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Nada más cierto e incontrastable que la frase “la información es poder”, vinculados a este
enunciado se encuentran conceptos como, por ejemplo, calidad, complementariedad, cantidad,
pertinencia u oportunidad. Sólo se encuentra ese ese poder cuando ponemos al alcance del
consumidor o usuario información de calidad, no solo información básica, sino también
especializada y complementaria que ayude a comprender los beneficios y desventajas de lo que se
quiere demostrar, la cantidad de información, el momento en que la información es
proporcionada y adquirida. Esas son ideas que permiten que un plan pueda alcanzar sus metas y
objetivos.
Sin embargo, en el mercado en el que interactúan los consumidores con los proveedores, la
información no resulta siendo equitativa entre ellos, o más aún, en muchos de los casos, los
integrantes de un mismo grupo de consumidores no alcanzan el mismo nivel de acceso a la
información. Esta desigualdad de acceso a la información, produce lo que se conoce como
asimetría informativa. La que se puede producir entre el proveedor y el consumidor y aquella se
identifica entre un grupo de consumidores aparentemente en las mismas condiciones de elegir.
Este escenario nos lleva a plantear la posible intervención del Estado como regulador del acceso a
la información, en un espacio tan importante, como es el tema de la eficiencia energética, en
primer orden como mecanismo para la protección del medio ambiente, pero también, como
medio para el ahorro de recursos energéticos y económicos.
Sobre el primer escenario de acceso a la información, en el mercado peruano no han sido muy
grandes los avances al respecto, tenemos el Decreto Supremo N°009-2017-EM que constituye el
Reglamento Técnico sobre el Etiquetado de Eficiencia Energética para Equipos Energéticos, sin
embargo, en la práctica dicha reglamentación sobre etiquetado de eficiencia energética
únicamente alcanza a seis productos: lámparas, refrigeradoras, lavadoras, secadoras, aire
acondicionado y motores eléctricos. Existen otros tres (balastros, calentadores de agua y
calderos), cuyo etiquetado se encuentra pendiente de la creación de los Organismos de
Certificación de Productos, de los que habla la norma antes citada. Sin embargo, se reconoce que
hay un primer avance en el etiquetado.
Sobre el segundo aspecto referido a los beneficios esperados del ahorro de energía, es muy poca o
casi nula la información al respecto, el análisis va de la mano de saber identificar los factores
determinantes para medir la eficiencia (consumo, el tiempo de uso, costo, etc.). Pero, sobre todo
la proyección para saber que el ahorro o la inversión (comprando un producto, por lo general, más
caro) se recuperará en un tiempo determinado. Es este, el segundo momento en el que resulta
importante prestar mayor atención. A mi modo de ver, la implementación de un comparativo de
eficiencia permitiría poner al alcance del consumidor la información que necesita para tomar
decisiones óptimas en ahorro de energía y dinero.
Son estos dos momentos de acceso a la información, los que resultan determinantes para alcanzar
dos de los objetivos señalados en la Ley N° 27345 del año 2000, como son el de proteger al
consumidor y reducir el impacto ambiental negativo del uso y consumo de los energéticos. Por el
momento, la función de promover la creación de una cultura orientada al empleo racional de los
recursos energéticos (sostenibilidad) se encuentra a cargo del Ministerio de Energía y Minas.
En el caso de este país del sur, el acceso a la información hacia la eficiencia energética la
encontramos como parte de un plan que promueve el Ministerio de Energía chileno y la Fundación
Chile, a través del programa “Aprendo con energía”. La información que se muestra es básica y de
libre acceso. Se cuenta con una calculadora de consumo en elementos sensibles como son la
calefacción, agua caliente sanitaria y artefactos domésticos.
En el caso de Colombia, cuentan con un Plan de Acción Indicativo de Eficiencia Energética PAI
PROURE 2017 – 2022, en este documento se proponen estrategias para alcanzar metas
energéticas en los sectores de transporte, industria, comercio e incluso el residencial. Es más se
han planteado incentivos tributarios en eficiencia energética, por ejemplo, en la resolución 463
del 28 de agosto de 2018 de la Unidad de Planeación Minero Energética colombiana, donde se
establece beneficios tributarios sobre el IVA y/o la renta, destacando las medidas de eficiencia
energética en energía eléctrica (fuerza motriz, aire acondicionado o refrigeración iluminación calor
directo e indirecto), al igual que el diseño e implementación de sistemas de gestión de la energía
SGE en los que se incluyen elementos y equipos de medición que forman parte del sistema de
gestión de la energía y el servicio de certificación en ISO50001.
En dicho país, a través de la Ley N° 1715 del 2014 se establecieron incentivos tributarios y
arancelarios para aquellas empresas y maquinaria que favorezcan la eficiencia energética en la
construcción de edificios con materiales sustentables y renovables. Se ha identificado el acceso a
la información sobre eficiencia energética a través de metas enfocadas a la eficiencia energética
más “costo efectivas”, para cada uno de los usuarios finales de energía, por energético y por
equipo de uso final, que fue trabajado a partir de planes piloto.
En el caso de Argentina, el proyecto de eficiencia energética fue fundado y cuenta con el apoyo de
la Unión Europea. El plan nacional de eficiencia energética se centra en tres aspectos: el industrial,
el residencial y el transporte. Como lo indica en gobierno argentino, el desarrollo del Plan se
está realizando en forma participativa con los principales actores sectoriales involucrados
en su implementación, con el fin de construir un plan consensuado en términos de
responsabilidad social y metas agregadas.
Como ha sido posible ver, la preocupación por brindar información adecuada y útil al consumidor
o usuario resulta en un tema preponderante
Fuentes: