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—¿Por

qué?
Se encogió de hombros.
—Soy mal vendedor, probablemente. Así de sencillo.
—¿Qué vendes? —le preguntó ella.
—¿Qué te importa? —replico él, cortante.
Julia sonrió. Tendría que llevarlo arriba rápidamente, antes de que empezara a
gustarle su compañía.
—¿Qué tal si vamos a lo nuestro? —dijo ella. Era una frase trillada, pero fue lo
primero que le vino a la boca. Él apuro el resto de la bebida de un sorbo y fue adonde
ella lo llevaba.
Esta vez, Julia no había dejado la puerta entreabierta. Estaba con llave, cosa que a
él lo intrigó francamente.
—Después de ti —dijo el hombre cuando se abrió la puerta.
Ella entró primero. Él la siguió. Julia había decidido que esta vez nadie se quitaría
la ropa. Si se podían extraer nutrientes de las ropas, que así fuera, no se iba a
arriesgar a que el hombre advirtiera que no estaban solos en el dormitorio.
—¿Vamos a coger en el suelo? —preguntó él en tono despreocupado.
—¿Alguna objeción?
—Si a ti te gusta, no —dijo, y le tapó la boca con la suya, Recorriéndole los
dientes con la lengua en busca de caries. Había algo de pasión en él, pensó Julia; ya
podía sentir que la erección se apretaba contra su cuerpo. Pero tenía trabajo que
hacer: sangre que derramar y una boca que alimentar.
Se separo del beso y trato de zafarse de sus brazos. El cuchillo estaba de nuevo en
la chaqueta colgada de la puerta. Mientras no pudiera alcanzarlo tenía poca capacidad
de resistencia.
—¿Qué problema hay? —dijo él.
—Ningún problema —murmuro ella—. Tampoco hay ningún apuro. Tenemos
todo el tiempo del mundo. —Lo toco en la parte delantera de los pantalones para
tranquilizarlo. Como un perro cuando lo acarician, él cerró los ojos.
—Eres extraña… —dijo él.
—No mires —le dijo ella.
—¿Eh?
—Deja los ojos cerrados.
El hombre frunció el entrecejo, pero obedeció. Ella retrocedió un paso hacia la
puerta y dio media vuelta para rebuscar en las profundidades del bolsillo, echando
algunas miradas hacia atrás para comprobar que él seguía sin verla.
Así era, y se estaba bajando el cierre del pantalón. Cuando la mano de Julia se
apodero del cuchillo, las sombras gruñeron.
El hombre oyó el ruido. Abrió los ojos de golpe.

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