Del Evangelio según San Juan 10,27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús:

Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy vida eterna; no
perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera
a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.

A lo largo de mi vida, desde chico, la imagen del pastor ha estado muy presente. Aunque no de
una manera espiritual, profunda, auténtica, en el sentido como lo estoy viviendo ahora.

 El primer pastor ha sido el pastorcito mentiroso. Como olvidar esa moraleja.

 El segundo pastorcito, es el de los pesebres, con barba, musculoso, aunque a veces con
el rostro todo distorsionado, dependiendo ya del trabajo del alfarero.
 Tercero, ese pastor que toca el arpa, la lira y cuida a sus ovejas mientras estas pastan.

Son imágenes

Recién en la etapa vocacional donde cambia para mí la imagen del pastor. El pastorcito de torna
pastor, y mejor aún, un buen pastor

Para mí, una de las experiencias más fundantes con el buen pastor es justamente el
experimentarlo como aquel que me rescata de soledad, de mi condición de oveja perdida, sin un
rumbo claro. El buen pastor ha sido para mí el que regresa, justamente, por mí…

Y no por el hecho de que ha dejado 99 por mí, sino por el hecho de que vuelve su mirada hacia
su rebaño y sabe, siente que alguien falta y ahí por mí, viene, me busca, sabe quién soy.

Aquí es donde me viene la letra de esa canción que Cristóbal Fones interpreta en su último
álbum: Único. Cuando me llamas por mi nombre. Ninguna otra criatura vuelve hacia ti su rostro
en todo el universo. Cuando te llamo por tu nombre. No confundes mi acento con ninguna otra
criatura. En todo el universo.

Siento que describe el mensaje del evangelio que leímos recién. Somos únicos para Dios, ovejas
únicas, y queremos que él sea único para nosotros. Yo creo que ahí es donde podemos llegar a
ser uno con él.

Que el Señor nos conceda esta gracia.