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OCHE del doce de junio, vispera de san Antonio el paduano, dulce
vencedor de san Benito en el patranazgo de los negros y de muchos
otros santos en la devocién dulia de indios, blancos y mestizos.
Los cohetones estallan en el aire, lagrimeando sinfénicas nostalgias de
altura, y las girandulas se rien del sol, de la luna y los cometas.
Gran velorio en casa de fio Gabriel Leal, el vegitero.
Colocada en el centro de una mesa cuadrangular al fondo de la sala,
se vé la estatuilla del santo, con su beatifico sonreir en el rostro de escayola y
el nifio, gordezuelo y desnudo, en sus brazos amorosos. La leve cintura de la
imagen aparece cefiida por un bramante, del cual penden en profusién exvo-
tos de oro y plata, atestiguando con elocuencia los milagros.
Flores y hierbas poliodéricas alfombran el mes6n, mezclando su fra-
gancia con la de la resina indigena que arde crepitando en un pebetero de
arcilla. Las velas llamean en toscos candelabros coloniales, facilitados por
alguna familia conservadora del pueblecito.
En el centro de la sala hay dos escafios y algunas sillas de cuero estam-
pado para asiento de los cantadores.
135111.20
fuera, en el patio, hay una amplisima enramada, hecha por fio Gabriel
pra el tamunangue del dia siguiente.
Se observa un trajin inusitado en la casa.
No Gabriel-con el auxilio de Ramoncito-ha sacrificado dos cabras y
un lechén. Con la Chinga y otras mujeres, Marcola prepara la cena. Na
Engracia condimenta el guiso para las hallacas. En un angulo de la cocina,
Cometa y una hermanita suya descascaran sacos de yuca y racimos de
topochos. Y desde hace tres dias se viene fermentando una chirgua de chi-
ae ie
El espiritu de Sancho Panza acecha en el patio, en la sala, en la cocina,
en los corredores; el espiritu de Sancho acecha en todas partes. jQué sabroso
huele! jAh vida!
‘Temprano comienzan a llegar los cantadores con sus cuatros y guita-
tras. Vienen de Campo Alegre y de Buena Vista, con sus instrumentos
encintados. Los iiltimos en presentarse son los del pueblo. A las nueve ya la
casa est repleta.
De stibito se oye un murmullo con afanados sonsonetes de plegaria,
con hueco zumbar de colmena. El gentio reza el rosario, terminado el cual
circulan de mano en mano y de boca en boca las primeras botellas de cocuy.
Se inicia un lento y acompasado rasguear de guitarras. Se oye un rispido
carraspeo de gargantas. La noche es un nervio en tensién; la noche es un solo
oido alerta al canto que vendr4; la noche huele a albahaca, a romero, a hier-
babuena, a hoja de paramo y a rosa de montafia.
Los cantadores entonan una salve invocando a Marfa Santisima, como
si pretendieran asi abrir las puertas del cielo para que sus voces puedan
legar hasta el patron.
Luego, entre el doble y acompasado guitarreo, comienzan las décimas
alusivas al santo que se festeja:
A san Antonio cantamos
con jitbilo y alegria,
porque a las nubes ordena
-sabiendo cémo le amamos-
lover en aquellos dias
que el verano cambia en penas
el gozo del sembrador;
porque la salud envia
136—— LOS
al que no la tiene buena,
xy nos libra del dolor.
Hay un breve receso en el canto; apenas se oye en la salael jcarranchan,
carranchén! de los instrumentos. Las botellas danzan de mano en mano y de
boca en boca. También circulan entre la muchedumbre jicaras despidiendo
el sabroso aroma del café. Un zagal pregona afuera:
-jAcemitas frescas, chimé y tabacos, a churupo! jA churupo las acemi-
ta, los tabacos y el chim6!
Arrecia el rasguear de las guitarras y vuelve el canto con reminiscen-
cias milagreras:
Estudiando san Antonio
dormido un dia se quedd
de pura dicha y contento,
cuando de pronto surgi6,
sonriendo, dentro del libro,
un nene que era un portento;
pero él no se sorprendio
cuando el nifio, tras un beso,
le cantara en un oido:
-jDespierta, Antonio: soy yo!
A medianoche es servida la cena bajo la enramada, en la cocina, en los
corredores. Por todos lados aparece el suelo cubierto con hojas de platano,
sobre las cuales colocan las mujeres grandes escudillas de caldo hirviente,
platones colmados de presas y hallacas, bateas Ilenas de verduras y numero-
sas totumas de café.
‘Comen en grupos. Algunas personas se sientan a la turca para yantar;
otras lo hacen de pie o en cuclillas, y no falta quien camine para alla y para
aed, con un trozo de carne en una mano y una rueda de yuca en la otra.
Terminada la manducatoria, los cantadores descansan un rato escu-
piendo chim6, tras lo cual reanudan con entusiasmo sus décimas.
Afuera el vendedor ambulante clava en la noche la monotomia de su
pregén.
~iA los tabacos y el chim6! ;A nica, los tabacos y el chimé!
Los viejos empiezan a arrebujarse en sus chamarras burreras, porque
137See ee
ya el frio se asoma a los postigos de la madrugada; los primeros borrachos
del velorio cabecean y dicen ninerias, y los gallos baladronean hazajfias re-
cién sofiadas, cuando se corte la voz:
-iSe van a picar! jSe van a picar!
‘Los borrachos tratan de reaccionar contra su modorra al ofr la expre-
sién que anuncia el pique de los cantadores; un grupo de chistosos se disgre-
ga, abandonando sus gracejadas, para abarrotar la sala y apretujarse en la
puerta a oir el cambio de agrestes ironias; Ramén sale de la cocina
monologando mentalmente:
-{No vé? Tanto trabajo y tanto esperar este velorio, pa que ahora me
venga con que patati y que patata y que yo y que me eché unos palos trasantier.
iNo fufia! Too eso es po'el patiquincito... Bueno. Pa evita una desgracia, 'en-
tro de unos dias, al acabase las fiestas, hago mi bojote, me tercio la cobija y
me voy pa no volvé mds... Fermin vino al velorio, pero se fué temprano. Més
vale asi, porque no vaya a sucedé que a mi me tiente el diablo...
-iVamos, Ram6n! Bebé un trago, qu'esta pegandito el yelo.
Ramén se sorprendié al ofr la voz de su tio; sin hablar tomé la botella
que filo Gabriel le alargaba, la empifié maquinalmente y de un solo trago
dejéla por la mitad.
Como se vé que 'stabas seco-exclamé6 el viejo, abriéndose paso con los
codos entre los apostados a la puerta, para lograr introducirse en Ia sala,
donde menudeaba animado el ingenuo contrapunteo:
De Campo Alegre venimos
a cantar a san Antonio;
de Campo Alegre venimos
ya se verd en el velorio
quién alcanza mayor ouelo,
si somos los campesinos
en el cantar con anhelo...
Hay una pausa en que s6lo se oyen las. guitarras. Perico se inclina a
secretear su improvisaci6n en un ofdo de Guaricuco, quien a su vez trasmite
lo que acaba de oir, a otro cantador. Arrecian de nuevo las guitarras y una
triple voz rasga los aires:
138Pee ENS SERRE 60 5°26.) 0L0 0) in C0 SRS EEE
En el cantar con anhelo
asan Antonio bendito;
en el cantar con anhelo
no hay quien nos gane a nosotros,
pues nunca jamds se ha visto
derrotao a un conugquero...
Como mediadores intervienen los de Buena Vista:
Derrotao a un conuguero,
por cantale a san Antonio,
no se vera mientras tanto
no falte Ia devocién
con negros y con velorio.
Trabajaores del carpo
cantamos aqui en reunion:
no debe haber zamplegorio,
y si hay quien lo ponga en duda,
lo pregunte a san Antonio...
Ya se han enronquecido las voces; ya el suefio hace vacilar a los canta~
dores; ya una franja levantina del cielo se tifie con reflejos de madreperla; ya
muchas cuerdas se han reventado. Pronto amanecera. Por eso fio Gabriel
advierte a los cantadores:
-Bueno, amiguitos. Hay que dormi, porque mafiana... quiero decir,
ahora, después 'e misa, debemos comenzé el baile 'e negros.
Con voces cansinas y profundas es entonada la salve final, terminan-
do asf el velorio de san Antonio de Padua. La gente se va a dormir, en espera
del dia para bailar el tamunangue al sén del tambor, el cuatro y las maracas.
Algunos campesinos quédanse durmiendo en la enramada, mientras
la aurora adviene fresca y presurosa, bafiando de vida la calma de los cam-
pos y tornando lentamente a su forma natural los fantasmas de bosques y
caminos.
Los gallos se burlan de los relojes con la diltima clarinada de la noche.XVII
TRONABAN atin las campanas y los trabucazos anunciando la pro-
cesi6n del santo, finalizada 1a misa, cuando bajo la enramada de los
Leal comenzé el ansiado tamunangue o baile de negros.
E] tamunangue es una danza con resabios de barbaro rito, multiples
en pintorescas figuras, entre las cuales descuella alguna con marcadas pre-
sunciones de cuadrilla y no falta alguna otra con derivaciones de congo.
Jaméas déjase de bailar en ninguna fiesta tributada a san Antonio, nombre
interpolado frecuentemente en sus cantos, muchas de cuyas voces perdieron
con el tiempo su auténtica significacion, si es que todavia no la conservan en
la Mauritania-su posible pais de origen-o bien en el espiritu de alguna len-
gua autéctona, rezagada en el alma de las tribus que atin se guarecen en
nuestras montafias.
El tamunangue ha debido venir a Venezuela en época de la colonia,
probablemente cuando el gobierno de Ja Provincia tenia su asiento en El
Tocuyo, a mediados del siglo XVI, en las postrimerias de la administracién
alemana. En aquellos dias, con el objeto de librar radicalmente de la esclavi-
tud a los indios, se trajeron negros de Cabo Verde. Acaso algunos de esos
143LTO RAMOS
negros se escalonaran en el camino que une a Curarigua con El Tocuyo, ya
que en ambas poblaciones-y en los lugarejos situados en dicha via-es donde
atin se baila el verdadero tamunangue. Quizé al establecerse, para vulnerar
su justa nostalgia, resolvieron los infelices hijos de Cam-en los regateados
interregnos de descanso que les concedia el amito-repicar el tambor, cantar y
danzar, invocando proteccién del manso fraile que cuatro siglos antes predi-
‘cara.el evangelio y el amor entre los moros, de donde arranca, tal vez, el
fervoroso culto que ahora se traduce en misas, velorios y tamunangues. Lue-
go el espafiol y el indio asociaron al tambor el cuatro y jas maracas-hermanos
pobres de la vihuela y el sitro-, hasta que la fe y la costumbre vertebraron la
tradién que ha sabido conservar con carifio el robusto mestizaje regional, del
cual es madura espiga fio Gabriel.
De la argamasa idiomatica del canto, que ha debido formarse al co-
menzar la trasplantaci6n del tamunangue, légicamente prevaleci6 a la larga
el castellano, pero siempre salpicado de expresiones que ya extraviaron su
sentido dialectal, fuese de origen africano 0 caquetio, o bien mixto.
En el suelo, bajo la enramada, estaba tendido un tronco que mediria
metro y medio de longitud por treinta centimetros de diametro. Era el gran
tambor, en uno de cuyos extremos se veia el disco amarillento del parche,
golpeado con la palma de ambas manos por el indio Guaricuco, quien senta-
do en él marcaba el compas con nerviosos gestos de ardilla, rodeado de
__@ntisicos y cantadores.
El tambor se ofa en todo el pueblo, incitando con su bronco bramar a
los bailadores de tamunangue:
Carrampén,
pan can pam;
carrampan,
pan can pam...
Pronto estuvo Ilena la enramada y los cantadores empezaron a bara-
jar su grueso repertorio de cantos, al s6n del tambor, cuatros y maracas. Se
oy6 un canto lento y monétono. Salté al circulo abierto en el centro de moza-
1l6n de pafuelo al pescuezo y garrote bajo el brazo; danz6n un instante solo,
mirando atentamente a las mujeres del concurso, hasta que, eligiendo una de
ellas, baildle delante, como gallo cortejando con el ala a la gallina; la agracia-
da, una buenamoza con abigarrado y luengo traje de floripondios, didle en el
gusto, brineando al ruedo y sobre sus Agiles pies deslizandose seguida del
144——__________ Los. CONUOUEROS
galdn. El canto se fué avivando hasta que de pronto arreci6 el tambor y la
pareja se persiguié frenéticamente al romper el
Corréle a la guabina,
mird que te se va:
del caramero se salié,
pero en el charco esta...
Salt6 otro pareja al circulo; el primero le cedi6 el puesto retirandose,
y asi se fueron turnando hasta que uniéndose un grupo de hombres y muje-
res, eslabonaron una cadena humana, asiéndose de las manos y luciendo un
cortejo de graciosisimas figuras, mientras los cantadores se desgaftitaban y
el maraquero parecia desgonzarse.
Cuando cesé el primer turno, hubo brindis de refrescos; luego
Guaricuco volvié a repicar el tambor, sonaron los guitarrillos, cascabelearon
las maracas y el catador principal grit:
gOnde 'sta mi padre san Antonio?
jAy, tomé!
¢Onde ‘std que no lo veo?
jAy, tomé!
Que vengo a baila con él.
jAy, tomé!
Y me voy con los deseos,
jAy, tomé!
El entusiasmo aumentaba a cada momento. Un viejo se colocé detras
de Guaricuco y golpeando secamente con un garrote sobre el tambor, com-
plic6 la arménica baratinda. Bailaba Perico con una zamba de ampulosas
carnes y brazos apoyados en los cuadriles, cuando dos cantadores festivos y
traviesos ordenaron entre otras pataratas:
-Buscale los piojos:
jAy, chichivamos, ohé pangiié!
~Tendele los brazos:
jAy, chichivamos, ohé pangiié!
-Matale las liendras:
jAy, chichivamos, ohé pangiié!
145i I is
-Démele un besito:
jAy, chichivamos, ohé pangiié!...
Y Perico, que mantenia los brazos en jarras mientras se retorcia bailan-
do el chusco sén, a cada instante los desprendia de la cintura y con tardo
ademén simulaba practicar a su pareja lo que pedian los cantadores.
Carramplin
cantamplan,
plan cam plan...
No Gabriel bailaba, Marcolina bailaba; Encarnacién, fia Engracia y
Cometa bailaban. Bailaba todo el mundo.
De media orilla,
como la enguilla;
de medio lao,
como el pescao...
Marcolina danz6 largo rato con Fermin, obligdndole en un animado
aire a sacudirse con agiles esguinces de bolero. Ramén se sintié sofocado;
bebi6 un vaso de chicha y, tomando por una mano a la Chinga, con ella se
precipit6 al ruedo, bailando con donaire de palomo enamorado, el sombrero
caido al desgaire y la izquierda de revés en la cadera. Eran los mas notables
tamunanguistas del pueblo. Marcola y Fermin les dejaron libre el campo,
reintegrandose ellos al cerco de gente para verles bailar.
El canto apenas si se ofa, atenuado por el estruendo del tambor:
Asi,
asi,
ast...
jAy juruminga, duminga numa!
Tumbiri...
Calumba beeella,
jy, calumba bella, la bella bella, la bella angua!
Calumba beeella...
Ast,
asf,
146aL CONUO EROS eee
asf...
Calumba beeella,
jy, calumba bella, la bella bella, Ia bella angual
Y me dicen que no viene,
y me dicen que no va:
jAy tumbira!
Calumba beeella...
jAy, caluemba bella, la bella, bella, Ia bella angua!
Ya cansado, Guaricuco hubo de ceder su puesto a Perico, quien se
sent6 en el tambor y lo hizo roznar a su antojo, golpeando el parche con
ardor y entusiasmo. Entre los cantos se ofa a cada momento gritar:
~jAh mundo, Curariiigua!
‘Al abandonar su puesto, el indio Guaricuco se desperezé sacudiendo
los brazos; en seguida bebi6 un trago de cocuy y, apartando bruscamente a
Ramén, se puso a bailar con la Dolores, hincando una rodilla ante ella y
dando saltitos en la punta de los pies, los cuales cruzaba y recruzaba con
arte consumado en pos de su pareja. La Chinga se deslizaba serenita, abani-
cando el suelo con la frimbria de su camison.
Ya para concluit la fiesta, hubo un canto de satisfaccién, tal vez repeti-
do todos los afios desde hace varios siglos:
Muy buenos estan los negros
como ya estuvo el velorio,
safal de que en esta casa
vive el padre san Antonio.
¥ cuando el gran tambor call6, el silencio parecfa tan profundo, que
los rayos del bravo sol veraniego creyeron alumbrar una poblacién habitada
por fantasmas.
147Julio Ramos nace en Curarigua de Leal
Parroquia Antonio Diaz, Municipio Torres,
Estado Lara, un 3 de octubre de 1901,
desde muy joven se inicia en la lucha
politica y se enfrenta a la terrible dictadura
del general Juan Vicente Gémez, quien lo
envia a la carcel, durante un’largo tiempo
se mantiene prisionero, ya que'sus ideales
estaban llenos de una profunda busqueda
de libertades sociales por una democracia
en favor del bienestar colectivo. En el
an ia gobierno de Eleazar Lopez Contreras
. ejerce el cargo de diplomatico como cénsul
Julio Ramos én Bubiin’e Irlanda, en el periodo
democratico lo ejerce en Honduras, en SanFrancisco (E.E.U.U.),
Hamburgo, Otawa y embajador en Nicaragua y en Uruguay. Su
desempefio.como funcionario estuvo enmarcado en la honestidad y
con una excelente eficacia en la administracién publica. Ejercié el
periodismo con la fuerza y la voluntad de acercarse ala realidad, con
el vigor para enfrentarse a la justicia, la cual fue siempre su ideal,
para ejercer con valentia la opinion publica a través del periodismo,
‘Trabajé en varios periédicos capitalinos entre los que se cuentan “La
Republica”, “Fantoche” y “El Universal’. Como escritor publica en
1925 su primer libro “El Pensamiento”; luego en 1931 “Ruleta
Zodiacal ", en 1933 “Falconete” y en 1936 “Los Conuqueros” obra
que hoy reedita El Fondo Editorial de la Alcaldia del Municipio
Torres, bajo la gestion del Alcalde Ing. Leonardo Oropeza Pernalete.
Esta novela refleja la existencia del hombre venezolano, sus
vivencias, costumbres, canciones y las tradiciones de un pueblo
asentado en la geografla venezolana, como lo es Curarigua, tierra
apegada a su raigambre y al mestizaje cultural de sus
manifestaciones culturales y musicales autéctonas. Estuvo activo
en la escritura y publicd otras obras hasta los tltimos dias de su
existencia.
De Julio Ramos se expres6 Luis Beltran Guerrero de la
manera siguiente: “La ficcién es un pretexto para expresar la
realidad, las mas veces la realidad politica de su pais, cuyas
historias conocié tanto en textos corridos como en entrelineas y
entreletras. Este pretexto le condujo a la satira de costumbres y
personalidades con cierta socarroneria humoristica.”
Muere, este insigne escritor larense, en Caracas, en 1991, ala edad
de 90 ajios,
Lic, Alejandro J. Barrios P.