR SOMAMODINSHUDA YORE ELENTOS ag Gran Biblioteca. Fn ese lugar se suumfan cada ma- fiana en la Iectura de las apasionantes experien- cias que habian sido estampadas en los libros de viajes. El esto del dia Jo ocupaban en construir, siempre en construis, Levanlaban casas, extra fius edificis, atonumentos y escu‘turas que re- producian las figuras de los hérocs de los nvun- des que habjan conocido. -£l planeta Memoria era muy entretenido ~dije cerrando los ojos para imaginar mejor No sélo cuidaban los recuerdos de los viajes, guardéndolos en los miles de Hibros acumula- dos en Ja Gran Biblioteca, también construfan Jo que consideraban mejor © mas maravilloso de lo leido o visto directamente. Bra como si vivieran dentro de dos gran- des enciclopedias que todo lo cuentan y ense flan -ilustré mi papa-. Una, fa Gran Biblioteca, donde se registraba toda la experiencia recogi- da por los exploradores, y otra, una encidope- dia viviente y concreta, conformada por todo Joque construian Memoria poseia inmensos arboles y cn sus protecturas copas vivian los memoriones Porque asi se Tamaban los habitantes del pla- 28 FP SLOANC DH NHRUDA Y OTROS CUENTOS gy eta Memoria —propuso Marcela, con encendi- do entusiasmo. -Preferian vivir en las copas de los arbo- Ik, puesto que lan orgullosos estaban de sus consiruccionies que no les gustaba estropearlas con sus pisauas. Cada mafiana contemplaban cesde la copa delos arboles sus belles trabajos. Y le hacian con una mirada protectora y Mena de orgullo, tal cval lo podria hacer un pintor al cbservar una obra suya considerada maestra dijo Rafael, extendiendo su pensamiento y fan- lasiaadmirablemente, Todo en el planeta era de color anaranja- do, Las montafias parecian estar hechas de ge- latina de frambuesa; os rios, de jugo de naran- ja, y las hojas de los drboles poseian el tono amarillo verdoso de las céscaras de Jos limones ~conclui lero de ensueno. Pero no nos olvidemes de Cristobal X-5 ~retomé mi paps. En efecto -repunté en el relato-, cuando la nave estaba despegando, Cristobal X-5 con- lemplé desde la ventanilla el bello tono anaran- indo de su patria, Después, la neve fue desapa- reciendo en la profundidad del espacio. 2» JER _ELMANO DENTRUDA YOINOS CUENIOS ang ~A partirde aquel momerto, el explorador inici6 un viaje que duré varios afios. Y a medi- da que iba descubriendo los mundos descono- cidos para los memoriones, iba Ilcnando las péginas del libro que tenia como aisisn redac- tas, pero siempre que fueran experiencias inédi- tas -expresé mi papa. “Sin embargo, Criotébal X-5 entendié que pronto dehia regrasar a su planeta, puesto que Te faltaba por Ienar de su libro de viajes slo una freintena de paginas. Caleulé que esas pé- ginas alcanzarian slo para ur. lugar més... Ya propésito de lugares por conocer, la Ley de Memoria prohibia descender en mundos ya conocidos. Hsa era wna Ge las ravones por las que leian tanto y también por las que vonsiruian todos aquellos moaumentos. De ese modo po- dian agregar en sus mentes lo que ya habia sido explorade por otros memoriones dijo Rafael. -¥ buscando el tltimo panto de su largo viaje -comenzé diciendo mi papi, y sin poder contener su imaginaci6n que brotaba a borbo- tones convertida en un aluvién de palabras, agregs~ el explorador se topé con la imagen deunplaneta muy colorido, surcado por enor- 30 FPS MAND 98 NERUDA VOTROS CUENTOS aR mes cadenas montafiosas de tono azulino y co- ronadas por las nleves. Los extensos destertos, también cbservados le recordaban el color ana- ranjado de su patria. ¥ pudo admirar grand: espacios cubicrtosde espesa vegetacion arborea rodeados por enormes masas de aguas rizadas, ondulantes, que por su color verde oscuro, de- notaban cudn profundos eran aquellos océanos inconmensurables. Grandes nubarrones cu brian cnormes ciudades que, desde la altura, parecian un monton de cajas simétricas de co- lor metal y con brillos tornasolados. 4 medida que descendie, Cristébal X-5 distinguio selvas pobladas por extrafos animales. Y en otros lu- Bares mis distantcs, vio a seres de azariencia fragil y actitud huidiza recorriendo caminos asfalticios que, a la distancia, semejaben buiinchas aceradas culebreando entre ciudad y ciudad. Fl explorudor se emoviond cuando corn prendié que por fin se habia encontrado can seres inteligentes. Antcriormente, él sdlo los habia conocide a través de los libros o por los numerosos monumentos erigidos en sti plane- ta. Ademés, la figura de los que habfa tenidola JF> _ELPIAND DENERUDA VOTROSCLINTOS oportunidad de estudiar, no se parecfa cn nada 4 los que ahora estaba observando por primera ver. -agregué cautivado por lo que imaginaba- mos. Era todo tan real que estaba casi seguro de que la estrella fugaz que recien habiamos visto no era sino Cristobal X-5 surcando e) ¢s- pacio, -En su largo recorrido a través del espa- cio, Cristébal X-5 sc haba topado con muchas cosas y seres interesantes. ‘lambién habia cono- cido animales fabulosos y fenémenos ce la na~ turaleza sobrecogetiores por su grandiosidad, peto losseres de este planeta eran Ins primeros que demostrabin poser inteligencia y que 61 tendria la oportunidad de su vida conociéndo- Jos -mencioné Marcela, suspirando profunda- mente e intuyenco alguna desgracia. ~Entonces, [leno de excitacién, el explara- dor descendis ea el claro de un busyute yue es- faba ubirado muy cerca desma ciudad. Se sen- tia feliz por tener la oportunidad de conocer a otras scres y poder intercambiar experiencias con ellos. Fnelo que dijo Rafael y ce notaba algo pre- ocupade por el suspiro de Marcela. El habia en- JiX_ELFIANG DE NERUDA Y OTROS CLENTOS tendido que habia sido un suspiro de conster- nacidn, 1 que sucedta era que Ia conoctamos tan bien que éramos capaces de adivinar hasta su actitudes més nsignificantes. Recuerdo que nos quedamos silenciosos por largo rato, en la misma medida en que se fue creando en noso- tzvs un sentimiento desconocido, La verdad es que no nos atreviamos a continuar le historia, una historia de apariencia extrafa pero muy de aquelios tiempos. Terminaban los afios cincuen- tay cl mundo estaba asombrado por las hava- Aas de losrasos, quienes habian lanzado recien- temente al espacio un par de satélites. ¢Quien lo dudaba? Se iniciaban nuevos tiempus. Se notaba cn tantas cosas, en Ia miisica, en los li- bros, en el cine, en las revistas, en fin, hasta en nuestros propios suctos y fantasfas. Mi papa también se veia preocupado, si vor enronquecida ast lo demostraba. Es que, al parecer, ninguno de nosotros queria conchuire) relato, pues presentiamos un final poco ator nado. Sin embargo, a pesar de todo, mi papa volvid a él con porfia: Cristobal X-3 miré su libro de viaje con Jas treinta paginas en blanco, mientras tanto se 34 FEB MANO UE PRU Y O:ROSCLENTOS agg ajust las dos esvafandras que necesitaba para respirar sin dificultad, se abotoms los cuatro guantes y, custelosaminte, descendid por la escalinata de la nave. Para ello descans6 los dos ples -raserosen los primeros peldanos y los éos pies restantes los adelanté para darse un fuerte impulso, y asi fue bajando a grandes sallos. ~Una ver en tierra firme, Cristobal X-5 atta- ‘ves6 el bosque en busca de una salida que lo condujera hacia la cudad més cereana, hasta que re encontré con una desolada carretera, que Ge ve en cuando era violentada por el ruitle ensordecedor de los motores de pequeiios ve- hiculos que circulaban a gran velocidad. Rafael habia dicho esto con vor entrecor tada. Luego sentf su mirada sobre mi nuca, como si quislera decirme: “Pablo, a ti te loca, eres el mas imaginativo”. Cuando senti que ecala toda le responsabilidad sobre ini, Lagué saliva, respiré hondo y decid! continnar. Pero antes, cuando miré a mi popd, a Marcela y a Rafael, noté que tenian lo ojos cerrados, apre- tados con violencia; sus rostros estaban zensos y su cespiracién era débil. Como cuando espe- rabamos la terrible bajada de la montaa rusa, a3 (JR ULTANODERERLDAY OTROS CHRNTOS agg hasta que de pronto Jas cmociones estallaban con el descenso ensordecedor, estremeciendo hasta las mismas entrafias. Con esa misma fucr- za desbordante descargué la culminacién del relate: —Entonces, el joven explorador levanté sus cuatro manos, esbozé las dossonrisas més dul- ces que alguien pudo ofrecer jamas, mientras su cuerpo escamoso brillaba despidiendo Iunillas tomasoladas con el resplandor de los vehiculos que pasaban a gran velocidad porla carretera. Tlabfa absoluto silencio mientras yo ejer- ia Ja misifn de relatar. Fstaha tan compenetra- do ena historia de Cristébal X-5, que senti la responsabilidad de seguir sus movimientos, Pzs0 a paso, por lo que vonlinug, apretu;ando las palabras: ~Dos vehiculos fremaron haciendo chirriar los neumaticos en el asfalto. Rapidamente se formé una hilera de otros tantos vehiculos y desde algunos de ellos bajaron unos seres ex- tras, que mostaban en sus rostros las hue- Tas del lerrar; otros grilaban desexporadamen- te, mientras que dos o tres extrajerom desde una 36 i HH i i i a | Je>_SLIIANODE NFRUDA VOTROS CURNTOS gq caja motilica del portemaletas de los vehiculos unas armas extraftisimas, de largo cafion ace- rado, ¥ con cllas apuntaron a Cristobal X-5. Th mediatamente se sintieron unos violentos es- tampidos, luego sendas lenguas de fuego surgieron de los eafiones de lasarmas; ensegui- da, otro disparo, otro y oto més. Entonces Cris- tobal X-5 apoyé sus dos piernas celanteras so- bre el borde de la calzada, se froté una de sus alargadas orejas y sinti6 que algo le quemaba enire las escamas de una de sus cabezas, a la vez que um agndo dalor palpitaha an nina de sus piernas. El joven explorador retrocedié con ‘gran dificultad, sin comprender lo que estaha sucedtiendo, y arrastrando Ta pierna herida se desliz6 hacia los matorrales de las inmediacio- nes. Los gritos de los extrafios retumnbaban e1t as des sus cuatro ofdos, provacando extride agradables, mientras haces de fuzamarilla, sur gidos desde pequeftos aparatos alargados, re- corrian la maleza buscando infructuosamente. —Hasta que por fin, éespués de enorme es- fuerzo, el joven explorador lego a la nave, er cendié los motores y despegis ripidaments, dejando tras de sf uma estela de hnmo y Tame- 38 FES ELNIANO De NERUDA Y OTROS LANTOS ag radas anaranjadas ~apunté Marcela entre sollo- 703. Y de nuevo me miraron. Entonees, ongu- lloso de poder completar la historia del explo- rador espacial, volvi a cerrar los ojos y segui a Cristobal X-5, y por medio de mi imaginacién Jo pude ver cuando se curaba las heridas con un liquido plateado, mientras sentia el corazon apretado por la emocién y el carisio que inspi- aba nuestro amigo memorion. ~Ya estaba cruzando la barrera de la atmds- fara del planeta recién visitado y,a medida que sc iba alejando de 6), noté que la extension de sus ccéanos era fan prande que cubria gran par- te de su superficie. Alpunos cordoncs monta- f0s0s blar queades por las nieves lograrun cap- tar su alengion. Sin embargo, cuanda pasé por sobre ima ciudad cuyas canstruceianes eran tan giganlescas que las aguies de sus cispides es- taban envueltas permanentemente por las 1u- tes; y cuando distinguié a través dela pantalla e-un monitor de captacion de imagenes desu rave el incesante deambular de miles de seres recotriendo las calles as/alladas, lox mismos que recién habia conocido en la carretera junto al 29 (JP SLSISNODE NERUDA V OTROS CUENTOS AR bosque, movid con molestia su cabeza, tomé el libro de viaje y, haciendo un gesto de desagra- do, arrancs de cugjo las treinta paginas que le faliaban por escribir; luego abrié un pequenio dispositive que permitfa descargar objewos y ech6 alli las hojas, que valaron por el espacio como si fueran una bandada de péjaros despenligados hacia rumbos inciertos, Después accioné unos beLones del fablero de comandos dela navey, finalmente, enlilé hacia Memoria, su ansiada patria. Porque ya no le quedaban ho- jas que escribir: habia lezado el momento del regreso.. Recuerdo esto como si fuera hoy, y ya han pasado muchos afius. Desde la biblioteca se es cuchaba una cancisn de Elvis Presley, pero esta ver suicanto no nos hizo ninguna gracia. Nues- tras miradas estaban clavadas er. el infinito Marcela se abrazaba a papé, mientras Rafael y yoapretabamos los ouiios, maravillados y acon gojados por ell cuento, Maravil:ados por le que habiamos sido capaces de imaginar, especial- mente porque comprendimos que todo broté desde algun espacio misterioso dela vida, apa- 0 ELFIANO DE AUTOS aK reciendo sin quenadie lo hubiera llamado. Pero tambien acongojades porque aprendimos a en- trever las crueldades de aquella vida que nos maravillaga. ~Algtin dia escribirs, Pablo dijo mi papa con tono lacénico, levantandose con movimien- tos pesados. ‘Nosotros tambign Io hicimos y nos ‘uimos a dormir, caminando en silencio... Papd, nunca habrias podido imaginarte caxdntos afios me demoraria cn cscribiro. Pero finalmente aquilo tienes, recién terminada y tal como ttilo querias. a Pedro y el condor Jom _ELIIANO DENFRUDAY OTROS CLENTOS ag. A veces los hombres salen muy temprano e sus casas, cuando auin no aparece cl sol en: ve lzs altas montamias. Se les ve con morral al hombre, escopeta de caza y con los ojos aten- tus para disparar a todo lo que se mueva entre Jas sombrias gargantas de les quebradas. Entonces un estampida terrible choca con droquerio, un fogonazo relampaguea entre los matorrales y unas cuantas gotitas de sangre se van lillrando en la maleza reseca. Sin embargo, los hechos no siempre suce- en asf camo las estoy contando, Fs que cuan- ‘las historias de Ios hambros y de ins a es se entrecruzan por casualidad, dejan siempre una huella tinica e irrepetible, nunca libre de sorpresas, tal como sucecio en este relato. a AD _ELMIANO DENERUDA Y OTROS CUENTOS a3 Los atanes de la familia Morel Ta familia Morel jarrds se quiso despren- der de la montana. Ella era duefta de una in imenso propiedad sitvada al interior del Cajén del Maipo, en la precordillera santiaguina. En aquella localidad los viftedos reverdecidos se encaramaban impulsivos por las suaves colittas y laderas de los cerros, mientras que los damascales, castafos y nogales oscurecian les valles con su generoso ramalaje. Estos eran ar- oles que conocian muy bien la cotidiana his- toria de Pedro y sus hermanos, porque muchas veces, desde cuando todavia ellos eran nifios, Jos vieron permanentemente corretcando entie sus troncoso irependo por sus ramas. Lanta fue Ja persistencia de aquellas imvigenes que érbe- les y hombres fueron modelando las tipicas huellas que dejan los que son capaces de cons- truir grandes amistades a partir del conocimien- to que da la larga convivencia. Pero un dia los hermanos Morel tuvieron que partir a Santiago y, de pronto, de la edad de los juegos pasarona la de los estudios, apu- rados también por el entusiasmo de sus padres, 44 JR PANU De viRUD ¥ OOS CUTSTOS gue querfan hacer de ellas un ramillete de pro- ssionales para que fucran por el munde crean- do cosas interesantes. Y asi, cada uno de los hermanus bused su propio camino, come lo exigian sus vot: y la nu despreciable fuerza de sus intuidones, Con el correr de los aftos, Javier, el mayor, se hizo médico; Leonor y Pedro siguicron la carrera de las Artes; en canto al menos, Igna- do, se transformé en agrénomo. ‘Todos los habilantes del villorrie tenfan los. ojos puestos en esos jvenes y, sin que faltara ringuno, incluyendo sus padres, pensaron que una vez obtenidos los titulos profesionales, aquéllos se quedarian en la gran ciudad desa- rollando sus vidas. Sin embargo, el aprendizajelograde alline fue suficentemente fuerte como para que bo- raran de sus mentes la nostalgia de los cerns De tal modo que muy pronto regresaron don- ec se sabian felices, al tinico lugar donde po- ian concretar sus ensueios;es decir, ala mon- aia. PAD_SL ANU Ue NERUGA YOIKOS CRN IOS La casa de los cuentos de hadas Un dia, Pedro, que siempre fue gran conc- cedor de la literatura infantil, y todavia wo oF vidabs sus querides cuentos de hadas de La in- fancia, reuniG a sus hermanos y les explicé que si recientemente habian decidido abandonar todo por reyresar el campo, deberian sellar esta sabia decisién con Ja construccidn de unanue- va casa familiar. Y esta casa deberia formar par- te de su identidad come hermanos. Luego pre- sent a sus padres y hermanos los extrafics planos de la nueva casa familiar. La idea era construir con Jas nobles maderas y picdras de Jas montafas una casa similar a la que ond en sus lecturas de nifio: una casa de cuentes de hadas. Aunque la idea era bastante insdlita, nadie se upuso al proyecto y, por lo tanto, de inme Gieto surgid en los hermanos Morel un gran ‘empefio para concretar los planes de Podzo. Fue una bendici6n ver a los Morel buscar con incansable carifio y solidario entusiasmo cada Lronco de vetas lustrosas, cada piedra de colorida apariencia. Porque lo importante cra 46 Fea _SL HAN DENEKUDA YoTROS UEWOS ay descubrir los materiales mas nobles para su fu- ture hogar. Por fin, después de muchos esfuerzos y ante li mirada sorprendida de los campesines, aparecié al borde del rio la bella casa de los cuentos de hadas, Se veian relucientes los altos mums de pie- dra tallada, tambign los torreones que recorta~ ban elespacio con sus espigadas emplazamien- tos, 0 las ventanillas estrechas y los pisos superpucstos, formando estructiiras temerarias, fruto de la avdacia de Pedro, Ademas, toda aquella marata de enredaderas, descolgando por los muros, era similara la vabellera de una Jejana princess, ondeante y ensortijada con flo- res, Enredaderas en las cuales los pajaros insta~ Jamn répidamente sus nidales. Cuando ya es faba construido, el nuevo hogar de los Morel parecia una gigantesca casa de juguete, como si se hubiera materializado por arte de magia alguna tipica ilustracién de un cuento de Andersen o de los Hermanos Grimm. 48 re _ELFIANO DENHANIDA y UIKUECUENTOS gy Y la vida transcurria con dulce plenitud Muy notorios iban a ser los cambios pro vocadosen el villortiv por los hermanos Morel Porcue no por el hecho de haber abandonado 1a ciadad, iban a desaprovectar cuanto habian aprendido enella. Asi, cada cual en lo suyo, fue- son ejerciendo una suerte de transfurmacién en ‘a tranquila vida del pueblo precordillerana Leonor, por ejemplo, pasaba ocupadisima realizando diversas labores, en las que combi- naba el gusto artistico con los asunios simple- mente précticos, Ella era la encargada de la pre- paraciOn de las conservas para el inviemno, iambién la que confeccionaba graciosos colla- xs con semnllas, tejia en telares rudimentarios chombas, bufandas, gots y guantes para toda a familia, y hasta para los nifios y ancianos del vecindario. ¥ en cada prenda que confecciena- a, jamis faltd el detalle artistico y delicado. Y cuando se acercaba la Navidad, Leonor mnvitaba a Pedro a confeccionar juntos as tipi- cas mufiecas de trapo con cabeza de madera ta- llada y pintada, Leonor se encargaba del relleno de los cuerpos y Pedro tallaba las cabexas, trae a6 (J ULUANOLE NERUDA Y OTROS CUENTOS gy tanco de mscatar,no sin una pizca de picardia, las facciones de los lugarenos, ¥ esto, namral- mente, causaba la risa de todos. Aquellas mu- nieces tan cuidadosamente ataviades v pintadas, una vez que cstaban terminadas, eran coloca- das subre plataformasde mimbre trenzado, que habitualmente se usaban para el secado ce se- millas. Alli permanecian por algunos dias, mientras se les secaba Jo pintura, Icjos de la mirada de los nifus. Pero durante esos dias muchos campesinos se daban el tiempo para Inusmear cere de las plataformas y. atajando la carcajada, jugaban como si fueran nifios al “ése se parece a mi, aquél se parece a li”. El agrénomo, en cambio, construfa cana- les de regadio, ordenaba y organizaba los gra- netos, culdaba los animales, 0 bien recolectaba y seleccionaha las semillas para las préximas siembras, Yel médlico foe uma verdadera bendicivin para aquel villorrio de sencillos campesinos. ‘Nunca dej6 de atencer con prontitud a los en: fermos. Tambien se responsabilizo de los par tos y del control asistencial de todos los nifios del lugar. Adem4s, jamas esper6 compensacio- 30 PIANO DE NERUDA ¥ CTR 1s nes en dinero por sus servicios. La verdad es que no Jo necesitaba, pero sf aveptaba gustoso ‘0s canjes dee su trabajo por quesos frescos o por ma canasta de cerezas fragantes y luslrusas, my dulces de tanto atrapar el sol ce la tarde. Entretanto Pedro segufa construyendo rreones de piedra y madera, tallando molduras de ver:tanas 0, en sus momentos de Jescanso, dibujando animales. 2Qué mas se podia pedir? A veces, cuando los hermanos Morel se juntaban a cunversat, re conocian que habian tomada la decisién mas sabia cuando optaron por alejarse del fastidio- 50 ajetreo de Ja ciudad, siempre mostrando su habitual y agresiva presencia. Un lagarto palpitando en el papel Una mafiana, cuando el solatin ne despun- taba entre los picachos de la alta montaiia, Pe- dro salis de su case premunido de una mochi- la cargada con fmitas, pan amasado, una cantimplora ron agua fresca. muchos lipices y una carpeta con cartulinas para dibujar. 51 JEE_ELHANO DE VBKUDA YOOIKUSCUENTOS agg Es que Pedm jams dejaba de hacerlo; di- bujaba con carifiosa pasién a cuantu animal se le cruzaba delante de sus ojos. En la Casa de los Cuentos de Hadas, como ya todos flama- ban a sus hogar, tenia umerosas ilustraciones de insoclos, ruedores, aniutales del corral y de todos los reptiles que habia sorprendido dur- micndo al calor de la tarde, subrelas piedras y las tocas de las inmediaciones. Sin embargo, desde las dltimas semanas, seestaba dedicando adibujaraves. Ya tenia una buena colecci6n de ilustraciones de gorriones, chercanes, tortolas, tencas, zorzales, codomices, gallinas, gansos y pavos. Claro esta que Pedio sabfa muy bien que le faltaba por pintar a les aves de la alta montafia, aquellas que planean solitarias sobre los escarpados periascos, Los jotes, buitres y cernicalos va habian sido agre- gadosa su coleccién, peru no estaba tedavia cn ella cl pajaro més importante entre todos, el so- berano de los cielos luminosos: el condor. Claro que acercarse a un céndor para di- bujarlo era una empresa bastante diffuil de lo- 13x, peronno imposible de acuerdo a su empe- Ao y entusiasmo, por lo que aquel dia cscals 52 Jim_ELPIANO DE NERUDA YOTRUS CUENTOS agg sin descanso los primeros cordones montafto- sos, sieinpre con la esperanza de encontrarse con alguno de ellos. Pero, al parecer, los condores estaban mucho mas arsiba, pues en el trayicto no habia visto a ninguno merudcar- do por los solitarios ciclas de la montafia. Fue en ese mariento cuando decidié no re- gresar sin un dibujo del preciado pajare. Por tal razon, decidié acampar a la orilla de una vertiente y pasar la noche alli para poder conti- nuar su ascension al dia siguiente. Y antes que los tiltimos rayos del sol se ocultaran al otro lado de los valles, se envolvis enel saco de dormir y dejé que sus ojos se fue- ran aletargando con la contemplacién de ua soberbio lagarto que habia dibujado solo pocas horas antes, en su excursion hacia las cumbres. ‘Era una rara especie de magnifico porte. Su piel paréa estaba fileteada de franjas negras sobre el fondo gris de su lomo, y su pancita era blan- quecina y sonrosada. La recreacién se veia tan naiural que daba la seasacién de que el lagarto dibujado conservabe etin el movimiento acom: pasado desu respiraciGn. lan exacta y detalla da le habja resultado la ilustracién, que casi se 54 Jem _ELMAVO DE NERUDA YOTROSCUINION agg percibia en ella una ilusoria y palpitante conporeidad, como si el lagarto mantuviera su tipica actitud de acecho, de expectacién ante cualquier movimiento brusco amenazante para as{ sallar Fuera del papel y valir despedido en loca huida hacia la maleza Pedro sonris satisfecho de lo que habia di- bujado y después permanceié muy quieto, con los cjos cerrados, apurando el suefo, pites.a Ja mafiana siguiente tenéria muchas cosas por hacer. ‘Tras el soberano de los cielos andinos No supo si desperté por el frfo de la mafia na picoteando en su frente 0 porel canto de los pajaros amunciando cl amanecer, pero In cierto és quese levant6 muy lemprano, antumtoso y con gran apetito, Después de prepararse una jerra de café caliente y pan amasado con queso de cabra, cmprendié répidameate la marcha ha- cia les cumbres. Pedro escalé hasta e. mediosia, cuando el sol entibiaba los valles y colnas y se extendia (JPX_SLPANODE NERUDA YOTRCS CUENTOS apy PED _ELFIANO DE NERA V OTROS SUINTOS agg aun mésalla de los potrcros y plantaciones, tra lando de penetrar la capa grisacea y sucia que polucionaba permanentemente los cielos, alls lejos, en la gran ciudad. Qué diferencia con el aire puro y transparente de la cordillera, acom- paiiado sélo de livianas mbecillas algodona- das, desdibujadas por la brisa. FI joven Morel, encaramado sobre una enorme roca, respiré hudo distrulandy del vientecillo quo le refrescaba las mejillas y ce inmediatoexperiments un sentimienta deagra~ doque le hizo gritar a todo pulmén. Su grito se desplaz6 con rapidez por los roquerivs y hon- donadas, regtesando en forma de eco con un nuevo vigor jAaacoooh! -era la respuesta de las mon- taiias azulinas que decaditicahan su vor para responder en medio de tan bella soladad. :Aaacoooh! Pedro volvis a gritar y su voz reinicié el veloz recorrido por los picachos ne- vados, regresando enseguida algo desgaslada. jAaacoooh! Fue e! tercer grito de Pedro, Yuna vex més sugrito fue amplio y Kimpio, lleno de go20 por tener la ocasién de conversar con las piedras, 56 Jos valles, las nieves eternas y los Ailos de la refrescante agua de las vertientes, que forma- an pequefias cascadas precipitindose hacialos valles. Mientras las nubecillas seguian sufrien- do extrafias metamorfosis por la remodelac:én permanente ejercida por el viento. Inesperadamente, como si hubieran sido aleriados por ese juego comunicativo entre montaiia y humbre, Waducide en el desgra- na-miento expansivo de voces multiplicadas pur el ecu, muy lejos, se avistaren los con- dores dibujando profundos circulos en el cie-~ Jo, rasgando el velo transparente del espacio, ondeando como banderolas oscuras ymiste- ~jAaaeoooh! —volvié a gritar Pedro, ahora invadido por una loca alegria. Tomé entonc sus papeles y comenz6 a trazar Iineas rhpidas y desenvueltas, creando el primer boceto de aquellos duciios indiscutibles de los cielos cordilleranos. Y mientras dibujaba muy reconcentrado en su trabaio, los céndores parecian desplazarse en el ms absoluto silencio, porque la distancia ahoga los sonidos de los seres y de las cosas. (JD _BLIIANODE NERUDA VOTRDS CHENTOS 3g. Sin embargo, como Ja mirada siempre se acom- ppafia de la vieja memoria, Pedro fue capaz de Teconstituir en su conciencia el ronco roce ée las alas de los cémdores con e! viento, los desgarradores graznidos cayendo sobre mon- taias y valles, del mismo mado cama lo hactan Jas sombras de las nubes en sus lentos y persis- tentes vagabundecs. Le pronto, Pedro sintié que tn estampido atravesaba las montafias y legaba hasta él con toda su carga de malos presapios. Instintiva- monte miré hacia el cielay vio eémo ol efreio deloscéndores sedifuminaba. Lucgo hubo otro disparo, el que acerté de lleno en tino de ellos, que responds con una rapida seguid'Tla de ac ciones, desde el estremecimiento de su cuerpo y lacerraz6n de sus alas hasta la caida desde ka altura, como si fuera nna pusada piedes di prendida del cielo. Pedro se impresicné al dar- se cuenta de que el condor comenz a reaccio- nar durante Ia caida. [asta que logré reabrir sus pesadas alas y, vigzagueando en desplaza- micntos inciertos, fue planeando hacia los al- tos picachos, justo on la direceidn en que él se hallaba. (J SLBIANODENERUDAY OILS LULDTOS gq Unos instantes después el javen Morel vio por sobre su cadeza al condor muy mal herido, De inmediato lo siguid con la mayor rapicez que pudo pata no perderlo de vista. Asi se fue escalando por los escarpados roquerios gue seguramente to conducirian al mide del FSjar0. Pero pocos metros mas arriba vio que cl cémdor, no pudiendo mantener el enorme sa- crilicio que le significaba volar tan debilitado, cejé de aletear y cay pesadamente, azotando- goon lag rocas. Después rod6 por una quebra- da y,ya sin sefales de vida, su cuerpo cubrié la maleza como si fisera una manta oscura y tence rosa. Unos metros mas arriba, acurrucadoen su nido, un polluclo piaha inocente de lo acu- ride. Entonees, Pedro tomé euidadosamente al polluelo que se vefu tan fx4uil, casi sin plums, solo con un suave e hirsuto pelillo gris blan- quecino cubriéndole el cuerpo, y bajé con la pequetiacria reconcentrando la ira, lleno de im- poteacia y desolacion por la crueldad de los hombres 59 Ji>_FLLPIANO DE NERUDA YT UIHOS CULNIOS Rg Un curioso huésped en la Casa de Ins Cuentos de Hadas Por aqui pasaron tres cazadores. Ikan en una camioneta en alegre viaje, casi gritanco una cancién sintonizada desde la radio del vehicu- lo-dijo Leonor, sir. despegar la mirada del po- velo, que estaba muy quieto entre las manos desu hermano. —jCrées ti que sobrevivira? —pregunté Pe- dro alagrénomo, quien sabia mucho de anima les, “Lo veo poco probable, pus los péjaros, especialmente los muy pequeltos, rechazan los alimentos cuardo son separadus de sus nidos. Pero intentSmoslo con carne malida. Pedro ordens entonces a stt hermana, con tono resuelto: ~Leo, nae una cenasta y mantas para que le preparemos un nido. Asf parlié ta nueva estancia de Picacho, come Hamaren 10s hermanos Marel al peque- no condor. Les costo bastante alimentarlo y, después de tanta dedicacisn y de cnidados ex- tremos, el pequeio odndor se afirmé y Te em- 60 JAD SLSIANO DE NERUDA Y OTROS CUENTOS a5 pezaron a engrosar las plumas. Poco a pozo comenz6 a senititse seguro, hasta que se le vio corer en alacada carrera por los patios de la casa. Al principio, las gallinas se comportaron bastante agresivas con el extraiu huésped. Al menor descuida lo picoteaban y salfan arran- cando cuando Picacho extendia sus alas para defenderse. 1.05 gatos se engrifaban y lo obser- vaban a la distancia, con notorio recelo, y Ios perros estaban siempre ladrando. Sin embargo, lentamente los enimales se fueron acostum- brando a su presencia. Como Pedro se desvivia por atender a Pi- eecha, el céndor se habitud tanto a él, a su con- -versacisn interminable y carifosa, que lo seguia atodis partes batiendo sus enormes alas. Pasa- ron Tos ineses y el pajar fue desarrollando y experimentanda algunos cambios que fueron captalus por Puro a través de detallados Ihujos Todos se sentian felices con Pieach, pero Pedro noestaba tranguilo, Entendia que no era correcto que un céndor estuviera cautivo. Asi que decidio ensenarle a volar. FLL(TANO DE NEKUDA Y OTROS CURNTOS age Las primeras lecciones de vuelo Cada tarde, después de la jormada de tra- bajo, los campesinos pasaban por la casa de los Mozel a ver como progresaban las lecciones de vuelo de Pfoasho. A veees Ie Tlevahan de abs2- quio algtin animalillo que cazaban en losmon- tes, luego se sentaban sobre las rumas de tron- ces del pivadero y asi cémodamente se aprestaban a presenciar los esfuerzos que ha- cia Pedro para hacer volar a Picacho. Fra todo un especticitla vor a Podea cn rriendo con un par de alas de cart6n piniado invitandea Picacho aimitarlo, Entoncesel cén- dor corria tras él bationdo las alas hasta rozer- las por el suelo, con lo que levantabs molestas autbes de polvo. Todas las tardes, en los pal de los Cuentos de Hadas se formaa la escandalina de gritos, risas, cacareos de galli- unas, praznidos de gansos y agitacién de patos; entzutanto, los perros aprovechaban pare jugar con Pedro, tratando de mordisquearle los tobi- Mos. Pero eran en verdad «l Jo tmnico que pudo lograr Picaclo de ellas fac ps dels Cases Pe>_ELPIANODE NERUDA YOIKUS CURNTOS gy seguir al joven y desplegar sus alas cada vex que lo vet correr won tan cotrafalaria indumer- laria. Y nada mas. Con el paso de los meses, el invierno se pre- senté en la cordillera con su habitual rudeza, a tal punto que la Iuvia persistente apacigué la actividad de los establos y gallineros; por tal ra- z6n todos los animales buscaban refugio en les aleros y salientes de la techumbre de los esta- bles. Algo similar sucedia en el corral de Pica cho, el que habia sido construido a su medida, ya que debido a su fuerte envergadura no po- dia permanecer junto a las gallinas que, por lo demés, jams lv toleraron del todo. En las tardes el céndor recorria una y otra vex los limites de su corral. Era penoso verlo desplazindose de punta 9 punta, muy necvio~ so y arrastzando sus alas empapadas en ellodo del coral. Pedro observaba con preocupacion cuando el condor hacia aquello. ¥ la situacién més extrema se presents la mafiana en que los Morel encontraron a Picacho, en el patio, cur bierto por la nieve caida durante la noche. Cuando Pedro llegé a socorrerlo not que el céndor atin respiraba, pero que lo hacia con 6a Fi PANO DE NERUDA ¥ OTROSCUENTOS #5 bastante dificultad; el péjaro se vela muy mal Entonces, con unt gran estuerzo, lo arrastro ha- cia el zaguan de la casa con el propésito de re- znimarlo, El padre de los hermanos Morel, que se habia mantenido algo distante de los esfuerzos de sus hijos por reavivar al céndor, les hablo més convencido que nunca de sus argumentos: Su instinto lo llama a que regrese al lugar de vida natural que siempre debié poseer. Acep- témoslo: con nosotros no es libre, por mas cue Ie brindemos las mojores atenciones, ~Esperemos a que mejore el tiempo, con la llegeda de la primavera todo vaa ser diferente afirmé la madre, Ella si que se habia preocu- pado siempre de Picacho. Juntos Leonor seen- cargaba de la alimertacién diaria del condor. Pedro insistid: -Sigamos alimentandolo y dandole todos los cuidados que sean necesarios. Con seguri- dad se va a reponer y algun dia aprenderi a volar. Pero el céndor no se reponia. Seguia recos- lado cn su nido de mantas bajo la protecc:én del zazudn de Ja cesa. Con sus ojillos vidrio- 65 PES _ELPANODE NERUDA VOTROS CUENTOS agp 805, que denotaban muy poca vida, Picacho pasaba horas contemplazdo la monotonia de Ta lhuvia, 0 el reflejo de Te luz del dia sobre las charvos delos patios, queles dahan a las tardes un tono mucho mas melancélico todavia, Al atardecer se aproximaban los campesinos y sin prorunciar palabra depositatan cerca de las mantas algunos alimentos para Picacho. Katone ces ésle piculeaba con desgan y seguta con los jes clavados en aquel paisaje desolador. Mientras tanto Pedro se encerré en su ta- Mer y comenzé a pintar Ikivias y mas lluvias, enredio de paisajes descoloridasy melancdli- cos, esperando siempre que el invierno pesara, siempre contabilizando los dias pura dar inicio al ansiado viaje a las montafias. ‘La excursién a las montafias Por fin Hegé septiembre. El primer sol de Ja naciente primavera comensii a socar ol oda zal de los paties de la casa de los Morel. ¥ aun que los dias eran todavia hastante frios, el cielo se vefa despejado y con un vientecillo helado y liviano que se encargaba de limpiar el espacio 46 JED _BLFIANO DE NIRA Y OTROS CUENTY Se de las nubes de la cordillera. Laaldea comenzé a tener més actividad y hasta Picacho, ya completamente resiablecido, volvié a corer por los patios, siempre detris de Pedro, que insistia en ensefiarle a volar. Por fin, una mafiana de domingo decidie- ron efcctuar la excursidn a las montaiias. Los ‘Morel fueron acompaiiados por una nutrida comitiva de campesinus, viajando en camione- tas, tractores y caballos. Prometia ser un agra- dable dia de paseo y todes esperaban ver a Pi- cacho remontando el cielo, disfrutando de la experiencia del primer vuelo, Pedro habia pre- parado para la ocasion nuevas alas de carton, a Jae. que les habia pintado el plumaje de los condores adultos. Fra un trabajo de gran preci- sién, y deberia, de acuerdo a su empeno, dar Jas reaultados espersdos. Rapidamente la caravana eligi para acam- par la cepacioss planicie de una meseta verdeante de pastizales recién brotadus. Des- pués, cn alegre conversacién, cl grupo se dis- pusoa observar las escaramuzas de Pedro, quien comenzéa correr, meciendo las alas de cartén ¥ smulando volar, Pero el c6ndor, acostumbra~ JD _ELPIANO DENERUDA ¥ OTROS CUENTOS ag, do a tales ejercicios, lo segufa sin demostrar progreso alguna “jVamos, Picacho! (Salta asi, con hago! Pedro gritaba eno de excitacidn, en me- dio de un puiblice bullicions desprooeupade de sus desvelos, Algunos nifios aprovechaban el dia para elevar volantines y no faltaba el guitarreo para alegrar la mafiana. Claro que con tanto alboroto, bien poca concentracién y tran- quilidad tenia Pedro para lograr su cometido de hacer volar a Picacho. Es mejor que se vayan todos y nos dejen solos, a mf y a Pieacho. Quiero aprovechar Ja tarde, ya con més tranquilidad espero ser ca- paz de hacerlo velar Estas fucron Jas palabras que Hedro diri- Bi a sus hermanos, lov que prestamenteaban- donaron cl lugar. Igual cosa hicieron los cam- pesinos. Existia un enorme respeto por los esfuerzos del joven Morel, por lo que no fue muy dificil despejar el lugar de curiosos. w yo lo 68 JRR_ELHANO PL NpRUDAYOTROS CLENCOS ag El regreso de los condores -Amigo Picacho, {por qué no coladoras? Ya estas en condiciones para que te unas a los ‘o:ros céndores. FI cielo te pertenece como les a pertenecidy desde siempre a los tuyes. Picacho se acurracaba entre sus piernas y pa- recia astar ausenti de los esfuerzos de Pedro. Fs que los hombres muchas veces actiian basdndo- se en sus conacimientos y experiencias y esperan que los animales también lo hagan, trasledando su propia naturaleza con resultados ilusorios. Sé que te es muy dificil reconocer una vida diferente de Ia que nosotros le hemos dado. jCOmo puede pretender que elijas volar si no fas tenido la ucasion de aprender con los tuyos? El céndor lo miré con esos ojos vidriosos que tenfa, es0s ojos que semejaban dos pocitas de agua sucia rescatando la luminosidad del dia, Qué misterio ocultaba aquella mirada triste y serena? Vamos, amigo, ayidame a luchar para ‘que recuperes tu naturaleza. El céndor se desprendid de la cercania de las Fiernas del joven Morel, y camino zigza- gueando por el pastizal. Mientras el ciclo de la tarde estaba tan limpio que cualquier nubecilla « Jf>_ELPIANO DENERLDA YO” TOS a © pajaro que apareciera en su transparcate faz s¢ habria notado tanto como el més escandalo- so de los hechos. -Listo, Picacho, volvamos a praciicar, abu- ra que el cielo esta tan bello. Si ti lo quisieras, podries desplazarte libremente por él contem- plandolos hermosos cerrus desde a altura. {No te parece buena idea? El cOndor abrié sus alas y lanz6 al aire un fuerte graznido, al mismo tiempo que mirada haciael azul del cielo, ahora perturbado por le- janos manchones negros que formakan perfec- tos circulos. Bravo, Picacho!, has descubierto a tus her- manos. Debes ir con ellos, querido amigo. Aprende a volar, no te preoenpes por mu. Te pio~ melo que siempre volveré por estas montanas y tendremos oportunidad para comunicarnes. Pedro comenzé a corer y a sallar, invitan- do al eéndor a viva voz para que lo imitara. Fl céndor corzia tras él, como tantas veces lo habia hecho, 2dlo que ahora parecia que sus alas po- sefan una mueva fuerza, Poco a poco, gracias a las locas carreras que hombre y animal eecuta- ban en aquella solitaria planicie andina, las alas de Pieacha comenzanm 2 clevar su cuerpo, ha- 7 Jem _HLVIANO RENEREDs VOTROSCLENTOS ag déndole sentir que poseta un nuevo poder. ~(Sigue, amigo! Me siento feliz de que pue- as volat! {Si ya lo ests logrando, vamos, éni- mo! Sigue, signe! Pedra sintié que tas Lagrimas rozaban sus mngjillas. Esas gotitas salobres que significan tan- tng emaciones, ahora rpresentaban Ia mayor felicidad que un horbre puede aleanzar cuar- co logra ayudar a umn animal. Los céndores s Jaeron desplazando en circulos, dibujados casi sobre las cabezas de ellos. Pedro, dichoso, apu- rabacl vuelo desu amigo y casi lamentaa que ans hermanos y padres no pudieran ser testi- gos de lo que estaba succdiendo, puas equive- cadamente pensaba que se encontraha comple- tamentesolo. No era asi: a apreciable distancia Gos hombres caminahan en su direccién. Pero cra imposible que éstos distinguieran todavia tanto a ¢l como a Picarko. De pronta, como si siempre lo hubiera he- cho, cl aindor se desprendié definitivamente Gel suclo y con grandes aletazas se d acia lasaituras, Peuro levanté las manos salu cAndole, gritindole pala! Parlicndo su goz0, come debs suceder siempre con Ins buenos amigos. Picacho se unié final- a PAL PUR DENEHUDA FOTROSCIENIOS. ag mente a los demas céndores y se asformé por unos instantes en un elemento imprescindible del bello circulo trazado en cl espacio. Entre- tanto, los dos hombres seguian acercandose sin despegar los ojos del ciclo. —jAaaeoooh! jAaaeoooh! -exclamo Pedro, recordando el grito que una vez lanzara cuando se encontré por primera vez con los condores. Talvez los mismos de ahora, pensé, mientras e- guia saludando a Picacho y a sus nuevos y defi- nitivos camaradas. Cuando los dos cazadores sintieron el nuevo grito, apuraron el paso. —iAazeoooh! jAaaecooh! ~grité de nuevo Pedro, ausente de lo que sucedia en las inme- diaciones. Pero Picacho también sintié su salu- doy lentamente desarmé el circulo de condores y se fue planeando hacia él, con una inespera- da y sorprendente habilidad. Pero... :qué haces, l'icacho ?; Vamos, arni- g0, sino dehes regresar! Sélo te estoy saludan- do. Quédate con los tuyos. Yo no te voy a olvi- dar jamas, querido amigo. jSube, sube! El condor abri6 con violencia susalas para poder planear con mayor velocidad y descen- der asi sin dafarse. Y lo hizo con tal precision, que casi se deja caer sobre la cabeza de Pedro. Jee_ELPIANG Dr rau y Los hombres, a la distancia, corrian ya hacia donde se encontiaba el joven Morel, que seguia pritando, alentando como siempre a su amigo condor para que volviera a subix. De pronlo, inesperadamenle, se escuchs un par de dispa- ros. ¥ cuando el cielo parecié que se hubiera rasgado y las montafas se encogieran alemori- zadas, se vio la sombra difusa de los céndores que huian deepavoridos hacia les cuatro pun- tos del espacio. Entre ellos iba Picacho, que ale- leaba con desesperacion. De improviso Picacho se separé de los de- mas cGndores y quiso regresar donde su entra- fable amigo. Al mismo tiempo se escuché otro far de disparos. Todo cambié muy rapido, y Sucedieron muchas cosos en un par de segun- dos, entre un disparo y otro... Picacho fue abatido y se desplomé en el es- pacig, tal como ci fuera una pesada piedra des- prendida de la altura. Cayé vertiginosamente, yel race del viento raspendo sus plumas rerne- ras emitié un silbido tan desgarrador que es- tremecié la sexenidad de la cordillera. Un mo- mento despues un sordo golpe se sintio casi sobre la cabeza de Pedro. Fra el cuerpo del cén- dor, de dimensiones asombrosamente colosa- (JAD _ELEIANG Ve NESUDAY URO CERT a Aes, que galpité por unas instantes en los bra- zon de st. amigo. ll joven Morel buscé con des- esperaciin el origen de los disparo: asesinos, hasta que finalmente trope76 con los rostros som. rientes de des hombres que con sus escopetas afin hnmeantes, esperaban sin duda algun agra- decimiento por haher salvado a un hombre de! ataque de un condor. Pero Pedro tenia algo mis importante que hacer: debfa acompaiiar a su amigo en los tiltimos insiantes de su vida Tos eazadores, al comprender lo que esta- ba sucediendo, se alejaron poco a poco. A ellos les parecia una escena extraita, muy alejada de los instintos mezquinos. Y, a pesar de sus limi- tados sentimientos, algo les cruz6 por su alma, Piles comprendieron que no querian llenarsede Tecaerdos ingratos. Fue un hecho nuevo para ellos, que no estaban preparadas para apren- der que existen otros encuentros cntre Ios hom- bres y Los animales, diferentes alos que habi- tualmente experimentaban. No podia ser de colo modo, pues habia en sus corazones dema- viada violencia para que pudieran entenderlo del todo. 7 El Alicanto, el pajaro dorado del desierto Je>_ELMANODENERUDAYOTROSCLENTOS <5 En el norte les decian los Juanes. Juan Zamora y Juan Saldafa, viejos mineros pampinos, amigos inseparables y famosos por Jos consejos dados. quienes quisieran escuchar- los sobre la orientaciGn er.el desierto. Dates que inferesaron a més de alguien que se afanaha en el descubrimiento de uma mina. Pero, claro, no todos los tomaban muy en serio puesto que ellos, a pesar de que habian vivido tantos afios tras el codiciado hallezgo, jams habian hecho un descubrimiento concreto, ni siquiera habian dado con la pista para lograr uno. ‘Un dia los Juanes conocieron a otro Juan: Juan Tifa. Un minero boliviano, alegre y fanta- 76 (JAP ELPIANODE NERUDA Y OLROSCUENTOS _ aay sioso, que cuando Ja conversaciGn se animaba, en medio de las frias noches de la Pampa, ha- blaba sobre el pajaro Mlicanto. ¥ Jo hacia con tanta pasién, que répidemente encendia la lla- ma del ensuefio en aquellos solitarios hombres del desierto. ‘No fue dificil que maciera Ja ocasién para que los Juanes chilenos y el Juan boliviano tra baren amistad, como sucede con las que se sien- ten umides por los mismos intereses. Asi que entre ellos broté como caudal incontrolable un sinfin de interminables conversaciones, que g2- neralmentese crientaban al tema que los obse- sionaba con creciente Luerza: el suetio de envon- trarsc con cl misterioso pajaro del desierto, Asi tendrian la mejor pista para descubrir un filon de buena ley, aspiracton que todos habien man- tenido a lo largo de sus vidas ~Llay que buscar al Alicanlo en una noche de Luna lena, Pere debemos tener euidada con el pajaro, pucs cs muy astuto; si él nos sorpren- de sori nuestra penticién dijo uma tarde Juan Pina a sus nuevos amigos, con todo el entusias- mo que lo cazacterizaba Beas son s6lo historias de mineros -re- 7 JE _LLIIANO IE NERUDA YOTROS CUENTOS ARR puso Juan Saldafta, el mas ineréduly de los tres Nada vertadero puede haber en ellas. ~2Y si fuera ciesto? Ya estamos muy viejos: crea que es hora de que nos retiremos a Anlolagasla. Yo ya no tengo la misma energia de antes para andar por el desierto en perma- nente bésqueda. Y lo peor de todo, en una buis queda que jamas ha tenido el menor éxito. 4Cémo saben si el pajaro Alicanto nos ayuda a encontrar una mina de oro...? Juan Zamora suspir6, mientras observaba Jas suaves ondulaciones de la pampa. Habia hablado mas convencido por los deseos de una vida segura y descansada que por la posibili- dad real de encontrerse con e1 fabulosn pisiaro del desierto. Heela yue por fin, despues de dacle mu- chas vuellas al asuto, deeidieron emprender la bésqueda deaquel pajare lan inisterivse. Ast naci6 Ie sociedad de los Tres Juanes. Y desde aquel momento no parsron de hablar de su alo- cada decisién, ante la incredulidad de sus com- Paiteros mineros. “Son s6lo tres viejos locos comentabaa los que los escuchaban planear la excursién. 78 Ji_ELPIANO DE NERUDA ¥ OTRUSCLEVTOS sg Pero clos, a pesar de las burlas, en una noche de luna lena partieron pampa adentro en basea del Alicanio. Segrin la leyenda, el pdjaro Alicanto acos- tumbra dormir oculto en alguna grieta situada entre los pefiascales del desierto. Oal barde de alguna pequefia hondonade, donde sobreviven a duras penas los hilillos de agua de los esca- sus siacluelos que se desplazan moribundos desde la cordillera del altiplane y que cruzan los desiertos con inciertu destino ‘Cuentan que aus alas son completamente grises en Ja parte externa, pero que desplega- das parecen un fantastico abanico dorado y lu- minoso. El Alicanto pone s6lo Gos huevos, de oro o plata, segin el mineral con que se alimen- ta. Como es un pajaro de apetito voraz, nunca se harta; por tal raz6n, al paso de au buche no e permite volar y si presiente algiin peligro, corre con gran esfuerzo, ayudindose por me- dio de sus alas desplegadas, las que al rozar el suely desértico levanian pavorosas nubes de polvo. Pore volvamos a nuestros miners. Recker den que los dejamos en medio de una noche de 7 Jee _ELPANODE NERUDA YOTROS CUENTOS py hua lena y en pleno desierto. Habja tal silencio que los mineros tenian la sensacidn de que escuchaban cada latide de su corazén. Con nerviosismo y emocién reco- nocian que todo estaba dispuesto para el er- cuentro con el Alicanto: la noche estrellada, la Juna iluminando la pampa, la soledad mas ab- soluta,propicia para que apareciera el péjaro... Los Tres Juanes estaban de bruces sobre la tierra pedregosa todavia tibia por el sol abrasa- dor del dia, ejerciendo un raro contraste con el frio seco que pinchaba sus rostros. Con la mi rada fija en Ja linea interminable del desierto, esperabanatentos al més minimo movimiento, ala menor insinuacin de la brisa, que de ver. ‘en cuando levantaba livianos globos de polvo dluminades por la luz.de la luna, Pero nada mis, Niesperanzas de que apareciera por esos pe- flascales la menor presencia de lz vida, ni si- quicra el mas itumilde animalillo, ni mucho menos cl pajaro Alicanto, que cuando se hacia presente se amunciaba con la aparicion de un fogonazo dorado que estremecia la quietud del desiero, Creo que estamos perdiendo el tiempo. Es 80 (Jee _ELE-ANG DE NERUDA ¥ oTKos CUERTOS mejor que regresemos a nuestras casas comen- 5 desilusionade Juan Suldaia. ~Ya que estamos aqui, después de haber- os preparado tanto, esperemos sélo esta no- che. No podemos darnos por vencidas tan fa-

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