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Pero este pensamtento tenia poco que ver con los problemas de interpretacion musical. Para Boecio, los intérpretes e incluso los compositores estaban “separados del intelec- to de la ciencia musical”, y solo el hombre que poseyera “la facultad de juzgar de acuerdo a la especulacién la razén” era digno de ser llamado un miisico, Esta actitud, que prevalecié entre los instruidos durante la mayor parte de la Edad Media, pudo haber detenido el desarrollo musical, Afortunadamente, humildes intérpreies y com: positores continuaron desarrollande nuevos tipos y estilos de miisica. De este modo, el progreso real en la masica provino tanto de las escuelas de canto practico que pre- servaron y desarrollaron la miisica de la Iglesia (Hoppin 1978: 20-21), como de aque- llas tradiciones étnicas y populares de cardcter oral que, indirectamente al comienzo y emergentes come formas musicales escritas desde aproximadamente cl siglo XII en adelante, forman parte de la misica profana y sacro-pagana. Asi, podemos situar a Hildegard como heredera de la “tradicién pitagérica”” me- dieval transmitida por Boecio, si bien Hildegard no consideraba la actividad musical como propiamente especulativa, sino que la composicién pertenecia al mismo ambito que la visién, como se verd mas adelante, Hildegard destiné su composicién musical a

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