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El Espacio
y
El Lugar
La Perspectiva
de
La Experiencia
El espacio
y
El lugar
La Perspectiva
de la
Experiencia
□ Yi-Fu Tuan □
University of Minnesota Press
Minneapolis
London
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, almacenada en
cualquier sistema de recuperación o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio,
electrónico, mecánico, fotocopia, grabación o de otra manera, sin el permiso previo y por escrito
de la editorial. Impreso en los Estados Unidos de América en papel libre de ácido,
Minneapolis, MN 55401-2520
ISBN 0-8166-3877-2
Yi-Fu Tuan
Prefacio
Ilustraciones
1. Introducción 3
2. La Perspectiva de la Experiencia 8
Notas 207
Index 229
Ilustraciones
Introducción
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Introducción
¿No es raro como este Castillo cambia al instante en que uno se figura que Hamlet
vivió aquí? Como científicos creemos que un Castillo consiste únicamente de piedras, y
admiramos la forma en que las puso el arquitecto. Las rocas, el techo verde con su
pátina, las esculturas de madera en la iglesia, constituyen el castillo entero. Nada de
eso cambiaría por el hecho de que Hamlet vivió aquí, y ya cambio por completo. De
pronto, los muros y terraplenes hablan un lenguaje muy diferente. El patio se vuelve
un mundo entero, una esquina oscura nos recuerda la oscuridad del alma humana,
escuchamos el “ser o no ser” de Hamlet. Pero en realidad todo lo que sabemos de
Hamlet es que su nombre aparece en una crónica del siglo trece. Nadie puede probar
que vivió realmente, mucho menos que vivió aquí. Pero todos conocemos las
preguntas que Shakespeare hizo que Hamlet se cuestionara, la profundidad humana
que estaba obligado a revelar, y por lo tanto, él también tenía que encontrar un lugar
en la tierra, aquí en Kronberg. Y una vez que sabemos eso, Kronberg se convierte en
un castillo bastante distinto para nosotros 2.
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Introducción
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Introducción
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Introducción
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La perspectiva de la Experiencia
La perspectiva
de la experiencia
Experiencia
EMOCIÓN emoción
pensamiento PENSAMIENTO
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La perspectiva de la Experiencia
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La perspectiva de la Experiencia
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La perspectiva de la Experiencia
A. El espacio, definido por la ubicación relativa de B. el espacio acotado del cazador esquimal
puestos de comercio (mujer de Aivilik) Aikilik
Figura 1. El espacio como ubicación relativa y espacio delimitado. El espacio de las mujeres esquimales
(Aivilik) esta esencialmente definido por la ubicación y distancia de puntos significativos, en su mayoría
puntos de comercio (A), como lo perciben desde la base de operaciones en la isla Southampton, donde la
idea de frontera (línea costera) es importante para el sentido de espacio de los hombres (B). Edmund
Carpenter, Frederick Varley y Robert Flaherty. Eskimo (Toronto: University of Toronto Press, 1959), pág. 6.
Reimpreso con permiso de la Universidad de Toronto.
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La perspectiva de la Experiencia
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El espacio, El lugar y el niño
Incluyen arriba y abajo, aquí y allá, cerca y lejos, cima y fondo, encima
y debajo, cabeza y cola, adelante y atrás, puerta frontal y puerta
trasera, pulsión de apego y de desapego, casa y el exterior. 17 Un
pequeño es capaz de verbalizar algunas de estas distinciones. No son
muy específicos. Más que expresar “mi cuarto” y “el jardín”, un niño
pequeño distingue entre “casa” y “afuera” como son sus áreas de juego.
Los extremos polares, no se entienden igual de bien, por ejemplo “aquí”
tiene un mayor significado que “allá”; y “arriba” se entiende mejor que
“abajo”.18
Una vez más, el niño puede tener la noción de la línea recta como la
trayectoria de un objeto en movimiento (el camión que él empuja a lo
largo del borde de la mesa), pero el concepto geométrico de la línea
recta no aparece hasta la edad de seis o siete.19 Antes de esa edad, el
niño no dibuja espontáneamente una línea recta, y no puede entender la
idea de la diagonal.20 Un niño que empieza a caminar, camina pronto
hacia un propósito; empieza desde una base, avanza hacia el objeto del
deseo, y regresa al punto de partida por una ruta diferente.
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El espacio, El lugar y el niño
las relaciones espaciales. Los niños suizos de cinco a seis años de edad,
pueden ir a la escuela y regresar a casa solos.
Errores de este tipo sugieren que el niño pequeño está más interesado
por las cosas en sí –el agua en la bañera, el vaquero y el caballo, que
por las relaciones espaciales precisas.
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El espacio, El lugar y el niño
Los seres humanos viven al nivel del suelo, y ven a los árboles y las
casas a un costado. No tenemos la vista del ojo de un ave, a menos que
escalemos una alta montaña o volemos un avión. Los niños pequeños,
rara vez tienen la oportunidad de asumir la visión del paisaje que tiene
un ave. Son personas pequeñas en un mundo de gigantes y de cosas
enormes no hechas a su escala. Pero los niños de 5 o 6 años de edad
muestran un extraordinario entendimiento de cómo se ve el panorama
desde arriba. Pueden leer fotografías aéreas de poblados y campos en
blanco y negro, con una inesperada precisión y seguridad. Pueden
identificar casas, caminos y árboles en las fotografías aéreas aunque
estos rasgos aparecen en una escala muy reducida y se ven desde un
ángulo y posición desconocidos para ellos en la experiencia real. Los
niños de la ciudad se pueden haber beneficiado de mirar imágenes en
revistas y televisión, pero los niños del campo, que no están expuestos
a estos medios, también son buenos para interpretar fotografías
verticales de su entorno.24
Quizás una razón por la que los niños pequeños pueden lograr esta
habilidad de extrapolación es que han interactuado con juguetes.
Aunque los niños son enanos en el mundo de los adultos, a su vez, ellos
son gigantes en su mundo de juguetes. Miran las casas de juguetes y
trenes desde una altura y dirigen sus destinos como los dioses del
Olimpo. Susan Isaacs nos comparte de un grupo de precoces niños
ingleses, que aprendieron rápidamente acerca de las relaciones con su
espacio a través del juego creativo.
Los niños han modelado en plastilina cantidad de escenas de los lugares en los
que han estado, como el rio, con la gente bañándose en él. Un día, mientras
modelaban alguno de esto, pasó un aeroplano por el jardín, como ocurría
frecuentemente. Todos los niños miraron y le gritaron como suelen hacer.
“¡Ven, baja, baja!”… ¨[un niño] dijo “¿Podrá vernos?” y otro, “me pregunto que
ve, cómo nos ve?”. Yo entonces sugerí, “quizás podríamos hacer una maqueta
del jardín, de cómo lo ve el hombre que va en el avión”. Esta sugerencia les
encantó. Empezamos de una vez y le dedicamos a eso varios días de trabajo.
Algunos de los niños treparon la escalera “tan alto como podamos, para ver
cómo se ve desde el avión”. Un niño de cuatro y medio años se dio cuenta
espontáneamente que desde el avión solo se podrían ver las partes de arriba
de sus cabezas, y puso un número de pequeños ovalos planos sobre la
maqueta, “estos son los niños corriendo por ahí”. 25
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El espacio, El lugar y el niño
Tan pronto como el niño es capaz de hablar con cierta fluidez, quiere
saber los nombres de las cosas. Pues las cosas no son lo
suficientemente reales hasta que adquieren nombres y se les puede
clasificar de algún modo. La curiosidad por los lugares es parte de una
curiosidad general por las cosas, parte de la necesidad de identificar
experiencias de modo que tengan un mayor grado de permanencia y se
inserten en algún esquema conceptual. De acuerdo con Gesell, a los dos
años o dos años y medio, el niño comprende “dónde”. No tiene una idea
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El espacio, El lugar y el niño
clara del espacio intermedio entre aquí y allá, pero adquiere un sentido
de lugar y seguridad cuando su “¿dónde?” se responde con “casa”,
“oficina” o “edificio grande”. Un año después, más o menos, el niño
muestra un nuevo interés en los puntos de referencia. Él los reconoce y
anticipa cuando sale a caminar o a dar un paseo en bicicleta. El
egocentrismo se manifiesta en una tendencia a pensar que todos los
autos que van en su misma dirección podrían ir al mismo lugar que él.
El niño también aprende a asociar personas con lugares específicos. Se
confunde cuando se encuentra a su maestra del colegio en el centro de
la ciudad, porque parece que ella está fuera de lugar, ella trastorna su
sistema de clasificación.29
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Existen muestras de tal necesidad. Se sabe que los bebés, por ejemplo,
gatean bajo el gran piano, donde se sientan en un aparente estado de
confort. Los niños mayores buscan rincones y esquinas en sus juegos,
tanto en la naturaleza como en los lugares hechos por el hombre. Pasar
la noche en una tienda o en una casa del árbol en el jardín trasero es un
verdadero gusto y tan divertido como haber ido en un largo viaje a una
autentica cabaña de caza.
Robert Coles, cree que en Estados Unidos los niños de los campesinos
migrantes sufren porque, entre otras razones, no tienen un lugar que
puedan identificar como propio durante un periodo de tiempo. Pedro,
por ejemplo, es un niño de siete años que viaja a lo largo de la costa
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El espacio, El lugar y el niño
Este por el trabajo de sus padres. Casi nunca pasan mucho tiempo en
una granja. Pedro ayuda a recoger frutas y vegetales. Va a la escuela
cuando puede. Coles escribe:
Para un niño como Pedro, el edificio de una escuela, incluso uno viejo y con
mobiliario poco atractivo, es un mundo nuevo –de grandes ventana y pisos firmes
y puertas y techos de losa e imágenes en las paredes, y un asiento que le
pertenece, que le fue dado, que él supone tener, día a día, casi como una especie
de derecho. Después de su primera semana en el primer año, Pedro comento:
“me dijeron que me podía sentar en esa silla y dijeron que el escritorio era para mí
y que todos los días debía venir al mismo lugar, a la silla que ella dijo que era mía
durante el tiempo que estuviera ahí en esa escuela –eso es lo que dicen los
maestros.”34
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El cuerpo, Relaciones personales y Valores Espaciales
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El cuerpo
Relaciones personales
Y
Valores espaciales
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El cuerpo, Relaciones personales y Valores Espaciales
Figura 2. El cuerpo humano erguido, el espacio y el tiempo. El espacio se proyecta a partir del
cuerpo que está inclinado hacia el frente y la derecha. El futuro esta adelante y “arriba”, el pasado
está atrás y “debajo”
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El cuerpo, Relaciones personales y Valores Espaciales
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El cuerpo, Relaciones personales y Valores Espaciales
“Alto” y “bajo”, los dos polos del eje vertical, son palabras de fuerte
carga en la mayoría de los idiomas. Todo lo que es superior o excelente
es elevado, se asocia con un sentido de altura física. En realidad,
“superior” se deriva de una palabra latina que significa “más alto”.
“Excel” (celsus), “sobresaliente” es otra palabra latina para “alto”. La
palabra “brahmán” del sanscrito, se deriva de un término que significa
“altura”, “grado”, en su sentido literal, es un paso por medio del cual
uno se mueve arriba y abajo del espacio. El estatus social se designa
“alto” o “bajo” más que “grande” o “pequeño”. Dios habita en el cielo.
A veces se identificaba a Dios con el cielo, tanto en el Viejo como en el
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El cuerpo, Relaciones personales y Valores Espaciales
nuevo testamento. Edwin Bevan escribió: “la idea que considera al cielo
como el domicilio del ser Supremo, o como sinónimo de él, es tan
universal entre la humanidad como puede serlo cualquier creencia
religiosa.”4
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nivel del mar que cualquier otra tierra, y que la colina del Templo es el
punto más alto de Israel.8 La tradición Islámica profesa que el santuario
más sagrado el Kaaba, no solo es el centro y el ombligo del mundo, sino
también su punto más alto. La posición espacial del Kaaba corresponde
a la estrella polar: “ningún lugar en la tierra está más cercano al cielo
que la Meca.”9 Es por esto que los devotos dicen que en este santuario
son más claramente oídos. Sin embargo, cuando es débil el simbolismo
religioso explícito de centro y altura, la elevación física de la tierra
mantiene un cierto prestigio. Las naciones modernas gustan pensar que
un pico alto, si no el más alto del mundo, está situado dentro de sus
fronteras. La falta de medidas exactas permite que la imaginación,
alimentada por el fervor patriótico, crezca desmedidamente. Incluso en
el siglo XVIII, los Bretones cultos pudieron considerar a Ben Nevis como
una de las montañas más altas de la Tierra.10 Inclusive India, Nepal y
China no dudarían cada uno en reclamar para sí la propiedad del Monte
Everest.
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Los lados derecho e izquierdo del cuerpo humano son muy parecidos
en aspecto y función. Existen algunas asimetrías: por ejemplo, el
remolino de cabello en la cabeza gira a la derecha; el corazón se
encuentra ligeramente situado a la izquierda del cuerpo; los dos
hemisferios cerebrales no están igualmente desarrollados y tienen
algunas funciones distintas; la mayoría de las personas son diestras, y
al moverse muestran una tendencia a virar a la derecha, quizás como
resultado de un pequeño desequilibrio en el control vestibular. Tales
pequeñas asimetrías biológicas no parecen explicar adecuadamente las
fuertes diferencias de valor atribuidas a los dos lados del cuerpo y los
espacios social y cosmológico que se extienden desde el cuerpo.
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Figura 4. Organización egocéntrica (A) y etnocéntrica (B_G) del espacio, desde tiempos
antiguos y modernos, en sociedades con escritura y ágrafas, la figura 4G es reimpresa con
permiso de Torsten Hägerstrand. “Migration and area: survey of a sample of Swedish
migration fields and hypothetical considerations on their genesis.” Lund Studies in
Geography. Series B. human Geography. vol. 13. 1957. página 54
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Amplitud de espacio y hacinamiento
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Hacinamiento
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Amplitud de espacio y hacinamiento
La máquina, que a primera vista parece ser instrumento para aislar al hombre de los
grandes problemas de la naturaleza, en realidad lo sumerge más profundamente en
ellos. Mientras el amanecer y el crepúsculo se vuelven eventos trascendentes tanto
para el labrador como para el piloto. Sus problemas esenciales son desplazados por la
montaña, el mar, el viento. Solo ante el gran espectáculo del cielo tempestuoso, el
piloto defiende sus entregas [sic] y contiende en términos de igualdad con aquellas
tres divinidades elementales.3
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con los espacios reticulados del Este, poblado y boscoso. Más tarde, los
americanos interpretaron las llanuras más positivamente: la Costa Este
podía tener lugares excelentemente ordenados pero el Oeste denotaba
espacio y libertad. En China, al contrario de la experiencia Americana,
los poblados viejos estaban localizados en el territorio relativamente
abierto del norte subhúmedo y semiárido. Y el movimiento de gente era
hacia el sur montañoso y boscoso. ¿Pudieron los chinos haber asociado
el sur boscoso con una sensación espaciosa? Al menos algunos lo
hicieron. La poesía de la dinastía Han, por ejemplo describía con
admiración el paisaje silvestre del sur: ahí, los funcionarios que se
desplazaron del norte encontraron un vasto mundo aparentemente
primitivo envuelto en niebla, montañas y lagos. Fue en el sur de China
que la poesía de la naturaleza y la pintura paisajista alcanzaron el más
alto desarrollo: ambas artes contrastaban la inmensidad de la
naturaleza, un mundo de luminoso desplazamiento de la cima de una
montaña a otra desvaneciéndose en el infinito, con el cerrado y formal
mundo del hombre.9
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La Habilidad de Espacio, El Conocimiento y El Lugar
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La Habilidad
de Espacio,
El Conocimiento,
Y El Lugar
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sortear las curvas cerradas con las ruedas o al pisar el acelerador como
respuesta a la empinada y larga cuesta-arriba del camino. Griffith
Williams ha documentado muchos casos de lo que él llama “hipnosis de
carretera.” Un conductor comentó:
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La Habilidad de Espacio, El Conocimiento y El Lugar
Figura 5. Del Espacio al Lugar: aprendizaje del laberinto. Al principio solo el punto de entrada
se reconoce claramente; más allá yace el espacio (A). con el tiempo se identifican cada vez más
puntos de referencia y el sujeto gana confianza para moverse (B, C). Finalmente, el espacio
consiste de puntos de referencia y rutas conocidas-en otras palabras-, lugar (D).
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en cada segmento del viaje. Pensemos que como es para el hombre que
maneja su auto desde la ciudad en que vive hasta una casa de verano.
Él ha hecho el viaje antes. Al principio sabe la dirección aproximada de
la casa, así que sabe hacia dónde virar cuando el auto sale al camino. Y
este saber que hacer después, se repite en cada punto de referencia
sucesivo; es decir, cada configuración espacial en el paisaje –que no
siempre puede ser fácil de especificar en síntesis- activa su siguiente
serie de movimientos. D. O. Hebb menciona que si las curvas de la
carretera son suaves, el conductor tiene la sensación de que, no importa
en qué dirección ha dado la vuelta su auto, el sigue apuntando a su
destino. Una persona parece psicológicamente dispuesta a ignorar las
variaciones angulares y a aceptar todos los siguientes movimientos
hacia su meta.10 Por consiguiente, cuando el trata de reproducir su ruta
en un dibujo, tiende a simplificar la ruta y omitir o minimizar la
angulosidad de las vueltas –a menos que recuerde una curva en
particular, en cuyo caso bien puede exagerarla-.
Cuando sentimos que el espacio nos es muy familiar, se ha convertido
en Lugar. Si el espacio es grande, se requiere la experiencia perceptual
y kinestésica para el cambio, así como la habilidad de formar conceptos.
Los niños pequeños y las personas con retraso mental tienen dificultad
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La Habilidad de Espacio, El Conocimiento y El Lugar
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humanos atravesar los continentes como hacen las aves y de hecho, por
periodos breves, a abandonar el campo gravitacional de la Tierra. En las
personas, habilidad y conocimiento se combinan de manera compleja.
La habilidad y el conocimiento en manejo del espacio de los grupos
humanos, varían considerablemente. Pequeños grupos primitivos como
los Tadsay de Mindanao ocupan un pequeño nicho ecológico en el
bosque y temen desplazarse más allá de su base de operaciones. En su
lengua no tienen términos para mar o lago a pesar de que estos
elementos se encuentran a menos de cuarenta millas de distancia. 16 Por
otro lado, la capacidad para recorrer grandes distancias y desarrollar la
capacidad de elaborar sofisticados conocimientos astronómicos y
geográficos son facultades características de la población de las grandes
civilizaciones. Con certeza, dichos conocimientos y capacidad son otro
signo de su amplio dominio del medio físico. Sin embargo, no es una
regla que las grandes sociedades integradas tendrán mayor
conocimiento del manejo de espacio que los pequeños grupos menos
organizados. Hay muchas excepciones. Los campesinos y agricultores de
subsistencia, por ejemplo, pueden haber desarrollado complejas
relaciones sociales, y pueden vivir en grandes comunidades y disponer
de un abundante suministro de alimentos. Su cultura material es más
sofisticada que la de los cazadores y pescadores primitivos. Pero las
habilidades y el conocimiento del espacio de los cazadores primitivos
pueden superar por mucho la de los agricultores sedentarios sujetos al
lugar. La habilidad del cazador no es solo la de identificar huellas,
abrevaderos y comederos en una amplia extensión de terreno, aunque
estas capacidades son muy evidentes; el conocimiento espacial se
extiende más allá de los detalles del terreno, a puntos de referencia en
el cielo, y se pueden expresar en el lenguaje abstracto de los mapas.
En Siberia muchos grupos de cazadores primitivos muestran
conocimientos de astronomía. Los Yakuts, por ejemplo, pueden
distinguir estrellas de las Pléyades a simple vista, que normalmente no
se ven sin telescopio. Y muestran interés en el número de estrellas;
dicen que hay muchas en las Pléyades pero solo siete son grandes. Los
Buriatos, igual que los nativos del noreste de Siberia, hacen uso de la
estrella polar por la noche y el sol durante el día en sus viajes de caza.17
El dibujo de mapas es la evidencia incuestionable de la facultad de
conceptualizar las relaciones del espacio. Es posible ubicarse mediante
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El espacio mítico
Y El Lugar
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a
Antropodiaco término acuñado por el autor para igualar el trabajo humano al signo zodiacal N. del Trad.
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Está la Tierra de los Muertos… lejos al sur. Hay un camino que lleva
directamente a ella, el cual siguen las almas fallecidas, y unos pocos individuos
son conocidos por haber visitado la Tierra de los Muertos y después haber
regresado a sus casas. Ellos han contado sobre su viaje y lo que vieron allá.
Recuerdo que mi intérprete le dijo a un viejo indio que yo venía del sur y que
Estados Unidos está en esa dirección. El viejo simplemente se rió de una forma
sabia y no hizo ningún comentario. 20
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b
del inglés Sunday: día del Sol.
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Australia del Sur. La parte este y mas vieja del continente-isla se conoce
con otros nombres, “Oeste”, “Norte” y “Sur” son etiquetas y no más.
De manera parecida, las calles de las ciudades en los Estados Unidos se
nombran con términos direccionales sin valor significativo. En
Minneapolis una dirección en la “Calle 24 Sur” difícilmente sugiere que
uno vive más cerca del sol. Pero los Estados Unidos como un todo, se
divide en Norte y Sur, Este y Oeste. A diferencia del uso australiano de
los términos direccionales, las etiquetas regionales en los Estados
Unidos no están promulgadas por una autoridad central; al igual que
las regiones del espacio mítico, los nombres y significados de las
regiones norteamericanas se adquieren con el paso del tiempo, como
parte de la creciente literatura y sabiduría tradicional de un pueblo. 34
En el espacio mítico de las sociedades tradicionales, los puntos
cardinales están ligados con los eventos astronómicos y las estaciones
con su control sobre la vida y la muerte. El espacio americano no es un
escenario para la representación del drama cósmico, pero, como lo
muestran la literatura y las novelas regionales, el ambiente físico, en
particular el clima, juega un gran papel dando personalidad a regiones
como el Sur, el Noreste y el Oeste.35 En el espacio mítico de las
sociedades tradicionales la idea de centro o “lugar medio” es
importante. La idea de un centro núcleo también es importante en el
espacio americano.36 Pero el movimiento es otro tema clave en la
historia de los Estados Unidos. El movimiento de las personas al oeste,
combinado con el poderoso encanto del Oeste como ideal, distorsiona el
sentido de simetría que imparte el concepto de centro. De ahí que el
término “Estados Medios” es efímero. El espacio central de América no
se conoce como los Estados Medios sino como Medio Oeste.
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Arquitectónico
y
la Conciencia
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El Espacio Arquitectónico y la Conciencia
Los refugios del ser humano, de adobe y con techos de paja, parecen
rudimentarios comparados con los rascacielos de las termitas. Sin
embargo, si los humanos proclaman una cierta superioridad, la
afirmación debe radicar más en otros terrenos que en las obras
arquitectónicas. Debe yacer en la sensibilización. La suposición es que
el hombre del campo, cuando construye su choza, tiene más conciencia
que el pájaro tejedor y la termita aunque éstos elaboran sus hogares
más impresionantes.
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La casa con patio, por supuesto, aún está con nosotros –no se ha
vuelto obsoleta-. Su característica esencial es que las habitaciones se
abren a la privacidad del espacio interior y presentan sus vacíos
posteriores al mundo exterior. Adentro y afuera están claramente
definidos; las personas pueden tener certeza de donde están. Dentro
del recinto, lejos de las distracciones del exterior, las relaciones y los
sentimientos humanos pueden elevarse a un alto e incómodo nivel de
calidez. La noción de dentro y fuera nos es familiar a todos, pero
imaginemos cuan sensiblemente reales llegan a ser estas categorías
cuando un invitado –después de una fiesta amistosa- abandona el patio
iluminado por el farol y camina a través del claro de luna hacia la oscura
callejuela azotada por el viento exterior. Este tipo de experiencias eran
comunes en la sociedad china tradicional, pero seguramente las conoce
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El Espacio Arquitectónico y la Conciencia
Hay una razón simple para los elevadores de granos, como la hay para todo,
pero las fuerzas detrás de la razón, la razón por la razón, es la tierra y el cielo.
Hay mucho cielo fuera, por una cosa, demasiado horizontal, muchas líneas sin
pausas, así que ha aparecido la exclamación, lo perpendicular ha llegado.
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El Espacio Arquitectónico y la Conciencia
Cualquiera que haya nacido y crecido en las llanuras sabe que la gran fachada
artificial del almacén del alimento, y la torre blanca de agua, no son cuestión
de vanidad. Es un problema de estar. De saberte ahí.11
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En la experiencia
De Espacio
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Los indios Hopi del suroeste americano viven en una meseta semiárida.
Pueden ver a grandes distancias en un aire claro y seco. Su medio es
un entorno de vistas panorámicas, y angulosos paisajes cincelados en
antítesis a los refugios con forma de útero de los habitantes del bosque
tropical. ¿Cómo se perciben e integran el espacio y el tiempo en el
mundo Hopi? De acuerdo con Benjamín Whorf, el Hopi reconoce dos
mundos de la realidad, el manifestado (objetivo) y el manifestante
(subjetivo).5 La realidad manifestada es el universo físico histórico.
Incluye todo lo que es o ha sido accesible a los sentidos, el presente y el
pasado, pero excluye todo lo que podemos llamar futuro. La realidad
manifestante o subjetiva es lo futuro y lo mental. Yace en el mundo de
la expectación y el deseo. Es aquello que hay que manifestar, pero que
no opera por completo. El espacio toma ambas formas, la subjetiva y
la objetiva. El espacio subjetivo pertenece al mundo mental; es la
medida de las cosas, el aspecto “interior” de la experiencia, y se
simboliza mediante el eje vertical que apunta al cenit y al inframundo.
El espacio objetivo irradia desde cada eje subjetivo y es esencialmente
el plano horizontal orientado a los cuartos puntos cardinales. El tiempo
cíclico –los movimientos del sol y la oscilación pendular de las
estaciones- se localiza en el espacio objetivo. Para un pueblo agrícola
como el Hopi es importante marcar las posiciones de la salida y la
puesta del sol, que cambian en el transcurso del año, en el horizonte
inmediato.
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El mapa es la visión de Dios del mundo, pues sus líneas tenues son
paralelas y se extienden hasta el infinito; el mapa de proyección
ortográfica data de los antiguos griegos. La imagen del paisaje, con sus
objetos organizados en torno a un punto focal de convergencia de
líneas tenues, es más cercana a la visión humana del mundo; aunque
apareció en Europa en el siglo quince. Desde entonces, las pinturas del
paisaje que transforman “la simultaneidad del espacio en un
acontecimiento en el tiempo –esto es, una secuencia irreversible de
eventos” se han vuelto cada vez más populares. 9 Ver el paisaje en
perspectiva presupone un mayor reordenamiento del tiempo y del
espacio. Constantemente, del renacimiento para acá, el tiempo en
Europa estaba perdiendo su carácter cíclico y repetitivo y se volvía cada
vez más direccional. La imagen del tiempo como un péndulo que oscila,
o como una órbita circular, cedió ante la imagen del tiempo como flecha.
El espacio y el tiempo han ganado subjetividad al estar orientados al
hombre. Desde luego, el tiempo y el espacio siempre se han
estructurado para coincidir con las necesidades y sensaciones humanas
individuales; pero en Europa este hecho se elevó más cerca de la
superficie de la conciencia en un cierto periodo de su historia y encontró
expresión en el arte. La fotografía en los últimos cien años ha fortalecido
y popularizado la visión en perspectiva. Cualquiera, con una simple
cámara fotográfica puede producir una imagen que fusiona el tiempo en
el lugar.
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las personas bailan, se mueven hacia adelante, hacia los lados e incluso
hacia atrás con facilidad. La música y el baile nos liberan de las
demandas de una vida de objetivos direccionales permitiéndonos vivir
brevemente en lo que Erwin Strauss llama espacio “presentico” A no
orientado.17 Los soldados que marchan con música militar tienden a
olvidar no solo su fatiga, sino también su objetivo –el campo de batalla-,
que es promesa de muerte. En la sociedad moderna, la música en
oficinas y centros comerciales y el sonido palpitante de radios de
transistores de los adolescentes sugieren que la gente quiere olvidar un
marco espacio-temporal relacionado con propósitos, muchos de los
cuales se perciben como poco atractivos o carentes de significado.
El tiempo histórico y el espacio orientado son aspectos de una sola
experiencia. La intención crea una estructura espacio-temporal de “aquí
es ahora”, “allá es entonces”. Puedo analizar esta estructura y decir,
aquí está el punto A y allá está el punto B; ¿Cuál es la distancia entre
ellos? Habiendo reconocido que la aldea B es mi objetivo – ahí, un punto
en el espacio y mi futuro- aparece la pregunta pragmática, ¿Qué tan
lejos está de mí? La respuesta se da frecuentemente en unidades de
tiempo: la aldea B está a dos “noches”, o a dos días de distancia; está a
media hora manejando. Aquí entonces hay otra relación entre distancia
y tiempo –el tiempo como medida de distancia-. Para los propósitos de
medida, el tiempo no se visualiza como una flecha que señala al futuro;
más bien lo percibimos repetitivo, como el vaivén del péndulo, y se
calibra con los ritmos biológicos internos al igual que con las
periodicidades observables de la naturaleza.
Una explicación para el amplio uso del tiempo para medir distancias es
el hecho de que las unidades de tiempo transmiten una clara sensación
de esfuerzo. La respuesta más común a las preguntas de distancia nos
dice cuanto esfuerzo se necesita –que recursos de energía se requieren-
para alcanzar un objetivo. El siguiente objetivo está a un tiro de lanza o
a un disparo de flecha de distancia; está a cien pasos de distancia. Una
respuesta de este tipo apela directamente a la experiencia. No solo
somos capaces de concebir la distancia de un tiro de lanza, podemos
también sentirla en el esfuerzo de arrojar una lanza. Un paso no es solo
algo que podemos ver –la distancia entre un pie y otro- sino que
también lo sentimos en los músculos. ¿Cómo se relacionan con el
tiempo el paso o el tiro de lanza? Un paso es una unidad de tiempo
A
Espacio presentico o acústico N. del T.
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Entre los primates, es único de los seres humanos el sentido del hogar
como un lugar donde el enfermo y el herido pueden recuperarse bajo
solícitos cuidados. Washburn y De Vore, en su consideración de la
sociedad primitiva mencionan que todas las sociedades humanas tienen
bases donde el débil puede quedarse y el sano puede salir a recolectar,
cazar o pelear. En la base de operaciones hay normalmente las
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Hannah: sigo diciendo que no soy un ave. Sr. Shannon. Soy un ser humano y
cuando un miembro de esa fantástica especie construye un nido en el
corazón de otro, la cuestión de permanencia no es la primera ni la última
cosa que considera… ¿necesariamente?... ¿siempre? 4
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para lograr un efecto estético deliberado, pero puede ser que su valor
real radique en ser sitios para encuentros conmovedores y no
planeados. El alumbrado en la carretera es funcional, aún al atardecer
sus luces de vapor iluminado pueden producir colores de una belleza
vertiginosa, “de las cosas más hermosas en los Estados Unidos”. Y así,
el hueco de tierra bajo un columpio y la tierra desnuda compactada por
pies humanos no se planean, pero pueden ser conmovedoras. Las
experiencias personales, que no nos calzamos, fácilmente esquivan
nuestra atención. Al tiempo que no decimos ”esto es”, como lo
hacemos cuando admiramos objetos de belleza conspicua o declarada.
Es sólo cuando las reflexionamos que reconoceremos su valía. Al
momento no percibimos ningún drama; en ese instante, no sabemos
que las semillas del sentimiento perenne se están plantando.
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Las Experiencias íntimas de Lugar
Pensó: si pudiera ver o tocar algo que no fuera desagradable… Había una
carretilla de frutas justo delante, ofreciendo bonitos y coloridos montones de
ciruelas, duraznos, chabacanos. Anna compró fruta: percibió el olor limpio y
ácido, toco la suavidad de la piel ligeramente aterciopelada. Se sintió mejor. El
pánico se había ido. El hombre que la había estado siguiendo, permaneció
cerca, esperando y sonriendo, pero ahora ella era inmutable. Ella paso a su
lado caminando sin perturbarse.12
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¿Qué quiso decir la chica de Illinois con “real”? es difícil decirlo. Lo que
sentimos real es importante, pero paradójicamente también pasa
desapercibido. La vida se vive, no es un espectáculo del cual nos
apartamos y observamos. Lo real es la rutina familiar cotidiana, tanto
como respirar. Lo real implica todo nuestro ser, todos nuestros sentidos.
En las vacaciones, a pesar de que se dejaron atrás los problemas, una
parte importante de nosotros también se quedó atrás; nos volvemos
seres especializados e inseguros, turistas que van por la vida sin
esfuerzo.
El ver tiene el efecto de poner una distancia entre uno y el objeto. Lo
que vemos esta siempre “ahí”. Podemos tocar, oler, probar las cosas
que están muy cerca de nosotros, pero no podemos verlas –al menos no
claramente-. Las personas cierran los ojos en los momentos íntimos. El
pensar crea distancia. Los nativos que están en casa, impregnados del
ambiente de su lugar, al instante en que piensan en el lugar, este se
vuelve un objeto de reflexión “por ahí”. Los turistas buscan nuevos
lugares. En un nuevo entorno son forzados a ver y pensar sin el apoyo
del mundo entero de imágenes, sonidos, y olores conocidos –en gran
medida no reconocidos- que dan valor al ser; los centros vacacionales,
aunque muy agradables, parecen irreales después de un tiempo.
En el recuerdo de Santmyer de su pueblo natal, ella contrasta la vista
con el tacto. Como el pensar, el ver, es un acto que evalúa, sentencioso
y propicio para la fantasía. Si el cielo fuera gris, dijo ella, comentarías
“lo feo del pueblo, y cuan monótono y aburrido era”. Y si el cielo fuera
claro, te detendrías en la puerta deseando escapar a un futuro lejano y
brillante. Las imágenes e ideas que libera la mente pocas veces son
originales. Las evaluaciones y juicios tienden a ser clichés. La breve
familiaridad de la experiencia directa y la verdadera cualidad de un lugar
pasa inadvertida con frecuencia porque la cabeza está llena de ideas
arcaicas. La información de los sentidos declina en favor de lo que nos
es dado a ver y admirar. La experiencia personal cede el paso a
opiniones socialmente aprobadas, que casi siempre son los más obvios y
públicos aspectos del entorno. Para ilustrarlo, he aquí la explicación de
Robert Pirsig acerca de cómo ven los turistas el lago Cráter en Oregon:
En el lago, nos detenemos y nos mezclamos afablemente en la pequeña
multitud de turistas con cámaras y niños gritando, “¡no te acerques mucho!” y
vemos autos y campers con matrículas de diferentes lugares, y vemos el lago
Cráter con una sensación de “bueno, ahí está”, justo como en las fotos. Yo
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observo a los otros turistas, quienes también parecen tener miradas ajenas al
lugar. No tengo antipatía por todo esto, solo una sensación de que todo es irreal
y que la cualidad del lago se apaga por el hecho de que se le señala tanto.
Indicas que algo tiene cualidad y la esta tiende a distanciarse. Cualidad es lo
que ves más allá del rabillo de tu ojo, y así miro al lago debajo, pero siento la
peculiar cualidad de la luz del sol tras de mí, fría, casi glacial y un viento casi
inmóvil.17
Las experiencias íntimas, causadas por personas o cosas, son difíciles
de hacer públicas. Las palabras aptas son evasivas; las imágenes y los
diagramas casi nunca parecen adecuados. La música puede provocar
ciertos sentimientos, pero carece de precisión significativa. Los hechos y
eventos se dicen fácilmente; no tenemos problema al decir que fuimos
al Lago Cráter un domingo, con los niños y dos perros, en una
camioneta, y que era un día frio. Nosotros sabemos que admirar: el
lago. Podemos señalarlo y tomar una foto y así queda con nosotros
como constancia pública y permanente de lo sucedido. Pero la cualidad
del lugar y de nuestro encuentro particular no se registra así; esto debe
incluir lo que nosotros vemos fuera del marco visual y la sensación de la
luz del sol casi glacial detrás de nosotros.
Las experiencias íntimas son difíciles, pero no imposibles de expresar.
Pueden ser personales y sentirse de manera profunda, pero no
necesariamente son solipsísticas o excéntricas. El hogar, vivienda, casa
y base de operaciones son lugares de personal intimidad para los seres
humanos de todas partes. Su trascendencia y su capacidad de conmover
son tema de muchas poesías y prosa descriptiva. Cada cultura tiene sus
propios símbolos de intimidad, ampliamente reconocidos por su gente.
Los estadounidenses, por ejemplo, responden a los símbolos de la buena
vida como la Iglesia de Nueva Inglaterra, la plaza central del Medio
Oeste, la farmacia de la esquina, la Calle Principal, y el estanque del
pueblo.18 Un sillón o la banca de un parque puede ser un lugar muy
personal, sin embargo no es un símbolo particular con significados
ocultos totalmente a los demás. Dentro de las experiencias humanas
grupales, hay suficiente traslape, tal que los apegos individuales, no
parecen extraordinarios o incomprensibles para los demás. Incluso se
puede compartir una experiencia que parece ser el producto de
circunstancias únicas. La escena que plasma Isherwood, en que un
maestro hace breve contacto con dos estudiantes sentados bajo un
árbol recién plantado en un campus de California, es muy específica. No
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una civilización. Esta creencia arroja una luz sobre la paradoja de que,
aunque la ciudad encarne una civilización, los sumerios establecieron “la
destrucción de ciudades” como una de las instituciones divinas sobre la
cual fundar su civilización.1
Les rogamos en nombre de nuestra antigua ciudad fundada por orden de los
dioses, en nombre de una gloria que se ha vuelto sublime y un nombre que ha
dominado el mundo entero, en nombre de los muchos templos que contiene y de
sus dioses que no os han perjudicado. No los priven de sus festividades
nocturnas, sus procesiones y sus ceremonias. No priven de sus ofrendas a los
muertos y sus tumbas, que no os hacen daño. Si tienen piedad de nosotros…
perdonen la vida al fuego de la ciudad, perdonen la vida a nuestro foro, perdonen
la vida a las diosas que presiden nuestro consejo, y todo lo demás que es querido
y precioso para la vida. Proponemos una alternativa más deseable para nosotros y
más gloriosa para ustedes. Perdonen la vida a la ciudad que no os ha hecho mal,
pero, si les place, mátennos, a quienes ustedes nos obligan a partir. De este modo
parecerá que dejan caer su ira sobre los hombres; no sobre los templos, dioses,
tumbas, y una ciudad inocente.3
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casa… el sendero por el que habían pasado las víctimas y las oraciones
era el limite inviolable del dominio.”6
Nosotros no nos erigimos moradores de esta tierra arrojando a otros fuera de ella, ni
por haberla encontrado inhabitada, ni por llegar aquí juntos en una horda compuesta
de muchas razas; sino que somos de un linaje tan noble y tan puro que a lo largo de
nuestra historia hemos continuado en posesión de la propia tierra que nos ha parido,
puesto que nosotros surgimos de su mismo suelo y somos capaces de dirigir nuestra
ciudad por los mismos nombres que ponemos a nuestra más cercana parentela; pues
de todos los Helenos, solo nosotros tenemos el derecho a nombrar nuestra ciudad:
tierra natal, protectora y padre a la vez.9
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El apego a la Tierra Natal
Raymond Firth escribió: “El Maorí [en Nueva Zelanda], tiene un gran
respeto por la tierra per se, y un cariño excesivamente grande por su
suelo ancestral, un sentimiento que de ninguna manera puede solo
correlacionarse con su fertilidad y el valor inmediato que tiene para el
como una fuente de alimento. Las tierras donde sus antepasados
vivieron, lucharon, y fueron enterrados eran para él objeto del
sentimiento más profundo…’Mía es la tierra, tierra de mis ancestros’ era
su grito.”10 Los maoríes tienen varias maneras de demostrar ese cariño
profundamente arraigado. Por ejemplo, un prisionero, cuando está a
punto de ser ejecutado, puede pedir que primero le lleven a la frontera
de su tierra tribal para que pueda mirarla una vez más antes de morir.
“O podía pedir que se le permitiera beber de las aguas de algún arroyo
que fluyera a lo largo de los límites de su hogar.”11 Los relatos de
sucesos heroicos agregaban respeto al cariño por la tierra. Entre los
relatos más importantes estaban las versiones de la llegada en canoas
ancestrales a Nueva Zelanda hace más de veinte generaciones.12
Hubo un tiempo en que nuestro pueblo ocupaba toda la tierra, como las olas
de un mar embravecido cubren su piso recubierto de conchas, pero esos
tiempos han quedado atrás con el olvido casi por completo de la grandeza de
las tribus. Yo no viviré lamentando nuestra prematura decadencia, ni reprocho
a mis hermanos cara-pálidos el haberla acelerado. Somos dos razas distintas.
Tenemos poco en común. Para nosotros las cenizas de nuestros ancestros
son sagradas y su lugar de descanso final es suelo sagrado, mientras que
ustedes pasean lejos de las sepulturas de sus ancestros, y aparentemente sin
arrepentimiento… Cada parte de este territorio es sagrada para mi gente.
Cada ladera, cada valle, cada llano y arboleda ha sido consagrada por algún
afectuoso recuerdo o alguna triste experiencia de mi tribu. Incluso las rocas
que parecen yacer mudas mientras se sofocan de calor en el sol a lo largo de
la silenciosa playa en solemne grandeza, se estremecen con recuerdos de
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eventos pasados conectados con las vidas de mi gente, el mismo polvo bajo
sus pies responde más tiernamente a nuestros pasos que a los suyos, porque
son las cenizas de nuestros ancestros, y nuestros pies descalzos están
conscientes de ese armonioso toque pues el suelo se enriquece con la vida de
nuestros semejantes.13
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los mitos que lo sustentan son tan reales como las rocas y abrevaderos
que él puede ver y tocar. Él encuentra grabada en su tierra la antigua
historia de las vidas y obras de los seres inmortales de quienes él mismo
desciende, y a quienes venera. Toda la campiña es su árbol familiar. 19
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Un lugar natal tiene sus símbolos, que pueden ser rasgos muy
evidentes para todos, como los monumentos, santuarios, un campo de
batalla sagrado o un cementerio. Estos signos visibles sirven para
realzar el sentido de identidad de las personas; fomentan la conciencia
del lugar y su lealtad a él. Pero un fuerte apego al lugar natal puede
surgir bastante alejado de cualquier concepto explícito de sacralidad;
puede formarse sin el recuerdo de batallas heroicas ganadas y perdidas,
y sin el vínculo del temor o de superioridad en relación con otros
pueblos. Un tipo de profundo apego, aunque subconsciente, puede venir
simplemente con familiaridad y tranquilidad, con la garantía de la
alimentación y la seguridad, con el recuerdo de sonidos y aromas, de
actividades comunales y placeres caseros acumulados con el tiempo. Es
difícil articular este tipo de vínculos imperceptibles. Ni la retórica de
Isócrates ni la prosa efusiva de un Volksalender alemán parecen
apropiadas. La satisfacción es un cálido sentimiento positivo, pero se
describe más fácilmente como falta de curiosidad hacia el mundo
externo y como una ausencia de deseo por una escena variada. Para
ilustrar este profundo lazo poco espectacular hacia la localidad,
pensemos en tres grupos humanos de medios geográficos y culturales
ampliamente divergentes; los primitivos Tasday del bosque tropical de
Mindanao en las Filipinas; los antiguos chinos (cuya actitud se revela en
un Taoísmo clásico); y una moderna familia campesina al noroeste de
Illinois.
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¿Qué es el vecindario?
Respuesta: es el área italiana-irlandesa de clase trabajadora, una unidad
física y social de la que estoy vagamente consciente que es distinta de las
áreas colindantes.
La unidad más grande adquiere visibilidad a través de un esfuerzo de
la mente. Es entonces cuando el vecindario entero se convierte en un
lugar. Sin embargo, es un lugar conceptual y no involucra emociones.
La emoción empieza matizando todo el vecindario –recurriendo ‘a’ y
extrapolando ‘de’ la experiencia directa de sus partes específicas-
cuando se percibe que el vecindario tiene rivales y de algún modo real o
imaginario se le amenaza. Entonces el cálido sentimiento que uno tiene
por la esquina de una calle se amplía para incluir un área más grande.
Aunque un evento externo, cómo una renovación urbana. Permite a la
gente ver la unidad más grande, esta percepción se vuelve
intensamente real si la unidad, de hecho, tiene un fuerte gusto local,
carácter visual, y límites claros. Por si mismas, las casas y las calles no
crean una sensación de lugar, pero si son distintivas, esta cualidad
perceptual ayudaría mucho a los habitantes a desarrollar aún más
grande, la conciencia de lugar.
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El sentimiento que una vez vinculo a las personas con su aldea, ciudad,
o región tuvo que ser transferido a la unidad política más grande. El
estado-nación, más que cualquiera de sus partes, debía obtener la
máxima visibilidad. ¿Cómo era posible esto? Un método era y es hacer
al estado el objeto de un culto religioso. La Asamblea Legislativa
Francesa decretó en junio de 1792 que “en todas las comunidades se
tendrá que erigir un monumento a la Madre Patria en el que deberá
grabarse la Declaración de Derechos con la inscripción ‘el ciudadano
nace, vive y muere por la Patrie’.”23 Los hombres dicen con fervor
patriótico, “Debemos proteger nuestro suelo sagrado.” Están diciendo,
en efecto, que “Debemos proteger a la tierra que es nuestro país como
si fuera una iglesia toda ella.” El campo y la letrina que se encuentran
en la tierra resultan detalles mundanos e irrelevantes.24 Para que la idea
del país sagrado parezca real, se crean los lugares sagrados que se
pueden experimentar directamente. En los Estados Unidos estos lugares
no son iglesias y catedrales. Son lugares como el Salón de la
Independencia en Filadelfia, las criptas del General Lee en Lexington y
del General Grant en Nueva York, y los majestuosos monumentos de la
Ciudad de Washington.25
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Los jóvenes viven en el futuro; lo que hacen, más que lo que poseen,
define su sentido de autoafirmación. Sin embargo ocasionalmente los
jóvenes miran hacia atrás; y pueden sentirse nostálgicos hacia su corto
pasado y posesivos con los objetos. En la sociedad moderna, como su
cuerpo y su mente están bajo cambios rápidos, el adolescente puede
tener una débil comprensión de quien es. El mundo a veces parece fuera
de su control. La seguridad yace en la rutina, en lo que el adolescente
percibe como su propia resguardada infancia y en los objetos
identificados con una temprana y más estable fase de su vida. 10 En
general, podemos decir que siempre que una persona (joven o vieja)
sienta que el mundo está cambiando muy rápido, su conducta
característica es la de evocar un pasado estable e idealizado. Por otra
parte, cuando alguien siente que está dirigiendo el cambio y el control
de los sucesos de importancia para él, es entonces que la nostalgia no
tiene lugar en su vida; la acción, más que los recuerdos del pasado
respaldara su sentido de identidad.
Entre los pueblos primitivos, no solo faltan los medios, sino el deseo de
pensar históricamente. El ideal no es el desarrollo sino el equilibrio, un
estado de armonía constante. El mundo como existe está para
mantenerlo, o restaurarlo hacia una impecable perfección. Se valora la
madurez más que los principios primitivos. Un niño renace en la
ceremonia de iniciación, que le permite desechar sus años inmaduros a
medida que se prepara para asumir la dignidad de la edad adulta. Entre
dichos pueblos los pasos titubeantes hacia el éxito, incluyendo el orden
social alcanzado, son fácilmente olvidados. Las instituciones se
confirman mediante mitos atemporales y un cosmos homogéneo. Al
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igual que a los lugares, se venera a los objetos porque tienen poder o se
asocian con entes de poder, no porque sean viejos. La pasión por las
antigüedades es ajena al pensamiento primitivo.
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estimulan la mirada crítica para ver a la historia como una larga crónica
con tramas que no se repiten. Sin embargo, un paisaje desordenado con
edificios antiguos no obliga a nadie a darle una interpretación histórica;
uno necesita una “mirada crítica” para dicho punto de vista. De hecho,
hasta el siglo dieciocho, el tiempo tuvo poca penetración para los
europeos. Recordemos como en los 1650’s el arzobispo James Ussher
estableció la creación de la tierra misma en el año de 4004 A.C.
recordemos también que la gente de la Edad Media y el Renacimiento
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El culto del pasado requiere ilusión más que autenticidad. Las ruinas
en el jardín paisajístico, de moda por un tiempo en el siglo dieciocho, no
pretendían ser genuinas. Lo que importaba era que brindaran una
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diferencia de los libros y las pinturas valiosas, los edificios viejos ocupan
mucho espacio de la ciudad y entran en conflicto con las necesidades y
aspiraciones actuales.
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N O T A S
NOTAS
[1]
Introducción
1. Paul Tillich, My Search for Absolutes (New York: Simon and Schuster, 1967), p.29.
2. Werner Heisenberg, Physics and beyond: Encounters and Conversations (New
York: Harper Torchbook, 1972), p. 51.
3. Las publicaciones recientes a continuación sugieren un creciente interés en el
estudio del “lugar” desde una variedad de perspectivas humanísticas. John Barrell,
The Idea of Landscape and the Sense of Place, 1730-1840 (Cambridge at the
University Press, 1972); Brian Goodey, “The sense of place in British planning:
some considerations,” Man-Environment Systems, vol. 4, no. 4, 1974, pp. 195-202;
Linda Graber, Wilderness as Sacred Space (Association of American Geographers,
Monograph series no. 8, Washington , D. C., 1796); Alan Gussow, A sense of Place:
The Artist and the American Land (New York: Seabury, 1974); J. B. Jackson,
Landscapes: Selected Writings, ed. E. H. Zube (University of Massachusetts Press,
1970); Peirce F. Lewis, “Small town in Pennsylvania,” Annals, Association of
American Geographers, vol. 62, 1972, pp. 323-351; David Ley, The Black Inner City
as Frontier Outpost (Association of American Geographers, Monograph series no.
7, Washington, D.C., 1974); Lyn H. Lofland, A World of Strangers: Order and Action
in Urban Public Space (New York: Basic Books, 1973); David Lowenthal, “Past time,
present place: landscape and memory,” Geographical Review, vol. 65, no. 1, 1975,
pp. 1-36; Kevin Lynch, What time is This Place? (Cambridge: MIT Press, 1972); D.
W. Meinig, “Environmental appreciation: localities as humane art,” The Western
Humanities Review, vol. 25, 1971, pp. 1-11; C. Norberg-Schulz, Existence, Space
and Architecture (New York: Praeger, 1971); Kenneth Olwig, “Place, society and
the individual in the authorship of St. Blicher,” in Felix Norgaard, ed., Omkring
207
N O T A S
Blicher 1974 (Denmark: Glydendal, 1974), pp. 69-114; Edward Relph, Place and
Placelessness (London: Pion, 1976); Edward H. Spicer, “Pesistent cultural systems:
a comparative study of identity systems that can adapt to contrasting
environments,” Science, vol. 174, 19 Noviembre 1971, pp. 795-800; Mayer Spivak,
“Archetypal place,” Architectural Forum, Octubre 1973, pp. 44-49; Victor Turner,
“The center out there: pilgrim’s goal,” History of Religions, vol. 12, no. 3, 1973, pp.
191-230.
[2]
La Perspectiva de la Experiencia
1. Michael Oakeshott, Experience and Its Modes (Cambridge at the University Press,
1933), p.10.
2. Paul Ricoeur, Falible Man: Philosophy of the Will (Chicago: Henry Regnery Co., 1967), p.
127.
3. La palabra alemana erfahren incluye los diferentes significados para “encontrar,”
“aprender” y “experimentar.”
4. Susanne K. Langer, Philosophy in a New Key (New York: Mentor Book, 1958), p. 85.
5. José Ortega y Gasset, Man and People (New York: Norton Library, 1963), pp. 158-159;
Julián Marías, Metaphysical Anthropology: The Empirical Structure of Human Life
(University Park: Pennsylvania State University Press, 1971), p. 40.
6. R. W. Moncrieff, Odour Preferences (London: Leonard Hill, 1966), p. 65.
7. Ibid., pp.246.
8. Susanne K. Langer, Mind: An Essay on Human Feeling (Baltimore: Johns Hopkins
University Press, 1972), vol. 2, pp. 192-193.
9. Ibid., pp. 257-259.
10. Géza Révész, “The problem of space with particular emphasis on specific sensory
spaces,” American Journal of Psychology, vol. 50, 1937, pp. 429-444.
11. Bernard G. Campbell, Human Evolution: An Introduction to Man’s Adaptations
(Chicago: Aldine, 1966), pp. 78, 161-162.
12. William James, The Principles of Psychology (New York: Henry Holt, 1918), vol. 2, p.
134.
13. D. M. Amstrong, Bodily Sensations (London: Routledge & Kegan Paul, 1962), p. 134.
14. Albert Camus, Carnet, 1942-1951 (London: Hamish Hamilton, 1966), p. 26.
15. Susanne K. Langer, Feeling and Form: A Theory of Art (New York: Charles Scribner,
1953), p. 117.
16. Roberto Gerhard, “The nature of music,” The Score, no. 16, 1956, p. 7; citado en Sir
Russell Brain, The Nature of Experience (London: Oxford University Press, 1959), p. 57.
17. P. H. Knapp, “Emotional aspects of hearing loss,” Psychosomatic Medicine, vol. 10,
1948, pp. 203-222.
18. James, Principles of Psychology, pp. 203-204.
19. Ibid., p. 204.
20. “Aquellos de ustedes que alguna vez han cruzado la bahía desde el Muelle de Oakland
hasta el edificio del Ferry en San Francisco pueden rememorar, como yo, una memoria
táctil del viaje –la caricia de las salpicaduras y del viento en la cara- que se combina
208
N O T A S
con la imagen visual del puente y de los rascacielos.” George S. Welsh, “The perception
of our urban environment,” en Perception and Environment: Foundations of Urban
Design, Institute of Government, University of North Carolina, 1996, p. 6.
[3]
El Espacio, el Lugar y el Niño
1. Ernest G. Schachtel, Metamorphosis: on the Development of Affect, Perception,
attention, and Memory (New York: Basic Books, 1959), pp. 287-288, p. 298.
2. J. S. Bruner et al., Studies in Cognitive Growth (New York: John Wiley, 1966), p. 2;
Wilder Penfield, The Mystery of the Mind (Princeton: Princeton University Press, 1975),
p.19.
3. Bing-chung Ling, “A genetic study of sustained visual fixation and associated behavior
in the human infant from birth to six months,” Journal of Genetic Psychology, vol. 61,
1942, pp. 271-272; M. Scaife y J. S. Bruner, “The capacity for joint visual attention in
the infant,” Nature, 24 Enero 1975, pp. 265-266.
4. B. E. McKenzie y R. H. Day, “Object distance as a determinant of visual fixation in early
infancy,” Science, vol. 178, 1972, pp. 1108-1110.
5. René A. Spitz, The First Year of Life (New York: International Universities Press, 1965),
p. 64.
6. Jean Piaget, The Construction of Reality in the Child (New York: Ballantine Books, 1971),
pp. 46-47; Gerald Gratch, “Recent studies based on Piaget’s view of object concept
development,” in Leslie B. Cohen and Philip Salapatek, eds., Infant Perception: From
Sensation to Cognition (New York: Academic Press, 1975), vol. II, pp. 51-99.
7. Jean Piaget y Bärbel Inhelder, The Child’s Concept of Space (New York: Norton Library,
1967), p. 5.
8. T. G. R. Bower, “The visual world of infants,” Scientific American, vol. 215, no. 6, 1996,
p. 90; Albert Yonas y Herbert J. Pick, Jr., “An approach to the study of infant space
perception,” in Cohen y Salapatek, Infant Perception, pp. 3-28; Daphne M. Maurer y
Charles E. Maurer, “Newborn babies see better than you think,” Psychology Today, vol.
10, no. 5, 1976, pp. 85-88.
9. Piaget, The Construction of Reality, p. 285.
10. Spitz, The First Year of Life, p. 176.
11. G. A. Morgan y H. N. Riccuti, “Infants’ response to strangers during the first year,” in B.
M. Foss, ed., Determinants of Infant Behavior (London: Methuen, 1967), p. 263.
12. Eleanor Gibson, Principles of perceptual Learning and Development (New York:
Appleton-Century-Crofts, 1969), pp. 319-321.
13. M. J. Konner, “Aspects of the developmental ethology of a foraging people,” in N.
Blurton Jones, ed., Ethological Studies of Child Behavior (Cambridge at the University
Press, 1972), p. 297.
14. J. W. Anderson, “Attachment behavior out of doors,” in N. Blurton Jones, Ethological
Studies of Child Behavior, p. 205.
15. Ibid., p. 208.
16. Roman Jakobson, Child Languaje Aphasia and Phonological Universals (The Hague:
Mouton, 1968); citado en Howard Gardner, The Quest for Mind (New York: Vintage
Books, 1974), pp. 198-199.
209
N O T A S
17. Arnold Gesell, F. L. Ilg y G. E. Bullie, Vision: Its Development in Infant and Child (New
York: Paul B. Hoeber, 1950), pp. 102, 113, 116.
18. L. B. Ames y J. Learned, “The development of verbalized space in the young child,”
Journal of Genetic Psychology, vol. 72, 1948, pp. 63-84.
19. Piaget e Inhelder, The Child’s Concept of Space, p. 68, pp. 115-160, p. 20.
20. D. R. Olson, Cognitive Development: The Child’s Acquisition on Diagonality (New York:
Academic Press, 1970).
21. Jean Piaget, The child and Reality (New York: Viking Compass Edition, 1974), p. 19, 86.
Ver también Roger A. Hart y Gary T. Moore, “The development of spatial cognition: a
review,” in Roger M. Downs y David Stea, eds., Image and Environment (Chicago:
Aldine, 1973), pp. 246-288.
22. Piaget e Inhelder, The Child’s Concept of Space, pp. 379, 389.
23. Ibid., p. 49.
24. J. M. Blaut y David Stea, “Studies of geographic learning,” Annals, Association of
American Geographers, vol. 61, no. 2, 1971, pp. 387-393, y David Stea y J. M. Blaut,
“Some preliminary observations on spatial learning in school children,” in Downs y
Stea, Image and Environment, pp. 226-234.
25. Susan Isaacs, Intellectual Growth in Young Children (New York: Hartcourt and Brace,
1930), p. 37.
26. Ruth M. Beard, An Outline of Piaget’s Developmental Psychology (New York: Mentor
Book, 1972), pp. 109-110.
27. Gesell et al., Vision, p. 126.
28. John Holt escribe: “La valentía de los niños pequeños (y no solo de ellos) sube y baja,
como la marea –sólo que los ciclos son en minutos, o incluso segundos. Podemos
observarlo claramente cuando vemos niños de dos años o más caminando con sus
madres o jugando en un jardín o un parque. No hace mucho vi esta escena en el Jardín
Público de Boston. Las madres charlaban en una banca mientras los niños recorrían los
alrededores. Durante un tiempo exploraron audaz y libremente, haciendo caso omiso
de sus madres. Entonces, un instante después, consumida su reserva de valor y
confianza, correrían al lado de sus madres, y se aferrían ahí por un rato, como para
recargar sus baterías. Después de uno o dos de estos momentos, estaban listos para
seguir explorando, y así, iban y regresaban, luego se aventuraban otra vez.” En How
Children Learn (New York: Dell Publishing Co., 1970), p. 101.
29. Gesell et al., Vision, p. 121.
30. Ames y Learned, “The development of verbalized space,” pp. 72, 75.
31. F. J. Estvan y E. W. Estvan, The Child’s World: His Social Perception (New York: G. P.
Putnam’s, 1959), pp. 21-76.
32. Jean Piaget, The Child’s Conception of the World (Totowa, New Jersey: Littlefield,
Adams, 1969), pp. 352-354.
33. Susan Isaacs, “Property and possessiveness,” in Toby Talbot, ed., The World of the
Child (Garden City, New York: Anchor Books, 1968), pp. 255-265.
34. Robert Coles, Migrants, Sharecroppers, Mountaineers (Boston: Atlantic-Little, Brown,
1972), p. 67.
35. S. Honkavaara, The Psychology of Expression, British Journal of Psychology monograph
Supplements, no. 32, 1961, pp. 41-42, p. 45; Howard Gardner and Ellen Winner, “How
children learn: three stages of understanding art, “Psychology Today, vol. 9, no. 10.
1976, pp. 42-45, p. 74.
210
N O T A S
[4]
1. Immanuel Kant, “On the first ground of the distinction of regions in space,” in Kant’s
Inaugural Dissertation and early Writings on Space, trans. John Handyside (Chicago:
Open Court, 1929), pp. 22-23. Ver también J. A. May, Kant’s Concept of Geography and
Its Relation to Recent Geographical Tought, University of Toronto Press, 1970), pp. 70-
72.
2. Arnold Gesell y Catharine S. Amatruda, Developmental Diagnosis (New York: Harper &
Row, 1947), p. 42.
3. E. W. Straus, Phenomenological Psychology (New York: Basic Books, 1966), p. 143.
4. E. R. Bevan, Symbolism and Belief (London: George Allen and Unwin, 1938), p. 48.
5. Michael Young y Peter Willmott, The Symmetrical Family (New York: Pantheon Books,
1973), pp. 44-45.
6. René Guénon, “L’Idee de centre dans la tradition antique,” in Symboles fondamentaux
de la science sacrée (Paris: Gallimard, 1962), pp. 83-93; Paul Wheatley, “The symbolism
of the center,” in The Pivot of the Four Quarters (Chicago: Aldine, 1971) pp. 428-436.
7. Uno Holmberg, “Siberian mythology,” in J. A. MacCulloch, ed., Mythology of All the
Races (Boston: Marshall Jones, 1927), vol. 4, p. 309.
8. Bevan, Symbolism and Belief, p. 66.
9. A. J. Wensinck, “Ka’ba” in The Encyclopaedia of Islam (Leiden: Brill, 1927), vol. 2, p.
590.
10. John Wesley, A Survey of the Wisdom of God in the Creation (London: 1809), vol. 3, p.
11.
11. Marcel Granet, “Right and left in China,” in R. Needham, ed., Right & Left: Essays on
Dual Symbolic Classification (Chicago: University of Chicago Press, 1973), p. 49.
12. Ervin Goffman, The Presentation of Self in Everyday life (Garden City, N. Y.: Doubleday
Anchor, 1959), p. 123.
13. A. F. Wright, “Symbolism and function: reflections on Changan and other great cities,”
Journal of Asian Studies, vol. 24, 1965, p. 671.
14. D. C. Munro y G. C. Sellery, Medieval Civilizations: Selected Studies from European
Authors (New York: The Century Co., 1910), pp. 358-361. Respecto a las tradiciones
asiáticas, Paul Wheatley escribió: “Las puertas de la ciudad, donde el poder generado
en el axis mundi fluía fuera de los confines del complejo ceremonial en dirección a los
puntos cardinales, poseía un mayor significado simbólico, que, prácticamente todas las
tradiciones asiáticas urbanas, se manifestó en construcciones masivas cuyo tamaño
excedía por mucho lo necesario para el desempeño de sus funciones mundanas de
garantizar acceso y brindar defensa.” “The symbolism of the center,” p. 435.
15. Documentado en Needham, ed., Right & Left.
16. Robert Hertz, Death and the Right-Hand (Glencoe, Illinois: Free Press, 1960), pp. 100-
101.
211
N O T A S
17. A. C. Kruyt, “Right and left in central Celebes,” in Needham, ed., Right & Left, pp. 74-
75.
18. J. Chelhod, “Pre-eminence of the right, based upon Arabic evidence,” in Needham, ed.,
Right & Left, pp. 246-247.
19. James Littlejohn, “Temne right and left: an essay on the choreography of everyday
life,” in Needham, ed., Right & Left, p. 291.
20. Granet, “Right and left in China,” pp. 43-58.
21. Henri Frankfort, H. A. Frankfort, John A. Wilson, and Thorkild Jacobsen, Before
Philosophy (Baltimore: Penguin, 1951), pp. 45-46.
22. Carl H. Hamburg, Symbol and Reality (The Hague: Martinus Nijhoff, 1970), p. 98.
23. D. Westermann, A Study of the Ewe Language (London: Oxford University Press,
1930), pp. 52-55.
24. Ernst Cassirer, The Philosophy of Symbolic Forms (New Haven: Yale University Press,
1953), pp. 206-207.
25. Maurice Merleau-Ponty, Phenomenology of Perception (London: Routledge & Kegan
Paul, 1962), p. 101.
26. Jean Paul Sartre, “The body,” in Stuart F. Spicker, ed., The Philosophy of the Body
(Chicago: Qadrangle Books, 1970), p. 227.
27. Notes and Queries in Anthropology, Committee of the Royal Anthropological Institute
(London: Routledge & Kegan Paul, 1951), p. 197.
28. Para los Temne de Sierra Leona, “El tamaño de una granja… se estima calculando el
número de sacos de arroz que debería producir… Cuando los hombres se contratan
con el agricultor, el granjero y el jornalero acuerdan el área que el jornalero debe
completar en un día de trabajo. La jornada de trabajo, sin embargo consiste en
completar el área”. J. Littlejohn, “Temne space,” Anthropological Quarterly, vol. 36,
1963, p. 4.
29. R. H. Codrington, The Melanesian Languajes (Oxford: Clarendon Press, 1885), pp. 164-
165; ver también pp. 103-105.
30. Franz Boas, “Kwakiutl,” en Franz Boas, ed., Handbook of American Indian Langajes
(Smithsonian Institution, Washington, D. C.: Government Printing Office, 1911),
Bulletin 40, part 1, p. 445.
31. Ibid., p. 446.
32. Cassirer, The Philosophy of Symbolic Forms, p. 213.
33. John R. Swanton, “Tlingit,” en Boas, ed., Handbook of American Indian Languajes, p.
172.
34. Waldemar Bogoras, “Chukchee,” en Boas, ed., Handbook of American Indian Languajes
(Smithsonian Institution, Washington, D. C.: Government Printing Office, 1922),
Bulletin 40, part 2, p. 723.
35. “Pregunté [a Bertrand Russell de 95 años de edad] cómo estaba uno de sus nietos. No
escuchó a la primera; y Edith dijo ‘Oh, ha estado haciendo esto y aquello.’ Bertie captó
esto y dijo tristemente, ‘¡en su mayoría aquello!’ Especulamos sobre el por qué, en
tales pares verbales, el segundo es siempre peor que el primero.” Rupert Craw hay-
Williams, Russell Remembered (London: Oxford University Press, 1970), p. 152.
36. Stephen A. Erickson, “Languaje and meaning,” en James M. Edie, ed., New Essays in
Phenomenology (Chicago: Quadrangle Books, 1969), pp. 45-46.
212
N O T A S
[5]
213
N O T A S
15. Patricia Drapper, “Crowding among hunter-gatherers: the !Kung Bushmen,” Science,
vol. 182, 19 Octubre 1973, pp. 301-303. Para otro ejemplo de hacinamiento natural sin
efectos adversos, ver Albert Damon, “Human ecology in the Solomon Islands:
biomedical observations among four tribal societies,” Human Ecology, vol. 2, no. 3,
1974, pp. 191-215.
16. Alvin L. Schorr, “Housing and its effects,” en Harold M. Proshansky, William H. Ittelson,
y Leanne G. Rivlin, Environmental Psychology (New York: Holt, Rineheart and Winston,
1970), p. 326.
17. El historiador de arte Bernard Berenson escribió: “Una multitud italiana es
encantadora. No maldice ni da codazos. Estar inmerso en ella es realmente tomar un
bain de multitude…” En The Bernard Berenson Treasury, seleccionado y editado por
Hannah Kiel (New York: Simon and Schuster, 1962), p. 58.
18. The New York Times, Domingo 29 de julio, 1973, p. 38.
19. En Doctor Zhivago; citado por Edmund Wilson, “Legend and symbol in Doctor
Zhivago,” en The Bit between My Teeth (London: W. H. Allen, 1965), p. 58.
20. O. F. Bollnow, “Lived-space,” en Nathaniel Lawrence and Daniel O’Connor, Readings in
Existential Phenomenology (Englewood Cliffs: Prentice-Hall, 1967), pp. 178-186.
21. Richard Hoggart, The Uses of Literacy (New York: Oxford University paperback, 1970),
p. 34.
22. Irwin Altman, “Privacy: a conceptual analysis,” Environment and Behavior, vol. 8, no. 1,
1976, pp. 7-29.
23. Robert Roberts, como Hoggart, surge del entorno de la clase trabajadora. Su imagen
de la vida de la clase obrera es sensiblemente más sombría que la de Hoggart. Robert
Roberts, The Classic Slum: Salford Life in the First Quarter of the Century (Manchester:
Manchester University Press, 1971).
24. Haim Schwarzbaum, “The overcrowded earth,” Numen, vol. 4, Enero 1957, pp. 59-74.
25. Knud Rasmussen, The Intellectual History of the Iglulik Eskimos, Report of the 5th Thule
Expedition, The Danish Expedition to Arctic North America, vol. 7, 1929, pp. 92-93.
[6]
La Habilidad de Espacio, Conocimiento y Lugar
214
N O T A S
215
N O T A S
[7]
1. Para el Pasaje del Noroeste, ver John K. Wright, “The open polar sea,” en Human
Nature in Geography (Cambridge: Harvard University Press, 1966), pp. 89-118. “A
medida que continuaba la exploración de América del Norte y las diversas
expediciones fallaban en descubrir el tan deseado ‘canal a Cathay,’ la teoría del canal
empezó a perder prestigio en algunos sectores. Sin embargo, la idea de una vía fluvial
al este no se disipó aunque cambió de forma. Ahora, en vez de un amplio canal al
norte del continente, fue previsto que un río pudiera atravesar esta gran área. Esta
visión bastante interesante se muestra en la nota dada a los colonizadores de
Jamestown en 1607 aconsejándoles establecerse sobre un río navegable, ‘aquel más
arqueado hacia el N. O., de esta manera encontrarán más pronto el otro océano.’” En
G. G. Cline, Exploring the Great Basin (Norman: University of Oklahoma Press, 1963), p.
21. Para el paraíso terrenal ver de Henri Baudet, Paradise on Earth (New Haven: Yale
University Press, 1965), y de Carolly Erickson, The Medieval Vision: Essays in History
and Perception (New York: Oxford University Press, 1976), pp. 3-8. Quisiera agradecer
a Ivor Winton por su lectura crítica a este capítulo.
2. T. A. Ryan, “Geographical orientation,” American Journal of Psychology, vol. 53, 1940,
pp 204-215.
3. Thomas Gladwin, East is a Big Bird: Navigation and Logic on Puluwat Atoll (Cambridge:
Harvard University Press, 1970), pp. 17, 132.
4. A. Irving Hallowell, Culture and Experience (Philadelphia: University of Pennsylvania
Press, 1955), p. 187.
5. Ibid., pp. 192-193.
6. Victor W. Turner “Symbols in African ritual,” Science, vol. 179, 16 Marzo 1973. P. 1104.
En este artículo Turner señala cómo las cosmologías complejas de África Occidental
difieren de los relativamente sencillos mitos de África Central, y nos ofrece algunas
interpretaciones.
7. Ibid. Ver Geneviéve Calame-Griaule, Ethnologie et Langage: le parole chez les Dogons
(Paris: Gallimard, 1965), pp. 27-28.
8. Para la creencia popular china, relativa a la naturaleza, ver E. Chavannes, Le T’ai Chan
(Paris: Ernest Leroux, 1910).
9. William Caxton, Mirrour of the World, ed. Oliver H. Prior (London: Early English Text
Society, 1913), p. 109. Primera vez publicado en 1481.
216
N O T A S
10. Sir Walter Raleigh, The History of the World, libro 1, cap. 2, sec. 5, en The Works of Sir
Walter Raleigh (Oxford: 1829), p. 59.
11. Christopher Packe, A Dissertation upon the Surface of the Earth (London: 1737), pp. 4-
5.
12. Ernst Cassirer, The Individual and the Cosmos in Renaissance Philosophy (Oxford:
Clarendon Press, 1963), p. 110.
13. Leonard Barkan, Nature´s Work of Art: The Human Body as Image of the World (New
Haven: Yale University Press, 1975), p. 23.
14. Gilbert Cope, Symbolism in the Bible and the Church (London: SCM Press, 1959), pp.
63-64.
15. Véase, por ejemplo, Michael Coe, “A model of ancient community structure in the
Maya Iowlands,” Southwestern Journal of Anthropology, vol. 21, 1965, pp. 97-113;
Robert Fuson, “The orientation of Mayan ceremonial centers,” Annals, association of
American Geographers, vol. 59, 1969, pp. 494-511; John Ingham, “Time and space in
ancient Mexico: the symbolic dimensions of clanship,” Man, vol. 6, no. 4, 1971, pp.
615-629; Joyce Marcus, “Territorial organization of the Lowland Classic Maya,” Science,
vol. 180, no. 4089, 1973, pp. 911-916; John G. Neihardt, Black Elk Speaks (Nebraska:
Bison Book, 1961), p. 2; Alfonso Ortiz, “Ritual drama and the Pueblo world view,” en
New Perspectives on the Pueblos (Albuquerque: University of New Mexico Press,
1972), p. 142; Leslie A. White, “The Pueblo of Santa Ana, New Mexico,” American
Anthropological Association, Memoir 60, vol. 44, no. 4, 1942, pp. 80-84.
16. Henri Frankfort, H. A. Frankfort, John A. Wilson, y Thorkild Jacobsen, Before Philosophy
(Baltimore: Penguin, 1951); Paul Wheatley, City as Symbol (London: H. K. Lewis, 1969),
pp. 17-21; Werner Müller, Die heilige Stadt (Stuttgart: Kohlhammer, 1961); Alfred
Forke, The World-Conception of the Chinese (London: Arthur Probsthain, 1925); Marcel
Granet, La Pensée Chinoise (Paris: Albin Michel, 1934), en especial la sección “Le
microcosme,” pp. 361-388; Justus M. van der Kroef, “Dualism and symbolic antithesis
in Indonesian society,” American Anthropologist, vol. 56, 1954, pp. 847-862. Para una
revisión de los sistemas cósmicos del mundo basados en los puntos cardinales y el
color, ver Karl A. Nowotny, Beiträge zur Geschichte des Weltbildes: Farben und
Weltrichtungen, Wiener Beiträge zur Kulturgeschichte und Linguistik, vol. 17 (1969),
Verlag Ferdinand Berger & Söhne, Horn-Wien, 1970. Quiero agradecer a Stephen Jett
por esta referencia.
17. G. W. Stow, The Native Races of South Africa (London: Sonnenschein, 1910), p. 43.
18. White, “The Pueblo of Santa Ana, New Mexico,” p. 80.
19. Hallowell, Culture and Experience, p. 191.
20. Ibid., p. 199.
21. Nelson I. Wu, Chinese and Indian Architecture (New York: Braziller, 1963), p. 12.
22. Nowonty, Beiträge zur Geschichte des Weltbildes.
23. Franz Cumont, Astrology and Religion among the Greeks and Romans (New York:
Dover, 1960), p. 67.
24. Vincent Scully, The Earth, the Temple, and the Gods (New Haven: Yale University Press,
1962), p. 44.
25. Ernest Brehaut, An Encyclopedist of the Dark Ages; Isidore of Seville (Columbia
University Studies in History, Economics, and Public Law), vol. 48, 1912, pp. 61-62.
26. Ibid., pp. 238-239.
27. Cope, Symbolism in the Bible, pp. 242-243.
217
N O T A S
28. Ver, por ejemplo, el mapa Ebsdorf del mundo (ca. 1235), reproducido en Leo Bargow,
History of Cartography (Cambridge: Harvard University Press, 1964), lámina E.
29. Donald J. Munro, The Concept of Man in Early China (Stanford: Stanford University
Press, 1969), p. 41.
30. D. R. Dicks, “The KAIMATA in Greek Geography,” Classical Quarterly, vol. 5, 1955, p.
249.
31. Clarence J. Glacken, Traces on the Rhodian Shore (Berkeley: University of California
Press, 1967).
32. Geoffrey Lloyd, “Right and left in Greek philosophy,” en Needham, ed., Right & Left, p.
177.
33. Loren Baritz, “The idea of the West,” American Historical Review, vol. 66, no. 3, 1961,
pp. 618-640.
34. Merrill Jensen, ed., Regionalism in America (Madison: University of Wisconsin Press,
1965); Willbur Zelinsky, The Cultural Geography of the United States (Englewood Cliffs:
Prentice-Hall, 1973).
35. Leslie A. Fiedler, The Return of the Vanishing American (New York: Stein & Day, 1968),
pp. 16-22.
36. J. B. Jackson, American Space: The Centennial Years 1865-1876 (New York: Norton,
1970), p. 58.
37. Mircea Eliade, Images and Symbols (New York: Sheed and Ward, 1969), p. 39.
[8]
El Espacio Arquitectónico y La Conciencia
1. Karl von Frisch, Animal Architecture (New York: Harcourt Brace Jovanovich, 1974).
2. Ver Christopher Alexander, Notes on the Synthesis of Form (Cambridge: Harvard
University Press, 1964). Sobre la estabilidad de ciertas formas arquitectónicas
populares, Alexander proporciona las siguientes referencias: L. G. Bark, “Beehive
dwellings of Apulia,” Antiquity, vol. 6, 1932, p. 410; Werner Kissling, “House tradition
in the Outer Hebrides,” Man, vol. 44, 1944, p. 137; y H. A. y B. H. Huscher, “The Hogan
builders of Colorado,” Southwestern Lore, vol. 9, 1943, pp. 1-92.
3. Pierre Deffontaines, Géographie et religions (Paris: Librarie Gallimard, 1948); Mircea
Eliade, The Sacred and the Profane (New York: Harper & Row, 1961); Lord Raglan, The
Temple and the House (London: Routledge & Paul, 1964). Acerca de los sacrificios
humanos y de animales en la construcción de una Ciudad Real, véase T. K. Chêng,
Shang China (Toronto: University of Toronto Press, 1960), p. 21.
4. John Harvey, The Medieval Architect (London: Wayland Publishers, 1972), p. 97.
5. Ibid., p. 26.
6. P. du Colomber, Les Chantiers des cathedrals (Paris: J. Picard, 1953), p. 18; citado en
Adolf Katzenellenbogen, The Sculptural Programs of Chartres Cathedral (New York:
Norton, 1964), p. vii.
7. Leopold von Ranke, Ecclesiastical and Political History of the Popes during the Sixteenth
and Seventeenth Centuries (London: J. Murray, 1840), vol. 1, libro 4, sec. 8; citado por
Geoffrey Scott, The Architecture of Humanism (New York: Charles Scribner’s, 1969), pp.
112-113.
218
N O T A S
8. Para la casa con patio en Mesopotamia ver C. L. Wooley, “The excavations at Ur 1926-
1927,” The Antiquaries Journal (London), vol. 7, 1927, pp. 387-395. Para un resumen
de los cambios en el estilo de casa en el antiguo Cercano Oriente, ver S. Giedion, The
Eternal Present (New York: Pantheon Books, 1964), pp. 182-189. Para la evolución de
forma de la casa, de oval a rectangular en el antiguo Egipto ver Alexander Badawy,
Architecture in Ancient Egypt and the Near East (Cambridge: MIT Press, 1966), pp. 10-
14. Para los cambios en el tipo de casa, de la vivienda circular semi-subterránea, al
modelo con patio en Boeotia véase Bertha Carr Rider, Ancient Greek Houses (Chicago:
Argonaut, 1964), pp. 42-68. Respecto a Creta, sin embargo, las casas Neolíticas eran
predominantemente rectangulares. Ver D. S. Robertson, Greek and Roman
Architecture (Cambridge at the University Press, 1969), p. 7. Para el desarrollo de la
vivienda China desde la era Neolítica ver K. C. Chang, The Archaeology of Ancient China
(New Haven: Yale University Press, 1968), y Andrew Boyd, Chinese Architecture and
Town Planning, 1500 B. C.-A. D. 1911 (Chicago: University of Chicago Press, 1962). Para
México prehistórico véase Marcus C. Winter, “Residential patterns at Monte Alban,
Oaxaca, Mexico,” Science, vol. 186, no. 4168, 1974, pp. 981-986.
9. Neil Harris, “American space: spaced out at the shopping center,” The New Republic,
vol. 173, no. 24, 1975, pp. 23-26.
10. S. Giedion, The Eternal Present, particularmente “Supremacy of the vertical,” pp. 435-
492.
11. Wright Morris, The Home Place (New York: Charles Scribner’s, 1948), pp. 75-76.
12. S. Giedion, Architecture and the Phenomena of Transition (Cambridge: Harvard
University Press, 1971), pp. 144-255. Sobre la importancia e influencia del Panteón
véase William L. MacDonald, The Pantheon: Design, Meaning, and Progeny
(Cambridge: Harvard University Press, 1976).
13. “El espacio abierto, al aire libre, sin límites de contorno de colinas o líneas costeras, es
muchas veces más grande que el edificio más alto, pero la sensación de inmensidad es
más probable que mejore hasta entrar al edificio; ahí es claramente un efecto de
formas puras.” Susanne K. Langer, Mind: An Essay on Human Feeling (Baltimore: Johns
Hopkins University Press, 1967), vol. 1, p. 160.
14. Black Elk, la tribu Sioux Ogala, perciben el círculo y procesos circulares por doquiera en
la naturaleza así como en el mundo humano. John G. Neihardt, Black Elk Speaks
(Lincoln: University of Nebraska Press, 1961), pp. 198-200.
15. Clark E. Cunningham, “Order in the Atoni House,” Bijdragen Tet De Taaland-En
Volkekunde, vol. 120, 1964, pp. 34-68.
16. P. Suzuki, The Religious System and Culture of Nias, Indonesia (The Hague: Ph.D.
dissertation, Leiden University, 1959), pp. 56ff.; resumido en Douglas Fraser, Village
Planning in the Primitive World (New York: George Braziller, n. d.), pp. 36-38.
17. Colin M. Turnbull, Wayward Sevants (London: Eyre & Spottiswode, 1965), p. 200.
18. La función docente de la catedral es un tema que desarrolla Emile Mâle, The Gothic
Image (New York: Harper Torchbooks, 1958).
19. Véase Patrick Nuttgens, “The metaphysics of light,” en The Landscape of Ideas
(London: Faber, 1972), pp. 42-60. Otto von Simson escribió: “Esta actitud [Medieval]
hacia la arquitectura sacra difiere ampliamente de la nuestra… La manera más simple
de definir esta diferencia es recordar el cambio en significado y la función del símbolo.
Para nosotros el símbolo es una imagen que confiere una realidad física con significado
poético; para el hombre medieval, el mundo físico tal como lo entendemos no tiene
realidad excepto como símbolo. Pero incluso el término ‘símbolo’ es engañoso. Para
219
N O T A S
[9]
220
N O T A S
[10]
Las Experiencias Íntimas de Lugar
1. Gaston Bachelard, The Poetics of Space (Boston: Beacon Press, 1969), pp. 40-41
2. S. L. Washburn e Irvin De Vore, “Social behavior of baboons and early man,” en S. L.
Washburn, ed., Social Life of Early Man (Chicago: Aldine, 1961), p. 101.
3. Veamos por ejemplo, el apego profundo a los objetos de Mario Praz. “Los objetos
permanecen impresos en mi memoria más que las personas. Los objetos que no
tienen alma, o más bien, que tienen el alma que nosotros les otorgamos, y que
también pueden decepcionarnos cuando un día se descorra el velo de los ojos; pero a
menudo, las personas también nos decepcionan, porque es sólo muy rara vez que
llegamos a conocerlas y cuando pensamos que las conocemos y nos sentimos en
sintonía con ellas, es porque son los velos más densos de todos los que cubren
nuestros ojos –los velos del amor-.” The House of Life (New York: Oxford University
221
N O T A S
Press, 1964). Citado por Edmund Wilson, The Bit between My Theeth (London: W. H.
Allen, 1965), p. 663.
4. Tennessee Williams, The Night of the Iguana (New York: New Directions, 1962), Acto 3.
5. Agustín, Confesiones, Libro 4, 4:9.
6. Robert S. Weiss, Loneliness: The Experience of Emotional and Social Isolation
(Cambridge: The MIT Press, 1973), pp. 117-119.
7. Christopher Isherwood, A Single Man (New York: Simon & Schuster, 1964), p. 76.
8. Paul Horgan, Whitewater (New York: Peperback Library edition, 1971), p. 163.
9. John Updike, “Packed dirt, churchgoing, a dying cat, a traded car,” New Yorker, 16
Diciembre 1961, p. 59.
10. Robert Coles, Migrants, Sharecroppers, Mountaineers (Boston: Little, Brown and Co.,
1971), p. 204.
11. Ibid., p. 207.
12. Doris Lessing, The Golden Notebook (New York: Bantam Book, edition, 1973), p. 390.
13. Wright Morris, The Home Place (New York: Charles Scribner’s Sons, 1948), pp. 138-139.
14. Freya Stark, Perseus in the Wind (London: John Murray, 1948), p. 55.
15. Helen Santmyer, Ohio Town (Columbus: Ohio State University Press, 1962), p. 50.
16. Archie Lieberman, Farm Boy (New York: Harry N. Abrams, 1974), pp. 130-131.
17. Robert M. Pirsig, Zen and the Art of Motorcycle Maintenance (New York: William
Morrow, 1974), p. 341.
18. Acerca del significado y simbolismo de las ciudades Americanas, ver Page Smith, As a
City upon a Hill: The Town in American History (Cambridge: MIT Press, 1973); respecto
a la Plaza del Palacio de Justicia y la Ciudad pequeña, ver J. B. Jackson, “The almost
perfect town,” en Landscapes (Univesrity of Massachusetts Press, 1970), pp. 116-131.
19. Para lugares íntimos de trascensencia simbólica general véase Gaston Bachelard, The
Poetics of Space (Boston: Beacon Press, 1969), y Otto Bollnow, Mensch und Raum
(Stuttgart: Kohlhammer, 1971). Acerca del simbolismo de la casa, ver Clare C. Cooper,
“The house as symbol of self,” Institute of Urban and Regional Development, University
of California, Berkeley, Reprint no. 122, 1974); J. Douglas Porteous, “Home: the
territorial core,” Geographical Review, vol. 66, no. 4, 1976, pp. 383-390.
[11]
El Apego a la Tierra Natal
1. John S. Dune, The City of Gods: A Study of Myth and Mortality (London: Sheldon Press,
1974), p. 29; J. B. Pritchard, Ancient Near Eastern Texts (Princeton: Prince-University
Press, 1955), pp. 455ff.
2. Ibid., p. 85; ver también René Guénon, “La Cité divine,” en Symboles fondamentaux de
la science sacrée, (Paris: Gallimard, 1962), pp. 449-453; Lewis R. Farnel, Greece and
Babylon (Edinburgh: T. Clark, 1911), pp. 117-120.
3. Appian’s Roman History, libro 8, cap. 12:28, trad. Horace White (London: William
Heinemann, 1912), vol., 1, p. 545.
4. M. D. Fustel de Coulanges, The Ancient City (Garden City, New York: Doubleday Anchor
Books, n. d.), pp. 36-37. (Primera publicación como La Cité antique en 1864).
222
N O T A S
5. Martin P.Nilsson, Greek popular Religion (New York: Columbia University Press, 1940),
p. 75.
6. De Coulanges, The Ancient City, p. 68.
7. Euripides, Hippolytus, 1047-1050. Ver Ernest L. Hettich, A Study in Ancient Nationalism
(Williamspot, Pa.: The Bayard Press, 1933).
8. Oración funeral de Pericles en Thucydides, The History of the Peloponnesian War, libro
2: 36, trad. Richard Crawley (Chicago: The University of Chicago Press), Great Books,
vol. 6, 1952, p. 396.
9. Sócrates, Panegyricus, 23-26, trad. George Norlin (Cambrisge: Harvard University
Press, 1928), vol. 1, p. 133.
10. Raymond Fyrth, Economics of the New Zeland Maori (Wellington, New Zeland:
Government Printers, 1959), p. 368.
11. Ibid., p. 370.
12. Ibid., p. 373.
13. Clarence R. Bagley, “Chief Seattle and Angeline,” The Washington Historical Quarterly,
vol. 22, no. 4, pp. 253-255. El Dr. Henry A. Smith divulga el discurso en el Seattle
Sunday Star, Octubre 29, 1877. Aunque la opinión es del Jefe de Seattle, las palabras
en inglés son del Dr. Smith, cuyo afecto por la retórica pudo haber sido influenciado
por la enseñanza clásica.
14. Leonard W. Doob, Patriotism and Nationalism: Their Psychological Foundations (New
Haven: Yale University Press, 1952), p. 196.
15. Ernest Wallace y E. Adamson Hoebel, The Comanches: Land of the South Plains
(Norman: University of Oklahoma Press, 1952), p. 196.
16. Chief Standing Bear, Land of the Spotted Eagle (Boston: Houghton Mifflin, 1933), p. 43,
pp. 192-193.
17. W. E. H. Stanner, “Aboriginal territorial organization: estate, range, domain and
regime,” Oceania, vol. 36, no. 1, 1965, pp. 1-26.
18. T. G. H. Strehlow, Aranda Traditions (Melbourne: Melbourne University Press, 1947), p.
51.
19. Ibid., pp. 30-31; ver también Amos Rapoport, “Australian aborigines and the definition
of place,” en W. J. Mitchell, ed., Environmental Design and Research Association,
Proceedings of the 3rd Conference at Los Angeles, 1972, pp. 3-3-14.
20. Robert Davis, Some Men of the Merchant Marine, Tesis de Maestría no publicada,
Facultad de Ciencia Política, Columbia University Press, 1907; citado en Margaret M.
Wood, Paths of Loneliness (New York: Columbia University Press, 1953), p. 156.
21. Raymond Firth, We, the Tikopia (London: George Allen & Unwin, 1957), pp. 27-28.
22. John Nance, The Gentle Tasaday (New York: Harcourt, Brace, Jovanovich, 1975), pp.
21-22.
23. Ibid., p. 57.
24. Tao Te Ching, cap. 80; citado en Fung Yu-lan, A Short History of Chinese Philosophy
(New York: Macmillan, 1948), p. 20.
25. Archie Lieberman, Farm Boy (New York: Harry N. Abrams, 1974), p. 36.
26. Ibid., p. 130.
27. Ibid., p. 293.
223
N O T A S
[12]
La Visibilidad: la Creación del Lugar
224
N O T A S
24. Leonard W. Doob, Patriotism and Nationalism: Their Psychological Foundations (New
Haven: Yale University Press, 1964), p. 163.
25. Hayes, Essays on Nationalism, p. 108-109.
26. Ibid., p. 65.
[13]
El Tiempo y el Lugar
1. John G. Gunell, Political Philosophy and Time (Middletown, Conn.: Wesleyan University
Press, 1968), pp. 55-56, 65-66.
2. “Incluso los pueblos nómadas más desarrollados no se trasladan lejos, no más de 150 o
posiblemente 200 millas como distancia más lejana en el año, y es relativamente larga
la imagen de tiendas de dos aguas. Las mujeres lo desean así también, sin preocuparles
nada la composición florística de los pastizales.” F. Fraser Darling, “The unity of
ecology,” The Advancement of Science, Noviembre 1963, p. 302.
3. Michael Young y Peter Willmott, The Symmetrical Family (New York: Pantheon Books,
1973), pp. 148-174, pp. 239-262.
4. James K. Feibleman, Philosophers Lead Sheltered Lives (London: Allen & Unwin, 1952),
pp. 55.
5. Helen Gardner, “Clive Staples Lewis,” Proceedings of the British Academy, vol. 51,
1965, p. 421.
6. V. S. Naipaul, The Mimic Men (London: Andre Deutsch, 1967), pp. 204- 205.
7. Eugene Ionesco, Fragments of a Journal (London: Faber & Faber, 1968), p. 11.
8. Simone de Beauvoir, The Coming of Age (New York: Putnam, 1972), p. 365.
9. Aristides, “The opinionated librarian,” The American Scholar, Winter, 1975/76, p. 712.
10. “En nuestra sociedad, los animales de peluche, particularmente el oso teddy, ocupan
un lugar importante en la vida de cada niño. Cuando vamos a la escuela, sin embargo,
estos animales por lo general quedan relegados al desván, amontonados en el ático.
Es, por tanto, de interés psicológico notar que en las tiendas de las universidades se
venden animales de peluche. Aunque la racionalización consciente de la compra de
peluches puede ser porque son ‘tiernos’ o llevan el emblema de la Universidad, siguen
siendo, por supuesto, nada más el viejo oso teddy que llega a la universidad, y que
sirve como confirmación de que nada ha cambiado.” En Daniel A. Sugarman y Lucy
Freeman, The Search for Serenity: Understanding and Overcoming Anxiety (New York:
The Macmillan Company, 1970), p. 81.
11. Claude Lévi-Strauss, The Savage Mind (London: Weidenfeld & Nicolson, 1966), p. 234.
12. E. E. Evans-Pritchard, The Nuer (Oxford: Clarendon Press, 1940), p. 108. Sobre la
tendencia Nuer de tomar como únicos los eventos y negarles historicidad véase David
F. Pocock, “The anthropology of time-reckoning,” en John Middleton, Myth and
Cosmos: Readings in Mythology and Symbolism (Garden City, N. Y.: The Natural History
Press, 1967), p. 310.
13. Jiro Harada, A Glimpse of Japanese Ideals: Lectures on Japanese Art and Culture
(Tokyo: Kokusai Bunka Shinkokai, 1937), p. 7.
14. T. T. Chen, “The Chauchow stone bridge,” People’s China, vol. 15, Agosto 1955, pp. 30-
32; Andrew Boyd, Chinese Architecture and Town Planning (Chicago: University of
Chicago Press, 1962), p. 155.
225
N O T A S
15. Homer Dubs The History of the Former Han Dynasty (Baltimore: Weaverly Press, 1938),
vol. 1, pp. 181 y 183.
16. L. S. Yang, Les Aspects économiques des travaux publics dans la Chine impériale (Paris:
Collège de France, 1964), p. 18.
17. The Travels of Marco Polo, trad. R. Latham (Harmondsworth: Penguin, 1958), pp. 98-
100.
18. C. S. Lewis, The Discarded Image (Cambridge at the University Press, 1964), pp. 182-
183.
19. Sigifried Giedion, Architecture and the Phenomena of Transition, p. 231.
20. Georges Poulet, Studies in Human Time (Baltimore: The Johns Hopkins University
Press, 1956), pp. 23-24.
21. Howard Mumford Jones, O Strange New World (New York: Viking Press, 1964), p. 359.
22. Alvin Schwartz, Museum: The Story of America’s Treasure Houses (New York: E. P.
Dutton, 1967), pp. 126-127.
23. David Lowenthal, “The past in the American landscape,” en David Lowenthal y Martin
J. Bowden, eds., Geographies of the Mind (New York: Oxford University Press, 1976), p.
106.
24. En la década de los sesentas había unos cinco mil museos en los Estados Unidos.
Aproximadamente la mitad estaban relacionados con la historia. El resto se dividía más
o menos equitativamente entre arte y ciencia. Ver Schwartz, Museum, pp. 29 y 124;
Dillon Ripley, The Sacred Grove: Essays on Museums (New York: Simon and Schuster,
1969), p. 89.
25. Quizás el argumento más convincente de los que preservan la historia no yace sobre la
estética y las sensaciones, sino en el sentido práctico –por ejemplo, la idea de que la
clase adecuada de preservación puede salvar nuestros centros o ciudades en
desaparición. Ver Peirce F. Lewis, “To revive urban downtowns, show respect for the
spirit of the place,” Smithsonian, vol. 6, no. 6, 1975, pp. 33-40; y “The future of the
past: our clouded vision of historic preservation,” Pioneer America, vol. 7, no. 2. 1975.
Pp. 1-20.
26. “Quien ha visto el espléndido centro comercial peatonal en el corazón de Rotterdam,
que fue bombardeado por los nazis en su ataque indiscriminado sobre Holanda, puede
pensar que solo un bombardeo devastador podría hacer posible la reconstrucción del
corazón de la ciudad americana. Los estudiantes de la ciudad han señalado que una de
las razones del atractivo de San Francisco es que tenía el atractivo adicional de haber
sufrido un terremoto devastador.” Herbert J. Muller, The Children of Frankenstein
(Bloomington: Indiana University Press, 1970), pp. 270.
27. La nostalgia por el pasado se puede cuantificar y comercializar. “En países ricos es
posible y rentable la comercialización de aspectos selectivos de ese sentimiento por el
pasado cultural. Aquí se sugiere que elementos del lugar y actividades nostálgicas
emplean muchas de las características del paisaje histórico, y que su explotación es
una actividad recreativa digna de definirse y cuantificarse.” Robert M. Newcomb, “The
nostalgia index of historical landscapes in Denmark,” en W. P. Adams y F. M. Helleiner,
eds., International Geography 1972 (Toronto: University of Toronto Press, 1972), vol.
1, sec. 5, pp. 441-443.
226