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ALGUNOS DE LOS DIPUTADOS QUE APROBARON EL RETIRO DEL 10% DE SUS FONDOS

PREVISIONALES, Y QUE "JURARON", AL SER INVESTIDOS COMO PARLAMENTARIOS, “RESPETAR


LA CONSTITUCIÓN Y LAS LEYES”, PODRIAN SER INVESTIGADOS POR EL POSIBLE DELITO DE
"PERJURIO" SANCIONADO EN EL ARTICULO 210 DEL CÓDIGO PENAL, Y AQUELLOS QUE RETIREN
EL 10% DE SUS FONDOS PREVISIONALES PODRIAN TENER RESPONSABILIDAD CIVIL AL
APROVECHARSE DE LOS EFECTOS DE UN DELITO :

Por Claudio Olavarría Aguirre. Abogado y Magister en Derecho PUCV; correo


colavarria@olavarriaycia.cl

La Serena, 17 de julio de 2020.-

Hasta el momento, no se ha puesto el debido énfasis en la gravedad y las consecuencias que


implicaría vulnerar la normativa constitucional (la tan vilipendiada y atacada Constitución Política
de 1980), pues esta última, al parecer padecería de una enfermedad contagiosa de la que muchos
buscan alejarse. Lo curioso es que pese a que muchos la critican, no tienen empacho en usar sus
normas cuando les conviene, pero asimismo se alejan de ella acomodaticiamente en la situación
inversa.

Nadie puede desconocer que hoy el sistema legal y el respeto a nuestro Ordenamiento Jurídico
exigen cumplir las normas vigentes, y el no hacerlo no puede quedar sin reproches, consecuencias
ni sanciones, ya sea legales, políticas, o éticas -en el peor de los casos-

Intentaremos demostrar que “algunos” de los diputados que ya aprobaron, y quizá algunos de los
“senadores” que a futuro aprueben el retiro del 10% de los fondos previsionales en la AFP, podrían
ser investigados como responsables (autores o cómplices) del delito de “perjurio”, actualmente
sancionado en el artículo 210 de nuestro Código Penal, e incluso podría llegarse al extremo de
argumentarse que aquellos cotizantes que se aprovechen de un delito (retirando su 10% de los
fondos desde las AFP) hasta podrían ser civilmente responsables -en el marco del proceso penal
que investigue el delito de perjurio.

Entremos a este análisis.

Preliminarmente debemos recordar que todos los juristas actuales no cuestionan que los artículos
6 y 7 de la actual Constitución Política constituyen la esencia del denominado “Principio de
Juridicidad” y lo defienden irrestrictamente, veamos que dicen tales normas:

“Artículo 6º.- Los órganos del Estado deben someter su acción a la Constitución y a las normas
dictadas conforme a ella, y garantizar el orden institucional de la República.

Los preceptos de esta Constitución obligan tanto a los titulares o integrantes de dichos
órganos como a toda persona, institución o grupo.

La infracción de esta norma generará las responsabilidades y sanciones que determine la ley.”
“Artículo 7º.- Los órganos del Estado actúan válidamente previa investidura regular de sus
integrantes, dentro de su competencia y en la forma que prescriba la ley.

Ninguna magistratura, ninguna persona ni grupo de personas pueden atribuirse, ni aun a


pretexto de circunstancias extraordinarias, otra autoridad o derechos que los que expresamente
se les hayan conferido en virtud de la Constitución o las leyes.

Todo acto en contravención a este artículo es nulo y originará las responsabilidades y


sanciones que la ley señale.”

Sentado lo anterior, llama la atención que los parlamentarios olviden tan livianamente que
pertenecen a la institucionalidad jurídica de nuestro país (nada más y nada menos que al Poder
Legislativo) y que, por lo tanto, piensen que el presentar iniciativas o mociones de ley, y el votar en
uno u otro sentido resulte ser un actividad sin responsabilidad cívica pensando que sólo deben
responder frente a su electorado e incluso, en algunos casos, ante su fuero interno o su propia
conciencia. Ese tipo de forma de ejercer la actividad parlamentaria, a la luz de la normativa legal
vigente es errada, altamente perjudicial para la estabilidad del sistema democrático, pues lo
violenta, e incluso, podría ser delictual según lo que intenta demostrar en estas líneas.

¿El delito de perjurio, un camino ante la ineficencia de la nulidad de derecho público?

El artículo 7 de la Constitución Política nos habla de una sanción de “nulidad” en caso de


infracción, sin embargo, no vamos a abordar en este artículo la sanción de nulidad de derecho
público pues sabemos que en Chile los juicios que buscan ese tipo de responsabilidad son una
quimera, y se han vuelto meros debates doctrinarios entre profesores y estudiosos del derecho
administrativo, no siendo un eficiente camino procesal para sancionar el exceso en que incurren
algunos funcionarios públicos pertenecientes a Órganos del Estado y que fácilmente actúan
sobrepasando su competencia y la forma en que le ley les permite actuar, pues la sanción no se ve
clara, y en último término su utilización es compleja y difusa.

Es por eso que exploraremos el remedio que nos otorga el derecho penal y en particular el “Delito
de perjurio” previsto en nuestro artículo 210 del Código Penal que dice:

“ART. 210. El que ante la autoridad o sus agentes perjurare o diere falso testimonio en materia
que no sea contenciosa, sufrirá las penas de presidio menor en sus grados mínimo a medio y
multa de seis a diez unidades tributarias mensuales.”

Según el Diccionario de la Real Academia Española de la lengua “perjurar” es “Faltar a la fe


ofrecida en el juramento”, y en ese sentido debemos tener presente que el REGLAMENTO DE LA
CAMARA DE DIPUTADOS DE CHILE en su artículo 32 dice: “Los Diputados, al incorporarse a la
Cámara, prestarán juramento o promesa ante el Presidente, con arreglo a la siguiente fórmula:
"Juráis o prometéis guardar la Constitución Política, desempeñar fiel y legalmente el cargo que os
ha confiado la Nación, consultar en el ejercicio de vuestras funciones sus verdaderos intereses y
guardar sigilo acerca de lo que se trate en sesiones secretas".
El Diputado contestará: "Sí, juro", o "Sí, prometo", después de lo cual el Presidente lo declarará
incorporado a la Sala.”

En consecuencia, los diputados o “juran” o “prometen”, y lo que juran o prometen en primer lugar
es muy claro: “guardar la Constitución Política”.

Es, por lo tanto, claro que los diputados que han votado a favor del retiro del 10% de los fondos
desde las AFP han violado su juramento de “guardar la Constitución Política”, ya que no pueden
ignorar que el artículo 65 N° 6 de la Constitución Política del Estado señala que

“Corresponderá, asimismo, al Presidente de la República la iniciativa exclusiva para:” “6º.-


Establecer o modificar las normas sobre seguridad social o que incidan en ella, tanto del sector
público como del sector privado.”, por lo que al inmiscuirse un diputado en un proyecto de ley que
no respeta el origen necesariamente emanado desde el Presidente de la República, y votar a favor
de un proyecto que emana ilegítimamente de un grupo de diputados, se está desconociendo el
claro tenor literal y también el sentido de la norma constitucional pues ilegítimamente se arrogan
los diputados una facultad y/o competencia de la que carecen “…aun a pretexto de circunstancias
excepcionales” como expresa el artículo 7 de la Carta Fundamental, es decir, ni aún la necesidad
económica asociada al Covid-19 legitima a los diputados, ni a órgano del Estado alguno a
excederse en sus atribuciones normativas.

Curiosamente, para aquellos diputados que no juran, sino que sólo “prometen” guardar la
Constitución Política, se les podría sólo reprochar éticamente el violar su promesa, pero
curiosamente su actuación antiética no estaría penada por el artículo 210 del Código del ramo
quizá porque para el legislador penal tendría más gravedad el transgredir un juramento que el
violar una simple promesa.

Ya el profesor y civilista Hernán Corral en su blog del 03 de abril de 2016 nos decía al razonar
sobre los efectos de la “Declaración Jurada” que:

“….En Chile, la declaración jurada puede ser simple u otorgada ante ministro de fe, normalmente
un notario. En ambos casos, se trata de un instrumento privado ya que el hecho de que la
declaración se haya suscrito ante notario no la convierte en instrumento público, pues aquí el
notario no autoriza el acto sino que simplemente da fe del hecho de la firma y de la identidad del
declarante.

¿Cuál es la razón por la cual se atribuyen a la declaración jurada dosis más fuertes de veracidad
que una declaración simple o incluso ante notario pero en la que no se incluye el juramento? Por
cierto, algo de ese mayor valor proviene de la tradición religiosa por la cual no decir la verdad bajo
juramento es más que una simple mentira; es mentir utilizando a la divinidad para avalar un
engaño. La malicia o pecaminosidad se incrementa fuertemente, tanto que, en la confesión
cristiana, adquiere el carácter de un pecado grave que, por su sola comisión, podría conducir a la
condenación eterna. Sólo así se entiende que Sir Tomás Moro prefiriera afrontar la muerte
corporal antes que jurar que el contenido de la Ley de Sucesión de Enrique VIII era bueno y
legítimo. Lo único que se le exigía era un juramento, que hasta los obispos católicos no tuvieron
problemas en prestar, salvo el obispo de Rochester, John Fisher, el que por ello sufrió la misma
pena que Moro. Es más, varios de sus familiares cercanos hicieron el juramento, y pensaban que el
ex Canciller del reino mostraba una obstinación insensata. Su hija Margaret trató de persuadirlo
haciéndole ver que casi todos sus amigos habían jurado, de modo que no se entendía que él
sostuviera que su conciencia se oponía a prestar el juramento requerido por el rey. Moro le
responde que no puede ligar su conciencia a la de los demás: “No hay ningún hombre en la vida,
del que mientras él viva, pueda estar yo seguro. Algunos pueden hacer algo por favor y otros por
miedo, y así llevarían mi alma por un camino errado. Y alguno acaso pudiera construirse una
conciencia pensando que, como lo hizo por miedo, Dios lo perdonará. Y otros pueden tal vez
pensar que se arrepentirán y se confesarán, y que así Dios se lo remitirá. Otros quizá son de la
opinión que, si dicen una cosa y piensan mientras la contraria, Dios mira más a su corazón que a su
lengua, y por consiguiente piensan que el juramento es sobre lo que piensan y no sobre lo que
dicen… Pero Margaret, no puedo usar esos caminos en un asunto tan grave…” (Moro, Tomás, Un
hombre solo. Cartas desde la torre, trad. A. Silva, Rialp, 3ª edic., Madrid, 1990, p. 53).

En nuestro tiempo, no parece que el riesgo de condenación en la otra vida sea algo que pueda
llevar a las personas a no mentir cuando juran. La fuerza probatoria de la declaración jurada, al
menos en nuestro ordenamiento jurídico, se basa en una amenaza más mundana: la de incurrir en
una pena por el delito de perjurio. Este delito está recogido por el art. 210 del Código Penal…”
Sobre este delito escribe Alfredo Etcheberry que actualmente “la función del juramento es la de
una formalidad especialmente solemne para hacer objetivamente apreciable el momento a partir
del cual la persona que presta declaraciones se encuentra en la obligación jurídica de decir la
verdad, la que de ordinario no existe” (Etcheberry, Alfredo, Derecho Penal, Editorial Jurídica de
Chile, 3ª edic., Santiago, 2005, t. IV, p. 194).

De esta manera, pensamos que cuando la declaración jurada debe ser presentada ante una
autoridad pública por su propia disposición o porque así lo ha establecido una ley, decreto o
reglamento, el que firma la declaración se obliga a decir la verdad bajo la pena de incurrir en el
delito de perjurio y de ser castigado con las penas contempladas en el art. 210 del Código Penal.
Como el tipo penal no distingue, no habrá diferencia entre si se trata de una declaración jurada
simple o una firmada ante notario. En este último caso, sí, será más fácil acreditar la autoría de la
declaración.

No habría delito de perjurio, en cambio, cuando la declaración jurada es exigida por un particular;
por ejemplo, si un arrendador le exige al arrendatario una declaración jurada de que nunca ha
tenido juicios por arriendos anteriores. Tampoco lo habría si la declaración jurada es presentada
ante una autoridad pública pero de modo espontáneo, sin que ni la ley ni otra disposición jurídica
lo haya impuesto.

En cualquier caso, no deja de sorprender que en un mundo cada vez más secularizado y en el que
el Estado asume una laicidad no confesional, el invocar a Dios y ponerlo por testigo y garante de
que se dice la verdad tenga un alcance que va más allá de la particular creencia religiosa que
tengan los ciudadanos. Como en tantas otras materias (procesiones, santuarios, animitas, bailes),
la pretensión de que una comunidad sea absolutamente neutral e incluso hostil a toda
manifestación pública de lo religioso, se revela como utópica y deshumanizante.”

Compartimos con el profesor Hernán Corral, que el juramento que hace un diputado ante el
Presidente de la Cámara de Diputados de “guardar la Constitución Política” no puede no tener
consecuencias jurídicas, y categóricamente al incumplir ese juramente se incurre en el delito de
perjurio.

La pregunta e inquietud es saber si al Ministerio Público (Fiscales) les importará o no perseguir


estos delitos y llevar a juicio a los parlamentarios, instando por los respectivos desafueros pues
pese haber “jurado” guardar el texto constitucional, se han olvidado de su juramento, al violar el
mandato constitucional. Interesante será analizar los tipos de autoría pues habrá autores directos
(los diputados firmantes de la moción parlamentaria) y otros por inducción (lo que votaron a
favor sin haber firmado la moción parlamentaria).

Tema aparte será evaluar el grado de responsabilidad civil de aquellos cotizantes que se
aprovechen de los efectos del delito de perjurio y se beneficien al retirar su 10%, basándose en
una ley cuyo origen será espúreo; sobre este punto puede verse un interesante artículo de la
profesora española José María Torras Coll en Revista de Jurisprudencia", número 2, el 18 de julio
de 2013 donde sólo a modo de exordio dicha autora los denomina como: “El partícipe a título
lucrativo” señalando que éste ha de ser llamado al proceso para que pueda ser compelido a la
obligación de restitución o, en su caso, de resarcimiento, siendo la restitución preferente, siempre
que sea factible, y en su defecto, procederá, el resarcimiento en proporción a la participación.

En efecto, a fin de que la resolución de un Tribunal pueda en su día alcanzar a los bienes que se
encuentran en manos de esos partícipes y que se atribuyen vinculados al delito, es preciso que las
personas que los tiene en su poder sean llamadas al proceso, y se les dé la oportunidad de
justificar la legitimidad de su propiedad, siendo esa la única intervención que pueden tener en la
causa.

Finalizo estas palabras recordando a los Honorables señores Senadores que el artículo 4 del
Reglamento del Senado también les exige imperativamente a los tales, previo a su investidura, el
jurar o prometer, así que lo acá dicho respecto a los diputados les es perfectamente aplicables.

A reflexionar las consecuencias de sus actos, pues ahora deberán los H. Senadores emitir su voto,
esperando lean previamente este artículo para que dimensionen el alcance jurídico- penal de sus
actos.

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