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Nadie puede negar la trascendencia de la teoría de la justicia aristotélica, que resulta fundamental
en un sentido ontológico; su concepción del equilibrio, el justo medio, la equidad y la distribución
pueden entenderse como base de la sociedad humana y, por lo tanto, sustento ontológico de la
misma. La filosofía posterior ha mantenido la idea del equilibrio contextualizada en nociones
nuevas: el derecho romano introduce la noción de igualdad entre los hombres y materializa al
estado como ejecutor del poder que emana de esta igualdad. Para los pensadores
“contractualistas” como Hobbes, Locke, Rousseau, entre otros, el equilibrio se establece entre
distintas fuerzas naturales que cohabitan dentro de la razón y voluntad humana y, en
consecuencia, en sus relaciones sociales. Este es uno de los conflictos más evidentes de la teoría
de la justicia: la tensión generada entre las fuerzas naturales del hombre, que lo impelen a
manifestar su individualidad en forma de dominación, y su necesidad de igualdad para la
conformación de comunidades “justas” y funcionales.
Una de las teorías más significativas es la de John Rawls, en la que intenta establecer parámetros
de justicia distributiva (particularmente por medio de la equidad) a través de las fuerzas naturales
que impulsan la economía de mercado. Rawls intenta conciliar los intereses particulares de los
individuos, su tendencia al bienestar propio y su propia voluntad y motivación al progreso, con la
noción de equidad. Para este autor, es necesario tomar en cuenta estos factores y no únicamente
una perspectiva moral “universal” para encontrar y desarrollar las nociones de justicia en los
individuos; una vez que estos factores son conocidos, comprendidos y asimilados, se pueden
establecer relaciones sociales equitativas y, por lo tanto, justas.
- Todos los valores sociales —libertad y oportunidad, ingreso y riqueza, así como
las bases del respeto a sí mismo— habrán de ser distribuidos igualitariamente a
menos que una distribución desigual de alguno o de todos estos valores redunde
en una ventaja para todos1. La injusticia consistirá entonces, simplemente, en las
desigualdades que no benefician a todos. 2
- …es posible, al menos teóricamente, que al ceder algunas de sus libertades
fundamentales los hombres sean suficientemente compensados por medio de
las ganancias sociales y económicas resultantes. La concepción general de la
justicia no impone restricciones respecto al tipo de desigualdades que son
permisibles; únicamente exige que se mejore la posición de cada uno. 3
El último enunciado de esta última cita nos da cierta luz para comprender mejor la teoría de
Rawls. El autor considera que, aun dentro de una estructura de dominación, existen ciertas
condiciones de “satisfacción” individual que deben ser fomentadas y al mismo tiempo vigiladas,
dentro de los principios de equidad, para mantener un estado de justicia. Así pues, existe una
teorización sobre la desigualdad como depositaria o sustrato de estructuras de justicia.
Otro autor que se mueve dentro de los márgenes del capitalismo es Robert Nozick. Este filósofo
establece dos principios fundamentales de la justicia de pertenencias:
2.- Una persona que adquiere una pertenencia de conformidad con el principio
de justicia en la transferencia, de algún otro con derecho a la pertenencia,
tiene derecho a la pertenencia.4
1
La cursiva es mía.
2
Rawls, J. Teoría de la Justicia. Trad. Ma. Dolores González. Harvard University Press, Cambridge, 2006. P.
69.
3
Ibid. P. 70.
4
Nozick, R. Anarquía, estado y utopía. Basic Books Inc., Nueva York, 1974. P. 154.
5
Ibid. P. 156.
A grandes rasgos, Nozick establece que la justicia debe observarse desde una perspectiva
histórica, es decir, debe considerar los resultados y las relaciones causales para establecer sus
principios. Asimismo, introduce el concepto de Estado mínimo, una noción de estado que, al
mismo tiempo que funciona como regulador de las relaciones sociales, es el mínimo requerido
para el acotamiento de las fuerzas naturales de la condición humana.
Las teorías de Rawls y Norzick han sido muy importantes para el escenario teórico socio – político
actual. Debemos tener en cuenta que, más allá de confrontar directamente teorías opuestas,
estos autores establecen principios dentro del mismo sistema donde se observan, por lo que
queda la suspicacia sobre el hecho de si el conocimiento que Rawls y Norzick establecen son
teorías proyectadas a la adecuada articulación de nuestra realidad o si son una explicación
derivativa de nuestro presente en base a la observación de causas y efectos.
La prospectiva sobre la justicia no parece muy halagüeña. Históricamente, hemos visto cómo la
justicia convertida en un componente propagandístico ha sido parte de desequilibrios sociales
atroces; ésta es, quizá, la forma más prosaica de deformación de la justicia. Pero podemos
involucionar de manera más peligrosa: puede que el entorno social, las condiciones económicas
derivadas de cambio climático, transformen la dinámica de la justicia misma; que más allá de una
deformación meramente panfletaria, se tenga que llegar a un estado de excepción, en donde la
justicia sea dejada de lado en pos de lograr otros equilibrios que consideremos más necesarios o
apremiantes.
Ante esto, la reflexión sobre la justicia parece indispensable. Ya sea como producto histórico (a la
manera de Norzick) o como teoría emanada de la razón, es necesaria una ampliación de lo que
entendemos por justicia, no sólo en el sentido de lo que debe ser, sino cómo debe evolucionar, si
6
Dworkin, R. Ética privada e igualitarismo político. Ediciones Paidós, Barcelona, 1993. P. 174.
esta evolución es una trasformación intrínseca, una ampliación de su espectro de acción, o
ambas. Al mismo tiempo, debemos ser conscientes del apremio del momento histórico que
vivimos, que bien puede condicionar la relación entre la razón y la acción que se establece en
nuestra noción de justicia, es decir, no debemos olvidar que la justicia es esencialmente activa, y
que nuestros actos son vacíos si no los respaldamos de la razón.
Bibliografía.