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, Rafael Palmero Ramos | Co lal & , oy 5 BREVE PERFIL BIOGRAFICO Maravillas era s6lo una novicia carmelita des calza cuando zescuch6?, zsinti62, cexperiment6? es ta llamada de Aquel que, desde su nifiez, habia esco- gido como su Esposo. Jestis, de Corazén sensible al amor de sus hermanos los hombres, habia sido des- de el despertar de su razén el solo objeto de los amo- res de esta mujer que, con la semiconsciencia que de llo puede tenerse a los cinco afos, formulé «solem- nemente» en un desvan, ante un altarcito casero y tuna criada, un «voto de castidad»: queria parecerse a Inés, y a Cecilia, y a Rosa de Lima. Queria por en- cima de todo ser de Jestis, con todas sus potenciali- dades, siempre anhelosa de entrega. Yo comprendé —diria mas tarde- que el mundo no tenia con qué saciar mi pobre corazén. Me ena moré del Hijo de Maria, y le entregué para siempre Nacida en Madrid, a 4 de noviembre de 1891, su padre, don Luis Pidal y Mon, era entonces em- bajador de Espaiia ante la Santa Sede. Casado con dofia Cristina Chico de Guzmén y Muiioz, tuvie: ron cuatro hijos. Maravillas, la tiltima, fue bauti- zada a los ocho dias de nacer y confitmada a los ‘cuatro afios. Con sus padres, fue la abuela mater- na de quien Dios se sirvié para sembrar en el alma de la nifia el primer germen de una piedad profun- da y sdlida, que no le impedia ser vivaz y jugueto na, Educada en el madrilefio Colegio de la Asun: cidn, recibié a sus diez. afios la Primera Comunién. Aquel dia no pensé sino en Jestis, que ya era el cen- tro de su corazén, Desde entonces comenz6 a con fesarse con el fervoroso y experimentado jesuita padre Juan Francisco Lopez, que supo apreciar las extraordinarias dotes intelectuales y espirituales de su penitente, La animé a ejercitarse en la virtud, especialmente en la caridad con los pobres. Du ante muchos afios, el padre probé su vocacién ha- ciéndola esperar. En el dintel de sus 28 afios ingresa en el Car- melo del Sagrado Corazén de Jess y San José de San Lorenzo de El Escorial. Habia escogido preci- samente aquel convento pensando que en él seria menos estimada que en otros, que suspiraban por tenerla. Era el dia de la Virgen del Pilar, 12 de oc tubre de 1919. Atin no hacfa cinco meses que ¢ rey de Espaiia, don Alfonso XIII, consagrara la na- cién al Corazén de Jestis ante el grandioso monu: mento erigido en el Cerro de los Angeles, junto a Madrid, «en estas alturas que para Vos hemos es cogido...». Maravillas no habfa estado en el Cerro aquel 30 de mayo. jQué lejos estaba de pensar que 8 aquel lugar, en lo que trasciende su materialidad, iba a cambiar su vida! ‘Como lejos de pensar estaba en la ingente la bor fundacional que le esperaba cuando trasponia los umbrales del Carmen escurialense. Realmente no Ilevaba otro propésito la joven Maravillas que el de ser una carmélita descalza de aquellas que su santa madre Teresa pintara en sus deseos. Una de tantas miles de monjas descalzas que habfan en- ‘carnado en el corazén de la Iglesia, a lo largo de tres siglos y medio, el ideal teresiano, acariciado como una joya preciosa. Habfa pensado ser eso. Y no es que no lo fuera, sino que lo plasmé de un modo original. Maravillas no fue, no porque no lo deseara, una monja escondida, sometida a la monétona co- tidianeidad de la clausura, desocupada de negocios exteriores, de ignorada existencia incluso para sus contemporaneos y convecinos. Maravillas de Jestis fue, sin esperarlo ni pretenderlo, incluso sin saber- Io, una nueva versién de santa Teresa para el Car: melo del siglo xx. Porque después de la santa de Avila, que planté quince «palomarcicos» en tierras espaiiolas, ninguna de sus hijas ha fundado tantos Carmelos. Ninguna ha formado tantas monjas siendo de ellas tan undnimemente amada y obed cida, aun cuando -es lo asombroso— apenas man- dase, por creerse indigna del cargo de priora que, por pura sumisién, hubo de aceptar durante 48 afios ~casi toda su vida religiosa en los diversos conventos que iba fundando. Fue el primero, en 1924, el del Cerro de los Angeles, que el Coraz6n de Jestis me pedia a gritos, solia decir. Era atin novicia en El Escorial cuando no podia apagar dentro de si esta apremiante llamada divina. En el centro de Espafia, consagrada al Divi: no Coraz6n, era necesaria, urgente, una limpara vi- va que mantuviese ardiente la oracién, Ia peniten- cia, la reparacién, por la nacién en que Fl ha prometido reinar «con més veneracién que en otras partes». En 1926 seria nombrada priora, para no dejar de serlo hasta su muerte. En 1931 se proclamé en Espafia la segunda Repiiblica, tiempo de persecucién religiosa. La Madre Maravillas, sufriendo profundamente por las ofensas a Dios, pasaba interminables horas de vigilia todas las noches, observando desde su celda del Carmelo del Cerro el cercano monumento al Sagrado Coraz6n, con la tinica obsesién de que en algin momento pudiera ser derribado y profana do. Llevada por este amor, solicité y obtuvo per miso del papa Pio XI para salir con su comunidad, exponiendo sus vidas, a defender la sagrada ima: gen en caso de ser atacada. Si tiene que escuchar gritos de odio de sus enemigos, que pueda oir también nuestras alabanzas, escribié en aquella ocasién. En ¢s0s afios el Sefior fue, atin més si ca be, la fuente de su luz y fortaleza, serenidad y pru: dencia. Seguramente de aqui data su heroica peni: tencia —que observaria durante toda su vida de dormir tres horas, y sentada en el suelo, y dedicar el resto de la noche a la oraci6n. 10 Del Cerro salié en 1933 una fundacién para Kottayam, en la India, adonde los superiores no dejaron ir a la Madre. Envié alli a ocho de sus monjas. Después de estallar la Guerra Civil, el 18 de julio de 1936, la Madre Maravillas, y con ella vo: luntariamente todas sus hijas, quisieron permane cer en su convento del Cerro. El 22 de julio la co- munidad fue obligada por la fuerza a abandonar su amada clausura. Incontables son las penalida- des que vivieron las 21 monjas, escondidas por un afio largo en un miniisculo piso del Madrid repu: blicano, hasta que, por Francia, lograron pasar a la zona nacional. Anhelaban el martirio, pero el Sefior tenia otros designios.. En septiembre de 1937 legé la Madre con sus monjas al antiguo desierto carmelita de San José de las Batuecas, tan retirado como paradisiaco, en plenas Hurdes salmantinas, que habia adquirido poco antes de la guerra con los bienes de una no- vicia, y se establecieron alli. Acabada la contienda, vuelve la Madre al Cerro con algunas de sus mon: jas, pero queda otra comunidad en Batuecas. Cuando en 1950 la Madre cede generosamente el lugar a los padres carmelitas, que deseaban restau- rar alli su antiguo eremitorio, la comunidad de monjas se traslad6 al convento de Cabrera, en Sa- lamanea. Del Cerro y de los conventos por él fundados salieron ademés, sucesivamente, los monasterios de Mancera de Abajo (1944), Duruelo (1947), "1 Arenas de San Pedro (1954), San Calixto (1956), Aravaca (1958), La Aldehuela (1961) y Monte- mar-Torremolinos (1964). Ademés la Madre envié grupos de sus monjas a restaurar las comunidades de Cuenca (Ecuador, 1954), El Escorial (1964), adonde volvié ella misma después de 40 afios, y el venerado Monasterio de La Encarnacién de Avila (1966). Sin olvidar la fundacién del convento iglesia para los padres carmelitas descalzos en Ta- lavera de la Reina (1960). Es imposible encerrar en tan pocas paginas no sélo la extensa y fecunda biograffa de la Madre Ma- ravillas, sino también la sobrecogedora vida interior que la alent6. Alma de profundisima oracién, pasé por los mas purificadores estadios de la noche oscu- ra del alma descrita por su santo padre Juan de la Cruz. De su desgarradora agonia interna, conocida hoy por las cartas a sus directores, jamés se aperci- bieron las monjas, que veian a su priora siempre en un ser, acogedora, sonriente, llena de imperturbable placidez y de serena alegria, pradentisima en sus de- cisiones, sumamente equilibrada en el trato con los demas. La Madre, comprendiendo que el Sefior le pedia una exquisita delicadeza en la caridad, se pre- ‘ocupaba tanto de sus monjas, especialmente de las enfermas, como de los trabajadores de sus conv’ tos 0 de las necesidades de los pobres. A todos lle gaba sin salir de la clausura. Recibié cuantiosas li mosnas, que hizo Megar a otras comunidades necesitadas 0 empleé en pagar becas a seminaristas, en ayudar a las misiones o en levantar, lteralmente, 12 obras sociales. Entre muchas otras citamos, por ejemplo, la construccién de 16 viviendas prefabrica: das, la promocién de la edificacién de 200 vivien: das; hizo levantar un complejo parroquial com igle- sia, escuelas, salones y viviendas cerca del convento de La Aldehuela, donde pas6 sus tltimos afos. Compré una casa en Madrid para alojar a las mon: jas que tuvieran necesidad de permanecer en la ca- pital por tratamiento médicos y por fin, ofrecié al Instituto Claune costear la edificacién de una clini ca para religiosas de clausura. Todo esto lo Hlevaba a cabo apoyandose confiadamente en la Providencia divina: Amantisima hija del Carmelo, or6, suftié y lu- ché, siendo a veces incomprendida, para que las hijas de santa Teresa ~sus hijas también~ guarda- sen el precioso legado teresiano, Fund6, para sus once conventos y aquellos que quisieran unirse, la Asociacién de Santa Teresa, a fin de ayudarse es piritual y materialmente sin menoscabo de la clau- sura y la autonomia de cada monasterio, para ayu- darse a vivir lo que nuestra santa madre, con tanta luz del cielo, nos traz6. Aprobada por la Iglesia en 1972, la Madre Maravillas fue elegida su presi denta por unanimidad. La vida de la Madre se iba apagando en su po bre conventico de La Aldehuela, desde donde se di visa el majestuoso monumento del Cerro, princi pio y fin de una vida consagrada al Amor... Una tarde de invierno de 1974 entregé su alma al Dios vivo, muy amante y muy amado, pidiendo perdén a sus hijas por los malos ejemplos y la limosna de un hébito para enterrarse, y exclamando, trans: portada de jtibilo: ;Qué felicidad morir carmelita! Era elititide:diciembre, en pleno Adviento. Pero en quella humilde y escondida Aldehuela, el Esposo quiso anticipar su llegada; la virgen estaba en vela con la limpara encendida. Las gracias que acompafiaron su muerte reve- laron la santidad de su vida. Su cuerpo exhalé un suavisimo y extraordinario perfume de nardos. Muchos se encomendaron a su intercesi6n y obtu: vieron toda clase de gracias espirituales y materia- les, Muy pronto se extendié por el mundo la fama de esta humilde carmelita y nacié el deseo de su slorificacién. Habia sido enterrada en el cemente- tio del Carmelo de La Aldehuela, dentro de la clausura, y en 1981, ante la peticién de innumera- bles personas, sus restos se trasladaron a la iglesia del convento, Maravillas de Jestis fue beatificada el 10 de mayo de 1998 por Su Santidad Juan Pablo I en Roma. Sélo veintitrés afios y medio después de mo- rit. Antes que ninguna otra carmelita. El mismo Su- mo Pontifice la canoniz6 solemnemente en su Ma: drid. El millén de personas presente aquel 4 de mayo de 2003 en la Plaza de Colén la vitoreaba al escuchar su nombre, que dice su vida: Maravillas de Jestis. Aqui queda su obra: sus fundaciones en Espaiia y fuera de ella, sus hijas, sus obras de ayu: da al necesitado y, principalmente, su gran santi- dad, convertida en un reguero de luz que traza ca: 14 rminos, sefiala metas y lena de ilusién y esperanza el coraz6n de tantos cristianos. Porque Maravillas de Jestis ya no es slo de sus hijas, ya no es sélo del ‘Carmelo. Maravillas de Jestis es de todos, y a todos nos dice en un susurro maternal, con la misma sua- ve persuasion con que lo repetia incesantemente mientras vivia en la tierra: Lo que Dios quiera, cuando Dios quiera, como Dios quie Alberto José Gonzalez Chaves Revista Agua viva, febrero 2004 UN MUNDO QUE APENAS NADIE CONOCIO! La vida intima de la Madre Maravillas esta en claro contraste con su trayectoria biogréfica, Esta mujer segura, afianzada en su tradicién familiar y religiosa, victoriosa ante las amenazas de muerte en Ja guerra civil espaitola, iniciadora de caminos fun- dacionales, se verd acosada por una prueba interior mucho més dura, que la llenara de inseguridad y de duda. El cuestionamiento a su mundo religioso provendra de su propio interior. La realidad tan aparentemente segura de su religiosidad ira cayen- do como en un vacio. Esta experiencia intima coi tituye en la Madre como una segunda biografia En su religiosidad exterior ella representaba el catolicismo més ortodoxo y firme de la Espaiia de " Ramén M* de la Cruz, ocd, fragmento del articulo Madre Maravillas de Jess, una vida entre dos mundos», Ri vista di vita spiritale, Roma, noviembre-diciembre 2003, 632.643, 16 su tempo, un catolicismo que mantenia el statu quo de una sociedad conservadora. Pero la religio~ sidad que se le impone desde dentro no tiene nada que ver con un catolicismo asumido socialmente. Incluso hay momentos de su vida en que la religio- sidad intima por la que ella pasa parece alejarse de Jos caminos seguros de la religiosidad de la que pro- cede, Su religién interior, la que Dios va haciendo germinar en su intimidad, va horadando todo un mundo de seguridades y firmezas al que Maravillas esti acostumbrada desde la infancia. El ambiente acogedor, de tradiciones inmutables; el hogar de su religiosidad a prueba de bombas; el testimonio se- guro de la abuela materna y de sus padres es cues- tionedo por un Dios que esta mas alla de cualquier tradicién y seguridad; no es el Dios del nacionalca- tolicismo, sino el de la noche oscura del alma. Detris de su biografia exitosa se oculta un mundo que apenas nadie conoci6, a no ser por las cartas dirigidas a sus directores espirituales, Hacia fuera se manifestaba una personalidad luminosa, mientras que en su interior estaba atenazada por grandes tinieblas. La gran verdad de su vida se en- conti6 siempre escondida en su alma; sin conocer este interior, nadie puede saber en verdad quién fue la Madre Maravillas de Jestis, por mucho que co- nozca su biografia La prueba interior por la que la Madre Mara villas de Jestis pas6, su oscuridad y dureza, iran lo- grando lo que ella no pudo conseguir al exterior: desaparecer, si no para los otros, al menos para si 7 misma; olvidarse, anonadarse fue su deseo al trar en el Carmelo, Este estado de su alma es la causa de que no se vea a si misma como protago- nista de la obra que se trae entre manos; no es su yas pertenece a Otro. Es cierto que la gente la en- salzaba y aplaudia sus éxitos de fundadora, pero ignoraba cuan lejos se hallaba ella de esas valora- ciones, absorbida como estaba por la purificacién de la noche del espiritu. Era imposible, pues, que ninguna alabanza lograra sacarla de ese pozo pro- fundo de su humildad, del que nacia una abnega- cién sin limites, siempre al servicio de los demas. Su comunién con Dios la llevé de vez en cuan- do, o de tarde en tarde, a experimentar una alegria radiante, pero ante todo se impuso en su vivencia fntima una noche oscura que invadié lo més pro- fundo de su espiritu durante larguisimas tempora- das, a veces hasta afios. En esta oscuridad ella du- daba, sufria, no sabia. Dice ella misma: Con esto, unas dudas contra la fe, unos como deseos de to- do lo que halaga a los sentidos y al amor propio (C 90). La dura experiencia interior, al dejarla vacia y seca, la pone ante el abismo de la tentacién, del de- seo de satisfacerse en algo; es una forma de buscar un respiro en medio de la prueba, pero un respiro que la Madre, a la larga, nunca se concedi6. En otra carta expresa sin ambages su gran des amparo: Es una agonia tan amarga [...], un verme sumergida en tinieblas sin vislumbrar la mds pe- queiia claridad, sintiendo un gran desamparo de Dios y absolutamente de todo, un sentir también 18 en mi misma todo derrumbado |...]s esta angustia me parece que me ahoga. Al mismo tiempo una sed, sin esperanza de satisfacerla nunca, de amar inmensamente al Sefior (C115). Era la noche oscu- a de la fe que con tanta profundidad nos comer nuestro santo padre Juan de la Cruz. Dentro de es- te ambiente espiritual de incertidumbre y oscuri- dad, la asaltan también grandes dudas sobre su vo- cacion: Me parece ver muy claramente que no debia haber dejado a mi pobre madre en las ci: cunstancias en que la dejé, que no segui la voluntad de Dios sino la mia, y por esto al fin en el conven- to, en lugar de encontrarle a El, le he perdido (C 217). Ya muy mayor, en 1969, sigue teniendo este tipo de dudas: No sé si tengo vocacién o fue una idea que se me metié en la cabeza, un atractivo ha- cia la vida religiosa, pero sin amor de Dios (C787) En medio de estas tinieblas no hay consuelo para ella, ni tan siquiera lo es la comunién: Co- mulgué con una sequedad espantosa, pero al reci- bir al Seftor se me abrieron los ojos para ver lo que estaba haciendo: lo vi asi de golpe, y senti horror de mi misma, una muy grande desolacién (C 247). Ya desde que se levanta al amanecer, la oscuridad se le hace presente como anticipo de lo que sera to- do el dia: Esta mafana, al despertar, me senti lena de wna fortisima amargura, sin poder hacer nada. Me arrodillé en la celda, procurando aceptarla con toda el alma si tal era la voluntad del Seftor, y en esto se me pasé un buen rato (C 260). También la oracidn silenciosa se convierte para ella en una di- 19 ficultad a veces insalvable: ...boy pasé toda la ora- ci6n distraida con tonterias; luego en unas peque- fiisimas ocasiones se desperté todo el mal genio antiguo con una violencia vergonzosa (C 265). Humilde testimonio de su vida orante, un alicien- te para tantas personas que viven una oracién lle- na de limitaciones personales. La luz de la oscuridad Pero en su casi constante oscuridad aparecen momentos gozosos, llenos de luz. La purificacién oscura ha creado en ella espacios mas amplios pa ra Dios, y a veces ella lo puede percibir: Después de una comunién fria y sin ningiin pensamiento que ‘me moviera, me vino de pronto un como impetu tan fuerte de amor al Senor, que no sabia lo que me pasaba. No duré mucho, pero me dejé con una sed de amarle mas y mas (C 366). ¥ también: Me pa~ recié clarisimamente, pero sin ver nada, que el Se- fior estrechaba mi alma, diciéndole descansase alli sobre su Coraz6n. ¥ fue esto con tanta compasion yamor y como tan de pronto, que sin poder pensar nada, senti una felicidad inmensa, una paz y una dulzura que llenaba el alma y el cuerpo [...). Lo que si experimenté de verdad es aquello que dice la Santa Madre, que de sobra quedan pagados [...] to- dos los trabajos y dolores de la vida (C 377). La Madre estaba constantemente absorbida, sea de forma oscura o luminosa, 0 ambas a la vers, 20 Je ahi que en cualquier lugar y tiempo percibe la Presencia amorosa que la llena por completo: Asi fui al refectorio, y apenas nos sentamos, se prendié tal llama de no se qué en mi coraz6n, que no pu- Jiéndola soportar mi flaqueza, la fuerza de lo que alli habia me levaba toda tras si (C 64). Ella no puede comprender en realidad lo que le pasa. La presencia divina la posee sin que ella sepa cémo; sélo percibe que ama a Dios y que El la amas es como una contemplacién serena en la que hay tuna Presencia, pero sin saber en qué consiste. Asi lo cuenta ella misma: Mi vida espiritual ahora es sen- cillisima. Es solamente amar, pero no sensiblemen- ze, como antes me pasaba a veces, sino como una cosa que parece tan profunda, tan fuerte. Hay den- tro de mi como una soledad donde, aunque exte- riormente esté ocupandome de otras cosas, vivimos Ely yo. En ella, aun en los ratos de mayor recogi ‘miento, no se habla; yo no sé, se compenetra uno, se siente una paz inmensa, se ama y se ve uno ama- do. Yo no puedo explicar esto cémo es (C 54). Una presencia escondida La mistica de Santa Maravillas est marcada por una presencia escondida. No es tanto la ima: ginacién la que funciona en ella, como si estuvo muy presente en la vida de santa Teresa. Mientras que en el proceso mistico teresiano, la imaginacién y la visién se hacen muy patentes ~por lo menos 21 durante gran parte de su vida-, en la Madre Ma- ravillas ésta queda relegada de tal manera, que apenas existe... No pienso nada, no hago nada; sin ver tampoco nada ni exterior ni interiormente, siente el alma como si se le mostrara un «algo» de Dios, que la hace abrasarse (C 341). Lo tinico evi- dente es que se le esconde: Cada vez me llena mas aquello de buscar al Sefior por lo que no es...i cae da vez le siento mas oculto, mas escondido, mas incomprensible.... (C 384). Su oracién esté mas cerca de la advertencia y noticia amorosa de la que nos habla san Juan de la Cruz (2S 14) que de las, visiones y oracién imaginativa de santa Teresa: De la oracién también queria decirle, pues temo que sea pereza, que nunca puedo hacer meditacién, ni ayudarme con la imaginacién. Unas veces es, sen. cillamente, al ponerme en presencia de Dios, ver asi, en conjunto, sin cosa particular, y otras (no sé decirlo) esto mismo, pero sintiéndome como aleja- da de todo y rodeada de esa presencia de Dios. Cuando me siento ast, como abandonada de El, tampoco puedo meditar (C 485). Es una oracién desprovista, simple, que no pasa por la imagina- cidn ni por el pensamiento; todo es oculto y es- condido 0, como dice ella, siempre en oscuro (C 336). Es interesante ver el paralelismo con la des- cripcién que hace san Juan de la Cruz de este esta- do de oracién intima: «El estilo que han de tener en ésta del sentido es que no se den nada por el dis- curso y meditacién, pues ya no es tiempo de eso, sino que dejen estar el alma en sosiego y quietud, 22 aunque les parezca claro que no hacen nada y que pierden tiempo, y aunque les parezca que por su flojedad no tienen gana de pensar allf nada; que hardn en tener paciencia en perseverat en la oracién sin hacer ellos nada. Solo lo que aqui han de hacer es dejar el alma libre y desembarazada y descansada de todas las noticias y pensamientos, no teniendo cuidado alli de qué pensarn y medi- tarin, contentindose sélo con una advertencia _amorosa y sosegada en Dios» (1N 10, 4). Toda su vida ser una alternancia entre luz y tinieblas, pero seran éstas las que predominen. Es: te rasgo tenebroso es el que le impide ver su cerca- nia con el Dios vivo. Tal es asi, que en su proceso mistico, como en el de santa Teresita, nunca apa- rece una etapa de la vida, como parece que si exis- +ti6 en santa Teresa, en la que se pueda decir que se aha Hlegado» a una unién con Dios que suponga tuna cierta estabilidad espiritual Toda esta experiencia religiosa va labrando en la Madre una personalidad purificada y profunda. Y esta vivencia intima se esconde en la naturali dad; nada en ella se muestra facia fuera de mane- ra llamativa. En este sentido, su espiritu es el de Teresita del Nifio Jestis, el de sor Isabel de la Tri- nidad; todas pertenecen a un talante espiritual sin un halo especial, 0, como dice la Madre Maravi Ilas, ante la muerte de una de sus hijas: Nos ha he- cho a todas un bien inmenso, viendo como se pue de uno santificar con una vida sencilla y humilde, sir perifollos (C 1266). Pero esta simplicidad de la que habla es la suya propia; asf lo dice el padre Victor de Jestis Maria en su testimonio sobre la Madre: «...su comportamiento exterior a los ojos de todos, tan sencillo y ordinario». En ella no ha- bia pose, nada que hiciera ver a los ojos de los de- més algo extraordinario, ningiin exceso en la ex presion de sus sentimientos. Su mundo intimo y profundo se expresaba, sin més, a través de formas y palabras simples y esponténeas. Al final, todo su proceso purificador ¢ ilumi- nativo la van llevando a desaparecer, que es al fin el deseo permanente en ella: Es un gozo no ser na- \ da para que El lo sea todo en mi (C 462). Espiritualidad integradora y concreta La Madre Maravillas tuvo también esa rara capacidad de los misticos de integrar elementos que parecen opuestos: el mundo interior y el de fuera. De esta forma, experiencia interior y preo- cupacién por las cosas concretas no son dos mun- dos incompatibles en ella. Su profundidad mistica no Ia aleja nunca de los mil deralles de las funda- ciones. Esta es la impresién que tiene una de sus monjas: «Se interesa por-las.cosas.mas.pequeiias.y sin importancia del convento, y, luego aquellas.al- turas de contemplacion que se_transparentaban» En este sentido, hay que destacar que su espiritua lidad es concreta; no se sittia en lo etéreo de los “Sentimientos, sino en las virtudes y en las obras del 24 amor. Su experiencia estd, pues, situada en el meo- llo de la espiritualidad teresiana manifestada en el Camino de perfeccién. Son las virtudes del amor, del desprendimiento y de la humildad las que cer tifican que Ta persona tiene una experiencia reli giosa auténtica; todo lo que no pase por aqui es tuna mfstica desencarnada y evasiva: Yo sé que na- da de lo que experimenta mi alma es suyo (del al ma}, que lo sdlido son las virtudes (C 49). La espiritualidad de la Madre Maravillas es de gran sobriedad, asentada en los fundamentos se guros de la virtud. De la misma manera, el lengua- je que transmite su experiencia no es fiofio, melo- so ni romantico, sino directo, sencillo y concreto. Mis alld de sus devociones personales, tan vine ladas a las practicas piadosas propias del Carmelo, 6 de su particular mentalidad religiosa, la espiri- tualidad intima que se le impone desde dentro a la Madre es desprovista, sin nada alo que aferrarse, afianzada en la noche luminosa de Dios. Su mist ca, en fin, esta basada ante todo en una experien- cia de absorbimiento en su propia nada, Probable- mente sea éste el rasgo que mas caracteriza su espiritualidad. Bien asentada, pues, en esta tierra del propio barro, oteé la profundidad de Dios. Cuanto mds santas, mds conversables En la visin teresiana de la vida religiosa y del proceso de santificacién personal, la capacidad dia- 2s logal, de entrar en relacién con el mundo y la reali- dad, son signo de madurez humana y espiritual. En el talante humano de santa Teresa no caben los «santos encapotados». La capacidad relacional de la santa andariega es inigualable, y con ella se re- marca un estilo de santidad en plena comunién con la realidad social en la que uno vive. En este senti do, su propio proceso mistico no la alejé de su rela- cién con arrieros, mercaderes, tedlogos, albaiiiles 0 con el rey; ni tampoco de los negocios y dineros, en medio de los cuales se movi6 con soltura. De tal ma: nera esto ¢s asi, que podriamos afirmar que un com- ponente del carisma teresiano se halla en esta capa- cidad relacional con un mundo plural. Probablemente ninguna santa carmelita, ade- mas de santa Teresa, haya llegado a vivir este as- pecto relacional como lo vivié Santa Maravillas de Jestis. El abanico de personas con las que entré en relacién a lo largo de su labor fundacional, asi co: mo su capacidad de comunicacién serena y afable, nos dice que también en este plano hay una gran identidad teresiana. Su capacidad de diélogo no quedé encerrada en los muros de sus conventos; fue una mujer de amplias relaciones sociales; nada en ella sonaba a encapotamiento 0 encerramiento en si misma. Tuvo una gran capacidad de adapta- cién a las personas y una compresi6n infinita de cada situacién, lo que nos permite recordar aque- llas palabras tan Hlenas de humanismo de nuest santa madre Teresa: «Cuanto_mas_ santas, mds conversables» (CP 41, 7) 26 En sus relaciones estuvieron presentes perso: nas de todo tipo: milicianos, hortelanos, doctores, obispos, albafiles, arquitectos; todos se hicieron amigos suyos. Ella regalaba su tiempo a manos lle- nas. Durante la guerra, estando escondidas en una casa de la calle Claudio Coello de Madrid, su ge- nerosidad le lleva a abrir las puertas a todos. Dice una testigo: «La Madre recibe a todos, escucha a todos, se interesa por todos»2. El atractivo que ella tenia, sus delicadezas, su entrega a cada persona y su caridad abrieron todas las puertas de la amistad y del afecto. Dice la madre Dolores de Jest: «La conducta observada por la sierva de Dios con todas las per- sonas que tenian relacién y trato con nui ventos era de tanto carifio y preocupaci das sus cosas y caridad, en atenciones sin limite, que tedos salian admirados y encantados de su tra- to» (Po Il, 427). Un ejemplo de esto es el de Juan Manezbo, carpintero de gran parte de sus conven- tos: «Yo hice la carpinteria del convento de La Al- dehuela, y pude advertir la preocupaci6n que tenia ella para que a mi no me faltara nada, € incluso disfrutara de comodidades, llegando a regalarme una radio para que me sirviera de distraccién» (Po I, 519). Costear los médicos de sus trabajadores, seguirles pagando el sueldo aunque no trabajar Si ti le dejas. Vida de santa Maravillas de Jess, car melita descalza, Edibesa, Madrid 2003, p. 207. 27 durante meses por enfermedad, atender a sus fa milias cuando ellos no podian hacerlo, hacerse presente en la carpinteria 0 en la huerta para char- lar con ellos de sus problemas y mil otros detalles nos indican ¢l humanismo y el talante dialogal am- mo de esta mujer: Pero esta vida relacional no tenia nada que ver con la biisqueda de popularidad o de caer bien. Su relacién con los demas se basaba en la humildad, aspecto clave en su espiritualidad. Su generosidad para con los demas era escondida, como prueba este testimonio del que fue su fiel contratista para Jas obras de sus conventos, Manuel Martin Mulas: «Hubo una época en que la sierva de Dios me or- dené que no dejara de visitar iglesias que necesit: ran sagrarios. Fueron muchos y numerosos, mu- chos pueblos de toda Espaiia. Todos estos sagrarios y la reforma de varias iglesias...; la sier- va de Dios me tenia prohibido que dijera la proce- dencia de estos sagrarios, armarios para ropa de sacristia y ropas para las iglesias... Y en algunos casos, con consentimiento de ella, tuve que poner: me como delante, habiendo sido objeto de nom- brarme hijo adoptivo de un pueblo... por la colo- cacién de algunos sagrarios» (Po I, 511-512). Un elemento muy peculiar de su carécter era el sentido del humor. Hay cartas, asi como reacciones ante determinados hechos, que reflejan una gracia realmente contagiosa. Fue, ciertamente, uno de los recursos espontineos de su carécter, desde el cual en- tr6 en relacién con su mundo. La experiencia reli- 28 giosa vivida con seriedad nunca estaba refiida en la Madre con esta vision graciosa de las cosas, las. tuaciones y las personas. Esto le daba un aire muy ti- pico del Carmelo teresiano, tan normal, tan espon- taneo, tan familiar. En esto, como en, tantas otras cosas, tiene un gran parecido con santa Teresa Los sltimos afios de su vida, desde 1961, los pas6 realmente escondida, como siempre quiso, en el convento de La Aldehuela, su peniiltima funda: cién, Desde alli ya salié en contadas ocasiones. To- da una vida de trabajo y entrega se resumia en: un claustro silencioso de este pequeiio carmelo, rodea: da por el amor y cuidados de sus hijas. Su llama se apagé el 11 de diciembre de 1974, aunque su brillo sigue siendo de gran valor para nuestro mundo. Su mensaje para boy Santa Maravillas de Jestis aparece ante nuestro mundo como una carmelita descalza clisica. Todo en ella nos evoca la realidad del siglo xvi: su habi- to de estameiia, su pobreza, los claustros vacios de ornamentacién de sus conventos, las rejas de su locutotios, sus pies descalzos en los inviernos de Castilla. Hay que reconocer que entre ella y nues- tro siglo xxi hay una enorme distancia, la suficien- te como para pensar que es imposible la compren- sién entre su lenguaje y el nuestro. Este es el cuestionamiento que se le puede hacer, y de hecho se le hace: una mujer conservadora de las formas 29 del pasado jamés podra comunicarse con nuestro mundo de hoy. Pero esto sélo es asi si lo vemos de una forma superficial, pues hay algo inscrito en nosotros que nos permite anhelar, también a través de las formas més clasicas, esos elementos que constituyen nues- tra esencia. Por eso, aunque vivamos en medio de Ja opulencia, hay un atractivo hacia la vida sobti en medio de nuestro ruido, tendemos al silencio; ante el hedonismo egofsta, nos conmueve la gen rosidad hacia los demas. Por eso, la presencia de tuna mujer como santa Maravillas es como un re- clamo que vuelve nuestra mirada a aquello que to- dos reconocemos como un valor, aunque nuestra forma de vida lo oculte y nuestra cultura prefiera relegarlo. Santa Maravillas no aporta algo total- mente nuevo que no esté ya recogido en las vidas de los santos y maestros del pasado. Ella nos recuerda hoy que esos valores antiguos son cternos y siguen siendo valiosos para el hombre y la mujer de hoy Su primer mensaje es el de una vida escondida a las miradas del mundo. Este es un aporte funda- ‘mental en un ambiente que ha hecho de la popula- ridad una idolatria. Hay una esclavitud de la apa riencia; un anhelo de llamar la atencién como sea En un mundo asi, lo popular y lo famoso se ha con- vertido en pieza clave de las relaciones humanas; el valor de la persona se busca en el reconocimiento de los demés a través del atractivo de lo que se tie ne o de lo que se ve. Los medios de comunicacién han elevado esta tendencia de siempre de valorar lo 30 evidente, a un verdadero mito. Ante este modelo de sociedad, santa Maravillas se manifiesta al mundo desde un elaustro escondido, Para ella lv pre ‘afan por To oculto, del tesoro esconc mma. «Lo esencial ¢s invisible'a los ojos», asegura la mosa novela de El Principito. Con la canonizacién de la Madre Maravillas, la Iglesia también quiere destacar el aspecto con: templativo de la vida cristiana, Una carmelita con- templativa como ella esti-destinada a crear en la sociedad un entorno de(silencio) y esto, con el tini- co fin de que en medio de ella Dios diga su Pala- bra (Sb 18,14-15). Un silencio asi no es fruto de la ignorancia, sino de una sabiduria indecible. Con- trasta esto con nuestro ambiente actual, tan carga- do de palabras, de propaganda y de imagenes. En medio de todo este ruido, el mensaje de Santa Ma ravillas es callar, escuchar, Elespiritu contemplativo de nuestra carmelita se ve reforzado por su estilo equilibrado de ‘pobre- za: sabe adaptarse a los adelantos modernos, pero no queda atada a la comodidad. Este talante de so- briedad, tan propio del Carmelo, se convierte en santa Maravillas en una llamada de atencién, pues lo vive en medio de una sociedad opulenta y de una vida religiosa demasiado adaptada a las co- modidades de nuestro mundo. Saber prescindir del idolo del placer en medio de nuestra sociedad he- donista, es también parte de su mensaje de des- 31 prendimiento, que tanto la caracteriz6. Y con ello indica que la riqueza esta dentro, no fuera de nos- otros. Oculta en el Carmelo, sin tener mas que lo im prescindible, la Madre Maravillas vivié en medio de esta tierra amando profundamente a su socie~ dad. Dio todo lo que tenia pensando siempre en los demas. Por eso, su tiltimo mensaje para nues- tro mundo individualista es una invitacién a morit dando la vida por los demas. Estos valores, que permanecen vivos en la pe- numbra de muchos claustros carmelitanos, son los que constituyen una riqueza para el hombre mo- derno, que los desconoce, pero al que afectan se- cretamente. primer dia LLAMADA A LA SANTIDAD Las personas mds felices, aparte de todo lo de- ;, son los santos, no cabe duda (C 2746). De ver- que las quiero mucho, y por eso las quiero san- para que den a mi Cristo mucho amor y mucha ira y le salven rauchas almas... (C 3375) Tenemos que ser santas todas, no perdamos mas tiempo, que el que vivamos en el mundo des- pués de conseguirlo sera de gran consuelo para El, ppor las almas que le ganemos y por el amor que en- contrard en nuestro corazén (C 867). jCémo complicamos nosotros la santidad! Y es muy sencilla, nada mas que dejarse confiada y amorosamente en brazos de Dios, queriendo y ha~ ciendo a cada momento lo que creemos que El quiere. Claro que cuesta, pero eso es una cosa, ¥ muy buena, para que podamos probarle nuestro pobrecico amor, y otra que sea complicado 0 que sean cosas que no estén a nuestro aleance, como no lo esta el sentir al Sefior ni tener fervor sensible cuando El quiere que estemos como «un banco» (C 2843). Mientras se trabaje en la santidad de verdad, aunque se caiga, el Senior esta contento; El, que lo sa- be todo... Tampoco es mala seal que el enemigo de las almas dé tanta guerra para impedirla (C 1253). Cudntas gracias tenemos que darle de que, en su misericordia (que de abi ni podemos ni quere mos salir), nos haya hecho ver de verdad y basta el fondo que esto es lo tinico que importa en esta vi da y en la otra, y que en cumplir la voluntad de Dios hayamos cifrado toda nuestra dicha...; y que al fin nos haya hecho ver que todas esas cosas que nos parecian necesarias 0 convenientes para nues tra santificacion eran verdaderas tonterias; que mucho mejor sabe Ely més que nosotros desea es- ta misma santificacién (C 1312). Lo tinico importante es eso, comprender que no somos nada, que no podemos nada, y entonces, este Seftor nuestro del alma lo bard El todo, no lo duden. Ahora, cuando creemos que podemos algo en esa obra tan suya de la santificacion de las al- mas, todo se nos vendré abajo (C 4379). Para la Madre Teresa de Jestis no estaba la santidad en arrinconar el alma, pues esto, en vez de procurar santidad, sacaba imperfecciones (cf. CP 1, 8). Tampoco estaba en revelaciones extraor 34 dinarias ni en visiones llamativas (cf. F 4, 8), sino en servir al Sefior con mortificacién, humildad y limpieza de conciencia (cf. M VI, 8). Santa Maravillas, fiel discfpula de tan buena naestra, aprendié bien pronto que la santidad se conjuga con la sencillez: Se puede uno santificar ‘om una vida sencilla y humilde, sin perifollos (C 1266). Dice el Vaticano TI en la Constitucién con: iliar sobre la Iglesia en el mundo actual: «Los se uuidores de Cristo han sido hechos por el bautis- mo, sacramento de fe, verdaderos hijos de Dios y participes de la divina naturaleza, y por lo mismo, realmente santos. En consecuencia, es necesario que con la ayuda de Dios, conserven y perfeccionen tn su vida la santificacién que recibieron» (n. 40) Supuesta en nosotros la necesaria accién de Dios, cuyo designio amoroso es hacernos santos, la Madre Maravillas nos invita a ser fieles a este designio, a aprovechar el tiempo, a no complicar la santidad, a entregarnos de veras, a seguir siempre adelante aunque caigamos y a estar plenamente convencidos de que en esta ascensién progresiva lo que nos estorba no es nuestra miseria, sino la falta de decision de nuestra voluntad, que la miseria es td del todo remediada por el poder y bondad de Dios (C 3427) Si perseveramos en trabajar por conseguirlo -la santidad-, lo mismo cuando se sienten énimos que cuando no se sienten, pidiéndole al Senior su ayuda, verd cémo sale con ello (C 4845). Para la Madre Maravillas, buena parte del camino estara 35 hecha cuando seamos capaces de pasar por encima de nuestros estados de énimo y sentimientos: Si se olvida de si-escribfa a una hermana~ se llenard de y si esto consigue ya esta todo hecho (C 5031 Y en otro momento: Salgamos, salgamos de nos- otros para vivir s6lo para El, procurando olvidar- nos de nosotras mismas, y démosle cuanto somos, que suyo es por dicha nuestra, pero renovndonos cada instante en ese amor (C 4823: Segiin uno de sus bidgrafos, «la santidad de la Madre Maravillas consiste en el grado altisimo de caridad que el Espiritu Santo fue encendiendo en ella, y de la que sus escritos, ya muy pronto, dan muestras impresionantes... La llama viva del amor divino arde en su corazén con inmensa fuerza, y es para ella al mismo tiempo plenitud y vacio, gozo y tormento... En una paz inmensa y en una extraiia soledads? Y si somos santos, precisamente porque lo so mos seremos las personas mas felices. Con una fe- licidad que crece y se contagia. Nada ni nadie nos la podra quitar: Las penillas que El tan amorosa- mente nos envia, no son parte para quitarnos nuestra alegria, sino mas bien de aumentarla, puesto que nos acercan a El (C 998). A propésito de esta felicidad que irradiaba su persona, cuentan sus hijas, que convivieron largos J.M® Irabura, Maravllas de Jestis, carmelita santa, Fundacion Gratis Date, Pamplona 2003, p. 83 36 afios con ella: «El ejemplo de nuestra Madre Ma: ravillas y su persona, que tenfa “algo” que irra- diaba a Dios, nos arrastraba y nos comunicaba fortaleza, alegria y deseos de ser mejores. Su espi ritu se cernia sobre todos los sucesos de la tierra, y éstos nunca la hicieron perder aquella serenidad y felicidad mas divinas que humanas. Cientos y cien: tos de veces lo hemos escuchado de sus labios, con un tono radiante: “jLa verdad es que somos feli ces!”; “jqué felicidad ser toda del Sefior!"; 0 “pa: ra mino hay nada mejor que ser carmelita descal- za"; y a las hermanas recién entradas en el convento: hija mfa, c6mo cada dia sera més feliz. Yo llevo en el Carmelo treinta -0 cua~ renta, 0 cincuenta~ afios, y cada dia aumenta esta felicidad” ». segundo dia QUE EN TODO SE CUMPLA SU VOLUNTAD En el cumplimiento de la adorabilisima volun- tad del Sefior estd todo... Se ve uno tan miserable, tan nada, pero una «nada pecadora»; y en este abismo profundo en que el alma esta sumergida, brotan a veces unos no sé si deseos, ansias 0 qué son, tan oscuros, tan fuertes de Dios, de amarle, de unirse a El....No se sabe ni se quiere saber nada si: no cegarse mas y mas, porque si se abren los ojos ise ven tantos imposibles de la propia miseria! Mientras que asi en oscuro, en nada, estos deseos (que no sé cémo lamar, pues no son deseos), que brotan sin ser parte para nada en ellos uno mismo, parece que abrasan, que deshacen, y sin embargo dan vida... Cada vez me lena mas aquello de bus- car al Senor por lo que no es... Cada vez le siento mds oculto, mds escondido, mas incomprensible Siento yo también que en esa voluntad del Seiior estd todo, pero spuede uno querer con toda el al- ma que se cumpla por completo, cifrar en esto su felicidad verdadera, y sin embargo sufrir? Porque yo realmente creo que no quiero otra cosa que ba: 8 cerla hasta en sus menores detalles, que no cam- biaria nada de lo que ella dispone, que es el goxo verdadero del alma el poder abrazarla plenamente, pero también es verdad que se experimenta el do- lor (C 384), iNos hemos emocionado de ver una vez cémo es mi Cristo con sus criaturast... No hay ‘mas que confiar en El y dejarse guiar donde El quiera, sin mas deseo ni preocupacién que cumplir su voluntad santisima y darle gusto. Es mas bue no, mas hermoso, mas amable! «sQué serd cuan do veamos a la eterna Majestad?» (C 1644), jQué buenisimo es nuestro Dios!, haber pues- to eladelantamiento en el amor s6lo en el cumpli- mierto de su voluntad; lo otro no esta en nuestra mano y por eso no nos lo pide el Senior més que cuando podemos, y esto otro, si (C 2717). Por dicha suya se entrego al Seftor; deje que la Ileve por donde quiera y haga de usted lo que quie- ra, pero esté siempre segura de su amor. Yo creo que al Seior no le importa en absoluto nuestra nada y miseria; de arreglar, limpiar y cambiar se encarga El; la cosa es que le amemos y bagamos tan nuestra su voluntad divina (cosa que trae de suyo, claro es- td, el amor) que ella sola rija nuestra vida en lo grande y en lo chico, en lo exterior y en lo interior, y no nos ocupemos mas que de cumplirla, y sobre tod de dejar que se cumpla en nosotros. Verdade- ramente que sélo esto tiene importancia en la vida, en estos cuatro dias de destierro (C 6241), Nada tiene importancia fuera de la gloria de Dios, como nadie es nada fuera de El (C 318). Es ta afirmaci6n categérica llevé a Madre Maravillas, a caer en la cuenta de que hay algo, mejor, Alguien gue es Absoluto, y que lo demas, absolutamente todo, tiene un valor relativo Referida esta consideracién a cada uno de los quie peregrinamos en la vida, y tratando de apli- carla, nos ayuda a caer en Ja cuenta de que no hay como entregarse a su voluntad, sea la que sea, pa- ra santificarse (C 1464), De ahi que la clave de nuestra vida, corta 0 larga, fecunda o estéril, movida o sosegada, esté en cumplir la adorabilisima voluntad del Seftor. 2X si nuestra pequefiez es nada y, por lo mismo, misera- ble y pecadora? También entonces. Porque enton- ces sera mas facil advertir cémo el Seftor busca a los pequenios y bumildes para llegar a la intima union con El (B 1764), No discurra sobre lo que le pasa, acéptelo, asi como su miseria, con mansedumbre y amor, no queriendo otro contento que el de que se cumpla en usted su voluntad amorosisima, y verd qué bien le va(C 3087). No puede ser sino bueno lo que nos viene de El, aunque tengamos que acatar su vo- Juntad santisima sin entenderla, ;Y qué alegria que sea ast, para probarle nuestro amor y nuestra en- trega! (C 4907). En parecido sentido se expresaba 40 en dl siglo v san Agustin cuando, empeiiado en ir se de Cartago a Roma, porque los estudiantes eran cde una fea c intemperante disciplina y perturbaban el o:den, veia que su madre se quedaba orando y llorando. Escribié: «Pero Té, con oculto consejo y escuchando lo sustancial de su peticién, no le con- cediste lo que entonces te pedia, para conceder lo que siempre te pedia» (Co V, 14, 4) En la vida de la Madre Maravillas causa ver dadera admiracién la serenidad de su espiritu. Su paz era imperturbable porque se apoyaba en la ro ca firme de la voluntad de Dios. «Si las cosas salian bier: -leemos en un reciente testimonio- enseguida brotaba desde el fondo de su c miento: ;Cémo es el Sefior y eémo tiene El cuida- do de todo, si nosotros lo tenemos de servirle! (C 1289); si no resultaban como ella esperaba: Para qué lo vamos a querer nosotros, si Dios no lo quiere?; cuando alguna circunstancia le hacia su frir-y pas6 por trances verdaderamente dramati cos: Pensar que los trabajos de esta vida nos ha- rin més conocer y mds amar a Dios para siempre, siempre, siempre. Bendita cruz... (C 6241); si no sabia cémo resolver los contratiempos: Las obras de Dios tienen que evar su sello, que es el de la crus, y cuando El lo quiera, todas las dificultades, por grandes que sean, se desharén como la espu ma (C 5063) »La voluntad divina fue el centro de su vida, y hac ‘su mayor deseo, Cuando entendia que go era su voluntad, no habia nada ni nadie que A fuera capaz de frenarla, y se empefiaba en ello con tuna constancia y entusiasmo que vencia todas las dificultades. Cuando el Sefior da luz, por mucho que cueste, es facil, con su gracia, cumplir lo que sea; pero lo peor y lo que mas hace sufrir es cwan- do no se sabe (C 649)» Te pide pe don y te pardene con Eod wakes pene opst f perdanerme cor? stoowabrecitteish tercer dia ABANDONO Y CONFIANZA PARA CAMINAR SEGUROS. Desde luego que no le ha desagradado nada com lo que me cuenta; eso no son cosas suyas, y Ya sabe que sin consentimiento pleno, gracias a nuestro Dios, no se le ofende. Es El tan buenisimo, tan le- no de amor y misericordia hacia sus criaturas... Dé- jese, como le digo, llevar por El, que serd el medio ‘mejor de que El le pueda quitar todo lo que no le guste en usted, que nosotros no sabemos ni acerta- mos, y El sabe donde hay que dar y cortar y quemar y todo cuanto hay que hacer. Lo importante es con- fiar siempre en El, haga lo que haga, aunque nos pa- rezca que no puede ser bueno lo que experimente- mos; asi que esté muy tranquila y dediquese a amarle y cumplir su voluntad, en lo grande y en lo chico, ya ocuparse de El y olvidarse de si (C 4803) Qué duda cabe que en la soledad habla El més al corazén! Claro que la soledad verdadera, la del corazon, es la que El busca, y éa, por su misericor- dia, podemos tenerla aun en medio del mundo. Va- ‘mos a amarle cada dia mas y a dejar en sus manos 43 todo lo nuestro exterior e interior, para ocuparnos solo de amarle mis y més, para que en nuestros po- bres corazones pueda tener consuelo y descanso, Son tan pocas las almas que del todo y con con- fianza plena se le entregan, creyendo siempre en su ‘amor y dejando que EI haga lo que quiera en nos otros y de nosotros, que yo creo que cuando esto encuentre en alguno, sera de grande gozo para su Corazén dulcisino que tanto nos ama (C 6238) Al levantarme para ir a comulgar, de repente se ilumind todo en globo en el alma; sin ver nada, sin comprender nada distinto, se avivé la fe: sentia algo de la grandeza de Dios y de la propia bajeza de tal modo, que no sé cémo comulgué, sin casi sa- ber lo que hacia. Sin hacer nada, sentia que en el alma pasaba algo; el Senor me decia sin decirme (baciéndome sentir mi miseria, mi falta total de co- rrespondencia), que a pesar de esto era siya, y st- ya cuanto de su parte se puede ser: me redimio con su sangre, me unid a El con el vinculo sagrado de los votos solemnes; queria que me entregase del to- do a su amor ciego, loco, qué sé yo, porque era un dejarme ver mi miseria...: que no quisiera nada, que no buscase nada, que me entregase en cuerpo y alma para que hiciese de mi cuanto quiera y de jase ya pasar sin penetrar en mi cuanto pueda ocu- rir al exterior y al interior. Vi que hasta ahora no he hecho una sola ac- cién bien, esto no es exageraci6n, pero que lo arro- je todo en el fuego de su amor, que lo tinico que he 44 de hacer es dejarle obrar en mi, para mi y para los demas. Hace muy bien el Sefior en encubrirse, si quiere que vivamos en este mundo... jEsto nose podria resistir...! (C 185). Me pareci6 entender sin entender algunas co- sas y cémo era necesario abandonarse asi en ma- nos de Dios del todo y dejarse crucificar, pero que ya era muy dulce este camino después de haberlo recorrido el Sefior, porque era en su misma cruz con FL (C 258). Por este camino de «las nadas», se encuentra al Todo», a nuestro tinico amor (B 645). Es El el ues de la casa y jcomo ayudals aunque alguna vez deje un poco a solas y entonces... Pero no le sw fre el corazdn dejar mucho padecer sin El (C3731). «El abandono del nifio pequefio, que se duer me sin miedo en brazos de su padre», fue para san: ta Teresita uno de los componentes -el otro era el amor- del camino que conduce a la divina hogue: ra, es decir, al corazén de Dios. Mas atin, en ella el perfecto abandono es el dulce fruto del amor» (P 52, 3). La Madre Maravillas se mueve por este mismo sendero, olvidandose, cuanto mas mejor, de s{ mis ma y ocupandose de Dios. Este abandono santo ~aseguraba- es el camino mejor y mas seguro de to dos (C 3851). Dios tiene en sus manos las riendas de mi vida, y yo, feliz de que El las tenga y la lleve 45 por donde quiera (B 1294). Lo mejor es abando- narse a su voluntad y que pueda darnos los senti | mientos de gozo 0 de dolor que El quiera con ente- 1a libertad, fiéndose de ese Cuidador (C1339) Nunca podremos saber qué es lo que va a pa- sar, pero estamos convencidos de que lo que pase seré lo mejor, puesto que Dios nos ama més que nadie y pertenecemos a El por muchos titulos. Fruto de este abandono, o consecuencia légica del mismo, es la paz profunda del alma, que nos regala el Sefior cuando ve nuestros humildes ¢s- fuerzos: No se preocupe por nada, encomiéndelo todo a su Corazén, no haga las cosas mds que por agradarle y asi quédese tranguila luego, sea cual sea el resultado (C 4382) Pero gdénde nos han de llevar el abandono y la confianza? «La confianza, y nada mas que la confianza, es la que debe conducirnos al Amor» (Ca 197). Volvemos a la escuela de santa Teresita para conocer el eje de toda espiritualidad teresia- nna. Y nos encontramos con esta convicei6n: «Mi camino es todo de confianza y de amor; no com prendo a las almas que tienen miedo a un tan tier- no Amigo» (Ca 226) La Madre Maravillas se sirve de otro lenguaje, pero expresa idénticas ideas: Buenisimo es ir care- ciendo de todo y adentrandonos mas y mas en el Gorazén de nuestro Dios, que nunca se nos va, que nunca nos deja, que siempre le tenemos con nosotros améndonos, sosteniéndonos, dandonos Ia vida (C 3876) 46 Qué ascensién tan elevadora la que marcan es- tos tres peldafios: amandonos, sosteniéndonos, dandonos la vida. Dios ve nuestro coraz6n, pene: tra, mora, vive en la interioridad del alma y, cuan= do ve verdadero desasimiento y deseo de carecer de:todo por'susamor-sexenamora:.. (C 1360). Le agrada mas esta actitud de confianza y de entrega que todo lo demés. Confiesa con toda humildad esta carmelita que en el Coraz6n de Cristo encontraba ella su re- fugio y su descanso'en medio de sus preocupacio- nes y sufrimientos: Ayer estaba en el coro agobia- disima [...]: Estando asi me imaginé de repente jue no sé, como si el alma se internase en el Cora- z6n de Cristo y alli se sintiera estrechada. Es reanimd muchisimo, me llené de paz, de agradeci- miento, de amor, pero todo en silencio interior, sin poder decir nada (C 162). cuarto dia iQUISIERA AMARLO TANTO! Me viene a veces a deshora como un fuego que me abrasa, en el que me parece que yo no tengo parte, como silo metiesen en mi corazén; mi alma se siente atraida, lanzada hacia Dios con una fuer- ‘irresistible, y luego se queda como imposibilita- “da, separada del objeto que tan fuertemente la atraia. Esto es un sufrimiento horrible, y al mismo tiempo no es sufrimiento; este fuego la enamora, hay en ello como algo delicioso, escondido, que no puede percibir (C 67). Qué buenisimo es... Esa intimidad que quie- re tener con el alma, serlo todo para ella, es tan grande, tan consoladora, tan sobre toda pala bra... Me quedaria hablando entusiasmada de nuestro tinico Amor, por su misericordia, del que nunca nos deja ni se separa de nosotros, aunq se tenga que llevar al cielo a sus amigos, desde donde también nos ayudarén, no lo dudo; pero El no, se queda y se quedaré para siempre, siempre, siempre (C 2978) 48 Ay hijas!, «dmenle mucho que se lo deben», como dice el santo padre {Juan de la Cruz]. Si les pi- diera otra cosa, tal vex no pudieran, no pudiéramos todos, por ricos, por pobres, por listos, por tontos, qué sé 'yo...; pero amarle nadie puede impedirnoslo yes lo sinico que El desea... Pues a amarle de ver- dad con toda el alma, con todas las fuerzas, etc. etc Ha querido le amen «mendigo de amor» [...] iY pensar que asi pueden incendiar el mundo y abra- sarlo en ese dulcisimo amor...! {Este pobre mundo, que tan ciego se aleja de Elt... No saben la impre- sién que hace. Pobre Jestis mio, que le dejen tan so- lo, que le amen tan poco... (C 4955) El caso es procurar lo mas posible esa union con el Seftor, esa vida de intimidad con El, que sos- tiene el ejercicio de las virtudes, para agradar a quien mora con tan infinito amor dentro de nos- oiros, en quien todo lo podemos. Hay que aprove char este corto tiempo de la vida presente para gr. cer-en elvamor-de quien tanto. nos ama, y ast ‘amarle eternamente, para siempre, siempre, siem- “pre, como decia nuestra santa madre Teresa, cuan- to quepa en el humano corazén. Qué pequeiio pa rece y es todo lo de esta vida a esta verdadera luz, y cémo lo tinico que importa es que dejemos se cumpla en nosotros plenamente esa adorabilisima voluntad de nuestro Dios (C 4905). iQuisiera amarle tanto! ;Si El solo es mi vi- dil... {Qué me importaria toda esta amargura, te- 49 dio y angustia que siento en lo mas intimo del al- ma, si con ello pudiera agradar a Dios! Lo terrible es verme tan lejos, como desechada de El, sintien- do y viendo en mi tantas y tantas miserias que pa- recen obstéculos insuperables... (C 81), Siento una necesidad, aunque hubiera perdido al Seiior para siempre, de conformar en lo que pue- da mi vida con la suya. Este amor que siento des- hacerme el corazén, aunque no debe ser verdadero (porque pienso que silo fuera muy otras serian mis obras), me hace no poder con esta vida que Hlevo; necesito darle todo lo que aqui tengo, sufrir traba- jos, bumillaciones, soledad del corazén. Se me pa sa la vida... Este Dios tan inmenso [...] es todo el amor de mi coraz6n |...) Es algo que abrasa, des hace y atormenta con sed de amarle, alld muy den Litro... (C292), Qué es un santo?, preguntaba un dia la Madre Maravillas. Y ella misma ofrecia esta respuesta: Un ser que ama a Dios (C4946). Si, que lo ama en co: rrespondencia al amor recibido de El, consciente de que la verdadera santidad no es mas que vivir la ver- dad de nuestro Dios y su amor (C 1376). Santificarse viene a ser entregar la propia na da al Sefior hasta transformarse en El por el amor Cuanto més crece este amor, mas crece el deseo de asemejarse lo mAs posible a la persona amada. Asi fue para la Madre Maravillas. Consumida por el amor divino, expresa incontables veces su deseo de 50 imitar al Sefior, de parecerse a El: Yo no quiero la vida sino para imitar, lo mas posible, la de Cristo (C 450); ef deseo de imitar en lo posible al Senior en esta vida de pobreza y de bumillacién es in- menso (C 304). Amor y sacrificio son inseparables. Amor muy tasado, muy medido, podra ser amor; pero ése no puede ser el amor de Dios. Su amor no tiene tasa, no tiene medida, no tiene limites. La Madre Maravillas no tuvo miedo de proclamar qlie se sentia amada de Dios con locura: Me sien- to amada del Sefior... (C 829). Es algo que abra- sa, deshace y atormenta, con sed de amarle (C 292). Y una sola cosa preocupa allé muy adentro: pensar que el Senor es ofendido, que no van a El las almas (C $4). Después, en muchos momentos, vendran con- solaciones y alegrias de Dios. Sin que falten tam- poco penas y dificultades. Yo quisiera que estos diversos sentimientos no fueran mas que acciden: tes del camino; quisiera dejarlos que atormenta: sen el alma como el Seftor quiera, pero con unos © con otros ir siempre hacia El, olvidéndome de imi; quisiera... no sé lo que quisiera... empezar a corresponder al amor del Seior, aunque no le sien- 1a, creer y consagrarle este pobre y miserable cora~ 26n que, es muy triste, pero atin no lo esta de ve ras... (C 106). Uno de los testigos del proceso de canoniza: cién de la Madre Maravillas afirmé de ella: «El amor a Dios era como la fuerza impulsora de to: Jas sus obras. Cuando ella cantaba el céntico: 51 “Me enamoré del Hijo de Maria /y le entregué pa- ra siempre mi amor”, no era una frase bonita ni fruto de un fervor pasajero, sino que fue una linea recta hasta el fin de su vida, con todas sus conse- cuencias. Si hacia penitencia, si recibia las humi- llaciones, si hizo fundaciones, si buscaba la pobre za, si se daba a los demés, todo era fruto de ese amor de Dios. Y asi decia: “Lo que Dios quiera, como Dios quiera y cuando Dios quiera”. Su pre ocupacién se puede decir que era agradar al Sefior “Si Dios lo quiere, lo queremos nosotras”. No te nia voluntad propia, sino que se habia pasado a la voluntad de Dios enteramente. El amor fue el gran io_de su vida en la tierra. Y todo lo demas fue 0 de rd Po I, 500), ~ Lo Gnico importante en la vida para la Madre Maravillas es que cada uno de nosotros nos deci- damos con toda determinacién a conseguir este amor. A ello nos invita con estas palabras: Tadossw bien esté en unirse con Dios por medio del amor, y hemos de poner por entero nuestro corazén en | buscar el amor, no poniendo limites ni medida en | nuestro amor y procurando que nuestra vida ven | ga a ser una continuaocupacién:de-amor, porque | el amor, virtualmente al menos, esta influyendo en | cuanto pensemos, hablemos o hagamos (B 1368). quinto dia QUE REINE LA CARIDAD Dios es caridad. En El, por consiguiente, estd |a fuente de la caridad. Pues a Dios, que es cari dad, acudamos humildemente pidiendo caridad. No desea El otra cosa sino hacer arder nuestro co- razdn en el fuego que arde en su pecho. Pido con toda el alma para que mis bijas todas se abrasen de verdad en ese fuego. Y como el Seftor dijo que en las tiltimos tiempos la caridad de muchos se en ‘a por crecer la iniquidad, que la nuestra au mente cuanto sea posible para consolar y desagra~ iar al Seftor (C 4930), Me costaba empezar a ocuparme de las cosas de la vida, pero por otra parte sentia como necesi- dad de ejercitar la caridad, aunque sea en peque- jieces, para probarle a El el amor, y en hacer, aun en estas cosas exteriores que tanto cansan, lo que pueda ser agradable a las bermanas (C 273} Hoy en la oraci6n todo me parecia me hablaba diel amor y el poder del Senior como obras suyas, 53 por este mismo motivo me parecia amaba yo mis tiernamente que nunca a mis hermanas (C 262). Hemos de pedirle mucho a la Santisima Virgen que no nos deje juzgar nunca en nuestro interior de nada ni de nadie. A ver si nos llenamos de en- tranas de caridad, que todo lo que hagamos en nuestra vida lo hagamos Meno de amor (E). Hijas mias, es pena que se pueda perder entre nosotras esa caridad, ese desvivirse por ayudar a las hermanas, por coger lo mas trabajoso para mi, hecho con esa alegria, ese desinterés que dejé nues- tra santa madre en sus conventos. Tienen que sen- tirse felices cuando pueden hacer un oficio, no por- que me vean, sino porque veo al Seiior en mis hermanas, y todo alivio que les pueda dar es una felicidad para mi. Porque yo soy la mds miserable de todas, indigna de su compahiia y feliz de ser la sierva de todas (E). «Estas dos [cosas] nos pide el Seftor: amor de Su Majestad y del préjimo, es en lo que hemos de trabajar. Guardandolas con perfeccién, hacemos su voluntad, y asi estaremos unidos con El [...]- La més cierta seftal que, a mi parecer, hay de si guar- damos estas dos cosas, es guardando bien la del amor al projimo [...].¥ estad ciertas que, mientras 4s en éste os viereis aprovechadas, mas lo estais en el amor de Dios; porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene que, en pago del que tenemos 54 al promo, hara que crezca el que tenemos a Su Majestad, por mil maneras» (5M 3, 7.8) Santa Teresa, en este texto magistral, nos indi- ca el «termémetro» para conocer nuestro grado de amor a Dios: el amor del projimo. Esta misma idea nos dice la Madre Maravillas: La caridad para con Dios se mide por la caridad que se tiene con el pré jimo, y ésta roba el Corazon del Senor y... el de las criaturas también (C 60 El amor al pr6jimo en la Madre Maravillas fue ,eroico; extraordinario, desbordante. No podia ser de otra manera. Era la consecuencia légica de su profundo amor a Dios, y como un derramarse de su vida interior, tan intensa y tan rica. En los raros de intimidad en la oracién, el Sefior le revela abun- dantes luces interiores sobre la caridad: Me pareci6 entender queria el Seitor fuese muy delicada en la caridad y me consagrase toda a ella (C 268). Tra la suya tna caridad ardiente, viva, de to- do corazén, enteramente sobrenatural.’ Primero, hacia quienes mas cerca estaban de ella, sus hijas Que reine la caridad. Mis hermanas lo son todo para mi; fijarnos en todas sus virtudes y cerrar los ojos asus defectos. «No juzguéis y no seréis juz: sados», nos dice el Seftor. ¥ es tan hermoso lo de nuestra santa madre Teresa, que todas sabian que donde ella estaba, tenian las espaldas bien guarda- das {B). La dedicacién de la Madre Maravillas a las monjas era total. En una ocasién en que, des: pués de confesar, se quedé en el coro mas tiempo de lo acostumbrado, escribe a su director: Esto de coger para mi el tiempo que debo dar a mis her- ‘manas, me da mucho escripulo, y por eso se lo di- g0y le pido una penitencia (C 457), Cuentan sus monjas: «De la ternura con la que amaba a sus hijas podriamos contar innumerables episodios, pero no sabriamos qué escoger. Recor- damos con qué atencién nos escuchaba, con qué carifio preguntaba por nuestras familias y sus pro- blemas, con qué interés seguia nuestros trabajos, siempre ponderando, alentando y animando. Era mansa, condescendiente y caritativa con los de- mas, mientras para sf misma era exigente. Com- prendiamos que el amor de Dios en ella tena que ser extraordinario Pero no se contentaba con sus hijas: Hermanas -solia decirles-, quisiéramos abarcar el mundo en- posible, que no quede sin atender lo que pase a nuestro lado. Seria inter- minable este aspecto de su caridad hacia el prdjimo si se dijera todo lo que hizo a favor de los pobres, necesitados, seminaristas, sacerdotes, sus hermanas y hermanos de habito. No s6lo daba lo necesario, sino que daba el coraz6n con ello, ;Cudnto hace go- zar la verdadera caridad! (C2262). Bendita caridad que tanto bien hace a las almas (C 5982). La Madre Maravillas no escribié ningiin tra tado sobre la caridad. Pero ahi estén sus obras es- pléndidas y sus hermosas cartas, que han Ilegado hasta nosotros con innumerables muestras de cari tero, pero ya que esto no e dad hacia su familia, sus monjas, los empleados de sus conventos y cuantos «pasaban a su lado» 56 Para ella todos los momentos eran importan tes, porque encierran siempre una dimensién de eternidad, y todos los detalles, por pequeios ¢ in: significantes que parezcan, son constructores de freternidad. En un viaje que hizo para visitar un lugar para una posible fundacién, pasé por Palen: cie, La madre Dolores de Jestis, una de sus acom- pafiantes, cuenta que tuvieron una averia en el co- che que las levaba y, mientras la arreglaban, aprovecharon para visitar en la catedral la tumba de don Manuel Gonzélez, obispo de la Eucaristia La Madre Maravillas no olvidé que el hortelano de Duruelo habia perdido su navaja, y no quiso re- gresar a casa sin ella. Y eso que en aquellos mo: mentos la Madre tenia que tener su atenci6n cen trada en cosas mucho més importantes... El que fue primer obispo de Getafe, monsefior Francisco José Pérez y Fernindez-Golfin, en la car- a pastoral que dirigié a su didcesis con motivo de la canonizacién de la Madre Maravillas, apuntaba: «La Madre Maravillas fue una mujer que su po hacer que este amor de Dios que la quemaba por dentro la llevase a hacer mas digna la vida de los hombres, llegando a promover la construccién de viviendas dignas e incluso colegios para los ne- cesitados. La obra social de la Madre Maravillas fue algo excepcional. Su recuerdo permanece vivo hoy, de manera especial en Perales del Rio, un ba- rrio que practicamente le debe su existencia. Dar la vida a Cristo es darla también a los hombres. De hecho, san Juan cifra el amor a Dios en el amor al Projimo, pues si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues! quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve [...) Jo que Dios nos ha dado, prow poniéndola, por medio de la Iglesia, como un faro -a el camino para llegar a Dios. Su testi« monio queda patente para todos los hombres de nuestros dias. Por eso, demos gracias a Dios en es- te tiempo por el gran don de la Madre Maravillas» La Madre Maravillas fue una auténtica profe- ta en vivir la relaci6n entre vida contemplativa y acci6n social, como demuestran las obras de cari- dad que hizo sin salir de su templaci6n. Se puede ayudar al projimo sin dejar la oracién, que es el gran peligro del activismo mo- derno 0 incluso de teologfas avanzadas. Ella viene a decirnos que se puede ser monja de clausura ya la vez hacer mucho por los necesitados. Santa Ma- ravillas fue profética en ensefiarnos cémo para la accién social se necesita la contemplacisn. sexto dia LA VIDA EN EL CARMELO En cuanto a usted, todo el agradecimiento que pueda tener hacia Dios nuestro Senior por conce- derle una gracia tan grande como es la de la voca~ cidn al Carmelo, siempre ser poco, pues no cabe duda es a mayor que puede conceder a una cria- tura, y esto de dia en dia lo apreciamos mas, si ca- be, al contrario de lo que pasa en el mundo. Pero, con ser esto asi, yo espero que usted sabré bien lo que es la vida del Carmelo. Se piensa siempre en su austeridad, y aunque es cierto que la hay, pues co- memos siempre de vigilia, se ayuna siete meses al aiio, nos sentamos siempre en el suelo y hay que estar mucho tiempo de rodillas, ete., todo esto es lo de menos, y lo més costoso es la total abnega- cidn de uno mismo, el ejercicio de verdadera hw- mildad y obediencia; en fir, todo lo que se procu: ra en el Carmelo, que es desparecer para que el Seficr reine. Toda vida religiosa tiene naturalmen: te esto, pero en estas de la V ra madre santa Teresa llamaba a sus monas- irgen», como terics, es éste, junto con la oracién, nuestro modo 59 de apostolado, y por fuerza hemos de procurap darnos a él con toda el alma. Ademds estd el continuo silencio y soledad, y or tiltimo el trabajo, pues las carmelitas, como) Pobres, trabajamos mucho siempre. No dudo que usted, al pensar en la vida religiosa, piensa natu ralmente en seguir lo mds cerca posible la vida que Por nuestro amor hizo Cristo en la tierra, y como ya sabe fue cruz y trabajo, eso tiene que contar ena contrar en el Carmelo. Claro esta que cifrando en esto su felicidad, son nuestros monasterios el pax raiso. Yalo decia nuestra santa madre: «Es esta ca sa.un cielo, si lo puede haber en la tierra, para quien se contenta de slo contentar a Dios» Se me olvidaba decirle que la supongo muy amante de la santa pobreza, pues ya sabe que ahora, gracias al Seftor, quiere El que haya que practicarla de veras. No quiero decir que antes no se hiciera también, pero ahora hay que venir, aiin mas todavia, abandondndolo todo en sus manos (C 3210). Pobres almas, ;si supieran ellas cémo las ama el Seftor! Y pensar que podemos hacer por ellas to do... Bendita vocacién de carmelita, y bendita san- ta madre que nos puso esta vida de cielo para pro- curérselo (C2499), A la carmelita la quiere guardar para El solo, Y que su apostolado sea en soledad de todo lo del mundo, ofreciéndose e inmolindose constante- ‘mente en su Corazén. Dicen que hace una obra 60 tan grande de caridad, que no hay nada que se le le en este mundo. Claro que es, bien lo sabes, vida de cruz, porque es «vida imitando ala que vi vié su Hijo tan amado», como dice la santa madre; pero bien sabemos también que «si el Sefior nos mostré el amor con tan espantables obras, scémo queremos contentarle con s6lo palabras?» y al en trar en el Carmelo, por su misericordia, le damos todo cuanto tenemos (C 4998) Cada vez siento mas agradecimiento al Senor por haberme llamado al Carmelo y se descubren en mi alma, en la vida oculta, sencilla y austera que en él debe llevarse, nuevos tesoros. ;Qué mise- ricordia habérmela dado! (C 391) «Esta casa es un cielo, si le puede haber en tie- re, para quien se contenta s6lo de contentar a Dios» (CP 13, 7). Teresa de Jess sefiala que quien encra en el Carmelo Descalzo no ha de buscar otra cosa sino a Jestis y ha de despegarse de cuanto no sea El, Esta es la Ginica manera de que la vida reli giosa sea un auténtico cielo. Asi viene ocurriendo en estos «palomarcicos de la Virgen Nuestra Sefiora desde el principio, en los que «comenzé también la Divina Majestad a mostrar sus grandezas» (F 4, 5). La vida del Carmelo es «vida escondida con Cristo en Dios» (Col 3, 3). Para la Madre Marav llas ef nombre de carmelitas descalzas, en labios de la santa madre Teresa, era como la expresin de todo lo que levaba dentro sobre la Reforma del 61 Carmelo, expresin del espiritu que ella quiso res novar en el Carmelo, de mayor austeridad, de tuelta a la Regla primitiva, de silencio, de soledad, de oracién, de pobreza, de retiro del mundo. Todo eso que ella llevaba dentro, se ve muy claro en tom das sus obras, y ella lo resume y lo expresa con una sola palabra: la Descalcez (C 6907). | Allf viven la auténtica fraternidad bajo la guia || de una madre priora experimentada, pendiente siempre de las necesidades de cada una. Calando) hondo, de dia en dia, en esta verdad fundamentals | Dios quiere guardar a la carmelita para El solo. Su apostolado es, en consecuencia, el ofrecimiento dia- | rio y la fhinrolaciGnconstante ver 0 un lenguaje de hechos ~«el Sefior nos mos t16 el amor con tan espantables obras»-, se ha de corresponder igualmente con hechos: Al entrar en el Carmelo, por su misericordia, le damos todo cuanto tenemos (C 4998). Ya la vocacién es grax cia; no digamos la fidelidad y la perseverancia. La vida del Carmelo es vida desgeanada dia a dia, mi- nnuto a minuto, noche y dia, con amor y por amon Por puro amor a Dios. En las exhortaciones a sus monjas, es frecuen- te que la Madre Maravillas hable del Carmelo co- mo imitacién de la vida humilde y sencilla de Na- ‘aret: El Seftor nos ha escogido a nosotras, a pesar de nuestra pobreza, de nuestra miseria, para vivir esa vida escondida de Nazaret que El durante trein- ta afios quiso vivir. Nuestra santa madre, cuando vio las necesidades de la Iglesia, no pudo encontrar 62 un remedio mejor contra el luteranismo que reunir 4 trece pobrecitas para cumplir con toda perfeccion los consejos evangélicos. ¥ entre esas poquitas, el Seor, a pesar de mi miseria, me ha escogido. No dejraudemos los deseos de su Corazén, realicemos los deseos de nuestra santa madre de vivir esta vida de bumildad, de pobreza, de esconderse, de no ser nada, esta vida de Nazaret. Alli todos vivian pen: dientes del Sefior, pensando en Els y El, ayudando a su padre san José en los oficios mds pobres, ayu- daxdo a su Madre en los quebaceres de casa. Y to- dos trabajando en silencio y oracién, en union de corazones, pendientes el uno del otro. No me ima- gino yo la casa de Nazaret con mucha conversa- cin, nosy asi ha de ser nuestra vida, agradéndole en las cosas pequeias que estin a nuestra mano, saxtificindonos en esa vida ordinaria (E) Hay en estas palabras de la Madre Maravillas ur fiel reflejo de la ensefianza de santa Teresa de Jess, que decia: «Estando encerradas, peleamos por El» (CP 3, 5}; «determiné |...] seguir los con- sejos evangélicos con toda la perfeccién que yo pu- disse, y procurar que estas poquitas que estan aqui hiciesen lo mismo [...]; ¥ que todas ocupadas en oracién por los que son defendedores de la Ipl [...], ayudasemos en lo que pudiésemos a este fior mio, que tan apretado le traen» (CP 1, 2). Al pasar las paginas de la vida de la Madre Maravillas, parece oirse en toda 0c: una miisica de fondo, esta exclamacién tan exul- tante: ;Qué felicidad ser carmelita! Parece que ca- 63 da dia se aprecia més este tesoro, y, oyendo lo qui tiene que ser la carmelita, es para morirse. A estas srandezas hemos sido lamadas: para amar, amary salvar las almas (C 3011), «Este enamoramiento del Carmelo Descalzd —comenta José M" Iraburu-, no hace sino acrecentars se en la Madre Maravillas durante los afios posterign res al Concilio Vaticano Il, cuando no pocas érdenes antiguas y congregaciones més modernas se tambae lean 0 se vienen abajo, mientras que otras nuevas ins tituciones surgen con mayor 0 menor pujanza, »Lo que ella mas aprecia del Carmelo teresias RO no es tanto la austeridad penitencial o ciertas Précticas ascéticas, sino la total abnegacién intee rior que exige ese completo despojamiento perso- nal, que s6lo un amor total al Sefior hace posible, | ¥ al mismo tiempo posibilita ese amor total. El ‘ misterio del Carmelo es el misterio pascual: la crigg que Hleva a la resurreccién, a la nueva criatura.. |. »El Carmelo canta continuamente la gloria del Sefior y no pretende otra cosa que conseguirle mas seres humanos que lo conozcan, lo amen y le sit- van... La Madre Maravillas entiende bien el Car- melo y lo ama con locura. Por eso quiere prote- gerlo, con la gracia divina, de toda devaluacién 0 desfiguracién, al menos en los conventos que en una u otra medida dependen de ella»*, +J. M* Iraburu, Maravillas de Jesis,carmelita descalza typ. séptimo dia LAS DELICIAS DEL SENOR Ayer domingo, al subir la escalera para ir al coro alto a la misa cantada, recogida, si, pero sin ningin pensamiento particular, of claramente dentro de mi: «Mis delicias son estar con los hijos de los hombres». Estas palabras, que me impre- sionaron fuertemente, entendi no eran en este ca- $0 para mi, sino como una especie de peticién que l Sefior me hacia para que me ofreciera toda en- tera por darle esas almas que El tanto desea. Vi claramente, no sé cémo, la fecundidad para atraer las almas a Dios de un alma que se santifica, y tan hondamente me conmovié todo esto, que con to- alma me ofreci al Seftor, a pesar de mi po- @ todos los sufrimientos de cuerpo y de al- ‘ma, con este fin. Me parecié entonces que ese ofrecimiento estaba bien, pero que lo importante tinicamente eva abandonarme a la divina volun: tad, entera y completamente, para que hiciese en ‘mi cuanto quisiera y aceptase del mismo modo el dolor que el goz0. jAy, padre, yo no puedo decir Jo que experimenté...! 65 Alir al refectorio, como seguia muy impresion nada, pensé no atender a la lectura, pero me did escriipulo, y aunque el libro trataba de cosa hasta entonces distinta, ese dia tocé toda la lectura del celo por las almas... Parece un absurdo pensar que) yo, siendo nada y pecado, pueda pensar en darle al Seftor almas, cuando no le doy ni la mia, pero aqud estoy con estos deseos y esperanzas que El ha puesto en mi corazén. i Qué tesoro me ha dado el Senor al darme es- ta vida del Carmelo! Todo esté en ella dispuesto con tal sencillez, pero de tal modo, que con vivirla a fondo podria hacerlo todo. Cada vez se presenta a mi alma mas claramente lo que tantas veces me dijo Vuestra Reverencia, como nada tiene impor= tancia de lo mio, sino sdlo el que el Sefior sea glow rificado |...]. ;Quisiera tanto su santificacién (de sus monjas] para que ellas asi le den al Senor «sus delicias» salvéndole almast El dia que entendi esas palabras, me ofreci al Sejior de tal modo que nada exceptuaba, ni siquiera el infierno, si alli se pudiex se estar amando al Seftor, pero luego soy de un com barde... El Senor lo remedie, que yo no puedo mas que entregarme a El con toda mi miseria (C 396), Nos regalaron un santo Gristo de marfil pre- cioso. ¥ por detrds ponia las palabras del Senor a nuestra madre santa Teresa, no recuerdo bien, pe- ro era animéndola a que no dejase de hacer estas casas: «Porque con las almas de ellas tengo yo mis delicias». Y si podemos esperar que en su amor mic 66 sericordiosisimo sea asi también abora, ante esto squé importa todo lo demds, aunque cueste mds ‘ue la vida, no le parece? Lo digo por todo, pero en particular por lo que El ha querido poner sobre sus bombros [el priorato de la destinataria}, al te- ner una casa mds, para «con las almas de ella te- ner El sus delicias» [...). A ver si todas y cada una somos para'el Seftor, por el camino que El quiera, todo lo que El desea. «3Qué se me da a mi, Senor, mt sino de Vos?» (C 1288). Es facil ponernos a caminar de la mano de la Made Maravillas. Lo fue en su momento para to- das y cada una de sus hijas y lo es en este momen- to de gracia para todos nosotros. Ella fue andarie- ga, casi tanto como la santa madre Teresa, y supo también de oracién, de entrega, de sufrimientos de cuerpo y de alma, de abandono total a la divina vo- Juntad, como ella. De ahi que esté autorizada a en- sefiar a muchos a hacer lo mismo. Mas atin, pienso que esté llamada a hacerlo en el momento dificil que nos toca vivir, y que lo hace de buen grado, EIS de febrero de 1933, en su Carmelo del Ce- rroyla Madre Maravillas recibié la gracia mencio- nada mds arriba, que serd clave para poder enten- der la labor de fundadora que levaré a cabo mas tarce, Esta gracia vino a constituir el motivo ilti- mo y mas profundo por el que la santa fue sem: braado «palomares teresianos» por Espaiia, lle- gando hasta lejanas tierras de misién. Las palabras oidas dentro de si, del Libro de los Proverbios: «Mis delicias son estar con los hijos de los homa bres», venian a coincidir con la peticién que le hae bia hecho el Coraz6n de Jestis en El Escorial al pes dirle la fundacién del Carmelo del Cerri Ur casa en la que tenga mis delicias». En repetidasl ocasiones aludira en sus escritos y exhortaciones a estas palabras de la Sagrada Escritura que con tan= ta fuerza habian resonado en su alma. La Madre Maravillas ve en las vocaciones que afluyen al Care melo del Cerro, una sefial de Dios, y a partir de 1933 comenzara a esparcir, primero en la India luego en diversos puntos de Espaiia, nuevas Casas de la Virgen en las que aquellas almas, santifican= dose en la vida oculta del Carmelo, puedan ser el consuelo del Sefior y a su vez ganar otras muchas para Dios. Son incontables las veces que ella lo ex- Presa en sus cartas: Cuando se piensa en que el Sex fior dijo: «Mis delicias son estar con los hijos de los hombres», no se puede menos de desear con toda el alma hacer cuanto sea posible para que pueda tener esas delicias de su amorosisimo Cora- 26n (C 6672) Ciertamente, esto le supondra a la Madre sa- crificios y sufrimientos, pero zqué importa? ¢Aca- so no se ha ofrecido a todo lo que El disponga pa- ra este fin? Sus sentimientos después de cada nueva fundacién podrian resumirse en lo que escribia en 1944: ;Oué alegria da una iglesia mds, un conven= tico mds donde se ame al Sefior con todo el cora= z6n! Realmente es nada cuanto puedan costar es- tas fundaciones, cuando se ve el consuelo que debe 68 ser para el Sefior (C 969). ¥ en otras ocasiones: Todos los sacrificios son pocos para dar al Seftor un carmelo mds (C 858). En esa «Casa de la Vir ven El tiene sus delicias; que las tenga cada dia i ic como las tenia en la casita de Nazaret. Que ove agradado, mandandolo y rigiéndolo todo, ‘que es su casa'y es el duefio absoluto de co- puesto que es casa ¢ sas y personas ( ws Si Dios es Dios y sus «delicias son estar con I hijos de los hombres», a quienes ha creado por amor y conserva amorosamente en su cxistencia, abandonarnos a la voluntad divina entera y com- pletamente, tener las manos vacia Therto a El solo es la mejor de las disposiciones da en nosotros una chispa de amor go en nuestros her as y el corazén para que pren divino capaz de encender el fue ree aban y siguen dando las hijas de la Madre c Ivandole al- ravillas a Dios «sus delicias», sal Marae andes problemas de la Iglesia y de la hamanidad son acicate que anima a una entrega mnie penerosa, Asi nos exhorta la Madre Maravi ins jEs tan grande la obra que llevamos entre ma vs tan importante que seamos MH) fcles, gue vivamos unidas a Jesucristo. jHay tan ie almas que se pierden por no haber nadie aie vse sacrifigne por ellas! Miren, hijas, que son a tated premio es eterno (E). nost Por eso uatro dias de vida y octavo déa SOLO LA ORACION PUEDE SALVARNOS Veo el poder tan grande de la oracién, lo ne cesaria que ésta nos es para el trato con quien amamos, como dice la santa mare, y para pedi fuerza para vencernos por su amor (C 3089). La oracién es cada vez, yo creo, més senci 1 le desea el alina vivimamome parece tue ne descansa sino cuando puede estar toda como em- pleada en Dios (C 370). Lo que el Sehor desea, | Seftor desea, Lo que mos importa es estrechar la union con El, hacerla mas Sein mas amorosa, mas estrecha. Por parte de Cristo no ha de faltar; pues squé desea El, sino comunicarse a as almas? jSi para eso vino a la tierra y para eso sigue trabajando infatigablemente en nuestros co razones! (B 888). Es, durante el dia, una como presencia de Dios tan oscura, pero tan cierta, y el sentir asi tan clara- mente, pero entre velos, el amor del alma, es algo 70 terrible, porque la atrae, la enamora y no puede po- seerle, ni aun siquiera dejarlo todo para ocuparse solo de El, aunque es tan fuerte ese oscuro senti- miento interior, que todo se hace como s6lo por fuera, y la mejor parte queda ocupada en aquel en- trever a quien tanto desea, tan doloroso (C 365). Fue una necesidad y sed de Dios muy grande y wun ver que nada, mientras esté en esta vida, me la podia saciar; que estd el Seiior aqui tan escondido que cuanto pueda poseer no es El, y yo le deseaba @ El, no a las cosas de El. Me parecia todo tan pe- queito y que generalmente servimos al Senor con demasiado seso... Después me quedo todo el dia (no con esa intensidad, sino como en recogimien: 10), una pena callada y un deseo pacifico, sintien do el alma como alejada de todo lo que me rodea~ bay con necesidad grande de oracién, que no pude hacer por la tarde, siéndome un gran sacrificio el tener que dejarla. ‘Ahora vengo del coro después de hacer la de la noche, que también me ha costado interrumpir al pasarse la bora. No sé, me pareci6 se hacia mayor ese alejamiento, un silencio completo en el alma en cuanto me arrodillé, y el sentir al Sefior tan escon- dido; no sé si esta palabra expresa todo lo que qui- siera decir... Asi, todo en oscuro y como si lo que asi entendia encendiera mas y mas ese amor dolo- roso y pacifico en el alma, vi cémo el amor del Se- jor le hacia quedarse en el sagrario; cdmo yo en cambio no hago nada por El...: que me exigia una gan purse ae corazén y una fidelidad muy deli- = do asi estas cosas y amandole sin cirle nada, se pasé el tiempo; y digo viendo a We es mis bien esto que pensando; es lovimiento interior (C 244). i a Estése con el Sent él 1! lefior como E apartarse de su mirada divina, Pr da vez mas intimo con El, quiera, pero sin vrocure el trato ca- earned aunque sea en sequed. acin, en silencio 0 en comumiracinr a que la mira siempre tan leno de amor hacia «alma, que es suya del todo, se quedard contento +4 ve que le busca. No es nada delicado mi Dios cuando ve que le queremos servir de veras, y como El ve hasta el fondo, fondo... (C 2720). |” Elsolo puede tocar los corazones, y la oracié munca deja de ser escuchada (C 4815). Sélo la ore cién nos puede salvar, y nue B 1247) sCéimo podtlanes pegcie Beno de Dios que nos alcanza la oracién? faeries (C5305). Demi lo que quiere el Setar e: cer ast, amando y adoréndole, vacio, en dolor o en gozo, no reparando mds en que El pueda hacer en ese centro del alma cus, to quiera, dejarle obrar (C 347). ee S Se Permane: en mayor 0 menor Fue la Madre Maravillas un al ale Medes las un alma con una vi Sn efits alsimay de la que guard6 un silen al ~sdlo a sus directores espirituales la 72 manifest6-, Cabia sospechar algo al ver su amor a Dios, sus virtudes, su recogimiento. A sus hijas na~ da o casi nada confid, Pero se desprendia de ella un «no sé qué» que conmovia y alumbraba a quie- nes a ella se acercaron, Qué bellas definiciones de la oracién nos da la Madre en sus escritos: Apartada de todo lo exte: rior e interior, dar rienda suelia a ese amor callado (C372). La oracin no es mas que un como unir- se mds el alma al Seftor, sintiéndose fuertemente atraida, como suavemente precipitada én ese piéla- go insondable tan oscuro y tan leno de bz (C 371). La oracién es s6lo esto: como recogerme en testa oscuridad, vacio y tristeza del alma que clama al Seftor (C 123). La Madre Maravillas nos dice que es menes- ter procurar lo més posible esa unién con el Sefior, esa vida de intimidad con El, que sostiene el ejer- cicio de las virtudes (C 4905)-Vida interior, vida dde amistad estrecha que Dios quiere tener con el alma, serlo todo para ella. gTiene mucha intimi- dad con El? ~pregunta la Madre a una de sus hi- jas. Mire que lo estd deseando y siempre le pare- ceré poco, de tanto que la quiere (C 1315). Vivir esta estrecha intimidad con Dios, aunque sélo sea por unos momentos, es un bien inestimable para nosotros. Derramar el coraz6n en su presencia con confianza nos conforta y consuela. En la ora~ cidn se desvanecen nuestros temores, se acrecen nuestras esperanzas, se dilata el alma, se mitigan las penas. B Pero para mantener esta intimidad es necesa~ ria la perseverancia y nuestra fidelidad en todo. Para orar por la mafiana, en la tarde, y por la no- che. A veces habré sequedad o consolacién, silen- cio 0 comunicacién, pena callada 0 deseo pacifico, segiin los momentos del dia o de la noche y segin los estados emocionales, que se suceden unos a otros, en ocasiones hablando y en otros momentos améndole sin decir nada. Esperar al Sefior, y seguir con la confianza en el corazén, es la tinica manera de que la oracién alcance toda su eficacia. Apenas empecé la oracién de la tarde —confie- sa un dia la Madre~ fue una oscura, pero grande seguridad de la presencia del Senor alli: y en esa vista senti profundamente su majestad y grandeza con un sentimiento de adoracién, mi completa po- breva y nada, y cmo siempre seria asi, y si el Se- ‘tor quisiera poner algo en mi, seria solamente su 0... Senti una grande como inflamacién de amor en el corazén y gozo intenso, pero todo silencioso y Pacifico. Me parecia, no sé, que todo por dentro se ensanchaba, algo tan profundo (C 265). Asi se entienden con su Dios las almas que lo aman, sin necesidad de muchas explicaciones. He aqui un valioso testimonio del padre car- melita descalzo Victor de Jesiis Maria sobre la vida de oracién de la Madre: «La intimidad con Dios es la fuente de donde mana toda otra actividad y vir. tud sobrenatural. El trato intimo con Dios fue una nota constante en la vida de Madre Maravillas: se sintié llamada a vivir toda para El desde nifia, y por 74 de y afectuoso. nia. que ser constant yafectuon a carmelita descalza, ademés de las horas esabie” idas por las leyes, dedicara otras muchas a este Santo ejercicio durante la noche, pues s© content santo ejercicio dura pus ae contents e descanso que pasa sent one eer Tarim, y dedica lo retante atte avon, En medio de sus actividades cs fun- “ice y Maer, coninar sind 20" «na constante de st vida el dedicarse intensa eso su recuerdo ter al ejercicio di noveno dia LA PURIFICACION DEL ALMA NOS ELEVA No encuentro consuelo en nada, pero cuando en oscuro empieza a sentir el alma ese no sé qué de Dios y prende alli ese como fuego tan fuerte de «amor; en el primer momento parece que vaa hall su descanso, pero enseguida, como es mucho ma, yor lo que ansia que lo que tiene, y aquello que alli se le da aumenta tanto el ansia de Di mayor el sufrimiento (C408), quello que alli Dios, es mucho En cuanto empiezo la oracién 0 me recojo un instante, es un ver delante del S ita lante del Senor la propia mi- a de un modo que no sé dénde meterme. Nun. ca ha sido tanto sido tanto ni con tanta claridad (C 404) Cuando siente el ab sn, on Ima esta angustia inexplica- bie, no sé qué hacer de mis parece que instin i mente quiere ir al Senor, meterse, guarec eed dentro de su Corazén. Y se encuents na los caminos pari pais para comunicarse con El cortados, co- Iho si ese mismo meovinentoinstintv del cor 260 le arojara muy eos de Ely entones, no irlo, pero son agonias de muerte (C431), 76 Me senti recogida de esas veces que se borra todo, y sintiendo mucha paz me parecid entender (pero sélo asi como si de una vex se me pusiera de- larte todo esto en globo), que debia permanecer en ese centro del alma donde estaba el Serior, ama dole y adoréndole, sin hacer ningiin caso de cuar- to exterior o interior me pueda venir, que me deja sey abandonase de veras, que todo esto tenia que pasar, pero que no lo dejase apoderarse de mi asi, ni penetrar basta ese lugar de paz (C 240) EI Sefior me hacia ver que mi vida no estaba en mentira de ese modo que yo pienso a veces; que 0 era eso, sino que El me lo enviaba todo con desi nios misericordiosisimos, para quitar tanta inmun- dicia como habia en mi (porque todo esto no me impedia ver mi completa pobreza); que en todo fal- taba, que tenia que ser muty fiel, que hasta ahora no habia tenido fidelidad sino flojedad, que si era fiel y me abandonaba, El haria lo demds, pero que es- to me lo exigia. También entendi algo de que habia jue salvar las almas, pero es tan distinto todo lo ‘que digo de lo que fue, que estoy deseando acabar Me ha quedado tal seguridad de todo esto, que no siendo que me lo diga Vuestra Reverencia {cl jesui- ta padre Torres, su director], #0 puedo creer que aya sido solo imaginacion (C 152). Lo que parece incomprensible para nosotros, no cabe duda que son pruebas de su misericordio- sisimo amor [...). Son momentos muy duros en que solo la fe sostiene, pero este Seftor nuestro del alma no abandona un momento a su criatura.. Comprendo tu dolor, pero cree que con una amon rosa entre de tu voluntad, aunque no sea senti- da, agradarés mucho al Sefior y El te ayudard en todos los momentos. Muchisimo pedimos también Por tia la Santisima Virgen. Lo que él l experimen: tade ‘miedo 0 temor lo han sentido muchos santos en esa hora. Yo creo forma parte de esa purifica- ci6n del alma que tan amorosamente permite el Se- for, que tanto sufrié por nosotros (C 6703). Muchas veces vivimos lejos u olvidados de Dios, Pero cuando de veras nos adentramos en la senda de {a salvaci6n, experimentamos de mil maneras diver: as ese no sé qué de Dios que nos ayuda a convertir- ‘os y orientar nuestros pasos en otra direccién, Y «prende en nosotros ese fuego tan fuerte de amor», Que tiene mezcla de sufrimiento y degozo, de ra visitacién y, por lo mismo, : de dolor no pequetio. Es buena sefal, dicen los autores de vida espi- ritual, porque entonces siente el alm. 1a una angustia inexplicable que la mueve instintivamente a ir al Serior, meterse, guarecerse muy dentro de su Cora- én. Y aunque parezca que estin cortados los ca minos que nos llevan a Dios y que las agonias son de muerte, sin embargo se ha de seguir adelante sin retroceder. Dios permite estos sufrimientos y vacfos para llenar El por completo nuestro corazén. Son Jas purificaciones del alma. Estas prucbas del espi- ritu son signo de su amor misericordioso. Asi ocu- 78 srié con la Madre Maravilla. A través de terribles cnoches oscuras», El la condujo a una altisima santided, hasta cumplir en ella las palabras de san Juan de la Cruz en su poema de la Noche oscura: juan de la C dela Ne «Amada en el Amado transformad mi En el prélogo a la obra de don Baldomero } ménez Duque, Vida mistica de la Madre Maravillas je Jesis, el dominico padre Antonio Royo Marin Safirma que: «Describiendo a sus directores espir tuales|a larga y terrible “noche del espiritu” que su- re ence intensidad la Madre Maravilla a- ya la altura del mismo san Juan de la Cruz, En su Sepanioso martirio, tinicamente conocido por sus Giecores, que trataban de consolarla y tranquili- zara, la Madre lleg6 a pensar que estaba defnitivae mente abandonada de Dios y destinada sin remedio ala eterna condenacién. A pesar de este martrio Obedecia heroicamente a sus directores, que le de- tian que estaba bajo los efectos de una purificacion tivina y que; lejos de haberla abandonado, Dios es taba muy contento de ella y la amaba infinitamen- te, La Madre no dej6 traslucir nunca al exteriors verdadero martirio espiritual, ni siquiera a su jas mas intimas, que lo ignoraban por completo» ee El mismo don Baldomero sefiala que «sus for~ fas vivencias, lacerantes unas y exultantes de can Se explican sin una intervencién as divinos, que quisieron gozo otras, no descarada de los carismas, ae acer de la Madre Maravillas una santa y una mis ]. Tenia que ser corredento tica extraordinaria [ vara la ras dificilisimas ra, correparadora en horas dif P 9 Iglesia en Espaita. Tenia la misién de ser madre de muchas hijas y de salvar la obra teresiana en un momento critico para la misma, defendiendo el es- piritu y la letra del carisma teresiano. No nos ex- trafiemos de que todo ello haya costado tanto, aparte de la purificacién siempre necesaria y que hace el Amor para empapar totalmente al hombre de amor... Amor esquivo, purificativo, amor u tivo, endiosante...»'. Es clasica, en la literatura espiritual, aquella sentencia que dice: «Cuando no advertimos la pre- sencia de Dios en nosotros o nos parece, por alsin indicio determinado, que el Sefior se ha ido porque tenemos que luchar en soledad, tengamos la con- viecién de que no es asf». Una cosa es que advirta- mos © no su presencia, y otra, que nos deje solos. Si vencemos la tentacién © superamos la prueba, ede quién es la victoria? Sin duda alguna de El, que, oculto y silencioso, sigue actuando en nos- otros... El Sefton, que tantisimo le ama, le esté pu- rificando para unirle mas y mas a El (C 6703). Dios, con una providencia paternal, cubre con su amor misericordioso nuestra miseria y nos ayu- da a darle gusto en cada instante. En la conjuncién de voluntades consiste precisamente la verdadera felicidad. B, Jiménez Duque, Vida mistica de la Madre Ma de Jesis, carmelita descalza. Su alma, Edibesa, Madrid pp. 10.11, 269.270, 80 décimo dia EL SENOR BUSCA A LOS HUMILDES ubo wna temporada, también tristisima, en ue a on tanto me humillaban por- se conocia lo inmerecidas que eran, pero que Por rates partes me rodeaban, legaron a hacer que me complaciera en ellas; no en creerlas es sionare tenia delante de mis ojos mi miseria profundisrma, oe ereyera todo aquello de mi, y een las cosas que ha- er en muchas de aun llegué a perder en n fe ue ha Gi a purea deintencion, hacéndolae por sere timada y alabada, Esto me bumillaba muchisimo, pues veia me complacia en lo que ta alejado est rede la verda e atraia, yen bade la verdad, que siempre tanto me atrala,y ¢ pein ora mds que humo y vanidad: me des- uanto costaba ami amor propio el confesaros! ee Tan fuertemente enlazada me tenia todo €st0, me bubiera visto libre de ello si To bubiera hecho El mismo. Sin aber cémo, me encontré con la libertad que tanto ie pedia y deseaba, dejéndome desde entonces to liferente a los juicios humanos. No es nuestro Sefior no talmente ind so decir que alguna vez no brotase esa satisfac 81 Gién vana, pero era muy distinto de aquello, y el Seftor me dio por fin una ayuda muy grande a mi flaqueza, pues una vez, al decirme la opinion que de mi habia formado una persona grave (falsa por supuesto), senti un primer movimiento de compla- cencia, y en el mismo momento senti también den- tro del alma: «Y (Yo) fui tenido por loco». La im- resin que esto mie caus6 fue muy profunda, y aiin boy dia este recuerdo me ayuda mucho. Es como lo que me pasé cuando, después de una temporada de sentir mucho el no tener dotes naturales, el ser tan tonta, lego a crecer este senti- ‘miento tanto en unos ejercicios que hice atin muy joven, que sufria realmente por parecerme que por esta falta de talento no iba a poder sacar el fruto que deseaba; y.en medio de mi afliccién senti en el fon- do del alma: «Si tienes capacidad suficiente para amarme, :qué te importa todo lo demas?» Quedé tan consolada, que desde entonces nunca mas be podido sentirlo. Hace algunos aitos me dio el Seftor un deseo tan grande de la humillacion, que creo puedo lamarlo una verdadera sed, Es una necesi- dad de mi alma, que necesita vivir en verdad (C 28). Estoy empezando a experimentar lo bueno ue es ver mi propia miseria, pero no detenerse, si no pasar mds adelante (C 72). A mi nunca me ha concedido el Sefior esta gra cia de las bumillaciones, y claro, se comprende por qué. Yo veo también que para bumillarme a mi se 82 necesita mas que para humillar a otra persona, porque cuando se es tan de veras nada y mucho peor que nada, no resulta facil la bumillacién. Mu- thas veces lo he pensado: squé desacato se podria hacer a una hormiga? |...]- Dentro de mi si me en- cuentro humilladisima por cémo soy, y es un con- suelo y un descanso que haya quien representando al Seftor y con sus mismos sentimientos [el padre Torres, su director], pueda ver todo este abismo de miseria. Me bumilla también tener que estar don- de estoy [priora del Carmelo del Cerro}, y esto mu- cho, siendo como soy (C 242). Soy cuanto de mas miserable puede imaginar se... Esto no es por decir, es la realidad desgracia- damente, pero esta misma impotencia que veo en mi para todo lo bueno, lejos de desanimarme, me da més confianza (C 8), \ Yo quiero a todo trance santificarme, entregar, pero de veras, toda mi nada al Senor. El sufri- ‘miento, la humillacién me atraen, porque me pa: rece que, en mi por lo menos, son los medios mas eficaces para ir a Dios (C 54). Me da mucha tristeza ver que en las fundacio- nes siempre escoge el Sefior almas muy suyas, alas santas, yen esta obra (la fundacién del Carmelo del Certo}, que lo es tanto, haber escogido una tan in: perfecta, tan \lena de miserias como la mia. Seré pa: ra que brille mds su poder; querrd, como la obra es 83 tan suya, hacerla solo El, que no se lo impida yo y que me transforme por completo (C 48). Si instrumento inttil buscaba el Setor, indu- dablemente tenia que escogerme a mi |..). Tengo tantos motivos para desconfiar de mi nada, que es uma nada pecadora...! (C48). ‘Qué hermanadas andaban en la vida de santa Teresa la verdad y la humildad. Y qué juntas las vemos en la existencia de Madre Maravillas: [La humillacion] es una necesidad de mi alma, que ne- cesita vivir en verdad (C 28). Ser humilde y senci Ila, sintiéndose tan de veras nada y mucho peor que nada, es lo que mejor define a esta andariega del siglo xx de quien el Sefior se sirvié para hacer obras tan grandes. La Madre confiesa que quiere ser indiferente a los juicios humanos y evitar que brote en ella toda satisfaccién vana. El «fui tenido por loco», que mataba en ella cualquier atisbo 0 movimiento de complacencia cuando alguien la halagaba, soné mas de una vez.en el interior de su corazén, e hicieron —dice- tanta operacion en mi alma estas palabras, que desde entonces se troca~ ron todos esos tan vanos deseos en el muy grande que desde entonces tengo de ser despreciada. Y me vi, s6lo por la misericordia de Dios, libre de aque- Ja tan grande miseria» (C 458) Soy -repite- cuanto de mds miserable pueda imaginarse. Pero le anonada ver como paga el Se fior mis ingratitudes con nuevos beneficios (C 48) 84 | Cuando el alma se esconde por la humildad y el anonadamiento, no s6lo complace a Dios, sino que Fl la toma por instrumento para la salvacién de muchas slmas: Slo com que reconozcamos la gran verdad de que no somos nada, ni podemos nada sin El, todo lo suple (C 923). A juicio de quienes més intimamente trataron ala Madre Maravillas -como el padre Valentin de San José, carmelita descalzo, uno de sus directores espirituales-, la virtud de la humildad fue extraor- dinaria en la santa, Afirma el padre: «Nunca solia disculparse de las cosas que contra ella se dijeran; tenia un modo sencillisimo de tratat a todas las re~ ligiosas, y lo mismo, no sélo a las personas distin: guidas, sino a los que estaban a su servicio y a tan: tos pobres como a ella acudieron ‘Siempre se juzgaba como nada, y por eso ya indiqué que, cuando recibia algyin desprecio, siem- pre ella se rebajaba. Muchas veces encontraban las religioses realizados los oficios mas humildes, que ella habia hecho durante la noche. Generalmente, a las muchas personas, y de altos puestos, que acu: dieron a ella, miraba, ofa con la mayor sencillez, hablanco poco, pero con muchisima precision y acierto, sin darse importancia ninguna. La virtud de la humildad, tanto en mi concepto como en el concepto de las religiosas que convivian con la Madre, cuando algunas veces hablamos de esta virtud de la Madre, coincidiamos en que era la vir | tud més caracteristica y mas extraordinaria en ella» (Po 1, 579) 85 La Madre Maravillas invitaba a sus monjas continuamente, con sus ejemplos, sus palabras y escritos, a ser humildes. Para ella, sin bumildad no puede haber virtud alguna (C 2201), y por eso las: exhortaba: En el tltimo lugar quiso estar Cristo en su casita de y en la tierra, pues mas ultie | mo lugar que morir ajusticiado no puede haber Fue por nuestro amor. Y bien natural es que quie- nes tenemos la dicha inmensa, quienes hemos rec bido la gracia incomparable de vivir imitando a Cristo, queramos ese bendito, santo, olvidado y despreciado del mundo que es el siltimo lugar (C 4380). Después de los ejemplos de humildad tan tremendos que el Sefior nos da en su Pasién, des pués de hacerse hombre, morir del modo mas hu- millante que existe en la tierra, no sé cémo no nos tiramos de cabeza a todo lo mds bajo que pueda haber, siguiendo ese ejemplo del amor’ de nuestro Dios (C 5004), €Y sien nuestra ascensién tropezamos, una y mil veces, con la tentacién y la caida, la falta de perseverancia o la sorpresa inesperada? La solu- cién, a juicio de quien tanto luché y supo vencer, es sencilla: Reaccionar y empezar de nuevo con mds brio y mas amor: ése es el efecto que han de dar las caidas. :Dénde esté la humildad? Acos- tiimbrese a verse como es, pura miseria y nada, pe ro esta miseria y esta nada no le impedirén, si acu- de al Senor y sin cansarse, que empiece de nuevo confiando en El. No ha pasado nada, que quiere el Setior que sea bumilde, perseverante, fiel y valien- 86 te. La virtud hay que verla en las ocasiones y no a les rincones (B 6). Humilde, perseverante, fiel y valiente. He aqui cuatro piedras de una corona espléndida. La humil- dad es la clave de la vida espiritual. Segiin sea aqué- Ila, ast sera la vida interior, de tal modo que el tono general de nuestra vida es el rono exacto que le da lc humildad. «Como este edificio espiritual todo va fundado en humildad ~eseribe santa Teresa-, mien- tras mas allegados a Dios, més adelante ha de ir es- ta virtud, y si no, va todo perdido» (V 12, 4). Sublime expresién de lo que vamos diciendo es este texto de Madre Maravillas. Encontrado en el Carmelo de Duruelo, sus hijas lo han llamado su testamento». Estas lineas se comentan por si solas. En una de sus enfermedades escribié lo que Ilevaba dentro de su coraz6n, y de él se derramé el rerfume de su humildad tan profunda: Hijas mias amadisimas: Por si el Sefior quisie- rallamarme a Si en cualquier momento, quiero ha- cerles unos ruegos, con todo el corazén. Primero, que me perdonen todo lo mucho que tienen que perdonarme por amor de Cristo nuestro Bien, no tomando en nada ejemplo de lo que, por desgracia, han visto en mi, que no soy sino una mala monja. Segundo, que me encomienden al Sefior, que muy mucho lo necesitaré, y que procuren vivir co- mo merece el amor de nuestro Dios, con esa hu mildad y caridad que a El tanto le complacen, ol- vidadas del todo de si. 87 ¥ tercero, que si quieren di ‘en darme gusto y cum plir mis deseos, no falten a la verdad al hablar de mi, como por ejemplo en la carta de edificacién, De ser verdadera lo seria, es bien cierto, de desedi- ficacién, pero por lo menos que sea corta, que di gan que tenia grandes deseos (C 4915). c- Las almas, a medida que van creciendo en la virtud y en la santidad, se van despreciando més y se van teniendo por peores. Es que van teniendo mis luz de Dios y ven miserias que antes no veian, El que Mega al abismo més hondo de la humildad, y en ese abismo se alegra, ése es el que tiene la per~ fecta alegria, abomned Los tinicos que se ignoran a si mismos son lo Ine ded nienesanwlon dein’ se lv ther ori | te su humildad, ellos solos parecen ignorarse. undécimo dia EN LA COMUNION LE POSE[A REALMENTE Al ira comulgar anoche, estando sin nada en todo el oficio, senti de repente avivarse la fe y me parecié (no sé como), como sila Santisima Virgen ‘me entregase en aquel momento al Nifio; pero tan claro y tan fuerte fue esto que instintivamente des- crucé las manos, y como si realmente le tuviera en los brazos, volvi a mi sitio con trabajo. Alli no sé bien lo que fue; esta vez mucha dulzura y como mucho amor. Sentia como la grandeza de Dios en confuso, al mismo tiempo [...]s y en ese amor me parecia queria quedarse conmigo siempre, no sé decirlo, como si también me pidiese mi pobre co razén como un lugar de refugio, de descanso en es tos tiempos (C 338). Hoy en la oracién, desde el principio esa paz y recogimiento en nada. Al ir a comulgar, de repen- te unas ansias muy grandes de unirme al Serior. Al recibirle, no hice mds que adorar, pero en esa ado- raci6n gozaba mucho el alma, sentia que alli en la comunién le poseia realmente, verdaderamente. Se 89 aviv6 tanto la fe que casi no lo era... Ademas me parecia ver después que esos temores y parecerme imposible ser el Sefior asi con un alma tan misera- ble, eran un puro engaiio, que el Sefior consuma y abrase en el fuego de su amor y misericordia todas las miserias, que queria las arrojase alli (no sé ex- plicar esto o es que me da vergiienza). Un dia al salir de la oracion, pensando que lo que necesitaba eran obras, me parecié entender que st, que sin ellas no hay verdadero amor, pero que también queria el Sefior a veces descansar en el alma y que ella descanse en El, que el sosiego de Ja contemplaciénsdevamor le era muy agradable, Que no todo era trabajar (C 273). El otro dia, durante la santa misa, me pare- Gi6 como si entendiese el alma que el Seftor que- ria apoderarse de ella por completo, de una ma- nera muy distinta que hasta aqui. El abandono, la fusion completa de la voluntad en la suya di vina, ese olvidarse y morir de veras para que To viva el Senor en mi, me parecié en un momen- to lo queria, lo exigia de un modo tan leno de amor... Aqui me parecié que no tengo yo que ha~ cer nada, y que lougueel Senor me\pideves quelle deje hacer, permaneciendo solo atenta y fija a su divina presencia, esperéndolo y recibiéndolo to- que seguiré siempre siendo tan pobre como soy, pero que esta pobreza tan real,y verda- dera no le estorba (estoy por decir que al contra- rio) (C 318). 90 Un dia, al ir a comulgar, me parecié sentir co- mo la mirada del Seftor sobre mi alma con amor y compasién; yo también le miraba, y con eso me parece lo decia todo sin poder decir nada; después, no sé como, recordé aquello de: «Al nombre de Je- stis se doble, etc.», y no sé qué goz0 tan intenso ea perimenté en lo que no comprendia y veia no po- dia comprender de la gloria y del triunfo del Seftor, viendo también la nada de todo cuanto pueden ha- cer las criaturas (C 254). Al arrodillarme delante del sagrario senti muy grande recogimiento, y hablé el Sefior a mi cora- zn. Lo que me dijo no me atrevo a decirlo, ni pue: do; fueron palabras de mucho amor, aunque algu: nas de reprensién. Desde el sagrario le sentia vivo y hablando sin duda ninguna a mi corazon. Abo- 1a, que no eran palabras formadas como otras ve- ces, que sin oirlas al exterior se pueden decir jus- tariente las que son, sino como dandolo a entender con precisin en el fondo del alma (C 470) De mi Cristo sisé, porque nunca me deja so lay estamos los dos muy junticos. jEs mas bue- nol {Mire que haberse querido quedar aqui con nosotros...! Ayer estaba mas hermoso en su cus todia, reinando sobre todos sus bijos. sPor qué no le conocerdn y no le amardn todos con locu- ra? Ademas de que se lo deben, serian tan felice Vamos a ver si nosotras les atraemos a su Cora (C1379) «La Eucaristfa ~nos recuerda Juan Pablo I~ es misterio de presencia, a través del que se realiza de modo supremo la promesa de Jestis de estar con nosotros hasta el fin del mundo» (MN 16) Su deseo, sin embargo, no sélo es estar con nosotros, sino vivir en nosotros, haciéndonos su- yos y elevandonos a un orden superior en el que podamos participar de los bienes del cielo ya en la tierra. ;Es tan grande la entrada del Seftor en el al- ma en el Sacramento de su amor! (C 5591). Esa es la sorpresa grata, nada facil de entender, cuando contemplamos el misterio desde nuestra 6ptica hue mana. No esté el meollo «en sentir esto 0 lo otro», sino en adoptar una actitud serena de adoracién, que nos ayude a caer en la cuenta de lo que es Dios y lo que somos nosotros. «Nuestro Dios ha mar festado en la Eucaristia la forma suprema del amor» (MN 28). Teresa de Jestis, enamorada como pocos de la humanidad de Cristo, inculeé en sus hijas el amor ardiente a la Eucaristia: «Nunca dejé fundacién ~asegura— por miedo del trabajo... Considerando que en aquella casa se habia de alabar al Seiior y haber Santisimo Sacramento... Estar Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, como esta en el Santisimo Sacramento en muchas partes, gran consuelo nos habia de ser» (CP 34, 2). No buena, sino buenisima hija espiritual fue la Madre Maravillas, que bebié en tan rica fuente Enraizada en estas mismas convicciones, continia la linea de su santa madre cada vez que comienza 92 una nueva fundacién: Qué alegria que tenga el Se~ fior un sagrario mas donde va a recibir tanto amor. ;Bendito sea! (C 1874). La Madre Maravillas in- siste a las monjas de sus nuevas fundaciones que unas y otras tenemos que vivir sélo, s6lo para El (C 1291). Si, hermanas ¢ bijas mias, démonos de eras a quien nos compré con sit sangre, a quien es y serd eternamente nuestro inico amor (C 4853}. “BI Sefior Sacramentado fue el eje vertical de su vida. Ha de serlo, piensa ella, para todo cristiano, Cuanto mas para las carmelitas descalzas, escondi- das a los ojos del mundo, que viven siempre ante ia divina presencia. La infinidad de gracias que te mos recibiendo al Senior cada dia. El se ha que- dado aqui en el sagrario para que le amemos, le imitemos, para ser nuestra fortaleza y nuestro con- suelo. Para que viva Cristo en mi y yon El. ;Qué felices somos! (E). La vida de Madre Maravillas tuvo sentido y ex- plicacién por el «martirio del corazén» que la hizo hhumilde y pequefia de verdad. Todos sus afios, has ta los Gltimos, fueron afios de intenso sufrimiento interior. Entonces, fortalecida por el alimento que recibe en la Eucaristia y por la oracién, llega a ma- tizar: Yo quisiera que estos diversos sentimientos no fueran més que accidentes del camino, quisiera de- jarles que atormentasen el alma como el Seftor quie- 1a, pero con unos 0 con otros ir siempre hacia El, olvidéndome de mi; quisiera... no sé lo que quisie~ ra... empezar a corresponder al amor del Seftor, aunque no le sienta, creer y consagrarle este pobre y 93 miserable corazén (C 178). ¢Cabe otra actitud me- jor para el encuentro personal, para la donacién to- tal, para la comunién de personas? En la sagrada comunion me sucede algunas veces |...], asi sin cosa distinta a veces en el fondo, en silencio de todo, que parece hace el Seftor sen tir 0 ver su amor, de un modo que deshace el alma. Hoy me parecia me daba a entender un poco, en- tendiendo que nada podia entender, la grandeza y | la termura de ese amor de locura y cmo tenia que corresponder de ese mismo modo, con este pobre xy miserable amor mio (C447), Después de la comunién, el Sefior invitaba con frecuencia a la Madre Maravillas a descansat en su Corazén. Veémoslo, por ejemplo, en esta carta: Fui a comulgar como siempre, que cuando es me- nos mal es becha un marmol; y al arrodillarme en ‘mi sitio, otra vez como ayer se me borré todo y me imaginé que el Sefior hacia descansar mi cabeza so- bre su pecho, como compadeciéndose de mi y di- ciéndome descansara. Como soy tan floja, lo hice, en efecto (C 162). La Madre suele recordar a sus hijas ~porque lo vive- que Dios permanece escondido y oculto en el sagrario de su capilla y en el sagrario del alma que vive en gracia. Escondido y oculto, si, pero miste- riosamente presente: En este santo y bendito Car- ‘melo, Jesiés tiene un sagrario en cada uno de los corazones de sus esposas, adornado con el oro pu- risimo de la caridad y esmaltado con las piedras preciosas de las virtudes (C $201). 94 Un bello testimonio de una de sus hijas: «El re- cogimiento de nuestra madre ante el Santisimo no era corriente. Después de la comunién la vefamos siempre muy recogida y ensimismada. Alguna vez me acerqué a ella durante la accién de gracias y vi que nuestra madre estaba como fuera de la tierra, sin enterarse. Y, hablindonos de la comunién, nos decia que era un medio eficacisimo para conseguir le santificacién: que ella recordaba el tiempo en que no se comulgaba todos los dias y que, en cam- bio ahora, se podia comulgar a diario. Y que na- dic nos podia quitar esa felicidad de tener al Sefior, que cada dia iria en aumento si el alma es fiel» Pero este recogimiento que observaban sus hi- jes en la conducta externa de la Madre Maravillas era en ella mucho més que un habitual recuerdo de Dios que se tiene sin esfuerzo. Ella lo expresé6 asi Laotra tarde, al salir del coro, estando con ese ba- bitual recuerdo de Dios, pero sin pensar nada en particular, senti de improviso muy claramente co: ‘mo siel Sefior imprimiese en mi alma que abora ya no quiere que me ocupe de nadie mas que de El. No sé, me vino esto como con mucha fuerza, y en- seguida me acordé de lo de la santa madre: «Ya no quiero que tengas conversaciones con hombres, si- no con angeles». Me parecié que esto nada tenia que ver con las ocupaciones exteriores, pero que era otra cosa que ese constante recuerdo de Dios que se tiene sin esfuerzo ninguno (C 339)

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