Caldo de pollo para el alma
Paleo Pity
flies
Como empezo todo
Este manuscrito tuyo que acaba de regre-
sarte otro editor es un paquete precioso.
No lo consideres rechazado. Considera que
lo dirigiste “al editor que pueda apreciar
mi trabajo” y volvié con un sello postal
que dice “no se encuentra en esta direc-
cién”. Sigue buscando la direccién correc-
ta.
~Barbara Kingsolver
I . dedicado toda mi vida a ser maes-
tro, primero como profesor de educacién
media y durante los Ultimos cuarenta
afios como orador e instructor en el
ambito del desarrollo humano. A menudo
salgo de viaje dos semanas de cada mes,
volando de una ciudad a otra para impar-
18Caldo de pollo para el alma
tir talleres de un dia y cursos de capacita-
cién de una semana de duracion.
Aprendi desde el principio que si
uno quiere que un concepto o principio
sea recordado, tiene que ilustrarlo con
una historia conmovedora. Por eso siem-
pre he recopilado y utilizado muchas his-
torias para hacer mas comprensibles los
puntos que ensefio en mis seminarios
sobre la importancia de funcionar desde
el espacio del amor, creer en uno mismo
y en sus suefios, seguir siempre los dicta-
dos de nuestro corazon, confiar en nues-
tra intuicion, fijarnos metas rigurosas,
superar los obstaculos, y nunca renunciar
a nuestros suefios.
En 1991, algo extrafio sucedio. Un
dia, de repente, alguien me preguntd:
“iEsa historia que contaste sobre la nifia
exploradora que vendid 3,526 cajas de
galletas en un afio aparece en algun
libro? Mi hija tiene que leerla”. Al dia
siguiente alguien preguntd: “Esa historia
sobre el nifio y el cachorrito, ,esta enCaldo de pollo para el alma
algun libro? Necesito leérsela a mi hijo”.
Y asi continué dia tras dia durante el
siguiente mes. “Tengo que leerle esa his-
toria sobre el nifio de la pierna amputada
que se convirtio en una estrella del tenis a
mi personal. Necesito demostrarles que
no tienen ninguna excusa para no sobre-
salir en la vida”. “;La historia que con-
taste sobre el chico que se quem en un
accidente de motocicleta esta en algun
libro? Quiero enviarselo a mi hijo a la
universidad”. Dia tras dia me hacian la
misma pregunta: “jEsa historia esta
publicada en algun libro?”
Una noche iba en un vuelo de
regreso de Boston a Los Angeles, donde
vivia en aquel tiempo, y de repente se me
ocurrid. Fue como si Dios me hubiera
dado un coscorr6n y me dijera: “jDes-
pierta! |Debes poner todas estas historias
que has estado recopilando en un libro!”.
Durante el resto del vuelo hice una lista
de todas las historias que habia usado en
algun discurso o taller. Cuando aterriza-
20Caldo de pollo para el alma
mos en Los Angeles tenia una lista de
setenta historias.
Esa noche me comprometi a escribir
dos de las historias de la lista cada
semana hasta terminarlas todas. Asi que
cada noche, desde las diez hasta la
medianoche, trabajé en una_ historia,
escribiéndola y reescribiéndola hasta que
quedaba satisfecho con ella. Al cabo de
casi un afio habia concluido las setenta
historias que habia enumerado en ese
viaje en avion y algunas mas que habia
reunido durante el afio.
Fue mas 0 menos en esa época que
me reuni a desayunar con mi amigo Mark
Victor Hansen. Al principio de nuestra
conversacion Mark me pregunto si estaba
trabajando en algo emocionante. Le hablé
del libro, e inmediatamente me dijo:
—Me gustaria hacer ese libro conti-
go.
—Mark —trepuse—,, ya casi termino
el libro. Por qué querrias hacerlo?
21Caldo de pollo para el alma
—Es muy sencillo —respondio—.
En primer lugar, creo que deben ser 101
historias, no 75. Cuando fui embajador
estudiantil en India, aprendi que el 101 es
un numero que denota la cualidad de
completo. En segundo término, algunas
de tus mejores historias las oiste primera-
mente de mi. Y en tercer lugar, soy muy
buen mercaddlogo y promotor, y creo
que hariamos un equipo increible.
Le respondi a Mark que si 61 contri-
buia con las 26 historias restantes, y si
estas eran realmente buenas, yo estaria
dispuesto a hacerlo. Amaba a Mark y
sabia que era un promotor y vendedor
consumado. Fiel a su palabra, en menos
de un mes Mark me present las historias
que faltaban para llegar a 101. Ahora lo
lnico que teniamos que hacer era vender
el libro a un editor.
Una semana despu¢s Mark y yo
conocimos a Jeff Hermann, un agente
literario, en una fiesta en Palm Springs,
California. Le contamos a Jeff de nuestroCaldo de pollo para el alma
libro y se emociond mucho. Nos pre-
guntd como se lIlamaba. Lo curioso es
que habiamos estado tan absortos en ter-
minar el libro que ni siquiera se nos habia
ocurrido pensar en un titulo. Ideamos
varios en la fiesta, pero nada parecia cap-
tar la esencia del libro. Como Mark y yo
practicamos la meditacion, acordamos
pasar al menos media hora cada mafiana
en meditacién durante la semana
siguiente en busca de un titulo.
Los dos primeros dias los dos nos
quedamos en blanco. No se nos ocurria
nada. Luego, a la tercera mafiana, mien-
tras meditaba, vi de repente la imagen de
un enorme pizarron verde, como los que
habia en los salones de clases de las
escuelas. Entonces aparecid una mano
(me imaginé que era la mano de Dios)
que escribié las palabras Caldo de pollo
en el pizarron.
—j,Qué rayos tiene que ver el caldo
de pollo con este libro? —pregunté a la
mano.Caldo de pollo para el alma
—Cuando eras nifio y te enfermabas
—respondié la mano—,, tu abuela te daba
caldo de pollo.
—Este libro no es para enfermos —
repliqué.
—EI espiritu de la gente esta enfer-
mo. Viven en la resignacién, el miedo y
la desesperanza. Este libro les ayudara a
superarlo.
Reflexioné en ello. Caldo de pollo
para el espiritu, pensé. Hmmm. Caldo de
pollo para el alma. {Bam! De repente, se
me puso la carne de gallina. Caldo de
pollo para el alma: jhistorias para reani-
mar el espiritu! ;Ah!, me gusté. Se me
erizo atin mas la piel. Estaba emociona-
do. De inmediato abri los ojos y corri a
contarselo a mi esposa. También se le
puso la carne de gallina. Luego llamé a
Mark y también se le puso la carne de
gallina. Mark me dijo entonces que
varios de sus amigos llamaban a ese
fenodmeno “sacudidas de Dios”, y que eso
24Caldo de pollo para el alma
significaba que uno estaba recibiendo
inspiracion divina. Me parecié correcto.
Luego llamamos a nuestro agente, a
quien también se le eriz6 la piel. Arma-
dos con nuestro libro y nuestro titulo nos
dirigimos a Nueva York para reunirnos
con una serie de editores durante varios
dias muy frios y ventosos de febrero con
el fin de ver si podiamos vender nuestro
libro.
Lamentablemente, a nadie en esas
reuniones de Nueva York se le puso la
carne de gallina. En una reunion tras otra
nos dijeron que las colecciones de cuen-
tos no se vendian, que los cuentos eran
demasiado “bonitos”, demasiado optimis-
tas como la nifia del cuento “Pollyanna”,
demasiado positivos, y que el titulo, que
se habia convertido en Caldo de pollo
para el alma: 101 historias para abrir el
corazon y reanimar el espiritu, era bobo.
Logicamente decepcionados, regre-
samos a nuestro hotel y nos preparamos
para tomar el vuelo de regreso al sur de
25Caldo de pollo para el alma
California. Pero antes nos dirigimos a la
Catedral de San Patricio en la Quinta
Avenida, y aunque ninguno de nosotros
es catdlico, encendimos una veladora y
rezamos para pedirle a Dios que nos ayu-
dara a encontrar un editor.
Unas semanas después, nuestro
agente nos llamé y nos informd que
habia hablado con otras editoriales desde
nuestro viaje a Nueva York y que todas
se habian negado también. Agreg6 que
nos iba a devolver el libro porque estaba
convencido de que no podria venderlo.
Le preguntamos qué necesitaria
saber un editor para estar dispuesto a
publicar el libro, y él nos contesté: “Ten-
drian que estar absolutamente convenci-
dos de que podrian vender 20,000
ejemplares. Esto les garantizaria la recu-
peracién de su inversién en la edi .
produccion, publicacion, distribucion y
promocion del libro. Si tenian la certeza
de poder vender 20,000 ejemplares, defi-
26Caldo de pollo para el alma
nitivamente estarian dispuestos a
publicarlo”.
Eso nos dio una idea a Mark y a mi.
Debido a que ambos hablabamos ante
grupos grandes varias veces a la semana
(algunos de hasta mil personas) podia-
mos imprimir un formulario de pedido
previo y solicitar al piblico que manifes-
tara por escrito su compromiso de com-
prar uno o mas ejemplares cuando el
libro se publicara finalmente.
En los meses siguientes colocamos
lo que llamamos un “formulario de com-
promiso de compra” en cada asiento de
cada auditorio en el que hablabamos. Al
final de nuestro discurso o taller pedia-
mos a la gente que llenara el formulario
con su nombre y direccién y que anotara
cuantos ejemplares se comprometia a
comprar. Debido a que contabamos
muchas de las historias en nuestras pre-
sentaciones, el publico conocia la calidad
de lo que iba a recibir, por lo que casi
todos participaron. Raymond Aaron, un
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