Está en la página 1de 11

Me llamo Felipe Lizama Silva, soy sacerdote de la Iglesia 

Católica hace casi 9


años, tengo 35 y actualmente oficio en la comunidad de la Diósesis de Valparaíso,
en la Parroquia De Los Desamparados de Quillota. 

Tengo una hermana mayor, Paola, y un hermano gemelo, Paulo; él es párroco de


la Iglesia Nuestra Señora de la Esperanza, en el Cerro Esperanza de Valparaíso y
también, de la Parroquia de San Rafael, del sector de Nueva Aurora, Viña del
Mar. 

¿Cuándo sintió el llamado de Dios a formar parte de su iglesia? 

Mi historia de vida parte como la de todos en el seno materno, y quisiera ir ahí


porque Dios me llamó al mundo por mi mamá, por mi papá y llegué siendo
gemelo, tengo un hermano gemelo. Mi hermano gemelo se llama Paulo y es muy
parecido a mi. Lo cuento porque marca mi vida y marca la vida de mi familia y
también mi presente. Soy un hijo de una familia compuesta por mi papá Humberto,
mamá. Rosa Amelia, mi hermana mayor Paola, mi hermano gemelo Paulo. Soy
oriundo de un pueblo de la V Región, de la comuna de Casablanca, de un pueblo
chiquitito que se llama Lagunillas. 

En ese pueblo crecimos, en ese pueblo nos desarrollamos familiarmente,


intelectualmente, yo después fui a otros colegios, pero ahí se empezó a desarrollar
en nosotros una pasión que es la gran pasión de muchos. En Chile somos buenos
y apasionados para algunas cosas. Estoy hablando de la pasión del deporte, la
pasión del fútbol. Mi papá nos metió en el corazón y en todo nuestro ser la pasión
del fútbol y desde muy chiquititos soñábamos con ser futbolistas.

Digo soñábamos porque con mi hermano andábamos para todos lados juntos. No


sé si muy buenos para el fútbol, pero si apasionados, pero cuando uno es
apasionado se cree el cuento. Digo todo esto porque cuando yo tenía 11, 12,
hasta los 13 años en mi vida y en la vida de nuestra familia, papá, hermano y
quien habla, girábamos en torno al fútbol, íbamos al colegio, pero nuestra pasión
era el fútbol. Por ahí en un tiempo cuando yo tenía 13 o cumpliendo 14 años, pasó
algo que le pasa a muchas familias y nos pasó a nivel familiar que es vivir la
separación de nuestros padres. Cuando mi papá y mi mamá se separaron,
optamos por dejar esta gran pasión que era el fútbol, con mi hermano lo
conversamos. 

La relación entre mi papá en ese tiempo y mi mamá no era muy buena y para
nosotros era super raro estar viviendo con mi mamá y vernos solamente en torno
al fútbol con mi papá. Tomamos la decisión de dejar eso que era el fútbol y para
nosotros significaba una pena super grande, dejar lo que hacíamos cuando
no estábamos estudiando y dejar quizás un futuro vinculado al fútbol. Yo tengo
amigos y algunos que compartíamos cancha que llegaron a ser grandes
futbolistas, incluso a nivel de selección. El tema es que, cuando dejamos el fútbol
queda un gran vació en el corazón, sobre todo cuando uno tiene 14 años, en plena
adolescencia, buscando muchas cosas y aquí fue cuando apareció la iglesia. 

Tener una pasión grande como es el fútbol, que te involucra toda tu vida, involucra
tu tiempo, involucra tu espacio, involucra tus vínculos, tus amistades, todos mis
amigos en esa esa edad de la adolescencia estaban ligados al fútbol. Mi gran
tiempo, digamos así los días de entrenamiento después del colegio, o el fin de
semana, estaban en torno al fútbol., Dejar el fútbol significaba dejar amigos y dejar
espacios. Con mi hermano lo conversábamos y teníamos mucho, mucho tiempo y
ese gran vacío, esa sensación de vacío ligado a la búsqueda de sentido, al tratar
de comprender como yo a los 14 años entiendo la separación de mis papás, como
yo a los 14 años entiendo todas las cosas que están pasando. 

Un amigo nos invitó a participar de la Parroquia, la Iglesia de Lagunillas, de mi


pueblo chiquitito y es ahí donde hay un primer encuentro profundo. Porque hasta
entonces siempre habíamos estado con mi familia ligados a Dios, porque mi
mamá una mujer creyente. Mi papá un hombre creyente. En ese entonces no muy
practicante él, pero creyentes todos y naturalmente contábamos con que iban a
venir los sacramentos, así como hice mi primera comunión, algún día me iba a
confirmar, vino la invitación a la confirmación y por esa invitación sucedió algo
maravilloso que fue conocer el rostro humano de un sacerdote y también los que
se están preparando para ser sacerdotes que son los seminaristas de aquel
tiempo. A mi parroquia que era de un pueblo chiquitito, llegaba el sacerdote que
estaba con el primer año, entonces era simpático porque podía conocer a un
sacerdote, dentro del proceso de la confirmación muy cercano, porque insisto una
parroquia super chiquitita, donde éramos pocos y todos nos conocíamos, el
conocimiento fue muy muy cercano. Y también algo medio chistoso que era
conocer a los que estaban estudiando para curita y considerando que eran 2, 3
años de diferencia se nos hacía muy cercano. Aprendimos a conocer, digo
aprendimos a conocer con mi familia entera, una iglesia que no era la iglesia que
veíamos por televisión, como grandes iglesias sino más una iglesia de barrio, una
iglesia de pueblo donde el sacerdote y los seminaristas son personas sumamente
normales y no tienen temor en mostrarse como personas normales. 

Aprendimos a conocer a los chiquillos que iban recién entrando al seminario con
sus temores, sus miedos, que para mi fueron de mucho sentido porque la edad no
era muy grande, eran dos o tres años de diferencia y verlos a ellos vestidos, así
como seminaristas, pero les pones otra ropa y son personas muy normales,
comenzó a gestarse en nosotros esta pregunta. Pregunta que fue en principio
super natural, digo esto porque del grupo que frecuentábamos el grupo juvenil en
ese entonces, no éramos más de 15 jóvenes, un grupo pequeño para ese
entonces, somos tres sacerdotes. Pudiera haber habido alguna monjita, pero no
se dio. Por ahí comenzó mi corazón a hacerme la pregunta, una pregunta que fue
acompañada por el sacerdote. Paralelamente mi hermano estaba en las mismas
preguntas, en los mismos cuestionamientos. Paralelamente estábamos en la
misma búsqueda, los mismos miedos. Sucedió que lo conversábamos, pero
ninguno le dijo al otro. Como esto del sacerdocio es tan personal, tan profundo y
que implica toda tu vida, no quisimos influenciar al otro. 

Esto de mantenerlo con harto cuidado, para no influenciar a mi hermano, hasta


que empezamos a ir a las jornadas vocacionales que era la instancia que se tenía
en el seminario para poder acompañarse y ver la posibilidad de un ingreso. Una
vez que nos descubrimos en eso, una vez que nos vimos en eso Paulo yendo a
jornadas vocacionales y yo también queriendo ir. 

Él fue el primero en tomar la moción para ir, cuando lo veo a él y él también me ve


interesado, ahí no hubo palabras, fue sí, sí , vamos. Dios mediante se dio algo
muy lindo que es  que en el seminario en aquel tiempo confiaran que la vocación
era real y no era la influencia de uno sobre el otro Hicimos
un discernimiento acompañados por seminaristas por sacerdotes y doy las gracias
al seminario porque hay seminarios en Chile que ven que hay gemelos y al tiro los
separan y dicen no aquí van a hacer patota entonces vamos a ver si la vocación
es cierta, uno entra primero, el otro entra después o tu entras a este seminario
o tú vas a este seminario y tu a este otro seminario. 

Mi hermano, es párroco en la Iglesia Nuestra Señora de la Esperanza, en el Cerro


Esperanza en Valparaíso y también párroco de la Parroquia de San Rafael del
sector de Nueva Aurora en Viña del Mar. 
 
¿Cómo se vive la fe en los tiempos de la pandemia? ¿Cómo se vive
personalmente y se ayuda a los feligreses a vivirla? 
  
Quien soy no puede entenderse sin antes decir de dónde vienes. Yo me defino
como un hijo de Dios, pero no puedo definir ni ser hijo de Dios sin pensar en otro,
sin pensar en este caso en mi hermano gemelo, pero también en otros. El oficio de
sacerdote, presbítero o curita o padre, como se nos quiera nombrar, nos pone en
iglesia, nos pone en una comunidad y es super interesante porque desde el primer
día uno como sacerdote en pandemia se enfrenta a algo que se vive dicen los
especialistas una vez en la vida y si miramos para atrás hay muchas generaciones
que no lo vivieron. Un tiempo único donde uno puede equivocarse, en donde uno
puede achuntarle también. Yo he visto en este tiempo como sacerdote, como un
creyente dentro de una comunidad, así lo defino, como un tiempo de
oportunidades muy grandes.
Podemos mirar, podemos ver como hay muchas situaciones adversas, el dolor por
la enfermedad, por los muertos.
El otro dolor que es no poder vernos, no poder ir a ver a nuestros seres queridos
para las personas que son super sociables no poder salir, no poder tener
encuentros gratuitos con amigos como se hacía antes, nos puede poner en una
condición super ingrata, super negativa.
Pero nosotros como parroquia, justamente digo nosotros porque estaba revisando
ahora un trabajo que hicimos hace una semana que es una encuesta que hicimos,
que trabajo en base a tres preguntas ¿Qué hemos perdido? ¿Qué hemos ganado?
Y ¿Qué no podemos perder? lo tiramos al consejo parroquial, tenemos un grupo
de WhatsApp y es super lindo. Yo estoy ocupando este documento para poder
rezar un rato para poder tener no solo lo que yo he podido percibir, sino lo que la
gente ha podido percibir. 
 
Como sacerdote he podido ver que hay una sensación de pérdida muy grande.
Humanamente también, una cantidad impresionante de pérdidas, pérdidas
humanas, me ha tocado hacer funerales, me ha tocado ser testigo de lo doloroso
que es poder despedir en el cementerio de pasadita muy rápido a una persona
que falleció por Covid. Que falleció no porque se expuso, saliendo a la calle,
no, él estaba dentro de la casa, pero su hija que era funcionara de salud, trajo el
virus a la casa, los enfermó a todos y falleció el papá y dolores humanos super
grandes, y que desde mi perspectiva, si no los vemos desde la fe, si no los vemos
desde esta mirada que nos obliga a decir, esto no termina aquí, esto no es solo lo
que vemos acá , después viene algo mejor, podemos caer en un agobio super
grande. Podemos caer en una depresión, podemos caer incluso en una
confrontación muy grande con los demás y para que decir con Dios y con uno
mismo también. 
Imagínate estar acompañando a esta chiquilla enfermera, que contagió a toda su
familia, tirada en el pasto en el Cementerio Parque llorando por culpa. Son
situaciones límite. 

¿Qué se le dice a una persona que llora por culpa, por haber enfermado a su
familia y que muera un padre por haberlos contagiado? ¿Cómo se mitiga esa
culpa o evitar que sienta que es un castigo de Dios? 

He aprendido que las mejores palabras son las que no se dicen. En este sentido
del dolor, la palabra mystérion, del griego, significa a labios juntos, mejor no decir
nada, pero si estar, pero si acompañar. 
 
Muchas veces, con pandemia o sin pandemia, en situaciones límite, lo mejor que
uno puede hacer es no decir palabras. Hay momentos en que sí hay que decirlas,
pero hay otros momentos en los cuales lo mejor es no decir nada, lo mejor es
estar, lo mejor es decir bueno hagamos un ratito de silencio y oremos, sintámonos
en el amor de Dios, sintámonos en el misterio de que para nada del mundo voy a
decir esto fue un castigo. No preguntes el porque, pregunta el para que. Yo
personalmente no creo en un Dios que mande el dolor.
Yo no creo en un Dios que mande sufrimiento a algunas personas para que pueda
aprender algunas cosas. 
Me he dado cuenta de que Dios no es un Dios que mande el sufrimiento de
alguien, o la muerte de alguien, para que alguien pueda aprender algo. 
Lo que yo he podido hacer, lo que Dios me ha permitido, lo que la comunidad me
ha permitido, llamando, pidiendo, ¿Padre puede venir? Es estar, estar de distintas
maneras. Para mi ha sido super fuerte tener que estar y no poder abrazar. Tener
que estar y no poder tocar el hombro. Gestos de cercanía, gestos de afecto. Pero
yo creo que todos en este tiempo hemos aprendido lo importante que es estar,
acompañar y llevar al misterio. Llevar en este caso por mi oficio, por mi vocación a
que contemplemos juntos a Dios, a que contemplemos juntos lo que estamos
viviendo todos. No creas que uno como sacerdote se acostumbra al dolor.

Yo creo que los especialistas en medicina, los que han estado ahí en primera línea
en el cuidado en los hospitales, ninguno puede decir he sido indiferente porque yo
estoy acostumbrado.

Humanamente nos afecta el dolor, humanamente nos ponemos también en estas


situaciones super límites. Lo importante sí, la comunidad me ha llevado a
entenderlo es que, uno puede estar y uno también tiene que enseñar, no estando. 
Yo como sacerdote, todos tenemos límites. No podemos creernos el super
hombre, el super médico, el super periodista, el que puede estar en todo porque la
gente a mi me lo ha enseñado. 
Padre, usted hace la pega cuando comprendemos que es un mediador entre el
hombre y Dios.  
“Usted no hace la pega”, esto lo he aprendido también por la gran
crisis eclesial que vivimos, que cuando uno se cree el todo poderoso, el fin último,
uno se olvida de su misión. 
En este tiempo he podido estar físicamente con algunas personas, pero en este
tiempo también he podido estar espiritualmente muy unido a mucha gente que
pide y que reclama la presencia de Dios y a veces también la presencia del
sacerdote. Hemos podido crecer a través de los medios de comunicación en el
plano de la misa. 
 
¿Cómo se lleva a cabo actualmente la misa? 

Nosotros desde el primer momento, una vez que vimos que esto ya era complejo,
desde el día que llegó el primer caso, paramos las antenitas como comunidad, yo
por ahí fui a comprar alcohol gel, para que el día domingo abriéramos y hubiera
medidas de protección. Pero después cuando la cosa fue creciendo un poco más,
optamos al tiro, desde el primer minuto de cerrar el templo, una medida super
dolorosa. Si me está viendo alguien de la comunidad van a asentir, una medida
super dolorosa, porque somos una comunidad de barrio. Estamos metidos muy
tradicional de Quillota que es el sector de la Corvi, muy de barrio, donde hay
mucho adulto mayor y en donde la fe se puede sentir. 
Yo abro las rejas, o abrimos el templo y la gente entra. Entran a rezar, entran a
estar en oración y para que decir cuando hay misa. Sabíamos que, si abríamos el
templo, sabíamos que, aunque todos dijeran quédate en la casa, la gente iba a
venir igual. Una medida super dolorosa que la tomamos en consideración de la
gente. Por aquí con algunos curas amigos tuvimos que conversar con otros
sacerdotes, ellos decían “No si yo tengo comunidades chiquititas,” no viene tanta
gente y el templo es grande y vamos a hacer misa igual.”  
¡La gente se pasó la voz! Los vecinos aquí decían “Ah mira, no están haciendo
misa en la Corvi, tampoco en el centro, vamos a Limache, o vamos a La Calera” 
Entonces ahí tuvimos un tema comunitario que conversar y lo hicimos desde el
primer momento. Por ahí hace años atrás, tuve la experiencia de haber hecho con
unos amigos que no se pudo hacer misa por una eventualidad, por un feriado, por
una votación o algo civil había que no podíamos abrir el templo porque tampoco
iban a haber trabajadores, hicimos una misa y propusimos hacerla por Facebook,
tuvo alto alcance mediático y la gente lo agradeció. 
Entonces acá en la Parroquia, desde el primer momento dijimos démosle, en
realidad digo démosle, pero la decisión fue mía y nuestra preparación ha sido
arcaica, de calidad, pero super arcaica. Transmito por el teléfono celular y hemos
ido creciendo en comunión, de la parroquia nos mandan canto, los coros, ha sido
algo super bonito, porque todos los coros se han unidos, cosa que no pasaba
antes y hemos podido experimentar la comunión vinculante que solo se daba
estando bajo el mismo techo. 
Actualmente sigo en lo mismo, el mismo celular, el mismo computador que
reproduce las canciones y hemos podido ir formando una comunión super rica. Ya
por cuestión de afinidad personal, hemos hecho una alianza estratégica con mi
hermano gemelo y también con un cura amigo de una parroquia vecina, el padre
Enzo, para poder turnarnos en la celebración de misas. 
No por no estar expuestos delante de otras personas uno no se cansa, a nosotros
como cura nos cansa mucho hacer misas online. Es una presión de que salga
todo bien, que el canto se escuche bien y que no se me vaya a ir
la señal. Habían momentos en los cuales yo lo hacía con la señal de internet de
la casa pero llegaba un momento en que la misa era justos cuando   muchos
estaban haciendo videollamadas , la señala bajaba y se cortaba. 
Ahora lo estamos haciendo desde el celular, con el 4 G y hemos bloqueado para
que no nos llamen. A veces mandan Whatsapp y uno se distrae. Uno cuando
estaba en el templo con gente igual se distrae, que una persona se levantó, que
alguien se paró y anda por atrás, etc, siempre hay un complemento, ahora veo un
número de personas conectadas, ahora veo a algunos que hacen unas
conversaciones entre ellos y es muy simpático, pero también esta presión que
salga todo bien va cansando. Yo creo que como muchos queremos que esto
termine pronto para ir a nuestro lugar de trabajo.  

Sin tener en cuenta el estés que pueda generar el hacer una misa perfecta a
través de internet, ¿Cree que las redes sociales han podido atraer a más
jóvenes hacia la iglesia? ¿Es quizás una oportunidad de atraerlos a la
iglesia? 

Siempre es una oportunidad, el Facebook o el YouTube o las distintas plataformas


que nos han permitido estar presentes no nos han permitido, algo que rezábamos
con mi hermano desde el primer día reemplazar la no presencia física. Hay
naturalmente en nuestro corazón un deseo de decir, “¿Qué voy a hacer? ¿Qué
tengo que hacer?” A veces uno a nivel de solo oficio, ¿Cómo justifico mi
pega? ¿Cómo justifico mi ser?  ¡Ah ya voy a hacer misas por Facebook!” 

Si hacer misas por Facebook es para validar tu trabajo y es para decir sigo siendo
activo, tiene sentido que esté en este tiempo. Yo creo que es una mirada, pero no
responde lo rico que es a lo que apuntamos. Hemos podido llegar en una
comunión distinta a mucha gente. 

Personas que me lo han compartido. “Padre yo no iba a misa y ahora


estoy participando todos los días en misa” Yo lo miro en lo objetivo, a veces en la
misa de semana tenemos 100 personas conectadas, cuando en la misa
conectada había 5 personas en misa en el templo. La llegada es maravillosa.
Hemos podido llegar a mucha gente, no solo en misa, en sacramentos también o
en sacramentales como son los responsos. 

Me acuerdo que había hecho un funeral de una persona con Covid-19 con todas
las medidas de protección, aún así yo quedé con la sensación de que exponerse
puede traer consigo algunas cosas que hay que considerar, como por ejemplo:
Vengo de un Covid y me piden ir a ver un enfermo. Podría ir a verlo, pero también
podría ser super honesto y decir. ¿Sabe qué? Vengo recién llegando de un
funeral Covid, quizás convenga que recemos a la distancia. Quizás convenga que
por hoy día o viendo como va esta cosa yo no vaya a verla y podamos rezar a
través del celular.

Hemos hecho oraciones por videollamadas y hemos podido tener a merced de


nuestro oficio, nuestra labor la mirada positiva de las tecnologías. En ese sentido
yo creo que como iglesia hemos crecido mucho en la apertura. Sé de algunos
sacerdotes, y de algunos pastores que no tenían buena mirada de las redes
sociales, claro puede ser por su formación humana, por su formación social,
muchos de nuestros adultos mayores no conocen como se usan y por no conocer
el uso se restan al tiro. 
Sacerdotes que antes decían “No como se te ocurre, hacer una misa por
Facebook, y ahora están haciendo”, ahora están participando, haciendo oraciones,
porque han comprendido, hemos comprendido que tenemos un tesoro que hay
que mostrar, y ese tesoro también puede estar en las redes sociales y también
puede llegar a mucha gente que nos sorprendería. 
Hay un tema real que es la carencia de jóvenes hoy en nuestros templos, en
nuestras comunidades. Y si, si lo consideramos a 30 años atrás, a 20 atrás, en la
comunidad donde vivo aquí en los Desamparados siempre lo digo y me dicen
“Padre no lo diga más que es una realidad que nos duele” No somos los mismos
de hace 20 años, porque hay un rango etario que no está viniendo, no está
participando que son los jóvenes. A los jóvenes hay que ir a buscarlos, y hay que
ir a buscarlos a donde están, no hay que ir a buscarlos desde el púlpito, no hay
que ir a buscarlos desde la comodidad de donde están solamente un grupo que
son los más religiosos, los que vienen siempre a misa, lo que participan de la
comunidad. Hay que ir a buscarlos donde estén. Las plataformas nos han
enseñado que hay que atreverse, que hay que actuar con valentía y mostrarse.

Si hay algo grande que tiene esto, es poder juntar el mostrar a Cristo.  Tik Tok es
una plataforma donde no he incursionado mucho, hice un par de videos, pero más
jugando con mi gato en el plano personal. Tik tok tiene algunas cuestiones que
son super ricas, pero también tiene algunas cosas, pienso personalmente que no
va mucho de la mano de presentar la buena noticia para buscar más profundidad.
Yo me quedo quizás me quedo en el plano de lo interesante que es el vínculo de
tener   la réplica. Facebook me gusta porque tiene un gran alcance, pero también
tiene límites. Puedo dialogar con las personas, algunos se ponen
medio peleadores, pero puede tener que me dice el otro. Tik Tok a mi juicio, puedo
ser super prejuicioso, no es un lugar donde yo me siento muy a gusto, porque
tiene un tema que es el buscar seguidores, llegar a mucho alcance pero que
puedo hacer con ellos? ¿Como dialogamos? Quizás no tiene esa riqueza que
otras redes sociales pueden tener. 

Además, que, es super creativo, es super entretenido. Personalmente yo sé que


gastaría mucho tiempo y estaría pegado mucho tiempo porque hay tanta
alternativa y si vamos a hacer algo quiero hacerlo bien, yo creo que perdería
mucho tiempo tratando de hacer algo bueno, de hacer algo perfecto. 

Hay algunos sacerdotes que se han involucrado, hay varias religiosas que están
también ahí y sé que llegan a mucha gente. No sé cómo les da el tiempo a los
curitas para hacer eso y a las monjitas tampoco con todo lo que hay que hacer, no
sé cómo les da el tiempo, aplaudo su tiempo, aplaudo su orden porque a mi no me
daría el orden porque a mi no me alcanzaría para estar creando y comentando y
subiendo. 

Hay un tema muy también, que es el tema de la vanidad. No juzgo a los que
están ahí, pero a mi si me juzgo. 

He tenido instancias en las que he sido viral a nivel país y se da mucho también el
tema de la vanidad. Yo sé lo que es abrir el celular para ver cuantas personas han
puesto me gusta, cuantas personas han puesto compartir, cuantas personas han
replicado lo que uno ha hecho.

Yo siento hoy como sacerdote que uno está para poder anunciar el reino y en mi
caso muy personal no siempre terminaba bien, no siempre me hacía bien,
terminaba con una sensación que me estaba anunciando a mi que a el mismo
Cristo. 
 
¿Existe competencia entre los sacerdotes para saber quien es el mejor en
cuanto al alcance y llegada a los feligreses? 
 
Humanamente puede verse así, y yo no descarto que alguien producto de la
inmadurez, me pasó muchas veces uno lo entiende así. Yo soy el mejor sacerdote
si tengo más seguidores. Yo soy el mejor sacerdote si llego a más personas.
Ahora cuando uno pasa por eso, también puede aprender y uno darse cuenta de
que no estamos para eso.

Yo como sacerdote me he dado cuenta y personas amigas, amigos y personas


cercanas me han dicho Que bien que lo hagas, pero acuérdate no te estás
anunciando a ti, Qué bueno que sea así, pero estamos para anunciar a Cristo. Y
ahí hemos descubierto algo maravilloso, somos una iglesia cuerpo, somos una
institución que, a diferencia de otras instituciones, no hago un juicio valorativo,
sino que esencial.

Nuestra misión no es captar adeptos para este mundo, nuestra misión es anunciar
al reino para que muchos conozcan la buena noticia y esta buena noticia se
proclame y ojalá llegue a la mayor cantidad de gente. 
 
¿Existe alguna pregunta que pueda hacerle más la gente con respecto a la
posición de la iglesia o Dios con respecto a la pandemia? 

He salido muy poco a la calle, pero por los medios, he podido escuchar mucho,
rezar mucho pero también para tratar de entender y entendernos que cosas
estamos haciendo y que cosas no estamos haciendo. Me está ayudando un curso
que estamos haciendo un curso que estamos haciendo los miércoles después de
misa a través de Zoom de eclesiología. 

Años atrás, en tiempos históricos de Chile, la iglesia como institución fue super
reconocida por estar y tener un poder mediático muy grande, en temas de
derechos humanos, en temas de la historia civil de Chile, la iglesia presente, la
iglesia liderando, la iglesia moviendo muchas situaciones muy difíciles, donde el
Estado no estaba, estaba la iglesia. Donde el Estado se olvidó, estaba la iglesia
como una alternativa. Como Comunidad Parroquial lo hemos rezado y teníamos
esta sensación de quedarnos al debe, hay tanta necesidad, hay tanto que
podemos hacer, hay tanto hermano nuestro incluso dentro de nuestra comunidad
que está pasando mucha necesidad, estoy hablando del hambre, de necesidades
económicas. 

Hemos hecho el ejercicio personal primero de preguntarnos como estamos cada


uno. Preguntarle al consejo parroquial como estamos en verdad. ¿Nos sentimos
hermanos? ¿Tenemos la confianza para decir cómo estamos? Y han salido cosas
muy, me atrevo a usar la palabra, bonitas. En el sentido que hemos podido
transparentarnos y mostrarnos como verdaderamente somos. 

Nos hemos visto como una comunidad super necesitada. Nos hemos visto no
como esa caricatura que a veces se ve que la iglesia recibe muchos bienes, la
iglesia recibe plata desde roba, y como aquel tiempo, estoy hablando de la
dictadura en Chile, Caritas era muy fuerte porque recibía ayuda extranjera,
mandaban de Alemanía, mandaban de Italia, mandaban de Bélgica de distintos
lugares mucho dinero hoy a Chile no le mandan nada y nuestra iglesia hoy por hoy
nos reconocemos una iglesia que no tiene la misma fuerza adquisitiva de antes y
tampoco tiene la misma fuerza de personas que antes. 

Desde esta perspectiva yo acepto que se nos critique que no hemos hecho
mucho. Que no hemos estado a la altura de quizás la expectativa que la gente
tenía. La expectativa de ver una iglesia super comprometida de ver una iglesia que
estaba liderando y primereando todas las obras sociales. 
El examen de conciencia que nos hicimos como Parroquia fue primero
ver cómo estamos nosotros y si nosotros estamos como para poder ayudar. 
El rango etario, la falta de personas jóvenes que puedan salir y también el tema
del recurso monetario han sido factores para que como parroquia
sepamos que podemos hacer, sepamos que no podemos hacer y mirar también
cual es nuestro aporte a la vida social. 
 
 
¿Podría enumerar las cosas buenas que la Iglesia encuentra que ha dejado
la pandemia? 

1.De las cosas buenas que ha dejado, yo creo que si o si desde el primer día
un valor purificador de lo que realmente es importante a lo que no. Eso es lo
primero. 
2. Sobre las cosas importantes el valor de lo espiritual. 
3. La necesidad de valorar esas cosas importantes y atesorarlas. 
 
Hemos perdido salir de la casa, pero hemos valorado estar más en la casa.
Parece un contrasentido, pero es super importante. Nos hemos purificado en este
tiempo de las cosas que no son importantes, edificantes e imprescindibles para la
vida. Y yo creo que Dios está silencioso, está calladito, pero está dándole sentido
articulador a toda nuestra vida. 

Esto ha sido una fuerza muy importante para acercarse a la fe, para acercarse
al misterio. Cuando uno se sumerge en el sufrimiento, hay algo que te lleva a la
esperanza y yo me atrevería a decir no es un algo, es alguien, es Dios, que
está vivo, que está calladito y siempre está hablando, pero en una manera
misteriosa. 
 
¿Si Dios está en todo, podemos pensar que Dios está en la pandemia? 

Dios es una persona maravillosa que nos creó y hay algunas religiones que dicen
Dios está en todo y se crea un panteísmo. Dios está en todo si, por ser su creador,
pero distinguiendo. 

¿Si Dios está en la pandemia? Si, pero no está primero impulsando la pandemia.
Dios es Dios en cuanto creador, pero Dios no es el responsable de haber
generado la pandemia. Es responsable de habernos creado y está
acompañándonos, está con el que sufre, está animando, está para darnos
esperanza. Está para llevarnos a un mundo mejor, pero no para darle el título del
culpable, o el que se pierde dentro de la creación. 
 
¿Algún mensaje para la Comunidad durante esta cuarentena y el aprendizaje
que nos pudo haber traído la pandemia?
 
Como iglesia no hay lugar donde no podamos estar. Como personas que
buscamos una trascendencia, agradezco este espacio, el poder llegar a cada uno
de ustedes. Mi mensaje va por ahí no perdamos la esperanza, no
perdamos que, como hombres y mujeres frágiles, necesitados, estamos viviendo
una situación límite en donde podemos irnos desde la negatividad, todo ha sido
malo, no he podido salir, estoy encerrado en la casa, o también con la conciencia
valorativa de lo que estamos viviendo para crecer. 

Yo creo que, si todos nos damos este tiempo de cuarentena, impuesta o


voluntaria, podemos hacer lo que llamamos en lenguaje cristiano, perfectamente
un retiro, un retiro espiritual de valorar lo que estoy haciendo, lo que he hecho bien
antes de la pandemia y tengo que seguir haciendo o las cosas que he hecho mal
en la vida. 

Si yo antes de la pandemia no valoraba a mi familia y ahora descubro que mi


familia son un tesoro, y en el fondo mis amigos ni me han llamado, y eran amigos
con los que carreteaba y ahora no están, es que tengo que valorar a mi familia,
porque esos son los que siempre están. Aunque no aguante más, aunque necesite
un recreito, aunque necesite salir a ventilar, tengo que salir a valorar. 
Si en mi vida, he entregado tanto, tanto tanto, para comprarme un auto y en estos
cuatros meses casi no he usado el auto. Puedo valorar que era importante, pero
también puedo valorar y decir le he entregado mi vida, le he entregado tanto
tiempo, tanto esfuerzo a cosas que hoy día no me han significado tanto.

Entonces quizás podamos ir repasando la vida, podamos ir repasando lo que


hemos hecho hasta la pandemia y podamos repasar que cosas no podemos
perder, quien quiero ser después de esta pandemia. Si lo miramos humanamente
tenemos mucha respuesta. Si le damos la pasada a Dios como decimos en Chile,
Dios también tiene algo que decir y Dios también quiere hacer de nosotros unas
personas mejores. 
 
Yo les invito a tener harta esperanza, a cuidarse harto, pero también a no dejarnos
derrotar, a no dejarnos ahí como abandonados por la desesperanza, la
desolación. Yo creo que Dios permitirá que podamos sacar muchas cosas buenas
de este tiempo de mucho dolor. Como dicen los libros de la Biblia en el
viejo testamento “El oro se prueba en el Crisol”, o sea en este tiempo hemos sido
probados en el fuego. ¿Cómo vamos a salir?  Yo creo que mejores, tenemos que
salir mejores. Si después de esta crisis no salimos mejores, es que no hicimos
nada o es que lo que hicimos fue un tiempo de superficialidad. 

También podría gustarte