Está en la página 1de 13
LIENHARDT , Geafrey: Antropol Social. F.0% Hexico, 14S I. UN ESTUDIO DEL HOMBRE Parece que no existe un pensamiento bumano tan primitive que haya perdido su relacién com ‘nuestro propio pensamiento, ni tan viejo que hhaya roto su conexién con nuestra propia vida. EB. Trion, Primitive Culture 1 En su mayoria los hombres viven en la sociedad como en el mundo fisico, sin reflexionar en su naturaleza. Pero asi como los fisicos han superado el nivel comin de la comprensién del universo fisico, también los socidlogos han esperado alcanzar un conocimiento de las sociedades més profundo y sistematico del que tie- nen los propios miembros de esas sociedades o del que necesitan habitualmente para conducir dia tras dia sus asuntos. La antropologia social (cuando menos con este nom bre) es la mas joven de las ciencias sociales. Est co- nectada con materias més viejas y mds conocidas, como la historia y Ia sociologia, y no se la distingue clara- mente de ellas. Pero, por regia general, los pueblos que han suscitado el mayor interés en los antropélo- 0s sociales difieren de aquellos estudiados por los historiadores, de un lado, 0 por los socidlogos, del ‘otro, en dos aspectos principales. Esos pueblos han carecido de la tradicién escrita que proporciona su materia de estudio a la historia, o del tipo de com- ag plejidad social y tecnologica que interesa a los socié- logos. Existen pueblos cuyas sociedades, tradicional. mente (segiin palabras de E. E. Evans-Pritchard) son “de pequeiia escala de acuerdo con el numero, el te- mritorio y el alcance de sus contactos sociales, y que tienen, en comparacién con otras sociedades mis avan- zadas, una tecnologia simple y poca especializacién en su funcién social’ ae encuentran en posicién de éstudiar so- ades mis complejas y mayores, y algunos asi lo ‘han hecho; pero aun en ese caso, han comenzado con un cttmulo de conocimientos y teorias adquiridos me- diante una preparacién obtenida anteriormente, que empezé por estudiar las mas sencillas y pequefias co- munidades no industriales. E. B. (Sir Edward) Tylor (1832-1917) en los dias iniciales de la preocupacién por este tema hizo resaltar la importancia de comen- zar cualquier examen de las instituciones sociales con el estudio de pequefias comunidades en las cuales sus rasgos caracteristicos esenciales puedan ser mas facil mente identificados. Los actuales estudiantes de dere- cho, por ejemplo, que “se meten en seguida en los recovecos de los sistemas legales que han crecido a través de luchas, reformas y aun desatinos de miles de afios” podrian haber sido mejor preparados, piensa ‘Tylor, “observando cémo comenzaron las leyes en sus formas més simples, destinadas a satisfacer las nece- sidades de tribus barbaras y salvajes”, 4 La antropologia’ Ae la cual 1a antropologia social / una rama— principié a convertine en un tema universitario diferente te el siglo xrx. En los antecedentes del estudio integral del Hombre, que se proponian iniciar los eruditos, estaban las especulacio- nes y las indagaciones de generaciones de filésofos y viajeros; y asi muchos nombres familiares, desde Aris- t6teles y Herddoto hasta el capitin Cook y Locke, han venido a ocupar un lugar en la historia de la antro- pologia. Este libro no se propone dar a conocer tal aspecto de la historia y ni siquiera las contribuciones hechas al tema por modernos escritores profesionales han po- dido siempre ser atribuidas a ellos por su nombre en Jos iiltimos capitulos. El principal objeto que nos Proponemos es dar alguna informacién de lo que actualmente saben y piensan los antropélogos sociales acerca de la vida social de las sociedades “exéticas", antes que reconstruir el desarrollo de tal conocimiento, Pero, como otras materias menos ambiguamente “‘clentificas", la antropologia social se ha desarrollado al desechar completamente ciertas cuestiones que al- guna vez parecieron de capital importancia, y, al mis- ‘mo tiempo, al reconsiderar otras, a la luz del conoci- miento y Ia comprensién, cada’ vez mayores de los hechos. “Asi, por ejemplo, no esforzaremos mis nues- to ingenio para suministrar relatos verosimiles de los origenes de todas y cada una de las instituciones socia- les: el matrimonio, la familia, la religién y otros con- ceptos andlogos. Como los intereses especulativos y Jas preocupaciones cotidianas de los actuales estudian. tes de la materia no pueden ser evaluados y entendi- dos en debida forma sin tener cierta idea de esta 45 historia de eliminacién y agregacién, primeramente trazaremos una perspectiva historica lo més precisa que sea posible Los progresos antropoldgicos han seguido a menu- do a los intereses de los gobiernos en la solucién de sus problemas practicos y morales. Un caso famoso es el del Ashanti, de lo que ahora es Ghana, quien em- prendié una guerra contra sus gobernantes britanicos hace medio siglo. En 1g00, el gobernador de la Costa de Orv pregunté al Ashanti por qué no habia sido invitado a sentarse en el sagrado Taburete de Oro de sti nacién, un acto que, segtin pensaba, era necesario para confirmar su soberania como representante de la reina Victoria. La ignorancia y falta de compren- sién que causara esta demarda condujo a la guerra, ya que l Taburete de Oro nunca habia sido un tro- no. Fue y es el relicario y el simbolo del espiritu del pueblo de! Ashanti. Posteriores desdrdenes se habrian producido si el Gobierno no hubiera apoyado al ca- pitén Rattray —de acuerdo con The Golden Stool de Edwin Smith (1927) “un hombre de manifiesta habilidad y larga experiencia, dotado de mucho tacto y gran simpatia entre el pueblo"— para que estudiase las costumbres del Ashanti y la importancia del Ta- burete de Oro en su vida, Pronto aparecié una serie de libros de Rattray sobre muchos aspectos de !a cul- tura del Ashanti, y surgié un mayor entendimiento entre el gobierno y el pueblo. Pero muchos afios antes de llamada entonces - se recuent fen Francia) fue ‘gracias a los problemas morales de la ex- pansién de ios imperios europeos del siglo. La natu- 16 raleza y las condiciones de los pueblos “primi —y las responsabilidades de 10s colonizadores hacia ellos— provocaron preguntas similares a aquellas que se habian hecho a los espaitoles amos de las Indias tres sigles antes, y a las que ellos respondieron en de- bates teoldgiess. Antes que nada, zeran humanos los pueblos colonizados, como eran humanos sus coloni- adores? Un distinguido antropélogo, de los primeros, James Cowles Pritchard, es un ejemplo de aquellos cuique- ros y fildntropos de comienzos del siglo xrx, que tra- taron de utilizar el conocimiento cientifico de las diferentes razas con el interés de tener un trato humano y justo con ellos. En The Natural History ‘of Man (1843), se propone la tarea de examinar todas las pruebas posibles de las caractesisticas fisicas y mo- rales de los diferentes pueblos, con el propésito de averiguar si tal estudio empirico confirmaria las en- sefianzas de las Escrituras que establecen que “agradé al Creador Todopoderoso hacer de una sangre todas las naciones de Ia tierra”. Las consecuencias de esto no eran simplemente académicas 0 teoldgicas, como lo comprendié periectamente el mismo Pritchard, pues, como él mismo escribié: Si el negro y el australiano no son nuestros semejantes ni forman una sola familia con nos- (otzos, sino que son de un orden inferior, y si nuestros deberes hacia ellos no estin considera- dos —como podemos presumir en este caso que no lo han sido— en ninguno de los preceptos positivos en que se funda fa moralidad del mun: do cristiano, nuestras relaciones con esas tribus, no resultarin muy diferentes de aquellas que ca pudieran imaginarse que subsisten entre nosotros, y una raza de orangutanes. Las conclusiones de Pritchard fueron las mismas de todos os estudiosos respetables de la materia: que una investigacién puramente cientifica sostenfa la creencia en una unidad bdsica de las especies huma- nas, en una similitud que sobrepasaba todas las dife- rencias notorias. Todas, entonces, eran potencialmen- te comparables, tanto desde el punto de vista social y psicoldgico como desde el zooldgico, En el aspecto filantrépico y humanitario, en que el interés de Pritchard coincidié con el de reformadores como Buxton y Hdogkin, el estudio de la condicién de los pueblos indigenas coloniales levd a la funda. cién de la Sociedad Protectora de Aborigenes, en 1837. Esto results, también, de gran importancia cientifica y prictica para el desarrollo de la etnologia. Como dijo Pritchard, pensando en los efectos de Ia expansién Europea: “Muchos de los problemas més interesantes y extrafios quedarin sin résolver si las diferentes ra- zas de la humanidad empiezan a disminuir en mic mero, y cuando las diversas tribus de América, Aus tralia y muchas partes de Asia hayan cesado de existir.” Este creciente interés despertado en pueblos muy diferentes pudo satisfacerse mediante la formacién de sociedades de investigacién. La Sociedad Emoldgica ‘Norteamericana, la Sociedad Etnolégica de Paris, y la Sociedad Emolégica de Londres se fundaron poco des- pués de 1840. Los fundadores de la Sociedad Etno- Togica de Londres presentaron un cuestionario de costumbres tribales, como guia para los viajeros y ofi- ciales que pudieran contribuir al estudio sistemético 18 del Hombre en cualquier parte, y tambiéa un diario en el cual las contribuciones iban desde descripciones directas de pueblos extranjeros y sus paises hasta es tudios y especulaciones de cardcter lingiistico, histé- rico y bialdgico. En esta atmésfera de humanitarismo cristiano y de filantropia, de colonialismo y de genui- na curiosidad cientifica, se desarrollé el nuevo estu- dio del Hombre en los principios del siglo xix. Por esa epoca encontramos el principio efectivo de la hhistoria de la antropologia como una disciplina orga- nizada mis empirica y, en principio, de mayor am- plitud intelectual que la de los primeros fildsofos € historiadores que investigaron la naturaleza de la so- ciedad humana, 10 tentaron algo asf CE anita tae diaron las caracteritsicas fisicas de las diferentes ra- mas y su lugar dentro del reino animal; su distribu- cin geografica; sus culturas en el orden espiritual y en el material y sus relaciones histéricas entre si, ela- boradas a base de conjeturas; y, en un nivel que ahora ros parece muy elemental, sus instituciones sociales. El estudio de tipos fisicos, con el nombre de antropo- logia fisica, se ha convertido desde entonces en un tema casi auténomo y altamente especializado, que se relaciona més estzechamente con la anatomia, la bio- logia y, particularmente, con la genética, que con los studios soclales y culturales. La distribucién del pue- blo y de las artes y costumbres contintia siendo en- sefiada con el nombre de etnografia, mientras que la inmensa variedad de las realizaciones culturales hu- manas y, hasta donde puede ser determinada, su his 1g toria, es de la incumbencia de lo que actualmente se Hama a ee io de Ja cultura material, y es verdad que hasta la segunda década de este siglo muchos de aquellos que en Inglaterra se amaron a sf mismo etnélogos tuvieron la propensién de preocuparse més por las cosas que por la gente, Pero, como K. O. L. Burridge ha dicho, detris del estudio de las cosas esté el estudio de la gente que hizo esas cosas, viviendo dentro de los limites de ambientes particulares y valién- dose de recursos particulares. Estos factores de ambientes, recursos y circunstancias historicas es. ecificas, en relacién con las culturas e institu: Giones sociales que se han desarrollado entre ellos, forman todavia las bases de la mayorla de los estudios antropolégico-sociales. das por antropélogos “de poltrona” a la luz de la teorfa sociolégica. Pero cee Ja iniciacién de serias investigaciones en el medio realizadas por antropélo- gos sociales en la primera parte de este siglo, éstos han sido capaces de impartir su propio conocimiento etnogrifico y etnolégico y 1a etogratia y Ia etnologia especializadas (diferentes de 1a antropologia fisica y de la arqueologia prehistérica), con las cuales también tiene estrechas conexiones histéricas, aunque ensefia- das separadamente en unos cuantos cursos universita. ros, solo en la préctica son diferentes de !a antropo- logia social, 20 XIX, comenzé a proponer- directiva, mas ambiciosa que aquella que habia sido intentada por los prime Fos etmdlogos. Esta eieneis, que entonces empecs a inmediato de las “eyes sarrollo del hombre y de la naturaleza human recisas en su aplicacién como las de las ciencias fisi- as, Una ver que estas leyes fueran conocidas, podrian ser usadas en la regulacién de las actividades huma- nas, particularmente aquellas de los pueblos no euro- ‘peos en sus relaciones con los colonizadores europeos. Irénicamente, bajo la influencia de tales ambicio- nes (més prudente y simpéticamente expresado, habia vivido de escritos antropoldgicos hasta ese dia), la antropologia pasé por un periodo de controversias ex. tremadamente poco cientificas. En Inglaterra, un des tacado exponente de esta ciencia exacta dei desenvol- vimiento humano fue el batallador presidente de la Sociedad Antropolégica de Londres, fundada hacia poco tiempo, doctor James Hunt. La aversién de Hunt a la inclinacién a Ie filantropia de los antiguos etnd- logos iba acompaiiada de violentos prejuicios raciales, expresados, como es frecuente en estos casos, con una actitud seudo-cientifica, Hunt mantenia, por ejemplo, que correspondia “al estudiante [de antropologia] asignar a cada raza la posicién que debe tener”, y se convencié a sf mismo y a otros de que habia “cerca de seis razas por debajo del negro y alrededor de seis razas por encima de él, si consideramos como prueba Ja capacidad de su crane”. Comenzar a discutir estas proposiciones en la actua- lidad serfa como discutir las razones del arzobispo a Usher para afirmar que el mundo fue creado en el aiio goog antes de Cristo. Pero su propésito fue jus- tificar la prolongacién de la esclavieud del negro, gra- cias a la cual los esclavos, de acuerdo con Hunt y sus amigos, tenian una oportunidad de mejorar, por el ‘contacto con Ia raza superior. Los antropdlogos y los ‘emélogos atrajeron entonces mayor atencin publica (la Sociedad Antropolégica de Londres, de Hunt, cre- id de once a quinientos miembros entre 1863 y 1865) y se vieron envueltos en acaloradas disputas, de unos con otros y con los abolicionistas, los misioneros y los fildntropos. Esos desacuerdos tenfan un origen més politico, teolégico y moral que cientifico, En reali- dad, le otorgaron escaso crédito a la materia y tuvieron poco que ver con cualquier descubrimiento de la an- wopologia moderna, excepto como una advertencia. Porque manifestaron de una manera obvia la tenta- cién (quizd particularmente en las ciencias sociales) de dar tna apariencia cientifica a actitudes y opiniones no derivadas solamente —si es que lo eran— de una desapasionada consideracién de los hechos. Y desde este punto de vista, la teorfa de Hunt de una jerarquia de razas (sin excluir su Uamamiento a la gente més ignorante 0 igualmente tendenciosa de hoy) es de cierto interés. Muestra, con mucha cr deza, una preocupacién caracteristica de muchos de los antropdlogos de las postrimerfas del siglo xrx, una preocupacién que, como podemos advertir, provenia, por lo menos, tanto de las circunstancias de su propia educacidn y de sus propias presunciones sociales, como de sus investigaciones cientificas. Se encontraron en una sociedad fuertemente jerarquizada, y considera- ban naturales las enormes y, aparentemente firmes distinciones de rango, riquera y privilegios; y al exa- minar los pueblos del mundo, los consideraron como también ordenados jerérquicamente, en un esquema de evolucién 0 creacién en el cual las razas “inferio- res” y “superiores”, las costumbres y creencias infe- riores y superiores formaban una gradacin entre el semejante a un mono y el semejante a un dios, 0 entre el nifio y el adulto humanos. La riqueza, y la supe- rioridad militar y tecnolégica que la acompafiaban, parecian conferirles también una precedencia moral, Los pueblos primitives vivientes fueron observados como andlogos a los restos fésiles de aquellos seres extintes que fueron considerados como pruebas de evolucién fisica humana. Se pensé que ellos repre- sentaban las etapas iniciales de un proceso universal de evolucién social, en el cual habian Megado mis le- jos, seguin pensaban ellos, entre los favorecidos eu- ropeos. Se es casi inseparable del hom- Darwin, aunque de la evo- Bite onder tesce Pace ous hombres han logrado una transicién desde el estado ser semplazad por los comienzos de Ia cer tifica, Su obra, por tanto, propicié la posterior apli- cacion de una filosofia de 12 evolucién al estudio de diferencias morales y sociales entre los diversos pue- bles del mundo, EI libro de Tylor Primitive Culture (2871) agradé mucho a Darwin. 23 Es maravilloso —escribié a Tylor—, cémo us ted sigue las trazas del animismo (creencia en al- mas y espiritus) desde las razas inferiores hasta las creencias religiosas de las més altas razas.... Cuan curiosas son también las reliquias o los ru- dimentos de las viejas costumbres. Espero an- siosamente que se decida usted a tratar los asuntos morales de Ia misma manera extensa y cuidadosa. . Asi se convirtié en una tipica preocupacién especu- lativa de los antropélogos del siglo el acomodar los pueblos y las instituciones sociales del mundo en un ciclo evolutivo, desde el hombre primitivo hasta el ente civilizado europeo de la mitad del siglo xrx, “des- de el mono hasta Annie Besant”. Los procedimientos faltos de seriedad que se usaron, a menudo produje- ron una reaccién contra el evolucionismo, y aun con- tra la historia, entre muchos antropélogos sociales de este siglo; y ya que los antropéloges sociales han sido influidos por esta reaccién, podriamos considerar bre- vemente lo que fue la antropologia “evolucionista” y como Hegé a vaga y tan vasta que ningiin antropélogo social, ni aun hoy dia, pod{a estar preparado para compren- derla en todo su significado actual. Algunos estu- iosos aceptaron la teoria de que los seres humanos, en general, habjan ido perfeccionando su inteligencia y sus instituciones sociales. El propio Darwin dijo que éta era la “més verdadera y més confortante opinién... que el hombre se habia levantado, aunque 24 por etapas lentas e interrumpidas, desde la mas baja condicién hasta alcanzar los ms altos niveles de vida obtenidos por éI en conocimiento, conceptos de moral y religion”. Se dio por aceptado que los europeos de esta épo- ca y sus instituciones sociales habian alcanzado esos “altos niveles”. Pero la autosatisfaccién de algunos victorianos, ofensiva para el resto de la humanidad, se ha convertido con justa razén, en el escarnio de sus nietos. Su optimista teoria del progreso universal no excluia, sin embargo, la posibilidad de una even- tual y potencial igualdad entre todos los pueblos de la tierra, 0, por lo menos, entre todos aquellos habfan demostrado, su capacidad para sobrevi ‘Aquellos a quienes se consideraba en el mds bajo peldafio de la escala de la perfectibilidad humana, estaban, por lo menos, en la misma escalera que sus contempordneos més avanzados. Como se ha visto, esto no fue aceptado por todos los que se titulaban a s{ mismos antropdlogos en esa época, algunos de los cuales —el ya mencionado Hunt, su amigo el capi- tdn (mds tarde Sir) Richard Burton y el racionalista Winwood Read entre ellos— tenian arraigadas opi- niones acerca de la natural inferioridad de las razas “mas bajas” y deseaban justificar en un terreno apa- rentemente cientifico un permanente gobierno co- lonial Los principales adversarios de la filosofia del pro- greso universal (porque esto fue, antes que una teo- ria cientifica) basaron sus opiniones parcialmente en la observacién y parcialmente en a ortodoxia teolé- gica. Sus defensores mis encarnizados fueron el ar- zobispo Whately, de Dublin, y el duque de Argyll, 35 quienes sostuvieron que 1a condicién original del hombre habia sido “mis alta” que la de muchos pue- blos primitives vivientes en esa época, algunos de los cuales tenfan que haber degenerado posterior- mente, al contacto de medios desfavorables, y que ahora carecian de los medios 0 los méviles para me- Jorarse a s{ mismos en forma independiente. Asi podia preservarse el texto de la doctrina teolégica y biblica acerca de la original perfeccién de Adin. Ademis, es éste un asunto que ni aqui ni alld incu. be a la antropologia. Desde el punto de vista de la “progresiva” evolue cién social humana, la cual encontré mayor acep- tacién entre los eruditos antropélogos, vemos ahora claramente que los indices de vida social de los euro- eos del periodo fueron considerados como categorias Gcfinitivas. Esto esta explicitamente expresado me- diante el uso corriente de términos como razas “infe- riores” y “‘superiores”. Al aceptarse que los mds altos indices de conocimiento, conceptos morales y religién de aquel tiempo podian encontrarse en las clases edu cadas de Europa y América, de ello se infirié que lo Opuesto a estos indices debia de haber sido el de nues. {10s primeros antepasados, de los cuales algunas tri bus primitivas vivientes, segiin se pens6, eran los so. brevivientes. Los pueblos “superiores” se caracterizaban por st razonamiento cientifico y su poder tecnologica, por sus fuertes gobiernos “representativos” y por un sen- tido desarrollado de propiedad privada, por una mo- hogamia estricta y por la importancia atribuida a la moralidad sexual, y por una religién de monotels- mo ético. Por otra parte, se supuso que los pueblos 26 nferiores mostraban el lado opuesto de las citadas caracteristicas: procesos mentales pueriles, falta de capacidad inventiva, anarquia o tirania en la esfera politica, comunismo econdmico y sexual, y un ritua- lismo amoral, o una total ignorancia en asuntos rel giosos. Aun el propio Charles Darwin, tan preciso observador como naturalista, fue capaz de persuadir- se a s{ mismo de que él habia encontrado pueblos en esas condiciones, en su visita a la ‘Tierra del Fue- go. Después de un contacto muy superficial con ellos, escribié: El asombro que experimenté al ver por pri- mera ver una partida de pobladores de la Tierra del Fuego en una costa salvaje y quebrada, mis serd olvidado por mi, por la reflexién que en seguida se produjo en mi mente: "Ast fueron nuestros antepasados.” "Aquellos hombres esta- ban absolutamente desnudos y pintarrajeados; ssus largos cabellos se hallaban enmarafiados, sus bocas echaban espuma por la excitacién, y su expresion era de barbarie, miedo y desconfianza. A duras penas poseian algunas artes y, como animales salvaje, vivian de lo que podian cap- turar; no tenian gobierno y eran despiadados con cualquiera que no perteneciese a su peque- fia tribu. Y Darwin legé a referirse al “salvaje que goza con torturar a sus enemigos, ofrece sangrientos sa- crificios, practica el infanticidio sin remordimiento alguno, trata a sus mujeres como esclavas, no conoce la decencia y es victima de las mds groseras supers. ticiones”, 27 Tal fue uno de los retratos del “hombre primi- tivo” que empezé a crearse alrededor de 1a mitad del siglo xxx. Fue un retrato menos exacto, segiin sabe- mos hoy, que el que habia sido aceptado por los et- nGlogos de principios del sigio y fue el completo reverso de la romdntica pintura del “noble salvaje” de un periodo un poco anterior. (Una interesante sintesis de los ideales tanto del noble salvaje como del caballero europeo aparecié mas tarde en la fic cién de Edgar Rice Burroughs, cuyo noble salvaje, Tarzén, también result6 ser un aristécrata briténico,) Algunos escritores que ejercian influencia —Herbert Spencer y sir John Lubbock (Lord Avebury) entre ellos— hicieron lo que hoy nos parece un uso selec- tivo de las fuentes de informacién para demostrar que los pueblos primitives vivientes exhibian algu- ‘nas, © todas, de las “mas bajas” caracteristicas men- cionadas. Se formaron teorfas que aun los observadores con- temporineos, si las hubiesen examinado de una ma- nera imparcial, podrfan haberlas usado para oponer- las unas a otras. El relato de Darwin acerca de los pobladotes de la Tierra del Fuego, por ejemplo, cuya primera publicacién data de 1871, presenta un cua dro muy diferente del de otro visitante del mismo lugar, W. P. Snow, quien ya habla publicado una descripcién accesible de ese pueblo en 1861, en el Journal de la Sociedad Etnolégica de Londres. De acuerdo con Snow, dichos aborigenes eran sujetos de specto fuerte y agradable”, aunque sucio y desali- fiado; sus mujeres se destacaban por su modestia; eran muy amorosos con sus hijos; algunos de sus ar- tefactos eran muy ingeniosos; reconocian algunas 38 clases de derechos respecto a la propiedad, y acepta- ban la autoridad de algunas de las mujeres més vie- jas. Un escritor posterior, E. Lucas Bridges, quien vivid durante largo tiempo con los moradores de esa regiOn ha revelado en Uttermost Part of the Earth (1948) que quedaron desconcertados por la clase de interrogatorio al que se les sometié en los tiempos de Darwin, por lo cual empezaron a dar las contesta- clones que pensaron que eran esperadas (confirmar la persistente sugestion de que ellos eran canibales, por ejemplo), y finalmente hicieron fantdsticos relatos para divertirse viendo que sus interlocutores los to- maban en serio: Hemos dicho que describieron, con gran deta- Ue, cOmo los moradores de la Tierra del Fuego devoraban a sus enemigos muertos en combate y, cuando no habia tales victimas, devoraban a sus mujeres viejas. Cuando se les preguntd si comian perros, dijeron que no Jo hacian, por- que los perros eran usados para apresar nutrias, mientras que las mujeres viejas no servian para nada. las s tareas de los ante en tan co sus propias jue echar a un lado mucho del dogma 1 . Un ejemplo clisico es suficiente para sugerir cudn antihistorica y anticientifica nos parece ahora la labor de algunos eruditos obsesiona- dos por vastas reconstruccfones “histéricas” de las instituciones sociales. Uno de los escritores més in- 39 fluyentes del siglo pasado respecto a la evolucién de la sociedad humana (Marx y Engels se basaron en 41 y probablemente popularizaron su trabajo) fue un tecnoldgico ¢ institucional— gar todas las sociedades conocidas, del pasado y del presente, dentro de las categorias propuestas. Tanto en el hecho como en la discriminacién (pueblos de muy diferentes culturas fueron clasificados juntos), 2 menudo cometié errores; pero su trabajo tuvo el vax lor de los errores académicos audaces, al provocar 12 reconsideracién de la informacion y al suministrar teo- rias explicitas, que podian ser criticadas por mayores referencias a los hechos. ‘Antes de escribir Ancient Society, habia ya intenta- do Morgan una reconstruccién en gran escala de la historia completa del matrimonio y de la familia, Systems of Consanguinity and Affinity of the Human Family (1871), y aun antes habfa hecho uno de los primeros estudios cientificos de los indios america- nos, la League of the Hodenosaunee or Iroquois (1851). Este trabajo acerca de la familia aclaré cier- tos principios de Ia estructura de la familia, diferen- tes de los conocidos en Europa y América en aquel tiempo, como se verd en un capitulo posterior. Pero no satisfecho con esto, se impuso la tarea de intentar mostrar que el matrimonio y la familia se habian 30 desarrollado 0 se desarrollarian universalmente, en ‘unas quince etapas definidas, desde el estado origi- nal de total promiscuidad sexual hasta el civilizado matrimonio monogémico. Las primeras etapas ain duraban, afirmé Morgan, entre los pueblos primiti- vos vivientes de su época, y podrian ser més ade- lante considerando los modos de nombrar y dirigirse a la parentela, muy diferentes de aquellos que usa- ban 1os europeos del siglo 2x, en las diversas par- tos de Hawai y de otros sitios, de las costumbres co- munes de matrimonio (las cuales casi seguramente habian sido mal interpretadas) y de los términos usa- dos alli para describir y dirigirse a los parientes Gierto juez Andrews, por ejemplo, habia informado que los hawaianos no tenfan palabras acufiadas para io”, “tia”, “sobrino”, “sobrina”. Todos los tos y tas eran Iamados por el mismo vocablo que desig- naba a padres y madres; todos los sobrinos y las so- brinas eran Mamados por el mismo de hermano y hermana. Segtin esto, pensé Morgan, se puede Megar a Ia conclusion de que los hermanos se casan regu: larmente con sus propias hermanas, en cuyo caso, por supuesto, él padre de un hombre deberia ser también su tio y asi por el estilo. Actualmente sabemos que tal deduccién es mds que dudosa; en todo caso, esto no seria una prueba de la aseveracién de que tal es tado de cosas privé en cierta época en el mundo. 3 En las primeras formas de apareamiento, un nifo sabria quién era su madre, pero no quién era su pa- dre, Por tanto, Morgan pensé (y en eso muchos de sus contempordneos estuvieron de acuerdo con él) que Jos descendientes deterian ser divididos primero en- tre las mujeres, separando asf el pueblo en grupos matriarcales. El iroqués siguid, en efecto, el rastro de los descendientes a través de las mujeres. La pro- miscuidad y el apareamiento por grupos cedieron entonces ante la unién individual, produciendo “la familia barbara”, la cual a su vez habia sido seguida por él matrimonio de un hombre con varias muje- tes. Esto puso de manifiesto la importancia del in- dividuo de mayor edad o patriarca, fue acompafiado por el rastro de la descendencia masculina, y produ jo “la familia patriarcal”. Finalmente, con el comien- zo de una concepcién de propiedad privada y el de- seo de trasmitirla a sus herederos legitimos, vino Ia civilizada familia monogémica, 1a cual Morgan veneraba ardientemente: “La completa experiencia previa y el progreso de la humanidad culminaron y cristalizaron en esta institucién.” La reconstruccién del desarrollo de la familia he- cha por Morgan es bastante mis elaborada de lo que este breve resumen sugiere, y la elaboracién so- lamente sirve para exponer mds claramente los defec- tos bésicos de su procedimiento. Empero, algunas de las “pruebas” en que éste se basaba resultaron, en su época, aparentemente convincentes. Tampoco ha- bia pruebas del estado de promiscuidad total, del cual partfan todos los demAs, pero Morgan eludié esta dificultad expresando que estas pruebas segura- mente serfan encontradas, lo que no ha ocurrido. Por 3? lo demés, hubo informes sobre matrimonios entre her- manos y hermanas (como en el antiguo Egipto) que ahora podrian parecemnos como uniones de un cere- monial especial en algunas casas reinantes, y hubo relatos (generalmente basados en equivocos) sobre la participacién de mujeres en algo que podrfa ser considerado como matrimonio en grupo. Hubo y hay un conocimiento definido acerea de pueblos en los que se toma un cierto mimero de esposas; de pueblos que por algin propésito especial consideran su descendencia por el lado femenino (aunque no habitualmente porque no conozcan a sus padres); y, por supuesto, del matrimonio monogamico. "Ahora aceptamos que no hay y nunca podré haber ninguna prueba histérica de una forma original de matrimonio o de familia 0, més atin, de que existe esa forma original. Enirentados a una teorla tan “antropolégica” como la de Morgan, los historiadores bien pueden desconifar de la antropo- logia y la etnologia. Como escribié Maitland: Cuando estas pruebas caen en manos de hom- bres que han estado preparindose en alguna rigurosa escuela de historia, y que han sido en- sefiados a observar los fenémenos sociales como interdependientes, dichas “pruebas” comienzan 4 probar bestante menos de To que antes pro- baban. Cada caso comienza a parecer tinico, y una ley que deduce que el “derechomaterno” (matriarcado) no puede venir después del “ide- Techo-paterno” (patriarcado) o que estableciera 38 cualquiera otra secuencia similar de “condicio- nes’ comienza a parecer demasiado improba- ble... , jo de la a social, Trataron de poner orden en un farrago informacién confusa que existia sobre Ia vida so- cial; y continuaron, en una mayor escala de conoci- miento, las tentativas de los fildsofos sociales de la primera cosecha —Comte probablemente el mas gran- de de todos ellos— tendientes a relacionar las ins tituciones de muchas variadas formas de sociedad entre si y con su propia civilizacién. Para disponer estas diversas instituciones sociales en una secuencia, evolucionista fue necesario, por lo menos definirlas, aislarlas y compararlas, de alguna manera e investi- gar las correlaciones existentes entre ellas. Trabajando én estas lineas, mientras proponia teo- fas evolucionistas de su propia cosecha, diferentes de las de Morgan, J. F. McLennan (1827-81) comen- 25 a examinar y a tratar de explicar la ampliamente extendida costumbre del matrimonio fuera del gru- po en que se nace, una costumbre para la cual acutié la palabra “exogamia”, todavia en uso, Su explica- cin —esas tribus primitivas, encontrando que s descendientes femeninos eran una carga, habrian practicado el infanticidio de las nifias y, por tanto, habrian tenido que buscar sus esposas en grupos extrafios— es un tipico ejemplo de la imaginacion evolucionista; pero la regia de la exogamia existe, y tratando de comprenderia, McLennan promovi6 pos teriormente el estudio de las relaciones matrimoniales 34 entre diferentes tribus clanes o linajes, mientras tam- bién establecia una conexién entre las costumbres del matrimonio exogimico y los fenémenos religiosos del totemismo (la veneracién o adoracién de diferen- tes especies naturales identificadas como “tétem” con la solidaridad de determinados grupos humanos, espe- cialmente grupos de antepasados comunes). De este modo, los estudios evolucionistas, con to- das sus confusiones, de las que no vale la pena dete- nerse en mayores detalles, abrié el camino para una sociologia comparada que ya no podria pasar por alto las instituciones tribales menos familiares. El histo- iador Seeley reconocié que al descuidar éstas, la his- toria ortodoxa habia limitado su comprensién de los asuntos politicos: “Cuando hayamos logrado desem- barazamos de la creencia de que las tribus y clanes de los bérbaros son despreciables ¢ indignos de aten- cién, obtendremos una visién un poco diferente del estado”, escril Y en las postrimerias del siglo xrx hubo ciertos et- nélogos que comenzaron a tener un punto de vista exitico de lo dificil y conjetural de intentar recons- truir las instituciones sociales de los Hombres primi- tivos. Ya hablan empezado a minar las teorfas evo- Incionistas de sus predecesores (aun sin ser capaces de librarse de ellas), tratando de marcar una linea entre el conocimiento histérico o etnolégico y las meras conjeturas. Sir Henry Maine (1328-88), cuya preparacién legal y estudios clisicos, combinados con experiencia de los asuntos de la India le habian dado una perspectiva que faltara a muchos otros, sostuvo que “lo que la humanidad hizo en su estado primi- tivo puede no ser un tema imposible de averiguar, 8 pero acerca de los motivos que haya para hacerlo, es imposible conocer nada". Pues, segin decia: La narracién de las dificultades de los seres humanos en las primeras edades del mundo se han realizado empezando por imaginar una hu- manidad en circunstancias muy diferentes de las que la rodean actualmente, y por suponer que, en las condiciones ast.imaginadas, los hombres podrian alimentar los mismos sentimientos y Prejuictos que los impulsan ahora, aunque, de hhecho, estos sentimientos pueden haber sido ereados y engendrados por las propias circuns- tancias de las cuales, segiin la hipétesis, tienen que ser despojados. Y Sir James Frazer (1854-1941), autor de La rama dorada*’ una obra de gran importancia para intro Gucir a la antropologia el gran piiblico, en su con- ferencia inaugural como j eet de antropologia social (en 1908, en Li- verpool), afirmé que el tema “no tenia nada que ver con el hombre primitivo en un sentido absoluto”. No se sabfa nada, y no era probable que legara nun- ca a saberse nada acerca de él: “Construir la historia dela sociedad humana comenzando con el hombre totalmente primuitivo y remontandose a través de mi- les 0 millones de afios hasta las instituciones de los salvajes hoy existentes, posiblemente tendrfa mérito como trabajo cientifico. 6 loka! Claro exté que ningiin tema académico podria hacer progresos cuando los hechos propuestos para su interpretacién fueren representados de manera di- ferente por diversos observadores, como en el caso de Jos relatos de Darwin y Snow acerca de los pobla- dores de la Tierra del Fuego. punto de vista que, como la “rigurosa escuela de historia” de Maitland, podria “observar todos los fe- nomenos sociales como interdependientes”, y estudiar. los en su especifico contexto histérico y' geogrifico. n Existe un tipo de mentalidad que ama creerse miem- bro de la raza superior, considera la aversién que siente por los extranjeros como fruto de un sentido comin realista y libre de sentimentalismos, y se atri- buye a si misma todas las virtudes de ta civilizacién a la cual pertenece, Es el tipo de inteligencia que no esti abierta a las experiencias ajenas, a las que juzga con un desdén Weno de superioridad, y es mentali- dad con la cual los pensadores humanitarios, muchos antropélogos entre ellos, han tenido que contender durante largo tiempo. El doctor Samuel Johnson, con todos sus dones, era el clisico representante de esta mentalidad, Jounson: Ahora {qué infeliz debe ser &, que estd contento con una conversacién como’ la que debe tenerse entre salvajes! Quizd re- 7

También podría gustarte