Estos 3 dictados para una semana – Palabras agudas, llanas y esdrújulas
Con el lápiz dibujó un cactus, un soldado y una maleta. Todo ello
estaba debajo de un árbol junto a la piscina. Ramón lo estaba viendo por la ventana. Sabía que pronto llegarían sus amigas cruzando el túnel y entrarían en casa pisando el césped de la entrada. Siempre les gustaba comer unas naranjas untando los gajos en un poco de azúcar. Sobre todo a María, que era la más golosa y se las comía muy deprisa. Así que dejó de dibujar y corrió a la cocina.
El mecánico cogió el bolígrafo para apuntar el número
de la matrícula del vehículo. Era todo un espectáculo ver aquél coche al que le había caído un árbol durante la tormenta. Parecía de plástico pues estaba totalmente arrugado y de lado recordaba a un plátano. El único que no parecía impresionado era el dueño, que disimulaba una lágrima que se deslizaba por su mejilla.
En el cajón, junto a la pared de la habitación del
hotel, habían olvidado un viejo reloj. Además, mientras recogían las cosas del sillón, descubrieron un huevo de avestruz. Era de plástico, claro, así que lo metieron en el baúl y lo llevaron al camión. Por el camino se detuvieron a ver si alguien les seguía, pero nadie les observaba.