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La enfermedad es el producto de tres influencias y está sujeta a

ella: Primero, el pasado del hombre, en que paga el precio de antiguos


errores; segundo, su herencia, donde comparte con todo el género
humano esas contaminadas corrientes de energía de origen grupal;
tercero, su participación, con todas las formas naturales, de aquello que
el Señor de la Vida impone a Su cuerpo. Estas tres influencias son
denominadas “La antigua Ley de Participación del Mal”. Algún día ésta
debe ceder su lugar a la nueva “Ley del Antiguo y Predominante Bien”,
que reside detrás de todo lo que Dios ha creado. Esta ley debe ser puesta
en vigencia por la voluntad espiritual del hombre.

Esta Ley contiene afirmaciones muy amplias y en realidad constituye el resumen de


dos leyes, una de las cuales rige en la actualidad y la otra lo hará eventualmente. En bien de
la claridad y porque las personas leen comúnmente en forma muy superficial, permítanme
dividir esta ley en sus diferentes afirmaciones y así podrán adquirir una mejor idea de sus
implicaciones:

1. La enfermedad es el producto de tres influencias y está sujeta a ellas:


a. El pasado del hombre, en que paga el precio de antiguos errores.
b. Su herencia, donde comparte con todo el género humano esas contaminadas
corrientes de energía de origen grupal.
c. Su participación, con todas las formas naturales, de aquello que el Señor de
la Vida impone a Su cuerpo.

2. Estos tres tipos de energías se denominan “La Antigua Ley de Participación del
Mal”.

3. La “Ley del Antiguo y Predominante Bien” que reside detrás de todo lo que
Dios ha creado.

4. Esta Ley reemplazará algún día a la “Antigua Ley de Participación del Mal”.

5. Será puesta en vigencia por la voluntad espiritual del hombre.

Esta ley retrotrae el pensamiento del hombre hasta la ley básica del karma, que, como bien
saben, es ineludible y que el curador moderno, en los actuales cultos y organizaciones de
curación, pasa por alto constantemente. Ya nos hemos ocupado de estas influencias y
causas predisponentes y no es necesario elaborarlas más, excepto decir que una de las cosas
más útiles que el paciente debe recordar y el curador tener presente, es que la enfermedad
tiene sus raíces en el pasado (un pasado grupal o individual) y puede ser, en último análisis,
una forma benéfica de pagar antiguas deudas. Esto induce al paciente a mantener una
actitud pasiva y constructiva; no una pasividad que conduce a la inactividad, sino que
despierta el sentido de responsabilidad para una correcta acción. Esta correcta acción
conducirá a cancelar totalmente la deuda, mediante el bien conocido proceso de la muerte,
o al éxito de los pasos emprendidos, para lograr la salud. En el caso del curador, lo
conducirá al conocimiento de poderosas fuerzas que actúan a través del paciente, y a
aceptar lo que el destino le ha asignado; en ambos casos la febril ansiedad, tan a menudo
presente, no se entrometerá entre la intención del curador y el paciente, evitando sensatos
acontecimientos.

Otra cosa de importancia para el paciente es tener presente, si su estado lo permite,


que está sufriendo el mismo destino y sino de la mayoría, y que él no es el único. Un
correcto tratamiento para restablecer la salud constituye el principal factor para eliminar la
separatividad y el sentido de soledad y aislamiento; por esta razón los efectos de la mala
salud, cuando se los maneja correctamente, conducen a dulcificar el estado de ánimo y
acrecentar la simpatía. El sentido general de compartimiento y participación, se aprende
comúnmente de la manera más dura, repito, tal es la ley.

En esta ley tenemos la clave de aquello que finalmente erradicará de la tierra a la


enfermedad. Permítaseme decirlo en forma más sencilla. Cuando la mayoría de los
habitantes de la tierra se orienten rápidamente hacia el bien, hacia la rectitud, como lo
expresa La Biblia, y cuando el conjunto de seres humanos se incline hacia la buena
voluntad (la segunda y principal expresión del contacto y la influencia del alma en la vida
del individuo y de la humanidad; la primera expresión es el sentido de responsabilidad)
entonces la persistente mala salud irá desapareciendo, aunque sólo gradualmente, y se
desvanecerá y dejará finalmente de existir. Esto sucede en forma lenta, muy lenta, no la
desaparición de la enfermedad, sino la obtención de una orientación más correcta. Lo que
ello realmente significa es que el canal de contacto entre el individuo y su alma y el alma de
la humanidad, es cada vez más directo y sin obstrucción. El alineamiento se va logrando.
Por lo tanto, pueden ver nuevamente por qué el curador durante la vida debe poner el
énfasis sobre el contacto y el alineamiento y por qué muy pocos pueden lograrlo. Los
curadores de hoy establecen poco o ningún contacto, y casi no tienen conciencia directa de
la necesidad ni verdadero conocimiento de las técnicas a seguir.

Es conveniente captar este importante punto para evitar el desengaño. Las


enfermedades no desaparecerán del mundo, súbita ni milagrosamente, en el período
inmediato que anuncia la nueva era. Si así fuera, implicaría que la Ley de Karma ha dejado
de regir y esto no es así.

La frase final de esta segunda ley da una indicación básica acerca del período de
tiempo: la Ley del Bien Predominante, que será puesta en vigencia por la voluntad
espiritual del hombre. ¿Qué significa esto? Significa que cuando unos sinnúmeros de
hombres estén controlados por la Tríada espiritual, hayan construido el antakarana y
puedan en consecuencia emplear la voluntad espiritual, se erradicará la enfermedad y
solamente regirá el bien. Por supuesto este proceso será gradual y casi imperceptible en las
primeras etapas. Nuevamente, ¿por qué esto es así? Porque el mal, la delincuencia y la
enfermedad son el resultado de la gran herejía de la separatividad y porque rige el odio y no
el amor. No olviden que quien no ama a su hermano es un criminal, y constituye siempre el
símbolo del odio. El sentido de universalidad y de identificación con todos, no existe aún,
excepto en los discípulos avanzados e iniciados; la conciencia de masa y la manifestación
del instinto de rebaño no debe confundirse con el sentido de unicidad que señala a la
persona correctamente orientada. En la nueva era, las enseñanzas sobre el antakarana y la
constitución del hombre, principalmente desde el ángulo de los “tres cuerpos periódicos” y
no tanto desde el triple hombre inferior, se acentuará particularmente en las escuelas
superiores de enseñanza, sentando así una sólida base para las escuelas esotéricas, las
cuales irán surgiendo lentamente. Con ello se obtendrá una nueva perspectiva para la
humanidad. Se enseñará la naturaleza de la voluntad espiritual, en contraposición con la vo-
luntad personal egoísta; por su intermedio las grandes y nuevas potencias serán liberadas
sin peligro en la vida diaria.

Hasta ahora ni los discípulos tienen una mínima idea del excesivo poder de la
voluntad triádica. Aquí podría afirmarse que esos curadores que poseen conciencia triádica
y pueden ejercer la potencia de la vida y la voluntad monádica, por intermedio de la Tríada
espiritual, siempre obtendrán éxito, no cometerán errores, porque poseerán una exacta
percepción espiritual, lo cual les permitirá saber si es factible la curación y, mediante el em-
pleo de la voluntad, actuar con poder y sin peligro sobre el centro coronario del paciente.
Lógicamente confinarán sus poderes curativos para quienes viven enfocados en la cabeza.
Estimularán al alma, anclada allí, para que entre en actividad efectiva, iniciando así la
verdadera autocuración.

Observarán por lo antedicho, cuán relativamente sencillas son estas Leyes, si se las
considera detenidamente, y cuán bellamente están relacionadas entre sí. El dominio y la
comprensión de una, facilita la comprensión de la siguiente.

Recuerden que la voluntad actúa a través del centro coronario y, teniendo esto
presente, relacionen la información dada al principio de esta instrucción acerca de la Ley 1.
con lo que he dado aquí. Si estudian profundamente estas leyes quienes tratan de aprender a
curar espiritualmente, y si el curador se esfuerza en ajustar su vida a las rejas, se irán
configurando en su mente un definido método de curación y una emergente técnica y se
acrecentará grandemente su servicio efectivo. También observarán que no doy regias y
leyes aplicables a enfermedades específicas. Me temo que esto desilusione a muchos
trabajadores sinceros, pues esperan que indique lo que se debe hacer, por ejemplo, para
curar el cáncer del hígado, la neumonía, la ulcera gástrica, o ciertos tipos de enfermedades
cardíacas. No tengo la intención de hacerlo. Mi trabajo es mucho más fundamental. Me
ocupo de las causas y principalmente del cuerpo etérico como distribuidor de energías o
detentor de esas energías cuando son trasformadas en fuerzas; trato del estado de
conciencia del curador y de las teorías que debe abarcar, de su comprensión acerca de la
relación del alma con sus vehículos de expresión (particularmente, en el caso de curación,
con el cuerpo vital) y del control de los centros establecidos en cada zona del cuerpo, ya sea
distribuyendo libremente la energía y manteniendo el cuerpo en buena salud o -por una
actividad subdesarrollada o inhibida- produciendo esas condiciones que hacen posible y
probable la enfermedad.

Podrán observar, por lo tanto, la simplificación del proceso de curación cuando


reconocemos y comprendemos las causas responsables del funcionamiento del cuerpo en el
plano externo. El curador debe recordar los hechos, en las siguientes secuencias:

1. La realidad de la existencia del alma, que actúa a través de


2. la mente y el cuerpo astral, cuyas energías condicionan a
3. el vehículo etérico, un vértice de energías enfocadas a través de numerosos
centros, mayores y menores.
4. Los siete centros mayores, que controlan zonas definidas del cuerpo a través de
a. los nadis,
b. los nervios,
c. el sistema endocrino,
d. la corriente sanguínea.

Estos cuatro grupos de aspectos condicionados del hombre, conciernen a la vida


y a la conciencia, los dos principales aspectos del alma cuando se manifiestan en
el plano físico.

La medicina ortodoxa se ha limitado necesariamente hasta la fecha, a los síntomas


objetivos y a su aparente causa inmediata y por consiguiente a los efectos y no a las
verdaderas causas. La curación de que me ocupo está dirigida a la reorganización y
revitalización del cuerpo etérico, con la intención de penetrar, tras los indicios formales
externos de condiciones incorrectas, hasta el vehículo de energías que -si funciona
correctamente y esta alineado debidamente- mantendrá al cuerpo físico en buenas
condiciones y libre de enfermedad. El conocimiento requerido por el curador en la nueva
era es, no obstante, más fundamental y menos minucioso. Se ocupa de las zonas y no de los
órganos. se ocupa de las energías y sus puntos de distribución, y no de los detalles del
cuerpo físico, la construcción de los órganos y su mal funcionamiento. Se ocupará de los
siete centros etéricos, de los nadis a través de los cuales ellos afectan y estimulan (indepen-
dientemente de las radiaciones) al sistema nervioso; vigilará cuidadosamente el sistema
nervioso y la corriente sanguínea que son afectados cuando los centros irradian a través de
las hormonas que allí se encuentran y sobre ellas. Pero la tónica de todo este trabajo será la
distribución dirigida, y el centro de su atención los canales de distribución -el entero
sistema de los centros etéricos.

Les pediría encarecidamente que reflexionen con detención sobre toda esta
información. La nota clave de la buena salud, esotéricamente hablando, es compartimiento
o distribución, como también lo es para el bienestar general de la humanidad. Los males
económicos del género humano se asemejan mucho a las enfermedades del individuo. Las
necesidades de la vida no afluyen libremente a los puntos de distribución, los cuales están
inactivos; su distribución adolece de defectos y sólo mediante una sensata y mundial
comprensión del principio de compartir de la nueva era, se curarán los males de la
humanidad; únicamente por la correcta distribución de la energía se curarán también los
males del cuerpo físico del individuo. Esto es lo fundamental (diría, el principio
fundamental) de toda curación espiritual. En último análisis, ello también presupone un
eventual y científico reconocimiento del cuerpo etérico del planeta, y en consecuencia del
hombre.

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