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VOM 400. Copies EL METODO DEL DISCURSO N EL DISCURSO DEL METODO' SERGIO TOLEDO Pears LES. Villalba Herviis y FCOHC. Inicialmente el Discurso del método no iba. llevar el nombre de su autor’. Y enseguida nos preguntamos cémo es ello posible en un texto que reputamos esencialmente autobiografico. Se plantea asi el tema de la composicién del Discurso, que segin los estudiosos han demostrado, siguiendo las trazas de Gilson y Gadofre’, no es una obra unitaria, resultado de un esfuerzo continuo de escritura siguiendo un plan jnico, sino que fue el resultado del ensamblaje de escritos diversos con propésitos dispares, y cuyo plan fue variando hasta que entré en imprenta, * Citane ins obras de Descartes por a edicin elisea de Ch, Adam y P. Tannery Eso le esribe Descartes a Mersenne en marzo de 1636: «Por lo dems, no quiero paner mi nombre en absoluto, iguiendo mi antigua resolucién y le ruego no mencionar nada a nadie, 8 99 Set que juzgue oportuno hablar de ello a slpuna liberia ..J». Véase AT. 1 ? Sigue siendo imprescindible para la comprenstén del Discurso ls edicion comentada de. Gilson, Vein, 1925. En 1943 G Gadofie publicé «Sur la chronologie du Diseours de la Méthode cen la Revue d Histoire de la Philosophie, ema que retoms en «La chronologie des six partiesr en sLe Discours e120 méthode», actas del Cologuio por ef 350 aniversarie del Discurso, edtado por 1N. Grimaldi y J-L. Mation, PUR, 1987, oe Uno de mis objetivos aqui es iluminar quién es ese autor que se atreve a presentar sus ensayos cientificos ~Diéptrica, Meteoros, Geometria-mediante tun disourso que elige como hilo conductor su propia vida. Se plantea asi el tema de la estructura literaria del Discurso, de la retdrica con que expone sus contenidos, de lo que se manifiesta y lo que se oculta entre lineas, de la vero- similitud de lo dicho y la verdad de lo acontecido, del narrador como persona- jedel autor. Menos me importa conocer sie! estilo literario cartesiano, que no Ie placfa a Leibniz por exigir mucha meditacién, intenta imitar deliberada- mente las maneras de su amigo escritor Guez de Balzac’, Fue éste, justamente, quien afios ats le habia propuesto que escribigra tn texto autabiogréfico so- bre la historia de su espiritu’. Es muy probable que si Descartes empez6 a escribir tal texto, como creo, aprovechara algunos parrafos para insertarlos en. el Discurso, casi una década después, donde da el salto desde las aventuras del yo empirico, al modo de Montaigne, a las del yo pensante cartesiano. En la introduccién a su edicién critica del Discurso, Gilson lo equipara con las Confesiones de San Agustin, El itinerario vital de un hombre hacia Dios no se aleja mucho del camino de la conversién en un hombre de ciencia. ‘Ambos se ganan a si mismos al perderse para el mundo, ambos encuentran un destino al que entregarse gozosos. Aunque sin llegar a la hagiografia, Gilson otorga demasiado erédito al Discurso, como si no fuera capaz, de separar al autor del personaje, como si esa confesién tuviera un certificado de historicidad expedido por la policia intelectual, Otro es el tono de los estudiosos cartesianios actuales, incluso de una bidgrafa tan apegada a su héroe como Rodis-Lewis®, que se preocupan por sefialar los puntos en los que el Discurso se aparta de lo SEMMIARIO «OROTAVAD DE HISTORIA DE LA CIENCIA - ARO XIEXI * A Guez de Balzac io consideraba Sainte-Beuve como el precursor de fos prosistes franceses ‘obsesionados pore estilo. Del dice en Port-Royal: «Pasé treinta aos enteramente ocupado ela ‘onterplacién de st mismo y de su obra iterara (J, Nunca renové sw espirtu en el mundo ni con 6 trato de los hombres [.] La soledad le estropes el espiritu, igual que a otros se lo estropea el mundo.» La anatogia con Descartes es clara * Balzac le escribe en marzo de 1628: «Por lo dems, sefior, record, si os place, DE HISTOIRE DE VOSTRE ESPRIT. Todos nuestros amigos la esperan y me la habéis prometido «en presencia del padre Clitophon [Seri un placer leer vuestras diversas eventuras en le media y en la.més alta regién del aire; considerar vuestras proezas contra los Gigantes de le Escuela, e] camino que habéis seguido, el progreso que habsis hecho en la verdad de las cosas [. Jo. Los historiadores de ta obra cartesiana siguen debatiendo si lleg6 a escribir, o no, tal texto. * Como se ve en Descartes: Biographie, Calmann-Lévy, 1995. Edicién espailole en Ed Peninsula, 384 ¥ que dicen otros testimonios, tos libros, cartas 0 diasios'donde aquellos que conocieron a Descartes dejaron expuestos sus recuerdos, semblanzas’y opi- niones sobre él. Concedo a Gilson que la vida de Descartes estuvo marcada porel goce de saber, que lo retiré de otros placeres mas mundanos y casuales. Pero sostener gue no le interesaba la gloria ni afin alguno de reforma intelectual implica creer a pies juntillas en la verdad del-Discurso y moverse en tos pardmetros del intelectual aislado en su torre de marfil. De la correspondencia cartesiana yo més bien colijo una cierta tensién nunca resuelta entre el deseo del triunfo cientifico y el miedo a pagar el precio de saltar a la palestra piblica, Jo que implicaria perder los beneficios de su Beata vita; desde entonces set leido y aclamado se acompaiiaria de ser discutido y criticado, En cuanto ala reforma intelectual parece que Descartes confié mucho tiempo en la posibilidad del apoyo de los jesuitas, con quienes mantenia una relacién ambivalente, para conyertirse en el paladin de la ciencia impartida en los colegios jesuitas, cuya ensefianza, marcada por la Ratio studiorum, se animaba de una voluntad de cambio respecto a los estudios universitarios tradicionales, Gilson aventura que el Discurso fue resultado de una crisis de soledad, consecuencia de haber renunciado 2 la publicacion de £? Miedo en 1634, debido a la reciente condena de Galileo por Roma. Si Descartes se marchd desde. 1628 a vivir a los Paises Bajos, no fue s6lo por el motive confeso ‘sonfeso ~apartarse de la vida Social que ie dist su vocacién intelectual, sino HEE fT emnesble sy denen devviren navi dee ape naza del Santo Oficio fuer rancia. Su aislamiento respecto del entorno familiar y social estuvo contrapesade por una abundante correspondencia con sus conocidos, con muchos de ellos por mediacién de Mersenne. De modo que el Discurso representa el primer paso fuera de su caparazén_para cumplic su destina pitblica. Un poos anactontes me resulta Ia idea de Gilson de que Descartes «se creyé llamado al papel de un bienhechor del género humano [,..] habia comprendido que la verdadera cie! cia debfa transformar algiin dia las condiciones materiales de nuestra existen- cian. Bs cierto que en su obra y en sus cartas abundan las esperanzas sobre el porvenir de la ciencia —de su ciencia, mas bien y su aplicabilidad a la vida cotidiana de las gentes, pero mucho mas que por una comprensién anticipada del futuro, que le daria cardcter de racionalidad a tales esperanzas, por una fe ciega y soberbia en su trabajo, un optimismo desmesurado que convierte sus esperanzas en infundadas ¢ imaginarias. Enel origen de esta conferencia estaba mi interés por encontrar respues- EL MéTODO DEL DISCURSO EN FL DISCURSO DEL AETEDO 385 ‘SEMINARIO “OROTAVAN DE HISTORIA DE LA CIENCIA - ARO XLXII tas a algunas preguntas suscitadas por la relacién entre el Discurso y la trayee- toria intelectual cartesiana. {Cudles fueron los jalones en el proceso cartesia- no de reflexién sobre el método cientifico que le Hevaron hasta el Discurso? «Por qué el método aparece tan poco en las obras cientificas escritas durante el periodo en que se interesaba por é1? Por qué la publicacién del Discurso ignificé a la vez ef abandono de su interés por el método, que desaparece de suobra posterior? En un cuademo de juventud, bajo el encabezado «Cogitatione Privata> se encuentra una expresion ya famosa: larvatus prodeo wavanzo en mascarado», que ha sido interpretado como un lema vital que apunta hacia Ufa cara oculta; es hora, pues, de avanzar hacia la méscata. DESDE QUE VIO LA LUZ El nifio René, nacido en 1596, fue criado en casa de su abuiela paterna. Su madre murié de parto (la criatura muri6 también) cuando él tenia un aflo y medio. Su padre, consejero en el Parlamento de Bretaiia, pasaba largas ‘tempo- radas alli, y tras sus segundas nupeias, gran parte del aifo. En Pascua de 1607 ingresa en el recién inaugurado colegio jesuita de La Fléche, donde permane- cerd hasta septiembre de 1615, codeéndose con 1300 alumnos de familias de alcurnia. Sometido a un régimen especial por su condicién eniférmiza, se habi ‘aa dormir diez horas diarias; tanta cama debié potenciar algunos rasgos de su cardcter, como su optimismo respecto a sus capacidades y su destino, su tendencia a creer sus propias ensoflaciones y fantasias, su constante atitoin- dulgencia, Los jesutas le proporeionardn una buena formacién en gramitica y ret6rica, en la filosofia de Platon y Aristételes,y en las matemticas euclideas, segiin el manual de Clavio. En una carta de 1638 elogia su ensefianza pot la calidad y extensién de los cursos de filosofia y por su tratamiento igualitario de fos alumnos’. * «A\ungue mi opin es que no tod fo que se enseia como Filosofta estan verdad como eh Evangelio, de todos modos, dado que es ls lave de las dems ciencias, reo que es muti «estudiar el curso entero, de la manera on quese la ensefaen los colegios de los jesutas, antes de ‘emprender Ia educacién de su espiritu por encima de la pedanterf, para hacerlo sabio correcta. ‘mente. ¥ debo rendir ese honor amis Maestros. y decir que no hay Jugar en el mundo donde a mi juicio sla ensene mejor que en La Fche:[.. Y enfin, la igualdad con que los jesuitas los tratan, sin tratar epanas de distinto modo a los més destacados que a fos menos, es una iavencién ‘muy buena, para quitarles Ja termura y dems dfectes que puedan haber adguirido por la costum. bre de ser queridos en fas casas de sus padres.» AT, I. 386 * Su padre pretende que se dedique # las leyes, a ejemplo suyo, de modo que René obtiene los titulos de bachiller y licenciado en Derecho en la Uni- versidad de Poitiers en noviembre de 1616, No se decide a entrar'en e! mundo juridico y elude comprometerse en matrimonio con la joven propuesta por st padre, Mademoiselle de Rosay. En 1618 alcanza la mayoria de edad, recibe su parte de la herencia matema y se alista como voluntario en el ejército del principe Mauricio de Nassau, al iniciarse la Guerra de los Treinia Afos. Parte hacia los Paises Bajos, donde conocea Isaac Beckman, su iniciador én 108 Gaminos de Ja fisica matemética, quien propone a René algunos problemas, como la caida de los graves, Ja presién.de.untiquido sabre Jas paredes del recipiente y las leyes de la armonia musical. Lo esencial de los escritos cartésianos sobre ellos quedara recogido por Beeckman en'su Diario. Sabe- MORES ae que ge.ntsiss6 por entonces en Tos autSmatas, espejos y fendmenos luminosos. En 1619 cru- a Ss terriorios slemanes para incorporarse alas ttopas de Maximiliano dé EL MET0DO DEL DISCURSO EN EL DISCURSO DEL MéxODO id ci ‘cuaderne titulada que ‘nos permite tanto conocer con buen juicio (bon sens), distinguiendo lo verda- dero de lo falso, como actuar éticamente prefiriendo la virtud al placer y lo honesto a lo util. ~ La recomendacién de empezar cualquier inve: seneil SSEMINARIO «OROTAVAD DE HISTORIA DE LA CIENCIA - ASO XLXIT igacion por Jo mé a Sencillo, partiendo de evidencias intelectuales, separando lo claro de lo confu- 30 y distinguiendo cuidadosamente 1a 05S i 8 ~ La reduecién de los fenémenos complejos investigados a sus «naturalezas simples», sus elementos 0 variables bésicos, para luego averiguar sus propor- Tones telativas, a expresar mediante ecuaciones. Solucionado el sistema de ecuaciones resultante se recompone el fendmeno otiginal avanzando por gta dos ven onden. - La enumeraci6n final de todos los pasos del proceso de investigacién me- diante una especie de verificacién inductiva por partes que asegure Ja correcta Como su desptecio de la alquimia, ta magia y la dstrologia judiciaria, que desde luego no sentia antes do 1620, 400 [BL METOpO DEL DISCURSO EN EL DiscoRsO DEL. MErODO mera acumulacién de opiniones probables: le parece incluso mas facil acceder ala verdad a partir del sentido comin del hombre corriente. Ahora bien, res- pecto a las verdades dificiles, en las ciencias donde se necesitan razones de- mosirativas, considera que es mas probable que encuentre la verdad un hom- bre solo que la mayoria. La ciencia, para Descartes, no es democratica, aun- que lo sea la razén, porque es ejercicio dela razén, un ejercicio que tiene muchas vias. Para apoyar su solitaria labor filos6fica presenta diversos ejemplos: las ciudades son més bellas, los Estados més efectivos y la verdadera religion esta mejor regulada, cuando sus disefios, sus leyes y sus mandamientos proceden de un tinico urbanista, un solo legislador, el tinico Dios. Ciudad, Estado, Reli- gién: no son metéforas elegidas al azar. Prosperas ciudades holandesas donde puede vivir en el anonimato; Estado e Iglesia cuya censura hay que pasar para poder publicar; poderes todos ellos con los que hay que estar a bien, pues son ‘el marco necesario ¢ inevitable de la vida que Descartes nos pinta. No es ex- trafio que como viajero repita aqui un canto a fa tolerancia con las costumbres y modas ajenas, diversidad que implica «que los que tienen sentimientos muy conirarios a los nuestros no son por ello barbaros ni salvajes». El designio racionalista unificador parece, en principio, que podria agradar a los arquitec- tos de la corte, a la monarquia absoluta, a la iglesia catélica. Pero corte, mo~ narquia, iglesia, son instituciones que fundan su legitimidad en la Historia, en esa Historia acumulativa que Descartes pretende desbancar eon Ja razén unifi- cadora, Por ello, manifestandose en contra de los reformadores sociales, vuel- ve a proclamar con cautela que su métado no pretende reformar el Estado, ni las ciencias, nj la educacién. Afirma. por el contrario, que es peligroso para la mayoria de la gente, «no es un ejemplo que cualquiera deba seguir»; para lunos, porque tuna vez que empiecen a dudar ya no sabrian salir del escepticis- ‘mo; para otros, porque lo suyo es aprender de otros mas que investigar por su cuenta, Descartes inicia la segunda seccién afirmando que en su juventud deci- ié deliberadamente posponer el ejercicio de la duda metodica hasta que hu- biera proyectado su obra cientifica y encontrado el verdadero método. Esto me parece un claro ejemplo de eémo el Descartes de 1635 proyecta sobre el Descartes de 1619 algo de lo que se fue haciendo conseiente lentamente, como resultado de sus afios de aprendizaje, y que en ningiin caso es anterior al perto- do de redaccién de las Reglas, 1626-1628, cuyo abandono sera justamente lo que le permita emprender su obra cientifiea, que ird avanzando a trompicones, 401 ‘SEMINARIO «OROTAVAn DE HISTORIA DE LA CIENCIA « ASO XEXIE sin un plan general, y donde el método jugaré un papel cada vez més irrelee vante, pero no los ailadidos escola: ’s que habrian hecho de ella una ciencia com- Peja y confusa, como la légica combinatoria de Lulio; sefiala ademas que no sirve para: deseubrir, sino para exponer lo descubierto. Su insatisfaccion con la sometria procede de su excesiva dependencia respecto a las figuras, por lo aie «no se puede cjecitar el entendimiento sin fatigar mucho la imegina, ci6ny. Lo que debemos entender como reluetancia a que el eonocimiente de la universal estésometido a lo particular: la figura geométrica concrota, Beto ex algo que dificilmente hubiera Podido escribir Descartes antes de la elabora- cién de su Geometria, 0 sea, antes de producirse ese cambio de hegemonia desde Ia concepeién geométrica a la concepeién algebraica, como sefalaba Brunschwieg. Su insatisfaccién con la tereera deriva de la confusién ycons- triccién de los Procedimicntos algebraicos; es normal que Descartes no se hallara@ gusto con la pluraldad de simbolizaciones de los algebristas prece- dentes ~Cardano, Stevin, Vieta—en trance de ‘construir un saber sin una meto- dologia unificada, Es aqui cuando introduce los cuatro preceptos de su método: este paso, desdelas 3Gteelas hasta estos cunt preceptos, no puede explicarse sala, una conveniente simy lificacién; sucede. que ha habido un cambio. sustancjal gn Descartes respecie TSentdoy unintoie oraear HE de reglas concrell pata condensarlas en preceptos muy generales. Hix ocurrido también que ya no tiene interés en Poner su método al alcance de todos los matem: icos, sino sélo de. aquellos que tengan ta‘ capacidad suficien- te pare desentrafar los mecanismos de su geometria, los patentes y los subya- Gentes, Pasa en definitiva que ya no es un jovenzuelo deseoso de que los ‘gran des maestros del pasado hubieran explicado punto por punto todos sus hallaz- £08, sino un maestro que aplicando el élgebra a la geomettia ha encontrado ua método fécil para resolver problemas que resultaban dificiles a Jos Antiguos, y que preferiria tener seguidores futuros que criticos actuales. A la hora de investigar, el primer precepto exige aceptat slo las eviden- cias inteleetuales, que son inmediatas y simples. Claridad que exige tener fa idea presente en el entendimiento, no el recuerdo de la idea; distineion que consiste en delimitar el ‘fenémeno; ‘separindolo de otros similares, Desconfian- 402 Bz METODO DEL DISCURSO EW EL DNCURSO DEL MERODO * do de la tradicin, de la autoridad y de las conjeturas, evitando aceptar algo como verdad sin deliberacién, por prejuicio, se pretende garantizar puntos de partida firmes y seguros. El segundo precepto recomienda dividir el problema en tantas partes como sea posible y requiera su solucién. Se trata, pues, de descomponer el fenémeno complejo en sectores que nos permitan llegar hasta sus variables elementales, Bl tercer precepto invierte el camino del segundo y avanza «como por grados» desde los objetos més simples y faciles de conocer hasta los més complejos. Entiéndase por objetos simples cosas tales como las dimensiones espaciales, las disposiciones geométricas, la cantidad de tiempo, etc. Este camino de ida y vuelta est condensado en las Regias en una sola: la XIII. Quizé por eso Descartes no se molesta ahora en citar ni adscribir al segundo o tercer precepto Jo esencial de ese camino: encontrar las relaciones de medida y proporci6n entre las variables clementales, que en las Regias denominaba «naturalezas simples». Sf insiste, en cambio, en la nocién de or- den, que explicara a continuacién. El cuarto precepto consiste en hacer «enu- ‘meraciones tan complejas y revisiones tan generales» que se pueda confirmar gue no se ha omitido ningin elemento o paso de Ia investigacién. Estas enu- ‘meraciones deben ser continua, ininterrumpids, suficientes y ordenadas, para que puedan servir como verificacién de lo investigado. Vemos aqui, una vez mas, la desconfianza cartesiana frente a la memoria y la necesidad de refren- darla mediante el entendimiento. La generalidad de estos preceptos va pareja con su inutilidad, es decir, que son preceptos que no dicen casi nada aquien no sea capaz de comprender la geometria algebraica cartesiana, Descartes afirma que la idea del orden del mundo la. tomé del orden de Jos razonamientos de las mateméticas, al ser éstas las inicas ciencias demos- ‘tativas. Piensa que el orden gradual del conocimiento se corresponde con el orden gradual de la Naturaleza; de hecho, lo que ocurre es que ha transportado el orden deductivo de ia matemética al mundo fisico, teniendo como funda- mento la idea de la creacion de un mundo ordenado por las leyes divinas, Su optimismo acerca de la aplicabilidad de las matemiéticas al mundo le lleva a aseverar que es posible Hegar a conocerlo todo, Asegura que su interés por Jas mateméticas se debe a su utilidad para el entrenamiento de la razén, muy al estilo platénico; es una idea, en efecto, que aparece varias veces en su corres- pondencia™, un cierto desprecio de las mateméticas puras frente a la filosofia natural. Como explica en este punto, lo que Ie interesa es comprender las rela- ® Al menos desde 1626, en una carta a Mersenne, 403 * ciones de orden, medida y proporcién. Y entonees meneiona uno de sus ha- llazgos matemiticos explicado ya en las Reglas: la simbolizacién de magnitu- des mediante tineas, lo que le permite estudiar sus relaciones de ptoporeién. Se jacta de la facilidad con que su métado «en dos o tres meses» le permitié resolver problemas mateméticos dificiles y delimitar las condiciones de solubilidad de tales problemas. Se est refiriendo aqui al invieno de 1619- 1620, cuando estuvo preparando una obra sobre los elementos de los sélidos. El tiltimo parrafo de esta segunda parte del Discurso es muy interesante desde la perspective de la retorica cartesiana. En efecto, presenta como deci- siones tomadas deliberadamente-a sus 23 aftos: 1) haberse prometido aplicar en el futuro las matematicas a las otras ciencias, 2) buscar en el futuro los fundamentos de su’ método matemiético en los principios de la filosofia, 3) prepararse para esas labores futuras mediante la duda terapéutica, la acumula- cién de experiencias y el ¢jercicio del método. Si ello fuera asi el término «cartesiano» no deberfa connotar «claridadn, sino «clarividencia». Pero mas bien creo—y después de todo quizé tenia razin para no fiarse de la memoria— que todo eso és un claro ejemplo de proyeccién del Descartes que en 1636 recuerda al Descartes de 1619. Y digo «recuerda» concediéndote el beneficio de la duda, pues me inclino a créer que él aqui era consciente de falseat, 0 si se quiere, de bamizar, los hechos hist6ricos en pro de que el cuadro de su vida quedara més cohesionado. Podemnos aceptar el punto primero siempre que no creamos que esa «promes@> implicaba que tuviera alguna clara nacién de lo gue resultarfa de aplicar el método a la fisica y a la fisiologia. De ningiin modo puedo aceptar el punto segundo, porque a Descartes nunca se le ocurrié dar el salto a la metafisica antes de 1627. Ese salto operaré a largo plazo una ruptura con sus proyectos metodologicos: el Studium, las Reglas y el Discurso. En el tereer punto me parece que junto a dos propésitos reales, como son cultivar las mateméticas y ampliar sus conocimientos sobre fisica, nos ctiela de rondén la duda met6dica, algo de cuya formulacién no hay indicios antes del salto meta- fisico (1628-1630), pues ni siquiera esta en las Regfas. Y ahora Descartes se dispone a presentarnos los resultados éticos de sus afios de experiencia vital, de su periodo de autoformacién intelectual. 'SEMINARIO WOROTAVAD DE HISTORIA DE LA CIENCIA = ARO XEXIT EXTRAVIADO EN MEDIO DE UN BOSQUE Enel pdrrafo aislado que inicia el Discurso Descartes ya advertia que en la tercera parte se encontrarfan algunas reglas «referentes a la moral, que ha sacado siguiendo este método». Antes de enumerarlas advierte que es una 404 EL METODO DEL DISCURS® EN EL DISCURSD DEL MérODO ~ moral provisional, de la que se ha dotado para poder tomar las decisiones que Je convengan, sin tener que esperar a que el desarrollo de su razén le provea de un juicio seguro en cada ocasién. Escribe esto en 1636, refiriéndolo a 1619, sin dar indicaciones de que piense acabar con esa provisionalidad. Para ello no bastaria aplicar mejor o con mas dedicacién el método; conociendo la ‘trayec- toria cartesiana podemos especular con que confiara en progresar en sus estu- dios de la fisiologia humana més alla de donde habia llegado con el «Tratado de! hombre» (1632-1634) y en suministrar una explicacién de las relaciones entre alma y cuerpo, lo que intentard en el «Tratado de las pasiones del alman (1646-1648). Pero entre 1636 y 1646 Descartes ha tenido que pensar sobre los fandamentos metafisicos de su método —que plasmard en las Meditaciones metafisicas (1641)~y una de las consecuencias de ese proceso implicé un giro ético. En efecto, respecto al problema teolbgico de la entidad de Dios, Ja sus- tituciéa del intelectualismo del Discurso por el voluntarisma de Las pasiones, obliga a realizar el mismo cambio en su pensamiento ético, donde la primacia Rt enna cede egal primacia dea volun. La etree entre la indeterminacién del juicio y las urgencias de la accién éra un topic habitual; Descartes podia haber leido en Montaigne que siempre hay razones para algo y para lo contrario, y que la inseguridad del juicio depende en buena Parte de la influencia de! azar sobre el curso de los pensamientos”. Ante tal dificultad no es raro que Descartes critique alos moralistas antiguos por haber ensefiado cudles son las virtudes a conseguir sin haber ensefiado ef camino que Ileva hacia ellas. Es una critica paralela a la que hacia a los matematicos Por ensefiar sus resultados, pero sin el andlisis que los llevé a obtenerlos. En todo caso, no esta de més recordar que en su conversacién con Burman aleg6 Descartes haber escrito esta tercera parte para que nadie pudiera acusarlo de no tener «ni religién ni fe La primera méxima reclama «cobedecer las leyes y costumbres de mi pais, conservando constantemente la religién {...] de mi infancia», lo que parece acorde con su talante politico conservador y su extrema prudencia. Descartes intereala dos observaciones psicolégicas. Una, que para conocer las verdade- ras opiniones de la gente hay que fijarse en lo que hacen, no en Jo que dicen Dos, que el acto de creer y el de saber que se cree son distintos, yendo a ‘menudo el primero sin el segundo. Ambas reflexiones dejan bien clara la sepa- raci6n entre razén y accién, entre episteme y fronesis. Ademés requiere actuar * Montaigne, Ensavos I, «De ta inseguridad de nuestro juicion, 405 SeMINARIO «OROTAVAD DE HISTORIA DE LA CiENCrA “ASO XEXIL siempre con moderacién, como estrategia para minimizar las consecuencies de los errores. Ya en la primera parte decia que «las mejores almas son capa. 608 de los mayores vicios tanto como de las mayores virtudes». Me parece clara en esta regia la influencia de Ia teoria aristotélica del justo medio. Des. cartes concluye la exposicién de la primera regla con una confesién: queria vivir su juventud en estado de plena disponibilidad, de absoluta libertad de pinién para las ideas, sin verse obligado a atenerse a fo que fuera pensando en el decurso de la vida. {ta segunda méxima le exige resolucién y firmeza a la hora de adoptar decisiones, obligando a elegir ~en caso de incertidumbre~ la opcién con ma. Yor probabilidad de ser verdadera. Es una maxima antiquietista,tipica del Probabilismo moral jesuita, que prefiere errar por accién que por omisién, Pero el aspecto mas interesante es que una vez emprendido un curso de accién debemos considerar las razones que nos determinaron a elegirlo aeomo muy verdaderas y muy ciertas». Esta legitimacién «a posteriori» de las razones por las acciones persigue un objetivo psicolégico: librarse «de todos los arrepen. timientos y remordimientos», La tercera maxima le demande «intentar siempre vencerme a mi mismo antes que a la fortuna y cambiar mis deseos antes que el orden del mundo». Descartes afiade que tal debi6 ser el seereto de la felicidad de algunos filésofos antiguos, aunque reconoce «que necesita un largo ejercicio y una meditacién reiterada con frecuencia». Concluye con el elogio de la libertad interior esta ‘maxima que es toda una declaracién programatica de estoicismo, al modo antiguo que habian revitalizado los humanistas del Renacimiento. De hecho, esta moral cartesiana recuma el espiritu de Montaigne, quien ya advertia que Cada ciudad y cada gremio tiene sus propias reglas civicas y que quien sigue les formas y leyes de su pais no puede cometer maldad sind error, yen quien encontramos, asimismo, un encendido elogio de la resolucién y la constancia™! Qué nos dicen de Descartes estas tres maximas que, siguiendo su cos. tumbre, presenta como fruto de una eleccidn deliberada? La primera apunta bhacia un tradicionalismo social que se manifiesta en varios lugares del Discur. $0 y que nos parece casi natural considerando su status social y la turbulencia cle una época que trastabilla bajo los efectos de los cismas cristianos y de las redistribuciones del poder politico en Europa. En cuanto a la moderacién, la 2 Montaigne, Emayos, caps. XM «Dela contacia, XIV «Que el gust de os bienes fos ‘males depende en gran parte dela idea que de ellos tenemos», XXIII «De la costumbre y de como ‘no se cambia ficilmente uns ley recibidan 406 we 1 Mérop0 pe pscunso se. Discurso pet Mérooo Be vida del filésofo parece indicar que era tn rasgo ambivalente de su eardcter, aplicable a muchos aspectos de su cotidianeidad, pero no a su actividad inte Iectual, que generaba en.¢l una soberbia y un optimismo desmedidos. Respecto a la firmeza y la constancia tengo laimpresién de que Descartes pensaba no poseer esas virtudes.y el hecho de dejar media docena de libros inacabados, asi como sus frecuentes cambios de domicilio le debian parscer flagrantes ejemplos de ello. Pero eso significa para mi que no las tenfa en el grado que le hubiera gustado; para percatamos de que no carecia de éllas ‘nos basta considerar el empefio que derroché en la realizacién de su programa cientifico. Respecto a la cualidad de la resolucién.presumo que el nifio René fue mas bien dubitativo y que los largos afios de educacién jesuita le ensefia- ron a combatir esa tendencia natural mediante el ejercicio de la voluntad y la conviccién de que Ia accién era més productiva que Ia indecision paralizante. Me parece que esto casa bien con el rechazo de la resignacién al destino que vemos en la maxima tercera: defiende un estoicismo activo de transformacién interior mediante la adaptacién al mundo y la renuncia a los deseos imposibles © improbables. Igualmente, la disponibilidad para las nuevas ideas que asume en la primera maxima entronca perfectamente con la libertad interior que ala~ ba en la tercera. Esta dialéctica del. mundo como destino y la 'razén como libertad parece recorrer desde su juventud toda la vida de Descartes, al igual que recorre la obra de Montaigne. Descartes concluye esta tercera parte del Discurso con un elogio de la ida intelectual como fuente de felicidad. Teniendo previamente la cautela de Justificar su voluntad de instruirse reeurriendo a Dios como dispensador de la luz natural, asi como la precaucién de explicitar que las verdades de la fe junto con las anteriores méximas morales quedan a salvo, se dispone a emprender el camino de la duda metédica para irse librando de las opiniones erréneas reci- bidas. No ala manera de los escépticos «que no dudan sino por dudar y fingen hallarse siempre indecisos», sino con laclara voluntad de separarel error de la verdad. Renueva el racionalismo moral socratico afiadiéndole el toque probabilista: «basta juzgar bien para actuar bien, y juzgar lo mejor posible para actuar también lo mejor posiblen. Esta idea ya no la sostendrfa en los afios cuarenta, pues la doctrina de la primacia de la voluntad sobre el entendi- miento implica la defensa de la libertad de elegir ef mal aun conociendo el ven?! * Como se ve en su correspondencia con la prineesa isabel de Bohemia oen el Tratado sabre {as pasiones del alma, 407 SEMINARIO «OROTAVAD DE HISTORIA DE LA CIENCIA ~ ANO XEXIL Descartes remite todo el proceso de eleccién de sus méximas morales a 1619, como si al haber elegido la carrera intelectual tras la noche de los sue- fios, se hubiera visto en la necesidad de darse algunos preceptos para sus afios viajeros de formacién mundana. Declara haber continuado ejercitandose en el método los nueve afios siguientes, aunque sin haberse atrevido a hincarle el diente a la cuestién de Jos fundamentos de Ia filosofia. Y afirma que se vio obligado a ello, més que por su gusto, porque corria el rumor de que ya lo habia hecho, y en consecuencia decidié retirarse a los Paises Bajos para «ha: cerme digno de la reputacién que se me daba». Esto es una alusién al encuen- ‘ro.con el cardenal Bérulle, fundador del Oratorio, quien le anima a dar a sus doctrinas un fundamento teolégico y metafisico acorde con el cristianismo. Sin embargo, esa atribucién a otros del impulso para su asalto a la metafisica no es gratuita: es un indicio de que Descartes, al escribir esto en 1636, no considera concluidas todavia sus investigaciones metafisicas, que va a expo- ner a continuacién. SIN CUERPO Y SIN MUNDO NI LUGAR El trayecto metafisico que narra Descartes empieza con la puesta en pric tica de la duda metédica, que recae sobre el conocimiento sensible, sobre los razonamientos demostrativos y sobre cualesquiera actos mentales, a los que imagina tan verdaderos como jas ilusiones de los suefios. Son topicas escépti- ‘cos que encontramos en autores antiguos, como Cicetén'o Sexto Emipitico, y modemos, como Montaigne y Charron; la critica al conocimiento sensible, de tono antiaristotélico, se halla igualmente en Bacon y Gassendi. Notese que aqui Descartes no duda de la existencia de Ja realidad, como hard después en las Meditaciones, donde afiadiré el argumento de la locuray el del genio ma- ligno 0 dios engaftador. La duda le lleva hacia lo que salva de ella: la certeza del yo sobre su propia existencia: «pienso, luego existon, intuicién intelectual que se convier- te en el primer principio de su metafisica, Esa es la presentacién retorica, ¢Pero cual fue el camino real hacia ese principio? La lectura de Agustin de Hipona, a la que fue impulsado por el cardenal Bérulle. Tanto en Sobre ef libre albedrio como en La ciudad de Dios pudo leer esa conexién entre pen- samiento y existencia, «{-] yo estoy muy seguro de que existo y de que conozeo y amo. Respecto a estas verdades no temo en absoluto el argumento de los 408 [EL METODO DEL DiscURSO EN EL DISCURSO DEL M:TODO ¥ Académicos, que dice: {Qué pasa si te engafias? Porque si me engaiio {yo existo: puesto que quien no existe no puede ser engaiiado; y si soy ‘engafiado, por esa misma prueba yo existo.» Agustin, La ciudad de Dios El yo se descubre como sustancia pensante, dado que puede fingir no tener cuerpo, ni mundo o lugar en el que existir; en cambio, bastaria dejar de pensar para perder ef conocimiento de ia existencia propia; en consecuencia «supe por ello que yo era una sustancia cuya entera sustancia o naturaleza no es sino pensar». Esta separacién del yo respecte a lo material, la escisién entre sustancia pensante y sustancia extensa, implicard que la extensién se convier- ta cn la esencia de todo lo corporeo. El andlisis del primer principio lleva a Descartes a la conclusién de que su certeza proviene de su evidencia, por su claridad y distincién. De este modo legitima la primera regia de su método, Pensando sobre su imperfeccién en cuanto ser que duda el yo se percata de que posee la idea de un ser perfecto, idea que s6lo puede provenir de dicho ser, 0 sea, de Dios. El yo, ademés, en cuanto imperfecto, sabe que sit ser no depende de si, pues en ese caso el yo se hubiera hecho perfecto a si mismo, Juego tiene que haber un ser perfecto de quien dependa y al que deba todo lo que es. Asi la existencia de Dios se convierte en el segundo prineipio de su metafisica. Aqui introduce la dialéctica de lo finito y lo infinito para definir a Dios y distinguirlo del yo: Dios es ef ser que tiene todas las perfecciones en grado sumo. El yo tiene algunas perfecciones y multiples imperfecciones, en grado limitado. La existencia de los cuerpos, inteligencias o naturalezas im- perfectas depende de la voluntad divina: es la doetrina de Ia conservacion continua de la creacién. Si nos fijamos en las caracteristicas con que describe a Dios —infinito, terno, inmutable, tedopoderoso y omnisapiente— vemos que son variedadés de Jo infinito: en el tiempo, en el ser, en el poder y en el saber. Queda claro que pata Descartes la esencia de Dios és su infinitud. Esta es la clave que cone al Descartes cristiai cristiano. se sitda on la tradicion agustiniana, que proclama infinito a Dios; como matemitico ha aprendido a lidiar con lo infinito en su dlgebra y geometria””. Ahora bien, él * Respondiendo a una paradoja sobre ef infinica que le plantea Mersenne no se arredsa al admitir gue hay infinites de diversa magnitud; véae la carta del 15-1V-30. 409 'SEMINARIO «OROTAVAD DE HISTORIA DE LA CIENCIA = ANO XE-XIE agustinismo exige la aceptacién incondicional de la fe como hecho previo a la biisqueda intelectual de razones para justificarla; el hombre ni siquiera alcan- za la fe por si mismo, sino mediante la gracia divina, que también hace posible el conocimiento. {Cémo conjugar este fideismo con el mecanicismo que lee en el mundo un orden absoluto impuesto por un Dios matemético? ,Cémo conjugar las Escrituras con el gran libro del mundo? “= Brel plno social ya emmos vito sv adhesTBr publica al igi ase mayores, su renuncia a la publicacién de ET Mundo, y sabemos que incluso en su correspondencia rehufa las euestiones teolégicas. Pero en el plano intelec- tual no debié resultar tan fic. Sus obras nos muestran un progresivo aleja- miento del i is ta que marcha desde ¢/ mundo hacia Dios, eminentemente matemitico y las matematicas como la logi pueden decit nada sobre Dios. Dios queda para siempre misall det WOFIZane aeTmiundo, figura transcendente e ininteligible, de quien sélo podemos cono- cer su Obfa, la creacion, mani élen su totalidad y humana: infinito y catisa de si mismo. En esta cuarta parte ya se preocupa Descartes de distinguir entre Dios y las matemdticas™, para evitar que se le acuse de dejar a Dios fuera del mundo © de situar aquellas a la altura divina. Da un argumento sorprendente: que no hay nada en las ideas mateméticas que nos asegure la existencia de los objetos de tales ideas; en cambio, si lo hay en la idea de Dios, porque el ser perfecto tiene que poscer existencia, dado que esta es una perfeccién. Ya nos extrafia que Descartes cometa el error ldgico de hacer equivaler la existencia a las demis perfecciones predicables de Dios, pero salta a la vista que es un recurso «ad hoc» virculado al argumento ontolégico, piedra angular de su sistema, Pero mucho més forzado atin nos parece que tn matemitico mezele de esa manera la formalidad de los ntimeros y las figuras con la existencia extramental, Lo que ocurre es que Descartes necesita hacer depender la idealidad matemé- tica de la existencia divina. Lo hard con mejores argumentos en las Meditacio- nnes, donde distinguira entre la eternidad intratemporal de las verdades mate- miticas y la eternidad extratemporal de Dios. ** Bn fa carta a Mersenne del 15-1V-30 ya decla que las demostraciones metafisicas son mejores que las geométricas, 410 € Después de criticar la doctrina aristotélica y escoldstica de que todo co- nocimiento procede de los sentidos Descartes establece como innatas las ideas de «Dios» y «alma», fundamentos de su sistema. Previendo cierto tipo de criticas distingue entre la certidumbre metafisica de la existencia de Dios y del alma, que considera probadas, y la seguridad moral de otras creencias, como Ja de tener cuerpo o la de que hay astros. Afirma que de estas creencias y de ‘cualesquiera otras evidencias s6lo podemos estar seguros porque Dios existe, ‘Aqui Descartes se encierra én un «cfreulo virtuoso: a partir de la evidencia del yo prueba la existencia de Dios y s6lo esta garantiza la verdad de las ev' dencias. Podria haber intentado presentar este cfrculo ldgico como un doble fundamento en plano de igualdad, pero hubiera sido una imprudencia; por eso insistiré siempre en la prioridad ontolégica y epistemologica del segundo prin- cipio respecto al primero, que sélo es tal en el desarrollo l6gico de la argumen- ‘tacion, Sobre esos cimientos circillares, que son dos y uno y el mismo, como el camino de Heréclito, erige Descartes el mundo restaurado. En efecto, Dios garantiza ahora todo aquello que habia sido objeto de duda: se refuta el argu- mento del suetio, se rehabilita et conocimiento sensible y se da la primacia a las evidencias de la raz6n. Bi velo de la duda se ha disipado y el mundo luce otra vez radiante en su verdad; se descarga la culpa de los errores sobre la imperfecta naturaleza humana. Ante esa restauracién uno se pregunta: ; Valia Ja pena este camino para llegar al mismo sitio? ,No habria un camino mas corto? Ambas preguntas se interfieren y responden entre si. Mas corto seria el camino que partiera directamente de probar la existencia de Dios. Es un cami- no ya transitado que a Descaftes no le vale, Lo que le da valor al camino cartesiano es lo que hay antes de Hegar a Dios: la existencia del yo. Asi lo entendié la filosofia posterior al proclamar a Descartes como iniciador de la filosofia de la subjetividad. La soberania del yo, por muy relativa que la plan- tee, es lo que brilla en esta cuarta parte del Discurso. Notese que el efecto significativo y persuasivo de la argumentacién me- tafisica cartesiana depende del orden de su discurso. El modelo ret6rico. es semejante al de Zl Mundo. En et Discurso se parte de un todo -el mundo~ que se va haciendo nada, mediante la duda que lo aniquila,. para llegar al mismo mundo de partida, pero liberados de la duda gracias a Dios. En El Mundo se parte de la nada, que gracias a Dios se hace un todo ~el mundo pristino— para egar hasta el mundo actual; pero en la préctica, el modelo especulativo de El Mundo nos leva hasta el mundo actual porque es el verdadero todo del que 1 Metopo DEL piscuRso EN BL DISCURSO DE. M7000 aul SEMINARIO «OnoTAVAY DE HISTORIA DE LA CIENCIA “ASO XIX arrance Descartes, el verdadero punto de partida de su sistema fisi¢o, Lo que Pretendo decir es que ambos textos son fabulas, en las que se narra un viaje Ietafisico en un caso, mecinico en el otro~ que concltiye en el munto que ern ines. Pero el viajero no procede, como quiere hacemos creer. de tout tories extranjeros ~del reino de la dda o de la extensién- sino que Zarpé del ‘mismo mundo al que arriba y por eso conoce el camino de vuelta, LUZ EN LAS ESTRELLAS Y FUEGO EN EL CORAZON {a guinta parte se iniciaexpresando el contento que le produce todo lo ave ha descubierto mucho mas de lo que esperaba- sobre la Natutalecs a

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