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| Suzanne Tunc También las mujeres seguian a Jesus Sal Terrae encia teologicA ‘También las mujeres seguian a Jestis 730.082 TEO pebde é 944 Coleccién «PRESENCIA TEOLOGICA» at Suzanne Tunc 98 También las mujeres seguian a Jestis Editorial SAL TERRAE. “eo robe & ‘i a 1999 Coleccién «PRESENCIA TEQLOGICA» eit Suzanne Tune 98 También las mujeres 2 A seguian a Jestis Editorial SAL TERRAE anne Santander 173° BIBLIOTECA - TEOLOGIA POMDUICIA Uo, bu Gen indice NM g x 8 Inrodccén ; 9 1 Soule a Jess. La nein. ee D Goaqaedsanesiee 2.00 0 Ustbegiese lento. 00002 1B Konan ppl as res fy Cimucton fica de moles inex <2 tatesteus ellnadaylnseecooars 22 2 sSepur a esi bosacors. 2 25 incSidiniees bongs eee erage . as sein cnt rate tose rma alas mis - Ey Ss Sa ane Make Magia poo de cas ae wehbe 8 Laon) ead al Neale % Tala: Cine cmeuaa ews ss oF ge ovromeueen 3. Lavidncon Jess. » Polen de Han Pel 147 oe aaa ee rd awa cats taominiad ® Fax; 942 369 201 P y ‘ ema Med umocaniees 220222 B = anne Lpotetn de fede Maa 3 Robt ds ts de pea Hf Cons ta ins tipuldal menclere clmacoui $4 snp ae an acer 4 Lascomidscomunlaris st ® coreg Bee 1 Si scone 3 Vivir «con Jess» suponta participar en sus comidas 61 La dltima Cena de Jess 7 e La presencia de mujeres en la vitima Cena | 63 6 5. Muerte, resurrecetén y envio del Espiritu de Jestis, ‘Titlo del orginal frances: Des femmes aust suvaient Jésar (© 1998 by Desclée de Brouwer Paris, “Traduca: Gregorio de Pablas © 1999 by Editorial Sal Tere Poligono de Reos,Parela 141 '3960 Malano (Cantabria) Fax: 942 369 201 Email: slterrae@slterrac.cs hup:iwwwsalterne.es ‘Con las dias Lceacias Impreza an Expat. Printed in Spain ISBN: 84-293-1522-2, Dep, Legal: BI-1876-99 Fonocomposicion: ‘al Terres Sanunder Impresiéa y encuadernacin: ‘Graf, SA.— Bilbao TAMUIEN LAS MUJERES SEQUIAN 4 JESUS La muerte de Jesis, Elenticro . Las mujeres en el sepulero La tare de la resurreceién segain Lucas - La misma tarde sein Juan Los distinos textos sobre el envio del Esprits La presencia de las mujeres en Pentecosiés. (Qué fue de las mujeres después del envio del Espiritu EL esguimiento de Jen por Ins majeres después de su desaparicion . . . . . La primera eormunidad de Jerasalén Los confictos entre las mujeres y los Doce. Las «casas-iglesias» : [La Iglesia ideal de Lucas ‘Las mujeres en las comunidades paulinas. «<< << [Ca esiructuracign de diferentes comunidades Las mujeres y la comida del Seaor La eliminacién progresiva de las mujeres, Los cédigos de moral doméstica Las Pastorales Las viudas u Las mujeres digeonos) La jerarquizacién de «ministerios» Las diaconisas [Ca desaparieién de is profetas | La resistencia de las mujeres . [Las dficultades de Ia elaboracion de ios ministerios Razones tradicionales que se invoean para excluir de los ministerios a las mujeres Los argumentos tradicionales La inferioridad de las mujeres La impureza de las mujeres, 109 110 WW ut us 116 118 119 121 126 129 129 130 14 632 Indice Introduccién. ‘en las primeras comunidades fxoice [Las razones que se invocan actualmente . . . . . LLos textos actuales La Palabra de Dios. Ea Tradicisn La sconveniencia> con el «Misterio de Cristo» ‘dn persona Christi». ae El sfimbolo nupcial {Bs la feminidad um obsticulo para la ordenacién? Conelusién. La Hamada de tas mujeres ‘Una reforma necesaria El modelo de la comunidad de Jess Esperanza 7 0 18 9 a 21 29 31 39 39 43 5 49 31 34 59 61 i 68 66 1 141 14s 150 151 153 155 159 161 162 16 21167 6 TAMUIEN LAS MUJERES SEQUIAN 4 JESUS §. Muerte esurreccion y envio del Espiritu de Jess 69 La muerte de Jesis, El enticro Las mujeres en el sepulero La tarde de la resurreceisn segtin Lucas [La misma tarde segtin Juan Los distintos textos sobre el envio del Espirit La presencia de las mujeres en Pentecostts ‘Qué fue de las mujeres después del envio del Espiritu EL coguimienio de Jey ports mujeres después de su desaparicidn...... . . La primera comunidad de Jerusalén » {Cos conflicios entre las mujeres y los Doce. Las wcasas-ghesiag os. [La Iglesia ideal de Lucas Las mujeres en las comunidades paulinas. - ‘La estructuracién de diferentes comunidades [Las mujeres y la comida del Seftor La eliminacin progresiva de las mujeres LLos cédigos de moral doméstica Las Pastorales Las vidas ‘Las mujeres dideonos’ [a jerarquizacién de «ministerios» Las diaconisas Ca desaparicién de los profetas | La resistencia de las mujeres . Las diticultades de la elaboracién de fos ministerios Razones tradicionales que se invocan para excluir de los ministerios a las mujeres Los argumentos tradicionales . La inferioridad de las mujeres La impureza de las mujeres. ‘Las mujeres y lo sagrado [Ca comprension del ministerio como sacerdeciow 2101 0 87 87 » 1 94 7 98 109 10 rT ut us 116 118 119 12 126 129 129 130 Ba 135 37 force, 7 9. Las razones que seinvocam actualmente . «141 Ue textos actuales aeeertl LaPalabra de Dios. 22) us a Traders 11 130 1a sconveniencia» con el expresa de mantenerias al margen de su misién y de excluirlas de Jos ministerios que habria cinstituido» mediante la «eleccién de los Doce»? Esta exclusiGn, casi dos veces milenaria, sigue soste- nigndose oficialmente. Pero su legitimidad empieza a ser puesta en duda. En nombre de qué? Sencillamente, en nombre de la fidelidad al Evangelio, cuyo caricter revolucionario, que cantan Maria e Isabel (Le 1,46-55), parece que todavia no se reconoce por entero. Supera demasiado los hdbitos de los varones, sus prejuicios Y Sus instituciones, para no exigir tiempo antes de ser acep- indo, Pero parece que ya ha llegado la hora de reencontrar los trazos de lo que Jestis permitié que las mujeres hicieran «con El», y la novedad que todo eso suponia para elias, En el Israel antiguo, a pesar de la presencia de algunas que marcaron 1a historia, las mujeres fueron tenidas por insignificantes, salvo en el dmbito doméstico, en el que can reinas. Lo mismo pasaba, por lo dems, en el conjun- to del mundo, salvo excepciones. Los mismos evangelistas, ‘cuando evaldan las dimensiones de una multitud, afiaden: «sin comtar mujeres y nifios» (Mt 14,21). Esta insignificancia de las mujeres, que seguramente tenia su origen en su relativa debilidad fisica, ‘ciendo desde hace un tiempo en las sociedades ‘que los habitos sigan teniendo tanto peso. Cada vez més, la fuerza es compensada por la técnica, ¥ los progresos de la rmedicina liberan a las mujeres de una parte importante de las coacciones de la maternidad, Se va llegando a compren- der que es justo, y adems de interés para todos, que varo- nes y mujeres vivan asociados en un plano de igualdad. ues bien, si se leen los evangelios sin prejuicios, se cons- tata que esta concepcisn es la misma que ten‘a Jess, que rechaza todo tipo de discriminacién, sea cual sea su onigen, Introduccion «Jestis fue caminando de pueblo en pueblo y de aldea en aldea proclamando la buena noticia del Reino de Dios; lo ‘acompafiaban los Doce y algunas mujeres que él habia ccurado de malos espiritus y enfermedades: Marfa Magdale- na, de Ia que habia eckado siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes». ‘Asi se expresa el texto de Lucas, el ms claro sobre es- tas mujeres que «segu‘an a Jests» (Le 8,1-3). {,Cudintos eristianos conocen este texto? No se lee nunca cn las celebraciones, como si fuera absolutamente secunda- tio, Bs verdad que en los mismos evangelios no se vuelve a decie nada sobre ellas, sin perjuicio de que, de manera excepcional, aparezcan otras. Las que segufan a Jestis no vyuelven a ser mencionadas antes de su pasién (Mt 27,55- 56; Mc 15,40-41; Le 23,49), Pero en ese momento ellas son las Gnicas que estin abi; mientras que uno de sus diseipa- Jos-varones le ha traicionado, otro ha renegado de él, tados hhan huido (a excepeiéa de Juan, que, por lo demas, parece que no llega hasta el momento mismo de la muerte de Jestis), Ellas serdn os dnicos testigos. Mas sorprendente todavia es a ellas, antes que a todos los otros, a quienes se aparece el Resucitado, Podia haberlas dejado ante latumba vvacfa, como a Pedro y Juan (que del Maestro sobre la simple humanidad de su servidor. [La marginacién de las mujeres respond a ese mismo espiritu que «sacraliza» las metas costumbres. ZNo la en- contramos en no pocas civilizaciones primitivas que mari nnaban a las mujeres de lo «sagrado»”? Otras Iglesias cristia- nas ya se han liberado de este asunto. Actualmente, bastan- tes observadores estiman que la Iglesia catlica se margina y se pone en peligro al no admit a su servicio a todos sus miembros en las mismas funciones. Hace ya diez. aos, el Economist presentabs las dudas dela Iglesia anglicana ante eltema de la ordenacion de las mujeres y conclufa que tenia {que elegir entre el cisma y la decadencia. Puede ser, per- fectamente, la misma altermativa en que se encuentra nues- tra Iglesia actual. Es una razsn evidente para estar particularmente atentos alo que los evangelios nos dicen de Ia actitud de Cristo con respecio a las mujeres (como con respecto al samaritano 0 al centurién romano). Si en ocasiones existen incertidum- bres sobre hechos y palabras de Jestis, paradéjicamente los textos que hablan de las mujeres pueden ser tenidos como veridicos, mas que el resto. La tendencia de los evangelis- tas, que cra a no dar gran importancia a las mujeres (como hhemos indicado cuando no las cuentan al ealcular una mal- titud), les impulsaba necesariamente a minimizar cuanto ellas se referiay, desde luego, ja no inventar nada que fuera su favor! Minimizar el papel de las mujeres ha sido y sigue sien- do, en nvestra Iglesia, una actitud tan natural que Juan Pa- bio 1 se deja sorprender en el tema, En su Carta apost6lica ‘Mulieris dignitatem, de 1988, escribe efectivamente que «a veces las mujeres que encontraba Jess, y que de él reci- inrropuccion n cobrar realidad si las mujeres, como los esclavos y todos los excluidos, son admiticos en él Cristo, se dice, militante, quizés el més radical de la historia. No predic la revoluciOn de las ‘mujeres, como tampoco la de los esclavos, pero nos dej6 la responsabilidad, si queremos scr fcles a sus ensefianzas, de liberar alos esclavos y de confiar a las mujeres las mismnas responsabilidedes que a los varones. ;No nos dijo que el Espiritu nos aclararia poco a poco todo lo que no estamos ‘en situacién de entender? (Jn 16,12-13) La Encamacin se ‘continia en la historia mediante Ia accién del Espirit. 'No es casual que la teologta de la liberacién y las rei- vindicaciones de las mujeres se hayan producido simulté- ‘eamente. Se trata del mismo movimiento que manifiesta la hhumanidad en su deseo de Dios y del Reino tal y:como vibra en el anuncio evengélico. Las cuestiones contempor’- reas que brotan de Ia moderidad, de los pobres y de las mujeres, concuerdan perfectamenté con la visién de la hu- manidad iluminada por el misterio de Dios, es decir, una 2 “AMBIEN LAS MUIERES SEGUIAN A 1850 i6 la bicicleta, prohibieron a sus clérigos utilizar el nuevo Ingenio, porque lo consideraban jincompatible con la dig- nidad de un eclesiastico! jLa imagen del sacerdote, que los los habfan «sacralizado», se veria afectada! Esta «sacra- lizacién> no era, por lo demés, sino la proyecciGn del caréc- ter «sagrado» del Maestro sobre Ia simple humanidad de su servidor. [La marginacién de las mujeres responde a ese mismo espiritu que «sacraliza» las meras costumbres. ;No la en- contramos en no pocas civilizaciones primitivas que marg nnaban a las mujeres de lo «sagrado»? Otras Iglesias cristia- rns ya se han liberado de este asunto. Actualmente, bastan- tes observadores estiman que la Iglesia catélica se margina ¥¥ se pone en peligro al no admitir a su servicio a todos sus ‘miembros en las mismas funciones. Hace ya diez ais, el Economist presentaba las dudas de la Iglesia anglicana ante el tema de la ordenacién de las mujeres y conclufa que tenia {que elegir entre el cisma y la decadencia. Puede ser, per- fectamente, la misma alternativa en que se encuentra nues~ ta Iglesia actual. Es una raz6n evidente para estar particularmente atentos ‘alo que los evangelios nos dicen de la actitud de Cristo con respecto a las mujeres (como con respecto al samaritano 0 al centurién romano). Si en ocasiones existen incertidum- bres sobre hechos y palabras de Jestis, paraddjicamente los textos que hablan de las mujeres pueden ser tenidos como veridicos, mas que el resto. La tendencia de los evangelis- tas, que cra a no dar gran importancia a las mujeres (como hemos indicado cuando no las cuentan al calcular una mul- titud), les impulsaba necesariamente a minimizar cuanto a ellas se referia y, desde Iuego, ja no inventar nada que fuera asu favor! Minimizar el papel de las mujeres ba sido y sigue sien- do, en nuestra Iglesia, una actitud tan natural que Juan Pa- blo u se deja sorprender en el tema. Ea su Carta apostélica ‘Mulieris dignitatem, de 1988, escribe efectivamente que «a veces las mujeres que encontraba Jess, y que de él reci- bieron tantas gracias, lo acompafiaban en sus peregrinacio- nes con los apéstoles por las ciudades y los pueblos anun- nidad cristiana con esa visién evangélica. No nos queda mds remedio, entonces, qe constaar hasta gus punto nies ta Iglesia es infiel en este punto. Da una imagen truncada a la humaniday del Reino de Dios. Tomar coosienia de ello es 880 necesario para restablecer la Ve Sel Evans i ma or tanto, preocupados por la fidelidad a Cristo y con iid uae eens i = ies ye te el wsoguimiento» de las mujeres econ» Ely el ugar que ‘cupan en el grupo de los disefpulos Bl lector habituado a no ofr citar ms que a los disefpu- los varones de Jests, seguramente se veri sorprendido al Ver que las mujeres son asociadas a ellos. Sin embargo, si reflexiona sobre lo que los evangelistas,y particularmente los sinépricos, han quetido decir cuando mencionan la pre- sencia de las mujeres «con los Doce» desde el comienzo de la misiGn de Jesis (Le 81-3) y hasta al final (Mt 27,55-56; Me 15,40-41; Le 23,49; e incluso Jn 19.25), jes posible cextraer a esas mujeres de esa cadena ininterrumpida? In- tentar reconstruir lo que las mujeres que segufan a Jess pudieron vivir con Fl no es practicar abusivamente una ‘exégenis de ilencioe, mucho menos teniendo en cuenta que hay «indicios convergentes» que emergen aqui y allé en Ios evangelios. Para no ofrecer aqut mas ue n Semple ‘cuando la madre de Jestis llega a buscar a su hijo, la res- puesta que El da incluye a las (n. 13); (curiosamente, no aa Maria de Magdala). El «a veces» del comienzo de la 1a modifica radicalmente el sentido del Evangelio, pues hace de un «seguimicnto> ininterrumpido un simple acom- pafiamiento ocasional, desvelando asf, en el papa, al menos twa reticencia a reconocer un punto que podria tener una importancia esencial. Por lo demds, reconociendo en esta Carta aposislica que la dominacién del vac6n sobre la mujer constituye una situacién de pecado (a, 10), Juan Pablo la mantiene en la instituciGn eclesial, bajo cobertura de «servicio» y de «dife- renciacién de funciones». (Es dificil ~pero urgente— libe- rarse de concepciones antiguas! Si Cristo favoreci6 un sexo sobre el otro, lo hizo con el femenino, Duda una si decirlo asf de golpe; pero si se leen los evangelios con mirada nueva y teniendo en cuenta el espirtu de la época, se descubre que Crist fe 1o que noso- twos llamariamos hoy un «feminista» militante, quizas el més radical de la histeri. No predieé la revolucién de las ‘mujeres, como tampocs la de los esclavos, pero nos dej6 la responsabilidad, si queremos scr ficles a sus ensefianzas, de liberar alos esclavos y de confiara las mujeres las mismas responsabilidades que a los varones. ;No nos dijo que el Espiritu nos aclararia poco a poco todo lo que no estamos ‘en situacién de entender? (Jn 16,12-13) La Eneamnacin se continga en la historia mediante la accién del Espiritu. 'No es casual que la teologfa de la liberacién y las rei- vindicaciones de las mujeres se hayan producido simulté- neamente. Se trata del mismo movimiento que manifesta la hhumanidad en su deseo de Dios y del Reino tal y:como vibra en el anuncio evangélico. Las cuestiones contemporé- reas que brotan de Ta modernidad, de los pobres y de las mujeres, concuerdan perfectamenté con la vision de la hu- manidad iluminada por el misterio de Dios, es decir, una hhumanidad hecha de fratenidad universal. Y nos llevan a poner en tela de jucio ia correspondencia de nuestra comu- \lo si no se trae a primer plano la importancia de las muje- tes disefpulas y lo que ellas hicieron», escribe Elisabeth Schllssler-Fiorenca. Sin embargo, por lo que yo conozco, rara vez se han nyparado los textos que se refieren a las mujeres con los iablan de los Doce. No se ha prestado interés a la per- ullidad de los unos y de las otras, ni asus relaciones con Jenis. ;Hasta qué punto se ha subrayado que Jests hab ‘comenzado a establecer una comunidad de dise‘pulos igua- les entre si, en la que varones y mujeres participaban en su enseflanza lo mismo que en’ sus comidas comunitarias? Nos permitiria esto pensar que las mujeres estaban pre~ sentes en la Cena? , en qué se convirtieron después de la nwerte de Jestis? ;Cémo pueden hoy «seguir» a Jesis? Son ‘preguntas de primera importancia para nuestros tiempos. Intentaremos esclarecerlas en la medida de lo posible. nidad cristiana con esa visién evangélica. No nos queda mds remedio, entonces, que constatar hasta qué punto nues- ra Iglesia es infil en este punto. Da una imagen truncada de la humanidad y del Reino de Dios. Tomar conciencia de ello es el primer paso necesario para restablecer la verdad del Evangel. Por tanto, preocupados por la fidelidad a Cristo y con total libertad de esprit, podemos examinar en qué consis. te el «seguimiento» de Tas mujeres «con El y el lugar gue ‘cupan en el grupo de los disefpulos Bl lector habituado a no ofr citar més que a los disefpu- Jos varones de Jestis, seguramente se verd sorprendido al ver que las mujeres son asociadas a ellos. Sin embargo, si reflexiona sobre lo que los evangelistas,y particularmente los sinépticos, han querido decir cuando mencionan Ia pre sencia de las mujeres «con los Doce desde el comienzo de la mision de Jesis (Le 81-3) y hasta al final (Mt 27,55-56; Me 15,40-41; Le 23,49: e incluso Jn 19.25), ces posible centracr a esas mujeres de esa cadena ininterrumpida? In- tentar reconstruir Io que las mujeres que seguian a Jesds pudieron vivir con Fl no es practicar abusivamente una sexégesis del silencio», mucho menos teniendo en cuenta que hay «indicios convergentes» que emergen agut y allé en Jos evangelios. Para no ofrecer agul mas que un ejemplo. ‘cuando Ia madre de Jesis llega a buscar a'su hijo, la res puesta que El da incluye a las «hermanas» ~las mujeres enire los disefpulos que forman sy verdadera familia (Mt 12,46-49y; por tanto, estaban con El, formaban parte de su entomo, aunque el evangelista no diga nada al respecto. El «silencio de los textos» slo proviene del velo que la escri- tura masculina de los evangelios -una «escrtura de segun- do grado», como ha subrayado Claude Geffré-arroja cons- tantemente sobre Ia presencia «insignificante» de las muje= 1es, La interpretacién posterior, igualmente masculina, no hha hecho més que teforzar Ia sombra en que han sido sumergidas Elisabeth Schllsser-Fiorenza y la te6logas de ‘nuestros dfas n0s lo recuerdan tna y otra vez, Pero «la eo Jogia feminista y la interpretacion biblica estan redescu briendo que el Evangelio cristiano no puede ser proclama \lo si no se trae a primer plano la importancia de las muje- tes disefpulas y lo que ellas hicieron», escribe Elisabeth Schllssler-Fiorenca. Sin embargo, por lo que yo conozco, rara vez se han ‘mparado los textos que se fefieren a las mujeres con los «qc hablan de los Doce. No se ha prestado interés a la per- ‘mutlidad de los unos y de las otras, ni a sus relaciones eon Jestis. ;Hasta qué punto se ha subrayado que Jestis habia ‘comenzado a establecer una comunidad de diseipulos igua- les entre sf, en la que varones y mujeres participaban en su enseflanza lo mismo que en sus. comidas comunitarias? Nos permitiria esto pensar que las mujeres estaban pre~ ites en la Cena? ;Y en qué se convirtieron después de la nwerte de Jestis? ;Cémo pueden hoy «seguir» a Jestis? Son (preguntas de primera importancia para nuestros tiempos. Intentaremos esclarecetlas en la medida de lo posible. «Seguir a Jestis». La accién ‘Nuestra primera preocupacién debe ser comprender lo que nos transmiten los evangelios cuando dicen que las mnujetes sasegufan» a Jess. Dos cuestiones se plantean: Qué es seguir a Jestis» (la acci6n) y quiénes integraban «el segui- miento» de Jess (los actores). Examinaremos el primer tema en este capftulo, dejando el segundo para el capitulo siguiente. Los textos que se refieren a las mujeres Las diferentes ediciones del Nuevo Testamento se expresan en términos casi idénticos, Ya hemos citado Lucas 81-3. Resaltamos ahora una sola frase: «lo acompefiaban los Doce y algunas mujeres». {QUE hay que entender por estas tiltimas palabras? ;No Ponen a las mujeres en la misma situacién que a los Doce? Mateo y Marcos s6lo mencionan a las mujeres en la muerte de Jests. Mateo (27,55-S6): «Estaban alli, mirando desde lejos, muchas mujeres que habian seguido a Jestis desde los tiem- pos de Galilea sirviéndolo», ‘Marcos (15,4041) es muy semejante, con una sola dife- rene Preis qe sequin Jess le Servian cuando estaba en Galilea», lo que impide pensar que solo se ha- brian unido a Fl al salir de Galilea, porque sélo las habria do a partir de ese momento. Marcos elimina toda 18 ‘TAMBIEN LAS MUIERES SEGUIAN A JESUS Juan no cita, al pie de la cruz, még que ala madre de Jestis, con Maria de Magdala, Maria, la mujer de Cleofis, y ‘el discfpulo a quien JesGs queria» (Jn 19,26). Aunque 00 habla de otras mujeres, la sola mencién de Marfa de Mag- dala permite suponer la presencia de sus compaferas, que seguramente Juan no ha sentido necesidad de mencionar. Dejemos a un lado a Juan, A través de algunas diferen- cias insignificantes, lo esencial que se desprende de los sindpticos es el uso invariable de los verbos «seguir» y ‘«servir» -0 vayudar», «asistir»~ (exceptuado a Lucas —aur- que «estar con Jestis» es equivalente, al menos, a «se- ui) para calificar el papel de estas mujeres venidas desde Galilea a Jerusalén con Jests. Baste por ahora cons- tatarlo. Los textos que se refieren a los varones ‘Si examinamos ahora fos terminos con que se presenta el acompaiamiento de tos discipulos-varones, encontramos por todas partes la palabra «seguir». Mt4,18.20 nos relata que less dice a Simén, al que la- man Pedro, y a Andrés, su hermano: «Seguidme, y os haré pescadores’ de hombres». Y afade el texto: «inmediats- Inente dejaron las redes y lo siguieron». Relato semejante para el caso de Santiago y Juan, hijos del Zebedeo: «In- mmediatamente dejaron Ia barca y a su padre y Io siguieron». Lucas siti Ta Mamada de Tos cuatro disefpolos tas la pesca milagrosa, y coneluye: «lo siguieron». Juan relaciona la llamada de Tos dos primeros disefpu- los, uno de ellos Andrés, con el bautismo de Juan el Bautista; es ste quien designa a Jess como el «Cordero de Dios», y entonces los dos discipulos «siguen» a lest. «Segui es, por tanto el verbo que caracteriza al disc 30, aetualmente hay un acuerdo casi uns 1 «Seguir a Jestis». La accién Nuestra primera preocupacién debe ser comprender lo que ‘nos transmiten los evangelios cuando dicen que las mujeres ssegufan» a Jess, Dos cuestiones se plantean: Qué es «seguir a Jestis» (Ia aczi6n) y quiénes integraban «el segui- miento» de Jestis (los actores). Examinaremos el primer tema en este capftulo, dejando el segundo para el capitulo siguiente. Los textos que se refieren a las mujeres Las diferentes ediciones del Nuevo Testamento se expresan en términos casi idénticos. ‘Ya hemos citado Lucas 8,1-3. Resaltamos ahora una sola frase: «lo acompetlaban los Doce y algunas mujezes>. 2Qué hay que entender por estas tltimas palabras? ;No Ponen a las mujeres en la misma situacién que a los Doce? Mateo y Marcos s6lo mencionan a las mujeres en la muerte de Jesis. Mateo (27,55-56): «Estaban alli, mirando desde lejos, muchas mujeres que habfan seguido a Jess desde los tiem 0s de Galileasirviéndolo» Marcos (15,40-41) es muy semejante, con una sola dife- rencia, Precisa que segufan a Jessy le servian «cuando él estaba en Galilean, 1o que impide pensar que s6lo se ha- brian unido a El al salir de Galilea, porque s6lo las habria necesitado a partic de ese momento. Marcos elimina toda ambigtiedad: las mujeres ya estaban con Jess, como se de- duce, por lo demas, de otros episodios que comentaremes. “«SHOULR A JESOS», LA ACION 19 sentamos a Jessen su itnerancia acompafiado de discipu- los varones y mujeres; sin embargo, asf es como hemos de representarios la realidad, se ha escrito, Anulacién del papel de las mujeres Fixe reconocimiento que Ia mayor parte de los exegetas hacen de las mujeres como «diseipulos» de Jets no es més «que un primer paso. Hay que admitir todavia que lo eran como Jos varones, Pues bien, son muchas las veces que se ha intentado minimizare incluso anular su papel Los evangelios dicen de ellas que «servian», © que -ayudaban>, «asistans, @ Jess con sus bienes. ,Cémo in- texpretar estos términos? ‘Su «servicio» ha sido visto a veces como une funcién dloméstice, diferente de la de los discipules-varones. Ast se ha escrito recientemerte que estas mujeres asumian los fupeles tradicionalmente femeninos de acogida y servi ‘io... Segufan dediedndose a prepara las comidas, a ama- sar Ta harina para hacer el pane. Nada de eso se dice en los evangelios. El autor indiea que la nica diferencia es que en adelante es0s gestos dos hacen para serviral Sefior y a su familia, constituida poe todas y todos los que escuchan y ponen en préctica su palabra»; pero esto no atenta la afi~ macidn que hace del papel doméstico de las mujeres, que no tiene fundamento alguno evangélico™. Siempre es gran- de Ia tentacion de atribuir & las mujeres dnicamente esos papeles «especificos», pero veremos que el intento de ests es precisamente modifcar esa concepcion. Basta el episo- dio de Maria y Marfa (Le 10,38-42) para probatio, El «servicio» era una obligacin para too diseipulo. No es imposible que las mujeres, en ocasiones, hayan «servi- do» con sus especialdades wtradicionales», pero no se dice en ninguna parte. ,Pocemos siquiera imaginar a las muje- 18 ‘TAMBIEN LAS MUIERES SEGUIAN A JESUS Juan no cita, al pie de la cruz, még que ala madre de Jestis, con Maria de Magdala, Maria, la mujer de Cleofis, y ‘el discfpulo a quien JesGs queria» (Jn 19,26). Aunque 00 habla de otras mujeres, la sola mencién de Marfa de Mag- dala permite suponer 1a presencia de sus compafieras, que seguramente Juan no ha sentido necesidad de mencionar. Dejemos a un lado a Juan, A través de algunas diferen- cias insignificantes, lo esencial que se desprende de los sindpticos es el uso invariable de los verbos «seguir» y ‘«servir» 0 «ayuelar», «asistir»— (exceptuado a Lucas —aun- que «estar con Jestis» es equivalente, al menos, a «se- uir-) para calificar el papel de estas mujeres venidas desde Galilea a Jerusalén con Jest. Baste por ahora cons- tatarlo, Los textos que se refieren a los varones Si examinamos ahora los términos con que se presenta el acompafiamiento de tos discipulos-varones, encontramos pr todas partes la palabra «seguir». ML4.18-20 nos relata que Jess dice a Sim6n, al que la- man Pedro, y a Andrés, st hermano: «Seguidme, y os haré pescadores’ de hombres». Y afade el texto: «nmediata- mente dejaron las redes y lo siguieron». Relato semejante para el caso de Santiago y Juan, hijos del Zebedeo: «In- mmediatamente dejaron la barca y su padre y To siguieron> Lucas sitda la Hamada de tos cuatro diseipulos tras la pesca milagrosa, y concluye: «lo siguieron> Juan relaciona la Hamada de los dos primeros disefpu- Jos, uno de ellos Andrés, con el bautismo de Juan el Bautista; es éste quien desia a Jestis como el «Cordero de Dios», y entonces los dos discipulos «siguen> a lest. «Seguir» es, por tanto, el verbo que caracteriza al disei- Por eso, actualmente hay un acuerdo casi unénime en ue las mujeres que «segufan» a Jestis eran disc pulos como los varones, «Es verdad que apenas nos repre- » “TAMBIEN LAS MUIERES SEGUIAN A JESDS res «en el fog6n» durante los desplazamientos casi cont- rnuos de Jests? Bl episodio de la samaritana muestra a los discipulos (zvarones?) yendo de compras para improvisar tuna comida (Jn 4,8); segin Le 22,7, Pedro y Juan parecen ser los tinicos encargados de preparar la titima cena de Jestis, mientras que Mateo habla de , «asistfan, a Jews con sus bienes. ;Cémo In- lexpretar estos téeminos? ‘Su «servicio» ha sido visto a veces como una funcién dloméstica, diferente de la de los diseipules-varones. Asi se ha escrito recientemente que estas mujeres asumian los papeles tradicionalmente femeninos de acogida y servi- tio... Segufan dedicéndose a preparar las comidas, a ama- sar la harina para hacer el pan». Nada de eso se dice en los cvangelios. El autor indica que la nica diferencia es que en adelante esos gestas «los hacen para servit al Sefior ya 8 familia, constituida por todas y todos los que escuchan y ponen en préctica su palabrav: pero esto no alent la afi macién que hace del papel domético de las mujeres, que no tiene fundamento aiguno evangslico™. Siempre es gran- de la tentacién de atribuir & las mujeres dnicamente esos papeles «espectficos», pero veremos que el intento de ests es precisamente modifcar esa concepciGa. Basta el episo- dio de Marta y Maria (Le 10,38-42) para proba. El servicio» era ura obligacién para todo discfpulo. No es imposible que las mujeres, en ocasiones, hayan «Serv do» con sus especialidades «tradicionales», pero no se dice en ninguna parte. ,Pocemos siquiera imaginar a las muje- 1 P Movin ou Besenatar Marte, Marke eles ares Les visage femi= hin dans P vangie, Len Vise, Brovelles 1990p 29, 2. 2! Scnuxen, pei hea Tte es femmes fil, pit do por Aden gendaleemisine (ACG). 185, ASEOUIR A JESOSD. LA ACCION a Debi6 de financiar al grupo, del que formaba parte Salomé, (que parece era su esposa, También Pedro y Andrés eran Patronos pescadores, suficientemente acomodados como para poder abandonar la pesca por algin tiempo. Sin duda, Juana, la mujer de Cusa, intendente de Herodes, debta de tener una fortuna mayor que ellos y pudo ayudarlos més. (Quiza Susana; citada a la vez.que Juana, se puede creer que también procedia del rico entorno de Herodes. En cuanto a ‘Marfa de Magdala, no es posible saber cudl era su origen ni su fortuna, Lo nico que hay que evitar es ver en ella una rica prostituta, pues nada en los evangelios permite supo- nerlo. Con todo, probablemente ayudaba al grupo, como los dems disespulos. Siendo «seguir» y «servir» los dos verbos que caracte- rizaban al discfpulo, se puede concluir, sin temor a equivo- cearse, que las mujeres que segufan a Jesds respondfan a la definicién de los verdaderos discipulos. Construceién artifical de modelos femeninos ‘Sin embargo, desde las primeras citas de los evangetivs xe presiente que las mujeres no ocupan en la mente de los Fedactores el mismo puesto que los varones. Lucas mismo las presenta como «curadas por Jesiis de malos espiritus y enfermedades», siguiendo la opiniGn general, segsin la cual jlas mujeres o estan enfermas 0 son pecadoras, mucho mis ‘gue los Varones! Maria de Magdala, segin é, habria sido Iiberada de «siete demonios». ;De qué demonios? Tratén- dose de una mujer, la fantasfa de los varones les leva siem- pre a pensar que se trata de los demonios de 1a Iujuris. Cuando tratemos de descubrir cudl podia ser la personali- dad de Maria de Magdala, intentaremos identificar a esos ‘xdemonios», pero veremos, sobre todo, perfilarse clara- mente esa tendencia masculina, y particularmente eclesial, a asimilar mujer y sexualidad. Desde su misma presenta- ci6n por Lucas, las mujeres son ya virtualmente arrepenti- das agradecidas, consagradas s6l0 al servicio y ala expia- ‘ifm a menos ane cean cimnlemente riens v niadasas hene- » “TAMBIEN LAS MUIERES SEGUIAN A JESDS res cen el fogGn» durante los desplazamientos casi cont- nnuos de Jess? El episodio de la samaritana muestra a los disefpulos (zvarones?) yendo de compras para improvisar tuna comida (Jn 4,8); segin Le 22,7, Pedro y Juan parecen ser los Gnicas encargados de preparar la ditima cena de Jess, mientras que Mateo habla de «dos discipulos», y “Marcos de wdispulos,expresiones que pueden designar a varones ¥ a mujeres. En fin, ldltimo captulo de Juan (po- co importa para el caso que su autentcidad se ponga en du- 44a) muestra a Jess asando fl mismo unos peces (Jn 2.9). Ess textos permiten suponer que las tareas se compartian. "Aunque los evangelios no ofrecen precisiones sobre 1o {que hacfan las mujeres, numerosos episodios muestran que Jess no las enclaustraba en su situacién matemal (Le 11,27-28, donde Jess relativiza incluso la matemidad de Marfa) ni en sus tareas hogarefias, como vemos en el epi- sodio de Marta y Maria que acabamos de citar. Los apécri- fos’, que a veces proporcionan indicaciones que los eva zelios han querido silenciar,inssten en el puesto excepcio- nal de Marfa de Magdala, no en el plano material, sino en ¢lespirtual.Jesis le habria hecho revelaciones ai margen de los Doce, o que hubria levado a Pedro a estar celoso de ella. Las alusiones a querellas entre ellos son demasiado frecuentes en los apéerifos para poder pensar que sean totalmente imaginarias. En su origen, debi6 de haber he- chos precisos...jsobre cuestiones més importantes que la confeccién de as comidas! Nada permite, pues, suponer diferencias de situacin en el «servicio» que hacfan las mujeres los varones. “También se ha sostenido que Ia ayuda financiera era el tinico papel que ugaban las mujeres. Pero ayudar financie- ramente al maestro al que se sezuia era cosa que incumbia, ftormalmente a todo discipulo, Por lo demds, Zebedeo, el padre de Santiago y de Juan, no cra pobre: tenia empleados; 3. Low aperfos son obras que no han sido econoifas en el canon de lar Excess major pare de Tas veces argue proven de se tts conser epntatetn,o potgoe tefetan fostones oyporantes Es frecuente fundamentar la weleccién» de los Doce por Jestis en la escena de la llamada que les concierne, al menos ‘a algunos de ellos. Las mujeres no son, efectivamente, objeto de ninguna cescena de llamada, como Simén y Andrés, Santiago y Jua yy también Levi (Mt 4,18-22; Me 1,16-17; Le 5,1-3.10-11). Pero tampoco lo son todas los Doce. Por otra parte, esa llamada no debi6 de ser tan especta- ccular como la describen los evangelistas, con Ia intencién de ofrecer una imagen impactante de la «llamada que en realidad Jestis dirige a todos’. De la multitud més o menos numerosa que acompafiaba frecuentemente a Jests, sin duda fueron destacando poco a ‘poco los que estaban més cerca de El, los mds estables, los ‘que le asegufans sin interrupei6n: los Doce las mujeres, Ber probablement ambien otros Ene os ells, esis va aelegir a los que enviard en misién. Es importante caplar correctamente el sentido de esta «eleccidn». La misién que Jesis confia a sus discipulos 15. Este elo. oece alos ctistianos un paradigm de so Mamada af, ‘ama uri caso de contro dos oes: -Detome evanle ston ‘Mareen Deloc [e) Le Anise ef Te ministers selon Ie ‘Nowweon Testament, Sel Pris 1978, note 20y el texto Grad cats Ed ‘moti as missterios Sern el Muewo Testament, Cristian, ‘land 1975 66. Ta sequian mates (Mt $25) lo sign un gran genom (ML 8,1; ‘eran ja muchos os quel segue (Me 2.18.7. Le 617) Ente ios que esaban ras cocanos, ems a Basal y Matias que ee plan Is condiciones pra replica a Todas (HER 1.23). No measio- ose eno de Tos tet y dos (seem, m skguica no lane [mor lacactgn dete pala haber mujer ene elon pore s0| fpurece en el evangelio de Loca (10,15) La if st comesponde con ides acones pagans aly como aparece en en 10, sop leo ebro (70) 9 piego (2), Lice sabe que ta mien lon Pagano to ASEOUIR A JESOSD. LA ACCION a Debi de financiar al grupo, de! que formaba parte Salomé, que parece era su esposa. También Pedro y Andrés eran patronos pescadores, suficientemente acomodados como para poder abandonar la pesca por algin tiempo. Sin duda, Juana, la mujer de Cusa, intendente de Herodes, debia de tener una fortuna mayor que ellos y pudo ayudarlos més, (Quiza Susana; citada a la vez que Juana, se puede creer que tumbién procedia del rico entomo de Herodes. En cuanto a “Maria de Magdala, no es posible saber cusl era su origen ni su fortuna, Lo nico que hay que evitar es ver en ella uta rica prostituta, pues nada en los evangelios permite supo- nerlo, Con todo, probablemente ayudaba al grupo, como los demas disefpulos. Siendo «seguir» y «servirr los dos verbos que caracte- sizaban al discipulo, se puede conctuir, sin temor a equivo- carse, que las mujeres que segufan a Jess respondfan a la definicién de los verdaderos discipalo. Construceién artificial de modelos femeninos ‘Sin embargo, desde las primeras citas de los evangetivs se presiente que las mujeres no ocupan en la mente de los redactores el mismo puesto que los varones. Lucas mismo las presenta como ecuradas por Jests de malos espiritus y enfermedades», siguiendo la opinién general, segin la cual jlas mujeres o estan enfermas 0 son pecadoras, mucho més ‘que los varones! Maria de Magdala, segin él, habria sido Iiberada de «siete demonios». ,De qué demonios? Tratén- ‘dose de una mujer la fantasfa de los varones les leva siem- pre a pensar que se trata de los demonios de la Iujuria. ‘Cuando tratemos de descubrir cul podia ser la personali- ‘dad de Maria de Magdala, intentaremos identificar a esos ‘ Es frecuente fundamentar la weleccisn» de los Doce por Jests en la escena de la lamada que les concierne, al menos ‘algunos de ellos. ‘Las mujeres no son, efectivamente, objeto de ninguna «escena de llamada, como Simén y Andrés, Santiago y Juan, ¥ también Levi (Mt 4.18.22; Me 1,16-17: Le $,1-3.10-11), Fero tampoco lo son todos los Doce. Por oa parte, esa lamada no debi6 de ser tan especta- ccular como la describen los evangelists, con Ia intenciGn Ge ofrecer una imagen impactante de la sllamada» que en realidad Jess dirge a todos’ De la multitud mas © menos numerosa que acompaftaba frecuentemente a Jests, sin duda fueron destacando poco a ‘poco los que estaban més cexca de El, los mas estables, los 4que le «seguian» sin interrupein lot Doce y las majeres, pero probablemente tambien otros”. Entre todos ellos, Jess ‘Yaa elegir alos que enviard en misién 'Es importante caplar correctamente el sentido de esta seleccién». La mision que Jesis confia a sus discfpulos 5. Ee lato. ofece alos crisanos un paradigms de so Mamada af, ‘ama tei cas de cant de os Doce: Dizi evan slen ‘Maes ea 0 Dele (ed) Le Msi ef Te ministers selon Ie [Nowveon Testament Sei, art 1978, ots 20 el texto (rac: Ed Irstriy as miisterios sein el Muevo Testament, Ceistandad, Riad 1975, {6 Te seuianmiadese (Mt 4.25) lo sigs um gran genion (Mt 8.15 “ean yt muchos los qo To volane (Me 2151s ef Ls 17) Batre ice qua estahan mae cercan, ems Barada Matias ue com plan Is conditions pars renga aJoda (Heh 1.23). No meno ose eno de Tos sete y dos (selmi, ym sui no late “mos lacarsn deter pda haber mujer entre elon, pore 0 ‘parce en el evangelo ce Luca (10,13). La fa se conesponde con ides asonespagaas aly como aparece en Gen 10, Sop exo ebro (70) 0 sriego (7), Lata sabe qu la mii los pagan to omenrs hasta dep de Ta Pascua, La mencida de los sta Bo €, frobablemerte ts que una pefgwacin simboea que €lhace po m4 TTAMBIEN LAS MUTERES SEGUIAN A ESOS nes y los discipulos mujeres, Jest no rechaza a ayuda de las mujeres para su misiGn, Veremos que se la solicitarepe= tidas veces, cuando las cizcunstancias fo permiten: ala samasitana (Jn), « Marta, por su profesin de fe Un 11,27) y Sobre todo, a Marfa de Magdala (Jn 20,17-18); pero no se ia impone a quienes la rechazan El rechazo no es de Tests. Bs de una ssid anocetica, No lier absoi lit relaciones entre Jess y las mujeres, como ta de ‘jar definitvamente 103 eiterios de (Mt 10,158). ‘Las consignas que se les dan muestran perfectamente que Jests no tenfa plena capacidad de «elegie» a estos obte~ tus. No podia «elegi>» mujeres para una misién piblica, jes su testimonio era rechazado, Ademés, la misiGa no ‘onsistfa sélo en llevar un mensaje, sino que simulténea- Inente conferfa «autoridad sobre los espfritus inrmundos pa- rw que los expulsaran». ;Cémo se habria podido aceptar, ‘entonces, que mujeres «impuras»’ expulsaran los espiritus Impuros, y que estuvieran revestidas de «autoridad>>? Como ‘cribe iean-Marie Aubert, Jests habria superado entonces 1 sumbral de intolerancias de los varones de su época! ‘Aunque El si era capaz. de hacerse acompatiar de mujeres, ny se lo podia imponer a sus contempordneos ni exigit dé ‘los que dieran fe al testimonio’ de mujeres. En este punto te kita, y solo en él, la diferencia entre los disefpulos varo- 1 aad ue emus ccna como impure dani tempo de ely flue (Lev 1.15 A IM Atma Leet luni Anatmisme ef chrstanisme, Cth, Pris 1988p 229. 0, ew mio dcp tutu sls mujeres de adeliraness cuando ‘engan a comuniares que ban visa sexe vivo Ls 2411), 2 «Seguir a Jestis». Los actores {1Qué sabemos de las mujeres que «seguian» a Jestis? Los *viingelios no son proljos acerca de la identidad de los dis- cfpulos de Jesds, sean varones © mujeres, Incertidumbres de los evangelios respecto a los varones [No sabemos gran cose de los Doce (a excepcién de algu- tm): ni de su origen ni de su vida ni de su actividad des- Inés de la muerte de Jess. Simén (Pedro) y Andrés, San- Uiago y Juan, los cuatro pescadores de Galilea, ast como Velipe, son los tnicos que estén un tanto esbozados, El apodo de Iscariote que se afiade & Judas hace suponer que {era de la aldea de Kerit, al sur de Judea, y no de Galilea somo los demés, ano ser que aluda al esiario>, el euchillo 1 nuvaja de los celotas tevolucionarios. A Natanael, al que Jun presenta como uno de los primeros disefpulos (Jn 1417s) y al que menciona de nuevo en la aparicién del Re- Nicitado al borde del lago de Genesaret (In 21,2), no pare- (98 conocerle ninguno de los sindpticas, y hay quienes lo entfican, sin raz6n aparente, con Bartolomé. ‘También reina la incertidumbre con respecto a Mateo. Bi evangelista que leva ese mismo nombre, cuya identidad tampoco es segura le lama Mateo cuando Jest le pide que ajc su mesa de tecaudador para seguirlo (Mt 9.9), lo esto de recaudscién estaba situdo versiniinente entre m4 TTAMBIEN LAS MUTERES SEGUIAN A ESOS nes y los discipulos mujeres. Jess no rechaza la ayuda de las mujeres para su misién. Veremos que se la solicita repe- tidas veces, cuando las circunstancias lo permiten: a la samaritana (In 4), a Marta, por su profesisn de fe (Jn 11,27) ¥ sobre todo, a Maria de Magdala (In 20,17-18); pero no se i impone a quienes Ia rechazan. El rechazo no es de Jest. Es de una sociedad androcéntrica, No altera en absoluto las relaciones entre Jests y las mujeres, como tampoco puede {ijar definitivamente los criterios de « (Jn 20,16). Maria reconoce la vor de Jesis como la del pastor que la ama (ef. Jn 10,3). Bl acuerdo entre los exegetas se detiene a partir del reconocimiento de esa intimidad. La Magdalena, como 1 Queterminé por ein completamente a as mujeres de as fncones Sissies 1 Sobre de Magda ves V. Suan, aL cue Ge Mari Maline 2 Octet des nga lain du Moyes Agen Cia ahd Stain 3 {989 Se pone cons tmien cn $2 Se Mare Fim quel cornu un doses muy Gocumenade Ck. tambien Ri tkaencen MereMaelne An Mice. us 1980, E Daastmaatn Longe ger force Seu, Pars 1988, 5, {tad cans mem de fas per, He, Brel 108) 9 {pf 6 de ene He gelmente, A aso ed) Etonic de ‘oma, Dace ot oes, Griese: Bruges ‘opin de Tam Signe, Sabmancs 1989) 9 1-Bvonee de Mare fer de Magda chido y comectay por 1 Cae, Ai IRS a a cn! net er My a fag Herder, Beles 1958), Sogon eos don scvnge on tls, Mara oe apna habia tse revels patel Seas cou gb a Peto le pont clos, Sobre exe poo, vetse mas ‘dean meso cap. Ys en fr, Ereto MAb, Marte Madeleine “ls la lrcnae ta Moyen Age, Cot, Past 1997, ample Sem fio en el speto miso de Maple yoy busqueda de aboluto, 28 ‘tLe LAS MUTERES SEGUIAN A TESOS res. Por tanto, también Juana era persona de cierta fortuna; por eso podfa ayudar a Jesis y a su grupo. Es citada de_ ‘nuevo en el momento de la muerte de Jests, siempre por’ Lucas (24,10). Podemos preguntamos por las razones que la Tlevaron a dejar (:provisionalmente?) a su marido, al que ‘menciona Flavio Josefo diciendo que era saduceo. Pero si recordamos que Herodes-Antipas ejecuté a Juan el Bau tista, tras haberlo tenido encarcelado, podemos pensar que Juana no pudo soportar la vida en aque! entomo. Si se unié a Jests, fue probablemente porque se sinti6 conmovida por Jas palabras de Juan, relatadas por testigos, y porque sabia’ que Juan admiraba al profeta de Galilea; ;1n0 habla dicho, hhablando de Jestis, que é1 no era «digno de desatar las co- rreas de sus sandalias»? (Mt 3,11). De Susana sélo se cita su nombre. Los evangelios no ‘nos dan una chistoria» auténtica de Jests’ y dejan a nuestra ‘maginacién un amplio espacio de libertad para lo-que-no- dicen, que no afecta al mensaje en si mismo. Por mi parte, ‘constatando que a Susana slo la menciona Lucas y que ‘pone su nombre a continuscién del de Juana, me gusta ima- ginarla como una pariente joven y entusiasta de 1a mujer! de Cusa, No la ven asf otros lectores del evangelio: Gerd! ‘Theissen, que evoca la vida de Jests bajo la forma de nove- | la «policiaca»’, hace de Susana una mujer de unos cincuen- taafios, madre de Bartolomé. Es més bien hostil a Jesus por ‘causa de sus discursos, que imbuyen en los jévenes «locas» ‘esperanzas de transformacién y les incitan a dejar sus casas ¥ Sus pueblos. Esta Susana de Theissen no «sigue» a Jests, 3 {Coie posible que R Lavmner puns ges exe une Vida atmice dh fom (Besse de Browne, bao 1098-0 POTN Mu rns arn Un. Uh van, Crate, Pa 1995) 6G Ths, L’ombre du Golden Cet Fags 1988 (rd cast: La som ‘rade Galen, Signeme,Ssamanes 1997, Si Loca exe ico gor ‘ha ets dov meres seguramene cs poraueas como, Sie, ec ‘Wunemc uc tf scidstosamecinfoondom, Un expan ods ‘Gor pemaba que Lacar bo Ge vestige en Gale cuando Pablo ‘vf peso co Cesare apocrine para acon sobre ‘Tiere con lov tsigoe qu teavn xran (PHM, Pty, cnn uo pro a gupo Le Lien de Chari). 30 “TAMBIEN LAS MUIERES SEGUIAN A E803 se le ha dado en llamar, sigue siendo la que més ha intriga- {do alos lectores de los evangelios y alos cristianos de todos los tiempos. . Su identidad esté tan poco establecida que se ha queri~ do hacer de ella Ia pecadora anénima de Lucas (7,36-49);, puesto que de ella «habian salido siete demonios», jesos . Exacta evidenca cera Confu- ‘men la mente de Gregorio (cita'2 Marcos en lugar de Ucis). Como se lia on ls textos, le era ms e6modo, sin shuk, no hablar ms que de una mujer, la pecadora”, Pero {vst jstifcada su interpretacin? ‘bs evangelis citan tres mujeres y dos uncione Lucas tr la uncion de a pecadora que entra en la casa de un forseo durante una comida @ la que Jesis estaba invitado Uva una frasco de perfume, de labastr, derrama el per- fume sobre ls pies te Jess, que ella baka con sus lasr- is, yTuego Tos enjuga con sus cabellos (Le 7, 36-30). Jess Ww enviaen paz, po et gran amor que ha puesto de man fest, y eensura al friteo que la reprende y que no habia tendo para con £1 ningin gesto de deferenci: (ni siquiera sl de a hosptalidad! Muy dstnia es la segunda uncién de que hablan Jaan (12.1-11), Mateo (26.6-18) y Mareos (14,39), Juan nombra fexpresamente.a Maria de Betania, mientras que Matco y Marcos no dan el nombre de la mujer, pero sf el lugar de ia Ascin Betania), Se puede pensar, portant, que se trata de nw misma unci6n y de una misma persona. Reslizada tnos Ags antes de la lima cena de Jests y de su pasin, esta uncion revise una importanca particule en los tes evan- lists. Jestsreconoce en ella in valor proftico, evelan- jv que aquella mujer asda «en perspectiva de st sept te, y alle que, por su gest, «serérecordada con honor» 1 Savarese 1 Rn 30 “TAMBIEN LAS MUIERES SEGUIAN A E803 se le ha dado en lamar, sigue siendo la que ms ha intriga- do alos lectores de los evangeliosy alos crstianos de todos Jos tiempos. Su identidad esté tan poco establecida que se ha queri- do hacer de ella a pecadora anénima de Lucas (7,36-49); puesto que de ella whabian salido siete demonios», sos fdemonios» sélo podian significar Ia lujuria! Serfa, pues, ‘una prostiuta, Nada, sin embargo, permite esta interpreta- cidn, Cuando Lucas cia alas mujeres que segufan a Jess ‘con los Doce, seaba de contar precisamente el episodio de la pecadora (7,36-49). ;Cémo no iba a haber aluido a ésta al Gtar a Maria de Magdala, si realmente se hubieratatado, de la misma persona? Pero los siete demonios» signfican una_posesién (clad por BStsbo08 pet 9 52, ‘ 18, CLV’ Sah ke cle de Mase Mbit ae er Oecdem Bi, Peo ets wen tein anc) a Magda ep Ete, en 5 nel misno moments p uni 0 inlay cine) erp de Mart’ Se Simigagla cn Vérciny (adune bt i tax Tedd el ao 749), en San Jan de Lari c ltano sn fie Provepe. Alpine de civ atten Si aiguns i ete wei de Ess ck V Santa. td p58 '9, Las ipsa de Orel’ Mata de Reta 18 de mre, aa ads es ee te ami ear a % ‘TAMIIEN LAS MUJERES SECUIAN A JESDS Triduo Christi disceptatio, en a que afirmaba la existencia dlistinta de las tres mujeres. Levants tal indignacién que la Facultad de Teologia de Paris, en 1521, juzg6 peligrosa su ensefianza. ;Sélo la intervencién personal de Francisco 1 Togré que no fuera declarado hereje!®. Marfa Magadalena se ha convertido asf en un personaje ‘compuesto, en el que algunos ven tres rostros de una misma ‘mujer en distintos momentos de su conversi6n y tres figu- ras de Ia santa: Ia penitente, la contemplativa y la «feliz amante de Cristo», La imagen tradicional y la mis popular de la Magdalena 8 la de la pecadora convertida. En el imaginario cristiano, ayudado por una rica y floreciente iconografia”, la Magda. Jena ha quedado como la pecadora perdonada, el ejemplo (ue se oftece a las prostitutas arrepentidas", pero también & las almas que quieren arrancarse del pecado®. La leyenda aparece sobre todo come ilustracién de en Jo que puede convertir Ia fantasfa masculina a Ia que fue ) a muchisi- mos habitantes de la regidn, se habria reirado a tna gruta {-hiumes, eueva) para levar a cabo austeras penitencias. La leyenda lleg6 a Vézelay gracias al conde Girart de Koussilon, que hizo ccnstruir la magnifica basilica que all ‘xiste y de la que aparece como titular, desde 1054, Mar Magdalena. El lugar fue objeto de una enorme devocién popular y de peregrinaciones acompaiiadas de milagros. Se vencraba sobre todo a la penitente, El apego a Ia leyenda era tan grande que ng era posible fmerten duds. En 1517, Jacques Lefevre d'Buaples,pro- ler parisino, publicé una obra, De Maria Magdalena et 2 ¥. So, ee cute de Marie Madeleine en Occidental, p34 21. tyeabo de Voekanee codes de Varagine nace 1298) (Spend Moré, russ del te ltt sop os mle aids nna UIT iad, cast: Beate Jacono te Vordommm, La Leyenda dared, ‘linza, Maid 1997) acobn de Vosges, prikadiso spare ea ‘ntigwos manusetos (exert ucla faan de Lazar ee et hblesay dueta dels mayor pas de rst, ce Beran y de lerine ce Magdlt ate foe txgnado a Mars alse enivep' a ura sa st comers pola ntersencin de ess. Ris tare, dee ts de i mueste dei Meo, so isla puseron enw usc sn fimenel algo, con su termanoy su herman, Mami y os, gue lendria que buber aaulapndo pero gue mlagrovamate, Hege a Musi SHOU A TESDS, LOS ACTORES 3 Las otras mujeres que seguian a Jesiis Ce tisia ce aetned iar inLge c e e fee enc, tnt Sane eee oe oat eer line) y que ln emadke 6 1s Ios de Zebedee iu Se Sends, que face primer jefe de la comunidad de Jerusalén ie eene ek ete en Lar we rena luni it ene 2) Yau ses ins Fr fot, rset ape re Cleafés (0 Clofés), y Marfa de Magdala» (In 19,25). Hay ema hen fens ee fa ek san at ke ce wi la tn me ge ite aire nas ye Jo? con Simén y Judas (Mt 13,55; Mc 6,3). Estos serfan, enton- a % ‘TAMIIEN LAS MUJERES SECUIAN A JESDS Triduo Christi disceptatio, en a que afirmaba la existencia dlistinta de las tres mujeres. Levants tal indignacién que la Facultad de Teologia de Paris, en 1521, juzg6 peligrosa su ensefianza. ;Sélo la intervencién personal de Francisco 1 logré que no fuera declarado hereje!*. ‘Marfa Magadalena se ha convertido asf en un personaje ‘compuesto, en el que algunos ven tres rostros de una misma ‘mujer en distintos momentos de su conversiGn y tres figt- ras de la santa: Ja penitente, Ia contemplativa y la «leliz amante de Cristo», La imagen tradicional y la mis popular de la Magdalena es la de la pecadora convertida. En el imaginario cristiano, ayudado por una rica y floreciente iconografia”, la Magda, lena ha quedado como la pecadora perdonada, el ejemplo ue se oftece a las prostitutas arrepentidas", pero también a las almas que quieren arrancarse del pecado”. La leyenda aparece sobre todo como ilustracién de en lo que puede convertir Ia fantasfa masculina a la que fue «apéstol de los apéstoles», como la Haman Trened, Ori. genes, Hip6lito de Roma, Ambrosio de Milén™... Bim dso nieve B RSPR UPS ancien oes eee Reet orc eee See Seb oe pre ome ee Spiraea eee i igen es ene ncemigeaan a z SA satu achorscimae cae Eas ieee esas br dt SRR ose ota cl gene Seeman emcee ears atenat amet gee gunmen Eee See dear omen eee ieee arene Secramencieacon ae Seieteremice guaran hen sroaattc tia ane enin nr areca Comers retinas SSi a koeebiesns 38 TTAMBIEN LAS MUJERES SEGUIAN A ES En realidad, 1a cuestién slo tiene una importancia secundaria, y no es necesario buscar mds lo que parece muy dificil de exicontrat. Lo que nos queda como cierto es que también habia mujeres que segufan a Jess con los discfpu- los-varones. Los textos sobre este punto son suficientemen- te explicitos para poder afirmar su calidad de «disefpulos» Pero se nos presenta una nueva cuestiGn: ;Cudl fue la participacién de estas mujeres en la vida de Jess? ;En qué le asistieron? Ee gecnpe nt nt mtg de Sees tema ewe SSTEAT USS ie manent spit cen eases er umeremtes Eee totenaee ame ene ct ipsa nce eu rh Thies fina oe Np rs diet eben oper are intesloherer sateen hides toads Shettaarcncensoat en meanest op. cts Fangs RAROULe, Len frst snows de désus i Freres a huss, Dele de Bros 1985 (ae a oMarta mae de Santogs 4 Jove 0 Tove pp 685)'y Jacques DUQLEENE, Jean Desclce de BrowefPiramaron 1993 (ua ean Jens, Sei Baral Baseeona 1986) Sobre la virnidd de Mars, puede lee son ings Fone Moor, homme gl vena de Dw Cer Pans 183 pp ee st El hombre qu vente Dies, Device de Browne ib 1995) taf como las efitines de Rurocse vob ete punto, Vease ambit Bemurd Sespove, Jsws-Chi @ image dev nomen. Desele Je SHOU A TESDS, LOS ACTORES 3 Las otras mujeres que seguian a Jesiis Savor eid yc al Tengen cel my i tel te eae ies ES Ce 1 a eae Sane ne ee ree se ecle 2 ee nan open oe en 2 Suen Oe fa Sep ere eee ee a altho on pd eget ee Hortense Cote ee lie erie ee ees Siren eseered stnSteen pen omene Lae on Soe lis la misma que la de Mateo y Marcos? Parece plausible. jah sats eee vee ea ee as creme steno el ade zane PM eee ee eee Jo ii ss ae ‘Cleofis (0 Clofas), y Marfa de Magdala» (Jn 19,25). Hay ci Can a de gta Oe a ee eee ce tae ase Hoan eH i vee ree bo Nae Le ee eres ee ee pe pe pecan io pee ago y José son citados entre los «hermanos» de Jests, ‘von Simén y Judas (Mt 13,55; Me 6,3). Estos serfan, enton- tes, los hijos de Maria, mujer de Cleofis, y por tanto sim- plemente «primos» y no «hermanos» de Jess. Es com- prensible que los exegetas se dividan en cuestiOn tan cembrollad" Trice a fii de esis sido may cio. a ora de dd a _que sus cortempordneos coasideraban a Jess come el hijo de Jost, et 3 La vida con Jestis {Los Evangelios no precisan en ningtin momento lo que ppudieron hacer o ver las mujeres-diseipulos, Sin embargo, ju o alld dan indicaciones suficientes para que podamos intentar reconstruir con gran probabilidad su vida coa el Maestro y reflexionar sobre el significado de su presencia junio a (Qué significa «estar con Jestis» Si las palabras tienen un sentido, escribir que las mujeres cstaban con Jestis y los Doce debe significar que vivieron coon ellos desde Galilea hasta Jerusalén, y la muerte y resu- recci6n de Jests. Al final, incluso fueron las Gnicas que estuvieron presentes, pues los Doce huyeron, Salvo men- cién en contrario, que no se encuentra por ninguna parte, lebemos suponer que estuvieron presentes en todos los sconteeimientos de Ia vida pablica de Jests. Se distingufan aside la «multitud» que, ocasionalmente, se reunia alrede- lor de Jest, Una frase del «ingel» ditigiéndose a las mojeres que encuentran la tumba vacia permite pensarlo, Es verdad que Marcos y Mateo son equivocos. Segiin Marcos, el «ingel> hhabria dicho: «Y ahora, marchaos, decid a sus discfpulos y 1 Pediro que va delante de ellos a Galilea; alli lo verin, co mo les dijow (Me 16,7), Mateo refiere casi la misma frase: «ld aprisa a decir a sus discfpulos que hia resucitado de la muerte y que va delante de ellos a Galilea:allf te verde

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