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F I
IS Si
traducción de
F É L IX B LA N C O
revisión técnica
A R M A N D O SUÁREZ
D e la ansiedad al m étodo
en las ciencias
del com portam iento
por
GEORGE D E V E R E U X
prefacio por
W ESTO N L A B AR R E
m
siglo
veintiuno
editores
m _______________________________
siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
CERRO DEL AGUA 248. DELEGACIÓN COYOACÁN. 04310. MEXICO, D.F.
Prefacio 11
Introducción 15
La argumentación 19
p r im e r a parte : datos y a n s ie d a d
secunda parte : la c o n t r a t r a s f e r e n c ia en la
IN V ES TIG AC IÓ N DE L A C IE N C IA D E L C O M P O R T A M IE N T O
TERCERA parte : E L C IE N T ÍF IC O Y SU C IE N C IA
Bibliografía 391
ESPOSA
Ks probable que Lodo cien tífico concienzudo tenga entre sus pa
peles una carpeta que con los anos vaya recibiendo lo m ejor do
sus pensamientos exploratorios. Por muy conscientemente que los
destine a un lib ro que espera escribir algún día, sus apuntes son
ante todo intentos de hacerse a sí mismo un informe del sentido
> Ja validez cíe sus actividades de científico, independientemente
del punto a donde esta explotación pueda llevarlo. De una carpeta
así nació este libro.
l.l problema que aquí trato me ha preocupado, en una forma ti
on a, casi toda la vida; algunas de has preguntas que me hago e
incluso algunas de las respuestas que íes doy van más allá de lo
que querría reconocer. 1.a naturaleza de mi trabajo me llevó a tocar
(¡crios aspectos periféricos del problema focal en algunos de mis
trabajos teóricos. A veces traté incluso ele bosquejar partes de este
libro, pero siempre acabé por desistir, por no parecenne propicios
el tiempo ni el lugar. T a l vez sea esto tan sólo otro modo de decir
que yo mismo no estaba preparado para algunas de mis propia*,
ideas.
Me parecía (jue pisaba un terreno inexplorado: no tenía modelo
urn que form ar m i libro. Sabía desde el p rin cip io lo que quisiera
decir en él. pero todavía no estoy seguro de haber hallado el modo
m ejor de decirlo. Hasta el ú ltim o momento esperé escribir un es
tud io puramente teórico de la epistemología de la ciencia del com
portamiento, sin emplear ningún material ilustrativo de casos, pero
\ i que no era posible. Sin embargo, la existencia de este plan de
bería cuando menos probar que no se trata de una obra polémica.
<l.isi nunca nombro a aquellos cuyas actividades científicas me
parecen indefendibles; las dos o tres excepciones conciernen a por
anias que atacan con intemperancia opiniones que no se tomaron
la molestia de entender. Los <.lemas eruditos citados son personas
t uva labor respeto incondicional men te, o bien sólo un aspecto de
mis actividades me parece cuestionable. Además, ciertas apreciacio
nes que pueden parecer et ílicas de acuerdo con las normas tradi-
i ¡olíales —que rechazo— son más que favorables en virtu d de las
normas nuevas que defiendo en e.sie libro.
F.l científico del comportamiento al que más consecuentemente
n vi
I c> INTRODUCCIÓN
Suele decirse de las obras dedicadas a los seres humanos que son
duras o blandas de ánimo.* La mía no es de las unas ni de las
otras, puesto que aspira a la objetividad en relación con esa terneza
<pie hace imposible toda ciencia realista del comportamiento.
Cualquier libro que trata del hombre tiene un interés humano,
y esto debe dejarse bien sentado. No creo que el Hombre necesite
salvarse de sí mismo; le basta con ser él mismo. El mundo nece
sita más de los hombres que de los "humanistas” . La Grecia del
siglo v fue sencillamente humana; se hizo "humanista” en reacción
a los horrores de la guerra del Peloponeso. Esquilo, el combatiente
i :n b u s c a d e u n a c i e n c i a c ie n t íf ic a d e l
C O M P O R TA M IE N TO
* Rata estadística [ r . t . ]
1 Matemáticamente, esto significa que el comportamiento de muchos siste
mas físicos puede describirse por medio de ecuaciones diferenciales, mientras
que el del hombre sólo puede describirse por medio de ecuaciones ímegrodí-
t N IUJSCA DE U N A C IEN C IA DEL C O M PO R TA M IEN TO 29
a p é n d ic e
L A R E LA C IÓ N E N TR E LO G IC A Y LA B O R C IE N T ÍF IC A EN L A GRECIA A N T IG U A
e xplicar p o r qué Russell nunca aceptó una teoría sim p lista del
com portam iento como respuesta. La significancia de la teoría de los
tipos para el debido ente nd im ie nto de la experim entación y teoría
de la ciencia del com p orta m ie nto se exam inará más detalladam en
te en el ca p ítu lo xxu .
Psicológicamente, las evasiones “ reduccionista” y "abduccionis-
ta” son cpm plerhentarias: A llí donde el reduccionista fisicalista
trata de e lim in a r todas las variables interm edias verdaderam ente
psicológicas, el abduccionista trata a l parecer de ser hiperpsicoló-
gico —o h ip erco m p orta m e ntal— al m ism o tiem po que consigue
escamotear lo auténticam ente psicológico p o r m edio de un “ aca
ta m ie nto fin g id o ” que reduce ad absurdum lo que se entendía tra
taba de dem ostrar. En realidad, m ientras que el enfoque reduccio-
nista-mecanista es a lo sumo un enemigo e x te rio r, el enfoque
abduccionista-espiritualista perfora desde dentro, ya que hace des
aparecer la psiquis trocándola por el e spíritu, trasm utando lo psi
cológico en espiritualista.
R esum iendo:
1. Es im posible d is tin g u ir entre datos de la ciencia del com por
ta m ie nto y de la física puram ente en térm inos de si “ pertenecen”
a organismos vivos o a la m ateria inanim ada, puesto que es legí
tim o hacer estudios fisicalistas de los organismos vivos (p o r ejem
plo, calcular la velocidad de un galgo) y d escribir la m ateria in a n i
mada “ com portam entalm ente” .7
2. “ L o co m p orta m e ntal” puede distinguirse de “ lo físico” tan
sólo por m edio de las series de variables interm edias que se en
cuentran interpuestas entre la “ causa” y el “ efecto” , o entre datos
y teoría. A llí donde se emplea la misma serie de variables in te r
medias para todos los fenómenos, se puede —según las variables
interm edias empleadas— te rm in a r sea tam bién con una teoría ani-
m ista de la física, sea tam bién con una teoría fisicalista del com
portam iento.
3. E l empleo de una serie p a rtic u la r de variables interm edias en
la explicación de un fenóm eno dado es, por convención, ú t il si
nos perm ite operar económicamente en varios niveles de e xplica
ción. Esto significa sencillam ente que la física se ha de e xplicar
de m odo fisicalista y el com portam iento, com portam ental. Además,
en algunos casos, es tam bién necesario explicar, por ejem plo, lo
psicológico psicológicamente y lo social sociológicamente (Deve
reux, 1961b), y tra ta r ambas explicaciones como complem entarias.
i( I C II'R O C ID A D E S E N T R E
O IIS E R V A D O R Y S U JE T O
II,ido que sólo el tip o de teoría que uno emplea determ ina si un
In in tn c n o dado se convertirá en dato para una ciencia más que
|Mia otra, es necesario exam inar los procedim ientos que vuelven
ild lo de la ciencia del co m portam iento u n hecho re la tiv o a un o r
gan ¡smo vivo. En la investigación de la ciencia del com portam ien
to, el p rin c ip a l de estos procedim ientos es el que define la posición
d r l observador en la situación a que se hace p ro d u c ir datos de la
i in ic ia del com portam iento.
E li la ciencia física, todas las observaciones son en un sentido
V lu relación entre el observador y lo observado es asim étrica, aun
m un do el lug ar del deslinde entre observador y observado sea a
veres d ifíc il de d e te rm ina r (ca p ítu lo x x n ).
Digan lo que q uiera n los poetas o los místicos, las estrellas no
m ila n al astrónom o ni al enam orado que contem pla el cielo, y
mía im p a sib ilid a d de la naturaleza inanim ada es el resorte p rin c i
pa! de esa “ angustia cósmica” del hom bre, todavía no suficiente
mente entendida. (Véase eJ Apéndice a este capítulo.)
Incapaz de pasar p or alto la inse nsib ilid ad y la ausencia de in i-
i i . i l ¡va de la m ateria, el hom bre:
1. El aspecto, la superficie y aun la sustancia de los objetos ma-
leal ¡dad Maya (— ilusión ), o bien
?.\ postula un p ro to tip o trascendental de la rea lid ad ; o
3| define la m ateria como una barrera o como m ediadora entre
n( mismo e hipotéticos seres sensibles (respondientes).
Este ú ltim o y el más p rim itiv o de los subterfugios —que puede
lom ar dos form as— es el más esclarecedor para nuestros fines.
I El aspecto, la superficie y aun la sustancia de los objetos ma
lm a les se consideran a veces fron te ra entre el hom bre y un “ Ser”
sensible (respondiente) (espíritu) o una “ Fuerza” (mana) que lo
habitan. U na fo rm u la ció n posible de este subterfugio es la de T a
le s : “ Todas las cosas están llenas de D ios.”
2. E l universo en su co n ju n to se considera la fron te ra entre el
hom bre y un Ser (o seres) que vive más allá. Este anticuado sub-
[43]
44 DATOS Y A N S IE D A D
aceptaba este hecho; no recurría, como tam poco otros buenos ana
listas, a una in fa n til m araña de “ ocultaciones” .
Caso 9: Este caso suele citarse en los círculos psicoanalíticos
como ejem plo de com p orta m ie nto psicoanalítico realista y sensato.
U n analista d istin g u id o , que debió h u ir a los Estados U nid os d u
rante la guerra, llegó a Nueva Y o rk casi sin u n centavo. Su p rim e r
co n su lto rio era p o r eso bastante pobre. H abien do observado uno
de sus paciente que no podía ser un buen analista p o iq u e la po
breza de su co nsu ltorio demostraba su escasa prosperidad, el ana
lista rep licó : “ T ie n e usted razón en decir que m i co nsu ltorio es
pobre. Soy u n refugiado llegado hace poco.”
Independientem ente de que un in te n to g ra tu ito de ocultación
sea in fa n tilm e n te im p u lsivo o cuidadosamente tram ado, fa lla por
que —como ya d ije — la o cultación revela necesariamente no poco
cíe lo ocultado y además, m ucho acerca de q uien recurre a ella.
Caso JO: U n analizando, trasferido de u n analista a o tro , d ijo
al segundo que en una ocasión su p rim e r analista se había esca
b u llid o detrás de un p ila r en el vestíbulo de un h otel para que
no lo viera su analizando (Freedman, 1956).
Caso 11 : La a rtificiosa austeridad del co nsu ltorio de un analista
era tan extrem ada que hasta sus colegas la in te rp re ta b a n como ma
nifestación de su rigidez personal. Además, la desolación que a llí
reinaba, destinada a o cu lta r a los pacientes los pocos intereses ex
traprofesionales de aquel analista, revelaba en rea lid ad no poco de
su rigidez y fria ld a d .
Para acabar, p o r m uy ingeniosamente que uno presente el am
biente experim ental, p o r muchas pantallas en un solo sentido que
interponga entre sí y el sujeto observado, y por m uy fríam ente
que destruya el sensoriurn de un anim al para im p e d irle que ob
serve la existencia del observador, cada vez son más los experi
mentos psicológicos que resultan "viciados” por la inesperada per
cepción por parte de la rata de indicios extralaberínticos, incluso
indicios de la presencia actual o a n te rio r (olores) del experim en
tado!', o de otras ratas que habían reco rrido el m ism o lab erinto.''
A u n a llí donde la situación experim ental hace im posible toda
( o u u iiobsrt'vm ión, nada que no sea m atar al a n im a l —lo que hace
im posible la e x p n im ru la i ióu (ca p ítu lo x x n )— puede a n u la r esa
, , iH itn u tii singular tlel u n fu u to de los estímulos que la m ateria
iiia m u M d ii sein i l latuettie n o posee. C iertam ente, incluso los cata-
lonicos, al pinta r i mu «oui in it ia del m undo que los rodea, pueden 1
• M i l del m ism o modo que el físico d ifie re del objeto que estu-
Diido <|ue en los experim entos físicos el fenóm eno de “ y esto
i l h o ’ sólo puede presentarse en el observador, desde el p rin c i-
tiiiy una d is tin c ió n de género,
i n r) estudio de los organismos vivos, y sobre todo el del hom-
p»l,i d istin ció n debe arbitrarse por medios legítim os y no fie-
o Dándose la d iferenciación entre observador y observado en
‘Huiliento en que al observador se le perm ite decir con perti-
, ta "y esto percib o ” , algunos científicos del com portam iento
•m e n tácitam ente al espurio a rtific io de negar al sujeto obser-
'*» Li rapacidad de decir “ y esto percibo” . Esto conduce inevi-
iii|ueuie a teorías del co m portam iento que niegan im p lícitam e n-
i U larultades cognitivas del observado. Com o esta teoría compor-
i'iila l de “ H a m le t sin p rín cipe de D inam arca” es evidente que
' >I ma i > puede dar cuenta del com portam iento del observador en
niños de una psicología pura de respuesta privad a de toda
• h u l,i” cognitiva, tales teorías son inevitablem ente autoanulan-
\ no comprehensivas.
lo se puede o b via r esta d ific u lta d apelando a la teoría de los
H |hii matemáticos de Russell (Russell, 1938a), que, bien entendida,
Mui obliga realm ente a d is tin g u ir del m ism o m odo entre sujeto y
ul n r i vu flor, precisamente en fu n ció n de un co g n itivo “ y esto per-
»ilii»'*. pero sin negar la misma facultad al organism o observado.
I ii paradoja lógica clave de este contexto es la denom inada “ de
I plm énidcs” .
Ih ie Epiménides, el cretense: “ T odos los cretenses son m entiro-
m ii", (Ir. 1. D iels-Kranz, 1951-52) y con e llo da a entender que
mu M íen siempre. V ista superficialm ente, esta declaración pone en
lililí i tui una serie in te rm in a b le de autocontradicciones que form an
bullí de nieve: siendo Epim énides cretense, m iente necesariamente
rtl d ri ir que todos los cretenses son unos mentirosos. Entonces,
b iilm los cretenses —entre ellos el m ism o Epim énides— no son
m ihiiirosos. Entonces, Epim énides decía la verdad al decir que to-
•bu lo* cretenses son mentirosos. Pero en este caso, m iente de todos
♦Minio» .. y así sucesivamente, ad in fin itu m . Russell resolvió estas
iiuluiontraclicciones dem ostrando que un enunciado acerca de to
llo» los enunciados no es aplicable a sí mismo, ya que no pertenece
id lip o lógico a que pertenecen todos los demás enunciados.7 Cier-
Inmente, cuando Epiménides, el cretense, hace un enunciado acerca
de los enunciados de los cretenses no está funcionando como espé-
p a rtic u la r podrá ser —y acaso tenga incluso que ser— m entira. Pero
en este contexto p a rticu la r, no es lógicam ente necesario que Epi-
ménides m ienta. Y a la inversa, su veracidad en esta situación con
creta no tiene por qué necesariamente menoscabar su notoriedad
de campeón de los mentirosos de Creta n i la de Creta como tie
rra de m entirosos habituales.
La teoría de Russell tiene consecuencias de m ucho alcance para
el c ie n tífico del co m portam iento a quien perm ite a trib u ir la facul
tad de decir “ y esto percib o ” , ta n to para sí como para la amiba
que estudia, sin por eso d e stru ir la diferencia fund am e nta l de gé
nero entre observador y observado. Basta que al observado se le
perm ita decir pertinentem ente sólo “ y esto percib o ” m ientras al
observador se le perm ite decir pertinentem ente tam bién: “ Y ade
más percibo que percibo y tam bién percibo que el sujeto obser
vado percibe.” En la term inología de Russell, al observado sólo
se le perm ite hacer enunciados, m ientras que al observador se le
perm ite hacer tam bién enunciados acerca de enunciados; de los
suyos, como de los del sujeto observado. En un nivel, tanto el
sujeto observado como el observador autoobservado corresponden
a los cretenses, incluso el llam ado Epiménides. Pero el observador
además, y en otro n iv e l, es tam bién Epim énides el conocedor de
todos los cretenses, incluso, y acaso especialmente, del cretense lla
m ado Epiménides.
Hemos ahora de abordar una cuestión delicada: ¿Por qué parece
deseable o necesario e lim in a r la contraobservación? Com o quiera
que sea, damos por supuesto que la rata ve nuestro aparato; lo
aceptamos porque la rata no sabe lo que es el aparato, aunque
sabe lo que son los humanos. (En algunos observadores es cierta
la inversa.) Aceptamos todo esto y no nos molesta, porque sabe
mos las propiedades de esos a rtific io s y su va lo r de estím ulo. Esta
apreciación nos lleva a la conclusión in e vita b le de que tratam os
de e vitar la contraobservación porque no nos conocemos a nos
otros n i nuestro va lo r de estím ulo. . . y no deseamos conocerlo. En
lugar de aprender a observarnos y entendernos, tratam os de im pe
d ir que nos observen y entiendan nuestros sujetos. Pero un psi
cólogo clín ico guapo debe saber que las mujeres a quienes somete
a la prueba de Rorschach darán más respuestas sexuales que si él
fuera viejo y calvo (caso 402), del m ism o m odo que uno feo debe
saber que sus d ie ntas en la prueba darán menos respuestas sexua
les que si él fue^a joven y guapo. L o m ism o sucede en todas las
fl* <• I I I AHI'N IN T U I OBSCKV'ADOR \ S U JE T O 53
I i.i d istin ció n va m ucho más a llá de com prender que una cosa
ii'K .ii o a m p u ta r uno de los aspectos clave de la realidad y otra
mu iIK iin ia aislar una variable. L o que se excluye —sea negando
• . HÍHlnicia o por sim ple convención— de la pura psicología de
I hir'sla es un elemento clave de la rea lid ad , que diferencia deci-
uueiiU* al organism o de lo inorgánico: la capacidad de concien-
• •• «oí meamiento que no requiere d e fin ic ió n de n in g u n a manera
‘ i • ie contexto. El enfoque aquí propuesto com prende el conoci-
M. huí (“ y esto percibo” ) d e n tro de su esfera de acción. Incluso la
>1* u litad potencial que el sujeto tiene de perfeccionar más su con-
»|iii> ci como su fa culta d de hacer enunciados acerca de enuncia
do n o se niega de plano sino que sencillam ente se ignora, por
H i m f i i c ión. Además, el enfoque propuesto nos perm ite planear in-
APKNDICK
IM P L IC A C IO N E S P S IC O L Ó G IC A S D E L A
R E C IP R O C ID A D E N T R E O B S E R V A D O R Y S U JE T O
L A C O N T R A T R A S F E R E N C IA
EN L A C IE N C IA D E L C O M P O R T A M IE N T O
R E A C C IO N E S D E A N S IE D A D A LOS D A T O S
D E L A C IE N C IA D E L C O M P O R T A M IE N T O
- Más adelante estudiaremos esta hipótesis e xp lica tiva en relación con Ja.
defensa de la “ posición p ro fe sio n a l".
78 DA TO S Y ANSIKUAI»
I .os sueños y los equivalentes de sueños que vamos a exam inar re
presentan las reacciones de los d istintos m iem bros de un g ru po a
ios mismos estímulos recibidos por ellos en una situación no ex
p erim ental y no planeada.4 Realza su v a lo r el hecho de que —con
una excepción— proceden de analistas graduados o b ie n de candi-
A Los equivalentes más cercanos de estos sueños son las reacciones registra- -
das de pacientes analíticos a la m uerte de un d irig en te nacional (F a irb a irn ,
1936, Sterba, 1946, O rlansky, 1947), e stim u lo nó com parable n i en la dinám ica
ni en la intensidad al va lo r de estím ulo de la película en cuestión.
84 DATOS Y A N S IE D A D
que según creo recordar es una vio le n ta enferm edad nerviosa que
[me] recuerda la intensiva y agitada danza que ejecutaba la gcmc
en la p elícula.”
C om entario: Este sueño y la asociación con él son reveladores
en muchos respectos: parapraxias, o lv id o de palabras corrientes
como d ru m stick, el no dar con el tecnicismo adecuado,12 palabras
om itidas y p u n tu a ció n defectuosa (véanse paréntesis cuadrados)
abundan en el sueño, en las asociaciones y jo en el texto de las
notas. Además, este experim entado psicoanalista no está m uy segu
ro —cosa incom prensible— de lo que es ¡la “ corea” ! T o d o esto in
dica mucha tensión e in h ib ic ió n y una aprem iante necesidad de
re p rim ir la experiencia.
Remplaza A u stralia p o r Corea, y las asociaciones conscientes
tratan de e xplicar esta sustitución de dos maneras: el analista
supone que escogió un resto d iu rn o “ equivocado” y además aso
cia a Corea con la enferm edad “ corea” y a co ntin ua ció n con una
danza. Esta ú ltim a asociación sólo resulta posible sustituyendo
p o r la “ ch” (correspondiente al j i griego) la “ k ” (correspondiente
al kappa griego).* Esta distorsión fonética parece sorprendente en
el caso de un hom bre que me constaba había estudiado el griego
en un G ym nasium ; no h ubiera hecho esa sustitución de no haber
tenido buenas razones para ello. T a m b ié n muchas personas —in
cluso los griegos antiguos (P lutarco: Isis y Osiris, 32, 363D)— con
fu nd en a veces a Chronos (el T ie m p o personificado) con Kronos,
el que castró a su padre U ra n o y devoró a sus propios h ijo s .** La
sustitución Corea = corea llam a la atención sobre todo en con
ju n c ió n con la in ce rtid u m b re del analista acerca de lo que es la
“ corea” en realidad.
La sustitución de “ day residue” por “ day rest” bien pudiera de
berse a una regresión lingüística. Este analista había estudiado a
F reud prim eram ente en el o rig in a l alemán, donde la palabra em
pleada de Tagesrest; en su segundo nota, escrita después de haber
re cib id o m i respuesta, emplea la expresión correcta [en inglés] “ day
residue” . Esta regresión presentaba dos ventajas más: al em plear
aquella expresión, el colega explotaba el doble significado de “ rest” .
Y así ese “ resto” era en parte lo que “ queda” después de m u tila d o
15 U na analizanda soñó con una p lum a fuente especial cuyo capuchón tenia
Ja form a del delgado extrem o de u n p a lillo de tam bor. Representaba un
pene circuncidado, subincidado, etc. (Devereux, 1934a).
10 Una causa posible de este significado latente del sueño acaso fuera el
haber d icho yo a este colega en una conversación que la form ación analítica
se estaba bu roerá tizando de tal m anera que me recordaba los ritos de in ic ia
ción australianos.
92 RATO S Y A N S lL IJ A li
18 Los tuparis, así como algunas trib u s afines desnudas sudamericanas, ha
cen que el pene se doble y se oculte en el vientre^ para p ro te je rlo de algún
94 DATOS V A N U I ti
daño, y siMn lo sacan para o rin a r o para copular, o bien —como en el caso
de los tu p aris unir<Uta>s ■■ para en i rogarse al e xh ib icio n ism o (Caspar, 1953).
19 Algunos pueblos de las a ll mas {le Madagascar castran cuando menos dos
toros al mismo tiem po, para que los anim ales se consuelen m utuam ente en
su desgracia (L in to n , 1933).
M IN IS l)K A N S IE D A D 95
»más hace que el hom bre parezca m u je r,20 por lo menos está
■Ivu de todo daño. Esto podría e xplicar por qué sustituye el
<T del m iró n (posición de observador) a los placeres hetero-
•■.ilrs, a manera de defensa contra el p e lig ro de castración. Por
•o que nada en estas asociaciones nos p erm ite suponer que la
• .ida en el autobús represente u n in te n to de proteger el pene
• ucrpo) o cu ltá n d o lo en la vagina m ientras dura el coito. Pue-
idemás representar una vuelta a utoprotectora al útero, si bien
I'm Iio de que el cam ión en d e fin itiv a va a A u s tra lia (castración)
Ivc esta protección puram ente tem poral. La e quiparación de
ii <Mirada en el cam ión con una fuga al útero es com patible con
lii hipótesis de que el voyeurism o rem plazaba al placer sexual di-
H 'itu, puesto que los datos clínicos, así como los estudios psicoana-
llliio s de cuentos populares, dem uestran que con frecuencia se
MHisideia al n iñ o aún no nacido una suerte de voyeur, que exam i
na H m un do — y en especial el coito parental (Devereux, 1956b)—
ilrstlc el seguro de una torre de m a rfil u terina . (C oito = reto rno
piin ial al útero.)
El hecho de que al despertar súbitam ente el soñante no sepa si
luvo un sueño agradable o angustioso ind ica que este sueño está
lim o de ambivalencias y ambigüedades. (Ansiedad erotizada.)
Aunque las interpretaciones que preceden no son ciertam ente ex
haustivas, es probable que vayan hasta donde los datos a u to ri
zan, . . pero creo que no más allá.
Asociaciones:
I. Las paredes son del m ism o tip o de verde que las del a u d ito rio ,
sólo que más oscuras. (U na asociación posterior indicaba que el
color tenía connotaciones fúnebres.)
2. La in clin a ció n de las paredes de sureste a noroeste trae a m i
mente una asociación en extrem o peculiar: la de un pene erecto
visto por el p e r fil izquierdo. N o le veo la relación. [Su asociación
es fácil de entender. U na vez le mostré una imagen de bosquima-
nos, tomados por el p e rfil izqu ierdo donde se les vía el penis rectus
característico de su raza. C om bina usted los bosquimanos austra
lianos con los bushmen o bushfellows australianos.] ¡N a tu ra lm e n
te! Decía usted que los bosquimanos africanos tenían el pene l i
geramente apuntado hacia delante y aun un poco hacia arriba,
incluso flácido. Recuerdo que en aquella ocasión me pregunté si
un bosquim ano podría copular incluso teniendo el pene flácido.
[N o podría contestarle a eso. Pero parece e xp lic a r la in c lin a c ió n
de las paredes y de la entrada. Mas en ese caso, ¿por qué son os
curas y tristes?] ¿No me d ijo usted entonces que los bosquimanos
Asociaciones:
I. E l sueño se sitúa en una isla de los Mares del Sur, más cerca
de A u stra lia que de Estados U nidos. D uran te la guerra v i algunas
de esas islas yendo para A u stra lia y el Pacífico sudoccidental. A l
soñar con una isla sensual de los Mares del Sur parezco declararm e
seguro, puesto que nada realm ente adverso me sucedió m ientras
estuve en aquellas partes, aunque en A u s tra lia un jeep en que iba
yo de pasajero a tro p e lló a un perro. Esto me d o lió m ucho, porque
q uiero a los perros ta n to como usted. Este perro a tro pe llad o p o
d ría e xp lica r p o r qué la persona que m ira la q u illa y la proa de
la lancha tiene que estar echada. (Para una desgracia s im ila r re
cordada después véase asociación 5.)
2. La lancha: N o sé verdaderam ente p o r qué digo que es una la n
cha. Ig n o ro la diferencia entre lancha y otras embarcaciones pe
queñas, así como un gran barco o un bote salvavidas y no tengo
costum bre de em plear palabras técnicas cuyo significado no es m uy
claro para m í. Supongo que la lla m o lancha porque su nom bre
concuerda de alguna manera con el contenido latente del sueño.
Esta palabra de lancha [d in g h y] suena raro. M e hace pensar en
d in gy [triste, deslucido], dingus [cachivache] y dong, que es un
pene enorme. Por alguna razón poco clara, m is padres solían lla m a r
a m i pene dindy. C uando me bañaba, m i madre decía: “ Voy a
lavarte el ‘d in d y V ’ N o recuerdo que nunca hablaran de un pene
adu lto. Por eso d in d y me parece denotar sólo el pene de un n iñ o
—algo pequeño y poco digno de tomarse en cuenta—, en realidad
todo lo co n tra rio de dong. T am poco pienso en d inghy como una
em barcación independiente sino como un accesorio que lleva a
bordo un barco m ayor. Hasta aquí le he dado a usted asociaciones
espontáneas. La siguiente será in te le ctu a l: En la lite ra tu ra psico-
analítica, el barco es casi siempre un sím bolo fem enino. Siendo
así, entonces la lancha, que es un accesorio de un barco, es el pene
fem enino. [U na asociación aparentem ente intelectua l suele ser m uy
subjetiva y penetrar en la conciencia sólo porque su contenido está
aislado del afecto con él vin cu la d o ; esto le perm ite a uno presen-
100 DATOS Y A N S IE D A D
Asociaciones:
1. E l paisaje me recuerda a H aw a ii. C uando me enviaron a Aus
tra lia durante la guerra m i barco se detuvo en H a w a ii apenas lo
suficiente para poder bañarme en la playa de W a ik ik i. N o me gusta
nadar en agua salada, y sobre todo en aguas tropicales, por los
tiburones. H ay un chiste bastante to n to acerca de los tiburones.
U n hom bre atacado por tiburones g rita p rim e ro con vigorosa voz
R E A C C IO N E S DE A N S IE D A D 103
Resumen: Estos tres sueños representan los intentos cada vez más
venturosos del doctor H por lid ia r con el im pacto tra u m á tico de
esta película. En el p rim e r sueño aceptaba la circuncisión como el
precio m ín im o que tin o debe pagar p o r la heterosexualidad. E l se
gundo sueño niega explícitam ente que el pene haya padecido o tro
daño; tampoco había sido subincidado. E l tercer sueño trata casi
conscientemente de h a lla r un m odo de placer sexual que no per
ju d iq u e al pene. Si bien en los tres sueños hay regresión, el in te n to
de p erlaborar [w ork th ro u g h ] el traum a ha sido venturoso. Las
asociaciones terriblem ente fantásticas del p rim e r sueño van dejan
do el lug ar a asociaciones menos espantosas y más realistas, y ya en
el tercer sueño, la solución de los conflictos y el deseo que mueve
el sueño es el coito con una esposa amada.
i] A una joven p siq u ia tra que, sin ser candidato a na lítico, tenía
una o rientación analítica, le pedí que registrara su sueño porque
—a diferencia de la joven antropóloga cuyas reacciones había yo
observado muchos años antes— era de origen e xtra n je ro y había
p le g a d o a Estados U nid os bastante adulta. Su sensatez y decencia
fundam entales garantizaban que no consideraría m i petición un
toqueteo disfrazado de ciencia (distorsión de trasferencia) y que
por eso com unicaría los datos con integridad. Era tam bién típ ico
q u r, c u n e quienes tu vie ro n la a m a bilida d de cooperar, sólo ella
y el d o o m E líim a ro n los m emoranda que contenían sus sueños y
asm tai iones (io n io n i el sueño E, reproduzco su m em orándum ,
donde sólo b o llé los nom ines de lugares y personas para im p e d irla
id e u llilia < ló n de la soñante. Los comentarios explicativos y las pa-
lalnas que i emplazan los nombres borrados están entre corchetes.
" M i prim a bemmna, dos años [ = 141 m ayor que yo [ = 12], se
I l l A C C IO N KS DK A N S IK U A I) 105
Asociaciones:
“ Prim eram ente pensé que el sueño no tenía nada que ver con la
película [compárese una negación in ic ia l semejante en el sueño El,
pero hice algo de asociación lib re y no puedo negar el hecho más
que el mismo sueño.
Prim era asociación: M e enojé con [la p siq u ia tra senior] por ha
berme destinado a un p abellón donde trabajaba un ayudante que
yo había tenido en terapia d urante 12 meses y que acababa de ter
m in a r [hubo de tra s fe rirlo j. Creo que me sentía un poco cu lp a
ble p o r haberlo tenido que re m itir a o tro doctor.
Segunda asociación: E l vestido. A u nq u e m i in s titu triz era muy
amiga de m i m adre y había sido su compañera de escuela, traba
jaba por un pequeño salario y siempre llevaba vestidos baratos,
m ientras que m i m adre vestía m uy bien. D u ra n te toda m i vida me
id e n tifiq u é con ella [ = la in s titu triz ]. D uran te m i adolescencia yo
tam bién tuve que ponerm e [los] vestidos que m i m adre ya no que
ría, y eso me dolía mucho. [Esta p siq uia tra ju n io r tam bién estaba
m al pagada, m ientras que la p siq uia tra senior cobraba bien y era
acomodada y elegante.]
Tercera asociación: M is prim os. T a n to la p rim a como el p rim o
eran buenos amigos míos y pasábamos m ucho tiem po ju n to s en la
propiedad de mis abuelos. Poco después v [¡sic\ = yo] tuve un
pequeño apasionam iento de adolescente p o r él. [Yo había hablado
de los m atrim o nio s australianos entre prim os en m i com entario.]
C uando tenía yo unos 17 años de edad, m i padre lo acusó de ser
hom osexual y le p ro h ib ió ve n ir a nuestra casa. T u v e una escena
con m i padre defendiéndolo, rechacé todo cuanto él decía y tuve
C om entarios:
I. L a negación in ic ia l de p ertine ncia —que tam bién se d io con el
sueño E— representa una reacción m uy simple. Si el sueño no tie
ne relación con la película, no hay que escudriñarlo n i hacer frente
a cuestiones que suscitan ansiedad. Pero inm ediatam ente se opuso
a este escapismo el deseo que esta m u je r em ocionalm ente m adura
tenía de entender, y su deseo in te rn o de ser sincera.
?.. U bicación: La trasposición del lug ar en este caso tiene un
significado diferente del de trasposiciones semejantes de lugar
en los demás sueños. A u n q u e la trasposición del lu g a r a su país de
origen aum entaba la distancia m a te ria l de A u stralia, donde se ha
bía hecho la película, y de Estados U nidos, donde la habían p ro
yectado, psicológicam ente la trasposición reducía la distancia. Fue
en su país de origen donde la soñante nació m u je r —sin pene—,
a llí donde su padre “ fe m in izó ” a su p rim o, y de a llí fue de donde
ella tu vo que h u ir para salvarse de un gobierno to ta lita rio .
, 3. M ad re p riv a d o ra : La soñante iba m al vestida en su adoles-
/) cencía. T en ía que lleva r las ropas abandonadas p o r su elegante
m adre, del m ism o m odo que en el sueño tenía que lle va r un ves
tid o barato prestado por una p siq uia tra senior, agresiva y elegante,
que parece u n su stituto de la madre. Es h a rto evidente que —como
toda m u je r— ésta sentía tam bién que su m adre no le había dado
T' lo que realm ente quería: un pene. H abía nacido hem bra y no va
rón. Esta m anifestación del clásico com plejo fem enino de castra
ción es sin embargo sólo una pequeña parte de la historia. C ie rta
m ente, el m em orándum especifica que la m adre sólo le dejaba los
vestidos que ya no quería. Además, la m adre pagaba tan mísera
m ente a su antigua amiga, que ahora sólo era in s titu triz en su
casa, que la obligaba a vestir de una manera ind ign a. Parece en-
, tonces que la m adre guardaba para sí las cosas que quería, y su
/! b ija y su amiga (la in s titu triz ) sólo recibían los sobrantes. Esta
asociación se presta a varias interpretaciones. R efleja en parte la
creencia in fa n til de que las m ujeres adultas, como las madres, tie
nen en realidad pene. H ay tam bién elementos edípicos. La m adre
m onopoliza toda la vida sexual fem enina en la fa m ilia , se queda
con el am or del padre y deja a su h ija adolescente y su amiga la
HI'A C C IO N E S DE A N S IE D A D 107
"* Algunos p rim itiv o s dan p o r supuesta esta a ctitu d fem enina respecto del
pene. C uando la gonorrea hacia estragos en D uau, el gobierno envió equipos
médicos que exam inaban a los hombres de todos los poblados. E l objeto de
l.t inspección fue seguramente m al enten d ió al p rin c ip io porque u n día Róheim
que estaba en aquel tiem po haciendo tra b a jo de campo en aquella is la -
oyó a uno que llegaba corriendo de o tra aldea decir jadeante: “ Todos al
no DA TO S Y A N S IE D A D
C ornparaeioncs:
El sueño de esta joven puede compararse provechosamente ta nto
con el co m portam iento de las antropólogas como con los sueños de
los analistas varones.
1, E l contraste entre las reacciones de esta joven y el com por
ta m ie n to de las antropólogas es m uy n oto rio . A diferencia de éstas,
no se rió d urante la película, n i se regocijó porque la "c a la m id a d ”
que le había acaecido al nacer m u je r acaecía ahora a los hom bres.30
Antes bien, deploraba su m u tila c ió n y —como m uestran sus asocia
ciones— deseaba protegerlos de esas calamidades. A u nq u e muchas
n io m c enseguida. E l gobierno viene a co rta r el pene a todos los hombres.
¿Q ué h a rá n las p o h re c ita s m u je re s ?” (R óheim , com unicación personal).
30 Una p in tu ra china (Spencer, 1946) representa a eunucos viejos de la corte
burlándose de sus compañeros de desgracia recién castrados.
R E A C C IO N E S DE A N S IE D A D 111
33 Debo m encionar tam bién que la m ecanografía fin a l de este c a p ítu lo con
tenía más correcciones con tin ta ( = enm endaduras) que n in g ú n o tro capítulo.
< >• I U H .O V I I
f i l KNS AS P R O F E S IO N A L E S
fita es sólo tem poral, y con frecuencia dura tan sólo m ientras uno
está efectivam ente dedicado a la la b o r científica, la a ctivid a d cien
tífica en sí puede atenuar u lte rio rm e n te la experiencia consciente
de la ansiedad al p e rm itir una abreacción p arcia l de las tensiones
por la actividad. De todos modos, en cuanto cesa ésta, la ansiedad
lio experim entada conscientemente antes puede manifestarse con
una intensidad abrum adora, característica del "re to rn o de lo re p ri
m id o ” . Además, si la índole de la a ctividad cien tífica es tal que
produce tensiones por sí, la ansiedad puede acabar p o r ser tan
indom eñable que requiera una interven ción psicoterapéutica (caso
25-/). Queda descrito (caso 39) el m odo en que m is propias a c ti
vidades de com entarista me p e rm itie ro n detener la in q u ie tu d m ie n
tras pasaba una película causante de ansiedad. Sobre el terreno
pueden o c u rrir tam bién experiencias semejantes.
Caso 42: Dos antropólogos no sintie ro n “ n in gu na ansiedad”
m ientras observaban, grababan y fotografiaban una circuncisión
fem enina africana sobre el terreno. Pero cuando vieron después la
película K aram oja —que mostraba los ritos, idénticos, de c irc u n c i
sión fem enina de o tra tr ib u — s in tie ro n una “ angustia trem enda” ,
sencillam ente porque su papel de espectador pasivo no les daba
esta vez ocasión de abreaccionar la angustia por m edio de la acti
vidad.
E l c ie n tífico del com p orta m ie nto que se encuentra frente a m a
le r a ] trau m ático no tarda en aprender a u tiliz a r la posición p ro
fesional como pro ced im ien to red u cto r de la ansiedad, sobre todo
dado que puede —d entro de ciertos lím ites— incluso entregarse a
actividades que norm alm ente le causarían intensos sentim ientos de
c u lp a b ilid a d . Y así M a lin o w ski (1932) pudo estudiar la vida sexual
de los isleños de las T ro b ria n d y yo la de los mohave sin sentirnos
voiyeurs y sin que nuestras investigaciones nos estim ularan inde
bidam ente. Sospecho empero que los sujetos que se prestan v o lu n
tarios a ciertos tipos de investigación acerca del coito hum ano (ca
sos 121, 122) sim plem ente aprovechan la d e fin ic ió n cie n tífica de
la situación para fines de acting o ut n eurótico y aun perverso (exhi
bicionista).
Sea como quiera, la creciente aceptación de la ciencia de la con
ducta como una form a leg ítim a de “ hacer ciencia” puede explicar
en parte p or qué las m onografías antropológicas contemporáneas
describen de un m odo m uy franco m ate ria l “ escabroso” que en las
m onografías anteriores se o m itía decididam ente, se describía en la
tín , o se mencionaba sólo con eufemismos y de un m odo que hacía
constar el h o rro r y el disgusto del observador. (En algunas expo-
120 C O N T R A TR A S FER EN C J A Y C O M P O R T A M IE N T O
Cuso 49: E l sacrificio hum ano tam bién se hizo obsoleto entre los
M'tlang nada más porque les parecía m oralm ente errado. A l p rin -
líp io lim ita ro n los sacrificios hum anos a las ocasiones en que una
i ib is m uy grave —como una epidem ia— hacía parecer necesario
t»l recurso a esa antig ua costum bre.1 Después, hacían como si sacri
fie nan un ser hum ano, pero en realidad sólo le punzaban el so-
b iiro y m ataban un puerco en su lu g a r.1 2
Además, cuando un deudor “ sacrificado’' de esta manera de
m andó a sus “ m atadores” p o r daños y los ancianos le otorgaron
una compensación, los sedang ren un ciaron incluso a fin g ir el sa
i l ilíc io de u n hum ano. Para. 1933 ya habían rem plazado las víc-
I¡nías hum anas p or fig u rilla s de cera y se contentaban con m ata r
un búfalo. In cluso racionalizaron esta práctica proclam ando or-
gullusamente que ellos eran más ricos que los espíritus, que tenían
que comer seres hum anos m ientras que ellos se p e rm itía n ¡comer
búfalos! —
listas dos innovaciones culturales o cu rrie ro n antes de que los
sedang fueran sometidos a una presión a cu ltu ra tiv a o adm in istra- |
liva. Se p ro d u je ro n porque, a diferencia de ciertos antropólogos> \
los sedang no consideraban que comer carne hum ana o m ata r gen- J
le fuera “ nada más una costum bre” . De hecho, se alegraron cuan- j
<lo las presiones adm in istrativa s los obliga ro n a abandonar lam - I
bien otra costum bre onerosa. /
Caso 50: C uando los franceses p ro h ib ie ro n las guerras entre t r i
bus y o b lig a ro n a los sedang a rem plazar las incursiones ritu a le s
por simulacros, u n sedang me d ijo : “ ¡Es m ucho m ejor así! A h ora j
podemos gozar del festín de la v ic to ria y em borracharnos a fo nd o j
sin tener que jugarnos p rim e ro la pelleja peleando con los halang.” \
Estos datos m uestran que la a c titu d de “ nada más una costum- \
bre” suele hacer que el investigador com pulsivam ente “ o b je tiv o ” \
no sea nada o b je tivo acerca de las costumbres que estudia. j
b. E l e lim in a r a l in d iv id u o de los inform es etnológicos de cam
po era anteriorm ente un p rocedim iento acostum brado.3
Caso 51: L in to n me m encionó una vez la siguiente observación
5 Los clínicos dinám icos suelen quejarse de que los inform es de tests de los
psicólogos clínicos de segunda cate goría son esquemas vacíos Je sentido y re
pletos de una jerga que hace el papel de in s ig h t verdadero y em patia clínica
creadora.
8 U na m u je r cheyenne anorm alm ente m andona y agresiva, a q u ie n L le w e llyn
y Hoebel ca lifica n de “ psicópata", era casi con toda seguridad un caso grave
de carácter neurótico.
T E l d o ctor Loewenslein me dice que siempre que él y los doctores H a rtm a n n
y K ris trabajaban en algún a rtíc u lo de teoría com probaban toda construcción
teórica citando en el curso de sus disquisiciones pruebas clínicas apropiadas,
aunque p o r razones de comodidad en la exposición a veces no m encionen ese
l u t t N M i iK o n :s io N A i.rs 127
* “ One tria l cum postrem it y*'. Según G u th rie un solo ensayo logrado asegu-
ia el aprendizaje, [ r .t .]
,■ IJ Es dig n o de nota el que los psicólogos cognoscitivislas, que no rehuyen
1 esta cuestión, hacen menos operaciones dolorosas y destructivas en sus a n im a
le s de la b o ra to rio que los psicólogos reduccionistas de respuesta. -
132 C O N T R A T R A S F E R E N C IA Y C O M P O R T A M IE N T O
A P L IC A C IO N E S S U B L IM A T O R IA S Y
D EFEN S IVA S D E L A M E T O D O L O G ÍA
para la ciencia. Por ejem plo, aunque la idea de registrar los sueños
provocados p o r la película sobre la subincisión (caso 39) se debía
—hablando psicoanalíticam ente— a m i deseo de resolver las ansie
dades que en m í despertaba, era al m ism o tie m p o p ro du cto de la
sublim a ción y p o r eso co nd ujo a una empresa científicam ente vale
dera. Por desgracia, en algunos casos és precisamente la evidente
u tilid a d de ciertos procedim ientos científicos la que fa c ilita la es-
cotom ización de sus funciones defensivas. Esto conduce a emplear
indebidam ente técnicas válidas para fines p rim o rd ia lm e n te defen
sivos, disfrazados de o b je tiv o y desapasionado “ hacer ciencia” . Este
autoengaño escapista —causa de tanta labor cien tífica de segunda
categoría— sencillam ente aprovecha el hecho sabido de que el me
jo r escondite para el inconsciente irra c io n a l es detrás de la fachada
de los problem as realistas respetables, relacionada en este caso con
las técnicas del “ hacer ciencia” .
E l desapasionamiento tem poral que el m étodo c ie n tífic o nos
ayuda a conseguir es tan le g ítim o como el desapasionamiento tem
p o ra l que el c iru ja n o logra cubriendo de m ate ria l aséptico todo
menos el campo o p e ra to rio efectivo. Pero la calma q u irú rg ic a tam
bién puede llegar a convertirse en fin en sí: algunos cirujanos son
neuróticam ente propensos a operar con c u alqu ier pretexto y así
dan p o r su lado a m ujeres masoquistas, adictas a la p o lic iru g ía
^ ^ M e n n in g e r, 1938). De lo que se trata aquí no es del enfoque cul-
' tu ra lista, n i de la construcción de sistemas, n i de pruebas psicoló-
j gicas, sino del empleo inconsciente de expedientes metodológicos
buenos sobre todo como mecanismos de defensa y sólo in c id e n ta l
m ente como técnicas científicas (sublim atorias). Esos expedientes
pueden emplearse como sublimaciones solamente si pueden obte-
v nerse dos fines con el m ism o procedim iento:
j 1] La reducción perm anente de la ansiedad (subjetiva) y
|^2] la producción de resultados no deformados.
Los expedientes que no logran estos dos fines son sencillam ente
defensas que, si bie n a liv ia n tem poralm ente la ansiedad, no tienen
n in g ú n fin creativo. E n tre estos dos extrem os hay toda una gama
de m ovim ientos m ixtos, entre ellos el em pleo parcialm ente neuró
tico de expedientes que los expertos más capaces de insig ht em-
j plean ante todo como sublimaciones creativas.
L a protección o am o rtig ua m ie nto p o r la sublim ación es t i p if i
cada p o r el m étodo cien tífico , que com prende al arte de fo rm u la r
abstracciones ú tile s así como definiciones de universos de discurso.
C iertam ente, aparte de su u tilid a d o bjetiva, la buena m etodología
im p id e tam bién las distorsiones groseras de trasferencia y contra-
trasferencia. Es incluso probable que si la hum anidad hubiera es-
•t ( IC :A C K )N £S S U B L 1 M A T O R IA S V DF.FFNSIVAS 137
no era una usanza fo rm a l sino tan sólo su in se nsib ilid ad lo que ha
d a a los sedang m atar a los puercos del sa crificio con le n titu d ,
no me sentía obligado a seguir más que la costum bre básica. Si
h ub ie ran m ediado m otivos neuróticos (a cting out), sin duda me
h ub ie ra sentido “ o blig a d o ” a m atar al puerco tan lentam ente como
los sedang. En cambio, un investigador de campo inconsciente
m ente sádico se h ubiera convencido de que su “ in te g rid a d cien
tífic a ” de observador p a rticip a n te exigía que m atara al puerco con
la misma le n titu d de los s e d a n g ... aunque la usanza fo rm a l de
los sedang no lo exigiera.
La posición profesional, así como los métodos y técnicas cie n tí
ficos, pueden emplearse efectivamente tan sólo si uno comprende
que, en el n ive l inconsciente, hacen tam bién de defensas contra
la ansidad que nuestros datos suscitan. Si se niega su fu n c ió n de
fensiva, no tardarán en emplearse ante todo con fines defensivos,
y sobre todo cuando más ostentosamente se empleen con fines de
"‘hacer ciencia” .
CAPÍTULO IX
L O IR R A C IO N A L E N L A IN V E S T IG A C IÓ N S E X U A L
' Kn su ¡.¡\i.\tm tn (N4íi vv., 1702 a.v., vit:.) se m encionan varias veces las erec
ciones en ausencia ilo compañía sexual potencial.
a 1.a ¿ lile del e jé rcito tchuno oslaba compuesia p o r la le g ió n sagrada} de 150
parejas homosexuales ( l’ lu la ito , P e ló fíid a s , 18).
1 ,0 IR R A C IO N A L E N L A IN V E S T IG A C IÓ N S E X U A L 143
Ente espionaje se llegó a hacer tan m olesto que fue necesario tom ar
medidas drásticas para ponerle fin* l’ !
U n o de los problem as menos reconocidos del tra b a jó sobre el
tm e n o es que algunas trib u s son incapaces de id e n tific a r debida
mente el sexo anatóm ico y fu n cio n a l de los extraños, porque su
vestimenta y com portam iento poco fa m iliares d ific u lta n los in te n
tos de la trib u de tra ta r esos datos de los sentidos como indicios
de su id e n tid a d sexual. Esto tiene cierta im p o rta n c ia porque la
ide ntid ad anatóm ica y el estatus fu n cio n a l de los extraños deter
m inan la categoría que se les asignará y co nfig uran tam bién lo
que de ellos e xija el g ru p o (ca p ítu lo x ix ).
Caso 67: A u nq u e la m ayoría de los sacerdotes católicos van pér-
lectamente rasurados, los m isioneros suelen lle va r barba, para qüe
la trib u sepa que a pesar de sus “ faldas” y de su celibato son
hombres (esta in fo rm a ció n procede de u n m isionero e ru dito ). O tra
d eterm inante de esta práctica puede ser la "protesta m asculina”
(La Barre, sin fecha).
En otros casos es la conducta del investigador de cam po la que
suscita dudas acerca de su cond ició n sexual. Después veremos
que los p rim itiv o s a veces «obrestiman la edad de los investiga
dores jóvenes porque relacionan su conducta independiente con la
de las m ujeres después de la menopausia, que pueden trasgredir
las reglas que rigen el co m p orta m ie nto de las m ujeres todavía
fértiles (caso 278).
Caso 68: La conducta independiente y algo brusca de una traba
jadora de campo heterosexual hizo creer a la tr ib u o b je to de su
estudio que era una lesbiana.
Caso 69: La conducta segura de sí de una trabajadora de campo
se interpretab a como muestra de desenfreno sexual o por lo menos
de d is p o n ib ilid a d , y creó serios problemas. (Para una reacción d i
ferente véase caso 278.)
A veces, la continencia de los trabajadores de campo suscita du
das, si no acerca de su sexo, al menos acerca de su v irilid a d o fe
m ineidad. Esto puede falsear la posición del investigador en aque
llos grupos donde la a ctivid ad sexual es determ inante im p o rta n te
de la categoría de u n in d iv id u o .
Caso 70: Los varones de una pequeña región de H a ití se con
sideran más virile s que los demás. La consecuencia es que los cam
pesinos h aitianos forasteros que pasan p o r la comarca se ven a
veces obligados a co ha bita r con una m u je r de a llí, que después
debe dar u n in fo rm e p ú b lico de sü com portam iento. (Datos p ro
porcionados p o r u n intelectua l h a itia n o b ie n inform ado.)
E l sexo del investigador ta m bién determ ina lo que se le p e rm itirá
146 C O N T K A T R A S F E R F J'.C IA Y C O M P O R T A M IE N T O
este punto, parece líc ito exam inar tam bién los aspectos más psico
lógicos del problem a.
Independientem ente de que pensemos que la sexualidad occiden
tal es más neurótica que la de otras gentes o que, como yo, sos
tengamos que es tan sólo diferentem ente neurótica, las reacciones
del sujeto al observador p a rticip a n te tienen que ser tan a típ i
cas como si el sujeto cohabitara con un m ie m bro de su g ru p o
gravemente neurótico, y esto independientem ente de que la d ife
rencia c u ltu ra l o el neurotism o se m anifiesten en form a de com
p ortam ien to sexual desusado o en la de reacciones emocionales in
sólitas. Es ine vitab le así una colisión psicológica traum ática entre
los participantes, si uno de ellos pertenece a una c u ltu ra de “ ver
güenza” y o tro —p or lo general el trab aja do r de campo— a una
de “ c u lp a ".11 Además, cuanto más intensa es la interacción, más.
drásticas han de ser sus repercusiones psicológicas.
N o menos im p o rta n te , aunque de m odo diferente, es un hecho
que en cierto sentido afecta a todas las situaciones de observador
p articipante. H a b la n d o objetivam ente, una interacción de este tip o
ya no provoca com portam iento “ a b o rig in a l” sino “ a cu ltu ra cio n a í” .
N aturalm ente, yo he ind icad o (capítulo x x i) qpe la reacción del
sujeto q el g rupo a la “ p e rtu rb a ció n ” ocasionada p o r la presencia
del trab aja do r de campo es uno de los datos más fundam entales de
todos los de la ciencia de la conducta. Esto entraña necesariamente
que la respuesta sexual del “ sujeto” en la situación de “ observación
p articip a n te ” es tam bién, potencialm ente, un dato fundam ental,
con ta l que:
1] Se reconozca que es respuesta a una “ p e rturb ación ” y por lo
tanto, un com portam iento “ a cultu ra cion aí” ,
2] que se suplemente la observación con in fo rm a c ió n verbal re
la tiva a respuestas “ normales” (no aculturantes), y
3] que el observador tenga cabal conciencia de su p ro p io “ valor
de estím ulo” en el sentido de M a y ;12 que sepa claram ente a qué
reacciona su “ sujeto” .
Esto es d ifíc il incluso para los psicoanalizados, en cualquier mo
mento, y absolutamente imposible de conseguir en el curso de un
acto sexual objetivamente normal, que:
a] necesariamente im p lic a una o bn u b ila ció n tem poral de la con-
11 Pero observo que los sentamientos (lo culpa edípica existen tam bién en las
culturas de “ vergüenza"
“ M a rk A . îyfôy (1930) d efinía la personalidad como el va lo r de estím ulo del
in d iv id u o .
154 CONTRATOASFERENCIA Y COMPORTAMES 111
,s Ilu s tró aptam ente este c rite rio decisivo W . Reich (1927), antes de conver
tirse en exponente de la vegetoterapia y la terapia orgónica.
IM |M M I O N M , EN L A IN V E S T IG A C IÓ N S E X U A L 155
APÉNDICE
I, A P E R T IN E N C IA D E LA S P R IM IT IV A S
I E U K ÍA S D E L A C O N D U C T A
gía del conocim iento, o sea como formas de co m portam iento cul-
I ni al. Si se h ub ie ran estudiado tam bién como enunciados acerca
del com portam iento, esas ideas h ub ie ran p o d id o fa c ilita r el descu
b rim ie n to de muchos hechos y p rin c ip io s nuevos.
Caso 108: Sólo ú ltim a m e n te descubrimos los p rin c ip io s psicoló
gicos y fisiológicos que explican la eficiencia de las prendas de
vestir y las moradas de los esquimales. En cuanto fu eron e nte nd i
dos estos p rin c ip io s fue posible entender tam bién p or qué las “ me
joras” que los exploradores del Á rtic o hablan hecho a su vesti
m enta en rea lid ad red u je ro n esa eficiencia. “ La solución del
indígena era perfecta; para com prenderlo sólo necesitábamos en
tender la teoría en que se basaba ta l vestim enta” (Lévi-Strauss,
1955).
En los laboratorios m odernos se redescubren ahora muchas ob
servaciones antiguas o p rim itiv a s ;
Caso 109: U n g ru po de investigadores en el M o u n t Sinai H os
p ita l de Nueva Y o rk descubrió ú ltim am e nte que los ojos se m ue
ven cuando uno sueña (D em ent et. al., 1957a, b). Pero este descu
b rim ie n to ya lo había hecho hará unos 2 500 años Esquilo, q u ie n
en sus Coéforas (versos 287 ss.) menciona los m ovim ientos de las
cejas d uran te un sueño de angustia.
Caso 110: En la sátira de E sq uilo Los pescadores (versos 810 ss.,
Lloyd-Jones) se alude claram ente a los efectos placenteros de la con
tem plación del paisaje p rim ig e n io . En los Portadores de L ib a c ió n
del m ism o E squilo (versos 753 w.) hay una ju s tific a c ió n de la so
lic itu d de ser amamantado.
Obsérvese que cito deliberadam ente a E squilo porque se entien
de que no es un gran psicólogo. Si hub ie ra decidido c ita r al estu
pendo psicólogo Eurípides, no hub ie ra sabido p o r dónde empezar.
E l caso clásico es, naturalm ente, el com plejo de Edipo.
Caso 111: A ctualm ente son incontables los trabajos que se p u
b lica n para p ro ba r que este com plejo lo describieron muchas veces
162 C O N TR ATR AS FE R FJS 'C IA Y C O M T O R T A M IE N T O
I ns D IS T O R S IO N E S c u ltu r alm e n te im p u e s t a s
1 ( IrtmgHH'M' la nlisei vación tic Dirac: "F.l electrón es una ecuación d ife
ren cia l."
3 l.a óptica (o n |MiM n ia i ) n riv im iia n a m - d erivó p rim o rd ia lm e n te de una ex
plicación de la te lle s lóu de la lu / l.a óptica fresneliana (o n d u la to ria ) se d erivó
de las explicaciones del leiióm eim de interferencia.
IH IT O K M O N E S CULTUR ALM ENTE IM P U E S T A S 171
a nteriorm ente Ies había dado él, sino que calificaba el seducir a
niños de in d ic a tiv o de grave enferm edad psíquica.3
Siendo el in n o va d o r a veces u n sujeto d ifíc il de tra ta r, la socie
dad suele arreglárselas para castigarlo de m odo que resulte casi
im posible dem ostrar que lo castigó por su o rig in a lid a d y no por
su conducta disidente. Este m étodo puede emplearse tam bién para
im p e d ir toda averiguación de ios aspectos más insólitos de una
d iscip lin a consagrada.
Caso 125: Hasta que en 1958 fue p ro m o vid o W eston L a Barre al
profesorado de tiem po com pleto, n in g ú n a ntrop ó lo go psicoanalí-
tico tu vo jamás el títu lo de profesor titu la r en n in g ú n departa
m ento norteam ericano de antropología.
Caso 126: Antes de la era atóm ica, muchos físicos nucleares hoy
famosos desempeñaban papeles m uy secundarios en los departa
mentos de física a que pertenecían.
Estos hechos llam an p articu la rm e n te la atención si observamos
que incluso la reb elión centra un m odo p a rtic u la r de pensar de
te rm ina do cu ltu ra lm e n te suele justificarse apelando a o tro m odelo
de pensam iento —igualm ente c u ltu ra l— (K ahn, 1962).
U na rebelión com pulsiva y poco considerada —p o r su m otiva
ción inconsciente— contra los modos de pensar tradicionales tam
poco es necesariamente, claro está, creadora. E l rebelde com pulsivo
sólo suele descubrir problemas nuevos, pero es m uy poco capaz de
resolverlos, sencillam ente porque, a diferencia del p io ne ro de bue
na fe, n o lo mueven sublim aciones sino una necesidad inconscien
te de rebelarse e im pugnar. Por consiguiente, sus planteam ientos
suelen estar form ulados tan indebidam ente que no se les puede
d a r una solución cien tífica m ientras no los redescubren y rep la n
tean en su form a debida, solucionable, científicos genuinos.4
N aturalm en te, la o rto do xia angustiada de la vieja guardia des
provista de ta len to es tan estéril en la ciencia y las artes como la
angustiada heterodoxia del rebelde desprovisto de ta len to (K ahn,
1962), que trata de disfrazar su fa lta de in sp ira ción con extrava
gancias puram ente externas y que p o r lo ta m o no im p o rta n en
la ciencia —o las artes—, y además suelen no ser o tra cosa que los*
* Las nociones subjetivas de lo que p u e d e ser “ verd a d " h icie ron que SieboJd
rechazara el trab a jo de N. W agner acerca de la p e cu lia r reproducción de un
je jé n (W lgglesw orth, Beattie sigue atacando el descifram iento, general
m ente aceptado, de ta cs< r itm a lin e a l B p or M. V entris (Chadwick, 1958). Este
co m p o rta m ie n to equivale a una fausse no n-re conn aissance (Devereux, 1951a,
19í>7c).
4 Precisamente de este tip o son el “ p lanteam iento de problem as" de Groddeck.
o W . Reich y e l de Km/.ybskl y m i s p a rtid a rio s en lógica y p siq u ia tría .
H iM lo M S CULTUR ALM ENTE IM P U E S T A S 173
LOS A N T E C E D E N T E S SO C IA LE S D E L C IE N T ÍF IC O
lados con Los jefes ind ios relativos a cosas sobre las que aquellos
|i’lr*s no tenían una ju ris d ic c ió n verdadera, les im p u ta b a n sistemá-
Ili ámente facultades que no poseían, para dar a aquellos tratados
lu t/usos una apariencia de legalidad. Es al m ism o tiem po pro ba
ble que esta im p u ta ció n de facultades absolutas a los jefes no fuera
del lodo cínica y que se debiera en p arte a las nociones puram ente
♦ti <¡dentales acerca de la naturaleza de los poderes del monarca.
Algo semejante o c u rrió tam bién en la com pra por particulares de
lim a s poseídas por el g ru po de los kiku yu s (Leakey, 1952).
I*.h algunos casos, la organización p o lítica de una trib u es tan
diferente de las teorías políticas occidentales que su análisis re
n d ía m uy d ifíc il incluso para los antropólogos experim entados.
(¡aso 151: Es m i o p in ió n bie n considerada que no entendemos
verdaderamente la organización p o lítica p rim itiv a de los mohaves
ni en estas fechas podemos ya obtener los datos necesarios para
rilo . Nuestras prim eras fuentes españolas describían las funciones
del jefe p rin cip a lm e n te en fu n ció n de las ideas españolas acerca de
lu soberanía, y —m uta tis m uta nd is— o tro ta n to h icie ro n los p r i
meros documentos oficiales norteamericanos. E l breve examen que
hace Kroeber (1925a) de la organización p o lític a mohave es in-
lo m p le to en muchos aspectos. M i p ro p io tra b a jo (Devereux, 1951b)
describe p rin cip a lm e n te los contactos políticos mohave-americanos
y por e llo no arroja una luz autentica sobre la estructura del poder
Irib a l mohave o rig in a ria . L a “ épica h istó rica " p ublicada por K roe
ber (1951a) es demasiado fabulosa y estilizada para dar algo más
que una idea vaga de la organización p o lítica en los tiempos p ri-
m itivos. T odos los demás datos sobre el gobierno mohave son
igualm ente defectuosos, debido sobre todo a que la organización
p o lítica mohave no concuerda con nuestras ideas habituales acerca
de la organización p olítica . Siendo ind efen dib le la suposición (po
sible en teoría) de que la organización p o lítica de los mohaves era
sólo un m odo de anarquía, es evidente que nuestras ideas acerca
del gobierno mohave sencillam ente no son lo suficientem ente ex
plícitas n i precisas para p e rm itirn o s siquiera la co nstitu ción de u n
m odelo teórico.
Las modas y los caprichos científicos in flu y e n hondam ente en
la investigación (caso 51).
Caso 152: L a m anía de in te rp re ta r sistemáticamente todos Ios>
m itos como m itos de la naturaleza tiene m ucha vida en los estu
dios clásicos: testigo, los prim eros volúmenes de Roscher (1884—).
Caso 153: U n profesor de antropología de una de las máximas-
universidades norteamericanas, que había re cib id o muchas becas
de investigación para su labor de campo, me hizo ver que actual-
188 E L C IE N T ÍF IC O Y SU C IE N C IA
L A C O N D IC IÓ N H U M A N A Y L A
A U T O P E R T IN E N C IA D E L A IN V E S T IG A C IÓ N
1 I.;» espn il ionl<’m «Ir 'ViiiimIn iir m o n te ’' e lim in a de la consideración las m á
quinas (lite operan ( Iheriiéiliuiui'titc.
<|<<|A n HUM ANA y AUTO PERT1NENC1A 193
*í una m áquina, que una vez más id e n tifica b a al hom bre con
■iiim ales. U n a consecuencia de este m odo de ver es la tendencia
H inpotánea a estudiar al hom bre via la rata blanca y, en el
mo <1tre m o , a considerar incluso la activid ad m ental del hom-
(nii sólo como una variante del fu n cio n a m ie n to p ro to típ ic o
lo* "cerebros” electrónicos. Pero un m om ento de re fle x ió n hu-
i debido hacer ver que es el cerebro electrónico el que funcio-
•mno un cerebro hum ano y no a la inversa, porque es la mente
iMiiu la que creó esas m áquinas a manera de réplicas de ella
ni.i, m ientras que las com putadoras electrónicas todavía no han
u ln hacer ‘‘mentes’’ como las suyas.
i I «y, claro está, científicos que hacen cuanto pueden p o r pensar
i com o com putadoras electrónicas. Y fa lla n notoriam ente, por-
*ti perversa a m b ició n es im pulsada p o r su inconsciente, cosa
, las com putadoras todavía no tienen.
IXis cosas parecen claras:
I La a ntrop o m o rfiza ción de m áquinas y animales (que es una
pioydcción) conduce necesariamente, al oscilar el p é n du lo hasta
1 aro extrem o, a una zoom orfización y /o m ecanom orfización del
' abre (lo que es una introyección).
La antrop o m o rfiza ción de m áquinas y animales —aunque erró-
• tiene al menos la excusa de c o n s titu ir un in te n to (fa llid o )
u le n d e r p o r com pleto. La zoom orfización o m ecanom orfización
' hom bre trata en cam bio de segmentalizar la com prensión, de
ludo a las ansiedades que la em patia provoca en el científico, y
(Hit e llo conduce a groseras deform aciones de la realidad.
M enfoque segmentario, naturalm ente, rin d e datos verificables;
lo que interesa es sencillam ente saber si esos datos son pertinentes
ptiia el asunto que se entiende hay que averiguar. La acústica es
iiiiti rama im p o rta n te de la física y los surcos de un disco fonográ-
lit o pueden medirse con gran precisión; lo que está por ver es que
r^os datos nos digan algo que valga la pena saber acerca de un
i m inero para cuerdas de M ozart. Ese estéril re d u c ir los datos a
i (mils no esenciales no es m etodología sino una defensa contra ta
angustia. N o resuelve el problem a de la o b je tivid a d y sólo lo esca
motea. N o es necesario decir que nadie pone en duda la u tilid a d
«Ir los datos obtenidos en los experim entos con ratas n i siquiera,
d i muchos casos, su interpretación . L o que no nos parece bien es
l.i tendencia a im p utarles u n alcance y una relevancia que no tie
nen n i pueden tener.
U n m odo m ucho más objetable de aum entar la distancia entre
uno y su sujeto (an im a l o h um ano) era —hasta que los médicos
nazis empezaron a e xpe rim en tar con seres hum anos en los campos
194 E L C IE N T ÍF IC O Y SU C IE N C IA
* Kl pelo y la lana rizados están prácticam ente ausentes en los animales sil-
K'Mies y parecen ser consecuencia de la larga domesticidad.
196 E L C IE N T ÍF IC O Y SU C IE N , i <
«
l.'iN HUM ANA Y AUTO PERT1NENCIA 197
están dispuestas a hacer lo que sea con ta l que uno cese de negar
su existencia al no hacer n in g ú n caso de ellas.”
E l negarse a responder afectivam ente es un pecado ca rd in a l en
tres culturas p o r lo menos.
Caso 182: La famosa respuesta de C aín: “ ¿Soy yo acaso el guar
diá n de m i hermano?” , se nos presenta {Génesis, 4.9) como un
crim en casi tan odioso como su fra tric id io .
Caso 183: E l no haber Parfisal preguntado al Rey pescador lo
que le aquejaba lo descalificó tem poralm ente en la búsqueda del
santo G ra a l (Weston, 1920).
Caso 184: Según los mohaves, cuando quem aron al dios M ata-
v ily e todos, salvo los blancos, se lam entaron francam ente. De ahí
que la dureza y el no dejarse im p lic a r em ocionalm ente sean hasta
hoy, según los mohaves, de las características más repulsivas de los
blancos, de quienes a veces se dice que son prácticam ente in h u
manos. Este episodio del m ito de la creación, que claro está que
es posterior a la llegada del hom bre blanco, se fo rm ó probablem en
te de acuerdo con la tra d ició n del atroz co m p orta m ie nto del Co
yote en el fu n e ra l de M ata vilye , que le v a lió una mancha negra
en el hocico y le c o n v irtió en un loco indeseable, errante por el
desierto (Kroeber, 1948b). (Compárese con el caso 321.)
La no responsividad es p articu la rm e n te in ju s tific a b le en las cien
cias de la conducta, ya que puede provocar graves reacciones de
ansiedad y regresión en aquellos a quienes uno hace sentirse co
n e jillo s de Indias. Esto explica, entre paréntesis, p o r qué los ana-
lizandos con Yos gravemente dañados no debieran ser sometidos a
silencios prolongados en el tra ta m ie n to psicoanalítico y p o r qué,
cuando hay una regresión súbita y excesiva, el terapeuta tiene que
volverse responsivo inm ediatam ente.
Caso 183: Por razones que no estaban claras en aquel m om en
to, una m uchachita m oderadam ente neurótica empezó súbitam ente
a tener alucinaciones de que sentía el falo de su padre en la va
gina. Su analista le d ijo al p u n to que se levantara del sofá y se
sentara en un s illó n frente a él. Esta respuesta súbita y firm e del
analista hizo que la m uchacha se salvara de u n brote psicótico.5
A veces incluso una im personalidad ilu s o ria puede ocasionar p ro
blemas en la terapia psiroanalítica.
Caso 18b: U na ind ia de las praderas m encionó en su análisis que
siendo enfermera del e jército en la segunda guerra m u n d ia l, un
fotógrafo deseó Im m o le una fotografía para un periódico, para
dem ostrar que los indios tam bién p a rtic ip a b a n en el esfuerzo bé-1
T En <4 raso K>1 apuntó «put Jenofonte de mente de in clin a ció n o lig á rq u ica
p ic c n u i/iilia lu u iM i n iló n «le lio tn ln n i, caballos sementales y perros, aunque esto
c iii c tm lin ilo it In iim in/ii gileg.n i ’ lntón, orien ta d o no menos oligárquicam ente
( / ’ro/riguMM, IM c ) es iiiio «Ir los |m«os que m encionan esclavos eunucos en Ate-
nii¡». Iln o d o to , m u i lio unis ricm oi i illico , se h o rro riza ante la castración de seres
h u tn u iiO H y en m m Im i pumi)™ dit u entender que es una señal de tiran ía .
HriJI-O XIV
' I. AU 'T O M O D E L O : S O M A T O T IP O Y R A Z A
taba p o r qué, en ese caso, no lleva cuatro eles el verbo ál- cuando
se trata de cuadrúpedos.
En un n ive l más a m p lio , hace tiem po que destacaba Ferenczi que
todas las cavidades tienden a ser vistas como símbolos de la va
gina y todas las protuberancias como símbolos del pene, lo que
■explica por qué se habla de enchufes macho y hem bra.* En el
m ism o sentido se habla de to rn illo s de rosca a derechas y a izqu ier
das, y siempre se habla de la “ derecha” antes que de la “ izq u ie r
d a ” , ta l vez porque la m ano derecha es la predom inante.
En un n ive l aún más general, R óheim (1952) pudo demostrarme
que el m un do en apariencia externo del contenido m anifiesto de
u n sueño es proyección del p ro p io cuerpo del soñante, visualizado
com o casa o paisaje.
El autom odelo subyace incluso a nuestra concepción de lo “ na
tu r a l” y lo “ irre d u c tib le ” . T a l vez los niños q uiera n saber de dón
de vienen; no preguntan p o r qué están vivos o tienen cuerpo. El
m ism o autom odelo determ ina tam bién qué parte de la realidad
externa requiere una “ e xp lica ció n ” (metafísica). N in g ú n m ito ex
plica p o r qué las vacas, como nosotros, tienen cuatro m iem bros; lo
que explican es p o r qué, a diferencia del hom bre, el ave tiene alas,
el pez aletas y las serpientes carecen de m iem bros. M ais nous avons
■changé to u t celai * * L. J. H enderson (1913) trató incluso, entre
otras cosas, de e xp lica r por qué —no cómo, sino p o r qué— es buena
e l agua ¡para los peces!
E l hom bre tam bién establece órdenes de categorías para las de
más personas —y aun los animales— según su co n fo rm id a d o fa lta
de co n fo rm id a d con el m odelo que él tiene de sí mismo.
Caso 188: E n un relato griego, u n hom bre salva a un águila de
una serpiente porque el águila le parece a él una bestia más na
tu ra l (A e lia no : De la naturaleza de los animales, 17-37). Parsifal
salva a un león de un dragón p o r el m ism o m otivo.
La única excepción visible a esta regla es el disgusto que el h om
bre siente por los monos superiores, que se parecen al autom odelo
al mismo tiem po demasiado y demasiado poco. Esta observación
suscita problemas que se estudian m e jo r a p ro pó sito de la im p o r
tancia del m odelo de personalidad para entender las reacciones del
género hum ano a lo m asculino y lo fem enino (cap ítu lo xv).
Siendo el autom odelo una pauta hum ana hondam ente grabada,
el reconocim iento de q u r uno está "d iscorda nd o ” —enferm o, me-
! sa lu d y e n f e r m e d a d : e l m o d e lo “ no r m al”
los sin esfuerzo. Esto debería ser evidente para todo aquel que haya
visto alguna vez incluso a personas jóvenes sin gafas tratan do tic
consultar un d ire c to rio telefónico en una cabina pública. Y luego,
por un razonam iento circular, este tip o de letra anorm alm ente pe
queño se convierte en la norm a con que los optom etristas determ i
nan la cantidad de corrección que “ necesitan” los ojos de un
paciente. Esta norm a no se basa en consideraciones de orden esta
dístico n i objetivam ente científicas. Es probable que se deban a un
problem a de índole económica actualm ente obsoleto. En un tiem
po en que el tra b a jo del im presor y la vista del e ru d ito eran ba
ratos y el papel caro, los libros se im p rim ía n con el tip o de letra
más pequeño posible, y desde entonces, aquel tip o fin o ha sido el
origen de las normas optom étricas. Por eso nos preguntam os cuál
hubiera sido el c rite rio o pto m é trico de la visión norm a l de haberse
debido a un o fta lm ó lo g o de la tr ib u de los calmucos, conocidos
p o r su m iopía.
Caso 199: La in flu e n cia del autom odelo en el quehacer cientí
fico se demuestra im p lícita m e n te p o r el hecho de que yo me in
teresé en las normas de optom etría y estudié su h isto ria porque
constantemente se me estaban fatigando los ojos al leer impresos
con tip o fin o .
E l empleo de normas somáticas a rb itra ria s basadas en el auto-
m odelo puede incluso tener consecuencias sociales catastróficas.
Caso 200: Varios intelectuales haitianos, entre ellos dos médicos,
me aseguraron que la llam ada rebelión “ Caco” contra las tropas
de ocupación norteamericanas se debió en gran parte al hecho de
que los inspectores norteam ericanos castigaban a los trabajadores
haitianos, subalim entados y parasitados, p o r no poder realizar la
cantidad de tra b a jo considerada n o rm a l para obreros norteam eri
canos sanos y bien alim entados.
Caso 201: Los españoles acabaron con la población in d ia de las
A n tilla s , en parte p o r e x ig ir de sus esclavos indios la misma ca nti
dad de trab ajo que habían puesto por norm a los esclavos negros,
racialm ente más robustos y m ejor adaptados a los trópicos que los
indios.
En resumen, la ¡dea de que prom edio estadístico es igual a sa
lud eitlá viciada por una parte por la prevalencia estadística de
(¡c'itas condiciones patológicas y por la otra, por la explotación
de una norma subjetiva y /o sociocultural del autom odelo, que por
lo ta nto no tiene valor cien tífico . Además, si el m édico tom a su
autom odelo o el de su taza— como línea básica de diagnóstico,
es probable que m u irla errores y omisiones en su diagnóstico.
i H I M im t '.L O : S O M A T O T IP O V R A ZA 213
■I A U T O M O D E L O R A C IA L
3. EL AUTOMODELO R AC IA L EN EL DIAGNOSTICO
servé que sus pies eran masas inform es llenas de callos, juanetes,
(hielos torcidos y uñas m al cortadas. E l estado de sus pies la había
in m o viliza d o prácticam ente, y eso había im p ed ido que perdiera
peso.
Algunas veces hay tam bién tendencia a pasar por alto las con
diciones que se sabe son raras en una raza dada.
('.aso 231: U n doctor no hizo n in g ú n caso del n o to rio hirsutis-
m<> facial de una joven negra p o r más que, dada la clara p ie l de
la paciente, fuera bastante lla m a tivo .
En cam bio, el doctor joven suele tener bien presentes, como debe
ser, las enfermedades conocidas por su frecuencia en determ inada
laza. De ahí que nunca haya visto al doctor joven menos capaci
tado descuidar una ind icación de anemia drepanocítica en un
paciente negro, n i dejar de buscar cuidadosamente tumores íib ro i-
des en el útero.
En general, los descuidos debidos al autom odelo parecen lim i
tarse a dolencias relativam ente poco im portantes y en verdad, nun-
i a tuve la im presión de que se reconociera a los pacientes negros
menos atentam ente que a los blancos, n i ta l negligencia hubiera
sido tolerada en n in g u n o de los tres hospitales mencionados en
los casos que preceden.5
El papel que desempeña el autom odelo en el diagnóstico psi
q u iá tric o sólo puede verse brevemente, en parte porque este capí
tu lo está consagrado ante todo al análisis del autom odelo somático
y en parte porque ya he estudiado el problem a en otras p u b lic a
ciones (Devereux, 1951a, 1956c, 1961a, 1963a). Baste destacar que
n i el diagnóstico p s iq u iá tric o in te rc u ltu ra l, las distintas experien-
<¡as culturales de terapeuta y paciente constituyen obstáculos de
gran m a g n itu d para el diagnóstico adecuado y la com unicación
terapéutica. D ificu lta d e s semejantes se h a lla n en la p s iq u ia tría in
fa n til (Devereux, 1965b).
En cuanto al problem a caro a los antropólogos antipsicoanalí-
ticos, n in g ú n analista sensato duda verdaderam ente de que haya
apegos y hostilidades edípicos diferentem ente d istribu ido s, en las
sociedades m atrilin ea les y tam bién en aquellas donde, debido a la
in flu e n cia de un sistema cla sifica to rio de parentesco, hay varias
personas que cum plen funciones maternas (y¡o paternas). Es evi
dente asimismo que la o rien ta ción de las hostilidades edípicas ha-
l£L A U T O M O D E L O : E L SEXO
I. t. L D E S A F ÍO D E L D IM O R F IS M O SEXUAL
• II** m odo semejante, muchos textos de sociología empiezan con una e xplica
tio n del gregarismo hum ano, olvidándose del hecho de que siendo el hom bre
Uim especie gregaria (aunque no necesariamente “ social” ), el que requiere una
«‘«pli* ación c ie n tífica —no m etafísica— no es el ho m b re gregario sino el e rm itaño.
[223]
224 EL C IE N T ÍF IC O Y SU C IE N C IA
2. I.A IN F L U E N C IA D E L A U T O M O D E L O E N L A
IN V E S T IG A C IÓ N S E X U A L Y L A LA B O R D E D IAG N Ó S TIC O
* Aunque m tiu teoría» rep i enrulan en p a rte una reacción a la insensata per
secución « n n iiii lo s e x iiu liu rtitr anorm al, dan más créd ito a la h u m a n id a d de
SUR rxjxiiirMii'n que a m i tr o !id o ro im in .
,0 F.l em pleo de (tt pulido n "o b je to ” es le g itim o cuando se habla de las per-
versionrN, que siempre m ln lm l/un la h u m a n id a d del com pañero (cap ítu lo ix).
■ i. auto m o d elo : el sexo 231
11 t in hecho. ul^o mIvIhI, luí ve; arlare esto. Cuando dos personas de d is tin to
w ho «ton I m iip iiin de m t n lt lr t r r co n ta d o en los campos donde p o d ría n tener
e x p riie iu lux fn n u trtu s , m irlen m iN liU iir la conversación p or u n contacto sexual
CXCiilo <!r n IxiiIIIi mío. Ahí d n III una m uchacha u n ive rsita ria describiendo una
cita colectiva a ciegn*; "I.tm que encontraron pareja interesante, h a blaron: las
que no, acal telaron."
r i, auto m o delo : el sexo 235
Caso 264: Algunas otras analistas han aceptado en cam bio las
form ulaciones de F reud acerca de la psicología fem enina aún más
cabalm ente de Freud acerca de la psicología fem enina aún más
Greenacre (1953), q u ie n h iciera el im p o rta n te descubrim iento de
que las m ujeres no sólo sienten e nvidia sino tam bién pavoroso
respeto p o r el pene. En cuanto a Helene Deutsch (1944-45), su
excelente obra sobre la psicología de las mujeres añadió nuevas d i
mensiones al concepto freu dia no de la fem ineidad, pero a veces
exageraba algo obsequiosamente la pasividad y el m asoquismo bá
sicos de la m u je r, y así daba u n ejem plo de ello.
Caso 265: D ado el hecho de que el papel del pene ha sido estu
d ia d o psicoanalíticam ente durante más de 60 años, parece casi in
creíble que el p rim e r estudio psicoanalítico del papel de los tes
tículos haya aparecido sólo hace 6 años (B ell, 1960) y además lo
escribiera una m u je r psicoanalista. Fue u n avance considerable
puesto que, como ya demostré en otra parte (Devereux, I967e),
muchos factores in te rv in ie ro n para distraer, de los testltculos,14 la
atención de los psicoanalistas.
L a in flu e n c ia —a veces para bien, como en el caso de Greenacre
y de B e ll y a veces para m al, como en el de H o rn e y — del auto-
m odelo psicológico vin cu la d o con el sexo en la investigación psi
cológica se demuestra p rin cip a lm e n te p o r el hecho de que en años
recientes, buena parte de la lab or psicoanalítica verdaderam ente
im p o rta n te sobre las diferencias psicológicas y psicofísicas entre los
dos sexos se debiera a m ujeres psicoanalistas. Esto se com prende en
parte p o r el hecho de que el elevado grado de d im o rfis m o sexual
de la especie hum ana se debe en gran parte a la extrem ada y pa
tente fem ineidad de la m u je r, más visible que la de la hem bra de
n in g ú n o tro m am ífero.
Si b ie n este examen no agota el tema, basta para destacar la
in flu e n c ia del autom odelo sexual en la investigación científica. La
explora ció n a fo n d o de este problem a req ue rirá de los esfuerzos
conjuntos de muchos científicos del com portam iento, la solución
de muchos problemas teóricos fundam entales y p o r encima de todo,
la disip ación de muchos escotomas.
u T a l vez ofrezca interés para el sociólogo del conocim iento que estudia la
d u p lic a ció n r n los descubrim ientos el que la doctora A n ita B e ll vin ie ra a p e d ir
me in fo rm a ció n acerca del papel de los testículos en el pensam iento p rim itiv o
en el piecisu m om ento en que yo tam bién había empezado a hacer u n trab a jo
acerca de los testículos, n u b il Jo cuya p u b lica ció n d ifirie ro n circunstancias e xte r
nas (Devereux, 19ü7e).
ua Wt u lo XVI
I . A E D A D C O M O F A C T O R D E C O N T R A T R A S F E R E N C IA
I ..i edad del cie n tífic o de la conducta suele provocar cierto núm ero
de reacciones trasferenciales —p o r lo general no reconocidas— y
tam bién induce a sus sujetos a hacerlo e n tra r en el papel com ple
m entario (cap ítu lo x ix ) que, según ellos, es apropiado para su
rdad. E incluso si él no acepta este papel es o bjeto de crítica.
Caso 266: R óh eim era todavía en 1931, aunque de edad m edia
na, un apasionado del deporte, y se causó un esguince en el to b i
llo jugando al fú tb o l con los jóvenes de D uau, lo que le v a lió
pasar varios días de descanso en la cama. E l anciano jefe fue a
visitarlo y le d ijo en to no de reproche: “ N o quería h ab la r de esto
io n usted antes, pero ¿qué puede esperarse cuando u n hom bre
mayor se conduce como u n adolescente?”
Caso 267: U n jo ve n d ijo a su analista, m u je r de edad mediana,
que no p odría tener una trasferencia de tin te erótico porque ella
n a demasiado vieja para interesarle sexualmente. E l análisis ul-
in io r reveló que su rep ulsión consciente respecto de las mujeres
mayores era sim plem ente una resistencia a reconocer sus im pulsos
fd lp ic o s .. . que le habían m o vid o a escoger una m u je r de edad
para analista.
Por desgracia poseemos m uy poca in fo rm a ció n acerca de las reac-
i Iones de trasferencia y contratrasferencia espontáneas relaciona
das con la edad en el tra b a jo a ntropológico de campo, y aún menos
r n las determ inadas cu lturalm en te.
Caso 268: T a l vez la m e jo r in fo rm a ció n que tengamos sea la de
Jacob (1958) cuando cuenta sus experiencias entre los tillam oo ks,
a los que visitó p or p rim e ra vez siendo todavía m uy joven. D eb i
do a la tra d ic io n a l “ d e fin ic ió n ro m á n tica ” de la relación entre
hombres jóvenes y m ujeres mayores en aquella tr ib u —d e fin ic ió n
ilc <p»e en aquel tie m p o él no tenía conocim iento— observó que
podía tra b a ja r m e jo r con las m ujeres de edad como inform antes.
Caso 269: Yo era asimismo jove n cuando visité p o r p rim era vez
it los mohaves y com prendí ya entonces que T c a tc me recordaba
en algunas cosas a m i que rid ísim a abuela paterna, lo que tal vez
e xp liq u e en parte el que T ca tc soliera llam arm e su n ie to favorito.
1239]
240 EL C IE N T ÍF IC O Y SL C IE N C IA
'' I.;i imagen que el n iñ o tiene del a d u lto desempeña un papel decisivo en
la génesis de la psicopatía (Devereux, 1955b).
1 1\1 profesor La Barre me hizo observar (pie en la p rim e ra redacción de
osle pasaje había dejado yo “ accidentalm ente" (?) de m encionar a los chinos.
I'M a om isión estaba claram ente determ inada p o r una contratrasferencia nega-
n \a (rasos 297 , 332), y es h a rto sorprendente, dado el hecho de que entonces
piensam ente acababa yo de escribir un breve a rtícu lo en que citaba un caso
d>' reverencia casi grotesca p o r los ancianos en China (Devereux, 1964b).
4 F.rilre algunos p rim itivo s, los niños pequeños no tienen derecho a un r ito
lu lierai com pleto.
m EL C IE N T ÍF IC O Y SU C IE N C IA
reja joven que vive con sus padres ancianos acaba p o r hacerse una
casa p ropia, para no quedarse sin hogar cuando, a la m uerte de
u n o de los padres, quemen ritu a lm e n te la casa vieja.
En algunas colectividades, incluso la fecha de la m uerte real de
una persona anciana se determ ina socialmente.
Caso 275: En algunas tribus, la gente creía (pie los técnicamente
m uertos son enterrados vivos (Rivers, 1926) (cf. caso -14). Así in
terpreto tam bién el A lees tes de Eurípides.
Caso 276: En la Grecia antigua, la persona que creía errónea
m ente haber m uerto tenia que pasar por un segundo r ito de na
c im ie n to (Plutarco, Cuestiones romanas, núm . 3, 264C).
A veces, la respuesta social la determ ina la a trib u c ió n de una
edad fic tic ia a cierto tip o de personas.
Caso 277: En la H ola nd a del siglo x ix , incluso a las sirvientes
casadas se les llam aba solamente “ señorita” (ju ffro u w ); p o r ser
sirviente no se la podía tra ta r como a una persona adulta.
Caso 278: Su com portam iento independiente hizo que a una m u
chacha campesina se la equiparara a una m u je r emancipada des
pués de la menopausia. (Compárese tam bién caso 69.)
Caso 279: En o tra parte (Devereux, 1939a) he exam inado el pa
pel que en la génesis de la esquizofrenia desempeña la a rb itra ria
prolongación de la adolescencia en nuestra sociedad.
Caso 280: Incluso la o p o rtu n id a d o conveniencia de la m uerte
—cpie suele definirse p or la edad— a veces puede decidirse por con
sideraciones no cronológicas: algunos reyes divin os fueron muertos,
sin tener en cuenta su edad, en cuanto perdieron su potencia. Y
a la inversa, raram ente se d io m uerte a los infantes a los que se
había p e rm itid o mamar.
Estos datos indican que la a trib u c ió n de una plena categoría h u
mana y social depende de la catectización afectiva de una persona
por su gru po (Devereux, 1966b), y es esta catectización social de
su persona la que el trab aja do r de campo debe lo g ra r si desea ir
más allá de la superficie de las cosas en la c u ltu ra que estudia.
El hecho de que incluso la condición de “ estudiante” de u n tra
bajador de campo a d u lto pueda hacer que se le considere, indepen
dientem ente de su edad, un joven lo dem uestran los casos 385, 386,
387 y 7.95.
El grado en que la edad y la cond ició n de a d u lto del c ie n tífico
del co m p orta n!ie nio alertan a su tra b a jo se advierte m ejor por las
distorsiones extremas de la personalidad in fa n til en las teorías de
la ciencia del com portam iento. H e señalado muchas veces (Deve
reux, 1966a, 1964a, !90.M>) que la mayoría de nuestras nociones
acerca de los niños son proyecciones al servicio de los propios adul-
H IM » C O M O FACTO R DK C O N T R A T R A S F E R E N C IA 243
-, 11tier muchos expertos no desean cuestionar para nada (casos
. " ) . El ejem plo más patente de semejante distorsión es la de-
>im ión sim ultánea del n iñ o como encarnación de dulzura y pureza
oiuo pequeño m onstruo que, p o r fo rtu n a para sí y para los de-
<h, no tiene fuerza con que lleva r a cabo sus diabólicos im p u l-
• Además, la imagen que el a d u lto se hace del n iñ o in flu y e tan
■11lealíñente en el m oldeam iento de éste por aquél —y en la teo-
i pedagógica igualm ente— que al estudiar a los niños incluso
'p in o s analistas confunden una pauta cu ltu ra lm e n te inculcada de
in lu ja n Ii l con la Indole n a tu ra l in fa n til.5 Esto conduce a un círcu
lo vi» ioso en el razonam iento, puesto que en este caso las teorías se
demuestran’’ estudiando sujetos educados para que se conduzcan
li acuerdo con esas mismas teorías. En esencia, esto no d ifie re
mmIio del m odo como los sureños enseñaron p rim e ro a los negros
i «inducirse de m odo objetable (D o lla rd , 1937) —como los espar-
iius enseñaban a sus ilotas (Devereux, 1965a)— para después in-
i »p in a r aquel co m portam iento inculcado corno m anifestación de
h "In d o le n a tu ra l” del negro (o el ilo ta ).
(laso 281: O p in o que el e jem plo clásico de tales distorsiones es
»l (onccpto que tiene M elan ie K le in (1948, 1951) de la psiquis
del niño.
I ! (aso es que los adultos se niegan a tom ar nota del compor-
i om ento real de los niños y se enojan cuando alguien saca a la
in / lo que todo el m un do sabe pero se niega a reconocer.
(luso 282: E l “ descubrim iento” por Freud y M o ll de que los ñ i
ños u nían im pulsos sexuales escandalizó a científicos y legos por
igual. Peto el hecho era conocido por todos los padres de clase me
dia, que con frecuencia despedían a las nodrizas campesinas por
n i.is lm h a r a los infantes para que se estuvieran tranquilos. A de
nitis, c u a lq u ie r m u je r que haya atendido a un bebé ha tenido
iK.isión de ver en él algunas erecciones. Pero los padres Victorianos
at (<piaion tan fácilm ente el dogma c u ltu ra l de que los niños pe
queños son sexualmente “ puros” , que la m adre que advertía la
r\< dación sexual de su h ijito ha de haber sentido como si hubiera
«Lulo a luz a u n m onstruo . . . y por ende procedido a re p rim ir
iii,i*i radicalm ente que nunca la existencia de la sexualidad del n iñ o
de pañales.
Si bien estas distorsiones contratrasferenciales son más notables
en relación con los m uy tiernos y los m uy viejos, c u alqu ier cate-
(ini ía de edad puede provocar reacciones de contratrasferencia en
r l observador, sobre todo si la p ro pia cu ltu ra del sujeto define de
I \ P E R S O N A L ID A D Y L A D IS T O R S IÓ N D E LO S D A T O S
[245|
246 E L C IE N T ÍF IC O V SC C IE N C IA
tam bién casos en que relatos auténticos de viajes han sido con
siderados espurios. Y así, como dem ostró B o lto n (1962), la Ari.y-
maspea de Aristeas de Proconeso, que d uran te m ucho tiem po se
consideró obra de ficció n es, en realidad, el relato de un viaje
auténtico por Asia C entral, presentado en la form a del viaje del
alm a de un chamán. A l p rin c ip io tam bién se desconfió de ios re-1
latos de M arco Polo.
Las im posturas etnográficas no son enteram ente m otivadas por ¡
el deseo de notoriedad. R efle jan tam bién, siquiera en form a neu- i
rótica y degradada, el estupendo afán de conocer lo desconocido, |
el ansia que tiene el hom bre de lle n a r los vacíos de su mapa de j
la tie rra y del m u n d o y de obtener in fo rm a c ió n acerca de lo que '
está más allá del alcance de sus sentidos. M a n d e ville y Psalma-
nazar son así sim plem ente las grotescas “ pobres relaciones” de los
filósofos austeramente racionales de Jo nia y de los teóricos con
temporáneos del universo, cuyo deseo de e xplicar lo ig n o to inspira
aun a los p rim itiv o s . A veces —quizá porque hasta las gallinas cie
gas pueden dar con alguno que o tro grano— las nociones p rim i
tivas acerca de lo que está más allá del alcance de sus sentidos pue
den acercarse a los descubrim ientos científicam ente probados.
Caso 285: Los mois sedang creen que ciertas enfermedades se
deben a la in tru s ió n de organismos invisibles denom inados, como
los gusanillos e insectos visibles, o:a. L o im p o rta n te tie esta teoría
es que definen esos o:a de una manera com pletam ente naturalista.
Se cree que son organismos reales que penetran en el cuerpo de
un m odo n a tu ra l, y no sobrenatural como los dardos de b ruja,
aunque la persona inva did a por los o:a suele ponerse enferm a por
ser culpable de una trasgresión. L a idea de cpte ciertas enferm e
dades se deben a los o:a se in s p iró probablem ente en la observa
ción tie que las heridas abiertas a veces se llenan de gusanos. Sea
como quiera, el hecho es que la teoría de la enferm edad por los
o:a —aunque de origen puram ente c u ltu ra l y sin fo rm u la c ió n cien
tífic a — se asemeja a las teorías modernas de la enferm edad cau
sa ti a por m icrobios.
La necesidad de lle n a r los huecos no m otiva sólo la im agina
ción confabuladora y la e xtrapolación y teorización genuinam ente
científicas, sino que explica tam bién la tendencia a aceptar p rue
bas tie oídas sin someterlas a crítica siempre tpie:
1] no hay datos válidos disponibles,
2) las pruebas tie oídas no están en contradicción con las ideas
de. lo posible que tiene quien las escucha 2 y
* Et feilAm cnn i tin tín tpar y<i tic denom inado “ fausse n o » -reconnaissance" lie
ue causan semejan les (D evelen*, torda, 1967c).
• i l>W IN A I 1I>A(> V D IS TO R SIÓ N DE EOS DATO S 247
" l-’.stas interpretaciones fueron aceptadas por Kroeber cuando discutí con
él este erróneo enunciado. A l p rin c ip io , tam bién a m í se me había pasado
( Devereux, 1933).
25(5 I L C II.N T ÍF IC O Y SL" CM N|
'• il1 indo por una insistencia a rb itra ria en rasgos que en
i inpln personalidad étnica son poco im portantes y una
♦óii i o ri espondiente de rasgos de personalidad que tam-
•i leí i/u ii a nuestro p ro p io grupo. Por desgracia, no estoy
que lio pueda hacerse la misma crítica a mis prim eras
or* de la personalidad mohave (Devereux, 1939c).
• iii exótica en los estudios de cultura-y-personalidad a
u m liiiia con una concepción demasiado sim p lifica d a de
1iiiii de personalidad que exagera la plasticidad del hom-
• lunación que refuerza aquella falacia. La consecuencia es
■■•»•♦ presentan características psicológicas extremas —o bien
• i que exigen actitudes psicológicas extremas y singularm en-
•mi Invidentes— como si fueran “ el re la to com pleto” . N adie se
ne a pre gu ntar cómo puede mantenerse ind e fin id a m e n te una
míii psicológica tan desbalanceada; no se realiza n in g ú n es-
ii por descubrir las actitudes y creencias compensatorias que
i posible la versión “ o fic ia l” o ficció n social, con frecuencia
-Uu.d.
«/i 113: Hasta 1938, todos los inform es de creencias del río
■Mi presentaban a los gemelos como visitantes celestes y hon-
i, acogidos con alegría y que gozaban de grandes p rivilegios
ule (oda su estadía en la tierra. A nadie —n i a m í tampoco
Mieux, 1935)— se le o c u rrió preguntarse cómo el hom bre co-
" ir , por generoso que sea, podría aceptar sin a b r ir la boca la
i ilin a ció n de sus deseos a los de los gemelos. Por eso no se
■ i a penetración sino que fue una suerte inm erecida el que en
. csi odiando el estatus, yo planteara una cuestión (“ ¿Quién es
considerado, u n gemelo o un no gemelo?” ) cuya respuesta yo
•• ■/ saber, pero que me re p o rtó una descripción detallada de otra
iim ccpción plenam ente desarrollada de los gemelos como indesea
bles reencarnaciones de espíritus odiosamente adquisitivos (caso
IS, Devereux, 1941).
M i teoría (1937e) de que parece haber una suerte de ley de
N cw lon psicológica en v irtu d de la cual “ para cada acción (m ani-
lirsta) hay una reacción igu al y opuesta (usualm ente latente)” , y
d r <|ue p o r eso cada c u ltu ra contiene conflictos tip o y soluciones
U p o , así como conflictos y soluciones compensatorios secundarios,
* U n a m ig o m u t u o c o m u n ic ó a K a r d in e r e l o r ig in a l e n 1938.
260 El. C IE N T ÍF IC O Y SU CU Ni 11
k
11 ID A lt Y D IS TO R SIÓ N DE LOS DATO S 261
en cosas culturales casuals (de ' ‘lo tomas o lo dejas” ), uno siein
pre es am bivalente con u.\ rasgo cu ltu ra lm e n te sobrecargado, por
ser la misma hipercatexia o b lig a to ria de una a c titu d un subpro
docto del in te n to de negar ru e s tra p ro p ia am bivalencia a su res
pecto.
Cada c u ltu ra contiene tam bién la negación de sus valores man i
fíestos, de pauta y básicos, m ediante una c o n firm a ció n tácita de
pautas latentes y valores marginales. L a pauta rea l com pleta de unn
c u ltu ra es el p ro du cto de una acción reciproca fu n c io n a l entre pau
tas o ficia lm e nte afirm adas y oficiahnente negadas que poseen masa.
Esta acción recíproca no puede analizarse n i entenderse en función
del sistema esencialmente no psicológico de la dialéctica hegueliana-
m arxista n i del m odelo que traza K a rd in e r de instituciones “ p rim a
rias” y "secundarias” .
L a designación de algunos rasgos y pautas como “ básicos” o “ p ri
m arios” y de los otros como “ m arginales” o “ secundarios” es sólo
una convención ú til, basada en la d e fin ic ió n que de sí hace el g ru
ño, que es tendenciosa o bien representa sólo un m odo posible de
*rer la cuestión.
Caso 317: Es hoy una verdad inconcusa que Rusia —a pesar de
su d e fin ic ió n de sí m ism a— no es u n Estado com unista n i socialista;
sin embargo, el occidente sigue o brando como si lo fuera.
Caso 318: Es posible decir que la sociedad de los ind ios de las
praderas es sobre todo una sociedad o rien ta da hacia la cobardía y
no hacia la valentía, en parte porque muchos de sus rasgos p rin c i
pales tra ta n de reforzar las formaciones reactivas contra el m iedo
y en parte porque en la pauta de b ra vura entran elementos marca
dam ente masoquistas y heroicam ente autocompasivos (Devereux,
1951a). Este m odo de ver puede incluso sustentarse en consideracio
nes históricas. Los cheyennes y arapahos, p roverbialm ente bravos
(caso 314), habían h u id o a los llanos porque los habían derrotado
sus vecinos de las selvas orientales. De m odo semejante, casi todas
las tribu s de caballistas asiáticas —a excepción únicam ente de los
mongoles— que a terrorizaron a Europa con su v a lo r in a u d ito ha
bían h u id o a llí para salvarse de enemigos orientales más poderosos.
En efecto, si los cimerios, escitas, hunos, ávaros, húngaros, patzina-
cos y rum anos hubieran peleado en Asia tan te rrible m e nte como lo
hicie ro n contra las huestes europeas, no h ub ie ran tenido por qué
sa lir de Asia. El va lo r de que aquellas trib u s hicieron gala en E u
ropa se debió jiosiblcn ie n tc a la idea o in tu ic ió n que tu vieron de
que sus derrotas en Asia y el sur de R usia se habían d ebido a una
relativa falta tie va lo r y decisión. Yo sospecho, efectivamente, que
casi todas las tribu s de jinetes se h icie ro n unos depredadores “ lie-
i l I MSI) V D IS TO R S IÓ N DE LOS DATO S ¡¿63
i o nte nid o latente, sim plem ente p o r no estar instru m e ntad o con
franqueza en la costumbre.
Caso 327: Posinsky (1956) ha dem ostrado cómo Lessa (1956) pa
rece pensar que el com plejo de E d ip o sólo puede darse en las
tribu s en que los relatos de tip o edípico son absolutam ente ex-
j ilícitos.
266 FJ. C IE N T ÍF IC O Y SU C IJ .N íl
L A P E R S O N A L ID A D Y SU P A P E L
EN E L E S T U D IO D E G R U P O S E IN D IV ID U O S
mois, y lo que es más, no con los del sur sino con los del noto
en cuya c u ltu ra no han in flu id o los cham. Com o q uiera que |m
día elegir la trib u , elegí la de los belicosos sedang, con la c s |fl
ra m a de que su tip o de personalidad se pareciera al de los h ijf l
n o s mohaves o los indios de las praderas, y me sentí b a s ta n !
d e p rim id o cuando resultaron mezquinos, pleitistas y bajos. No I
nie nd o otra a lterna tiva, decidí que tendría que aprender a q i f l
lerlos, descubrir su lado más atractivo, que su áspera cu ltura t e l
día a borra r. M ientras aprendía su lengua y me acostumbraba I
sus usanzas estudié, pues, deliberadam ente, sólo cuestiones aí'cfl
tivam ente neutras, como la tecnología, el parentesco y cosas s c m l
jantes. A h ora com prendo que en aquel tiem po traté tam bién (■
dar con inform antes con los que p udiera tener una relación lu!^
mana- Siendo los sedang como son, esto sign ifica que mis primero*
inform antes fu eron cu ltu ra lm e n te atípicos —o sea amistosos y lian
quilos. Cuando empezaban a gustarme como in d iv id u o s aquellas
personas atípicas se me o cu rrió que ni siquiera ellos eran aculm
rales, sino que representaban o tro aspecto —igualm ente auténtico
aunque menos patente y m ucho más h um ano— de la cu ltu ra se
dang. N o tardé en descubrir que los sedang aborrecían muchas
de sus costumbres y las seguían sólo porque temían a sus malvados
dioses, que les habían im puesto aquellas insoportables e insensatas
(pla in p lo y ) reglas tan sólo para exigirles sacrificios cuando las
viola ra n. Por cierto que aun los sedang caracterológicamente más
típicos y m ejor adaptados me d ije ro n que detestaban a sus dioses;
algunos se ponían en pie y herían acá y allá con sus venablos gri
lando: “ Así daría a los dioses en el vien tre si pudiera verlos1'
(Devereux, 1940c). Estos sedang típicos declaraban tam bién que
el co ito p re m a rita l era éticam ente “ bueno” , pero p o r desgracia
estaba p ro h ib id o , m ientras que la m asturbación y la homosexua
lid a d , desahogos sexuales p e rm itid o s a los solteros, eran “ malos”
(caso 45). En suma, el sentido de bueno y m alo p ro p io de los
sedang d ife ría a tal p u n to de las reglas que les habían impuesto
sus dioses que más de un “ pecador” era m ulta do , a regañadientes,
no fuera a suceder que los dioses del T ru e n o castigaran a todos
p o r no disociarse de él.
C uando capté esto, empecé a entender tam bién la com plejidad
llena de co nllictos de la cu ltu ra y la personalidad sedang m ejor
>de lo que las hubiera podido entender si su vileza me hubiera
gustado. A su vez, esto me p e rm itió la b o ra r eficazmente con in
form antes <¡tic eran objetables ta nto según mis normas como según
la ética privaría del sedang. A p re n d í a ver incluso en un b ru jo
trapacero y egoísta o en un lad ró n y engañador consuetudinario
: > M M IN A I.IIIA l) V SLi P A I’ El. 271
" Primeras ediciones: para Frazer, 1890; para H a rriso n , 1903 (P ro le gom ena )
1912 (T /ie m /j), 1921 (t-lpilego m ena y, para M u rra y, 1912. Como no estoy escri
hiendo aquí una h isto ria de los estudios griegos, sólo puedo m encionar de pa
sada otros “ héroes de la c u ltu ra " de este im p o rta n te m ovim ie n to , como A. B.
Cook, F. M. C o rnfo rd , A. Fang, etcétera. »
'A )M I II Ai» Y SU PAPEL 277
* l'n a analogía podría servirnos. M ientras funciona el conm utador, los fe
nómenos <¡ue produce su m an ip u la ció n requieren de explicaciones eléctricas.
Si se rom pe, el fenóm eno requiere una explicación mecánica.
278 E L C IE N T ÍF IC O Y SC C IE N C IA
n i bal Germ ania. La idealización por Rousseau (1755) del hom bre
n atural coincide históricam ente con la expansión colonial francesa.
I n cada uno de estos casos, se idealiza al enemigo —o en el caso
de Rousseau a la víctim a — de la pro pia nación tan sólo para dar
base a la crítica de la cu ltu ra propia.
Algunas veces, diferentes efectos de rebote producen el mismo
lip o de distorsión (caso 133).
U n electo com ún de rebote se debe al deseo de agradar a los
lectores potenciales. Este efecto es notable sobre todo en el caso
de aficionados sensacionalistas y oportunistas, aunque sus datos
sean en sí mismos buenos.
Caso 346: Kroeber ha m ostrado (1925a, 1951b) cómo al tratar
de ser espeluznante lo que hizo Stratton ( 1857) fue desfigurar el
significado im p líc ito en la cautivida d de las muchachas oatman
entre los mohaves. Pero destaca con razón que si se leen con ánim o
M ítico, algunas partes del lib ro de Stratton son m uy útiles para
el especialista en cuestiones mohaves.
Por desgracia, n i siquiera los científicos son siempre inmunes al
afán de sacrificar al é xito m undano y entregarse al newspeak (neo-
lengua) de O rw e ll (1949).
Caso 347: Nunca pude determ inar si un científico del com porta
m iento cuya labor seguí atentamente unos dos decenios era o no
un exponente del p u n to de vista psicoanalítico y sospecho que él
mismo tampoco lo sabía.
En ocasiones, un electo planeado de rebote puede lograrse sin
distorsionar los hechos, sencillamente por la elección de dete rm i
nado m edio de publicación.
Cuso 348: C ontando con la n o to ria ausencia de hum or de la
época de los nazis decidí p u b lic a r en la Alem ania nazi un a rtículo
en que se estudiaban am pliam ente las ideas de los mohaves sobre
Ja pureza racial, que son prácticam ente una caricatura de las de
H itle r. M i o rig in a l fue aceptado a vuelta de correo; fue la acep
tación más ráp id a que tuve (Devereux, 1937tl).
Casi no es necesario decir (pie en manos de científicos de menor
cuantía y (o integridad que, por ejem plo, Mead (caso 283), la evi
dente im p orta ncia de ciertos datos p rim itiv o s para la estimación de
la sociedad occidental puede conducir a una distorsión del mate
ria l mismo, o a una fo rm u la ció n indebida de su pertinencia para
nuestras costumbres.
“ N osotros" vs. ‘’ellos” . Los antropólogos d ifie re n considerable
mente unos de otros en su capacidad y /o disposición a formarse,
en relación con el grupo que estudian, el sentido del “ nosotros” ,
(pie conviene d is tin g u ir del de “ ellos” . Además, el mismo antro-
280 E L C IE N T ÍF IC O Y SU C IE N C IA
” El psicoanalista tam bién entiende los sueños «le algunos de sus pacientes
con mucha fa cilid a d , pero tiene que tra b a ja r enorm em ente para entender los
de otros.
2H4 K l, C I I . N T ÍF IC O Y SU C II-N C IA
M eletlm u <U* pala, lu llu «Ir la tió (en fia n te s en el o iio in a l). [t .]
I * l ’ IK S O N A L ID A D V SU P A l'K L 28r>
T Es esta una prueba más de m i icsis ele que el estudioso de cu ltu ra -y-p cr-
sonalidad y de e tn op siq u ia tría es un a n tropólogo en el sentido más estricto
(kroebcriano) de la palabra. Su interés p rin c ip a l es la cu ltu ra p e r se; sin este
concepto no puede operar de n in g u na manera (Devereux, 1956c).
-ÍÍSIÍ K I. C IE N T ÍF IC O Y SC C IE N C IA
I.A C O N T R A ’T R A S F E R E N C IA D E S E N C A D E N A D A :
E l, PAPEL, C O M P L E M E N T A R IO
dem ostrando que incluso los animales experim entales pueden ha-í
cer desempeñar al observador un papel com plem entario.
Caso 366: U n estudiante graduado que d uran te la depresión tra
bajaba de ayudante en un la b o ra to rio de biología ponía ta n to em
peño en proteger del d o lo r a las ratas que debía operar que mató
a varias de ellas adm inistrándoles una dosis excesiva de cloro
form o.
Caso 367: Varios médicos h um a n ita rio s me d ije ro n que cuando
tenían que aprender técnicas quirú rgicas operando perros sanos 2
les resultaba p articu la rm e n te penoso operar a p erritos domésticos
perdidos, que hacían patéticos esfuerzos por caer bien a todo el
m undo. U n m édico bondadoso se sentía tan acongojado por ha
berle q u ita d o parte de los intestinos a uno de esos perrito s que
acabó por lle va rlo a su casa y hacerlo el fa v o rito de la fa m ilia .
Yo creo que muchos de estos penosos problemas —y quizá to
dos— podrían evitarse si el e xperim entalista empleara la cabeza
p rim ero y el escalpelo después. Com o indica el caso 372, un psicó
logo intelige nte —p or h um ano— logró re p e tir un experim ento ex
cepcionalm ente b ru ta l sin in f lig ir n in g ú n daño y por eso obtuvo
resultados más convincentes —por más naturales— que los que pudo
dar el p rim e r experim ento, con las ratas h o rrib le m e n te dañadas.
En realidad, como m ostrará el caso 370, la b ru ta lid a d de los expe
rim entos suele deberse al sadismo latente del que los practica.
Estas apreciaciones nos o bliga n a analizar las causas de la insen
s ib ilid a d en la experim entación con animales —o con humanos en
ios campos de concentración nazis— algo más detenidam ente.
La insensibilidad de muchos experim entadores —justam ente fus
tigada por M en nin ge r (1951)— suele ser un despliegue h is trió n ic o
de “ o b je tiv id a d ” ante una galería in te rio riza d a de colegas críticos,
que opera como una suerte de Superyó. Esta analogía es ta nto más
válida por cuanto el Superyó, por d e fin ic ió n , es una instancia psí
quica arcaica, cruel y obtusa (Devereux, 1956a), causante de más
b rutalidades que podría jam ás efectuar el E llo más desinhibido.
A hora bien, como la inse nsib ilid ad y la b ru ta lid a d producen
sentim ientos de culpa incluso en el experim entador más endure
cid o , ' 1 se hacen inevitables las m aniobras defensivas.
U na reacción pecu lia r es la tendencia a responder a la to ta l
necesario que averiguara qué núm ero calzaba yo. Por eso telefo
neó en secreto a m i esposa, quien, m uy sensata, se negó a darle la
inform a ción deseada. Su deseo de hacerme un regalo despersona
lizado im p ro p io representaba una solicitación de que yo me dejara
lle va r a una posición fá lico-exhibicionista (pie = pene), que h u
biera com plem entado sus necesidades voyeuristas y su com pulsión
de ordenar jerárquicam ente a hombres y mujeres según sus “ falos”
(— deposiciones) reales y /o anales.5
Caso 3 79: Más o menos por entonces una analizanda, en un es
tado de fuerte trasferencia positiva, fantaseó hacerme calcetines de
p u n to bien ajustados a m í y no a su esposo, para ella sexualmente
im perfecto (calcetín = vagina).
La sincronicidad de estas dos reacciones de trasferencia se debió
probablem ente al hecho de que —a consecuencia de una caída gra
ve— yo cojeaba p or aquel entonces.®
C iertos neuróticos se dan una m aña casi sobrenatural para p ro
vocar reacciones egodistónicas incluso en las personas normales.
U na persona o rdinariam ente sana y decente siente así m ucha an
siedad cuando una “ víctim a crónica de las circunstancias” —que
en realidad es u n “ coleccionista de inju sticia s” — consigue hacer
de ella, sin que sepa bien cómo, u n ser áspero e in ju sto . Com o le
fa lta in s ig h t, su respuesta a estas m aniobras le parecerá a él sobre
n a tu ra l precisamente porque el coleccionista de inju sticia s no ope
ra en un vacío psíquico. Y logra su o b je tiv o (inconsciente) —que
es dem ostrar que el m undo está contra él— m ediante una m oviliza
ción increíblem ente eficaz y tortuosa de la agresividad neurótica
inconsciente que pueda h a lla r incluso en sus más generosos am i
gos. De m odo semejante, algunos parásitos encantadores pueden
suscitar complejas reacciones ma terna les-y-eró ticas incluso —y a
m enudo sobre todo— en las solteronas dom inantes. La invo lun ta- *
mente, al aceptar que yo era un hom bre tigre, tenía que acepl.n
tam bién la im p u ta ció n suplem entaria de que —en parte por sa
hom bre tigre y en parte por comer carne a d ia rio , a diferencia <U
los sedang— después de m i m uerte m i alm a se volvería un tigre
fantasma, m ientras que las aimas de mis parientes sedang sólo se
vo lve rían venados fantasmas. D ebido a esta creencia, más de un
am igo sedang me hizo prom eterle que m i tig re fantasma no per
seguiría n i devoraría a su inerm e venado fantasma.
Caso 389: Los conquistadores españoles aceptaron rápidam ente
la ventajosa im p u ta c ió n de que ellos eran los esperados “ dioses
blancos” cuya llegada cu m p lía una antig ua profecía azteca (caso
171).
Caso 3 9 0 : T ra b a ja n d o en T ea H a descubrí que si bien a los
sedang les encantaba tom ar m is medicinas, consideraban necesario
com pletar m i tra ta m ie n to del organism o con un tra ta m ie n to cha-
m anista del alma. Com o quiera que esto significaba que algunas
personas enfermas e indigentes te n d ría n que salir en la noche fría
y lluviosa para ser o bjeto de un costoso tra ta m ie n to chamanista,
decidí hacerme chamán yo m ism o. U na noche sim plem ente des
aparecí del p oblado y al día siguiente hice creer que me habían
llevado a la tie rra de los dioses del T ru e n o , que me habían o to r
gado facultades chamánicas. Además, pude reforzar m i dicho p o r
que en dos ocasiones tuve la suerte de encontrar hachas neolíticas,
que se entiende que sólo los chamanes pueden localizar.
U na vez chamán reconocido, tuve otros problemas. Los sedang
creen que los dioses del T ru e n o conceden facultades chamánicas
sólo a aquellos a quienes quieren hacer ricos. De ahí que si un
chamán hace curaciones gratuitas, los dioses, considerando que
desprecia su don, se lo q u ita rá n rápidam ente. Com o m i negativa
a aceptar pago ponía en p e ligro las “ facultades” que eran ú ltile s
para ellos, los sedang, preocupados, empezaron a meter en m i co
cina pagos no solicitados p o r m is operaciones chamánicas, lo que
significaba que, m uy en contra de m i vo lu n ta d , m is curaciones
se habían convertido en una verdadera carga para mis pacientes.
Por eso empecé a aceptar honorarios, pero siempre re trib u ía la
valiosa jarra que había recibid o con dos huevos, que valían cosa
de dos centavos, Kste trasparente su bte rfug io satisfacía perfecta
mente a ios legalistas sedang, ya que nada les im pedía hacer tratos
ventajosos ron un chamán. Y por m i parte, yo aceptaba esta tran-
ocupa el estatus que ella le asignó, puede ser causa de serias dis*
torsiones en las m ú ltip le s com plejidades de su cu ltura.
Caso 392: M ientras esperaban todavía que yo me condujera como
un rico e xplotad or descubrí casualmente que tam bién veían en mí
a un dueño de esclavos. Los m iem bros de m i casa me llam an pa:
(padre), porque así llam an los esclavos a su amo; y se cortaron el
pelo, no por im ita rm e sino porque los esclavos deben lleva r el pelo
corto.
A h ora bien, m ientras creyeron mis inform antes que yo era due
ño de esclavos, claro está que no podían ofenderme describién
dome las iniquida d es tie la esclavitud desde el p u n to de vista del
esclavo. Sim plem ente trataban de enseñarme a ser un b u e n amo
diciéndom e cómo hasta los esclavos tenían ciertos derechos, cómo
algunos se habían casado con la h ija de su amo y otros, que habían
llegado a ser más ricos que sus amos, se consideraban tan bien tra
tados que no pensaban que valiera la pena com prar su libertad.
N adie me hablaba de brutalidades con los esclavos, n i de esclavi
tu d in fa n til ileg al. . . n i siquiera m i mozo de cuadra, T o :a n g , que
al quedar huérfano fue vendido por sus parientes y v iv ió esclavo
hasta que los franceses lo libe ra ro n. La verdad es que ni siquiera
supe que había sido esclavo hasta que se hizo tan r it o a m i ser
vicio que, en su calidad de nuevo m ie m bro de la clase acomodada,
pudo perm itirse pensar en dem andar a sus parientes por haberlo
esclavizado ilegalm ente. N o pudo darme una o p in ió n de la escla
v itu d como esclavo sino cuando —él, que había sido libe ra do legal
mente hacía años— dejó de ser esclavo a sus propios ojos. Si yo
no hubiera repudiado la condición de dueño de esclavos que me
a trib u ía n , mis datos sobre la esclavitud entre los sedang hubieran
sido con toda seguridad tan desfigurados como la imagen nostál
gicamente auto vind ica d ora de las “ glorias de antaño” de un sureño
norteam ericano.
Caso 3 93: De los casos 334 y 392 puede deducirse que si en su
propia c u ltu ra no h ub ie ran tenido leyes que restringían la explo
tación desenfrenada y la arrogancia desmedida, m i ejem plo no hu
biera podido persuadir a los sedang de que uno podía ser “ ric o ”
y bueno. I’ ero sólo después de haber aprendido a considerar “ na
tu ra l” mi bondad me hablaron de las reglas que protegían a los
desvalidos. Sólo entonces supe que un a d u lto que em puja al suici
d io a un n iñ o o a una muchacha es castigado como si hubiera
com etido un asesinato, que a los esclavos capturados en una in
m is ió n no se les podía o b lig a r a cargar el b o tín sacado de su aldea,
y que no se debe reí» de los animales que padecen. Hasta entonces
I k C O N T R A T R A S F I.R F .N C IA D FSENCAO F.N AD A 308
.t»ld había oído decir: “ ¿Cómo podemos ser buenos nosotros si to
dos nuestros dioses y antepasados fu eron malos?” !»
En suma, tuve que luch ar cuando menos con dos de los pape
les que a rbitrariam ente me a trib u ye ra n para poder recorrer toda
l.i tram a social, para que me d ije ra n cosas que los ricos prefieren
o lv id a r o disfrazar, para persuadir a mis parientes adoptivos ma
naes de que debían llam arm e “ h ijo ” o “ herm ano m en or” y no
m bok (señor), o para que m i padre a d o p tivo M b ra :o se sintiera
<011 derecho de regañarme por un in v o lu n ta rio fa u x pos (caso 364).
De no haber podido lograr esta lib e rta d de m ovim ientos, sólo h u
biera visto aquellas facetas de la c u ltu ra y la personalidad sedang
que se muestran a los ricos y los explotadores “ ciudadanos p rin c i
pales". N aturalm ente, podía haber anotado algunos datos que in
dicaran que la situación tam bién tenía otros aspectos, pero hubiera
podido considerar esos detalles com plem entarios tan sólo como
muestras de esas peculiares contradicciones que a veces hasta tras
m in a n la program ación de una com putadora. N o hubiera com
prendido que eran precisamente esos aspectos del derecho sedang
los que hacían posible la vida en una cu ltu ra ruda y que repre
sentaban la rebelión del ser hum ano sensible contra todo lo bár
baro e insensato y lo que destruye el amor y las sublimaciones.
La im perfección de muchas descripciones de culturas y persona
lidades étnicas suele deberse al hecho de que el tra b a ja d o r de cam
po estaba entrando in vo lu n ta ria m e n te en el estatus p a rtic u la r adon
de lo llevaban con sus m aniobras, y así sólo podía ver aquel aspecto
de la cu ltu ra y de la gente que pueden ver quienes tienen ese
estatus p a rticu la r, y que hacia ellos se vuelve. De ahí que, en lugar
de calm ar nuestra conciencia cien tífica con la ficción de la posi
tio n neu tra l del observador p articip a nte , debamos analizar la si
tuación real en que nos hacen entrar ciertos manejos, para que
podamos llegar a la o b je tiv id a d real que sólo el análisis del papel
que se nos ha a trib u id o p o sib ilita . La ficción del observador par
ticipa nte no puede rem plazar a ese análisis, ya que con frecuencia
da una in fo rm a ció n totalm ente engañosa.
Caso 394: U n día decidí hacer de observador p a rtic ip a n te —y
buen h ijo — ayudando a m is parientes sedang a lim p ia r de mala
hierba su arrozal. El dato más n o to rio que saqué de aquella jo r
nada de observación p articip a n te fue un d o lo r de espalda. Pero
la inferencia “ dolorosam ente evidente” de observador p articip a nte
de que mis parientes vo lvie ro n con dolores iguales hubiera sido un *
I A D IS T O R S IÓ N C O M O C A M IN O
H A C IA L A O B J E T IV ID A D
Kl, D E S E N C A D E N A M IE N T O C O M O P E R T U R B A C IÓ N
l.ü u tilid a d científica de las "p ertu rb a cio ne s" creadas p o r el ob
servador y por la observación se hacen resaltar m e jo r consideran
do ta m b ién perturbaciones los medios de observación —experim en
tos, tests, entrevistas— ya que tam bién ellos provocan u n com por
tam iento que de o tro m odo no se hubiera producido.
A u nque todo co m portam iento es provocado, p or ser respuesta
.1 algún estím ulo in te rio r o exterior, conviene d is tin g u ir entre dos
tipos ideales: el “ co m portam iento in d u c id o " que consiste en res
puestas a experim entos, tests, entrevistas y cosas semejantes y el
"co m po rta m ie nto v iv o ” , compuesto de respuestas a todos los demás
estímulos. N o es necesario decir que en ambos casos la reacción
tiene que ser parte del re p e rto rio potencial del organismo.
A l com p orta m ie nto in d u c id o acompaña siempre el com porta
m iento vivo, puesto que es im posible idear procedim ientos de in
ducción que suprim an todo com portam iento vivo: la rata no puede
correr p o r el la b e rin to (com portam iento in d u cid o ) sin respirât
(com portam iento vivo). La exageración del com portam iento in d u
cido a ta l p u n to que haga im posible el com portam iento vivo, atut
ía la experim entación al in te rv e n ir el A b to tu n g s p rin z ip tie Bohr
(cap ítu lo XXII).
E l com portam iento in d u cid o es la respuesta a estímulos dispues
tos de m odo que provoquen una actividad cuyo valor para la
ciencia lo determ ina p rim o rd ia lm e n te el m odo en que d ifie re del
(o m p o rta m ie n to vivo y, secundariamente, por la luz que a tro ja
sobre el m ism o estím ulo desencadenado!’.
U na rata que o prim e una palanca para h u ir de un toque eléctri
co, un chim pancé que obtiene comida p or m edio de una ficha que
p rim e ro hubo de ganarse, una persona que reacciona a una lám ina
tie Rorschach o es entrevistada p or un antropólogo, etc., responden
a estímulos que o bien no se dan en la vida real o son menos m ar
cados. Además, la respuesta (desencadenada) que se les hace dar es
una que probablem ente nunca tu vie ro n que dar antes, sobre todo
cu ese contexto p a rticu la r. Esta especificación e lim in a la “ nube-
Rorschach” mencionada por Aristófanes (N ubes, 335 « .).
Los experim entos tienden a provocar un com portam iento de
[309]
310 A LA O B J E T IV ID A D POR LA DISTORSIÓN
a A jh’Huh ex ite ro a rlo destarar que los problem as examinados en este capí
tu lo son absolutam ente <11*1 linos de las indagaciones de Sarason y su penetran
te dÍN<|itisi<ióti m e n a del antropólogo, el psicólogo y el in fo rm a n te como
"fuentes de e n t il" ( tlliu lw lli y Sarason. 1953). Sarason traía —acertadam ente—
de descubrir y co rre g ir el m m : yo tra to de aprovecharlo al m an e ja rlo como
t A l’ ÍT U L O XXI
E l, A P R O V E C H A M IE N T O D E LOS T R A S T O R N O S
P R O D U C ID O S P O R L A O B S E R V A C IÓ N
tP + yP = 'P
p > 2, nunca pueden ser enteros x , y y z.
2 Más adelante se verá que esto no es una desgracia.
[321]
322 A LA O B J E T IV ID A D PCR LA DISTO RSló
c k ito s respectos una ilu sió n solipsista que lleva a dos tipos de absurdos. En
el n ive l practico im p lica que el antropólogo tiene, entre otras cosas, que
practicar el canibalism o o s u frir un rito de in icia ció n homosexual en Nueva
(tiiin e a . En el nivel teórico, significa que desde el p u n to de vista del lector,
el in fo rm e que el antropólogo presenta de sus propias observaciones no es
nuis d ig n o de fe que lo» relatos de inform antes indígenas, d ific u lta d que no
puede obviarse i re u n iendo a la teoría de los tipos de Russell exam inada en
el ca p ítulo ni.
4 1.a in flu e n cia de lo que se espera cu ltu ra lm e n tc en la narración de nues
tro sueño está Halada en tío» obras anteriores (Devereux, 1951a, 1957c).
■m i* M I t A M IK N T O OK TR A S TO R N O S O B S E R V A C IO N A I. I\S 325
1 ' aspectos de una c u ltu ra me parecen tan im p orta ntes que
.... lias veces me desplazaba p ara que u n in fo rm a n te sedang me
•■«H na un suceso que yo había ya presenciado y registrado desde
i i'iiiid p io hasta el fin , p or a v e rig u a r cóm o gustan los sedang de
<i \ com unicar ta l hecho (caso 4 1 6 ).
■i q u ie ro dar a entender q ue u n o n o deba observar, fotogra-
t<n y film a r todo cuanto pueda. Pero es sencillam ente deseable
■ i i n de descubrir el m odo ‘‘d e b id o ", específico de la c u ltu ra ,
li iv r un suceso y de c o m u n ic a rlo — o bte ne r tam bién después, de
|»mihipantes y /o observadores indígenas, un in fo rm e verbal del
I.IK» y d is c u tirlo con ellos d eta lla da m en te .
(luso 416: V i a la m u je r de M b rie n g d a r a luz un h ijo e incluso
upuuié la frecuencia de sus dolores de parto. Por eso estoy per-
ln lam ente seguro de que registré los hechos como es d e b id o . . . e
igualmente seguro de que m i presencia afectó a toda la situación,
lin luso probablem ente a la frecuencia de los dolores. Por eso ha
blé de lo que había visto con el p ro p io M brien g, para conocer su
'p u n ió de vista’’ sobre lo o c u rrid o y cómo consideraba su p ro p io
H im portam iento, cuya corrección fue puesta en duda p o r su misma
luja. Descubrí así que la fa lta crónica de d in e ro de aquel hom-
litc (caso 412 ) lo hizo renuente a p ro m e te r u n sacrificio aun des
pués de evidenciarse que su esposa iba a tener un parto d ifíc il,
pero al fin cedió a los ruegos de su fa m ilia ; su a ctitud le parecía
n tll legítim a, puesto que sencillam ente había estado defendiendo
el estatus económico de su fa m ilia . En cambio, aunque no tome
mos en cuenta sus ansiedades edípicas y de riv a lid a d entre her
manos, es evidente que su h ija púber, que hacía de partera, se
Indignaba p o r lo que ella ca lifica b a de m ezquindad em pedernida
y j>or eso reaccionó al día siguiente con un ataque histérico des
tru c to r que re q u irió ayuda psicoterapéutica de urgencia.
En este caso, la verdad com p le ta sólo podía descubrirse por la
ca libración recíproca de una variedad de datos; mis propias ob
servaciones, la in flu e n c ia de m i presencia en aquellos sucesos, el
modo de ver M b rie n g su conducta, las reacciones de la h ija al
com portam iento de su padre y m i subsiguiente intervención tera
péutica, que r in d ió datos acerca de sus verdaderos sentimientos, y
que yo no podría haber o b te n id o por otros medios.5
Muchos ‘‘p rim itiv o s ’’ dan p o r supuesto que una situación —sea
real o m ítica — puede percib irse de muchos modos. Esto no sólo lo
declaraban explícitam ente los mohave, sino que tam bién es parte
8 Por eso, cuando la a d m in istra ció n ordenó a Tea Ha que nom brara un
jefe de aldea responsable ( ly u la n g ) —categoría a n teriorm ente desconocida en
aquella t r ib u — el que se propuso para el puesto no fue el je fe ritu a l del
poblado (k an p le y) sino un ineficaz jefe de casa, que en caso de problem a
con la ad m in istra ció n colonial podía se rvir de chivo e xp ia to rio sacrificable.
7 Esto tal vez exp liq u e p or qué son tantos los poblados que llevan el nom
bre de Te a — agua.
328 A LA O B J E T IV ID A D POR LA DISTOR.SI
1.1, D E S L IN D E
E N T R E S U JE T O Y O B S E R V A D O R
1 I l:i« «* lie iu p o que estoy convencido de que el fenóm eno psicológico des
c rito cu la ley de W ebei •F e r (m er debería analizarse de un m odo semejante al
p ro re d in iie n lo del corte de Dedekind (Devereux, 1966a).
‘ K c tn n n m i aquí de una ve/ por todas la in calculable deuda que este ca p ítu
lo tiene pata con el ¡m Al ¡sis del problem a del deslinde p o r Lenzen. Sus otras
obras y mis im ivenm cioiies con él me hacen tam bién su d e udor intelectual
en otros re s |X 'C tO H .
D E S LIN D E E N T R E S U J E T O Y OBSERVADOR 337
¡" En el e xperim ento de inedición del calor uno pasa del sondeo térm ico al
ó p tico y de a llí ul electroquím ico.
346 A LA O B J E T IV ID A D POR LA IM S T ol ' i.
F.l doctor <¡ai wood pregunta atinadam ente qu é es lo que estudiamos cuan
d o ii lies lio sujeto a d u lto norm al h ip n o tizad o presenta el signo de Babinski.
Yo supongo que estudiamos una "p re p a ra c ió n " sut ge neris (ya d e fin id a en
o tra p i u l e ) cuyo co m p o rta m ie n to a rro ja luz ante todo sobre sí misma y sólo
indirectam ente co n trib u ye —si acaso— a nuestro conocim iento de los bebés \
a d u ltos normales o d e las enfin inedades ncm ológicas en que el signo de Ba
binski es uno ilc los síntomas.
| i l -i IN 1* 1; E N T R E S U J E T O V OBSERVAD OR 34í>
I I D R ÍA D E L D E S L IN D E Y N A T U R A L E Z A
Ml LOS D A T O S DE L A C IE N C IA D E L C O M P O R T A M IE N T O
única base que tiene para pretender que sea paradigm ático de las
demás ciencias de la conducta.
Por desgracia, es precisamente la epistemología el aspecto me
nos estudiado del psicoanálisis, sobre todo debido a la m o n o p o li
zación casi to ta l del psicoanálisis p o r los estudiosos de las ciencias
aplicadas (Devereux, 1952a). Además, lo que atacaban sus oponen
tes no era su epistemología y su lógica, (relativam ente e m briona
rias todavía), sino sus datos y teorías sustantivos; esto hizo a los
psicoanalistas defender y perfeccionar los ú ltim o s y descuidar las
prim eras.2 Pero la causa decisiva de este descuido es que la mayo
ría de los interesados en las bases lógicas del psicoanálisis eran
más metafísicos que lógicos y más form alistas que construccionistas.
Por consiguiente, su p u n to de p artida era: “ H ay un X " y no:
“ Puedo co n stru ir una instancia X con los siguientes m e d io s .. . ”
U n o de los pocos construccionistas auténticos fue Freud, cuya ac
titu d cien tífica básica desdeñaban algunos de sus discípulos te ñ i
dos de metafísica, como un ingenuo racionalism o decim onónico.
En co n ju n to , los teóricos del psicoanálisis tendían a tra ta rlo
como a un sistema postulacional o h ip o té tic o deductivo —cosa que
tal vez llegue a ser, pero que actualm ente con seguridad no es—
y p or e llo dedicaban la m ayor parte de sus energías a una explo
ración prem atura de todas las im plicaciones teóricam ente posibles
de lo que todavía no es un esquema conceptual.3 A veces se hace
esto sin considerar si una com binación teóricam ente posible de
conceptos tiene o podría tener su equivalente en la realidad. Por
eso nos encontramos a veces con trabajos teóricos —y aun clínicos—
que parecen un b a lle t p la tó n ico de abstracciones, o bien una com
bin ació n de figuras de ajedrez (conceptos, fichas conceptuales) rea
lizada sin tom ar en cuenta para nada el hecho de que n in g ú n ju e
go puede cond ucir a semejante disposición de las piezas en el
tablero. Esta exploración de todas las im plicaciones posibles de un
esquema podrá ser legítim a en matemáticas, donde siendo lenguaje
se les puede hacer “ d ecir” cu a lq u ie r cosa gram aticalm ente; pero
no es legítim a en toda ciencia que profese ser descripción de la
realidad. En estas ciencias, toda im p lica ció n teóricam ente posible
del sistema conceptual básico que no tenga equivalente en la rea
lida d demuestra que el sistema es defectuoso o p o r lo menos in
com pleto.4
a Todos los gru jios coligados están más ansiosos p or salvar sus dioses lares (pie
las necesidades básicas de la vida.
:l Un esquema conceptual es una serie de conceptos ligados entre sí p or m edio
de una serie de postulados, cusas im plicaciones pueden presentarse en form a
de teoremas.
4 Si A y It juegan al ajedrez «le acuerdo con una serie incom pleta de re-
DFSI.rNUF. V DATOS UK L A C IK N C IA DEL C O M P O R T A M IE N T O 35 3
glas, un peón blanco puede acabar en la casilla ocupada prim ero por el rey
b la n c o ... lo que no puede suceder en un juego verdadero, puesto que los
peones sólo pueden moverse hacia adelante. (En esta analogía trato a rb itra
riam ente el ajedrez, no como un “ lenguaje” sino como un fenómeno natural.)
s En un tiem po en que yo era c o n tra rio al psicoanálisis, solía decir que todos
los nombres (conceptos) de Freud eran erróneos y todos sus verbos (mecanis
mos) acertados.
354 A LA O B J E T IV ID A D P L R I.A DISTO RSIÓ N
iin n a to e x lc iio i e xN le " v " e x más <«'>modo suponer que el m undo e x te rio r exis
te" solí e < ju i\a li,iilc ii, puesto (¡tic «le ambos pueden sacarse las mismas deduc
ciones. Elaborado i pan l.ilm cu tc, >«• convierten en datos at ser asignados a una
ciencia (cap ítu lo n); cliib io lu lo s más, se convierten en in fo rm a ció n .
D E S LIN D E V DATO S DK I.A C IE N C IA D E I. C O M P O R T A M IE N T O 363
lies com prendió p o r p rim era vez en su vida que a pesar de cuanto
había a prendido en la universidad creía todavía que los niños na
cen por el o m b lig o . . . y tam bién por prim era vez en su vida supo
por qué necesitaba creer algo que “ sabía” que no era cierto
(caso 246).
Com o en el o tro caso, lo que me alertó que había algo que ne
cesitaba análisis era la in q u ie tu d que creaba en m i inconsciente
el que el analizando no hablara de huevos. Sólo podía analizar
aquella p e rtu rb a ció n y reconocer que tenía algo que ver con los
huevos; que al no h ab la r tan claram ente de huevos, m i analizando
estaba en realidad “ h ab lando” de huevos. M i experiencia de “ y esto
percibo” me hizo entonces p lantear una cuestión que no expresaba
m i o p in ió n , y a su vez esto fa c ilitó en el analizando la emergencia
del m aterial inconsciente que había in c id id o en m i inconsciente
y había causado en él una perturbación.
Caso 430: En dos ocasiones distintas, por lo menos uno de mis
analizandos, el señor A, me in d u jo a e rro r (en un contexto en
apariencia no a na lítico) p o r m edio de un fraude m uy curioso. M e
com unicaba un hecho perfectam ente cierto e im p o rta n te de m odo
ta l que me hacía ded ucir que lo había m anejado él del modo más
ind icad o y razonable, aunque en realidad lo había hecho de un
m odo m uy in s ó lito y nada razonable. Conseguía o cu lta r lo que es
detrás de la fachada de lo que debería ser, y me hacía deducir sen
cillam ente, p o r m i cuenta, que él había hecho lo que debía hacer.
Innecesario es decir que la discrepancia entre “ es” y “ debería ser"
desempeñaba un gran papel en su neurosis.
C uando traté de in te rp re ta r para él el m odo en que había per
petrado su engaño, tropecé con una de sus resistencias acostum
bradas: no “ entendía” lo que yo trataba de hacerle saber. Ilu.s-
cando alguna m anera de hacerle entender asomó desde m i ¡nro n v
cíente una fantasía, que com uniqué a m i analizando en form a de
m etáfora: “ Suponga que me enseña la fotografía de un rostro liu
m ano y me pide que in v ite a comer al dueño de ese rostro. Sabe
usted que yo deduciré que ese rostro pertenece a un ser hum ano
y que p or lo tanto espero encontrarm e con una persona. Pero
usted sabe que ese rostro es el de un c e n ta u ro .. . cosa que no me
com unicó.”
Esta alegoría p e rm itió al analizando captar lo que había estado
tratan do de explicarle, y que eso era cuanto yo había estado tra
tando de hacer por él. Pero tam bién me lla m ó la atención la índole
de m i fantasía (m etáfora). M e pregunté por qué había “ escogido”
una fantasía de centauro, cuando lo m ism o pudiera haber escogi
do una sirena o alguna o tra cosa parecida. De p ro n to recordé que
368 A IA O B J E T IV ID A D I ’OR I.A DISTO RSIÓ N
370 A LA o b j e t iv id a d por la d is t o r s ió n
ciones se perm ite que el estím ulo incida, más im p o rta n te será —y
más auténticam ente co m p orta m e ntal— el fenómeno en verdad per
cibid o. E l que uno lo exprese diciendo que se p e rm itió al estím ulo
llegar hasta el inconsciente del observador (d e fin id o como “ n iv e l”
o como “ re g ió n ” ) o bien diciendo que “ muchas” o “ algunas im
portantes” funciones se pusieron en m o v im ie n to p or el estím ulo
ése, dependerá de que uno piense la psique como un campo es
tru c tu ra d o o como una serie de operaciones (funciones) reales y
posibles. Estos dos conceptos son estrictam ente equivalentes y fá
cilm ente interconvertibles en todas las operaciones im portantes.
La p e rtu rb a c ió n /lím ite puede así definirse como el p u n to donde
el estím ulo llega a la superficie del inconsciente o bien como algo
situado entre la ú ltim a fu n ció n en que incide el estím ulo y la
p rim era fu n c ió n que realiza la operación consistente en decir “ y
esto p ercib o ” . El p rim e r m odo de enfocar tiende a poner de relie
ve el lím ite , y el segundo, la perturbación. E l enfoque del campo
estructurado nos perm ite d e fin ir la superficie del inconsciente como
una curva de Jordan, como el lím ite entre lo que es “ in te rio r” y
lo que es “ e x te rio r” en un m om ento dado. E l enfoque de la serie
de funciones nos hace d e fin ir el deslinde entre “ in te r io r ” y “ ex
te rio r” como un “ corte” en el sentido que a esta palabra se da en
el ca p ítu lo X X I I . Pero si, como insinuam os anteriorm ente, la ubica
ción de la curva de Jordan se define por m edio de ese “ corte” , se
hace patente la absoluta equivalencia de las dos definiciones en
el más estricto sentido poincareano. Dado que no parece haber
operación especificable que nos p e rm itie ra d e c id ir si la psique “ es”
un campo estructurado o una serie de funciones, el único argum en
to verdadero que puedo presentar en abono de m i concepto es uno
de tip o práctico, que Freud h ubiera sido el p rim e ro en estimar:
un concepto no geom étrico de la psique hace parecer ociosas m u
chas especulaciones acerca de la localización cerebral del Yo, etc.,
sin por eso e x c lu ir los estudios legítim os de la localización en
el cerebro de funciones específicas. El concepto de la m ente como
una serie tie funciones hace tam bién más fá cil de com prender la
equivalencia de los enunciados “ está m al ro b a r” y “ m i padre me
decía —y p o r eso lo creo— que está m al ro b a r” .
Y por fin , y esto tam bién tiene su im p orta ncia , el concepto de
la psique como una serie de funciones (operaciones) nos ayuda
m u tilo a entender por qué un com portam iento dado puede e x p li
carse con la misma p le n itu d en térm inos psicológicos y en té rm i
cos sociológicos y por qué, aunque converjan estas dos explicacio
nes, no pueden utilizarse sim ultáneam ente (Devereux, 1945,
D E S LIN D E V DATO S DE L A C IE N C IA DEL C O M P O R T A M IE N T O 379
1
C A P ÍT U L O X X IV
D E S L IN D E , E S T R U C T U R A Y E X P L IC A C IÓ N
ne lím ites; puesto que se le define como lím ite , no puede al m is
m o tie m p o tener un lím ite , y menos uno que pueda “ rom perse” .
Más adelante veremos que sólo en un sentido clín ico y figurado
puede hablarse de “ ru p tu ra de los lím ites del Y o ” .
El p u n to de referencia en toda nuestra actual d isq uisición es la
p erturb ación /d eslind e . H a b la n d o por ahora geométricam ente, la
ubicación de toda “ re g ió n ” psíquica (si las hay) se determ ina de
acuerdo con ese deslinde (curva de Jordan). H a b la n d o m e ta fó ri
camente no decimos que la fron te ra franco-alemana está a X k i
lóm etros de París, n i siquiera que París esté a X kilóm etro s de esa
frontera. Lo único que podemos decir den tro de este m arco de re
ferencia es que París está a “ u n ” lado de la frontera. H a b lan do
en lenguaje a ritm é tico podemos en c u alqu ier m om ento d e c id ir si
una fu n ció n dada q o un gru po de funciones () esta a un ^ac^°
o al o tro de ta l d ivisión . En este contexto, en “ fu n c ió n ” puede
caber, si uno así lo desea, “ co nte nid o ” . Se especifica que la com
posición de un gru po de funciones Q ( = q lf q2, q¿ . . .) en un
tie m p o t no tiene p o r qué ser idéntica a su com posición en el
tie m p o t + Aí. De igual m anera si se reconoce que un Q o q dado
en el tie m p o t es, “ este” lado de la d ivisión , en el tiem po t -f- A i
estará al “ o tro ” lado. Por razones de clarida d en la exposición
emplearé de aquí en adelante la te rm ino log ía de “ d e n tro ” y “ fue
ra ” , en lugar de la term inología, de estilo más enredado, de “ este
la d o ” y “ el o tro la d o ” , pero entendiéndose que las dos series son
equivalentes.1
Dado el hecho de que una fu n c ió n dada pueda en un m om ento
estar “ d e n tro ” (del lado de acá de la d iv isió n ) y en o tro m om ento
estar “ fu era ” (o del lado de allá de la d ivisión ), la a firm ació n de
que el lím ite es m ó v il es en cierto m odo sólo una manera tie ha
blar. E l lím ite no puede ser, stricto sensu, “ m ó v il” , puesto que
constantem ente se está creando de novo; el deslinde está en cual
q u ie r m om ento dado en el lu g a r donde se produce la p ertu rb a
ción. Si no hay p erturb ación , no hay deslinde. Por eso no hay
deslinde, en el sentido que nos interesa, en un cadáver. (Es pa-
tente la im p o rta n cia de esta declaración en relación con el A b to -
tu n ^ s p rin iif> de Hohr.) D en tro de este marco de referencia, la vida
es un estado de ¡a m ateria en que puede producirse una p e rtu r
bación a n to a m p lijira d a creadora de deslinde.
L ú a m e lá lo i.i lal ve/ aclare esto:
Caso 7 h>: I.a <t istiundacl luchó contra el Islam en Poitiers, Ha-
1 Para “ lU 'iitio " y " lu r iu " n i l>¡«»ic»>>ía véase La Barre (1954); para psicoso-
nr.Uica. Devereux, (19(»(iu).
DESLINDE, ESTRUCTURA V E X PLIC A C IÓ N 3RS
piedad como coordenada es, además, que tiene dos “ lados” . N i si
q uiera significa nada decir que en cu a lq u ie r m om ento dado un
g ru po de funciones Q (o una fu n ció n q) está a una distancia “ ma
y o r” o “ m enor” de esta p e rtu rb a ció n /d e slin d e . Sólo puede a tri
buirse un significado m uy in d ire c to a la “ d istancia” desde el des
lind e.
Considérese un espacio de tiem po: t 0 a f,, durante el cual ocu- ^
rre n n fenómenos (eventos) de p e rturb ación /d eslind e . Si durante M
este tie m p o el espacio Q (o q) no entra en n in g u n o de estos fenó- I
menos puede decirse —hablando de u n m odo general— que está H
“ distante” del deslinde. Si d urante este espacio de tie m p o (5 o q I
e ntran repetidas veces en eventos de p ertu rb a ció n /d e slin d e , puede M
decirse que están “ cerca” de e lla . . . o sea cerca de casi cu alqu ier
deslinde (actualm ente) “ posible” .
A h ora bien, la expresión: “ Q (o q) entra en un fenóm eno de
p e rtu rb a ció n /d e slin d e ” , sólo puede tener un significado operacio-
nal. Siendo el o bjeto del enunciado “ y esto percibo” , “ pasa” de
u n lad o de la d ivisió n (o curva de Jordan) al o tro . Y así en M e -
dea el im p ulso pasa de “ d e n tro ” a “ fuera” , de “ a q u í” a “ a llí” . En
el experim ento de m edición del calor, el estím ulo pasaba del ex- '
te rio r al in te rio r cuando el observador exclamaba “ y esto percibo” . j
De m odo semejante, los sentim ientos, pensamientos, recuerdos etc.,
pueden e n tra r y salir de la conciencia. Este paso es siempre un
“ salto” ; Q (o q) sim plem ente deja de estar en “ este” lado y de
repente está en “ a q u e l” lado. Buenos ejemplos de esto son las
reacciones de “ ¡E ureka!” —observables incluso en los monos su
periores (K o h le r, 1927)— o el trán sito de u n pensam iento de lo
inconsciente a lo co nscien te .. . o viceversa.
D en tro de este m arco de referencia casi el único significado que
puede a trib u irse a una “ ru p tu ra ” de los lím ites del Yo es la ate
nuación de la reacción de “ y esto percibo” , que im p lic a la d is m i
n ución de la p erturb ación causante de deslinde. En un sentido im - ¿
portante, la p ertu rb a ció n se debe a la d is tin c ió n entre el “ yo” y el jfl
“ no yo” . Este “ yo ” no debe confundirse con el concepto del Yo; es ■
sim plem ente lo que está “ d e n tro ” , y el “ no yo” es lo que está 1
“ fuera” . E l Yo es lo que d istingue entre el “ yo” y el “ no yo” ; 9
es lo que realiza la operación de “ d is tin g u ir” . C ua nto menos se 1
distingue entre el “ yo” y el “ no yo” , m enor es la a m p litu d de la
reacción de “ y esto p e rc ib o ". . . y viceversa, claro está. Si se des
plazan cantidades de (¿s (o qs), sin trastorno perceptible, de “ acá”
a “ a llá ” o viceversa, se horra la d is tin c ió n entre “ yo” y “ no yo”
experiencialinente. .. y por ende tam bién la atenuación del Yo,
que es precisamente una p erturb ación , o sea ante todo una dis-
Ill S I.IN D E , E S TR U C TU R A V E X P L IC A C IÓ N 387
3 Nadie podría saber m ejor que yo las d ificu lta d e s que esio entraña. E l m o
delo del Yo aquí exam inado fue presentado p or p rim e ra vez, en form a e xtre
m adam ente ru d im e n ta ria , en 1938, ante un gru p o de psicólogos de la U n i
versidad de C a lifo rn ia , presidido p o r el profesor E. C. T o lm a n . Me costó 27
años fo rm u la r este concepto del Yo —que al p rin c ip io denom iné “ la zona de
fric c ió n ” y puse entre una “ zona de h á b ito ” y un “ núcleo de la persona
lid a d ” — de un modo operacional y lógicam ente coherente. Sólo puedo esperar
que la paciencia de quienes en verdad traten de entender m i concepto del
Vo sea tan grande como la h u m ild a d con que presento lo que me consta no
puede ser una solución sino sólo la fo rm u la ció n de un problem a en form a
operacionalm ente v e r ifia b le y lógicam ente aclarable.
888 A I.A OU|»TIV|l»AD POR J.A DISTORSIÓN
dad de lím ite, aunque no sea un menoscabo de los límites del Yo,
puesto que la perturbación hace ( = es) el “ paso” de (¿ o q.
El fenómeno equivocadamente calificado de “ ruptura de los lí
mites del Yo” puede definirse operacionalmente como cualquier
proceso en que el “ paso” de la linea ( = cambio de latió) no pue
de correlacionarse con una experiencia comunicable de “ y esto
percibo” y /o donde la “ ubicación” de (¿» y qs respecto de la d iv i
sión o curva es insólita en sentido clinico. Es en este ú ltim o sen
tido en el que la psicopatología es una ciencia nomotética (Deve
reux, 1968a), que se ocupa sólo de las peculiaridades del Yo que,
en nuestro esquema actual, es estrictamente una construcción per
teneciente a un fenómeno de lím ite y la base de toda distinción
entre "in te rio r” y “ exterior” o —hablando de una manera gene
r a l- entre “ yo" y “ no yo" ( = “ ello” ).
El no yo ( = ello) es lógicamente distinto del E llo psicoanalí-
tico; a veces pueden considerarse iguales, pero sólo en términos
de su “ contenido". Como hay un ir y venir constante de (¿s y r/s
entre los dos lados, la única distinción real entre “ yo” y "no yo”
es que están situados en lados contrarios de la división o curva de
Jordan. Además, en ciertos estados excepcionales, en que no hay
intercambio de “ m aten»!” entre los dos lados, el lado que en el
tiempo t estaba “ aquí” en el tiempo t -)- At puede estar “ a llí” , con
lo que “ yo” se convierte en “ no yo” y viceversa, en función de
nuestro modo de experimentarlo (y /o in te rp re ta rlo )... siendo pre
cisamente la manera de experimentar (y/o interpretar) la que d i
ferencia el “ yo” del “ no yo” . Una analogía que reconocemos vaga
ilustrará este proceso: si un in d ivid u o “ inspecciona” su cólera, ex-
periencialmente la “ cólera” está “ a llí” . Si tiene un pensamiento
al que —acaso inexplicablemente— siguió un pensamiento de có
lera, es el pensamiento el que está “ a llí” y no “ aquí” . En este
sentido, pues, la perturbación también determina lo que está "aquí”
y lo que está “ allá ” en cualquier momento dado. La psique como
experiencia siempre está " a llí” ( = ello). Es ésta otra razón de
que sea conveniente ver en el Yo una región con propiedades tie
ocupación de espacio y un lugar predeterminaba, definible exte-
normeme.
Dentro de este marco de referencia, la historia de un caso anor
mal o patológico es:
1. Un informe del orden en que diversas funciones (Qs o qs)
están sucesivamente ora en un lado, ora en el otro de la perturba-
ción/deslinde.
2. Un análisis de las perturbaciones en el curso de las cuales
HI.,M.INDE, KSTRUf.TURA V KXPI.ICACÍÓN 889
* Muchas de las ¡deas arriba expuestas fueron formuladas por entero, pero
con cierta torpeza, antes de 1940, fecha en que conocí la importante obra de
K u rt I.ewin. Por eso es nula m i deuda intelectual con éste por las Ideas aquí
presentadas; en cambio mi denda moral es grande, ya que ciertas semejanzas
entre algunas de nuestras conclusiones respectivas me alentaron a seguir deba-
tiéndeme con este problema. I.a importancia de esta concurrencia de algunas
ideas de Lcwfn y mías parece especialmente grande si se toma en cuenta que
el razonamiento de I.ewin es en lo esencial geométrico (topología, hodología}
mientras que el mío se basa esencialmente en la teoría de la mecílnicn cuán
tica y en ia teoría de los números.
390 A LA O B J E T IV ID A D PCR LA DISTO RSIÓ N
tos dos tipos de diseurs > que, si bien com plem entarios, son al
m ism o tiem po ig u a ln ie n l1 “ completos” (Devereux, 1945). Siem
pre que el análisis de la conducta se lleva a cabo consecuentemen
te de ambos modos, las conse juencias com portam entales de la ex-
olicación A son las mismas que las de la e xplicación B.
Caso 440: Psicológicamente, la b ru ja mohave Sahaykwisa: era
autodestructora. C u ltu ra lm e n te , en su calidad de b ru ja mohave
triu n fa d o ra , era o bligado que in cita ra a alguien a m atarla. Psico
lógicamente, era lo bastante autodestructora (m o tivo “ operante” )
para haber in cita d o a alguien a m ata rla aun sin su m andato c u l
tu ra l (m o tivo “ in s tru m e n ta l” ). Sociológicamente era una b ru ja
mohave lo bastante buena (m o tivo “ operante” ) para in d u c ir a a l
guien a m atarla, aunque no hubiera sido autodestructora (m o tivo
“ in s tru m e n ta l” ). Para el psicólogo, el m andato c u ltu ra l d eterm inó
el m o d o en que ella causó su p ro p ia m uerte. Para el sociólogo,
fue su a utodestructividad la que d eterm inó el m odo en que ella
c u m p lió el m andato c u ltu ra l de hacer que la asesinaran (Deve
reux, 1961a).
Éste es el único m odo epistem ológicam ente le g ítim o en que pue
de establecerse una relación especificable operacionalm ente entre
las explicaciones psicológicas y las sociológicas (Devereux, 1961b).
U na exploración com pleta de la m etodología y la teoría de estas
ciencias de la conducta que están entre los fenómenos in d iv id u a
les y lo? socioculturales queda más allá del alcance de nuestra
obra.8
Q uizá sea lo único im p o rta n te de ésta que saca conclusiones ine
lu d ib le s de la m áxim a de H e rá clito : “ M alos testigos son los ojos
y los oíd js para los hombres, si tienen almas que no entienden su
lenguaje.” Q uisiera creer que aquel antig uo sabio jo n io no rep u
d ia ría del todo m is apreciaciones.•
• Los punto» esencia Ir» del problema se trataron en una serie de trabajos
anteriores (Devereux, 1937e, 1938a, 1940a, 1945, 1952b, 1955a, 1957a, 1958a,
b , 1960b, 1961a, b, 19«5n).
B IB L IO G R A F ÍA
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