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Estatuto Jurídico del Comerciante, la Empresa y los

Títulos de Créditos.

Cátedra dictada por don Cristóbal Peña Mardones;


escrito y redactado por Clemente Martínez Correa.1

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Estudiante de cuarto año de Derecho, Universidad de Talca. 2015.

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18 de marzo.

Primera parte del semestre: Teoría del Acto Jurídico en el ámbito del Comercio;
segunda parte: Títulos de Créditos.
Texto guía primera parte: El Acto de Comercio, Juan Esteban Puga, lectura
obligatoria.
E-mail profesor: penamardones@yahoo.com

INTRODUCCIÓN

El derecho comercial pertenece a la familia de disciplinas del derecho patrimonial


privado y, en términos generales, en el estado actual de la disciplina, es prácticamente todo
lo que podríamos decir para localizar conceptualmente el área que estudia el derecho
mercantil. Podemos decir, desde luego, que pertenece al derecho privado, por oposición a
aquella disciplina que estudia la intervención de los órganos públicos en la esfera jurídica;
pero no iría más allá, porque dentro del derecho comercia, una parte importantísima de éste
se dedica al análisis de las normas que los Estados establecen para regular la relación
comercial, de manera que más de hablar de una rama del derecho privado, tal vez resulte más
sistemáticamente correcto decir simplemente que corresponde a un área del derecho
patrimonial. Puga señala que el derecho comercial en realidad no es otra cosa que un estudio
de distintos estatutos contractuales.
Sí caracteriza al derecho comercial y al estudio del acto de comercio el hecho que no
tiene una consistencia que se explique desde un punto de vista ontológico, sino que se explica
desde una perspectiva histórica de las instituciones jurídicas. Por eso, dice Puga, se explica
que otras áreas del derecho privado puedan encontrar sus raíces en el derecho clásico, como
el derecho romano. El estudio de una teoría del acto de comercio se explica estrictamente por
razones históricas; las instituciones del derecho comercial, casi todas, al amparo de la
necesidad histórica de las relaciones de comercio.
Si algo caracteriza al derecho comercial es que surge y se desarrolla al amparo de la
necesidad de quienes desarrollan las actividades comerciales. Por eso, donde ha existido
evolución del derecho comercial ha sido de la mano de ordenamientos que han
experimentado desarrollo en su ordenamiento mercantil.
El fenómeno que ocurre acá es particularmente interesante, es que en la medida en
que la industria comercial se fue desarrollando, fue creando en paralelo una serie de normas,
de reglas no escritas, y eso, ante la insuficiencia del derecho clásico para dar respuesta a los
requerimientos del comercio, requerimientos que siempre han sido los mismos siempre:
seguridad jurídica, eficacia, eficiencia y rapidez en las transacciones.

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Hoy la actividad comercial requiere de dos supuestos básicos claros y transparentes:
a) Un estatuto único: saber a qué reglas se sujetan los contratos;
b) Mecanismo único, claro y transparente de solución de conflictos.
Desde siempre, cuando se ha producido una contratación comercial requiere saber cuál
es el derecho a aplicar y saber cómo se resolverá un eventual conflicto entre las partes. Esto
en el área comercial es particularmente sensible, pues ésta suele vincular sujetos que
reconocen ordenamientos jurídicos distintos; el usuario de un servicio de transporte está
acostumbrado a un estatuto jurídico determinado; el empresario está acostumbrado a otro.
Esto mismo ocurre en los grandes negocios: ¿qué derecho vamos a aplicar?, ¿El de la nación
A, el de la nación B, o uno internacional?
Este requerimiento es de larga data. Es por esto que suele identificarse como el origen
del estudio de las normas comerciales la Baja Edad Media, con el desarrollo de los gremios
comerciales, en la medida que estos agentes de comercio fueron cayendo en cuenta que las
normas del derecho común, del antiguo derecho romano clásico, no daba satisfacción a los
requerimientos del tráfico comercial, por lo que fueron creando un derecho comercial
consuetudinario.
El derecho comercial, por tanto, se fue desarrollando en donde más hubo desarrollo del
comercio.
Lo anterior explica por qué, a diferencia de otras ramas del derecho, la costumbre
comercial tiene enorme importancia. Acá se nos señala lo contrario del derecho común: en
donde se buscó derecho fue en la costumbre de los comerciales. Esto también explica por
qué las instituciones del derecho comercial no se pueden relacionar con Roma en cuanto a su
origen. Estas instituciones fueron creando lo que antiguamente se conoció como la lex
mercatorum, la ley de los comerciantes.
Algunos distinguen entre la
mercatorum (siglo XIX) y la lex mercatoria (tiempos contemporáneos). La riqueza de la
lex mercatorum provenía de ser un derecho moldeable a las necesidades que imponía el
comercio: armonizar el ordenamiento jurídico a la intermediación de bienes y servicios.
Se desarrolla así una ley propia de los comerciantes o de los gremios del comercio.
Este desarrollo tiene un antes y un después: en el año 1807 se dicta el Código de Comercio
napoleónico, que pretende recoger en un texto legal la lex mercatorum. Ocurre que la
dictación de este Código es contradictoria, pues la característica del derecho comercial es
que éste se había mantenido de manera consuetudinaria, alejado de la positivización
normativa. En la medida en que las necesidades del comercio superan el ámbito nacional,
vuelve a ocurrir lo que ocurrió en el medioevo, y entonces sucede lo mismo que sucedió en
la Baja Edad Media.

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La codificación del derecho comercial es un fenómeno como pocos claramente superados
por las necesidades del área que cubre. Si hay un estamento que claramente ha dejado
obsoleta la codificación de la ley, es precisamente el derecho comercial.
Dado que las necesidades comerciales van más rápidas que las del derecho común, deja
obsoleto el ordenamiento positivo. Nos preguntamos entonces si la evolución del comercio
es cada día más rápida, ¿en qué queda el fenómeno de la codificación? La codificación sirvió
en la medida de los actos comerciales que se desarrollaban en el ámbito nacional. ¿Existe la
necesidad de tener un derecho comercial autónomo?, ¿No será que estos requerimientos –
que son universales- demandan la creación de una disciplina aparte? Lo que se está hablando
hoy no es sólo lo relativo a la superación de los derechos nacionales, sino además de la
unificación del derecho comercial en uno solo a nivel mundial.
En julio de 2015 comienza a regir en Argentina un nuevo Código Civil, que unifica el
Código Civil y el Código de Comercio. Podríamos discutir si vale la pena de codificar toda
la ley, pues ya sabemos que el fenómeno codificador no ha servido. Sin embargo, es cierto
que hoy en día la sola noción de los actos de comercio está en crisis, porque cuesta
conceptualizar qué motivos o qué requisitos demandarían o justificarían crear un derecho
aparte, siendo que el requerimiento es el mismo. Por eso es importante la noción histórica,
porque el fenómeno se fue repitiendo: la existencia un derecho clásico rígido que no dio
respuesta a la actividad jurídica del comercio, motivando que los grupos de comerciantes
crearan un derecho consuetudinario propio que obedecía a sus necesidad propias (seguridad
jurídica, rapidez, eficiencia y eficacia).
¿Vale la pena seguir hablando de derecho comercial o debemos hablar de un estatuto
propio del comerciante? La primera gran víctima de este proceso es el mismo derecho
comercial como derecho autónomo; el segundo damnificado es el derecho internacional
privado. Necesitamos una lex mercatorum universal, lo que no es tan ambicioso.
Hoy en día las partes de un acto de comercio no están de acuerdo con la intromisión de
los Estados; éstas buscan la no intervención del derecho estatal, lo que es totalmente
justificable.
25 de marzo.
TEORÍA DEL ACTO DE COMERCIO.
i. Teoría del acto de comercio;
ii. Estudio de los actos de comercio de manera pormenorizada;
iii. Teoría de los títulos de créditos y el estudio pormenorizado de éstos.
No hay en el derecho positivo nacional una definición de lo que debemos de entender por
“acto de comercio”. El legislador, en cambio, se inclinó por la enumeración normativa de lo
que entiende por acto de comercio. Lo anterior dio lugar a que dogmáticamente se
construyera toda una teoría en relación a lo que debe entenderse por acto de comercio. ¿Es
posible, en otras palabras, distinguir elementos jurídicamente relevantes que caractericen a
todos los actos de comercio?

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Los actos de comercio están enumerados en el artículo 3° del Código de Comercio. La
nomenclatura de acto de comercio es normativa. El profesor Puga pone en duda que exista
una teoría del acto de comercio, porque su objeto de estudio –el acto de comercio- en realidad
no sería tal. No existe en verdad un acto jurídico cuyo denominador común pueda ser
aplicado a la generalidad de las actividades señaladas en el artículo 3°.
La enumeración de los actos de comercio no se agota con los veinte numerales del artículo
3°. No hablaremos por el momento si esta enumeración es o no taxativa; simplemente
estamos constatando que existen actos de comercio que no están en el artículo 3° del Código
de Comercio. ¿Se puede hacer una interpretación analógica del artículo 3°?, ¿Pueden las
partes crear un acto de comercio no contemplado en estos numerales?
Lo que tiene preponderancia en el derecho mercantil es la libre voluntad de las partes: su
autonomía contractual. Responder a la pregunta de si enumeración del artículo 3° es taxativa
dice profunda relación con la naturaleza misma del derecho comercial.
Es un hecho que podemos constatar que existe un ordenamiento positivo que se aplicará
o no – en el ámbito del derecho privado patrimonial- dependiendo de si estamos frente a un
acto calificado como comercial o no. De esta manera, el ejercicio de determinar si un acto
‘x’, o bien una actividad contractual proveniente del ejercicio de una actividad determinada,
es comercial, determinará cuál es la normativa que la regula.
Esto no es un ejercicio meramente teórico. Existen consecuencias que van asociadas al
hecho que una determinada actividad pueda ser calificada jurídicamente como comercial o
no. Hay una serie de ámbitos respecto de los cuales la reglamentación positiva es distinta;
ello, a pesar de tratarse indudablemente de un derecho privado patrimonial. No son pocos los
autores que opinan que el derecho comercial es un derecho especial del derecho de los
contratos.
Debemos subrayar que los actos de comercio es un derecho privado patrimonial que
privilegia la voluntad de las partes. Es un estatuto, por lo tanto, paralelo al ordenamiento
civil. Tiene importancia definir si una determinada actividad puede ser jurídicamente
calificada como comercial o no.
Desde luego, si bien hay puntos del estatuto comercial que son convergentes con el
estatuto civil, existen notables diferencias, las que pasamos a analizar.
a. Régimen probatorio de las obligaciones.
La manera de probar una obligación civil y una obligación mercantil es distinta, en dos
ámbitos: prueba testimonial y prueba contable. El Código Civil establece que para dar lugar
a la prueba testimonial, deben constar por escrito las obligaciones cuya cuantía es superior a
las 2 UTM. En materia comercial no existe limitación de la prueba de testigos (artículo 128
del Código de Comercio). En materia comercial, por regla general, el legislador ha admitido
la prueba testimonial sin atender a la cuantía de la obligación que se quiere verificar.

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Un segundo ámbito relativo al régimen probatorio dice relación con la prueba contable.
El derecho común, en nuestro régimen de prueba legal o tasada, tiene como principio la
“inadmisibilidad de la prueba preconstituida” (la parte no puede acreditar la extinción de una
obligación mediante elementos de convicción que la misma parte haya forjado); se privilegia
la prueba que emana del tercero. En el ámbito comercial esta regla cambia, por cuanto dentro
de las obligaciones del comerciante se encuentra la obligación de llevar contabilidad.
Tenemos que decir que la manera en que se registra la actividad comercial obligatoriamente
es a través de su expresión numérica, de su expresión cuantificada, y la herramienta o el
medio que recoge la expresión cuantificada es la contabilidad. La contabilidad es una técnica
matemática para registrar hechos económicos.
El artículo 25 del Código de Comercio nos dice que la obligación de llevar contabilidad
tiene como contrapartida un derecho: derecho a valerse de una prueba preconstituida, esto es,
la prueba contable. Los libros contables llevados en conformidad al artículo 31 del Código
de Comercio hacen fe en las causas mercantiles que se ventilan entre los comerciales. Por
tanto, el derecho mercantil admite una prueba preconstituida, la prueba contable.
b. Estatuto de la ley de los consumidores, ley n° 19.496.
Hoy no se habla de una ley de los consumidores, sino más bien de un derecho de los
consumidores, discutiéndose en doctrina si constituye una disciplina autónoma dentro del
derecho privado patrimonial.
El legislador constató una suerte de asimetría entre los proveedores de bienes o servicios
(comerciantes) y sus consumidores, respecto de los cuales la ley común no contemplaba
medios adecuados para la defensa de los consumidores en caso de conflicto entre una parte
y otra, de manera tal que el legislador introdujo al ordenamiento un estatuto de defensa de la
parte ‘débil’ de esta relación, denominado ley del consumidor.
La aplicación o inaplicación de la ley del consumidor depende esencialmente del carácter
comercial que tenga para una de las partes. Sin perjuicio de que existen ciertos actos
taxativamente numerados que siempre caben dentro de la aplicación de la ley del consumidor,
la regla general para determinar si un conflicto debe ser regulado o no por la ley del
consumidor atiende precisamente al carácter comercial que el acto haya podido tener para
alguna de las partes de la relación. En otros términos, si un acto jurídico determinado se
celebra entre dos ‘no comerciantes’, queda fuera del ámbito de la ley del consumidor; si un
acto jurídico determinado se celebra entre dos comerciantes, también queda fuera del ámbito
de la ley del consumidor; queda dentro del ámbito de la ley del consumidor sólo aquel acto
que es comercial para una de las partes y no comercial para la otra. Esto es antiguo, y se
llama la teoría del acto mixto o de doble carácter: un mismo acto puede tener para una parte
un carácter comercial y para la otra un carácter civil.
 Existe una excepción en donde se aplica la ley del consumidor entre dos
comerciantes (Pymes).

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La aplicación de la ley del consumidor queda sujeta, por tanto, a la calificación de
comercial de una de las partes de la relación contractual.
c. Ley de quiebras.
La quiebra (insolvencia del negocio declarada judicialmente) es en síntesis un
procedimiento concursal que tiene por objeto salvaguardar lo que algunos conocen como la
par conditio creditorum (que los acreedores del fallido se paguen en condiciones paritarias).
Como la quiebra es un procedimiento concursal, parece evidente que el legislador haga
más estricto el régimen de la quiebra para el comerciante con respecto del no comerciante,
precisamente porque los negocios jurídicos del comerciante involucra a una mayor cantidad
de partes que los del no comerciante, lo que justifica que el régimen legal de la quiebra sigue
siendo más estricto para el comerciante que para el no comerciante. Lo anterior, como vemos,
dependerá de la actividad mercantil o no que desarrollaba el fallido.
d. Régimen de extinción de las obligaciones por prescripción.
En materia comercial hay un régimen especial de prescripción de las obligaciones; es
especial porque es de aplicación restringida al ámbito comercial, siendo la regla general en
el ámbito mercantil. La prescripción comercial es de corto tiempo (dura 4 años) y es de
aplicación general: corre contra toda clase de personas (no hay suspensión). El artículo 822
del Código de Comercio habla de una suerte de extinción de las obligaciones, sin embargo,
sabemos que cuando se habla de prescripción adquisitiva y prescripción extintiva es el mismo
fenómeno mirado desde dos puntos de vista.
e. En materia de publicidad.
Los actos de comercio relevantes para la vida del comerciante deben publicarse en el
Registro de Comercio (publicidad y solemnidad), no existiendo un registro/solemnidad así
en el área civil.
f. En materia de costumbre.
La costumbre en materia comercial sí tiene valor; es, sin embargo, aplicada de manera
supletoria. En materia mercantil la costumbre –el derecho consuetudinario- suple el silencio
de la ley. De acuerdo a Puga, en realidad la aplicación de la costumbre en el ámbito mercantil
es más restrictiva que en el derecho civil, pues en el ámbito del derecho común basta que la
ley se remita a ella; en cambio, en materia comercial debe haber un silencio de la ley. Mirado
desde esta perspectiva, pareciera ser cierto que la aplicación de la costumbre en materia
mercantil es un tanto restrictiva.
Lo cierto es que parece algo difícil constatar que efectivamente se resuelvan conflictos
en base a la costumbre mercantil, no pareciendo ser algo muy frecuente. En este punto, el
profesor Peña discrepa, pues en el derecho comercial tiene una enorme importancia el
derecho consuetudinario, y hay una serie de normas contenidas en instrumentos extra-legales
(particularmente las relacionadas con el comercio internacional; soft law); respecto de estas
normas comerciales extra-legales es posible, para el profesor Peña, invocar la costumbre

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mercantil. Como ejemplo de estas normas de soft law, encontramos los PECL (Principios
Europeos del Derecho de los Contratos).
g. Derecho supletorio.
En el silencio de las partes, se aplican preferentemente las normas mercantiles, y en
subsidio de éstas las normas civiles. Artículo 2° del Código de Comercio.
h. Derecho societario.
Es cierto que el contrato de sociedad está asociado al derecho común. Pero también es
cierto que el desarrollo del derecho corporativo se produce de la mano del derecho comercial,
al punto que hoy en día es posible sostener que el derecho societario es una herramienta
privilegiada del derecho comercial. Cuando vemos derecho societario, estudiamos más
derecho comercial que civil. La noción de la limitación de la responsabilidad de los socios
frente a las obligaciones de la sociedad nace en virtud del desarrollo del derecho comercial.
Lo que buscan los contratantes al formar una sociedad es buscar un patrimonio de afectación
al giro del negocio, un patrimonio independiente.
Tanto es así que existen normas especiales en las leyes que rigen las sociedades más
extendidas en nuestro medio, que las adscriben todas ellas al derecho comercial: la sociedad
anónima. Inciso 2° del artículo 1° de la ley de sociedades anónimas: la sociedad anónima es
siempre mercantil, aun cuando se forme para realizar negocios de carácter civil.
De la mano de lo anterior, tenemos que referirnos a las EIRL. Artículo 2° de la ley de
EIRL: la EIRL es una persona jurídica con patrimonio propio, y es siempre comercial.
En las sociedades por acciones (SPA) se aplican las mismas normas de las sociedades
anónimas, por lo que también serán siempre comerciales.
La ley sobre sociedades de responsabilidad limitada, si bien no contiene una declaración
que las haga a todas comerciales, tiene como norma supletoria de preferencia al Código de
Comercio.
Entonces, en materia de sociedades es fundamental entender si estamos frente a una
obligación comercial o no. ¿Qué sociedades quedan fuera del ámbito comercial? Las
sociedades colectivas, que hoy carecen de aplicación práctica.
Pilares de la teoría del acto de comercio.
La teoría clásica del acto de comercio se sustenta en ciertos pilares fundamentales; uno
de éstos es la teoría del acto mixto o de doble carácter: un mismo acto puede ser mercantil
para una de las partes y civil para la otra, como ocurren en la compraventa mercantil.
Un segundo pilar es la teoría de lo accesorio. De acuerdo a esta última teoría, no es
solamente comercial lo que corresponde a la enumeración del artículo 3° del Código de
Comercio, sino también todos aquellos que van a complementar la actividad del comerciante.
Esta teoría solía ubicársele en el inciso 2° del número 1 del artículo 3° del Código de
Comercio. Lo anterior está en crisis, porque la historia legislativa demuestra que esto es

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contradictorio con los principios mismos del Código de Comercio, pues éste tuvo por objeto
terminar con la enumeración indeterminada de actos de comercio, clasificándolos en un
listado positivado. De esta manera, sostener que la teoría de lo accesorio tiene cabida hoy en
día dentro del derecho comercial va contra los principios del Código, pues no se permite la
integración analógica. A partir de la crítica a la teoría clásica, se pone en duda un pilar básico,
la teoría de lo accesorio.
Tercer pilar: noción del acto típico u objetivizado. Hablábamos la clase anterior de la
necesidad de hacer referencia a la historia del derecho comercial. La codificación objetivizó
el acto de comercio, cambiando la naturaleza mercantil del acto, pues ésta deja de depender
del que desarrolla la actividad, definiéndose por la enunciación legal. La teoría clásica nos
dice que a partir de la codificación podemos entender el acto de comercio con entera
prescindencia de quien lo ejecuta. Esta teoría objetiva también se ha criticado, pues en el
derecho antiguo no es completamente cierto que el carácter mercantil haya dependido
exclusivamente de la naturaleza del agente que desarrollaba el acto; tampoco es
completamente real que a partir de la codificación se prescinda de la persona que ejecuta el
acto. De esta manera, ni el derecho mercantil pre-codificado era completamente subjetivo, ni
el derecho mercantil post-codificación es completamente objetivo. Graficación de esto es que
el Código de Comercio francés comienza definiendo al comerciante.
El acto de comercio en realidad es un acto económico financiero, excediendo de esta
forma el ámbito jurídico.
Crítica a la teoría clásica del acto de comercio.
Debemos hacer una relectura al artículo 3° del Código de Comercio, entendiendo que
cuando el legislador emplea el concepto “acto de comercio”, se refiere a la actividad
comercial. Si yo entiendo la noción de acto de comercio como una noción vinculada a la
actividad comercial, entonces sí es posible entender la teoría de lo accesorio, pues
entendemos que es comercial los contratos que surgen a partir de la actividad comercial, y el
artículo 3° contiene una serie de actividades que generan actos jurídicos que los
adscribiremos al derecho comercial. Lo anterior respeta, por lo demás, la raíz histórica del
derecho comercial, que se define por su actividad, y explica también por qué existe una
normativa paralela en el ámbito del derecho privado patrimonial (negocios civiles).
El profesor Puga nos señala que en Europa, en donde se desarrolla el comercio, a los
comerciantes no les interesaba tanto el comercio doméstico, sino que el comercio entre
distintos territorios: “el comercio de las ferias”. Esta actividad comercial de la Europa
medieval desarrolla nociones básicas del derecho comercial, como los títulos de crédito. Los
últimos se desarrollan a partir de la necesidad del comercio medieval: el feriante no podía ir
con todo su dinero a las ferias, por lo que inventa la letra de cambio, que es una carta en
virtud de la cual el portador puede cobrar una cierta cantidad de dinero de otro patrimonio, y
como era nominativa, se eliminaba el peligro.

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Otro tanto ocurre con el carácter consuetudinario del derecho comercial: las normas de
los comerciantes escapaban del derecho estatal, y primaba además los negocios enfocados
hacia el exterior.
Se crean, por tanto, estatutos jurídicos autónomos que posteriormente concentran el poder
político dentro de estos núcleos comerciales y reclaman para sí, además, una jurisdicción
especial. Los gremios de comerciantes se estaban autorregulando, reclamando un medio
propio de resolución de conflictos que aplicara su ley. Esto sigue ocurriendo también hoy en
día: se requiere un tribunal que aplique el derecho comercial internacional.
Esta jurisdicción propia también va creando derecho, y a esto se les llama “la justicia de
los cónsules”.
Teníamos un monopolio perfecto: el estamento comercial cuenta con reglas propias,
tribunales que resuelven según sus reglas propias. Si nos damos cuenta, esto sigue ocurriendo
hoy en día (ejemplo, los bancos tienen su ley propia).
¿Qué consecuencia obtenemos de esta constatación en la evolución del derecho
comercial? Una consecuencia de mucha importancia es que como el estamento comercial se
organiza al interior de las ciudades, dejan fuera la actividad que se desarrolla fuera de ésta
(ejemplo, agricultura, pesca, minería, actividades extractivas: éstas nunca han formado parte
del derecho comercial). Se deja para el derecho comercial lo que se desarrolla dentro de las
ciudades.
Esto que a primera vista parece mera historia, nos enseña que no es tan cierto que el
fenómeno de la codificación vino a objetivizar el comercio, pues ya lo estaba desde mucho
antes, precisamente por la naturaleza de la actividad; y la enumeración del Código francés
fue eminentemente por un tema procesal, jurisdiccional.
Este monopolio también excluyó el negocio inmobiliario: éste en el derecho romano
estaba reservado para la nobleza. Los gremios comerciales no eran nobles, y para la Edad
Media el comercio de bienes raíces seguía reservado para las clases nobles. Vemos cómo
estos datos históricos influyen hasta el día de hoy en el derecho comercial, pues el negocio
inmobiliario no está dentro de la actividad comercial.
El fenómeno de la codificación es previo a la época napoleónica, por lo menos 150 años.
En seguida, la enumeración del Código de Comercio de 1807 de Francia era para objeto de
entregar competencia a los juzgados, no para definir un acto determinado. Es cierto que con
el surgimiento de los Estados Nacionales decae el derecho consuetudinario, y se privilegia el
derecho legislado, codificado, que es precisamente antagónico al desarrollo del derecho
comercial.
Se sostiene por el profesor Puga que la introducción del Código francés de 1807 significó
en verdad una escaza innovación al desarrollo del derecho comercial. No se percibe en la
codificación que haya existido, a pesar de haberse tratado de una legislación revolucionaria,
una verdadera voluntad de innovar en materia comercial, sino que se recoge las nociones que
ya preexistían.

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¿Cuál es la herencia que sí se puede recoger del fenómeno codificador? Primero, la
nacionalización del derecho; se impone la autoridad soberana, que norma el acto de comercio
con prescindencia de quién intervenga. Segundo, nace la noción de acto de comercio, a pesar
que como vimos, en realidad el Código de 1807 recogió una noción para efectos meramente
jurisdiccionales. Y, tercero, la Ley Chapellier.
El Código francés contiene una enumeración de actos de comercio para efectos
procesales. Recoge este Código, para el profesor Puga, una diferencia entre los actos y los
hechos de comercio, entendiendo que el Código permitía diferenciar la actividad comercial
de los actos de comercio, obligado a la jurisprudencia crear la teoría del acto mixto. El Código
chileno sí contempla la teoría del acto mixto. El Código chileno tiene como fuente mediata
al Código francés, y está complementado con el desarrollo jurisprudencial posterior a la
dictación del francés, que explica el acto mixto.
¿Qué queda entonces de factor común dentro de los actos de comercio? La crítica a la
teoría clásica echa por tierra a los pilares de la misma. La explicación, nuevamente, es casi
exclusivamente histórica. Lo único que parece unir las actividades que engloba el artículo 3°
del Código de Comercio es su raíz histórica, de ser aquellas actividades que monopolizaban
los gremios de comerciantes. ¿Cómo reconstruimos la teoría del acto de comercio? En base
a la actividad: lo que define al acto de comercio es acceder a una actividad patrimonial
privada y profesional de intercambio comercial. Debido a esto se enseña que la enumeración
de los actos de comercio es una enumeración más bien arbitral, pues así como contiene un
núcleo, se le fueron incorporando actividades que poco tienen que ver (ejemplo, actividad de
la construcción).
1 de abril.
Texto para complementar: Tratado de Derecho Comercial, Baeza (Tomo I).
Hablábamos de la teoría crítica del acto de comercio. La unificación del derecho privado
es una realidad muy cercana a la nuestra; en Argentina, como dijimos, comienza a regir en
este año un Código en que se unifica la normativa civil y comercial.
Baeza y Puga plantean la teoría crítica a propósito de este fenómeno de la unificación.
¿Parece más adecuado en los ordenamientos hablar de una ordenación única de todo el
derecho patrimonial de los contratos?
El fenómeno de la unificación también se ha dado en Alemania y en Italia. Noción de
contratos patrimoniales privados.
Dentro de nosotros, es un hecho que tiene relevancia definir si estamos frente a un acto
comercial, pues determinará si debemos aplicar el estatuto propio. En Chile tiene gran
repercusión lo relacionado con las consecuencias tributarias o fiscales de encasillar o no un
determinado contrato dentro de la normativa comercial; tanto es así, que la aplicación de los
impuestos de los dos principales cuerpos tributarios en Chile –ley del IVA y ley de la renta-
dependen en gran medida de si se trata una actividad comercial o no. Existe una permanente
remisión normativa entre las reglas tributarias y las reglas comerciales, al punto que muchos

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de los impuestos que establecen dichas leyes dependen del carácter comercial del acto
jurídico. Lo cierto es que tanto en la ley del IVA como en la ley de la renta, la definición
tiene mucha repercusión.
En el caso de la ley del IVA, el impuesto afecta principalmente a la actividad comercial,
calificada como tal. El impuesto a la renta de primera categoría, es el impuesto que grava las
ganancias de capital (ganancias empresariales). Un primer gran grupo de actividades que
están gravadas con este impuesto son precisamente las actividades comerciales. En ambos
cuerpos normativos existen normas de remisión expresa desde el texto tributario hacia el
texto comercial.
Lo anterior es muy importante, pues cada vez que la ley emplea el concepto ‘comercio’
o ‘actividad comercial’, remite a todo lo que hemos dicho, a un concepto jurídico-técnico
que se debe ilustrar con los conceptos que emanan de esta teoría crítica del acto de comercio,
que a su vez permite una relectura del artículo 3° del Código de Comercio.
Dicho esto, resulta interesante establecer si es que existe un hilo común de todas las
actividades descritas en el artículo 3°; ¿qué los une? En verdad, la explicación parece ser más
bien histórica. No existe una sustancia común. La inclusión de un determinado acto a la
enumeración del artículo 3°, que antiguamente dependía de una determinación simplemente
de las asociaciones del comercio, pasa a ser una declaración del legislador.
De lo anterior deriva la dificultad de hacernos cargo de una teoría única de los actos de
comercio, pues éstos no parecen estar vinculados entre sí. En definitiva, parece que responde
a una mera decisión arbitraria del legislador; fruto de lo anterior, si bien hay una enunciación
básica en los ordenamientos comparados, lo cierto es que los distintos ordenamientos han ido
añadiendo actividades que no siempre son coincidentes. En algunos ordenamientos, por
ejemplo, ciertas actividades como la minería están incorporadas a la legislación comercial,
cuestión que entre nosotros es extraña. La inclusión de ciertas actividades al ámbito
comercial, entonces, responde a una decisión legislativa: esto es lo que pone en crisis a la
teoría clásica del acto de comercio.
Sin embargo, es posible releer a raíz de esta crítica la noción de acto de comercio.
Noción de acto de comercio
La noción de acto de comercio es la que permite estructurar el concepto de comercial.
Los artículos 7, 8 y 1° del Código de Comercio son los que nos van a permitir definir si frente
a un caso en particular vamos a aplicar la normativa comercial o la normativa común, que es
la que establece el artículo 2. Frente a dos ordenamientos jurídicos de los actos patrimoniales
del derecho privado, tenemos como criterio de definición tres normas: definición de
comerciante (artículo 7); quién es no comerciante; y qué incidencia tiene que un determinado
acto en una determinada actividad sea realizado por una persona con determinada calidad.
Concepto de comerciante: artículo 7. Requisitos de la definición: la analizamos desde la
perspectiva crítica.

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El texto de Puga nos entrega una definición de comerciante: “Jurídicamente el
comerciante se define como aquel que desarrolla las actividades económicas del ámbito
objetivo, de forma profesional, habitual y organizado como empresa.”
Profesionalidad, habitualidad y organización empresarial son elementos que nos
permitirán establecer si el sujeto de la relación tiene o no el carácter de comerciante.
La definición de comerciante dice relación con el ejercicio de una actividad, y no como
un determinado acto jurídico. Esto tiene importancia, porque no se es comerciante por el solo
hecho de repetir actos jurídicos, sino por el desarrollo de una actividad económica objetiva.
Esa actividad se ve reflejada en una serie de relaciones contractuales, que caen dentro del
ámbito normativo del derecho comercial; es la actividad la que define el recurso a la norma
especial, y no viceversa.
En este punto, debemos hacer una mención aparte respecto de los actos comerciales por
forma o actos formalmente comerciales. Es cierto que en definitiva la mercantilidad del acto
va a depender si proviene de esta actividad. Sin embargo, existen ciertos actos que el
legislador ha mercantilizado, independiente de si provienen de la actividad del comercio:
- Sociedades anónimas, que por expresa disposición del legislador será siempre
mercantil, aun cuando se constituya para la actividad civil.
- Sociedades por acciones, en las cuales se aplica la normativa de las sociedades
anónimas.
- Empresas individuales de responsabilidad limitada (EIRL).
- Títulos de créditos; las operaciones de los títulos de crédito son mercantiles por
forma. No existe una letra de cambio civil o pagaré civil.
Empresa
Nos dice Puga que dogmáticamente no existe un concepto unívoco de empresa. Hay
conceptos de empresa que dependen de la rama jurídica aplicable. Definición de Puga (página
121).
Existe un grupo de actos enumerados en el artículo 3° cuya mercantilidad va a
depender de si son ejecutados o no por una empresa.
El artículo 166 inciso final del Código ofrece una noción de empresa, a propósito de
la actividad del transporte. El empresario puede ser el mismo que presta el servicio, sin que
deje ser una empresa. Este artículo nos permite dilucidar elementos bajo una dirección
común. Una producción de bienes o servicios destinados para su oferta y consumo para
ciertas personas.
Hay una universalidad reflejada en un patrimonio de afectación a la actividad
empresarial. Lo que el empresario dedica al desarrollo de la actividad es conceptualmente
distinto de su patrimonio personal. Esta idea nos permite dilucidar que la prestación de
servicios personales excede la actividad de la empresa (se compromete el patrimonio de la
persona natural).

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Esta noción del patrimonio de afectación para conformar la noción de empresa,
vincula directamente con un principio de la técnica contable, que es profundamente incidente
en esta materia. Este patrimonio también contablemente es distinto del patrimonio del
empresario; ¿Qué datos irán a la contabilidad? Solamente los que estén afectos al giro
empresarial. Es distinto lo que una persona natural dedica a su vida personal que lo que
invierte en su vida comercial; lo que entra a la contabilidad no es lo que dedica a su vida
cotidiana, y por esta razón no se contabiliza, por ejemplo, la compra de útiles escolares para
su hijo. Esa persona natural –comerciante- es una entidad contable, aunque no posea
personalidad jurídica.
Decíamos que existe una serie de actividades cuya mercantilidad dependerá de la
eventualidad que sean ejercidas por una empresa. Las actividades que señalan los números
5, 6, 7, 8, 9 y 20 del artículo 3° deben ser realizadas por una empresa. A estas enumeraciones
hay que sumar las actividades de bancos y bolsas, porque por expresa disposición del
legislador, éstas se encuentran reservadas para empresas constituidas como sociedades
anónimas con ese exclusivo giro. Por esto es que los bancos tienen una ley propia (DFL n. 7)
y así también las bolsas.
Qué otro requisito viene mencionado en la definición legal de empresa: ejercicio
profesional de la actividad.
Cuando hablamos del ejercicio profesional, enfatizamos que no basta la mera
repetición de actos. Es necesario que la actividad se desarrolle a título de ocupación lucrativa.
Para ser profesional, el ejercicio debe ser a título de ocupación lucrativa y ser hecho por
cuenta propia; hablar de cuenta propia no significa a nombre propio, son conceptos distintos.
Cuando se habla que el ejercicio es por cuenta propia, se quiere significar que se está
comprometiendo el patrimonio o la industria o trabajo propio en el ejercicio de la actividad.
Es necesario dejar fuera la actividad que se realiza a título dependiente, pues no
desarrollan la actividad a nombre propio, sino como funcionario de un tercero (ejemplo, el
socio, quien actúa a nombre de la empresa).
Cuando mencionamos que el ejercicio profesional debe ser por cuenta propia,
despejamos la situación del socio, del dependiente y la situación del factor de comercio.
Puede ser que una actividad se ejecute a nombre de un tercero pero bajo cuenta propia:
corredores de productos. El corredor de un producto, cuando vende lo hace a nombre de un
tercero, pero se hace por cuenta propia, pues si le va mal ya no seguirá representando al
tercero.
Habitualidad en el ejercicio de la actividad comercial: no importa que sea la actividad
principal de la empresa, puede ser una actividad accesoria. Implica un ejercicio cotidiano de
la actividad. Ver página 135 de Puga.
Es un hecho que estas organizaciones jurídicas de la empresa pueden dedicarse a un
giro comercial o a un giro no comercial, y eso lleva a diferenciar entre el concepto de sociedad
mercantil y sociedad comerciante. Es cierto que todas estas sociedades son siempre

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mercantiles, por disposición del legislador. Ellas mismas se regulan por la ley comercial,
pero el hecho que sea la sociedad mercantil no implica que además sea comerciante, porque
una sociedad, aun cuando sea organizada como mercantil, puede dedicarse a la actividad no
mercantil. El carácter mercantil de la sociedad no necesariamente mercantiliza la actividad
que desarrolla. En el caso de una sociedad mercantil que tenga un giro civil, la ley mercantil
regirá en cuanto al elemento orgánico de la sociedad, pero los actos que ella realiza serán
normados por la ley civil.
La habitualidad nos reconduce al concepto de profesionalismo.
Dicho todo esto, podemos concluir que se justifica por lo tanto, la relectura que ofrece
el profesor Puga del artículo 3° del Código de Comercio. Esto se justifica desde la perspectiva
que es la actividad la que mercantiliza al acto y no viceversa. Se concluye que no rige la
regulación mercantil para el acto de comercio que ejecuta un no comerciante, así como
tampoco rige para los actos civiles que desarrolle el comerciante.
La teoría clásica enseñaba que los contratos exclusivamente mercantiles son los
contratos por forma. La teoría crítica, en cambio, enseña que por contratos exclusivamente
comerciales deben entenderse aquellos que están reglamentados específicamente en la ley
comercial (ejemplo, la compraventa mercantil no tiene diferencias sustanciales con la
compraventa civil; el contrato de transportes sólo está reglamentado en la ley comercial).
El artículo 1°, que en consonancia con los artículos 7 y 8 van a definir el ámbito de
aplicación comercial, difiere según se interprete en virtud de la teoría clásica o en virtud de
la teoría crítica.
Como consecuencia, bajo la óptica de la teoría crítica desaparece la teoría clásica de
lo accesorio. La tesis clásica enseñaba que la teoría de lo accesorio decía relación con la
mercantilización de actos jurídicamente civiles por el hecho de complementar actos jurídicos
mercantiles; esto se veía en el inciso 2° del número 1 del artículo 3°. Esta tesis queda en
entredicho, pues para la teoría crítica lo que interesa es la actividad, no un acto jurídico
determinado. Para la teoría crítica manda la naturaleza de la actividad, y esto hace entrar en
crisis a la teoría clásica de lo accesorio, pues nos decía que la naturaleza jurídica de un acto
accede a la principal.
Paralelo entre el agricultor y la agroindustria: la venta de productos que hace el
agricultor es civil, pero la que hace la agroindustria es comercial; el acto jurídico es igual,
pero accede al giro, a la naturaleza material. Debido a esto, la teoría de lo accesorio ya no
tendría sustento.
La que sí subsiste es la teoría del acto mixto o de doble carácter. Subsiste por los
reparos que puede tener en relación a la teoría crítica. Artículo 3° inciso 1°. Artículo 8.
La tesis clásica se sustentaba en los principios de tipicidad, es decir, que no hay más
actos de comercios que aquellos enumerados expresamente por la ley.

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En cuanto a la tipicidad o legalidad, el hecho que los actos de comercios sean típicos
o el hecho que rija un principio de legalidad, no implica que las partes, en el ejercicio de la
libertad contractual, puedan invocar para sí la aplicación de la ley comercial que para el caso
concreto en principio no debería ser aplicada. En este caso no se crea un acto de comercio
nuevo, sino que se pone al amparo de la ley comercial la relación patrimonial privada.
Sí es cierto que la tipicidad o legalidad es consecuencia de la intervención estatal
dentro del ejercicio de la actividad comercial, concretamente por la intervención legislativa.
Es la definición legal, por lo tanto, la que amplía o restringe el ámbito típico de los negocios
comerciales. Entre nosotros, esto queda particularmente claro porque la posibilidad de
integrar analógicamente se eliminó del proyecto del Código de Comercio, lo que demostraría,
por tanto, que no hay más actos que los que enumera el Código de Comercio; además, el
mensaje de dicho Código contiene pasajes en que se señala que se recurre a la enumeración
con la finalidad de poner término a la interpretación de si una actividad determinada era o no
comercial.
La ampliación del espectro de la teoría de la tipicidad del acto de comercio alcanza
también para otras industrias que no estaban incluidas (suministro eléctrico, servicios
informáticos, transporte aéreo, etc.).
Estudio pormenorizado de los actos de comercio.
Puga divide los actos de comercio en aquellos actos que pueden ser desarrollados a
título individual y aquellos que requieren necesariamente ser desarrollados a título
empresarial y los actos del comercio marítimo.
El primer acto de comercio que encontramos es la compraventa mercantil.
Compraventa mercantil, número 1 del artículo 3°.
La particularidad del Código chileno frente al francés es que el artículo 3° número 1
cubre tanto la compra como la venta (en el francés es sólo la compra). Como estamos
siguiendo la tesis crítica del acto de comercio, debemos entender que cuando se habla de
compra y permuta de cosas muebles no se está refiriendo a la compraventa jurídicamente
definida como tal, sino que a la adquisición y transferencia a cualquier título. Entonces,
cuando el legislador habla de compra, permuta y arriendo, lo estaría haciendo a título
ejemplar, porque existen distintos medios para adquirirlos, por ejemplo, el usufructo (se
pueden enajenar los frutos de la cosa fructuaria), el aporte de sociedades. El concepto de
compra, entonces, es necesario entenderlo de manera amplia, como adquisición, y no
estrictamente como contrato de compraventa (sin perjuicio que existe una regulación especial
del contrato de compraventa mercantil). Si esta actividad se desarrolla como empresa,
estamos en el caso del numeral 5. El desarrollo de esta actividad, como hemos visto, debe ser
desarrollado de manera profesional y habitual (inciso 2° del numeral 1: la compraventa debe
ejercerse de manera habitual y profesional).

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Objeto material de la compra y la venta mercantil, en cuanto a que el objeto material
sobre el cual recae la compra y venta mercantil deben ser bienes muebles, pero no solo
muebles, sino además corporales, aunque no lo diga el inciso 1°.
15 de abril.
Para profundizar, ver Baeza, de la página 249 a la 323.
Tres grandes grupos señalados en el numeral 3 del artículo 3° del Código de
Comercio:
1. Compraventa mercantil;
2. Actos de empresa;
3. Actos mercantiles formales, que viene a responder a aquellos actos que a partir de la
teoría crítica del acto de comercio, estarían comprendidos en la parte final del artículo
1° del Código de Comercio. Por actos exclusivamente mercantiles debemos entender
a aquellos actos que se encuentren regulados sólo en el estatuto comercia (ya sabemos
que hay compraventa civil y compraventa comercial; sociedades civiles y sociedades
mercantiles).
En el Código francés lo mercantil era sólo la compra y no la venta. La compraventa
mercantil engloba actos que van más allá del contrato de compraventa, de manera que otros
actos que jurídicamente pueden no corresponder estrictamente a la compraventa, pueden sí
entenderse como una compra para los efectos del numeral 1° del artículo 3 del Código.
Entendemos que la actividad debe ser desarrollada de manera profesional (desarrollo de una
industria de intermediación comercial, y no la simple repetición material de actos).
Desde luego, el numeral 1 exige un requisito interno de difícil prueba para establecer de
si efectivamente hubo un ánimo subyacente. Este elemento interno recae sobre la parte que
quiera probar la mercantilidad del acto. A partir de la teoría crítica se señala que no parece
posible exigir la prueba de un elemento extra-jurídico; lo que se debe hacer es contextualizar
el acto, de manera que el contexto de la actividad desarrollada será la que revele si existía
intención de vender, arrendar o permutar. Esto nos lleva a que es posible sostener que la
simpe reiteración de actos no involucra, necesariamente, la habitualidad: se requiere el
ejercicio profesional.
Si un arrendamiento que puede ser eventualmente esporádico se logra contextualizar en
el ámbito profesional con ánimo que señala el numeral 1, entonces podríamos hablar de un
acto de comercio.
Al hablar de actividad, no se exige necesariamente un contrato, por lo que la
contextualización dentro del giro profesional (habitualidad) es fundamental. I se inserta en el
ejercicio profesional (que puede ser revelado por elementos externos), podemos entender que
el acto fue hecho con el ánimo de vender, arrendar o permutar.
Lo anterior puede involucrar que muchos actos repetidos pueden no involucrar una
habitualidad, pues puede que no exista una profesionalidad, no revelando, entonces, el ánimo

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de vender, arrendar o permutar. Puede que haya una compra que sea aislada, que no presente
una repetición material en el tiempo, pero que sin embargo se inserte en el ejercicio
profesional de la actividad comercial, compartiéndose entonces el ánimo mercantil.
Cuando hablamos de habitualidad no debemos atender a la mera repetición, sino más bien
a la naturaleza, frecuencia y cantidad.
Hablábamos del objeto material de la compra venta mercantil, y parece que no hay duda
de que se tiene que tratar de cosas muebles. Los bienes raíces se han encontrado fuera del
derecho comercial, como decíamos, sólo por razones históricas. En algunos ordenamientos,
ciertos ámbitos de la industria inmobiliaria se enmarcan en el estatuto comercial.
Parece que no existiría mayor discusión en que pueden ser muebles por naturaleza y
muebles por anticipación. Sí existe una discusión en torno a los bienes muebles corporales,
al preguntarse si el numeral 1 se refiere sólo a muebles corporales, pues no distingue; por una
parte, los bienes muebles incorporales son las acciones y derechos; la cesión de acciones y
derechos, cuando están representadas por títulos, están tratados aparte, y cuando no está
tratada por párrafos apartes, son títulos civiles.
Encontramos también a la corporalidad del bien mueble que debe cederse en la
compraventa mercantil en virtud de los artículos 574 y 567 del Código Civil.
Compra mercantil.
La finalidad de la compra mercantil es la circulación de bien adquirido, sea de la misma
forma o en otra. Es indiferente que esta finalidad llegue a concretarse o no. Qué pasa con las
cosas que se compran para el consumo de la empresa, sin intención de vender, arrendar y
permutar y luego se venden: no es una operación comercial (según la teoría crítica). Si se
compró en el contexto de una actividad que no era vender, arrendar o permutar y luego se
hace, eso no transforma la operación en comercial.
Otro requisito de la compra comercial dice relación con el fin lucrativo de la operación.
Para Puga, este fin lucrativo viene revelado ya por el hecho de acreditarse de que se trató de
una actividad de intermediación, lo cual es suficiente para determinar una finalidad de lucro
en la operación. Baeza, en cambio, sostiene que no: parece que no sería posible requerir el
elemento lucro, pues sería necesario esperar hasta el fin de la operación para ver si hubo
ganancia. Sin embargo, se le critica a Baeza que confunde finalidad con ganancia. De todas
maneras, Baeza insiste que recaerá dentro de los elementos internos del que intente acreditar
la mercantilidad del acto. El profesor Peña comulga con la opinión de Puga, pues si el
contexto es una empresa comercial, parece innegable que el fin lucrativo es parte integrante;
exigir el fin lucrativo, pero rebajar el elemento de prueba.
La venta comercial.
La venta comercial no necesariamente es una compraventa, sino que es una transferencia.
La venta no estaba en el Código francés. En Chile es introducida por Ocampo. Se requiere
un encadenamiento material de actos para ser calificada de comercial, es decir, esta venta

18
debe haber sido precedida por una compra o permuta comercial. Este requisito termina por
descartar la posibilidad de incorporar la industria extractiva al ámbito comercial, pues en esta
industria la venta es precedida por la producción (como en la agricultura). Se plantea la
problemática de la agroindustria; en ésta hay venta de productos manufacturados, por lo que
no es industria estrictamente extractiva. Si la agroindustria trabaja sólo con su materia prima
o si trabaja con materia prima adquirida, lo que nos permitirá decir si se trata de una industria
comercial o civil. Ejemplo: si el molinero produce harina con su propio trigo, será una
industria civil; si, por el contrario, compra el trigo, será comercial.
Nota: la industria pesquera y acuícola es civil.
Si hay manufactura de por medio (proceso de transformación), el acto será de todas
maneras comercial, de manera que, según Puga, se trata de un requisito por omisión.
Se ha plantado sobre qué ocurre en torno a la permuta; cuál es el motivo que el numeral
1 haya repetido tres veces el término permuta. Se ha interpretado que en el caso de la permuta
no se exigiría la intencionalidad; es una interpretación bien extrema, porque si nos fijamos,
el numeral 1 habla de las mismas cosas: ¿cuáles cosas? Las cosas muebles corporales.
Arrendamiento comercial.
El arrendamiento comercial lo encontramos en la parte primera, inciso 1° del numeral 1
y en el numeral 3 del artículo 3 del Código de Comercio. El número 3 pone un caso original,
que no venía en el Código francés, que es el arriendo para arrendar (subarrendar).
Recordemos que debemos darle a esta expresión del numeral 3 dentro del contexto mercantil.
No cabe duda que ese arriendo es comercial; es comercial, por lo tanto, el arrendamiento que
proviene de la compra comercial y la permuta comercial. Sobre aquel que arrienda para
subarrendar (numeral 3) surge el elemento de la intencionalidad; se debe echar mano a la
explicación del complemento a la industria comercial principal y determinar la medida en
que ese contrato de arriendo forme parte de un giro comercial principal.
¿Qué pasa con el subarriendo? La posición mayoritaria se inclina por la doctrina objetiva
o clásica. En este sentido, según la teoría clásica, la operación entre quien arrienda a otro para
que este último arriende, es comercial, mientras que el acto mismo de subarrendamiento es
civil: teoría del acto mixto. Además, para la teoría objetiva sólo son actos de comercios los
señalados por la ley, y para que el subarriendo fuera comercial, debería haber estado en el
numeral 1, señalando algo como y el subarriendo de estas mismas cosas. Un crítico diría que
forma parte de la industria principal, por lo que el subarriendo en sí es comercial.
De la compra de establecimiento de comercio, número 2 del artículo 3°.
También es llamado fondo de comercio. Es tratado por el numeral 2 del artículo 3 del
Código de Comercio. Como nosotros concebimos los actos de comercios adscritos a una
actividad de la cual surgen actos jurídicos, al hablar de compra de establecimiento de
comercio hablamos de una compra que incluye una serie de contratos, cada uno de los cuales
sigue su régimen jurídico separado, si bien tienen una destinación única (compra de
establecimiento de comercio). Enseña la dogmática que dentro del conjunto de negocios

19
jurídicos que pueden quedar comprendidos en la compra del establecimiento, puede incluso
haber negocios jurídicos gratuitos. Lo anterior trae dos consecuencias:
a. Cada uno de los bienes, derechos, especies incluidos en la universalidad siguen
su régimen jurídico de transferencia (según sea inmueble, mueble, cesión de
derechos, etc.).
b. El establecimiento de comercio se puede enajenar por parcialidades, y cada
parcialidad tendrá el carácter de acto de comercio.
El establecimiento de comercio no está definido por la ley, es un concepto jurídico
indeterminado.
Se vincula con el concepto de empresa, pero existe entre el establecimiento y la
empresa una vinculación género-especie, en donde la especie es la empresa. El artículo 237
nos da a entender de manera implícita la diferencia entre establecimiento de comercio y la
empresa. Puga sostiene que el establecimiento de comercio conforma una unidad de hecho,
vinculada a partir de un fin determinado (la destinación económica). Baeza, en cambio,
sostiene que el establecimiento de comercio es una universalidad de derecho, y que la
organización al interior del establecimiento es lo que la trasforma en tal. Puga, al hablar que
es una universalidad de hecho, está concorde a la teoría crítica del acto de comercio
(actividades y no un acto jurídico en particular).
No se exigiría intencionalidad, porque el sólo hecho de esta compra revela la
intención de desarrollar el giro. Puede darse que un comerciante compre un establecimiento
con el solo fin de cerrarlo, sin embargo, el cierre también obedece al giro principal.
¿Qué pasa con la venta del establecimiento de comercio? Nuevamente la teoría clásica
enseñaría que se trataría de un acto civil, pues no está nominado. Baeza nos enseña que en
este caso habrá que estarse más a la teoría de lo accesorio, y analizar si esta venta se
contextualiza dentro de las operaciones de una actividad comercial. Por el mismo motivo,
Puga nos dice que la operación aislada tampoco sería comercial; si el comprador del
establecimiento de comercio es un agente del tipo civil y la compra no responde al desarrollo
de una operación de comercio, debe ser calificada como operación civil (aislada, esporádica).
Ejemplo: el agricultor que compra una lechería para destinarla al servicio de su
producción, en realidad ejercería un acto civil, a pesar de comprar un establecimiento de
comercio, por tratarse de un acto aislado: teoría de lo accesorio.
La comisión o mandato comercial, numeral 4 del artículo 3°.
La crítica que se hace a esta norma consiste en que de acuerdo a la ley el mandato
comercial es el género, mientras la comisión es la especie dentro de ese género (ver artículo
234). La respuesta que se da a esta crítica sostiene que en verdad el mandato comercial real
es la comisión, por cuanto las otras dos especies de que trata el artículo 234 no conforman
un acto de comercio, por una parte (son ejercicios de una actividad remunerada dependiente).
La comisión está definida en el artículo 235, encargar una o más operaciones mercantiles
individualmente determinada. El mandato, por sí solo, en verdad no es distinto al contrato

20
civil de mandato. ¿Cuándo es comercial el mandato? Cuando se refiere a empresas
comerciales. Entonces, ¿cuál es el acto de comercio? La comisión. La expresión que emplea
el numeral 4 es la comisión o el mandato comercial. Es más, desde esta interpretación es
posible sostener que en realidad lo que sobra en el número 4 es mandato comercial y no
comisión.
Lo anterior lleva a concluir que toda comisión es comercial, aunque en ella vayan
incluidos encargos civiles. Lo que importa es el encargo de actos comerciales
individualmente determinados y que ejecuta el mandante a nombre propio por cuenta ajena.
Se debe superar lo que enseña la doctrina clásica en cuanto a la supuesta confusión
género-especie que haría el legislador. El mandato es civil, y se mercantiliza en cuanto
existan encargos comerciales.
Actos mercantiles realizados por la empresa, numerales 5 a 9 y número 20.
Número 5.
En las fábricas, Puga trae la noción del diccionario de la RAE. Por manufactura, la
dogmática entiende que se requiere una producción en serie, lo que erradica la producción
artesanal. Por almacenes entendemos establecimientos destinados al expendio al por menor
de bienes de consumo, no del bodegaje (tratado éste de manera aparte). Lo mismo para la
noción de tiendas y bazares (expender al por menor artículos de insumo básico). Por fondas
y cafés, lo característico es los expendios de comida, transitorios o permanentes. Se excluye
la compra para prestar servicios, lo que es discutible; ¿qué pasa con los hoteles que compran
alimentos para luego venderlos? Para el profesor Peña, la hotelería es una actividad
comercial.
Sobre la expresión “otros establecimientos semejantes”: a partir de esta expresión la
teoría crítica extirpa la lectura taxativa del artículo 3 del Código.
Número 6.
Empresa de trasporte por tierra, ríos o canales; qué queda afuera: los mares y el
transporte aéreo. Lo que ocurre es que el transporte aéreo tiene código propio, el Código
Aeronáutico. Ahora, el Código Aeronáutico califica a la aviación de transporte remunerado
como aviación comercial y para el profesor Peña, a pesar que no diga este Código que se
aplican las nociones de comercio, de acuerdo a las normas de interpretación del Código Civil
es que el término comercial debe ser interpretado literalmente, o bien según la ciencia o arte
que le es propio. De todas maneras, es posible reforzar la conclusión con la disposición del
artículo 171; se tendría que interpretar que es una norma residual que establece que las reglas
del Código de Comercio se deben aplicar también, a falta norma especial, al transporte.
Nadie pone en duda, sin embargo, que no existan derechos del consumidor entre los
pasajeros del transporte aéreo, lo que nos daría a entender que la actividad de transporte aérea
está incluida dentro de la actividad de transporte que regula el Código de Comercio mientras

21
sea desarrollada por una empresa. De hecho, una definición de empresa proviene del artículo
166 del Código de Comercio, a razón de la actividad de transporte.
El transporte por ríos, canales, etc., obliga a distinguir entre el consignatario, el
porteador y el consignante.
Se requiere, entonces, organización de empresa, transporte por remuneración y, por
mandato legal, una conjunción de elementos materiales y el elemento trabajo. Rige acá la
teoría de lo accesorio.
Número 7.
Hablemos primero de las empresas de depósito de mercaderías. Esta empresa sí que
se dedica al giro de almacenaje o custodia de mercaderías. Se debe distinguir entre los
almacenes generales de depósito, también denominados warrants, regulados por la ley n°
18.690, y los almacenes particulares, el cual se dedica al giro de recibir mercadería de tercero
y celebrar un contrato de depósito en cuanto custodia esa mercadería, y lo que lo mercantiliza
es la organización empresarial.
¿Qué pasa con los almacenes generales de depósito, regulados en la ley n° 18.690?
Son empresas dedicadas al contrato de almacenaje. Qué distingue a los almacenes generales:
reciben mercadería del público y se encuentran autorizados para emitir certificados de
depósito o vales de prenda, facilitando la transferencia de la mercadería o su entrega en
prenda, de manera que los actos jurídicos que se realizan en relación con la mercadería
almacenada se lleva a cabo a través del endoso que emite el warrant. De esta manera, la
actividad del almacenista es siempre comercial y la del depositante dependerá.
El mismo numeral trata de las empresas de provisiones o suministro. La diferencia
entre una y otra es que la primera entrega bienes corporales muebles, mientras que en la de
suministro predomina el servicio de entrega de bienes inmateriales. En ambos predomina el
factor de ser desarrollado como empresa, es decir, no basta una entrega esporádica.
¿Qué ocurre con los servicios de suministro modernos, como energía o internet? Toda
la doctrina sostiene que son comerciales. Hay un fallo de principios del siglo XX que aplica
rigurosamente la teoría objetiva, calificando a la empresa telefónica como civil. Sin embargo,
recordemos que ahora debemos entender el acto de comercio como actividad comercial.
Ahora, debemos entender las agencias de negocios como asesoría de negocio.
Terminando con los martillos, debemos decir que esta actividad está reglamentada
por la ley n° 18.118, que en realidad habla de un registro en una nómina que lleva el
Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción, pasando luego al Ministerio de Justicia.
El martillero sólo no sería comercial, sino que es su organización empresarial la que
mercantiliza su actividad de venta en pública subasta.

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22 de abril.
Número 8.
Baeza nos dice que las medidas de policía se refieren a un tema de jurisdicción en
cuanto a que los asuntos que dijeren relación con espectáculos públicos no serían entendidos
por la justicia ordinaria. Aquí queda de manifiesto que la actividad mercantil requiere
organización empresarial y ánimo de lucro, lo que deja fuera a las personas que desarrollan
la actividad artística personalmente. En relación con el público que asiste, hay un buen
ejemplo del acto mixto: es un acto civil para quien asiste. Lo anterior tiene mucha
importancia para efectos de la aplicación de la ley de protección al consumidor.
En el texto de Puga viene la cuestión de qué ocurre con los espectáculos deportivos:
¿podrían estas empresas ser calificadas como comercial? Puga nos dice que no; sin embargo,
el profesor Peña nos señala que estas empresas al estar organizadas como tal y teniendo fines
de lucro, no habría obstáculo a calificar estas empresas como comerciales, por lo tanto,
respecto de quien asista al espectáculo deportivo aplicaremos la teoría del acto mixto y por
ende existirá una eventual aplicación del estatuto protector de los consumidores. Lo que
ocurre es que muchas veces la empresa que organiza el espectáculo es un club deportivo, y
no es una empresa, por lo que no queda claro el fin de lucro; tal vez hubo una diferencia
cuando por ley se obligó a que el fútbol profesional sea desarrollado por sociedades anónimas
deportivas.
Número 20. Último numeral relacionado con la actividad empresarial
Una primera gran distinción: se mercantiliza la actividad de la empresa como
constructora. Se debe dejar fuera a la empresa inmobiliaria, pues ésta se hace de bienes
inmuebles para comercializarlos. La doctrina está de acuerdo que aun antes de incorporarse
este numeral, resultaba posible entender que estas empresas constructoras se encuadraban en
el numeral 5 del artículo 3° (“otros establecimientos semejantes”), pues adquieren materia
prima para transformarla y venderla de forma distinta. Su incorporación formal al Código
responde, como ha sucedido siempre, a razones históricas: producto de una crisis económica
en los años ‘70s quebraron muchas empresas constructoras, y los delitos asociados a estas
quiebras tenían penas muy bajas. Esto llevó de la mano a incorporar a la actividad de la
construcción a la tributación del comercio, por lo que surgió el IVA a los inmuebles.
Este numeral es un buen ejemplo para entender dónde radica la crítica a la doctrina
tradicional, pues entendemos la empresa como actividad comercial y no un acto jurídico en
concreto.
Casos especiales de organización empresarial no tratados por el Código
Dentro del ámbito de la mercantilidad por empresa, tanto Puga como Baeza tratan
una serie de casos especiales. Uno de ellos ya lo hemos visto, el transporte aéreo. Puga
termina inclinándose por decir que no son empresas comercial, mientras Baeza sostiene lo
contrario. El profesor Peña está de acuerdo con Baeza, calificando a las empresas de
transporte aéreo como comerciales. Esto es una buena muestra de la no taxatividad del

23
artículo 3°. El Código Aeronáutico habla de “aviación comercial”; para Puga esto tiene razón
de ser en distinguir la aviación comercial de la aviación civil. Sin embargo, siguiendo los
principios interpretativos del Código Civil, debemos entender esto en el contexto de la
ciencia o arte que se desempeña.
La jurisprudencia es pacífica hoy en cuanto a que no cabe duda que se le concede a
las empresas del transporte aéreo el estatuto comercial.
Luego, tenemos el caso de las empresas editoriales. La editorial adquiere materia
prima para transformarla y venderla de forma distinta. Sin embargo, la editorial no sólo vende
la materialidad, sino también la intelectualidad. Dependiendo de la importancia que le demos
a la materialidad o bien intelectualidad, dependerá de la calificación de comercial o no
comercial.
En virtud de la ley del consumidor, éste puede dirigirse tanto al consumidor como al
fabricante El proveedor puede repetir en contra el fabricante, por lo de una u otra manera se
estará ligado al estatuto de protección. De esta forma, se inclina la balanza a favor de la
mercantilidad.
Como tercer caso, tenemos las empresas de seguridad. Se inclinaría por sostener la
no comercialidad de la actividad desarrollada. También existe norma especial en la ley del
consumidor, en cuanto a que los proveedores deben encargarse de surtir los servicios en
condiciones de calidad e higiene. No es tan claro, por tanto, que quede del todo excluida del
estatuto.
Es interesante lo que ocurre con los hoteles. Aparentemente la jurisprudencia se
habría inclinado por sostener la comercialidad. El profesor Peña nos dice que concurre un
elemento de intermediación que la hace comercial, aun cuando no se consuma.
Sobre la agroindustria, debemos decir que se atenderá al factor de si lo elaborado
proviene de la producción de la empresa (caso en el cual existe una industria extractiva no
comercial) o si lo compra de un tercero (actividad comercial).
La empresa pesquera, en la medida que se dedique exclusivamente a la pesca (extraer
peces para venderlos), debería ser una actividad civil. Esta es una excepción al adagio “el
mar mercantiliza los actos.”
La clínica y la educación. Lo normal es que en estos establecimientos se expendan
una enorme cantidad de cosas muebles corporales, lo que podría calificarlas de comerciales.
Existe una razón para sostener que no son comerciales: cuando la ley tributaria las trata, las
excluye de las empresas comerciales, sin embargo tener el mismo tratamiento tributario.
Operaciones mercantiles por forma
En la teoría crítica corresponden a aquellos contratos exclusivamente mercantiles.
Para la teoría clásica, son comercializados en razón de ciertas formalidades que establece el
legislador. En los actos mercantiles por forma no tiene cabida la teoría del acto mixto. Sí

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tendría cabida, en cambio, la aplicación del artículo 8° del Código de Comercio. Se trata de
un contrato exclusivamente mercantil (en términos de la parte final del artículo 1°).
La mera reiteración material de estos actos formales no hace comerciante a quien los
ejecuta, sin perjuicio de estar sujetado ese acto en particular al estatuto comercial.
Son asimilables estos actos porque tienen una finalidad de intermediación financiera,
siendo su característica.
Artículo 3° número 10: parece estar claro acá la mercantilidad por forma, al decir en
la norma “cualesquiera que sean su causa y objeto y las personas que en ella intervengan.”
La letra de cambio no tiene definición legal. Entre nosotros, es una orden escrita
dirigida nominativamente para que pague un tercero a la hora de éste una cantidad de dinero
determinada o determinable (profesor Peña). El pagaré tiene una misma definición, la
diferencia es que sólo hay dos personas: emisor y deudor. El cheque tiene su definición en el
DFL 707, en su artículo 10 inciso 1°.
En general, los títulos o valores a que hace referencia el artículo 3° número 10 del
Código del ramo dice relación con las actividades desarrolladas por los cambistas de dinero,
que tenía relación a su vez con la remesa de fondos de una plaza a otra. Se mantuvo la idea
de documentos a la orden porque éste siempre fue pagadero a la persona que se designe, al
menos en su naturaleza. Desde que surge el derecho mercantil este tipo de instrumentos
estuvo siempre considerado.
Desde la perspectiva de la teoría crítica se presenta el punto sobre que no existe una
actividad de emisión de letras de cambio, pagarés y cheques, y pareciera ser el caso que la
norma mercantiliza la operación de utilización del documento. Por esto es que parte el
numeral 10 sobre la operación de letra de cambio, pagarés y cheques, pues no existiría
actividad con respecto a éstos. Es por esto que podemos sostener que la mera repetición de
estos actos no mercantiliza al emisor, sin perjuicio que se puede adscribir a una actividad
comercial.
Número 11: Las operaciones de banco, las de cambio y corretaje.
Operaciones de banco.
El banco es quizá el comerciante por naturaleza. Desde el origen del derecho
comercial es así considerado; su actividad es la intermediación de dinero. Lo que ocurre, sin
embargo, es que existe en la industria bancaria un compromiso importante del crédito
público.
El banco capta recursos del público en ahorro y lo presta a una tasa determinada, de
manera tal que el dinero que presta el banco no es dinero del banco. Se produce acá el efecto
multiplicador de la actividad bancaria. Parece evidente que en esta actividad está
comprometida la fe pública, y al estar comprometida de manera tan importante, el legislador
entendió que esta industria debe ser fuertemente regulada por el Poder Público. Producto de
esto se introduce la ley de bancos, contendida aquélla en el DFL n° 3.

25
Los bancos están definidos en el artículo 40 de la Ley General de Bancos. Como
ocurre que está comprometida la fe pública, la actividad está estrictamente regulada, porque
el Estado no puede garantizar el total de las captaciones del banco. El artículo 144 de la LGB
nos señala la Garantía del Estado: 90% del monto de la obligación con un tope de 120 UF,
y sólo para personas naturales.
La industria bancaria, a pesar de tratarse una industria privada, el legislador define
cuáles son las actividades que puede desarrollar en el artículo 69 de la LGB. Un ejemplo del
servicio de intermediación financiero que presta el banco es la operación que enumera el
número 7° de este artículo: la emisión de créditos amparados por una garantía hipotecaria.
Cuando el banco efectúa un préstamo con garantía hipotecaria no opera con sus propios
fondos, sino que emite letras hipotecarias; yo voy al banco, pido una cantidad de dinero, y el
banco por esta cantidad de dinero emite una letra que se vende en el mercado de valores (en
bolsa) y en virtud de este instrumento el banco se obliga a pagar en un plazo la misma
cantidad de dinero pero en cuotas que van ganando un interés; quien compra esta letra puede
comprarlo por sobre el valor o por bajo el valor y el banco pagará lo que se pague por la letra
en el mercado de valores.
Corretaje
Los corredores de bienes raíces, ¿ejercen una actividad comercial? Si y sólo si se
dedicaran a la intermediación como empresa.
29 de abril.
Costumbre comercial
Lo que nos interesa, en cuanto a fuentes del derecho comercial, es la costumbre
comercial y los instrumentos del comercio internacional.
En nuestra enumeración de los actos de comercio habíamos hablado de los actos de
comercio por actividad y por empresa; señalamos unos actos d comercio que son
formalmente comerciales, los cuales sólo tienen regulación en el ámbito del derecho
comercial.
A pesar que el derecho comercial privilegie la libertad contractual de las partes, en
esta materia específica, recibe una fuerte regulación pública, contenida esencialmente en la
Ley General de Bancos.
Existe una fe pública, una credibilidad, en el sistema financiero que el legislador se
encarga que no se vea defraudada. El derecho comercial se caracteriza porque lo más
importante es la autonomía de la libertad, lo que lo hace calificarse como un derecho de
contratos. Pero existen ciertas áreas en que se encuentra el fenómeno de una enérgica y
profunda intervención del aparato público. Por esto, por ejemplo, en materia de bancos, el
banco sólo puede efectuar las operaciones que enumera la ley, y aun dentro de estas
enumeraciones, las debe efectuar con la formalidad que enuncia la ley. Por ejemplo, el banco
no puede tener menos de cierta cantidad de dinero en caja (encaje).

26
Operaciones de cambio y corretaje.
Las operaciones de cambio deben ser vinculadas con la norma del artículo 620 del
Código de Comercio. Históricamente el contrato de cambio iba estrechamente aparejado con
la letra. Hoy en día esto ha perdido actualidad, y lo único que mantiene cierta relevancia son
las operaciones de cambio internacionales de moneda. Esto explica que las casas de cambio
tengan el carácter de comerciales.
El contrato de cambio está regulado por la ley n° 18.840 (Ley General de Bancos). El
artículo 39 de esta ley establece que “toda persona podrá efectuar libremente operaciones
de cambio internacional”. Hoy el Estado ni siquiera interviene para fijar el tipo de cambio,
entregando sólo tipos de cambios referenciales. El Banco Central maneja una tasa flotante,
dependiendo de la oferta y demanda de moneda.
El contrato de cambio antes era concebido como la venta de moneda de una plaza a
otra, y con la definición del artículo 39 ya no se requiere este elemento traslaticio.
La divisa internacional por excelencia es el oro. El patrón oro era antes seguido por
toda la economía. Esto hace entender que al hacer alguien una operación con oro, realiza una
operación de cambio.
Se entiende que la especie de oro que se transfiere son aquellas que tienen poder
liberatorio.
6 de mayo.
Obligaciones del comerciante
Para este tema, profundizar en Baeza.
Fundamentalmente las obligaciones del comerciante de las que trata el Código se
agrupan en tres:
a) Obligación de inscribir ciertos documentos;
b) Obligación de efectuar ciertas publicaciones;
c) Obligación de llevar contabilidad.
a.- Obligación de inscribir ciertos documentos. En términos generales, responde
fundamentalmente a un requisito de publicidad bien explicable y lo hemos analizado
anteriormente: el alto compromiso dcl crédito público que involucra la actividad comercial.
El giro comercial (algunos más que otro) comprometen la inversión y el crédito público, de
manera que el legislador, tomando en cuenta este elemento y respetando sin embargo la
amplia autonomía de la voluntad, resguarda en forma especial la publicidad de ciertos actos
de quienes desarrollan una actividad comercial. A esto último responde la primera de las
obligaciones de inscribir en un registro público (Registro de Comercio) cierta
documentación.
Encontramos esta obligación en el artículo 22 del Código de Comercio. El numeral
1° trata de ciertos actos que dicen relación con la sociedad conyugal y con las indivisiones

27
(comunidades). Lo cierto es que, salvo algunos casos que veremos luego, la sanción por la
falta de inscripción no afecta la validez del acto, pero al ser una medida de publicidad sí se
puede invocar a su respecto una inoponibilidad. Cuando hablamos de separación de bienes,
lo cierto es que ésta debe ser inscrita de todas maneras en el Registro Civil (esto excede a la
legislación comercial; esta sí afecta la validez del acto).
Existe otra consecuencia de más importancia que la publicidad, que dice relación con
la Ley de Quiebras. En general, la quiebra es un proceso de ejecución colectiva que responde
a la insolvencia del negocio, produciéndose la exigibilidad anticipada de los créditos a fin
que se respecte la par conditio creditorum. La quiebra, como declaración judicial de la
insolvencia, puede ser fortuita, culpable o fraudulenta. Esta clasificación tiene importancia
no solo por la eventualidad que se persiga penalmente la responsabilidad de la quiebra, sino
además porque si es fortuita, culpable o fraudulenta, el periodo sospechoso va a ser más
amplio; el legislador presume que los negocios realizados por el fallido lo fueron en abuso o
en fraude de sus acreedores, facilitando las vías para invalidar estos negocios. Naturalmente
este periodo sospechoso variará si la quiebra es fortuita, culpable o fraudulenta. La falta de
inscripción de los documentos a que está obligado el comerciante cambia la quiebra de
fortuita a culpable. De esta manera, esta inscripción no solo tiene relevancia como publicidad,
sino para efectos de calificar la quiebra.
Lo mismo cabe decir en relación con los numerales 2° y 3° del artículo 22 del Código
de Comercio. Estos numerales dicen relación con la afectación de ciertos patrimonios. No
solo tiene relevancia por la inoponibilidad, sino también por la Ley de Quiebra.
Más aplicación práctica tiene el numeral 4°: esta norma hay que complementarla con
la Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada, con la Ley de Sociedades Anónimas, con
la Ley de EIRL y con las normas que se introdujeron al propio Código de Comercio en
relación a la sociedad por acciones (SPA).
Podemos decir que a diferencia de los numerales anteriores, la omisión de la
inscripción de los extractos sociales sí acarrea la invalidación del acto. Esto de la invalidación
hay que tomarlo con cuidado: la ley ha ido atenuando esta sanción; el Código atenuó estos
efectos en el artículo 24, con el objeto de proteger a terceros: los actos celebrados por los
socios o mandatarios producirán plenos efectos respecto de terceros. Sin duda, la
modificación más importante que se produce se produce con la dictación de la ley n° 19.499,
que establece el mecanismo de saneamiento de vicios en la constitución o modificación de
las sociedades. Lo que interesa acá es constatar que la institución del saneamiento que
establece la mencionada ley tiene incluso efecto retroactivo, de manera que estamos frente a
un saneamiento propiamente dicho, porque en verdad desaparece por completo el vicio y sus
efectos. El saneamiento retrotrae los efectos del acto a la fecha de constitución de la sociedad
o a la fecha de modificación de ésta. Esta norma de la ley n°19.499 atenúa el efecto del
numeral 4° del artículo 22 del Código. Debemos entender que el numeral 4° pasa a quedar, a
lo menos parcialmente, derogado, en virtud de la Ley de Simplificación de Constitución y
Modificación de Sociedades (n°20.659), la cual crea el Registro de Empresa de Menor
Tamaño, regido por el Ministerio de Economía, y que termina por consagrar la constitución

28
electrónica de sociedades, desapareciendo la obligación de inscribir los extractos de
constitución y modificación de sociedades. Hablamos de una derogación parcial porque de
todas maneras perdura la inscripción tradicional, tanto para las sociedades de mayor tamaño,
tanto para las sociedades que voluntariamente deseen permanecer en el sistema tradicional.
Si se quieren inscribir aportes constituidos por bienes raíces, no se puede hacer sino por el
sistema tradicional, porque no existe entre nosotros la inscripción electrónica conservatoria.
Sobre el numeral 5° del artículo 22, inscripción de los mandatos o poderes. El
mandatario comercial firma muchos documentos todos los días. En caso de omisión, rige la
misma sanción del artículo 24 del Código. El plazo para inscribir es de 15 días para los
restantes documentos (los que no dicen relación con la constitución o modificación de la
sociedad). Una inscripción tardía generará como sanción la inoponibilidad, no la
invalidación.
b.- Obligación de publicidad de ciertos documentos. Artículo 339 y 344 del Código
de Comercio. También existe obligación de publicar en la Ley de Sociedades Anónimas,
como la convocatoria de junta de accionistas, la oferta pública de acciones, etc.
c.- Obligación de llevar contabilidad. Esta obligación está establecida en el propio
Código. Se debe contemplar con los arts. 16 a 20 del Código Tributario y con el artículo 68
del DL 68 (Ley de la Renta). La contabilidad la entendemos como la técnica destinada a
desarrollar la expresión cuantificada de fenómenos económicos. Los fenómenos económicos
se expresan de manera cuantificada. Ver definición de Baeza (p. 386).
Lo cierto es que la contabilidad se rige por algunos principios y normas que sin ser
principios o normas jurídicas, sí tienen fuerza obligatoria; son normas técnicas. En Chile los
Principios Contables de General Aceptación están recogido en el boletín técnico n.1 del
Colegio de Contadores. Estos principios tienen alguna antigüedad. Hoy en día esto está
cambiando rápidamente, como las Nuevas Normas de Información Financiera, o también
conocidas con las siglas IFRS (International Financial Reports Standar).
Para lo que nos interesa, los principios básicos de la contabilidad son dieciocho
(Revisar Manual de Contabilidad para Abogados).
¿Por qué es relevante estudiar estos principios? Si bien es cierto que existe libertad
para llevar la contabilidad, existen normas legales que ordenan que los sistemas contables
deben ajustarse a mecanismos técnicos que expresen claramente el resultado de los negocios,
pues la contabilidad tiene por objetivo entregar los resultados de la empresa no solo al dueño,
sino también a los terceros (como el Fisco, lo que hace que haya normas en el Código
Tributario). Artículo 16 del Código Tributario: prácticas contables adecuadas que reflejen
adecuadamente el resultado de los negocios.
Existen algunos principios que son comunes a toda contabilidad:
c.1. Principio de la equidad: es el que manda que la información contable debe
reconocer tanto el origen como el destino de los bienes económicos de la empresa. Debe
reconocer, por lo tanto, los pasivos y los activos, porque se entiende que todo lo que tiene la

29
empresa se lo debe a alguien, y todo lo que debe la empresa ésta lo tiene. La contabilidad
tiene que reflejar el movimiento a satisfacción de sus deudores y acreedores.
c.2. Principio de la entidad contable: en virtud de éste, cada unidad económica se
mira de manera autónoma, como unidad contable, independiente para los efectos de reportar
sus resultados. Por esto es que es factible concebir que una persona natural pueda ser a su
vez un empresario individual de comercio, porque la entidad contable es ésta, no la persona
natural.
c.3. Principio de la empresa en marcha: en virtud de este principio se entiende que
los estados financieros de la empresa se presentan durante el desarrollo del negocio, es decir,
los estados financieros no van destinados a reflejar el cierre del negocio ni el nacimiento del
mismo; haciendo una metáfora, es una “foto” que se le toma a la empresa. No es lo mismo
un bien destinado a la explotación de la empresa en desarrollo que un bien de una empresa
que se está liquidando.
c.4. Principio de los bienes económicos: la contabilidad refleja fenómenos de
relevancia económica. Durante la vida de la empresa pueden ocurrir fenómenos que no
tengan relevancia económica (ejemplo, fenómenos jurídicos, como cuando hay cambio de
mano de la empresa, ya que no implica un cambio en el estado financiero).
c.5. Principio de la moneda de la cual se lleva la contabilidad: en Chile tiene
consagración legal. La contabilidad debe llevarse en moneda nacional, a menos que los
resultados del negocio se obtengan de otra moneda o se tenga permiso del SII para llevar la
contabilidad en moneda extranjera. Lo que importa realmente es que la contabilidad se lleve
en una sola moneda, lo que parece bastante lógico.
c.6. Principios de la temporalidad o periodicidad de la contabilidad: en Chile el
periodo de tiempo es aquel que media entre el 1° de enero y el 31 de diciembre.
c.7. Principio del devengado: la empresa debe registrar no solamente el resultado de
los negocios ya ejecutados, sino también debe reflejar el resultado de aquellos negocios sobre
los cuales haya devengado un derecho, aun cuando no se haya materializado ese resultado.
Si tenemos un depósito a plazo que devenga un interés x, mes a mes iré devengando. El
resultado devengado permite hacer importantes estimaciones económicas.
c.8. Principio del realizado: manda a que la contabilidad refleje el resultado del
negocio una vez concretado éste, vale decir, refleja el resultado del negocio una vez que se
concreta el efecto económico en la empresa. En el mismo ejemplo anterior, este resultado se
concretará cuando venza el depósito. Los impuestos empresariales se basan sobre bases
devengadas y los impuestos personales sobre bases realizadas.
c.9. Principio del costo histórico: manda que los bienes deben registrarse al valor de
su adquisición; el valor que se corrige en el tiempo, por tanto, es el valor de adquisición. Este
valor es el que se deprecia. Ejemplo, una inversión que se deprecia muy rápido es la
adquisición de equipos computacionales.

30
c.10. Principio de la objetividad: el cambio que representa un fenómeno financiero
tiene que reportarse tan pronto se produzca.
c.11. Principios del criterio prudencial: la contabilidad obliga a hacer estimaciones
de negocios, de resultados económicos. El criterio prudencial manda a que el resultado del
negocio siempre va a ser el más conservador, el más módico, porque es el que más se ajusta
a la estimación que se hace del negocio completo.
c.12. Criterio de la importancia o significancia: no todos los fenómenos económicos
naturalmente se registran; se registran aquellos que puedan implicar una alteración en el
resultado final del negocio.
c.13. Principio de la uniformidad: se entiende que el sistema contable debe tener una
misma práctica técnica durante el ejercicio. Uniformidad de técnica.
c.14. Principio del fondo sobre la forma: el fenómeno económico es expresado de
acuerdo a la trascendencia que tenga para la empresa más allá del mecanismo utilizado para
alcanzarlo. La contabilidad expresa el resultado, no el medio ejecutado para llevar a cabo el
negocio. A la contabilidad no le interesa la contabilidad que si depósito a plazo se realizó en
determinado banco, sino que le interesa que fue tomado con un determinado interés.
c.15. Principio de la partida doble: también se le denomina principio de la actualidad
económica. Manda a que la contabilidad tiene que expresar de dónde proviene el recurso y
cuál es su destino.
c.16. Principio de relación fundamental de los estados financieros: los estados
financieros de la empresa se conforman por un estado financiero y estado de resultados, que
se complementan entre sí.
c.17. Principio del objetivo fundamental de la información financiera: el objetivo
general consiste en entregar la información a los propios dueños de la empresa y, luego,
exhibir a terceros los resultados de la empresa y el estado financiera de la misma.
c.18. Principio de la autosuficiencia del estado financiero: se entiende que los estados
financieros son autosuficientes; contienen en sí toda la información, no necesitando recurrir
a otras fuentes de información, pues las recoge. Si existen dentro del ejercicio variaciones
fundamentales a los estados financieros, se agregan notas.
En Chile se sigue el principio de partida doble que responde al criterio que el capital
de la empresa es igual a activos menos pasivos.
Entre nosotros los libros de contabilidad que debe llevar un comerciante están
especificados en el artículo 25 del Código de Comercio. En principio, se entiende que hay
que distinguir entre comerciantes al por mayor y comerciantes al por menor; esta distinción,
para el profesor Peña, carece de relevancia hoy. Esta distinción está contenida en el artículo
30 del Código. Hoy es difícil hacer esta distinción, debido a la existencia del comercio
electrónico.

31
Lo importante es que la obligación contable se encuentra un poco más relajada
dependiendo del volumen de los negocios.
En su estructura originaria el Código exhibía cuatro libros obligatorios: libros
obligatorios (libros principales –artículo 22: diario, mayor, inventario, balances, copiador de
cartas- y libros accesorios o secundarios –también son obligatorios: libro de IVA, libro de
remuneraciones, libro de impuestos específicos-) y libros facultativos.
Hoy en día la práctica ha refundido los libros diario y mayor en un libro mayor: diario
mayor caja.
Los libros se llevan de la manera que manda el artículo 27.
Las normas de la manera en que debe llevarse la contabilidad se deben complementar
con el artículo 17 del Código Tributario. La manera de que habla este artículo, se deben
vincular con el artículo 31 del Código Tributario. La forma de corregir la contabilidad la
encontramos en el artículo 32.
La norma técnica para llevar los libros de llevar la contabilidad responde a la potestad
reglamentaria del SII. Hay algunas diferencias en lo que dice relación con la conservación de
los libros; ¿por cuánto tiempo deben conservarse los libros contables? Nos responde el
artículo 44 del Código de Comercio: mientras sea comerciante, debe conservar los libros.
Esta norma está modificada por el artículo 59 del Código Tributario. La diferencia entre la
norma tributaria es que ésta obliga a mantener los libros mientras estén vigente los plazos de
fiscalización. Sin embargo, la norma tributaria rige para efectos tributarios, por lo que
deberíamos entender que para efectos comerciales los libros deberían mantenerse siempre.
Si los libros no se llevan en la forma indicada hay una sanción indicada en los
artículos 33 y 34 del Código de Comercio. La sanción dice fundamentalmente con el valor
probatorio de los libros. Existe también una sanción punitiva por la no llevaduría de libros o
la llevaduría con vicios (artículo 97 n. 7 del Código Tributario). Sobre la pérdida o la
inutilización fortuita de libros contables, ver artículo 97 n.17 del Código Tributario.
Debemos retener que las sanciones por llevar los libros de manera erra o no llevar
libros o extraviar los mismos se distinguen de si permanecen en el ámbito comercial (en cuyo
caso serán sanciones de derecho privado, fundamentalmente en relación con hacerlos valer
frente a terceros) o en el ámbito tributario (sanciones del Código Tributario).
El legislador además establece reglas sobre la confidencialidad en la contabilidad. Si
el legislador le ha impuesto la obligación de llevar la obligación de sus negocios a sus libros
contables, también le concede el derecho de mantener la reserva de la información contable,
derecho que se estipula en las normas sobre la confidencialidad de la contabilidad. La regla
general de reserva está recogida por el artículo 41 del Código de Comercio. La
confidencialidad de la contabilidad también está protegida desde el punto de vista penal
(artículo 247 del Código Penal y en el artículo 154 de la Ley General de Bancos).

32
Lo que interesa conocer, entonces, serán los casos de excepción: en qué casos está
autorizada la revelación de la información contable.
Exhibición administrativa de la contabilidad
La autoridad administrativa cuenta con la facultad de imponerse de la información
contable en la medida que diga relación con la fiscalización de ciertas operaciones En
primerísimo lugar está la autoridad tributaria, en el artículo 161 del Código Tributario, el cual
recoge la facultad de imponerse de la contabilidad para efectos de la investigación penal. La
recopilación de antecedentes tributarios la efectúa el SII. Para efectos de determinar
diferencias de impuestos, rigen las reglas de los artículos 21 y siguientes del Código
Tributario.
Tienen facultad también las autoridades administrativas para imponerse de la
contabilidad: la Superintendencia de Valores de Seguros, la Superintendencia de Bancos y
también la Dirección del Trabajo.
Exhibición judicial de la contabilidad
La regla es que la exhibición contable sea parcial, y por excepción total. Lo anterior
está contemplado en el artículo 42 del Código de Comercio. Excepciones que permiten una
exhibición total: en casos de sucesión universal, comunidad de bienes, liquidación de
sociedades legales convencionales y quiebras. La quiebra tiene una ley especial, por lo que
la dejaremos fuera de momento.
Sobre las sucesiones, ¿a quién beneficia esta regla? En este punto, Baeza hace una
salvedad muy atingente: en verdad hay que analizar en su contexto el artículo 42 del Código
de Comercio, y entender que los que se pueden imponer de la contabilidad son terceros ajenos
a la sucesión, a la comunidad o a la sociedad. Hasta hace un tiempo atrás la dogmática
enseñaba que esta regla sólo autorizaba a los herederos, comuneros o socios, no a los terceros.
Si esta fuera esta la interpretación, no tendría sentido la norma, porque en estricto rigor
jurídico los herederos son la continuación de la persona del causante; los comuneros, cada
uno de ellos, tienen derecho a una cuota de la cosa común. Si la conclusión fuera que en
virtud del artículov42 los que se pueden imponer de la información contable son los
herederos, comuneros o socios, entonces no tendría sentido, porque el dueño del negocio
siempre se podrá imponer de su información contable; lo mismo se aplica para los herederos,
comuneros y socios. La lectura correcta del artículo 42 hay que hacerla a partir de la forma
verbal podrá, “los tribunales pueden ordenar…”. Por lo tanto, el artículo 42 autoriza a
terceros que demuestren un legítimo interés a imponer de la información financiera que surge
de la contabilidad de la empresa; ejemplo, legatario, acreedor de la sociedad, de la
comunidad, etc. Pero la autorización es de apreciación discrecional del tribunal. De esta
forma, el artículo 42 sí tiene efecto, porque le entrega una facultad que debe demostrarse en
la instancia jurisdiccional a partir de la acreditación de un interés legítimo.

33
Lo anterior son los casos que por excepción se puede ordenar la exhibición total de la
contabilidad, De esta manera, la regla general es la exhibición parcial, de algunos asientos
(artículo 43 del Código de Comercio).
Requisitos para la exhibición judicial parcial (regla general):
- Que alguna de las partes del juicio tenga la calidad de comerciante.
- Debe haber decreto judicial, a solicitud de parte o de oficio (medida para mejor
resolver). Ejemplo, medida prejudicial probatoria. Ver Código del Trabajo y Ley de
Tribunales de Familia.
- La exhibición de los libros debe ser efectivamente parcial, detallando los asientos de
los resultados de los negocios. Así está concebida la excepción a la confidencialidad
de la prueba contable.
- La exhibición parcial tiene que decir relación con la cuestión litigiosa.

 El valor probatorio de los libros variará dependiendo de si se trata o no de un juicio


comercial.
13 de mayo.
La exhibición parcial de prueba contable, como dijimos, está tratada en el artículo 43 del
Código de Comercio. La referencia que se hace en el inciso final debe entenderse que se hace
a los jueces de letras. Es necesario vincular esta norma con las reglas del CPC relativas a la
exhibición de documentos en poder de un tercero o de la contraria. Se entiende que si se exige
exhibición parcial es porque me refiero a los libros de mi contraparte o de un tercero. Por
tanto, los apercibimientos del CPC son aplicables, particularmente privar al renuente del
derecho de valerse de la misma prueba. Lo que sí es más novedoso es que estas reglas deben
ser conjugadas con la ley sobre documentos electrónicos; hoy en día, de manera progresiva,
todos los giros comerciales se han caracterizado por el uso masivo de la contabilidad
electrónica, y ésta también está afecta a esta norma, por lo que las reglas para exhibir
documentos electrónicos son las que establece el CPC.
En la parte final del inciso 2° el legislador se ha puesto en el escenario de que el libro
contable sí puede ser examinado en su totalidad, pero sólo para ver si los asientos están
correctamente establecidos, con la regularidad requerida.
Producida la prueba contable, bien sea por vía forzosa a través de la exhibición de la
prueba contable, bien sea por disposición de la parte, corresponde ver el valor probatorio que
se les debe asignar a los libros de comercio.
Valor probatorio de los libros de comercio
Debemos distinguir si estamos hablando de un juicio entre comerciantes sobre asuntos
comerciales o si estamos hablando de otra materia distinta de la comercial.

34
Si es sobre otra material, rige las reglas generales de la prueba en cuanto a su valoración.
Recordemos que en algunos de los casos que nos hemos planteado (juicio de familia y
laboral) el juez valora la prueba con las reglas de la sana crítica. La sana crítica rige también
la prueba contable.
Existe un caso especial que es el caso del juicio tributario: a partir de la reforma de la ley,
se le confiere al juez tributario la facultad de valorar la prueba conforme a las reglas de la
sana crítica, sin embargo, el Código Tributario señala que se debe valorar preferentemente la
prueba contable, pues es normal que en los juicios tributarios las partes sean comerciantes.
Aún no se entiende qué debe entenderse por la expresión preferentemente; se ha entendido
que debe interpretarse en el sentido de que ante dos pruebas contradictorias debe estarse a lo
que emane la prueba contable. Recordemos que estamos hablando de casos fuera del ámbito
comercial.
La contabilidad, en virtud de estas reglas, debe ser apreciada en carácter de instrumentos
privados, y por la misma vía puede entenderse impugnable o no.
Ahora, ¿qué pasa en los juicios comerciales? Entendemos que son aquellos juicios que
se ventilan entre comerciantes y juicios que dicen relación con materias u operaciones
comerciales. La regla general la encontramos en el artículo 35: los libros de comercio
llevados de conformidad al artículo 31 hacen fe en las causas mercantiles que los
comerciantes agiten entre sí. Esto tiene relación con la preconstitución de la prueba, aunque
parte de la doctrina estima que no es así. La prueba contable puede decir relación con toda la
operación. Para poder ser invocados los libros contables en juicio, deben encontrarse llevados
en el foro; el propio artículo 35 nos dice que debe hacerse referencia al artículo 31.
La cuestión surge por cuanto la manera de cómo deben llevarse los libros no sólo lo
establece el Código de Comercio, sino también el Código Tributario. La doctrina ha dicho
que debe preferirse el principio de especialidad, por lo que sólo serían las normas del Código
de Comercio.
En virtud de lo que dispone el artículo 26 del DL de timbres y estampillas, entre nosotros
los libros contables no pagan impuestos. Hasta el año 1981 para litigar había que pagar un
impuesto, y debía pagarse mediante el papel sellado. Los libros contables también debían ser
sellados; esto fue eliminado, pero con este DL sí quedó que los libros de contabilidad deben
ser timbrados (aunque no se pague), lo que es lógico porque esto le da cierta temporalidad al
libro contable. Se entiende que el libro debe estar timbrado para hacerlo valer en juicio,
además.
Qué pasa si las dos partes han llevado correctamente su contabilidad: artículo 36,
entendemos que el mérito probatorio se anula y habrá que estarse a las demás pruebas que
invoquen las partes.
En caso de que no se exhiba contabilidad, o la contabilidad exhibida esté mal llevada,
hay una sanción probatoria: privar de valor probatorio al libro y sancionar a la parte,
ordenándose estar al mérito de la documentación de la contraria (arts. 33 y 34 del Código de

35
Comercio). Esta valoración supone que se ejerza una confrontación de la contabilidad. El
comerciante puede valerse de su prueba contable, pero si de la confrontación emanan
elementos que van en contra de él, debe aceptarlo (artículo 38). La prueba que reproduce el
libro es indivisible (art. 39).
Existe una norma que dice relación con el juramento diferido (prueba que ya no existe).
Antes de entrar a los títulos de crédito, veremos lo último relacionado a las fuentes del
Derecho Comercial.
Costumbre mercantil
Nos interesan los artículos 4, 5 y 6 del Código dc Comercio. Dejemos a un lado el artículo
6, pues éste repite el elemento interpretativo del Código Civil. Sí debemos hacernos cargo ce
la costumbre mercantil. La costumbre mercantil es conocida: el derecho comercial nace como
un derecho consuetudinario. Tanto es así que con la codificación comercial se recoge, en
mayor o menor medida, el valor de la costumbre comercial, ésta siempre ha tenido fuerza de
derecho en el ámbito mercantil.
La costumbre es el conjunto de actos que revela un sentimiento jurídico, una opinio juris,
que consiste en la certeza que puede ser objeto de una concreción de judicial. Baeza critica
este concepto, pues dice que es algo antiguo, por lo que prefiere ofrecer como concepto como
una conducta pública, uniforme, reiterada en el tiempo, aceptada por la colectividad en
términos de atribuirle una eficacia jurídica.
Requisitos de la costumbre comercial:
a) Uniformidad. La exteriorización de los actos que constituyen la costumbre comercial
deben guardar una similitud.
b) Publicidad. El ejercicio de la costumbre involucra un conocimiento generalizado en
el tiempo.
c) Generalidad en la ejecución. No solo es conocida en la comunidad, sino que además
es ejecutada de una manera constante.
d) Prolongación en el tiempo.
Baeza nos habla de la “teoría del tubo”: la costumbre es como un tubo; frente a un
problema comercial no hay norma y surge una solución, que es un punto. Esta solución
(punto) debe ser repetida uniformemente. Estos puntos cubren un área determinada, que es
el área de cobertura de esta costumbre. Al incorporársele el elemento temporal, se forma un
tubo.
Discusión en torno a la eventual aplicación de oficio de la costumbre por el juez
Hoy en día el tema de la costumbre comercial en lo relativo a los instrumentos de
comercio internacional, se reconocen los instrumentos del soft law. El profesor Peña sostiene
que en virtud de los principios de aplicación de la práctica comercial, podría aplicarse con
fuerza normativa los instrumentos de soft law en aquellos ámbitos en donde existe silencio
de la ley.

36
¿Es posible que el juez de oficio aplique una costumbre comercial con fuerza de derecho?
Si, ante el silencio de la ley, estimamos que el tema está resuelto, por ejemplo, por normas
INCOTERMS, y se lo proponemos al juez, ¿puede él aplicar esta norma que proviene de una
costumbre comercial? La dogmática tradicional diría que no, porque la costumbre está
constituida por hechos, y estos hechos hay que probarlos. La doctrina moderna dice que sí,
porque los hechos son una parte de la costumbre, no son la totalidad de ésta. Se vincula con
el principio de inexcusabilidad del artículo 10 del COT, artículo que es concordado con el
artículo 170 n° 5 del CPC. En virtud del principio de la inexcusabilidad el juez no puede
dejar de resolver la controversia, aun a falta de norma; y a falta de norma, el CPC nos dice
que en la sentencia deben ser expresados los principios de equidad. Si los principios de
equidad, que no tienen fuerza de ley, pueden ser aplicados, ¿cómo no podrá serlo la
costumbre comercial?
El artículo 5° del Código de Comercio debe ser vinculado con el artículo 1698 del Código
Civil, esto es, que la costumbre debe ser probada por quien la invoca.
¿Se puede recurrir de casación por la no aplicación de la costumbre? Hay un fallo de 1936
que sostiene la tesis clásica. Esto ya no es tan claro. La doctrina entiende que los hechos es
una parte de la costumbre y puede que ésta no requiera prueba pues le consta al juez.
La casación en el fondo no establece causales determinadas, pero la causal genérica,
infracción de ley, reconoce tres aplicaciones: falsa aplicación (no aplicar la ley al caso
contemplado por ella o aplicar una ley distinta); error en la interpretación (dar un alcance
diverso); contravención formal. La doctrina moderna establece que de estas tres causales,
parece que la que más indiscutidamente puede invocarse en un recurso de casación en el
fondo para aplicar la costumbre comercial es la primera, falsa aplicación; esto es, podría
invocarse la infracción de costumbre en recurso de casación en el fondo en el caso en que se
deje de invocar la costumbre o en que se aplique en el caso particular una norma diversa de
la que dispone la costumbre para el caso determinado.
Paralelo entre costumbre civil y costumbre comercial
La costumbre comercial es más rígida que la costumbre civil, lo que se demuestra con
los requisitos que establece la ley para la primera. La costumbre civil no contempla la
concurrencia de serie de requisitos que sí se requieren en la costumbre comercial, por lo que
podemos entender a la costumbre civil como más flexible. Vinculado con lo anterior, la
costumbre civil no tiene las limitaciones de prueba que tiene la costumbre comercial: a la
costumbre comercial debe recurrirse por el artículo 5° del Código de Comercio.
Finalmente, hay que distinguir la costumbre comercial de los usos o prácticas
comerciales; Los usos o prácticas comerciales se aplican cuando la ley se remite a ellos, no
teniendo limitaciones probatorias. Ejemplo de uso mercantil: artículo 149 n°3 del Código de
Comercio.

37
TÍTULOS DE CRÉDITOS
La ley N° 18.552 positiviza en nuestro ordenamientos la denominación de estos
documentos como títulos de créditos. Existe disconformidad acerca de si la denominación
títulos de créditos es correcta o no, por lo que buena parte de la doctrina prefiere hablar de
títulos de valor.
El documento o el título en el ámbito del derecho privado puede tener habitualmente
una finalidad probatoria; nos permite acreditar, por tanto, el hecho de que da cuenta, y en tal
sentido el documento o título probatorio es accesorio al derecho de que da cuenta. Los títulos
valores reconocen el derecho en el documento. Es cierto que para la gran mayoría de la
doctrina la expresión título a valor y título a crédito son sinónimos, pero la verdad es que en
estricto rigor, existe una relación de género a especie, en donde el género es el título valor y
el título de crédito es la especie. Existe otra especie: título participación y título tradición.
En el caso del título de crédito, lo que subyace es una operación crediticia que está
ausente de otros títulos que también llevan implícitos un valor, el derecho, como son los
títulos participación o los títulos tradición.
Todos estos títulos valores presentan la particularidad que los derechos están
conectados de forma especial y permanente al documento. Qué ventajas tiene esto: se
incorpora el derecho especial y permanente al título porque esto presenta la particularidad
que adscribe al título valor al estatuto de los bienes muebles, por lo tanto, en virtud de esta
vinculación que transforma al título de valor en un bien mueble, las prestaciones jurídicas
que contiene el título salen del ámbito del derecho de las obligaciones e ingresan al ámbito
del derecho de los bienes. Al entrar a los derechos reales, confiere a las prestaciones jurídicas
del título dos cualidades que estarían ausentes de estar en el ámbito de las obligaciones: la
celeridad en la transferencia de los derechos que contiene el título y la seguridad jurídica en
la circulación del título por la economía. La circulación del título se va a verificar por medio
del procedimiento del endoso, y la seguridad jurídica se verifica por la visibilidad (física,
literalidad) del título.
Tenemos celeridad en la circulación del título y tenemos seguridad jurídica en el
cumplimiento de la prestación. Esto requiere que al poseedor material del título se le presuma
tenedor legítimo, y por la misma vía esta presunción de legitimidad del poseedor del título,
implica una presunción a favor del deudor, quien paga bien simplemente constatando el
título; sin perjuicio que la ley se ha encargado de mantener ciertos principios de buena fe. El
pagador del título tiene derecho a que se le entregue, pues cumple una obligación material y
literal. Artículo 31 de la ley de letras de cambio y pagarés.
La base fundamental que legitima la operación de los títulos de valores está
constituida en la facilidad de la transmisión y ejercicio de os derechos que quedan
materialmente incorporados, mediante la posesión del título. La vinculación de derecho con
la posesión del título se va haciendo más cercana en la medida que el título sea más autónomo.
En un crédito persona no hay vinculación entre el derecho y el título, no se concreta esta
mixtura entre título y obligación. En la medida que el título va adquiriendo la potencialidad

38
de circular, va adquiriendo autonomía, más estrecho se va a haciendo, hasta el punto de
confundirse título con obligación. Llegará el punto que el poseedor del título se entenderá
acreedor de la obligación. A su respecto, se aplica la presunción de dominio del artículo 700
del Código Civil, por lo que al poseedor del título se le entiende dueño del derecho que
contiene el título, por lo que se facilita la circulación y la seguridad.
A cada título se le aplica su propia norma para hacerlo circular, “la ley de circulación
del título”. Tanto es así que la circulación del título es irrevocable. Entre nosotros, este
principio de la irrevocabilidad está recogido en el artículo 27 de la ley de letra de cambio y
pagarés.
El concepto de la doctrina más moderna (Alemania) define el título de valor como el
documento en el cual se incorpora un derecho de carácter privado de tal forma que para su
ejercicio es necesaria la posesión del documento. A la propiedad del documento del título
sigue la propiedad del derecho. Con el documento probatorio era al revés: se adquiere el
derecho y el documento es accesorio, en el título de valor el derecho sigue al documento.
Los italianos dan una noción de título de valor más restringida, que se acerca más a
los títulos de crédito: documento necesario para ejercitar un derecho literal mencionado en
el mismo.
Ver fallo Legal Publishing n° 21585 que contiene definición de título de valor.
¿Qué es la tarjeta de crédito? La tarjeta de crédito carece de la circulación, pero sí
cuenta con la legitimación de su poseedor. Incorpora por lo tanto la tarjeta de crédito el
derecho a sí misma, pero no puede circular.
Podemos dar características del título valor en sí, dado que el derecho está
incorporado al título, que el primero sigue al segundo:
a) Literalidad: a la luz de la literalidad, existen títulos que son perfectos o completos
e imperfectos o incompletos. El título de crédito es perfecto desde la literalidad si
contiene todas las especificaciones (plazos, modalidades); los incompletos
requieren de un segundo documento que les sirva de sustento (ejemplo, las
acciones, son títulos valor, pero la acción no expresa los derechos; éstos se
contienen en los estatutos de la sociedad anónima).

b) Autonomía: más autónomo en la medida que más estrecha es la vinculación del


título con el derecho. La autonomía se expresa por la libre circulación del
documento a partir del primero adquirente. Lo que importa es que el título
nominativo no es un título de crédito estrictamente hablando (en la medida que
no puede circular), pero sí es un título valor. La consecuencia de la autonomía de
los títulos de créditos se encuentra en la inoponibilidad de excepciones al tenedor
legítimo, la cual responde a una protección a los terceros adquirentes de buena fe.

39
c) Incorporación: vincula el derecho al título en términos tales que hace el uno
consustancial al otro. Tan estrecha es la vinculación que la desincorporación
supone la comprobación de un acto jurídico adicional. Ejemplo de
desincorporación: robo de la letra o del pagaré, en donde se requerirá una
sentencia judicial que señale que se desvincula la obligación del título. Existen
limitaciones a la incorporación: artículo 86 ley de letra de cambio y pagarés: el
legislador requiere de un recibo que dé cuenta del pago del título.

Hoy en día, con la emisión de documentos electrónicos, se está produciendo el


fenómeno de la desincorporación del título con el derecho.
20 de mayo.
Teoría general de los títulos de valores. Edison Lara.
Clasificación de los títulos de valores.
Es posible clasificar a los títulos valores en título de créditos, título tradición o títulos
participación.
Según el acreedor legítimo del documento
Dependiendo de la posición que ocupe el acreedor legítimo del documento, podemos
obtener la distinción más clásica: títulos nominativos, título a la orden y al portador. El
nominativos es quizá el más lejano de título valor, en cuanto a que no está destinado circular;
es un título valor, porque contiene en sí un derecho, pero no está destinado a circular. Se
denominan también como título nominativo directo, por oposición al título nominativo a la
orden.
Los caracteriza a ambos que en los dos, nominativos directos y nominativos a la orden,
se requiere en que el documento singularice el nombre del beneficiario, que lo individualice.
El nominativo directo no está destinado a circular, de manera que la transferencia del
nominativo directo se rige por la regla general (cesión de créditos). El título nominativo, eso
sí, sí se puede transmitir (esto vale para todos los títulos); se transmite porque se produce la
subrogación personal de los herederos en relación al causante; lo mismo ocurre con la
transformación social, en donde el nuevo tipo social ocupa el antiguo tipo social en todos sus
derechos y obligaciones.
Lo importante acá es que en la medida que la ley va haciendo más sencilla la transferencia
del título de crédito, más fuerte se va haciendo la posición del tercero adquirente, es decir, la
manera que tiene el legislador de facilitar la circulación del título, existe un estatuto de
protección para el tercero adquirente del título, que se concreta en la inoponibilidad de las
excepciones personales del deudor (inoponibilidad de excepciones). Lo anterior lleva a
sostener el régimen de abstracción del título de crédito.

40
Antes de esta abstracción estaba el modelo francés: el título nace de un negocio causal y
éste queda impreso el título; esto significaba que no existía este régimen de inoponibilidad
de excepciones.
Los título nominativos directos, como dijimos, se rigen por la regla de cesión de créditos.
En materia mercantil también existe una cesión de créditos, pero sus normas no difieren
mucho de las civiles. Hay una referencia al Código Civil en el artículo 162 del Código de
Comercio.
Los nominativos a la orden son aquellos que han sido girados a la orden del beneficiario,
y que por lo tanto pueden circular mediante endoso y dan lugar a un régimen de
inoponibilidad de excepciones. En virtud de la mecánica del endoso, el primer titular puede
asignar un segundo titular, un tercero, y así sucesivamente en una cadena regular de endoso.
Lo anterior comprueba que el derecho se consolidada en el título.
La transferencia de la titularidad del beneficiario del documento requiere únicamente dos
requisitos:
- Se requiere tradición, esto es la entrega del título;
- El endoso.
Una parte de la doctrina enseña que el título de crédito como tal se perfecciona no
mediante la firma del que emite el documento, sino que con la entrega. Antes que se produzca
la entrega del título, no hay título de crédito, sólo hay una obligación causal. Dicho de otra
manera, el título se perfecciona a partir de la primera entrega al beneficiario, porque a partir
de ese momento que preparado para circular por el mercado; el título de crédito puede nacer
de cualquier negocio, de cualquier negocio causal. De este negocio causal es desvinculado
el crédito cuando se entrega. Esto es lo que se denomina tesis dualista.
Luego, el título al portador es el título anónimo o de legitimación pura. Es bastante lógica:
basta la tenencia del título para que su poseedor quede habilitado para ejercer los derechos
que emanan del documento; no se requiere, como se ve, el endoso: basta la entrega mecánica.
A partir de lo anterior, podemos decir dos consecuencias:
Primero, se consolida plenamente el derecho al título.
Segundo, el legislador establece una regla absoluta de protección de la apariencia en
beneficio de terceros., porque el tercero adquirente en este caso le basta que se le muestre la
apariencia de posesión; no se debe probar la cadena de endoso: sólo se debe comprobar la
tenencia física. Esto se ve completado con el régimen de inoponibilidad de excepción.
Según la forma de emisión
De acuerdo a la forma de emisión del documento, los títulos de valores se pueden
clasificar en título emitidos en serie y títulos emitidos individualmente. Los que se emiten
individualmente contienen una declaración individual del deudor, en cambio, los emitidos en

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serie reconocen la generación de valores de manera indiscriminada. Esto es más propio de
un título de valor de participación (acción).
De acuerdo al derecho que contiene el título
Según el derecho que contiene el título, clasificamos el título de valor en títulos
constitutivos y títulos declarativos.
Según el contenido del derecho incorporado
La otra clasificación tiene que ver con el contenido del derecho incorporado o la
naturaleza de éste. Aquí el título valor se divide en tres:
a.- El título cambiario o título obligacional: son los títulos de créditos propiamente tales.
Encontramos en esta sección a las letras, pagarés y cheques, mutuos endosados, bonos,
certificados de futuro, fundamentalmente.
b.- Títulos de participación, en donde encontramos las acciones y las opciones. Las
opciones son el derecho a suscribir acciones.
c.- Títulos tradición o reales, como los certificados warrant, las cartas de aportes o los
conocimiento de embarque.
Nos interesan los títulos cambiarios o títulos obligaciones. El de participación da
derechos patrimoniales y derechos políticos. El título tradición o real permite distinguir entre
un poseedor mediato y uno directo de las mercaderías; nos interesa el poseedor mediato,
quien tiene el título, porque es el beneficiario del documento, quien dispone que el poseedor
directo haga un acto de disposición determinado con la mercadería; ejemplo, el dueño de la
carta de porte es quien indica a quién se le entrega la mercadería.
Teoría de la abstracción de los títulos de créditos
Es una teoría que proviene del derecho comparado, teniendo un origen en el derecho
alemán. La normativa alemana de títulos de créditos concibe al título de crédito como
autónomo desde su génesis. Entre nosotros esta noción es un tanto ajena, o por lo menos lo
era en el esquema original del Código de Comercio, que vinculaba al título con el negocio
causal. Lo cierto es que en Chile la visión título-valor reconoce siempre un negocio causal;
podríamos decir que el título de crédito siempre reconoce una causa final, lo que ocurre es
que esa causa queda disociada del título cuando éste adquiere autonomía. ¿Es posible
concebir un acto de títulos de crédito sin causa? Los alemanes dicen que sí, porque se
reconoce valor a la promesa unilateral del obligado.
Conforme lo establece el artículo 1467 del Código Civil, el simple hecho que el contrato
no expresa la causa no signifique el acto sea incausado. La abstracción del título de crédito
no viene dada por el hecho que el título en su originalidad no manifiesta la causa que lo
origina. Queremos decir que el hecho que se expresione la causa en el título no implica que
éste sea más o menos abstracto; entre nosotros la abstracción del título viene dada por la
autonomía. La causa es un requisito de validez, e incluso para algunos de existencia, del acto

42
jurídico, lo que implica que para que la ausencia de causa no vicie al acto o contrato deba
existir una disposición expresa del legislador.
Sabemos ya que en Chile no tiene cabida la teoría alemana de la abstracción total del
título, porque el título siempre reconoce una causa final, un negocio causal. En los
ordenamientos como los nuestros tenemos un acto causado en el origen cuya abstracción va
vinculada con la autonomía de circulación del título.
Por lo tanto, lo correcto es decir que el título de crédito responde a una noción de
abstracción entre terceros, y no entre los que contribuyen a originar el título, pues éstos están
vinculados por el acto causal.
Entonces, ¿dónde encontramos esta disposición del legislador que impide la declaración
de nulidad o inexistencia ante la inexistencia de la causa del título de crédito? Viene dada por
el régimen de inoponibilidad de excepciones. Dicho de otra forma, a través del régimen de
inoponibilidad de excepciones, el legislador otorga un estatuto de seguridad, tanto al acreedor
o tercero adquirente y también al deudor en un contexto de autonomía del título.
Tradicionalmente el origen de la letra es el contrato de cambio de moneda, es decir, existe
un acto causal, el cual se desvanece en virtud de la circulación del título en la economía.
Artículo 28 de ley de letra de cambio y pagarés.
Eso sí, esta desvinculación nunca es absoluta. Se permite el retrotacto de los obligados,
es decir, retrotraer su obligación. Art. 44 de la misma ley. Habíamos dicho que el título de
crédito se perfeccionaba con la entrega; si fuera 100% abstracto, bastaría que lo firmare para
adquirir la obligación del título.
No se debe confundir el principio de abstracción con la abstracción procesal. En virtud
de este último principio se presume la validez de la causa, y quien alega la ilicitud o
inexistencia de causa debe probar.
La doctrina concluye que la abstracción del título de crédito entre nosotros no tiene más
expresión positiva que el estatuto de inoponibilidad de excepciones. Por esto se sostiene que
es la autonomía del título la que puede darle su abstracción. Frente a un tercero que se
encuentra protegido por la apariencia, sólo a él y sólo él puede alegar la abstracción del
documento; a esto se le denomina la acción dualista del documento.
Entre las partes que celebraron el negocio jurídico, el título no recibe el carácter de
abstracto, por lo que se pueden hacer valer excepciones reales y personales.
Suele darse que las partes del negocio causal noven la obligación. En este caso,
novación en el negocio causal entre las partes del negocio causa, nos encontramos con un
título independiente, autónomo. Se extingue la obligación del negocio causal y se condensa
en el título.

43
Letra de cambio

La normativa es la ley n° 18.092 y la n° 18.552. Letra era entendida en el latín como


una carta que debía ser pagada en otra plaza distinta. Existen dos estructuras cambiarias: el
sistema francés, que recogió el Código de Comercio original, que pone realce de la
importancia del negocio causal (en el caso de la letra, el negocio traslaticio cambiario).
Está también el sistema anglosajón, que es más cercano a los mecanismos germánicos
y a la ley uniforme de Ginebra, en la cual se inspiraron una serie de ordenamientos, y nuestra
reforma se acercó a este modelo.
No existe en nuestro ordenamiento un concepto de letra de cambio. Buena parte de la
doctrina enseña que sería preferible pasar de las definiciones y ver las características del
instrumento. Sin embargo, el antiguo Código de Comercio nos decía que un librador ordena
al librado a que pague una cantidad de dinero a la persona designada o a la orden de.
Características fundamentales de la letra de cambio
Son las mismas características fundamentales que se obtienen de la ley uniforme de
Ginebra, en donde se inspira nuestra ley:
a) Orden incondicionada o pura y simple de pago, dirigida desde el librador al librado y
para el beneficiario. Esta orden pura y simple se contempla en la carta; es más
rigurosamente técnico, eso sí, decir que es una orden incondicionada, pues puede estar
sujeta a plazo.
b) La letra de cambio es un título de pago. No puede contener ninguna otra prestación
que no sea el pago de una cantidad de dinero, determinado o determinable.
c) Es un título formal, pues se exige el cumplimiento de formalidades escritas. Artículo
2° ley de letra de cambio y pagaré. Sólo vale como letra de cambio aquel documento

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que cumpla con las condiciones del artículo 1°: “la letra de cambio deberá contener
las siguientes enunciaciones (…)”.
d) Puede estar sujeta a plazo o ser a la vista, es decir, sin plazo (ser pagadera a su
exhibición). Artículos 49 y 52 de la ley de letra de cambio y pagaré.
e) Es un título valor, particularmente es un título cambiario o de obligación de crédito,
por lo que en él hay un principio de incorporación del derecho al documento. Como
título valor, debe ser presentado por el acreedor y rescatado por el deudor.
Elementos personales de la letra de cambio
En primer lugar, tenemos al librador, que es quien emite la orden de pago (crea el
documento) y además garantiza tanto el pago como la aceptación del documento. Tan
importantes es esto que el legislador permite que el librador se exima de la garantía de
aceptación, pero nunca del pago de la letra, so pena de no haber letra. Artículo 10 de la ley
de LCyP.
Este modelo de la garantía de la aceptación y pago es lo que se denomina el mecanismo
de delegación de deuda, y da origen a la responsabilidad cumulativa. El beneficiario tiene la
seguridad que puede ir a cobrar al librado, y si éste no paga, responde el librador. De esto
nace el principio del artículo 10.
Por otra parte, es cierto que como esto consta en papel, el legislador se tuvo que poner en
el caso de extravío o pérdida de la letra. Para aquello creo un mecanismo: en el título valor
se produce el fenómeno de la incorporación de la obligación al título; cuando se pierde el
título es necesario desincorporar la obligación del título, lo que es realizado por la sentencia.
En segundo lugar, está el librado, quien tiene que ir necesariamente mencionado en el
documento (basta que el librador firme). El librado es quien es convocado para aceptar la
orden de pago. Puede rechazar esta orden de pago. Si acepta, pasa a denominarse aceptante
y en virtud de la aceptación pasa a ser el principal obligado al pago de la letra. Si el librado
no acepta, el beneficiario tiene derecho a cobrarle al librador, lo que se conoce como acción
de regreso, art. 81 n° 1 ley de LCyP. La aceptación debe ser pura y simple, art. 42 inc. 1° de
la misma ley; ¿qué pasa si en los hechos el librado pone condición? El legislador entiende
que ha rechazado la aceptación, art. 42 inciso 2° de la ley de LCyP. El librado puede retirar
su firma antes de devolverle la letra al beneficiario, y esto es lo que lleva a que el
perfeccionamiento de la letra se produce por la entrega del documento, art. 44.
El librado al manifestar su aceptación y en convertirse el principal obligado, debe
expresar la aceptación en el adverso de la letra. Los avales también firman en el adverso de
la letra, según consta en el art. 46.
Firmada por el librador la letra, éste asume el rol de aceptante y principal obligado al
pago del documento. Los demás responsables al pago de la letra si bien son solidarios, lo son
procesalmente. Para poder ejercer la acción cambiaria en contra de los restantes obligados a
la letra, es necesario que la letra se proteste; si no es protestada se produce el perjuicio del
documento y caducan las acciones respecto de los otros responsables. Artículo 79 ley LCyP.

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Si no se protesta y no se establecieron las cláusulas “sin protesto” o “devuelta sin gastos”,
se produce el perjuicio de la carta y caduca la acción.
En tercer lugar, tenemos al beneficiario, que también se denomina tomador o primer
acreedor. Puede indicarse la persona (nominativo) o a la orden de la persona, artículo 1° n 4.
Las tres personas que hemos visto se pueden confundir en el sentido que el librador puede
ser la misma persona que el beneficiario, y también puede ser la misma persona que el librado
y aceptante. Cuando se confunde librador con beneficiario (yo te doy una orden a ti para que
me pagues a mí), hablamos de una letra a la propia orden; en el segundo caso, cuando se
confunde el librador con el librado o aceptante (yo me doy una orden a mí para pagarte a ti),
hablamos de una letra al propio cargo.
27 de mayo.
En este esquema, corresponde poner en realce, como punto aparte, el acto de libramiento
de la letra. Éste se distingue por la suscripción por parte del librador. Este acto de libramiento
de la letra se caracteriza fundamentalmente por la firma del librador resulta sustancial a la
letra en cuanto origina o incorpora a la vida jurídica el título de crédito denominado letra de
cambio, y en tal sentido este acto (emisión de orden de pago) cumple una doble función:
- Desde una perspectiva cumple la función de crear el título de valor, originando la vida
jurídica de la letra.
- Tan importante como lo anterior, el acto del libramiento da lugar a la obligación del
librador. Recordemos que el librador garantiza la aceptación posterior y el pago; lo
cierto es que el librador o girador de la letra puede restringir su garantía frente a la
aceptación (o mejor dicho, frente a la no aceptación), mediante una cláusula expresa;
a pesar de haber librado esta letra, no garantiza que el librado vya a aceptar el
documento. La segunda garantía que asume como obligación el girador en ningún
caso puede marginarla, no vale que el girador estipule que no garantiza el pago de la
letra. Ya sabemos que para ejercer la acción propia de la garantía del pago de la letra
es el protesto, con el fin de dirigirse al librador. No es que el girador se exima de la
obligación de garantizar el pago del documento, porque él siempre asume ese rol. En
suma, se pone al librador en pie de garante del pago.
La teoría contractual de título de crédito afirma que con el libramiento se produce un
contrato real al librarse el documento y entregarse a la circulación, habiendo un efecto
entonces mediante la entrega material.
Las garantías que asume el librador están en el artículo 10 de la ley de letra de cambio y
pagaré. Este artículo nos reafirma la posición de garante que asume el librador o girador del
documento, que sin embargo requiere, para hacerse efectiva, el protesto de la letra, pues se
trata de la acción de regreso. Las acciones de regreso, como sabemos, requiere del protesto
de la letra, no así la acción directa; la acción que se dirige contra el librador es una acción de
regreso. La acción directa la ejerce el tomador o beneficiario directamente contra el librado.

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Recordemos que la acción de regreso requiere protesto, salvo que se haya estampado la
cláusula “devuelta sin gastos”.
Sobre el artículo 79 de la ley de letra de cambio y pagaré, sabemos que la quiebra no es
en realidad excepción, porque la quiebra produce una anticipación de caducidad de los
plazos.
Menciones que debe tener la letra de cambio
Sabemos que la letra de cambio está constituida fundamentalmente por su formalidad,
debiendo tener la forma material que ordena la ley, que permite adscribirla al régimen de los
títulos cambiarios, marginándola del sistema tradicional de las obligaciones.
Las menciones que debe contener la letra de cambio están enunciadas en la ley, y como
buenos elementos de un acto jurídico que son, admiten la clasificación entre elementos
esenciales, naturales y accidentales. La diferencia es que la omisión de las primeras,
esenciales, no acarrea la nulidad de la letra, sino que tienen otra sanción expresa en la ley,
reglamentada en el artículo 2° de la ley de LCyP (caso de conversión del acto nulo).
1. Menciones esenciales

a) Cláusula cambiaria
La primera, y quizá más importante enunciación, es la que se denomina cláusula
cambiaria, en virtud de la cual el documento tiene que enunciar en el mismo idioma de su
redacción que se trata de una letra de cambio; número 1 del artículo 1° de la ley de LCyP. Se
entiende que esta cláusula cumple el rol de advertir a las personas que intervienen en el
documento que mediante su firma se están incorporando al sistema de obligaciones
cambiarias, el cual, como sabemos, difiere sustancialmente del régimen común de
obligaciones. Esta enunciación advierte al firmante de la letra que está aceptando un régimen
obligacional especial. No hay norma que impida que la letra venga en un idioma distinto al
castellano: lo importante es que sea en el mismo idioma la enunciación.
b) Orden incondicionada de pago
Recordemos que dado que la letra está concebida para circular por la economía, el
legislador ha dispuesto que la orden de pago que contiene debe ser pura y simple (en algunos
casos puede estar sujeta a plazo, pero nunca a una condición). Lo anterior resulta consonante
con el principio de la literalidad. Se entiende que la orden de pago refiere a una cantidad
determinada o determinable; puede ser en unidades reajustables (UF, UTM, moneda
extranjera, etc.), siendo importante que se contenga la cantidad.
Lo normal es que en el documento se explicite la cifra del valor tanto en letras como en
números (guarismos), como en un cheque. Al igual que en el cheque, el legislador se puso en
el caso que exista una discordancia entre la cifra numérica y la expresión en palabras, artículo
6° ley de LCyP: ante la discordancia, se prefieren las palabras.

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c) Designación del tomador o beneficiario, número 4 del artículo 1° ley LCyP.
Esta designación del acreedor responde a si el documento se origina como un documento
nominativo directo y nominativo a la orden. Por esta razón el legislador establece en el
numeral 4 que debe designarse a la persona a que ha de hacerse el pago (persona natural o
jurídica), o a cuya orden debe efectuarse, admitiendo por tanto el giro nominativo a la orden.
Lo cierto es que en la letra de cambio, por concepto, está determinada a circular, por lo que
lo normal es que sea girada a la orden, pues debe indicar el nombre del beneficiario.
Esto es fácil aprender con la regla de siempre, a veces, nunca: la letra de cambio siempre
es girada a la orden, porque debe indicar el nombre del beneficiario; a veces puede ser girada
nominativamente, y en este caso para circular debe mediar una cesión de crédito y no un
simple endoso; y nunca puede ser girada al portador, porque la individualización del
beneficiario es mención esencial, de manera que si se omite éste dejaremos de hablar de letra
de cambio.
Así como es obligatorio indicar el nombre del beneficiario, también lo es indicar la
individualidad del librado, es decir, a quién va dirigida la orden de pago.
d) Nombre, apellido y domicilio del librado, número 5 del artículo 1° ley LCyP
El librado, que es la persona a quien se le presente la orden de pago para que la acepte y
la pague, puede ser más de una persona. Si no existe ninguna especificación, se entiende que
ha sido librada cumulativamente, esto es, que puede ser presentada a cualquiera de los
librados. No es propiamente una solidaridad, sino que sólo se puede presentar ante cualquiera
para que la acepte, y de esta manera obligarse: antes de la aceptación no hay obligación.
Artículo 4° ley de LCyP: se debe entender que exista un orden de prelación; en este caso, la
acción de regreso nace cuando la aceptación ha sido rechazada por todos los librados. En
suma, en caso de pluralidad de librados, se puede presentar a cualquiera de éstos, a menos
que se haya expresado algún orden. Eso sí, debe haber sólo un domicilio para los librados.
e) La firma del librador
Dijimos que el acto que pone en circulación a la letra, que le da nacimiento, es el giro o
libramiento, acto que está firmado por el librador, artículo 1° numero 7 ley de LCyP. La letra
se entiende girada una vez firmada por el librador, firma que se puede estampar de manera
manuscrita o electrónicamente. La ley de documentos electrónicos contiene lo que se
denomina el principio de la equivalencia, de manera que las formalidades cumplidas
mediante procedimientos digitales se entienden cumplidas. Por firma entendemos cualquier
signo, señal o manifestación externa, en la medida que pueda asociar al emisor con el
documento. En artículo 9° nos señala que en vez de firma se puede estampar la huella digital.
f) Fecha de emisión del libramiento
Finalmente, la letra necesariamente debe indicar la fecha de emisión o libramiento. Lo
único esencial acá es el señalamiento de la fecha, lo que es bastante lógico, porque la fecha
del libramiento marca el inicio de ciertos plazos que contiene la legislación.

48
¿Qué ocurre en el caso que se omitan las menciones esenciales?
El legislador opta por la conversión del acto nulo, artículo 2° ley de LCyP. Nos queda
por determinar, entonces, en qué documento se transforma esta letra de cambio nula (deja de
ser claramente un título de valor); es un título probatorio, lo que no es menor, porque se puede
recurrir a la letra como principio de prueba por escrito. Además, dentro del ámbito del
derecho común puede utilizarse para preparar la vía ejecutiva. Supongamos que tiene la firma
de aceptante pero no la del librador: en este caso obviamente no es letra, pero se puede
preparar la vía ejecutiva citando al aceptante a reconocer su firma en el documento. Lo que
no está validado es el caso de la preparación de la vía ejecutiva por letras prescritas, por
ejemplo, si se tiene una letra y han prescrito las acciones cambiarias y se cita a reconocer
firma, firma que se reconoce: ¿renace la acción cambiaria? Para el profesor Peña, no; de
manera que no sería posible preparar la vía ejecutiva por letras prescritas.
2. Menciones de la naturaleza
Si las partes no las incorporan, a ley suple su silencio. Una de ellas es el lugar de la
emisión del documento, artículo 1° número 2 de la ley de LCyP.
Otro tanto ocurre con el lugar de pago, artículo 1° número 6 (hasta el punto y coma); en
este caso, la letra contiene una orden de pago, la cual no tiene por qué representar un gasto
adicional para quien recibe la orden. Si la letra indica el lugar del pago, se denomina letra
domiciliada. Como aceptar la orden de pago no pude significar un gasto adicional al librado,
se entiende que la letra debe ser pagada en el domicilio del librado.
Una tercera mención de la naturaleza es la fecha de vencimiento de la letra (número 6
luego del punto y coma). La letra puede ser girada a un plazo determinado; si no indica plazo
se aplica la máxima quod sine die olebetur, statim debetur: lo que se debe sin plazo se debe
de inmediato. En el caso de la letra de cambio este principio viene recogido por el estatuto
de la letra a la vista, la cual puede ser exigida de inmediato, a partir de su giro, o en un pazo
de un año, a partir de esa fecha; este estatuto de letra a la vista lo encontramos en el artículo
49 de la ley de LCyP. Sabemos que la falta de protesto produce el perjuicio de la letra: la
caducidad del documento; si media protesto, el plazo es contado a partir de la fecha del
protesto. La obligación de protesto está en el inciso 2° del artículo 79.
3. Menciones accidentales
El artículo 13 de la ley entrega un catálogo de posibles cláusulas potestativas o
accidentales. El número 1 de dicho catálogo debe ser vinculado con el artículo 5°. La suma
de dinero a que se refiere la orden de pago debe ser determinada o determinable; esa
determinabilidad puede depender a la reajustabilidad de la obligación. El número 2 del
artículo 13 debe ser concordado con el artículo 14. Es importante vincular estas normas con
las normas de la ley de operaciones de crédito y dinero, ley n° 18.010, porque esta ley
contiene las normas sobre la reajustabilidad: variación según UF o aplicación de tasa de IPC,
que por lo demás siguen la regla general de nuestro ordenamiento (cuando el deudor está en
mora de una obligación de dinero se devengan intereses aunque no estén pactados).

49
El número 3 del artículo 13 nos habla sobre la cláusula de intereses, número que debe ser
vinculado con el Código Civil y la ley n°18.010, pues está afecta a la norma del interés
máximo convencional.
De la misma manera, si no se indica qué intereses deben calcularse, se entiende que se
aplican intereses corrientes.
Resumiendo, la suma a la cual está obligado a pagar el deudor de la letra es nominativa:
no devenga intereses; si se incluye una cláusula de intereses y no se indica cómo se calculan,
se entienden que son intereses corrientes, salvo que sean intereses por la mora, en donde se
aplicarán las reglas del Código Civil y la ley n° 18.010. Todo el abanico de intereses que
ofrece la autoridad económica es aplicable a la letra, vía cláusula potestativa.
Sobre la cláusula de devuelta sin protesto como mención potestativa (número 4 del
artículo 13 de la ley de LCyP) ya nos hemos referido. Esta cláusula tiene la virtud de eximir
al beneficiario o tomador o a cualquier acreedor de la letra de la obligación de protestar la
letra para efecto de ejercer las acciones cambiarias de regreso, o lo que es igual, los
beneficiarios, tomadores o legítimos tenedores del documento, deben efectuar el protesto de
la letra como requisito previo a las acciones de regreso, salvo que se haya estampado en el
documento esta cláusula potestativa de devuelta sin gastos o sin protesto.
Respecto de esta cláusula debemos distinguir la cláusula que estampa el librador o los
posteriores obligados al pago de esta letra. Recordemos que todos quienes firman una letra
de cambio asumen una obligación solidaria al pago. A menos que se trate de las acciones
directas que emanan de la letra (la que se ejerce en contra del aceptante o sus avales), todas
las otras acciones requieren del protesto como requisito previo al ejercicio, salvo que en el
caso de la quiebra (caducidad anticipada de los plazos) o en el caso que se estampe la cláusula
de devuelta sin gasto o sin protesto.
La cláusula devuelta sin gastos o sin protesto puede ser estampada por cualquiera de los
obligados al pago de la letra. Recordemos que todos quienes firman la letra son obligados
procesalmente (no sustancialmente) solidariamente al pago. Como van asumiendo uno por
uno la obligación al pago (en la medida que van firmando), cada uno de ellos está autorizado
también para estampar la cláusula devuelta sin gastos o sin protesto. Es evidente que esta
cláusula ofrece una protección adicional al tercero adquirente a la letra, porque se ve exento
de realizar el trámite de protesto.
Pero no da lo mismo que la cláusula devuelta sin gastos o sin protesto la estampe el
librador original o alguno de los obligados posteriores, porque el girador es quien emite el
documento y es quien establece las condiciones por la cual la letra va a circular por la
economía, por lo que su cláusula de devuelta sin gasto o sin protesto tiene validez universal:
rige para todos los obligados. En cambio, los restantes obligados como sólo añaden un
eslabón más a la cadena de circulación al documento, al estampar la cláusula ésta sólo tendrá
valor respecto de ellos. Sabiendo esto, debemos leer el artículo 74 de la ley de LCyP.

50
Dado que la letra está concebida para circular, cualquiera de los tenedores de la letra
puede introducir cambios a la letra; cualquier cambio posterior que alguno de los tenedores
introduzca al texto del documento, solamente obliga al que lo estampó. Ejemplo, hay una
letra que circula por endoso, y uno de los endosantes incorpora una cláusula de intereses: esa
obligación al pago de intereses rige solamente para ese endosante; artículo 16.
Exoneración de la obligación de garantizar la aceptación
El librador, como dijimos, garantiza el pago y la aceptación. Ahora bien, el girador puede
sólo garantizar el pago, eximiéndose de la garantía de la aceptación, artículo 10.
Cláusula no endosable
Ya dijimos que la letra está concebida para circular, por lo que siempre puede ser
endosada para emitir la circulación. Sin embargo, puede ocurrir que una letra, en su origen,
no sea creada para circular (fundamentalmente el caso de la letra que se entrega en garantía).
Por medio de qué mecanismos impido la circulación de la letra: a través de una cláusula
potestativa denominada cláusula no endosable o nominativa; al ser cláusula accidental, debe
expresarse. Artículo 18 nos dice que la letra por naturaleza es endosable, y si se desea que no
lo sea, debe indicarlo el girador mediante la expresión no endosable o una equivalente, evento
en el cual la letra puede ser cedida, pero por los modos del derecho común (procedimiento
de cesión de créditos del artículo 1901 y siguientes del Código Civil). Esta letra no endosable
o letra nominativa también se puede transmitir, pero la verdad es que cuando hay una
transmisión en realidad no se transfiere el documento, sino que existe un subrogación
personal, en donde el sucesor continúa la persona del causante; esta es la razón por la que
estos mecanismos sí operan en una letra a la cual se le ha estampado la cláusula de no
endosable.
Finalmente, la letra puede indicar librados subsidiarios en una cláusula accidental o
potestativa. Artículo 4 de la ley de LCyP. Si se indica más de un librado, se entienden
nombrado cumulativamente, a menos que se indique en orden, caso en el cual se entenderá
uno en reemplazo del otro.
4. Cláusulas prohibidas
En realidad no están enumeradas, sino que mencionadas genéricamente en el número 5
del artículo 13 de la ley en comento. A contrario sensu, las cláusulas prohibidas son aquellas
que alteran la naturaleza cambiaria del documento; como la cláusula de exención de garantía
de pago del librador o girador, o el condicionamiento de la orden de pago. Otra cosa es que
el endosante o cualquiera de los firmantes asuman obligaciones que sólo lo afectan a él;
cualquier obligación que adicione el endosante es sumatoria a la obligación principal.
Menciones relativas al cumplimiento de obligaciones fiscales
El giro de una letra es un hecho gravado por la ley de timbres y estampillas. La sanción
para el caso de incumplimiento de esta obligación, que es la manera que tiene el legislador
de apercibir al cumplimiento de la obligación fiscal, consiste en que el documento no puede

51
ser presentado a cobro judicial ejecutivo. Si se presenta a cobro una letra que no ha pagado
un impuesto, se opondrá la excepción de falta de ejecutividad del título.
Ahora bien, existen dos maneras de satisfacer esta obligación: una forma es pegar la
estampilla; la otra es mediante ingresos mensuales, mecanismo el cual se comprueba
insertando en la letra una cláusula que establezca que el impuesto se paga mediante ingresos
mensuales Este segundo mecanismo es importante, porque en caso que el girador de la letra
emplee como mecanismo del pago del impuesto los ingresos mensuales, se invierte el onus
probandi en caso de impugnación. La diferencia radica en que si se opone la excepción de
falta de mérito ejecutivo y el impuesto se paga mediante estampillas, deberá acreditarse el
pago de estampillas; en cambio, si la letra paga sus impuestos mediante ingresos mensuales
en Tesorería, quien debe desvirtuar esa cláusula es quien opone la excepción.
Letra de cambio en blanco y letra de cambio incompleta
La letra de cambio que no contiene las enunciaciones mínimas puede ser una letra en
blanco o una letra incompleta. Corresponde hacernos cargo de dos categorías distintas para
un mismo fenómeno (conversión del acto nulo).
La letra incompleta es aquella que efectivamente, por falta de menciones, se convierte o
se transforma en otro tipo de documento distinto de la letra (principio de prueba escrito, por
ejemplo). En cambio, la letra en blanco, si bien no contiene las menciones, sí se cuenta con
instrucciones emitidas por parte del librador para proceder a su llenado antes de presentarse
a cobro. La gran diferencia es que la letra incompleta nunca estará completa, en cambio la
letra en blanco va en camino de constituirse en letra. Esto está expresamente reglamentado
en el artículo 11 de la ley de LCyP. En la letra en blanco se trata de una letra que va a llegar
a ser letra; esto se conoce como pacto de completamiento en el derecho comparado.
El legislador en el artículo 11viene a validar el llenado posterior de la letra. Así lo ha
resuelto la jurisprudencia, Rol 8.601-2009 de la Corte Suprema.
Requisitos de la letra en blanco (Corte Suprema): 1. Ceñirse a las instrucciones; 2. Llenar
el documento antes del cobro.
Esto debe ser llevado a extremos, porque la jurisprudencia ha entendido de manera
uniforme que la entrega de un documento en blanco es suficiente mandato para su llenado;
la entrega de la letra o el pagaré en blanco implica un encargo de confianza a favor del tenedor
para que proceda al llenado de documento. Esto adquiere importancia, porque bajo esta
interpretación tenemos que entender que la prueba de que el llenado ha excedido las
instrucciones recae en el deudor, al obligado al pago. Ver artículo 241 del Código de
Comercio (el mandato comercial es irrevocable).
Se discutido la naturaleza jurídica de la autorización para llenar el documento, si es que
tiene el carácter de un mando propiamente tal (caso en el cual hablaríamos de una comisión
mercantil y regiría el artículo 241 del Código de Comercio) o si responde a un negocio
extracambiario o atípico. Si se sostiene que es un negocio atípico se podría sostener la
revocabilidad de la autorización. Hay razones para afirmar ambas posturas.

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Reglas comunes que regulan a todas estas operaciones cambiarias
1. Todas estas operaciones dependen del giro o libramiento de la letra. Suponen como
base que la letra viene girada. Una letra a la cual le falta el giro y no hay instrucciones de
giro, nunca llegará a ser letra, por lo que todas las estipulaciones que giran en torno al
documento dependerán de si fue realmente emitido. Antes que se presente la demanda
ejecutiva, se debe revisar si la letra viene firmada por el girador.
2. Los actos cambiarios que estamos enunciando son típicos en el sentido que son
numerus clausus. Son básicamente cuatro: el libramiento, la aceptación, el endoso y el aval.
Si lo vemos bien, son las cuatro firmas que puede llevar una letra: se puede firmar la letra
como librador, aceptante, endosante o como aval, sin perjuicio que pueda haber más de uno
en cada caso. En el caso del endoso existe un contrato real de entrega. La tesis contractualista
concibe que el endoso se perfecciona con la entrega del título, en donde es la firma la que
constituye el contrato real.
10 de junio.
Debemos hacer referencia a la norma del artículo 8° de la ley de LCyP. Se sigue la regla
general del derecho privado patrimonial, pero en este caso existe una regla de excepción: así
como todos los actos cambiarios que hemos analizado se pueden efectuar a través de un
representante, el artículo 8° modifica la regla del derecho común para el caso del falso
procurador, es decir, quien actúa sin tener las facultades de mandatario o bien excede las
facultades existentes. El legislador protege el principio de la apariencia, obligando a este
falso apoderado. Se resguarda de esta manera el derecho del tercero, pues éste queda a salvo
de las reclamaciones que pueda hacer el falso representado. Reconoce la letra de cambio una
institución denominada pago por intervención, en donde un tercero que no tiene facultades
paga la letra, adquiriendo los derechos que le correspondían a su falso representado.
Fuera de estos casos, la actuación a través de mandatarios en las operaciones cambiarias
es ampliamente aceptada; requiere, sí, que se exprese en el documento la contemplatio
dominis.
Cuando se analizan las reglas básicas de las operaciones cambiarias, vemos que todas
ellas aceptan pluralidad de intervinientes. En el mismo orden, debemos hacernos cargo de la
pluralidad de libradores; en este caso surge el efecto de la obligación solidaria del título
cambiario, regulado en el artículo 79 inc. 1° de la ley de LCyP. Estamos en la situación en
que hay más de un librador directo (no se trata de un caso de un librador que actúa por cuenta
de, en donde estaríamos en caso de una representación; tampoco estamos en el caso del
ordenador, pues éste se concibe como un tercero ajeno a la operación cambiaria, que teniendo
una obligación con el librador, le ordene a que libre el documento). Si hay muchos libradores,
todos ellos son solidariamente obligados.
Si existe pluralidad de librados, a menos que se haya designado un orden entre ellos,
caso en el cual son librados uno en subsidio del otro, se entiende que son obligados
cumulativos (artículo 4° ley LCyP).

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En la pluralidad de beneficiarios la obligación no es divisible, por lo que su cobro debe
ser por el total de la deuda (lo que no implica que no se pueda hacer el pago por
parcialidades).
Sí hay diferencia en materia de avales. El aval es el dignatario de la letra que actúa en
garantía de los obligados al pago de la misma. Puede ser aval genérico o aval especial según
si asegura a uno o más obligados. Lo caracteriza el ser un fiador solidario, por lo que suele
emplearse como sinónimo de la fianza solidaria el concepto de aval. De acuerdo a la ley,
queda establecido que un aval puede actuar garantizando el pago de uno o más intervinientes
(genérico). Si no dice nada el aval, se entiende que estamos en presencia de un aval genérico,
actuando como fiador respecto de la generalidad a todos los obligados al pago de la letra.
Esta situación es distinta en la pluralidad de avales. Nos interesa distinguir entre el coaval y
el subaval. Los coavales son cumulativos (horizontales), en donde todos avalan al mismo
obligado (por ejemplo, al aceptante); son fiadores de igual grado. En el caso de los subavales,
éstos sólo garantizan a un aval; los subavales son obligados solidariamente entre ellos al aval
que avalan. Artículo 46 ley LCyP.
El aval que paga tiene acción de regreso y se puede dirigir en contra de los obligados
anteriores, artículo 82 inc. 3° ley LCyP. Se discute si esto es acción cambiaria de regreso o
simple reembolso, pues acá existe una subrogación personal, en donde el aval pasa a ocupar
la posición del avalado. El avalista que paga goza de acción tanto de reembolso como de
regreso. Este avalista debe escoger entre la acción de reembolso (relación extracambiaria) o
la acción de regreso (contra los solidariamente obligados al pago de la letra).
Cada una de las obligaciones que se asumen, si bien implican obligaciones solidarias, se
obligan de manera autónoma, porque le pueden exigir todo sólo a él, y él tiene acciones para
dirigirse contra el principal obligado como a los restantes obligados. Esta autonomía de cada
una de estas intervenciones están reflejadas en el artículo 7°, el cual consagra un principio de
conservación (la ineficacia tiene un efecto restringido). Similar expresión encontramos en el
artículo 16, también respecto de la autonomía; el aval puede consentir en obligarse de manera
distinta, por ejemplo, pero los demás obligados deben firmar de nuevo para poder obligarse.
La alteración del texto no puede ser de carácter sustancial. Otro reflejo de esta autonomía
está en el principio de la inoponibilidad de las excepciones; art. 28 ley LCyP. No se debe
confundir las excepciones personales con las excepciones reales (estas últimas provienen de
la letra misma, como por ejemplo, falsificación). Expresa también la autonomía el caso del
falso procurador, pues sólo se obliga por sí mismo. También en el caso de la letra en blanco,
ésta puede ser llenada por el tenedor legítimo. Vemos la autonomía también en el principio
de protección a terceros en cuanto a que al tenedor legítimo le basta comprobar la cadena de
endosos, artículo 27 ley LCyP.
Poder liberatorio del pago de la letra
Recordemos cuando conversábamos de la teoría de la abstracción. En nuestro
ordenamiento no existe norma para afirmar una teoría o abstracción total, y siempre se
reconoce un origen causal, a diferencia de los alemanes. Como en el derecho chileno no se
es posible separar del todo la emisión del título cambiario de la obligación que le dio su
54
origen, necesariamente el poder liberatorio de la letra es limitado, por lo que el legislador
dispuso que el pago de la letra, la extinción de la obligación cambiaria, no extingue la relación
causal, a menos que exista disposiciones contrarias. Es por ello que el beneficiario original
de la letra tiene en realidad derecho a dos acciones: acción cambiaria y la acción del negocio
causal; artículo 12 ley LCyP.
La emisión de una letra se hace pro solvendo, es decir, para garantizar o facilitar una
obligación causal (en ayuda al cumplimiento); esta es la regla general. Por excepción, la letra
se puede emitir pro soluto; al ser regla de excepción, requiere pacto expreso, el cual se
denomina novación, dación en pago o cumplimiento por equivalencia. En este último caso,
se extingue la obligación causal y la letra adquiere autonomía y abstracción.
La obligación cambiaria que nace es nueva, se superpone a la obligación causal. Para
distinguir esto, la doctrina habla de relación obligacional y de obligaciones. Por ejemplo, en
una compraventa queda un saldo de precio, el cual da origen a una relación obligacional, la
cual se puede componer de varias obligaciones; una de éstas puede ser la cambiaria. Debido
a esto, se distingue entre actos de causa indiscreta y de causa discreta.
Existe un pacto nuevo que en doctrina se denomina el pacto cambiario, que consiste en
un acuerdo de emitir un título de crédito que sirva para facilitar el cumplimiento de la
obligación principal o causal. Este negocio se superpone al negocio causal (no lo elimina,
pues para que se elimine se requiere pacto expreso). El artículo 12 de la ley establece una
regla de presunción en torno a que la letra fue emitida pro solvendo, vale decir, se emitió
para facilitar o garantizar el cobro de la obligación principal, sin extinguirla. Esta presunción
es simplemente legal, y el demandado puede acreditar que en verdad la letra se entregó pro
soluto, es decir, que en virtud de la entrega de la letra se extinguió la obligación causal. Lo
anterior no es menor, porque puede ocurrir que la letra haya sido girada por un importe
inferior al negocio causal; si no se establece nada, la obligación principal se extingue hasta
el pago de la letra. En cambio, si se vence la presunción, no importa que se haya pagado la
letra, y por el sólo giro del documento se extinguió la obligación causal; esta prueba recae en
el demandado, quien será el interesado en demostrar que la letra extinguió por completo el
negocio causal. Lo anterior tiene aplicación para todos los obligados al pago de la letra.
La letra, y también el pagaré por aplicación del artículo 107, puede ser entregada pro
solvendo, pro soluto o también en garantía o entrega cautelar. Esta entrega también requiere
pacto expreso, al ser excepción de la emisión pro solvendo. La entrega de la letra bajo pacto
cautelar está concebida más bien para la circulación de la letra que para su emisión, vale
decir, para el endoso. Este pacto expreso debe estar contenido en el título de crédito, por lo
tanto, al endoso se le agrega la expresión “en garantía” o “endosado en garantía”. En virtud
del endoso en garantía el tenedor legítimo no pierde el dominio del documento, por lo tanto,
el adquirente de la letra en garantía (endoso pignoraticio) lo adquiere en garantía de una
obligación principal. El adquirente se hace dueño del derecho de cobrar para sí el importe de
la letra, pero está sujeto a la obligación de rendirle cuenta al endosante (tenedor original).
Como es un endoso en garantía, se entiende que no está destinado a hacer circular la letra, de
manera que si en los hechos la letra endosada en garantía es nuevamente endosada, se

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entiende que este último endoso es un endoso en comisión de cobranza (que es un mandato
para cobrar la letra).
Artículo 30 ley de LCyP. El endosatario en garantía tiene derecho a cobrar judicial y
extrajudicialmente la letra y a aplicar sin más trámite su valor al pago de su crédito.
Acciones y excepciones causales y cambiarias
En caso que la letra se entregue pro soluto, de la relación obligacional nace una sola
acción: la acción emanada de la letra de cambio. Ahora bien, ocurre que como se trata de
acción cambiaria, puede ser ésta dos o más (acción directa, acción de regreso). Sin embargo,
la regla general es que la letra se entregue pro solvendo, y en aplicación de la regla del artículo
12, subsisten a lo menos dos acciones: las del negocio cambiario y las del negocio causal.
Pero en verdad, dado que a partir de la acción cambiaria se originan dos acciones (acción
directa y acción de regreso), cuando se entrega una letra pro solvendo lo cierto es que el
titular beneficiario de la letra tiene tres acciones: la acción del negocio causal, la acción
cambiaria y la acción de regreso.
El legislador coordina el ejercicio de estas acciones, estableciendo una suerte de
suspensión de la acción causal en tanto no se haga exigible y se pague la acción cambiaria.
Este efecto suspensivo de la acción causal, en realidad, está implícita en el artículo 12. Para
el profesor Peña, esta suerte de suspensión se explica mejor desde la perspectiva del
enriquecimiento incausado, pues el beneficiario se encuentra impedido de ejercer las dos
acciones; hay cierta jurisprudencia que da a entender lo anterior (Corte de Apelaciones de
San Miguel, 1990). Es evidente que el beneficiario se va a ver impedido de cobrar las dos
acciones, bien sea por suspensión, bien por enriquecimiento incausado.
En consecuencia, lo que tenemos son tres acciones: la acción cambiaria, que a su vez
puede estar constituida por la acción directa o la acción de regreso; en segundo lugar, el
beneficiario tiene derecho a las acciones que provienen del negocio causal; como tercera
acción, si bien no está regulada en la ley de LCyP, subyace al ordenamiento común: la acción
por enriquecimiento sin causa, ejercida por el beneficiario de la letra en contra del deudor.
El endoso
Del endoso hemos dicho casi todo, sin haber visto su definición. La ley define el endoso
en el artículo 17 inciso 1°: “El endoso es el escrito por el cual el tenedor legítimo transfiere
e dominio de la letra, la entrega en cobro o la constituye en prenda”. Lara nos agrega
elementos a esta definición, en cuanto a que el endoso, como negocio cambiario que admite
una perspectiva unilateral o bilateral, no se perfecciona sino hasta la entrega de título, por lo
que podemos entender que el pacto de endoso es una suerte de contrato real que requiere la
entrega (artículo 16 ley LCyP).
El endoso puede ser traslaticio de dominio, en garantía o en cobro. El endoso traslaticio
de dominio es el endoso completo, pues entrega el título con todos los derechos que emanan
de él, tiene los efectos que enumera el artículo 25. La letra puede ser endosada aún antes de

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ser endosada, en donde los endosantes adquieren incluso la obligación de garantizar la
aceptación.
Lo normal es que la letra sea girada a la orden, por excepción puede ser girada
nominativamente, y nunca puede ser girada al portador. Pasa a ser al portador cuando la letra
en endosada en blanco, transformando la letra (artículo 23 ley LCyP); en este caso, se aplica
el artículo 24. Como la letra ha pasado a ser un documento al portador, por la entrega del
documento no hay garantía.
Las formalidades del endoso están en el artículo 17 y debe ser complementado con el
artículo 19, ambos de la ley de LCyP.
En materia de endosos, el principio de literalidad del documento está expresamente
tratado en los artículos 19 y 21 de la ley en comento.
En caso que exista la cláusula en cobro, de acuerdo a lo que ha resuelto la jurisprudencia,
se entiende que existe un mandato judicial.
En el caso de la entrega pignoraticia del documento, quien recibe la letra puede cobrarla
para satisfacer el crédito principal por el cual se giró en garantía la letra, rindiendo cuenta al
endosante.
El endoso tiene que estar estampado en la letra o en la continuación de la letra. Se discute
qué ocurre si el endoso se estampa en un documento aparte. Pero atendido al artículo 17,
sumado a que los actos cambiarios que no cumplen las formalidades no son sancionados con
nulidad sino con conversión, se entiende que el endoso no vale como tal, y valdrá como una
cesión ordinaria de crédito.
El endono normalmente es en favor de terceros, pero también puede serlo en favor de los
propios obligados a la letra, artículo 20. Si la letra va a circular, se entiende que lo hará en
favor de terceros distintos de la relación cambiaria. Nada impide que el endoso favorezca a
alguno de los obligados de la letra, volviendo la letra a éstos en virtud del endoso. Al ser
endoso, no se extingue la obligación cambiaria, porque puede haber otro obligado, en virtud
de lo que dispone la parte final del artículo 20 de la ley de LCyP.
17 de junio.
Examen: El Pagaré, Edison Lara.
Qué pasa si el endoso no incorpora el lugar o la fecha de emisión: norma supletoria, que
es la que establece el artículo 22 inciso final de la ley LCyP. Viene siendo una suerte de
mención natural del endoso. Sí presenta más complejidad la situación del endosatario: a quién
se puede dirigir el endoso; hemos dicho que dado que el endoso es la forma natural de
circulación de los títulos valores, lo normal es que la letra se endose a un tercero ajeno al
círculo cambiario de los intervinientes de la letra. Ahora, sin embargo, este tercero pasa a
incorporarse al círculo de intervinientes cambiarios, pasa a ser titular legítimo de la letra.

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La complejidad viene dada porque la ley admite también que la letra se endose de regreso,
tal como existe una acción de regreso. Esto presenta una particularidad especial: ese endoso
de regreso puede ser al aceptante, y lo curioso es que el crédito no se extingue por confusión,
pues la letra, al circular, es autónoma y se desvinculó de la obligación causal. En otras
palabras, el endoso de regreso no extingue las obligaciones cambiarias. El nuevo endosatario
puede volver a endosar la letra, volviéndola a poner en circulación. Se explica este efecto en
el artículo 20 de la ley.
El endoso pleno o el endoso traslaticio de dominio también llamado tiene, en primer
lugar, un efecto traslaticio de dominio. Artículo 21 LCyP. Primer efecto del endoso pleno:
transferencia del dominio de la letra, pero además existen otros efectos; efecto legitimatorio,
en términos tales que pone al endosatario (quien recibe el endoso) en posesión de ejercer
legítimamente los derechos que emanan de la letra. De la mano del dominio del documento,
va la legitimidad de ejercicio, sin menciones adicionales. Basta sólo el endoso para que el
adquirente, endosatario, tenga la plenitud de derechos que emanan de la letra. Artículo 26.
El efecto legitimatorio implica una presunción simplemente legal; al tenedor le basta con
acreditar la cadena regular de endoso.
El endoso pleno surte tres efectos fundamentales: 1. Traslaticio de dominio; 2. Efecto
legitimatorio y; 3. Efecto de garantía. En virtud de este último, el endosante asume la posición
de garante del pago y de la aceptación de la letra, a menos que se exima de la responsabilidad
de la aceptación (“sin ulterior responsabilidad”). Siempre hay un efecto traslaticio y un efecto
legitimador, y sólo se puede deslindar el efecto de garantía con la cláusula “sin ulterior
responsabilidad”, es decir, ese endosante no se hace responsable si la letra no es pagada.
Artículo 25 inciso primero.
Qué pasa si el endosante trata de cerrar la letra, esto es, estampa la cláusula “no
reendosable”: la letra sigue circulando, pero en tal caso no responde ante los endosatarios
posteriores de la letra (artículo 25 inciso final).
El endoso traslaticio es el medio natural de circulación de la letra. Artículo 18: la letra se
puede emitir nominativamente, pero aún se puede endosar, con las particularidades que
señala este mismo artículo. Si se endosa una letra nominativa, surte los efectos de la cesión
ordinaria. Salvo el caso de comisión de cobranza, en donde siempre se puede endosar.
En el endoso en cobranza basta que se endose en cobranza, y se confiere al endosatario
la facultad de percibir. En virtud del ejercicio del mandato, el endosatario (mandatario) va a
haber satisfecho su crédito, pues tenía facultad de percibir.
Artículo 27 LCyP, en doctrina se denomina el endoso non domine, es decir, cuando el
endoso lo efectúa alguien que no es dueño de la letra. Esto es una excepción al principio del
derecho común: el legislador protege la posesión del adquirente, estableciendo que basta
acreditar la cadena regular de endosos, aun cuando el último endoso esté en blanco.
Estos efectos del endoso, traslaticio, garantía y legitimatorio, son los que marcan la
diferencia entre el endoso y la cesión ordinaria de créditos; también se pueden observar estos

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efectos en el endoso en blanco, artículo 19 inciso final y artículo 23. Basta la firma, y aun así
se entiende que es una cadena regular de endosos. Incluso el endoso en blanco faculta al
adquirente para llenar el documento. Artículo 24. Se puede llenar la letra y ejercer todos los
derechos del titular, de manera que el documento es tratado como si fuera un título al
portador.
Una forma de transferir el dominio de la letra, entonces, es el endoso traslaticio de
dominio. El dominio de la letra también puede ser transferido por endoso extemporáneo. Qué
pasa cuando se endosa la letra ya vencida o protestada: endoso extemporáneo. Artículo 32.
La letra, además, se puede transferir por la vía ordinaria, es decir, por vía extracambiaria,
mediante una cesión nominativa de crédito.
Se puede transferir la letra también por vía cambiaria pero sin endoso. Pago por
intervención. Artículo 87. Este tercero que paga por intervención ocupa el lugar de la persona
a cuenta de quien paga. El tercero se ha hecho dueño de la letra sin haber mediado endoso o
cesión de crédito. Como el pagador por intervención ocupa el lugar del portador legítimo,
tiene derecho a la inoponibilidad de excepciones que establece el artículo 28. Lo que ocurre
es que en el pago por intervención y en el pago por regreso, no se extingue la obligación
cambiaria; los únicos pagos que extinguen la obligación cambiaria son el pago del aceptante
y el pago del librador, en caso que no haya pagado el aceptante. Lo mismo ocurre en la otra
situación en que se puede transferir la letra por vía cambiaria sin que medie endoso, en el
pago por regreso.
En el caso del pago por regreso se dice que se produce un efecto recuperatorio total pero
liberatorio parcial. El beneficiario puede exigir el cobro de la letra a cualquiera obligado al
pago de ella; sabemos también es que si paga el aceptante o girador en subsidio del aceptante,
se extingue la relación cambiaria. Pero qué pasa si el endosatario se dirige contra el aval de
un endosante anterior: la letra se le entrega al aval, y éste si le cobra a endosantes anteriores,
estamos en presencia de una acción de regreso. Por eso se dice que el pago en regreso es
parcialmente liberatorio pero totalmente recuperatorio, porque libera a los endosantes
posteriores. Es un pago que permite transferir la letra pero que tiene un poder parcialmente
liberatorio.
Finalmente, la letra puede circular por vía de endoso extemporáneo: está establecido en
el artículo 32, y se verifica en la situación en que la letra se endosa una vez que está vencida
o después que se protestó, evento en el cual se entiende que hay cesión de créditos y no
endoso; por tanto, el endoso extemporáneo es válido, pero no tiene los efectos propios del
endoso (como el de garantía, el derecho no es autónomo y no da lugar a la inoponibilidad de
excepciones). Por eso se dice que el endoso extemporáneo es una figura heterogénea o
extraña al ámbito cambiario.

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Paralelo entre la acción directa y la acción de regreso
La acción directa es la que se ejerce contra el principal obligado, y la de regreso contra
los restantes. El sujeto pasivo de la acción directa es el aceptante o su aval; y en la acción de
regreso el sujeto activo lo constituyen los demás obligados.
La acción directa se origina ante la falta de pago, en cambio la acción de regreso en falta
de pago o en caso de falta de aceptación.
La acción directa se ejerce directamente, al vencimiento por falta de pago; la acción de
regreso requiere el protesto, salvo cláusula devuelta sin gastos.
En la acción directa lo que se ejerce es la acción cambiaria, en cambio en la acción de
regreso se ejerce una acción de garantía.
El ejercicio de la acción cambiaria tiene como efecto que se extingue la obligación
cambiaria, en cambio, en la acción de regreso la letra sigue circulando.
La acción de regreso da lugar a lo que se denomina los pagos recuperatorios, porque a
través del ejercicio de la acción de regreso se recupera la tenencia de la letra. En el pago
cambiario derechamente se extingue la letra.
Finalmente, en cuanto al efecto del pago, sabemos ya que en la acción directa el efecto
del pago es completamente liberatorio, en cambio, si se obtiene el pago por acción de regreso,
es completamente recuperatorio pero parcialmente liberatorio.
Paralelo entre el endoso y la cesión ordinaria de créditos
La cesión de créditos está establecida para créditos nominativos, en cambio el endoso se
establece para todo tipo de títulos en circulación.
La cesión de créditos no requiere la entrega del título (se puede exigir, pero no se
requiere); el endoso requiere la entrega del título y la firma (suscripción del endosante). La
cesión de créditos, por tanto, requiere notificación al deudor; el endoso no, porque éste tiene
un efecto legitimador.
En la cesión de créditos se transfiere el derecho (título), en cambio en el endoso se
transfiere el título y a éste le sigue el derecho.
En la cesión de créditos la transferencia es derivada, en cambio en el endoso entendemos
que es originaria Al haber una transferencia derivada en la cesión de créditos, existe
oponibilidad de excepciones; en la transferencia originaria del endoso existe inoponibilidad
de excepciones personales (sólo son oponibles las excepciones reales).
Como la cesión de créditos es derivativa, es aplicable el principio que nadie puede
transferir más derechos que aquellos que posee; en cambio, de acuerdo al artículo 27, se
valida la transferencia a non domine.
La cesión de créditos privilegia la seguridad del deudor, por lo tanto los riesgos son del
acreedor; en cambio, el endoso privilegia la circulación del crédito, y por tanto los riesgos

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corren para el deudor. Al acreedor de la letra le basta con demostrar la cadena regular de
endoso.
En la cesión de créditos se requiere acreditar la existencia del crédito y la cesión; en
cambio, en el endoso basta con demostrar la cadena regular. Tanto es así, que incluso queda
validado el endoso en blanco.
Pago de la letra
Los tipos de pago de la letra dependen de la manera en que haya sido girada, siendo esta
tipología numerus clausus, establecida en el artículo 48. A la emisión de la letra va
indisolublemente unida la idea de la orden incondicionada de pago.
La letra girada a la vista está reglamentada por el artículo 49ñ La fecha de vencimiento
es mención de la naturaleza de la letra. Hay una regla de excepción a las reglas de derecho
común; el mutuo sin fecha de vencimiento puede ser exigido a partir del décimo día de la
emisión, mientras en la letra que no contiene fecha (a la vista) puede ser presentada de
inmediato. Cuando el artículo 49 habla de “sin valor” se refiere a caducidad, no a
prescripción.
Las partes pueden modificar este plazo, es decir, una letra que es emitida a la vista y que
se presenta a cobro, admite que los intervinientes pongan una fecha distinta al vencimiento.
Recordemos que las obligaciones se asumen de izquierda a derecha, por lo que las nuevas
obligaciones sólo obligan a futuro.
La letra también puede ser girada a un plazo desde la vista o a un plazo desde el giro,
artículo 50. Las hipótesis más frecuentes son la letra a la vista o a un plazo determinado. Los
plazos de prescripción de las acciones cambiarias comienzan a correr a partir del día fijo y
determinado. Artículo 98. Si es a la vista manda la fecha de emisión del documento.
La presentación a cobro de la letra exige no solo el aviso, sino también supone la oferta
de entregar la letra, salvo en el caso de los bancos, caso en el cual basta que se informe de la
tenencia del documento. Artículo 53.
La letra la presenta a cobro el portador o tenedor legítimo; el tenedor o portador legítimo
es un concepto amplio que engloba a un universo de intervinientes legitimados para ejercer
los derechos que emanan de la letra. Estos legitimados pueden ser por vía cambiaria o
extracambiaria.
El tenedor legítimo o beneficiario o portador legítimo puede haber adquirido esa
legitimación por vía cambiaria o por vía extracambiaria. Además, siempre se puede actuar
representado.
Por vía cambiaria, ¿quiénes pueden presentar a cobro la letra? Primero, el beneficiario;
segundo, los endosatarios (traslaticio de dominio; en prenda; en comisión de cobranza).
Recordemos que el endoso tiene un efecto legitimador, por lo tanto, los tres endosatarios
están legitimados para cobrar la letra, y la diferencia se produce en la relación entre el

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endosante y endosatario, no con el deudor. La naturaleza del endoso incide en la relación
endosante-endosatario.
Puede ser legitimado también por vía cambiaria el pagador en regreso; ejemplo,
cualquiera de los endosantes.
También puede serlo el tercero que paga por intervención, que es el que pasa a ocupar la
casilla de quien a cuyo nombre pagó.
Son tenedores legítimos cambiarios: tomador; endosatarios (los tres); pagador en regreso;
pagador por intervención.
A estos tenedores legitimarios se les suman dos extracambiario: el cesionario en la cesión
ordinaria de créditos, que es el caso del endosatario extemporáneo, por ejemplo. El otro caso
es el sucesor, en términos amplios. No hablamos únicamente del sucesor en términos
hereditarios, pues se presenta también en el caso de fusión, transformación o división; la
nueva compañía se entiende que ocupa los derechos de los cuales era titular la compañía
madre.
Situación del adjudicatario de la indivisión. La adjudicación transmite a título originario
el dominio de los bienes de la indivisión. No debería diferenciarse mucho del ejemplo del
caso de la sucesión.
El documento se presenta a cobro, en primer lugar al aceptante; la letra se presenta a
cobro en el lugar que indica en la letra domiciliada (de no ser así, se presenta en el domicilio
del librado). Sabemos que los pagos pueden ser plenamente liberatorios, que son los que
efectúa el librado-aceptante o el librador, con lo que se extingue completamente la relación
cambiaria; o bien pueden ser parcialmente liberatorios (pagos extraordinarios), que son el
caso del pago en regreso o el pago por intervención. Artículo 12 inciso 2°, pago ordinario.
Artículo 87, pago por intervención. Artículos 82 y 83.
Concluyendo, dependiendo de quién paga la letra, podemos hacer las siguientes
distinciones: en caso de pago por parte del aceptante o por parte del librador de la letra no
aceptada, se produce una extinción total de la relación cambiaria. Si el pago lo efectúa el
librador de una letra aceptada, subsiste solamente la acción directa. Si quien paga es
cualquiera de los obligados intermedios (endosantes), subsisten las acciones precedentes al
pagador. Si paga el aval o el tercero que paga por intervención, subsisten todas las acciones
precedentes más la acción en contra del intervenido o del avalado. El único pago que es
plenamente liberatorio es el pago que realiza el aceptante y eventualmente el librador.
Al momento de exigir el pago, se entiende que hay una oferta de entregar el título, por lo
que la prueba del pago del título supone la cancelación del título (constancia del pago).
Artículo 54. Por qué se entrega recibo y letra: a diferencia del derecho común, en materia
cambiaria sí está obligado a recibir parcialidades, artículo 54 inciso 2°. Además, el deudor
tiene derecho a hacer pagos anticipados; lo que ocurre es que el legislador ha dispuesto que
los pagos anticipados se efectúan por cuenta y riesgo del pagador, porque a pesar de que se
pague anticipadamente la letra, ésta puede seguir circulando. Por tanto, el deudor de la letra

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no podría alegar ante un futuro cobro que hubo pagos parciales anticipados; la noción que
prima es la protección del acreedor. Artículos 55 y 56.
CHEQUES
En todo lo no dicho, aplicamos letra (ley n° 18.552). Entre nosotros, el cheque está regido
fundamentalmente por dos cuerpos legales: por el DFL 707 y por el DFL n° 3 (Ley General
de Bancos). La celebración de contratos de cuenta corriente bancarias y la emisión
consecuencial de cheques pertenecen al monopolio legal que el ordenamiento confiere a los
bancos, de acuerdo al artículo 69 n° 1 del DFL n° 3.
El cheque, como título valor, está ineludiblemente vinculado al contrato de cuenta
corriente bancaria, en términos tales que no se explica la emisión de cheques si no es con el
respaldo de un contrato de cuenta corriente bancaria. A su vez, el contrato de cuenta corriente
bancaria se rige por el DFL 707 y en subsidio por las normas de la cuenta corriente mercantil,
por aplicación del artículo 9° del DFL 707.
El concepto de cuenta corriente bancaria está en el inciso 1° del artículo 1° del DFL 707
de 1982. El contrato de cuenta corriente bancaria presenta varias particularidades; una de las
partes de este contrato necesariamente es un banco. Existen dos tipos de contrato de cuenta
corriente: cuenta corriente de depósito y la cuenta corriente de crédito. En virtud de la cuenta
corriente de depósito el banco paga hasta concurrencia de los fondos que el cliente haya
entregado al banco; en cambio, en la cuenta corriente de crédito, el banco paga hasta la cuenta
de crédito que tenga el cliente en el banco: línea de crédito. Esto es distinto del tope de
sobregiro autorizado: los bancos están autorizados para pagar un sobregiro aun cuando no
hayan pactado un crédito con su cliente; esto es una potestad del banco y no es un derecho
del cliente. Esta potestad puede ser ejercida hasta el límite autorizada por la Superintendencia
(cerca de 42 UF). No existe una línea de sobregiro.
En doctrina se discute si el contrato de cuenta corriente es consensual. Se ha sostenido
que es un contrato real, pues requiere el depósito de dinero.
Existe un tipo de cheque que no va necesariamente vinculado al contrato de cuenta
corriente.
Tomo III Baeza, cheque.
El concepto de cheque está en el artículo 10 de la ley. Es un título valor, es decir, estamos
hablando que a su respecto se aplica la totalidad de las características estudiadas con respecto
a los títulos valores. Eso da a entender que el artículo 10 señale que es una orden escrita; el
cheque es un título formal.
El cheque, además, es un documento bancario, no solamente u título valor; su
materialidad debe ser emitida por un banco de manera seriada, por regla general; artículo 15.
El cheque es un título fundamentalmente de pago. En estricto rigor, nuestra legislación
no contempla la emisión de cheques en garantía o cheques a plazo. En virtud de la autonomía
de la voluntad, pareciera no haber obstáculos. Lo que ocurre es que en virtud de esas

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menciones no son de aquellas que están contempladas por el legislador, saca a este cheque
del ámbito de las normas del derecho comercial, entrando a las normas del derecho común.
Menciones del cheque
Artículo 13. Menciones esenciales: orden de pago incondicionada (incluso pura y simple,
pues no admite plazo) emitida en contra de un banco; identificación del librado (banco);
monto del giro; el número de cuenta corriente del librador; la firma del librador; nombre del
beneficiario (puede ser agregado por el propio beneficiario del documento). El nombre del
beneficiario puede permanecer en blanco hasta que el cheque se presenta a cobro.
El lugar y la fecha del giro son menciones suplidas por la ley. El lugar se entiende en la
misma plaza de la oficina del banco. El cheque es siempre pagadero a la vista; si no tiene
fecha de giro, se entiende que ésta es la misma en que se presenta a cobro. Artículo 13 inciso.
En caso que se produzca una falsificación de estas menciones, responde el banco.
Artículo 16.
Los intervinientes del cheque son tres personas: el librador (cuenta corrientista); el
librado (banco) y el beneficiario o tenedor legítimo.
El cheque, de acuerdo al artículo 11, admite el giro en pago o el cheque mandato; por
defecto, el cheque se entiende que es girado en pago (para que sea cheque mandato se debe
estipular con las palabras “para mí” por el beneficiario). El giro del cheque mandato no es el
endoso en comisión de cobranza.
El cheque puede ser girado a la orden, al portador y nominativo; se admite el giro al
portador de acuerdo al artículo 13 inciso 1°. De acuerdo al artículo 14, el cheque nominativo
sólo puede endosado a favor de un banco, por lo que es siempre un cheque en comisión de
cobranza.
El cheque además puede ser girado abierto o cruzado; el cheque cruzado debe ser
presentado a cobro exclusivamente por el banco. Artículo 30. El cheque cruzado puede ser
cruzado especial y cruzado general. El general, en cualquier banco, y el especial sólo en el
banco designado.
De la vigencia del cheque tratan los artículos 23 y 24. Son plazos de caducidad; no
admiten suspensión salvo el caso del inciso final del artículo 23.
Eventualmente, el librador del cheque puede ordenarle al banco que se abstenga de pagar
el documento, mediante la emisión de orden de no pago. La orden de no pago es siempre
transitoria, de manera que caduca ésta a menos que el legislador posteriormente la regularice.
Las causales son tres: falsificación, adulteración y extravío o hurto.
Artículo 29.
En caso que el banco no pague el cheque, tiene que proceder al protesto del documento.
El protesto a su vez puede provenir por motivos de forma o motivos de fondo; si concurren
causales tanto de forma como de fondo, prefieren las de forma y después las de fondo.

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Artículo 33. Este protesto debe ser notificado judicialmente para producir mérito ejecutivo.
En su caso, configura el delito de giro doloso de cheques de que trata el artículo 22.
Las acciones del cheque, tanto las penales como las civiles, prescriben en el plazo de un
año contado desde la fecha del protesto.

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