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RESUMEN QUE HIZO EL PROFE DE LA CLASE 1-3.

En esta clase les ofrezco una síntesis de los que hemos venido viendo hasta ahora. 

El objetivo de este espacio curricular es realizar un abordaje de la educación desde el punto


de vista de lo social. Esto significa que no nos vamos a detener en el aspecto didáctico, o
en el análisis de las distintas herramientas a disposición del docente para lograr la
transferencia de los aspectos necesarios que hacen al proceso de construcción del
conocimiento. Tampoco nos vamos a referir, más que tangencialmente, a los contenidos que
hacen al espacio de didáctica de las ciencias sociales.

Lo que nos proponemos es analizar la educación como un hecho social y político.

Por qué social? Porque la educación tiene una historia, como todo lo humano. La educación
tal como la concebimos es producto de un devenir histórico y social. Es un área de lo social,
puesto que surge de una necesidad de conjunto de la sociedad, como es la transmisión de
los saberes que se consideran relevantes en distintos momentos de la Historia.

Por qué político? Porque la educación es el vehículo principal para la adquisición de


herramientas mentales que permiten interpretar la realidad. Por medio de los saberes que
nos otorga el tránsito por el sistema educativo, y otras informaciones más que recibimos de
otros medios, como la familia, la televisión, internet, les amiges del barrio y las iglesias,
construimos explicaciones que le dan sentido a lo que sucede a nuestro alrededor. Ese
sentido, esa interpretación de la realidad, nunca es neutra. Naturaliza determinados
comportamientos e instituciones sociales que, inadvertidamente para muchos, consolidan
en el poder a quienes están en él. Otras interpretaciones de la realidad debilitan al poder,
porque lo cuestionan, porque le piden que rinda cuentas, porque desconfían de la
“naturalidad” de las desigualdades. La educación es entonces un terreno de disputa política.
Un territorio en el que día a día se libra una guerra de trincheras entre dos formas
principales, y antagónicas, de interpretar la vida social: la visión “conservadora”, que
preconiza el mantenimiento del status quo, es decir, de lo dado; y una visión “progresista”
por llamarlo de una manera, que cree en la necesidad del cambio, que considera que es
posible tomar acciones políticas para construir una sociedad más justa.

Digo que son antagónicas porque la visión conservadora intenta ocultar la situación de
privilegio en la que vive una minoría de la sociedad, naturalizando la situación del resto.
Mientras que la visión progresista resalta todo el tiempo esas desigualdades, señalándolas
como “fallas” o como acciones intencionales de un sector social, para mantener su
dominación sobre el resto.

Como sea, la visión progresista, que involucra un amplio arco de pensamiento, desde el
progresismo liberal, hasta el marxismo revolucionario, desafía necesariamente al poder. La
educación es entonces uno de los campos de batalla en el que se dirimen los relatos que
justifican o interpelan al poder.

Naturalmente, a quienes tienen el poder lo que más les interesa es que las cosas se queden
como están, que nada cambie, sin embargo, la sociedad es extremadamente compleja, y
dentro de los ámbitos mismos de quienes ejercen el poder, que no siempre son los mismos
a lo largo de la historia, hay marchas y contramarchas, por momentos se alternan en el
poder corrientes de índole conservadora, con inclinaciones más o menos progresistas.

Hay experiencias históricas que nos ofrecen una imagen de los diferentes momentos que la
educación ha ido atravesando a lo largo del tiempo, pero también hay una condición
estructural de la educación: por medio de ella se transmiten conocimiento y valores. La
naturaleza de ambos está determinada históricamente y estos conocimientos y valores
poseen alcances políticos, en tanto que favorecen la conservación o el cambio en el orden
social.

Por qué estudiamos esto? Porque cuanto más compleja sea nuestra percepción de los
fenómenos sociales, más elaboradas van a ser nuestras conclusiones en torno a problemas
que nos afectan a todos, y menos probabilidades tendremos de actuar en función de una
opinión ajena, muchas veces infundada, pero reproducida al hartazgo hasta que esta se
naturalice. Una visión compleja de la realidad social nos permite cuestionar al sentido
común, y percibir aspectos que a primera vista están ocultos.

Una comprensión cabal de los alcances de nuestros compromisos morales puede ser
nuestro principal sostén en los momentos difíciles. Cuando la propia angustia de estar vivos
pueda cernirse sobre nosotros, a caballo de algún  problema personal o social del momento,
el saberse actuando en favor de una moral propia, surgida de una posición crítica, y no una
simple aceptación de lo dado como norma general, puede convertirse en nuestro principal
sostén.

Por otra parte, como docentes, trabajadores de la educación, la comprensión cabal de


nuestra función en la sociedad es un aspecto muy importante.

Para entender a la educación como un fenómeno social y además aplicar herramientas


conceptuales de cierta complejidad en el análisis de la misma, tenemos que empezar por
discernir convenientemente la esfera de lo social. Como este es un problema complejo
conviene abordarlo de un modo complejo para tratar de no caer en reduccionismos o
simplificaciones. Vamos entonces de lo general a lo particular: Cómo surge y qué formas
adopta la reflexión sobre el orden y las instituciones sociales.

Según leíamos en el texto de Mesyngier la reflexión del hombre acerca de aquello que lo
rodea habría pasado primero por la consideración de los fenómenos naturales, a los cuales
se les teme y se les personifica, para llegar luego a la observación del propio orden que
rigen entre las personas. En un principio la organización social era demasiado simple,
habiendo una casi nula especialización en las tareas. Había quienes cazaban y
recolectaban (las personas jóvenes) y quienes cuidaban de niños u adultos enfermos,
normalmente se trataría de las mismas personas que alternarían sus funciones según su
cercanía afectiva a la persona que requiriera cuidados. Pronto surgirá, en torno a esto, el
único propiamente especialista de la comunidad, que será el shamán o médico brujo, que
podía ser un hombre o una mujer, según la cultura y que a su función mágica de “entrar en
contacto con los espíritus” de a poco se le irá agregando un corpus de conocimientos de
ciencia aplicada, revestidos de magia animista. Así se irán descubriendo las propiedades
terapéuticas de determinadas plantas, las particularidades de los metales, y se irán
observando regularidades en el crecimiento de las plantas silvestres y en el desplazamiento
de los animales de presa. Sin embargo, en términos políticos los liderazgos van a ser laxos.
La acción del líder va a ser enteramente circunstancial y los cambios en la posición de
jefatura serán frecuentes.

Esto va a ser así hasta que, luego de 200 mil años de existencia, una especie particular de
seres humanos, al momento la única que no resultó extinta, realizó una invención
trascendental.

Esa especie fue el “homo sapiens” es decir, nosotros. Y esa invención fue la domesticación
de las plantas y de los animales: La Revolución Neolítica. Esto sucedió hace unos 9 mil
años.

Lo trascendental de la domesticación de plantas y animales es que esa fue la manera en la


cual las sociedades obtuvieron por primera vez un excedente regular de producción que
permitió la alimentación y el abrigo de todos los miembros, al tiempo que dejaba un
sobrante que pudo entonces ser almacenado, cambiado con otros grupos por bienes o
productos necesarios, servir de reserva para épocas de escaces, y comenzar a sostener a
cada vez más personas que pueden apartarse de los labores de obtención de alimentos o
abrigo, y dedicarse por entero a otros menesteres.

Es que la producción de excedente impone además una serie de necesidades nuevas a la


sociedad. El excedente agropecuario es por un lado una bendición para la sociedad, y por
otra parte un desafío que la cambia radicalmente, al enfrentarla a una situación
completamente nueva y muy compleja, en comparación con los períodos anteriores.

La Revolución neolítica se considera dividida en tres etapas fundamentales, cada una de


por lo menos unos mil años de duración. Estas etapas son: el mesolítico, la Revolución
neolítica y la Revolución urbana.

Durante la Revolución Urbana es que van a florecer las ciudades, normalmente a la vera de
los cursos de los grandes ríos, y en torno a un núcleo central: el palacio o el templo (al
principio eran lo mismo).

Entonces, resumiendo:

● Paleolítico
● Mesolítico
● Neolítico

● Cazadores recolectores
● Acopiadores de grano silvestre

● Rev. Neolitica
● Rev. Urbana

Estos tres períodos mencionados van a dar lugar a la aparición de toda una serie de
especilizaciones en el trabajo social. Por eso decimos que la sociedad va a ser
crecientemente más compleja, en función de las necesidades que impone el excedente
agrícola.

Previamente, observamos también que al asentarse en un lugar determinado, en donde el


suelo fértil ofrece un alto rendimiento agrícola, los seres humanos adoptan la vida
sedentaria. Se forman las primeras aldeas permanentes y consecuentemente aparecen una
serie de nuevas ocupaciones. A los granos es necesario almacenarlos, puesto que si no se
pudren, como respuesta a esto van a surgir la alfarería y la construcción de silos y graneros.
Para sembrar hay que roturar la tierra, y luego para cosechar hay que cortar las espigas, de
manera que las viejas herramientas de piedra útiles para desollar animales muertos, van a
ser progresivamente reemplazadas por herramientas nuevas, que no se desgasten tan
rápido y que permitan el trabajo de la madera, necesaria para las construcciones. La
existencia de pueblos rivales, en general nómades, que puedan asaltar las aldeas o
ciudades en busca de apropiarse del excedente, produce la necesidad de contar con un
grupo de personas especializadas en la defensa, surgen así los guerreros profesionales y
los constructores de murallas de piedra o de silos subterráneos. La guerra impondrá nuevas
condiciones a las herramientas, puesto que si bien no representa un gran problema que una
hoz de piedra o hueso se rompa mientras se cosecha, pues basta con labrar otra para
continuar, en un combate un arma que se rompe entrañará una desventaja gravísima para
su portador. Del mismo modo cortar la roca para darle una forma adecuada para la
construcción exige de una herramienta dura y durable. Así nacerá la metalurgia, y con ella
los trabajadores dedicados a ella, los herreros y los buscadores de metales, que irán
produciendo un vasto campo de conocimientos de ciencia aplicada descubriendo
progresivamente cuáles son las rocas o terrones que contienen el mineral buscado, así
como la forma de obtenerlo. Primero se trabajará el cobre, luego el bronce (obtenido por
aleación de cobre y estaño), y finalmente el hierro. Algo parecido sucederá con la alfarería,
la cual experimentará su propia revolución cuando se desarrolle el torno giratorio.

Todas estas operaciones les habrán resultado producto de la magia a sus contemporáneos.
El convertir barro en piedra, como sucede con la alfarería, o rocas en metales, habrá sido
para ellos un acto de transustanciación, al estilo de los buscados por los alquimistas que
intentaban convertir el plomo en oro, o hallar la piedra filosofal, varios miles de años
después. Y como acto mágico no estará despojado de toda una serie de consideraciones
rituales que serán para los antiguos tan importantes como los propios procesos de
transformación química que estaban ocurriendo ante sus ojos; ciegos a la operación
enteramente racional que estaba teniendo lugar, revistieron sus acciones de fórmulas y
encantamientos, y requirieron para ello de especialistas en las artes mágicas.

Estos especialistas serán quienes, liberados del trabajo productivo directo, tendrán el
tiempo y el interés necesario para iniciar un estudio sistemático de las condiciones naturales
que los rodeaban  y elaborarán los primeros calendarios solares, atentos a predecir las
mejores temporadas para la siembra de determinados granos. En el caso de las sociedades
asentadas sobre ríos aluvionales, como el Nilo, o el Tigris y el Éufrates, será imperioso
predecir con exactitud la inundación periódica de los valles, para disponer las obras de
construcción de diques y canales, imprescindibles para que la inundación sea provechosa y
el barro fértil se renueve, pero a la vez quede atrapado en las parcelas cultivables.
Estos especialistas observarán particularmente el cielo, y en base a las posiciones de los
astros, que comenzarán a ser sistematizadas, podrán efectuar las previsiones necesarias.
De la identificación de la posición de un astro en particular con el momento de la
inundación, a la consideración de una relación de causa-efecto entre un cosa y la otra hay
sólo un paso, y los seres humanos lo dieron, atribuyendo a los astros la inundación y
adorándolos en consecuencia para asegurar que la próxima inundación sucediera y el
sostén de la sociedad estuviese así asegurado. En esta adoración los intermediarios serán
los sacerdotes, que serán en consecuencia también quienes se encargarán de dirigir el
trabajo social. El gobierno de los sacerdotes, o directamente de un ser humano considerado
como un dios (una teocracia) proveerá a la vez de una función social y de una justificación
para la posición de liderazgo que la clase de los sacerdotes detenta.

La creciente complejización llevará a la necesidad de llevar un registro de las existencias.


La posibilidad del intercambio con otras poblaciones acentuará esta necesidad. En
consecuencia la humanidad desarrollará la escritura, primero como sistema de cuentas y
progresivamente como código capaz de almacenar en el tiempo la palabra dicha, con lo
cual, la escritura se convertirá en el principal instrumento de transmisión de conocimiento
intergeneracional, junto con la tradición oral, pero perpetuándola por tiempo indefinido.

En este primer momento, la educación estará restringida a cada sector social en cuanto a
las habilidades prácticas y al ámbito de lo religioso en cuanto a la transmisión de valores.

No obstante, la reflexión de lo humano trascenderá el ámbito del pensamiento mítico y


comenzará a buscar respuestas de índole racional. Surgirá la filosofía en la Grecia Antigua,
como una forma de indagar la naturaleza prescindiendo de los mitos y las personificaciones
de las fuerzas naturales. Se favorecerán las explicaciones lógicas, frente a las fábulas
imaginarias, y aunque el conocimiento por ellos producido no sea siempre verdadero,
representa una nueva manera de considerar la realidad. Esta manera de pensar se
extenderá hacia todas las esferas y naturalmente hacia el ámbito de lo social también,
Sócrates, por ejemplo, reflexionará sobre múltiples temas, desde la naturaleza de las cosas
en la realidad, hasta sentimientos como el amor, o ámbitos de la acción humana como la
política.

Sin embargo, a fines de la época clásica (siglo V a.c – siglo III d.c) el hundimiento del
imperio romano acabará con la unidad política en occidente y la sociedad se fragmentará
políticamente en una multiplicidad de estados, conformados por señoríos feudales de
distinto tamaño e influencia, pero todos, en teoría autosuficientes. La circulación de la
moneda desaparecerá casi por completo y las relaciones sociales se vehiculizarán por
medio de relaciones de servicio.

Así, Habrá quienes, por nacimiento, ocupen diferentes lugares en la sociedad, y sera su
función, consagrada por dios, el guardar su lugar y desempeñar sus tareas lo mejor posible.

La línea que separa la nobleza guerrera del pueblo campesino es prácticamente


infranqueable, y la Iglesia católica es la única institución que consolida a la sociedad y une a
la cristiandad en la idea de una unidad moral, lo único verdaderamente superior al señorío,
puesto que los reyes son considerados como un señor feudal más, el más poderoso, pero
no diferente al resto de su compañeros de armas.
De dónde viene esto es un asunto complicado que excede largamente a los propósitos de
esta asignatura, pero, para dar sentido a lo que sigue, digamos que la economía feudal
(medieval) era una economía basada en los productos de la tierra, que tendía al
autoabastecimiento, en donde las redes de intercambio tenían un alcance local, las
relaciones sociales estaban mediadas por el servicio personal, y la sociedad estaba regida
por una clase de guerreros profesionales, propietarios de la tierra, y consolidada
ideológicamente por la Iglesia, intermediaria entre dios y los hombres. Otra vez, la
educación era asunto de cada estamento y se efectuaba por efectos de orden práctico más
que nada. Así, los campesinos transmitían a sus hijos los saberes correspondientes a su
ocupación, mientras que los guerreros enseñaban a sus hijos las habilidades propias de la
guerra. La Iglesia por su parte, se encargaba de la preservación del conocimiento en los
monasterios, e instruía a una parte significativa de sus miembros en rudimentos de
administración. No había nada parecido a un sistema centralizado, excepto en lo que
corresponde a la Iglesia.

En estas circunstancias transcurrió aproximadamente un milenio, pero, como vimos


oportunamente en la historieta que describe al feudalismo, este orden socioeconómico se
vino abajo cuando la economía comenzó a monetarizarse, lo cual desplazó el lazo social
desde el servicio a la compra venta de la fuerza de trabajo.

Paralelamente ciertos desarrollos tecnológicos vinieron a acelerar la desestructuración del


orden feudal. El siglo de peste y caída demográfica que le siguió al incremento de la
población por las mejoras en las técnicas agrarias y el consecuente agotamiento de la tierra,
debilitó la capacidad de la nobleza de extraer plus trabajo de sus campesinos; una
impresionante caída demográfica elevó el costo de la fuerza de trabajo, a la par que abrió 
progresivamente la necesidad de mano de obra en la ciudades, crecientemente dedicadas
al comercio o la actividad artesanal. Para coronar el proceso, la invención de la pólvora
acabó con el monopolio de la guerra por parte de la nobleza. Gradualmente los guerreros
feudales se volvieron obsoletos y su función social fue ocupada por el embrión de lo que
serían más adelante los ejércitos nacionales, esto es, las compañías de mercenarios.

La monarquías verán acrecentado su poder y encontrarán un aliado muy útil en la pujante


burguesía urbana. Esta le suministrará ingresos en forma de impuestos a la actividad
económica renaciente, le otorgará préstamos para financiar sus guerras interminables y
finalmente, le proveerá de una nueva capa de administradores que irán impregnando con su
mentalidad los manejos burocráticos del naciente estado absolutista.

Este será el momento en el cual, con la concentración de la administración, el Estado


comenzará a requerir de la instrucción de una amplia capa de la burguesía y la baja nobleza
para que pueda hacer frente a las nuevas tareas requeridas para mantener en
funcionamiento un aparato estatal crecientemente complejo.

Será el momento también en que los príncipes gobernantes y los miembros de la alta
nobleza requerirán de mucho más que los conocimientos relacionados con el arte de la
guerra y la caza, para un ejercicio eficaz de su función. Además las funciones de gobierno
requerirán de una creciente racionalidad. Las devastaciones feudales producidas por las
interminables guerras que los reyes y los nobles de toda laya emprendían entre sí serán
progresivamente reemplazadas por guerras entre monarquías absolutas, mucho más caras
y complejas, y al acaparamiento de riquezas, producto de la guerra, la herencia y las
alianzas matrimoniales, progresivamente le irá sucediendo una reflexión sobre las maneras
de producir riqueza, que dará origen a las primeras elaboraciones de la teoría económica,
como el mercantilismo, y posteriormente la fisiocracia. La reflexión sobre la política y el
poder ganará cuerpo en primera instancia en las ideas de Maquiavelo, el cual destacará la
importancia del consenso de los gobernados y causará asombro y repudio por su
pragmatismo, que prescinde de toda justificación moral en pos de alcanzar los objetivos del
príncipe.

Paralelamente a esto, la desestructuración de la comunidad aldeana, coincidente con la


desarticulación del feudalismo y de los lazos sociales mediados por el servicio, lanzará a los
caminos y a las ciudades a masas crecientes de desarraigados que han venido perdiendo
su sustento, al quedar vacantes las tierras que ocupaban, por ser reemplazados sus
servicios por los de jornaleros, más convenientes para el señor, ya que así podría dedicar la
mayor parte de sus tierras al cultivo de especies vegetales o animales de rendimiento
económico al de la mera subsistencia que ofrecían las parcelas ocupadas por los
campesinos. De eta manera, le será más rentable desalojar a los campesinos para dedicar
la tierra al cultivo de lino o algodón, como materia prima para las industrias manufactureras
de las ciudades. Estas multitudes de desarraigados conformarán lo que Foucault denominó
“las clases peligrosas” y serán una preocupación permanente para el orden social, que
intentará aislar y neutralizar las potencialidades disruptivas de este sector social, son los
pícaros que menciona barbero en su texto, para los cuales se inauguran conceptos tales
como el “encierro educativo” cuando se los confina en hospitales, con pobres
menesterosos, alienados mentales y enfermos de toda laya.

Así, el tránsito al estado absoluto, lo que se conoce como “modernidad” o “edad moderna”,
verá surgir los primeros sistemas educativos, en acuerdo con la complejidad creciente de la
vida y el lento surgir de un tipo de “racionalidad” que será la característica primordial, en el
orden económico-moral, del capitalismo.

Saludos.

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