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CRÍTICA DEL DOCUMENTAL ‘ÉL ME LLAMÓ MALALA’

Quizá se pueda pensar que es demasiado pronto para que un documental como Él me llamó
Malala salga a la luz, sobre todo si tenemos en cuenta la escasa edad de su protagonista. Pero
lo cierto es que la historia de Malala Yousafzai da para muchas horas de cine y televisión. Su
repercusión bien valía esta cuidada y sobresaliente película.

El guion es valiente y no se amilana en cuestionar la libertad que haya podido tener Malala y la
influencia de su padre, preguntando abiertamente sobre este hecho. Cada cual deberá juzgarlo,
aunque la respuesta de la protagonista no puede ser más clara ante película.

La narración alterna tres bloques bien diferenciados: la vida familiar de Malala, su activismo y
su pasado relacionándolo con su padre, el otro gran protagonista de la cinta. El equipo ha
conseguido que la familia Yousafzai se encuentre cómoda en todo momento ante las cámaras,
resultando muy interesante ver la relación de Malala con sus hermanos y con sus padres. La
parte más mediática de la adolescente nos muestra su carácter de cara al público y sorprende
ver cómo una chica tan joven posee ese gran don de oratoria y un discurso tan interesante como
el que proclama. Malala sirve como lección a todas las mujeres mundiales, representándolas a
ellas y defendiendo sus derechos, siendo la perfecta muestra de lo que debería ser el feminismo
y un ejemplo para todas las mujeres de su generación, de las pasadas y de las futuras.

 También deja lugar para mostrarnos la nominación al Nobel de la Paz y su posterior victoria,
sin duda uno de los momentos más importantes de la vida de la joven, la cual parece recibir tan
importante galardón con la misma humildad que la caracteriza durante todo el documental.

Es una creación excepcional tanto desde el punto de vista artístico como desde su labor
comunicacional. Sin duda debería ser reproducido en las escuelas, pues las palabras de Malala
llegan al corazón y hacen reflexionar. Su mensaje es universal, tan sencillo como tristemente
utópico, pero necesario en los tiempos que corren. Nos queda mucho que aprender de ella, pues
su juventud es uno de sus principales valores. Aún tiene mucho que lograr.
Malala se defendió, defendió su educación y sus derechos fundamentales cuando la encaró un
temible grupo terrorista. Malala ha provocado una reacción en cadena en todo el mundo, ha
llevado el cambio, la luz y la esperanza a los jóvenes de todos los continentes.

Malala es una activista pakistaní gran defensora del derecho a la educación de las mujeres, lo


cual la hizo merecedora del Premio Nobel de la Paz en 2014 a la edad de 17 años,
convirtiéndose en la persona más joven en recibirlo.

Esta historia está marcada por la intolerancia, el desconocimiento del pensamiento del otro, el
intento de suprimir a quien piensa diferente. Grupos humanos que, esgrimiendo una verdad
revelada, se hacen del poder para luego tratar de mantenerlo a como dé lugar. En este caso una
interpretación del islam es el argumento de los opresores. En múltiples contextos encontramos
escenas similares. Unas veces utilizando una “ideología”, en otras ocasiones es un líder
mesiánico. Los seguidores de estos grupos, de tanto recitar frases prefabricadas sin
cuestionarlas, terminan siendo el “individuo pensando”, dejan así de ser libres. Quedan
impedidos para reconocer el mundo que vive más allá de su propia interpretación de la realidad.
Ella muestra cierta inconformidad con el tipo de vida que ahora lleva. Sin embargo, asume con
valentía y con la fuerza que le da su juventud los nuevos retos que implica el defender e
impulsar el derecho de las niñas a la educación. La cohesión del grupo familiar es un estímulo
para que todos en ese hogar salgan adelante.

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