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ALADINO Y LA LAMPARA MARAVILLOSA Parte 1 Un extratio encuentro ecuerdo que en tiempos muy lejanos, en una ciudad de la China, vivia un hombre de nombre Mustafa que era sastre. Aquel hombre tenfa un hijo llamado Aladino, un nifio mal educado y peleador, a quien el padre quiso ensefiarle su oficio. sin embargo, Aladino preferia jugar con los muchachos de su barrio. yno pudo acostumbrarse a trabajar en la sastreria. En cuanto su padre dejaba de vigilarlo, corria a reunirse con atros bribones como él. Cuando el sastre murid, la madre de Aladino debio pasar sus dias y sus noches hilando lana y algadén para alimentarse y alimentar a su hijo. Pero Aladino, libre de su padre, se pasaba todo el dia fuera de casa y regresaba slo alas haras de comer. As! fue como lego a la edad de quince anos. Era verdaderamente hermoso, con magni- ficos ojos negros, una tez de jazmin y aspecto seductor. Un dia estaba Aladino en la plaza con otros vagabundos, cuando paso por alll un extranjero que se detuvo y lo observ6 largo rato. El extranjero era un mago con tanto poder de su hechi- ceria que podia hacer chocar unas con otras las montafias masaltas. «|He aqui -pensaba el extranjero~ al joven que busco desde hace largo tiempol. parecido en tu rastro, El mago se aproximd al joven y le dijo: —iNo eres Aladino, el hijo del sastre Mustafa? ¥ él contesto: —Si, pero mi padre hace mucho que ha muerto. Al oir estas palabras, el extranjero lo abrazé lorando y el muchacho le pregunté: — {Por qué llora, setior? —iAh, hijo mio!, —exclamé el hombre—. Soy tu tio y acabas de revelarme la muerte de mi pobre hermano. En cuanto te vi descubrf el 3 Parte 2 El jardin encantado A la mafiana siguiente, Aladino y el mago a quien creia su tio se encontraron en ese mismo lugar y echaron a andar juntos hasta atra- vesar las murallas de la ciudad, de donde nunca antes habia salido Aladino. Anduvieron por el campo y llegaron a un valle al pie de una montana. {Para llegar alli el mago habia salido de su pais y habia via- | jado hasta la China! Se senté entonces sobre una roca y le ordené a Aladino: —jRecoge ramas secas y trozos de lena y tréelos! EI extranjero mird al joven a los ojos y le dijo: —jEs mi deber tratarte como a un hijo! Mariana volveré a buscarte y visi- taremos a maestros de distintos oficios pata que elijas o te abriré una tienda en el mercado para que trabajes como un hombre honrado. Aladino obedecié —Ya es bastante —dijo el mago— iPonte detras de mi! Entonces prendié fuego, sacé del bolsillo una cajita, la abrié y tomé incienso que a1rojé en medio de la hoguera. Se levanto un humo oscuro y el mago murmuré palabras en una lengua incomprensible para Aladino. Temblé en ese instante a tierray se abrié en el suelo una ancha abertura En el fondo de aquel agujero aparecié un trozo de marmol con una argolla de bronce en el medio Aladinolanz6 un arito y emprendig la fuga. Pero el mago extendio su brazo # & yo 4 a ed Entonces se incliné Aladino y tiré de la argolla de bronce diciendo: —iSoy Aladino, hijo de Mustafa! Y levanté con gran facilidad el mérmol. Debajo, vio una cueva que conducia a una puerta de cobre rojo el mago le ordend: —Aladino, entra por la puerta Encontraras un jardin con arboles cargados de frutas. jNo te detengas! Camina y veras sobre un pedestal de bronce, una lampara de cobre encendida. Tomarés esa lampara, la apagards, verteras en el suelo el aceite y te la esconderas en el pecho. iY volveras por el mismo camino! Al regreso. podras recoger del jardin tantas frutas como quieras. Una vez be att Te Se 6S y lo atrapé. Lo miré fijamente y le ex- plicé con furia: —Debes saber que debajo de ese métmol que ves en el fondo del agu- Jero se halla un tesoro que no puede abrirse mas que en tu presencia! ;Sdlo tdi serds el duefto de un tesoro que re- partiremos en dos partes iguales, una para tiy otra para mil Al ofr la palabra tesoro, el pobre Aladino contest6 —jOh, tio mio!, jmandame lo que quieras! —{Baja al fondo del agujero, toma con tus manos la argolla de bronce y levania la piedra! jS6lo tendras que pronunciar tu nombre y el nombre de tu padre al tocar la argolla! ay Ot que te hayas reunide conmigo, me entregarés la lampara. El mago se quité un anillo que llevaba y se lo puso a Aladino en el pulgar, diciéndole: —Este anillo, hijo mio, te pondra a salvo de todos los peligros. Aladino sin olvidar las recomenda- ciones del mago a quien todavia crefa su tlo, cruz6é el jardin sin detenerse, vio la ldmpara encendida y la tomé. Perens eRe ea Ral co Reece OM oon ss roncel rc BEecer Gre i Alp las arholes del maravillnso jardin estaban cargados de frutas de formas, tamajios y colores extraordinarios. Las t habia blancas casi transparentes como el cristal. Y rojas como los granos de la granada. Y verdes, azules y amari- llas. El pobre Aladino no sabia que las frutas blancas eran diamantes, las frutas rojas eran rubies, las verdes eran esmetaldas, que las azules eran tur- quesas y las amarillas eran topacios Entonces, se acercé Aladino 2 los magnificos atboles y recogié frutas de todos los colores, llenandose el cin- turon, los bolsillos y guardandolas entre sus topas. Agobiado por el peso, se cifié cuidadosamente el traje y avanzd lentamente. En la puerta vio al mago que, sin Parte 3 paciencia para esperar, le dijo —ZAladino, donde esta la limpara? Aladino contesto: —1Como quieres que te la dé tan pronto si est entre las frutas de vidrio con que me he lienado la ropa por todas partes? Espera a que salga de esta cueva! Pero el mago supuso que Aladino queria guardarse la lampara y lanz6 un grito de rabia. Al momento el marmol se ceré y Aladino quedé atrapado en la cueva. EI mago, furioso, se alej6 por el camino. Seguramente volveremos a encontrarlo Desesperado, el muchacho em- pez6 a restregarse las manos. De ese modo, froté sin querer el anillo que llevaba en el pulgar y surgié de pronto ante él uninmenso genio con ojos rojos que parecian echar fuego. Se inclind ante Aladino y con una voz de trueno, le dijo: . iAQUI TIENES A TU ESCLAVO! {- iSOY EL SERVIDOR DEL ANILLO EN LA TIERRA, EN EL AIRE Y EN EL AGUA! QUE QUIERES? También sac de entre sus ropas la vieja lampara por la que tanto se habfa enfurecido el mago. La madre apreté contra su pecho a Aladino, lo besé llorando y dijo: —iAgradezcamos a Ala que te ha ayudado a regresar sano y salvo! Aladino no tardé en dormirse. Al despertarse, el muchacho pidié el desayuno pero su madre le dijo: jTen paciencia! Iré a vender un poco de algodén y compraré pan —Deja el algodén y ve a vender esa lampara vieja que traje de la cueva. Aladino quedé aterrado pero cuando pude hablar, contesto —iOh genio, sdcame de esta cueval Apenés pronuncié estas palabras, se vio fuera de la cueva. Aladino se apresurd a regresar. Llego extenuaclo ala casa donde lo esperaba su madre yle pidid de beber y de comer: Vacio el canta ua en la garg comié e pl Mientras comia, le con madre lo que le habie sucedica Cuando acabé su relato, puso sore a mesa las maravillosas frutas trans- oarentes y colorea ie habia recogido en el jardin Parte 4 EL genio de la Lampara su La madre tomé la lémpara y se puso a limpiarla. Pero apenas habia empezado a frotarla cuando surgio otro genio, mas feo que el de la cueva, que dijo con voz ensordecedora: (AQUI TIENES A TU ESCLAVO! iSOY EL SERVIDOR DE LA LAMPARA EN EL AIRE POR DONDE VUELO Y EN LA TIERRA POR DONDE ME ARRASTRO! QUE QUIERES? La madre de Aladino se quedé in- mévil por el terror, Pero Aladina, que estaba ye un poco acostumbrado, tomé la lampara de las manos de su madre y dijo al genio: —jOh, servidor de la limpara! Tengo hambre y deseo alimentos exquisitos! El genio desaparecié para volver al instante con una bandeja lena de manjares. Aladino y su madre se pusieron a comer con gran apetito. Desde entonces, no abusaron del tesaro. Continuaron lievando una vida modesta, distribuyendo entre los po- bres lo que necesitaban. Entre tanto, Aladino trataba de instruirse dialo- gando con los mercaderes y con otras personas que frecuentaban el mercacio. 4. #

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