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El silencio de los justos

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A mi hija
El silencio de los justos
Humberto Guerrero
Palabras preliminares ............................................6
Introducción ...............................................................8
Cap 1: Georg Frankl..................................................9
Cap 2: Hans Asperger ............................................19
Cap 3: Anni Weiss ...................................................28
Cap 4: Nuevo Director...........................................35
Cap 5: Viktorine Zak ..............................................42
Cap 6: Udo HüneBär...............................................52
Cap 7: Nochebuena.................................................70
Cap 8: 1937...............................................................80
Cap 9: En los brazos de Anni...............................86
Cap 10: Leo Kanner................................................93
Cronología de hechos históricos.....................103
Nota ..........................................................................108
Palabras preliminares

Nuestra comprensión no está preparada,


para tomar de la historia real las verdades y los
hechos tal cual fueron, si de todos modos vamos a
construir mitos sobre los actores de una historia,
y vamos a representarnos los hechos según
nuestros prejuicios y creencias, que sean sobre la
base de imágenes positivas.

Humberto Guerrero
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Introducción

La siguiente es una historia novelada, los personajes


son en su mayoría reales, igual que los lugares
mencionados y referencias históricas. Los hechos
son según, el autor desea recrearlos, en una
posibilidad, que bien pudiera haber ocurrido, sin que
se tenga sobre los mismos ninguna evidencia
histórica. Con el fin de dar a conocer los eventos
históricos y circunstancias, que si fueron
documentados y evidenciados; al finalizar en un
apartado de notas podrán encontrar las referencias
cronológicas de estos.
Capítulo 1: Georg Frankl

Sobre la mesa un ejemplar de la revista


mensual para la “Psiquiatría y Neurología” fechada
agosto de 1933, editada en Alemania recibe aportes
de las Universidades Europeas más reconocidas y de
institutos como el Max Planck, parado junto a la
ventana y de modo igual de estático que los
tabloides de la impresión el Dr. Georg Frankl, mira
por los vidrios partidos de las típicas ventanas
vienesas, el día es soleado y Georg siente que los
días de sol llegan con noticias malas.

Las ventanillas corresponden al altillo de un


edificio monumental de tres plantas que recorre el
perímetro de una manzana completa. El edificio se
erige como el hospital de la prestigiosa Universidad
de Viena, un ala nueva del nosocomio gigante había
sido habilitada para el recientemente creado
departamento de Psiquiatría Infantil, inaugurado por
el recientemente fallecido Dr. Erwin Lazar.
De la muerte del doctor, amigo y maestro,
Georg no se había repuesto, se refugiaba en el cariño
y amor de Anni Weiss, colega y psicóloga en
educación especial. Trabajaban juntos desde hacía

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diez años y luego del fallecimiento de Lazar habían
quedado a cargo del proyecto, y el estudio de las que
denominaban esquizofrenias infantiles, o
psicopatología autística, como la habían aprendido
de su maestro Lazar y este del suyo, el Dr. Eugene
Bleuler.

El altillo en esa porción del edificio estaba


reservado para los médicos, terapeutas y residentes,
del siguiente modo, salvo la habitación del Jefe de
servicio, la del Dr. Georg Frankl, que era de uso
individual y ostentaba un modesto escritorio junto a
la ventana, un pequeño armario guarda ropa y la
cama, el resto de las habitaciones eran de uso
compartido, la de mujeres sobre el lado que daba al
interior del edificio que se abría a un monumental
parque central, y las habitaciones masculinas como
la de Georg daban al exterior sobre una de las calles
laterales. Los baños eran de uso común y se
encontraban en el piso inferior donde se disponía el
pabellón de niños; una serie de veintiún camas en
filas equidistantes copaban el total del ala, en un
extremo se encontraban las escaleras y en el otro los
sanitarios. No era la distribución más cómoda, pero
habían aprendido a acomodar los horarios para el
uso de las modestas instalaciones. En planta baja se
encontraban dos consultorios y un salón de atención
a niños que estaba concebido como un aula de
clases. Allí concurrían niños con problemas de
aprendizaje y psiquiátricos de los cuales solo
algunos se quedaban en las instalaciones como
residentes.

El equipo formado por cuatro personas, además


de Georg, era reducido, pero se hacían cargo de
todas las actividades distribuyendo uniformemente
las tareas. Del Dr. Lazar habían aprendido, que los
niños se debían observar todo el tiempo en todas las
circunstancias posibles, a menudo jugar con los
niños y pasar largo tiempo con ellos era y formaba
parte de los protocolos terapéuticos.

Las mujeres del equipo de atención eran, Anni


Weiss y la monja Viktorine Zak, educadora avezada
y terapeuta vivaz. Ambas habían aprendido a
convivir, compartían la habitación, el cariño y
respeto era mutuo.
Como la mayoría de los médicos psiquiatras en
Viena, Anni y su prometido Georg eran judíos, por
lo que las conversaciones no ahondaban en
cuestiones religiosas entre los miembros del equipo.
Los hombres restantes eran el psicólogo Josef
Feldner y el novicio residente médico Hans
Asperger, católico y comprometido no tardó en
hacer amistad y compartir momentos de oración con
Viktorine. Josef en cambio, era de carácter

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reservado. Compartía cuarto con Hans, y nunca
mostró una identidad religiosa definida, ni política
ideológica, ambos hombres eran tan austeros para las
palabras que pasaban horas juntos sin dirigirse
siquiera la mirada. Nunca se los escucho hablar
dentro de la habitación, tanto que era difícil saber si
estaban o no. Si estaban solos o se acompañaban, un
tanto molesto era golpear la puerta para que
respondiesen o preguntar a posibles testigos si es
que los habían visto llegar o partir del hospital,
ambos caminaban con idéntico sigilo y cuidado, el
mismo con el median y dosificaban las palabras.

Un golpe de nudillos secos en la puerta,


retumbó en la pequeña habitación rompiendo el
momentáneo estado de catatonia de Georg.
- ¿Quién?
- Soy yo. - susurró una voz dulce del otro
lado.
- Pasa Anni, estoy consternado; esta mañana
temprano fui por el mensual “Psiquiatría y
Neurología”, ¿mira quién publicó un
artículo? - señalaba el encabezado de una
reseña pequeña en una de las páginas
internas, una bien conocida por ambos, la
Dra. Grunya Sukhareva.
- Ah, nuestra querida Grunya. ¿Qué publicó
esta vez?
- ¿No qué, sino de dónde?, lee…- junto al
nombre de la doctora se leía Universidad de
Kharskov Ucrania.
Sukhareva hacia doce años había migrado a
Moscú, poco después de que Ucrania fuera
incorporada a la República Socialista Soviética,
los judíos rusos, alemanes y austro húngaros, se
mantenían comunicados y unidos a través de la
confesión judaica, el interés común por la
ciencia y el idioma hebreo, todos germano
parlantes, también hablaban yiddish además de
las lenguas de cada región, los judíos aunque
trataban de mantenerse completamente al
margen de los intereses políticos e ideológicos,
era bien conocido que coparon ciertos grupos
hegemónicos dentro del circulo médico
psiquiátrico y el mundo de las finanzas
principalmente en Alemania.
Un modo de encriptar mensajes para otros
colegas judíos consistía ingeniosamente en
publicar junto con los artículos algún dato
disonante y fácilmente reconocible por los
destinatarios, de tal modo que podían adjuntar
una nota entre las páginas de la revista.
Difícilmente esta correspondencia
interinstitucional era revisada, solo se revisaba
el contenido en términos generales de la

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publicación, pero no se escudriñaba cada
ejemplar de cada destinatario.

Inmediatamente Georg tomó un papel que había


doblado minuciosamente y guardado en el
bolsillo de su chaleco. Desdoblando la nota
escrita en alemán, se la dio a Anni para que
leyese en silencio.

“Estimado Georg, recibí la noticia de que a


finales de marzo Hitler será erigido como fhürer
en Alemania, los rumores son que no tardará en
intentar ingresar a Rusia el único camino es a
través de Ucrania. Temo por mis padres que no
quieren mudarse de Kiev y por los niños del
Hospital psiquiátrico infantil que fundé en la
Universidad de Kharskov, el Dr. Lazar siguió
mis aportes que formulé sobre la idea de
Bleuler, hoy está en tus manos salvar el
proyecto y más importante salvar a mis treinta y
cinco niños; he confiado la misión a la hermana
Ángela, he hecho los preparativos para que
lleguen a Viena a fines de Diciembre en
vísperas de la Navidad Cristiana, Austria es
católica y aún no han cerrado del todo las
fronteras para contingentes católicos que llegan
del Este, aprovecharemos la indulgencia del
espíritu navideño esperando que los controles
en la estación de trenes, no sean demasiado
estrictos. Envía una comisión cristiana para
recibirlos y alójalos en tu clínica.”

Anni, era más determinada que Georg,


inmediatamente luego de terminar de leer la nota la
rompió de modo que no quedara ningún indicio.
– Georg... está claro, ¿No es así, entiendes?
– ¿De qué?, ¿Cómo? - seguía extraviado en
pensamientos que le habían golpeado, tanto
y del mismo modo que la noticia repentina
de la muerte de su maestro y protector el Dr.
Lazar.
– Hay que procurar que estos niños y la
hermana Ángela tengan un lugar aquí, se lo
debes a Lazar y a Grunya… – preocupada se
había quedado pensando en su madre y
hermanos que estaban siendo víctimas en
Alemania del acoso y la persecución
promovido por el antisemitismo nazi e
incrementada la xenofobia desde que Hitler
se había convertido en el fhürer, el temor de
Grunya se convertía en la realidad de Anni,
quizás por este motivo estaba resuelta a
apoyar a Georg pese al temor.
– ¿No entiendes?, desde que nos dejó Lazar
hemos perdido protección, y la dirección
general está en manos del nazi Franz

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Hamburger, ha estado buscando reemplazo
para mí... para nosotros, no confío más que
en ti.
– Bueno, yo confío en la hermana Viktorine,
la conozco bien, es una persona muy
humana.
– También confío en ella... parece que Grunya
tomo sus precauciones; los niños llegarán
como congregación católica y acompañados
por una religiosa, pero soy yo quien debe
justificar las admisiones en el hospital, mi
posición aquí ya es bastante precaria.
– ¿Y el Dr. Hans Asperger?; él es católico.
– Pero ese novicio está en reciente formación,
tiene la tinta de su diploma aún sin secar... y
su recomendación para el puesto tiene más
acreditaciones políticas que académicas.
– ¡Pero es católico!... y hasta donde recuerdo
su tesis fue dirigida por el mismo
Hamburger, además tiene muy buena
relación con la hermana Viktorine,
necesitamos hacer aliados.
Hans tenía una buena relación con Hamburger, este
lo había convencido de apoyar el movimiento
nacionalista austríaco a cambio de ventajosos
favores si Austria era definitivamente incorporada a
Alemania, como signo de buena voluntad le había
dado acceso como residente en la clínica infantil del
desaparecido Dr. Lazar. Recientemente había el
mismo Hitler, hecho una generosa oferta de alianza
al primer ministro austríaco Dollfuss, con lo que
Asperger sentía que podía sacar algún provecho de
aquella adscripción política, aunque estaba en contra
de las prácticas eutanásicas y no muy convencido del
plan eugenésico ario, al cual la mayoría de los
nacionalistas austriaco-germánicos adherían.

- No lo sé... Anni, estaríamos arriesgando


todo, nuestro futuro también.
- Debes hablar con Hans Asperger, se
prudente… y encuentra el momento
oportuno.

Rápidamente Anni se retiró de la habitación, evitaba


que los vieran juntos y aunque había sospechas de su
relación no dejaban ni daban lugar más que a
especulaciones que no tenían ningún fundamento,
debían cuidarse, cualquier excusa era utilizada para
separar de sus puestos y cargos a los judíos que
quedando sin trabajo estaban siendo obligados a
emigrar.

La única posibilidad de Georg era convencer a un


residente médico que se uniera a una causa de
encubrimiento judío y apoyo humanitario, sin tener
clara la adscripción ideológica de Hans Asperger.

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Debía tomarse un tiempo para conocerlo en
profundidad y no dar pasos en falso.
Esa noche no durmió, la imagen del residente
médico venía a su mente ocupando y preocupando
sus pensamientos.
¿Cómo se habría de acercar a un hombre que apenas
hablaba y usaba solo las palabras correctas para
apenas relacionarse?; por primera vez no le
molestaba el hermetismo de Hans sino su propia
incapacidad para penetrar en la mente e intenciones
del novicio.
Capítulo 2: Hans Asperger

Delgado y espigado, se doblaba como una vara de


junco para acercar su angulosa cara y penetrantes
ojos azules a los rostros de los niños.
No solo los observaba su expresión fría los
exploraba, pendiente del más mínimo gesto o
cambio en la dirección de la mirada del niño,
Asperger tomaba rápidamente una libreta y con
metódica minuciosidad realizaba registros de lo que
había visto. Luego se volvía a erguir y su rostro ario
se iluminaba detrás de sus lentes, con una sonrisa,
una línea delgada de satisfacción.
Georg Frankl, había estado observando la conducta
de Hans, y aquella le parecía fascinante; había
comprendido que su interés por aquel trabajo y los
niños, era genuino. Si bien Hans no era de preguntar
mucho, en cierta ocasión cuando se disponían a
realizar una de las periódicas revisiones de caso,
Asperger expuso de manera impecable las conductas
de un pequeño, a Frankl le llamó la atención que
había hecho referencia a las consideraciones de
Lazar y sorpresivamente a las de Sukhareva, en un
mismo tenor a su pensamiento; había expuesto que
no debía considerarse a priori la condición

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esquizoide del infante idéntica a lo que habían
sugerido como psicopatología autística; que aquella
debía constituir en sí misma una identidad de estudio
diferente.
Frankl, sintió que al menos en lo referido al modelo
conceptual que estaban tratando de investigar,
Asperger coincidía en un ciento por ciento, y no
dejaba de sorprenderse con la habilidad, el
conocimiento y la agudeza de observación de Hans,
muy superior a la del mismo Lazar, aunque con
menos experiencia.
Este joven era todo lo prometedor que un
departamento de investigación y clínica podía
desear. ¿Pero, que había de las intenciones no
explicitadas, que pensaba en relación a los judíos,
que intensiones guardaba detrás de ese trato
correcto, pero en extremo calculado?
Hans se manejaba con las palabras como el tallador
de diamantes, nunca un equívoco, una precisión
exasperante, nunca un doble sentido o un fallido.

Hans en su rutina cotidiana, al levantarse y luego del


aseo personal, y antes que nadie a las 5.00 horas
esperaba en el piso inferior a la hermana Viktorine,
con quien luego de saludarse con un seco buenos
días, salían por una puerta pequeña al parque del
interior del edificio. Enfrente se erigía una capilla
estilo gótico no muy grande pero ostentosa, como
estaba separada del edificio principal daba la
sensación de ser una pequeña catedral, con una torre
y campana incluida. Una nave central daba alojo a
un máximo de 60 personas sentadas. En silencio
Viktorine y Hans caminaban a la capilla por un
sendero entre canteros que procuraban estar floridos
la mayor parte del año. Una vez dentro se sentaban
siempre en la cuarta fila de bancas a rezar, Viktorine
comenzaba a leer el breviario que extraía de sus
hábitos. Las liturgias de las horas los invitaban a
iniciar las Maitines, luego Laudes, se leía y rezaba
en latín; Hans demostraba gran dominio de la lengua
romanza tanto que muchas veces la hermana prefería
que él mismo dirigiera las oraciones, a menudo se
sumaban otras religiosas que también trabajaban en
el hospital. Los fieles parroquianos en cambio no
eran tantos, solo los desesperados que buscaban
consuelo por algún familiar internado.
Hans, llevaba su metódica persistencia y disciplina,
a todos los órdenes de su vida, la expresión de su
religiosidad no constituía una excepción.

Frankl buscaba como acercarse a Hans; advirtió que


sería bueno hablar primero con Viktorine, esperaba
que la religiosa, le fuera sincera respecto de las
intenciones e ideologías de Hans. Viktorine era una
persona en quien se podía confiar le había insistido
Anni Weiss, así que se aventuró por esta idea.

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- Hermana Viktorine ¿podría hablar con
usted en privado? -usualmente discutían
respecto de algún niño las reuniones en
privado con el médico en jefe no eran
inusuales para ninguno.
- De inmediato voy doctor. - dejó lo que
estaba haciendo y se dirigió a uno de los
consultorios donde usualmente trabajaba
Frankl. Se anunció y entró.
- Cierra por favor. Un ruido carraspero
acompaño la puerta y con comodidad se
sentó como habitualmente lo hacía en una
silla del extremo del cuarto.
- Dígame doctor...
- Quería su máxima discreción en este
asunto, se trata de un asunto humanitario
que puede poner en riesgo su integridad,
entiendo no acceda a colaborar conmigo y
con Anni, con lo cual le pido casi como si
fuese un secreto de confesión, nada de lo
que usted escuche ahora salga de esta
habitación.- el rostro de la hermana
Viktorine palideció de repente, intuía que
esto tendría que ver con la situación de los
judíos en aquel lugar, habría mencionado
dos palabras que la comprometían tanto de
manera religiosa como moral y afectiva,
“humanitaria” y “Anni”, le tenía verdadero
cariño a aquella mujer.
- Prosiga doctor tiene mi atención y mi
discreto silencio.
- Recibí con Anni una carta de nuestra
conocida y colega la Dra. Grunya
Sukhareva, usted no la conoce hace algunos
años nos visitó cuando aún vivía el Dr.
Erwin Lazar, trajo ideas novedosas que
empezamos a investigar sobre los niños con
psicopatía autística. La Dra. Sukhareva
fundó una clínica psiquiátrica infantil en la
Universidad de Khasrkov, y teme por la
incursión germana de Hitler a Ucrania,
usted conoce la política alemana respecto
de los niños con discapacidades
intelectuales. - la monja asentía con la
cabeza al tiempo que se persignaba sin
decir palabra.
- ¡Hay Dios, qué horror!
- La Dra. Sukhareva envía en comisión como
grupo católico 35 niños para que recibamos
en este hospital, llegarán en vísperas de la
próxima Navidad acompañados por una
monja, una colega suya, la hermana
Ángela.
- ¡35 niños, a este nosocomio!

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- ¿Sabrá también que luego que Austria se
incorpore al imperio alemán esas políticas
serán institucionalizadas aquí en Viena?, de
hecho, nuestro Director General el Dr.
Hamburger es simpatizante y activista del
nazismo, además de traer entre ojos a los
judíos que trabajamos en el hospital es
promotor de estas aberrantes prácticas de
eugenesia que condenan a esta población de
niños a una muerte segura. - Viktorine se
había vuelto a persignar.
- Lo sé Doctor, es un tormento para mi
conciencia.
- ¿Lo será también… para la conciencia del
Dr. Hans Asperger?
- ¿No lo comprendo Doctor? ¿que está
queriendo decir? - de algún modo sabía a
qué aludía Frankl con aquella pregunta.
- Usted sabrá que el Dr. Asperger llegó aquí
con amplias recomendaciones y favores del
Dr. Hamburger; no es secreto de la
adhesión y colaboración de católicos al
régimen nazi; perdone usted hermana no
quiero incomodarla desde su posición de
religiosa supongo está al tanto. - quería
excusarse al tiempo de dejar claro el punto
de desconfianza razonable vertido sobre la
persona de Hans Asperger. - como médico
el Dr. Asperger ha sobrepasado mis
expectativas, su profesionalismo y
dedicación me dejan a menudo perplejo es
un hombre brillante; pero para esta misión
necesito de toda colaboración posible la
suya y la del Dr. Asperger. Entenderá que
le estoy pidiendo su opinión y a sabiendas,
que pasa con usted con él momentos que no
son laborales, quizás pueda orientarme al
respecto.
– Puede confiar en él, Hans es un hombre que
parece ocultar gran cantidad de cosas, pero
más bien es un alma atormentada por la
timidez, si acaso puedo llamarlo así; apenas
me enteré de que acaba de casarse ¿sabía
usted? - Frankl saltó de su silla, no
imaginaba siquiera que pudiera tener novia.
– No lo sabía.
– Fue apenas recibió su traslado a la clínica
Lazar - así se referían a aquel lugar los
residentes médicos. - ni siquiera se armó de
valor para solicitarle a usted permiso para su
luna de miel. Créame conoce muy bien a
Hamburger y sabe que esta oportunidad le
permitiría trabajar como psiquiatra de niños
y desarrollar lo que usted inició con Lazar;
le tiene enorme respeto y se esfuerza por

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demostrarle que su presencia aquí es de
valor.
– ¿Pero, quiere a los niños, digo sería capaz de
practicar la eutanasia cuando estas políticas
lleguen al hospital?
– Ama lo que hace y ama la vida tanto como
usted y como yo, sería incapaz de sugerir
siquiera un acto tan atroz – volvió a
persignarse, surgía esta acción como reflejo
a un hecho perturbador a su conciencia
moral.
– Y … ¿apoyaría una causa humanitaria
gestada por un grupo de judíos? … ¿usted
también?
– Él seguro, yo me traicionaría de no
apoyarlo, mi padre David Sak era judío mi
madre católica, si adopté el hábito y me
devoción como ferviente católica que
pretendo ser, se lo debo a mi padre, él decía
que no importaba la religión Dios quiere
justos y era justicia para mi madre que
tomara de ella su fe.
– ¡Sorpresa!... por eso Anni me dijo que
confiara plenamente en usted. Me arriesgaría
con el doctor Asperger si usted me lo
sugiere.
– Arriésguese, tenga fe. Dios no abandona a
los justos.
– ¿Me ayudaría usted?, explíquele a Asperger
que necesitamos de su compromiso, hágale
saber que esto implica un riesgo que no
puedo obligarlo a asumir. Si mi plan sale
como lo he estado pensando nos
beneficiaremos todos sobre todo los niños.
– Amén. - Respondió Viktorine y se retiró del
consultorio.

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Capítulo 3: Anni Weiss
Los días pasaban inquietos, el frio comenzaba a
presentarse con más frecuencia, las nubes dejaban
menos posibilidad de que el sol calentara a través de
los vidrios y aunque todavía no había necesidad de
encender las estufas, las sillas se acomodaban en
torno a las ventanas para aprovechar el abrigo
natural de la reflexión solar.
Georg sentía que los días soleados y fríos eran
seguros y de buen augurio. Quien no sentía lo
mismo era su prometida Anni Weiss, la persecución
nazi a los judíos en Alemania ocupaba la mayor
parte de sus pensamientos, no podía concentrarse en
sus tareas, su madre había sido obligada a trasladarse
a Inglaterra con sus hermanos, y se rumoreaba en el
hospital que ella sería la próxima en ser despedida
junto con otros tantos judíos del nosocomio.

- Georg, nuestra situación es cada vez más


inestable y difícil en el hospital el Dr.
Hamburger ha promovido en tu lugar a una
tal Valerie Bruck, tienes que moverte
rápido, promueve a Hans Asperger como
director médico.
Aprovechaban las siestas de sol para descansar un
momento en los bancos del parque interior del
hospital, así mantenían cierta privacidad a la vista de
todos. Georg estaba en espera de los avances que
pudiera haber conseguido Viktorine con Hans, pero
las situaciones se sucedían con vértigo, a menudo el
odio se propaga con mayor velocidad que el chisme
institucional.
Georg había sido desplazado un poco más de sus
funciones y perdía terreno, frente al nombramiento
de la Dra. Valerie Bruck, funcional a las
pretensiones de Franz Hamburger, ni siquiera en
sintonía con su trabajo Valerie era médico
inmunólogo lejana a la psiquiatría infantil, su trabajo
era de carácter administrativo. Aún en transición
debía plantear una estrategia rápida, la idea de Anni
no le parecía mal.

- Tienes toda la razón, deberás irte de aquí en


tanto puedas, te separarán del servicio de un
momento a otro.
- Mi madre y mis hermanos se refugiaron en
Inglaterra … quizás debería esperarte allá...
- No … Anni ve a Italia, y espera allí saber
de mí. Debes ir a América, Europa es
inestable y aquí no tenemos futuro nuestro
destino es incierto.

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Mientras Georg preparaba un plan para Hans, Anni
preparaba las maletas rumbo a Italia, el tránsito por
Francia a Italia para los judíos era todavía posible
con la documentación en orden. Allí esperaría
noticias de Georg como se lo había sugerido.

En tanto Georg buscaba el momento adecuado para


hablar con Hans. La nueva directora Valerie Bruck
no se metía en cuestiones terapéuticas, pero había
usurpado de manera estratégica el consultorio que
usualmente ocupaba el Dr. Frankl, desde allí tenía un
panóptico que le permitía un control general de la
instalación y las acciones de las personas, además
pleno y constante acceso al historial clínico de los
niños como a los desarrollos e investigaciones que
se venían realizando, por fortuna entendía poco lo
que significaba psicopatología autística, y no podía
determinar si estos sujetos eran plausibles de ser
sometidos o no, a la práctica eugenésica prevista a
través de la eutanasia.
Sorpresivamente fue Hans Asperger quien llamó a
una conversación privada a Georg Frankl con la
excusa de supervisión de un caso, con lo que no
levantó sospecha en Valerie.
Hans ocupaba el segundo consultorio clínico en un
costado de menos accesibilidad. Tomó uno de los
expedientes del archivo custodiado por Bruck, se
dirigió al espacio contiguo y llamó a Georg
mostrando el expediente que llevaba en la mano.
A la vista de todos, excepto para Valerie que no
conocía los modos de Hans, disimularon el asombro,
nunca habían visto hacer algo semejante a Asperger
menos hablar enérgicamente.

- Dr. Frankl, necesito hacer una consulta


respecto de este caso, ¿pudiera molestarse hasta el
consultorio, es un tema delicado?
- De inmediato, Dr. Asperger. - se desplazó
Georg que en cuatro zancadas estaba dentro del
consultorio y había cerrado la puerta tras de sí.
- Debemos hablar...- Georg tenía atorada en la
garganta esta frase.
- De prisa, ya estoy al corriente, la hermana
Viktorine me habló... tiene mi apoyo, pero dígame
como vamos a proceder, estamos siendo vigilados
por Franz Hamburger, aquí envió a Valerie Bruck y
yo estoy lidiando con Feldner.
- ¿Feldner, también?
- Si, doctor... por eso el mutismo entre ambos,
soy un tanto retraído, pero no antipático, opté por
esta personalidad apática para evitar cualquier
contacto con Feldner.
- Entiendo... Como sabrá en vísperas de
navidad recibiremos un contingente de niños que
llegarán de Ucrania; son 35 niños y una monja, la

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hermana Ángela, todos pacientes de la clínica de la
Dra. Sukhareva en Kharskov.
Tenemos muchas cosas para resolver, usted les
tendrá que dar admisión aquí y firmará los
expedientes y con la hermana Viktorine irán a
recibirlos… yo no puedo, no tengo la posición para
tomar ninguna decisión ahora.
- Pero yo tampoco, apenas soy residente
médico.
- De eso me ocuparé yo, ¿usted sigue
elaborando ese protocolo para diagnosticar niños con
psicopatía autística?
- Si de hecho, estoy por hacer una publicación
al respecto, he tomado sus referencias y los estudios
previos de la Dra. Grunya Sukhareva; aunque no
creo me permitan la publicación, no se admiten de
buen grado, los créditos a una mujer psiquiatra,
menos a una mujer judía menos a una mujer rusa.
- Eso no importa, elabore un documento a su
nombre, fundamente su investigación y el proyecto
será todo suyo.
- ¡Pero es inapropiado doctor!, tengo mucho
respeto por el trabajo de todos, desde Bleuler, Lazar,
Sukhareva, y usted mismo…
- Se agradece, pero no estamos en condiciones
de cumplidos sino de hacer lo que debemos hacer a
pesar de nosotros, los niños son más que nuestros
reconocimientos, ese será su silencio, hónranos con
él y salve los niños.
- No tengo ninguna autoridad sobre Valerie
Bruck.
- No, aún ... pero puedes ocupar su lugar;
termina tu protocolo para identificación y
diagnóstico, hazlo tuyo, eres de sobra capaz para
dirigir esta clínica te he estado observando y con
mucho superas al mismo Lazar. Convence a
Hamburger que estos niños son indispensables para
los propósitos eugenésicos del nazismo, presenta a
estos niños como pequeños genios y que son capaces
de realizar aportes científicos, que pueden
desarrollarse para el sistema…, salva sus vidas.
Yo me ocupare de las negociaciones con
Hamburger para que seas director, la doctora Valerie
Bruck desconoce por completo la psiquiatría infantil,
y Hamburger confía mucho en tu persona.

- Tendré mi trabajo listo para publicar en una


semana.
- Gracias Hans, usted es un justo.

La presencia de Valerie Bruck en la clínica se


convertía cada día más en una figura decorativa, solo
observaba como se movían los terapeutas y médicos
en torno a los niños sin comprender nada, se
encerraba en su apropiada oficina a leer sobre los

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agentes inmunodepresores en el organismo, su
evidente imposición como supervisora se limitaba a
observar el desempeño de Frankl, en quien no
encontraba ningún tipo de falta, entre tanto Asperger
se apropiaba cada vez más de la dirección
terapéutica y de los espacios, que de común acuerdo
le iba cediendo Georg.
La situación fue precipitando por sí sola, Frankl se
convirtió en colaborador, de los avances de Asperger
respecto de los nuevos criterios de valoración
diagnóstica, que estaba protocolizando en relación a
la psicopatía autística. Hans Asperger de buen grado
asumió el lugar que le estaba dejando Frankl y las
conversaciones entre Hans y Valerie eran cada vez
más fluidas y cómplices; con lo que rápidamente
Valerie sumó confianza a la persona y desempeño de
Asperger, los informes de Bruck remitidos a Franz
Hamburger, eran sumamente satisfactorios y
positivos.
No tardó Franz Hamburger en hacer llamar a la
dirección general, la presencia de Hans Asperger.
Capítulo 4: Nuevo director

La oficina de la dirección se encontraba en el punto


opuesto del edificio, se podía llegar por dentro
recorriendo diferentes clínicas e internados, el
edificio era tan monumental que caminar por los
pabellones representaba en si un tour galeno. Hans
de pensamiento práctico y eficiente, prefería cruzar
el parque interior en línea recta hacia las oficinas de
dirección.
- ¡Buenos días! - se anunciaba Hans delante
de una enfermera que oficiaba de secretaria
del Director General el Dr. Franz
Hamburger.
- Buenos Días Doctor Asperger.
- Tenía una cita con el director...
- Así es, lo espera pase usted.
- Gracias.
Se adelantó por el costado de la recepción y encaró
la puerta de la dirección general, como correspondía
la puerta era de dimensiones igual de colosales que
el edificio, debían pasar por aquella puerta el
director y su enorme ego, ¿sería ese el motivo de las
sobre dimensiones?, pensaba Hans Asperger.

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La oficina se abría en un espacio confinado por
libreros de cedro que cubrían las paredes del zócalo
al techo, piso y aberturas de madera excepto el cielo
raso, la enorme ventana que daba a los jardines del
patio interior y los postigos sin cortinas, convertían
el recinto en una mezcla de sobriedad intelectual con
la calidez del brandy reposado. Los libros, cientos de
volúmenes, eran compendios heredados de clínica
médica, rara vez consultados por algunos de los que
ocupaban aquel sillón de director.
- Pase usted, mi buen amigo Dr. Hans
Asperger, ¿cómo está correligionario? - Las
cálidas palabras en un mismo tono de
calidez que la habitación incomodaron a
Hans. Situación que supo disimular con una
actitud corporal que se vio obligado a
asumir. No había usado palabras como
Camarada por razones obvias y compañero
lo hubiera puesto a su nivel, cosa que
Hamburger no hubiera concebido jamás;
correligionario era una palabra
políticamente correcta y de suficiente carga
de significado como para suponer una
misma sintonía ideológica. Hans utilizaría
esta oportunidad.
- De maravilla Dr. Hamburger, he realizado
enormes avances en un protocolo de
evaluación y diagnóstico de la
psicopatología autística, es asombroso lo
que estos niños pueden aportar al nuevo
régimen, “pequeños profesores” los llamo,
tienen habilidades excepcionales y nobles,
todos representan de alguna manera el
futuro del desarrollo de nuestra causa.
- ¿Explíqueme? - Franz había quedado sin
palabras no esperó que esos niños
retardados tuvieran algo para aportar a la
sociedad, no solo Franz los consideraba
verdaderos inútiles, además representaban
un costo deficitario en plena crisis y
recesión económica. El mejor destino era el
vecino Hospital Spiegelgrund, donde se
había inaugurado una clínica cuyo
propósito era, en definitiva, la práctica de la
eutanasia infantil.
- Estos niños representan detrás de nuestro
esfuerzo Dr. Hamburger - había utilizado la
palabra nuestro para hacerlo partícipe e
involucrarlo personalmente. – la llave del
nuevo paradigma alemán en la búsqueda de
la supremacía aria, libres del mal gen, estos
sujetos extraordinarios tienen enormes
capacidades que debemos descubrir y que,
al servicio del régimen, nos colocarán en el
más alto reconocimiento de la ciencia

37
médica en el campo de la psiquiatría
infantil.
Los ojos de Hamburger se extraviaron iluminados en
pensamientos fantásticos, pensaba en Austria y
Alemania unidas en un plan de desarrollo y
crecimiento en todas las áreas de la ciencia, el arte la
ingeniería y él mismo recibiendo de manos del
mismo Hitler un reconocimiento especial por su
aporte invaluable en la firme determinación de
sostener este ambicioso proyecto nacional.
- Sabía Hans que no me defraudaría, desde
que se acercó a mí pidiéndome asesoría
para su tesis, vi en usted a un prometedor
médico y partidario por los ideales que
representan el progreso. La selección
natural de especies y entre los humanos está
ampliamente estudiado y científicamente
hemos demostrado que los humanos
inferiores nunca podrán ocupar lugares de
poder, en consecuencia, decidir sobre el
resto, estos oligo cerebros no han
evolucionado a la par de la superioridad de
la raza aria, están destinados a desaparecer,
extinguirse, como la llama que consume el
combustible, debemos ser combustible de
una luz superior, nuestra luz es más que el
sol. Dios ha creado este mundo para nuestro
uso y dominio sobre el resto de las especies
y subespecies. ¿Dígame?, ¿estos niños
representan por gracia de Dios este nuevo
hombre, el “Übermensch”?
- De alguna manera esta es mi suposición,
por ello este trabajo que vengo
concienzudamente realizando para poder
detectar y encaminar estos niños; me siento
muy optimista tendremos buenos resultados
a la brevedad – Hans omitía sus intenciones
y razones, necesitaba tiempo y comprar
tiempo convenciendo a Franz que estos
eran los niños del futuro, que el régimen del
nazismo necesitaba.
- Naturalmente lo que usted desee, por mi
parte le diré a la Dra. Valerie que ya
encontré reemplazo para ella. Me lo
agradecerá hace unos días me trae las
mejores noticias de su clínica y me
reprocha que ese no es el lugar apropiado
para ella; necesitamos ojos y oídos;
personas leales, como usted amigo
correligionario. En virtud que las
actividades del Dr. Frankl parecen haber
perdido el liderazgo y no ser necesarias;
como era esperable para mí; quizás deba
removerlo del cargo y asignarle un médico
nuevo - había esperado mucho tiempo una
excusa y una ocasión precisa que le

39
permitieran deshacerse de Georg, desde que
había asumido la dirección general, ya se
había ocupado de eliminar de la institución
a la Dra. Weiss, pero le quedaba un judío
dando vueltas que le incomodaba.
- Si me permite doctor, le sugiero que retrase
su decisión, el Dr. Frankl, aunque, con
evidentes limitaciones conceptuales e
intelectuales, conoce todo el proceso y se
ha convertido en un útil colaborador,
entiende muy bien el lugar que debe ocupar
en la clínica y su desempeño a mis
propósitos es satisfactorio, un médico
nuevo retrasaría el avance sobre mis
investigaciones, debería formarlo desde
cero.
El argumento de Hans Asperger era razonablemente
atendible, a Hamburger le molestaba tener que
contrariar su intención de sacar del medio a Frankl,
pero no quería se retrasara el ambicioso proyecto de
Hans, de tal modo que accedió a la sugerencia.
- Muy bien, Hans solo hasta que Austria
tome alianza con Alemania. ¿Piense?
¿cómo sería vista ante el partido, mi gestión
como director del hospital más importante
de Viena, si entre mis colaboradores
encontrasen algún judío?, solo porque
necesitamos que su proyecto avance sin
contratiempos y por qué usted me lo
solicita, Frankl, se quedará en su clínica
bajo su responsabilidad y supervisión, solo
hasta que el fhürer, nos convoque para ser
una gran nación, en un gran proyecto de
progreso y prosperidad para el pueblo
germánico.
A veces daba la sensación, de que Hamburger
ensayaba como si se tratase de una posesión divina,
discursos para el mismo Hitler. Hombre por el cual
sentía gran admiración.

41
Capítulo 5: Viktorine Zak
Hans Asperger regresó a paso ligero, como nuevo director
de la clínica de psiquiatría infantil del hospital. Entró a la
clínica y se dirigió de inmediato como un espectro al
consultorio que habitualmente usaba, cerró la puerta y se
quedó quieto largo rato hiperventilando, nadie se atrevío a
molestarlo.
Se aventuró a golpear la puerta la hermana
Viktorine, ella tenía un modo particular para
acercarse a Hans, era su amigo, además lo había
visto entrar tan o más pálido que la bata que vestía.
- Hola, Dr. Hans... soy la hermana Viktorine
- se escuchó un quebrado; pase usted.
- ¿Como está, hace rato no sale de aquí?
- Estoy, meditando, ¡lo haremos hermana!...
dígale a Frankl que soy el nuevo director de
la clínica; y que podremos traer los niños de
Sukhareva; la doctora Bruck abandonará la
clínica para dedicarse a su especialidad
como inmunóloga.
- ¡Vaya que son novedades!...
- Tenemos que organizarnos muy bien, serán
más del doble de niños; somos menos ahora
que no nos acompaña la doctora Anni
Weiss y luego está el problema de camas,
tenemos veintiún camas quizás lleguemos a
veinticinco... y las raciones de comida...
- No se preocupe doctor. – Viktorine, era
creativa y de mente ágil, sus ojos se
iluminaron. - creo tener la solución, usted
encárguese con Georg de que los niños
tengan un lugar aquí. Mañana le entregaré
una propuesta que se me acaba de ocurrir,
para que pueda justificar los recursos ante
la dirección general… lo felicito Hans.
- Gracias hermana, me ha quitado un peso
enorme de encima... luego veré al Dr.
Frankl, para explicarle todo.

Ese día pasó sin más, la doctora Valerie Bruck,


estaba contenta exaltada había recibido la noticia de
que sería eximida del cargo, nadie había notado el
agobio que le producían los niños y esto de la
psiquiatría, tan alejado de la clínica biológica a su
entender.
Solo unas libretas y su libro de inmunología, no
había ningún objeto personal en aquel sitio del que
Valerie pudiera sentir el más mínimo apego, con sus
pocas pertenencias y una sonrisa en el rostro se
dirigió rápidamente para reportarse ante Hans
Asperger.
- Doctor, ¡qué alegría!, cuanto valoro su
nombramiento como director de la clínica

43
me hace inmensamente feliz. – Lo implícito
era que la felicidad radicaba en poder
escapar de aquel suplicio.
- Muchas gracias doctora Bruck, espero que
podamos verla por aquí de visita en algún
otro momento.
- ¡Ni por error!... - Se le escapó la frase,
junto con una carcajada que tuvo que
contener casi al punto de la asfixia. –
Quiero decir, a menos que tengan algún
problema de contagio... o bueno, ¿cierto
que la locura no se contagia?, aunque la
indisciplina sí; va de un niño a otro como lo
inquieto.... un perro ladra y otro se suma....
digo...
- No diga más Valerie, le agradezco su
colaboración y lo que ha hecho por mí, ante
el director general... y la felicito por su
merecido descanso. – Esto último era un
gesto cómplice sobre los pretendidos
propósitos de su verdadero nombramiento
como director.
- No se diga más colega, por su nuevo cargo
y mi merecido descanso.

Así se despidió para siempre Valerie Bruck, no


tendría noticias de ella sino hasta años más tarde.
Como director la primera gestión de Hans sería
reunir a su equipo íntimo de trabajo.
Esa misma mañana después de que Valerie
abandonara la clínica; le pidió a la hermana
Viktorine Sak y al doctor Frankl, pasar al recuperado
consultorio, que por derecho usara Georg hasta su
desplazamiento del cargo.
Con el resto del personal se reuniría mas tarde con
propósitos administrativos y de gestión, mientras
debía disimular la verdadera intención de la reunión;
como los niños nunca quedaban solos; Josef Feldner
y otros asistentes estaban en los salones ocupados.

Allí los tres, a puerta cerrada y corazones abiertos,


por primera vez se cruzaban sus miradas cómplices y
sentían en la piel el miedo. Tácitamente sabían el
riesgo que estaban asumiendo y con el cual se
habían comprometido, el propósito iba más allá de la
condición de los niños, eran sus vidas y su futuro.
Frankl apoyado en una camilla de examen rompió el
incómodo silencio.

- Felicitaciones Hans, ha logrado algo muy


importante.
- ¿Logrado?, ambos sabemos que no merezco
este puesto, es suyo, usted seguirá siendo
mi maestro. Esta estrategia y mi posición es
circunstancial; por ahora nos será útil, gané

45
la confianza del director general y de algún
modo lo convencí de que debemos
mantener a los niños en estudio y que
además son muy importantes para la causa
del nuevo régimen y de la supremacía aria.
- ¡Mi Dios! Mis niños al servicio del
nazismo. – Decía esto la hermana Viktorine
al tiempo que de manera automática se
persignaba.
- Bueno…, mejor que exterminados.
Tenemos poco tiempo, estamos a una
semana de vísperas de Navidad, el tren
desde Kharskov, llegará por la mañana a la
S-Bahn Este, el mismo 24 de diciembre en
su única corrida del día. - Explicaba
George.

Sobre el escritorio Viktorine había dejado un par de


hojas con esquemas y notas escritas al lápiz, bocetos
de ideas alegres y creativas.

- ¿De qué se tratan estos papeles, hermana? -


Preguntó Hans, su curiosidad parecía el
único aspecto vulnerable en la personalidad
de Hans.
- ¡Soluciones!, doctor… lo que me solicitó,
en realidad, lo que se me ocurrió; como
sea… es la solución para el hospedaje de
los pequeños. Verá tenemos 25 colchones
de dos metros, o sea 50 metros de colchón,
50 metros también de sábanas y cobijas y
aproximadamente vamos a tener 50 niños
de un metro, con lo cual coinciden los
números per cápita; y en cuanto a la
provisión de víveres para el almacén de
cocina; sabrá que recibimos apoyo de la
sociedad cristiana de beneficencia, ayer
mismo recibimos un aporte que asegurará la
comida para todos los niños por lo menos
en los próximos dos años…
- Asombroso. – La cara de Georg estaba
estupefacta, no creía en los milagros, y
menos cuando aquello era más que
oportuno, demasiado para considerarse
coincidencia y poco probable que se tratase
de una acción milagrosa, según sus
creencias. - ¿Cómo es que así de repente
llega un donativo?, desde hace meses los
recursos son escasos en todo Viena,
estamos sumidos en una crisis sin
precedentes, hasta la posibilidad de ser
parte de Alemania se vislumbra como
aceptable y razonable para salir de la
recesión económica.
- Pues, debo confesar que se trata de un
donante que conocen bien…, soy yo; he

47
ahorrado el salario completo desde que
estoy trabajando aquí, lo guardaba para
apoyar a mi familia, pero aquí estoy sola y
estos niños y ustedes son mi familia ahora;
nada más adecuado para dar y destinar ese
dinero, y es una decisión tomada con toda
responsabilidad; dispongo también de una
pequeña fortuna familiar que heredé
conforme murieron mis padres, también
está a disposición de estos niños si fuera
necesario.

Hans al tiempo que escuchaba a Viktorine,


revisaba los apuntes en lápiz y lo que no era
usual en él, se dibujó una leve sonrisa, siempre
una línea delgada que atravesaba su rostro, en la
medida que su pensamiento asentía con
aprobación, tras un movimiento de cabeza.
- Gracias, hermana esto es brillante,
ingeniosamente brillante. Se lo entrego para
que lo guarde usted. Se lo daremos al
economato del hospital solo si nos lo
solicitan; en tanto hermana tiene toda mi
aprobación para que quede a su cargo esta
responsabilidad. - Al tiempo de decir estas
palabras Hans miró a Georg que apenas
había recobrado los gestos habituales para
cerrar la boca; le pareció que era pertinente
y justo, participarlo de las decisiones. -
usted doctor Frankl, ¿Qué opina?, ¿le
parece que la hermana Viktorine se
encargue de este asunto?
- No se me ocurre persona más idónea.
Deben disculpar mis pensamientos
ausentes, hace bastante que no tengo
noticias de Anni, supe que está en Italia, en
Génova o en algún otro puerto esperando
para poder migrar a América, entenderán la
situación, su madre y hermanos ya se
refugiaron en Inglaterra; no es que esto les
importe demasiado, con Anni estamos
comprometidos desde hace tiempo, y si
bien habíamos anticipado su posible
despido y el mío, se suscitaron estas
cuestiones que consideramos prioritarias y
debimos llevar nuestros planes por
separado.
- ¿Pero eso, a sabiendas que el reencontrarse
podría no ser posible? - Preguntaba Hans al
tiempo que entendía que todos habían
dejado a un lado las pretensiones
personales, y humanamente hacían lo que
sentían que debían hacer. A Hans le vino a
la cabeza el antiguo mandamiento judaico,
la mitzvá “amarás a tu prójimo”.

49
- Eso es una posibilidad, pero no está en mí,
además no estoy solo. - Decía estas
palabras mientras sus ojos se enjugaban con
lágrimas que hacía un esfuerzo por
contener, Georg era un hombre muy
sensible y aunque en apariencia de carácter
duro, se condolía fácilmente con cualquier
situación que sintiera como injusta o
desventajosa.
- Definitivamente no está solo. - Viktorine
amiga de Anni, sabía de cuanto habían
hecho para mantenerse unidos y sabía del
genuino amor entre ambos. Soltó una
risotada nerviosa y su rostro alegre rompió
la tensión de la charla.

De esta manera se terminó la conversación


entre los tres, lo que seguiría serían ultimar los
detalles para recibir el grupo de niños y a la hermana
Ángela que llegarían el 24 de diciembre.
Capítulo 6: Udo HüneBär
Georg Frankl, había estado gestionando la “cabaña”;
así le llamaban graciosamente a la ambulancia
modelo Horch 830, era un vehículo confiable como
toda la mecánica germana, rústico y fuerte. Montado
sobre el chasis detrás de la cabina se asomaba una
graciosa “cabaña”, habitáculo cuyo propósito era el
traslado de dos pacientes encamillados y un médico,
totalmente construida en madera. Este pequeño
recinto contaba con sendas ventanas a los lados y
techo partido a dos aguas, como si se tratase de una
pequeña cabaña en realidad, y de esta singular
arquitectura su apropiado apodo.
El chofer y mecánico de la “cabaña”, era un hombre
graciosamente igual de rústico y confiable que el
vehículo, se trataba de Udo HüneBär, un
muchachote de 202 centímetros de altura que años
antes había “egresado” como un caso exitoso, de la
clínica de Lazar, bien conocido por Georg, a Udo
había que solicitarle con mucha anticipación el uso y
requerimientos de sus servicios, luego explicarle con
detalle, el destino y propósito de su actividad.
Cuando el gigante se enteró que debía buscar niños
en vísperas de navidad, su cara de hombre se
transformó en cara de niño, y sus gestos y ademanes

51
se volvieron ansiosos y un tanto infantiles.
Debía tener todo preparado para el lunes 24 de
diciembre, bien temprano debía partir en compañía
de Hans y la hermana Viktorine en busca de los 35
niños y la hermana Ángela.
Los días se habían vuelto fríos y las copiosas
nevadas bloqueaban los caminos, sobre todo los que
se dirigían a la parte Oriental de Viena. La ruta a la
estación S-Bahn Este, era particularmente
concurrida, pero en vísperas de navidad el poco
tránsito habitual para esa fecha, y la poca
disponibilidad de paleadores y barrenderos de nieve
podrían representar una dificultad para trasladarse.
- ¿Doctor Frankl, usted me dice 38 personas
en total, ¿cómo entrarán en la “cabaña” ?;
supongamos que retiro las camillas, parados
no podré traer más de 15 niños, y esto si
son pequeños?... – De repente se miró a si
mismo - …bueno, eso, si no son pequeños
Udo... - Rompió a reír.
- No lo creo Udo, son pequeños, ya lo
resolverás; no solo debes traerlos asegúrate
de evitar controles militares.
- ¿Por qué Doctor? – su cara se transformaba
sobre dimensiones acordes a su
sobredimensionada humanidad.
- Verás Udo son pequeños ucranianos,
vienen de una clínica como de la que fuiste
parte; escapan del inminente avance del
ejército germano en su intención por llegar
a Rusia. Los niños entraran con certificados
de traslado en comisión, de una institución
católica a otra, por eso vienen acompañados
de una tal hermana Ángela. El ejército se
verá tentado a pedir papeles y registros de
traslado; la verdad, no sabemos que tan en
orden se encuentren los documentos, se
quedarán aquí con nosotros.
- Entiendo, doctor, no se preocupe, estas son
las ocasiones como decía el doctor Erwin
Lazar que es mejor no saber tanto, ¿verdad?
- Es cierto.
- Cuente conmigo, no se preocupe, el convoy
desde Ucrania suele llegar temprano por la
mañana, ahora con retraso por los controles
y la nieve. Saldremos de aquí a las 6.00
horas, dígale al doctor Hans y la Hermana
Viktorine que estén listos.
- Gracias Udo, contamos con usted.

Una cosa que se resolvía y otras quedaban aún


pendientes.
Hans, no tuvo las cosas sencillas, había
convencido a Hamburger que estos niños
engrosarían la investigación y acelerarían los
procesos del metaanálisis de datos, como grupo

53
de testeo.
Viktorine había dispuesto las camas según su
criterio en una sucesión interminable de
colchones y cobijas. Además, había abierto una
cuenta bancaria a nombre del departamento de
psiquiatría infantil y trasladado los fondos, de
tal manera que el director, en este caso Hans
Asperger pudiera disponer de los mismos,
también se había adosado ella como titular y le
habían sido negados los intentos de incluir al
doctor Frankl, argumentaron que no tenía la
categorización suficiente, cuando en realidad el
nombre “Georg Frankl”, circulaba en la nómina
de los judíos no deseados en Viena.
Udo había acertado correctamente, y bien
pronosticado la situación. La noche del
domingo 23 de diciembre se cerró y comenzó a
nevar copiosamente sobre Viena, poco a poco
las calles se fueron anegando y centímetro tras
centímetro, el caprichoso blanco dejó pocos
caminos transitables. A las 5.00 horas de la
mañana del lunes 24 de diciembre, Udo estaba
en pie, se dirigía al garaje del hospital; la
“cabaña” aguardaba en el frio aparcamiento
cerrado. Sobre el capot, cubriendo el frente del
vehículo, una gruesa manta de costales que
habían sido rústicamente unidos tapaban el
radiador y motor de la ambulancia; Udo sabía
que las gélidas noches podían provocar que se
congelara el agua de los radiadores, de tal modo
que prevenir la rotura de mangueras y tuberías
que iban del radiador al motor era una tarea
rutinaria durante el invierno; añoraba los
motores Citroën refrigerados con aceite, le
hubieran evitado madrugar a diario y más de un
dolor de cabeza.
La cabina de traslado había sido desprovista de
las camillas y un par de accesorios más, para
brindar el máximo espacio posible.
La madrugada se presentaba particularmente
limpia, de no ser por la nevada nocturna, el
cielo aún oscuro dejaba ver todas las estrellas
del firmamento. Esto la convertía también en
una madrugada particularmente fría.

Como era costumbre, temprano cruzaron el


patio del hospital Hans y Viktorine, para su
habitual rezo de Maitines; lo poco habitual e
inusual fue tropezar en el camino con Georg
Frankl. Les había dado alcance para desearles
suerte en la empresa que estaban a punto de
comenzar.
- ¡Doctor Georg que sorpresa! ¿Nos
acompaña? – dijo alegremente Viktorine.
- – Rio Frankl con un rictus helado… - No
hermana sería idolatría para mí, quiero

55
desearles suerte y pedirles que se cuiden y
tengan mucha fe, emuná en Hashem, me
siento responsable por haberles involucrado
en esto.
- No diga más Georg, es nuestra causa
también, Dios nos acompaña y María nos
acobija. – Expresó proféticamente Hans.
- Amen. – Respondió Viktorine.
- Gracias. – Respondió Frankl.
Con este, así lo espero, así lo deseo y gracias,
continuaron caminando rumbo de la capilla Hans y
Viktorine para rezar y esperar la hora de salida con
Udo; mientras, Georg regresó en cambio a clínica,
era muy temprano aun, seguramente a orar también.

En la cabina de la ambulancia los tres; Udo, Hans y


Viktorine; partían para dar encuentro a la hermana
Ángela y los 35 niños. Conduciendo Udo ocupaba
más de la mitad del habitáculo, por suerte la
complexión de Viktorine era pequeña y muy delgada
la figura de Hans, se acomodaron bastante bien;
sentado en medio Hans luego de unos pocos metros
tuvo que cambiar el lugar con Viktorine, quedando
del lado de la puerta.
Salir temprano había sido otro enorme acierto de
Udo, la copiosa nieve amontonada en las esquinas
obligaban a Hans a bajarse constantemente para
palear el estorbo blanco, y despejar la vía para que el
vehículo transitara, con poca tracción sobre el suelo
congelado se desplazaban lentamente; la estación S-
Bahn Este quedaba relativamente cerca del hospital,
debían atravesar todo el centro de Viena hacia
oriente, unos cuatro kilómetros desde el hospital,
pero tardarían más de una hora en llegar, cuando el
recorrido habitual se podía hacer en diez minutos.
La vitalidad de Hans para palear nieve disminuía
según avanzaban y se detenían, se contuvo de
pedirle a Udo que lo ayudara, le apenaba su
condición poco atlética y poca resistencia.
No hizo falta solicitar ayuda. Udo veía como los
movimientos de Hans eran cada vez más pesados y
torpes, se había caído un par de veces que habían
resultado en graciosas maromas lo que provocó
risotadas francas por parte de Viktorine y Udo.
Apenas recorrieron un tercio del viaje Udo bajo de la
cabaña y tomó la pala.
- Me toca. – Dijo Udo sin más.
- Gracias, Udo. - Respondió Hans un tanto
apenado, lo ágil que resultaba en temas
intelectuales, evidenciaban por el contrario
un cuerpo poco adaptado para esfuerzo y la
destreza física.
Udo lo hizo ver fácil, un par de paladas y de dos
trancazos estaba montado nuevamente en la cabaña
conduciendo, no solo no parecía cansarse, sino que
el trabajo físico le sentaba bien y gozaba con el

57
mismo, la sonrisa infantil lo acompañaba con cada
limpieza de nieve.
El clima dentro de la cabina era afable, pero
mantenían una actitud expectante, Udo había
pensado y planificado la ruta, pero conocía el
ineludible cruce del rio Danubio. Sabía que en la
entrada al Puente Imperio o Reichbrück, se disponía
una guardia permanente; el viejo puente en
reconstrucción no estaba aun formalmente
inaugurado, pero se podía transitar sobre él.
En efecto, al acercarse la ambulancia con la modesta
tripulación, advirtieron a un uniformado que hacía
señas para provocar la detención del vehículo, un
silencio invadió el habitáculo como si hubieran
abierto las ventanillas de la unidad y aire gélido los
hubiera congelado a los tres.
- Tranquilos… – Expresó de manera
confiada Udo, quien se detuvo unos 20
metros antes del ingreso. Diciendo esto
bajó de la cabaña dejando atónitos a Hans y
Viktorine.

Caminó con confianza y determinación hacia el


guardia militar, al tiempo que abría los brazos como
si fuese a tomar vuelo.
- ¡Rudolph… amigo! ¿Cómo estás?
- Pero si es mi buen amigo Hüne… Bär. –
Intencionalmente había silabeado el
apellido de Udo que significaba gran oso,
nunca un apellido resultaba tan apropiado
para una persona.
- Estoy de servicio en el hospital, vamos por
unos niños católicos a la estación S-Bahn
Este. - No dar detalles era preciso.
- ¿Niños enfermos?
- No lo sé, mira, vengo con el médico y la
enfermera; ellos traen los documentos.
- No es necesario, pasa; oye ¿qué harás esta
noche?, estamos de guardia con Peter y
Adelmo. Ven y acompáñanos.
- Lo pensaré, - Sabía que volvería a pasar por
aquel sitio de vuelta - sabes Rudolph, al
regresar por aquí te contesto.
- Eso es, espero no te quedes solo en el taller
del hospital - Diciendo esto Rudolph, Udo
dio media vuelta y volvió sobre sus pasos
de regreso a la ambulancia.
Allí estáticos y sin decir nada se encontraban el
médico y la monja.
- Listo, podemos pasar no será necesario
mostrar ningún documento; por ahora.
- ¿Lo conoce? – Preguntó Hans.
- Sí, claro a él y a medio batallón más,
incluyendo a sargentos, jefes y oficiales de
alto rango. No se asombre doctor el ejército

59
necesita buenos mecánicos, no solo presto
servicio en el hospital.
- ¿Pero que le ha dicho? - Se angustió Hans,
y por un segundo pensó que estaba en
manos de un desconocido.
- Lo que usted me ha dicho a mí, nada. No se
preocupe está entre amigos.

Continuaron en silencio hasta llegar a la estación,


definitivamente Udo era más listo de lo que todos
suponían. Saber y fingir no saber; era el juego que
mejor jugaba Udo; Hans se preguntaba a sí mismo,
si ese era el motivo por el cuál Udo había ingresado
de niño a la clínica de Lazar.

Como un pequeño rebaño asustado, un grupo de


niños de diferentes edades, se amontonaban en torno
a una monja; en un extremo del andén permanecían
juntos bajo la exagerada custodia de un par de
soldados y un sargento que los esperaba con
aparente calma.
Para infortunio de Hans y Viktorine, aquel hombre
al mando no era conocido de Udo, así que no tuvo
más que aproximarse y presentarse. En tanto
Viktorine, se había adelantado para acompañar a la
hermana Ángela y sumarse al rebaño. Udo
aguardaba dentro de la ambulancia, frente al ingreso
de la estación.
- Buenos días sargento, ¿usted está a cargo
aquí? - Con determinación había encarado
al uniformado el doctor Hans Asperger.
- Positivo. - Respondió el sargento de manera
seca y lacónica como le gusta a los
militares.
- Soy el doctor Hans Asperger, director del
hospital psiquiátrico infantil de Viena. -
Decía esto mientras exhibía una carta
firmada por Hamburger que acreditaba su
condición, y otra, que decía expresamente
que llevaría estos niños en comisión al
nosocomio.
El sargento leyó cuidadosamente las misivas, y
se detenía en las firmas, Hamburger era
conocido militante y fácil de vincular con los
intereses del partido, lo que de alguna manera
ofrecía las garantías del caso. La otra carta
firmada por el mismo Hans explicaba que esos
niños católicos y en comisión, serían
trasladados al hospital, sin más.
Luego de observar a Hans de arriba abajo,
tratando de entender en la actitud corporal
algún indicio de engaño que, por supuesto no
notó, de todas maneras, se vio obligado a
realizar algunas preguntas.
- ¿Cuántos niños llevará?

61
- Todos los que están allí, diecisiete y la
hermana Ángela. - Hans podía contar
objetos a golpe de vista.
- Bien, y… ¿están enfermos?
- Ya lo ve usted, que puedo decirle, nadie va
a un hospital por gusto.
- Ah, veo. – trataba de entender que sucedía,
los niños, aunque un tanto escuálidos
además de asustados se veían bastante bien,
algunos rostros y miradas extrañas; pero
nada fuera de lo usual; la mayoría de los
niños que venían de Rusia tenían esas
expresiones en sus rostros. - ¿experimento?
- Preguntó, como si algo le hubiese sido
revelado a su pobre entendimiento.
- ¡Exacto!, experimento, usted sí que sabe.
- Gracias, puede proseguir - La respuesta lo
llenó de satisfacción, que el mismísimo
director de psiquiatría infantil del hospital
de Viena, lo reconociera, le fue suficiente,
para que aquel hombre sintiese que su
miserable vida tuviera un propósito; en su
deseo ser jefe de inteligencia del ejército, o
algo por el estilo.
El sargento se cuadró, saludó a Hans, con la venia
militar y realizó un gesto brusco y breve con la mano
derecha, con el índice levantado dibujo un círculo en
el aire sin decir nada y de inmediato el par de
soldados comenzaron a caminar en distintas
direcciones sin poner atención a los niños.
Ahora sí podía Hans ir en persona a recibir la
comitiva.
- ¡Hermana Ángela, gusto en conocerla!,
podemos irnos, ¿son todos? - Preguntó sin
esperar detalles, suponía casi el doble de
niños.
- Si, doctor – No era necesario, ni lugar de
dar mayores explicaciones.
- Bueno, entonces partamos. La cabaña…
perdón el vehículo está enfrente de la
estación.
Sin hablar con la prisa por salir de allí, de manera
natural e instintiva cada quien cogió de la mano los
niños más próximos y más pequeños, de manera
automática los mayores tomaron la mano de los
menores, de tal manera que el rebaño se mantenía
siempre unido.
Al ver Udo los pequeños saltó de la cabina, y corrió
a recibirles; de repente había vuelto el niño a ese
hombre gigante. Sucedió algo en lo que Hans
reflexionaría siempre sin poder entender y explicar,
los niños al verle se abalanzaron sobre Udo como si
lo conocieran y lo abrazaron, de alguna manera los
niños podían percibir en aquella mole humana, una
persona que les garantizaba cuidado y protección.
Los niños en Udo podían confiar…

63
Udo también advirtió que no eran aquellos todos los
niños, pero prefirió no preguntar.
- De mi agrado sería ir con la hermana
Ángela en la parte de atrás con los niños,
así nos damos la oportunidad de
conocernos. – Viktorine era como toda
mujer en extremo intuitiva y había algo en
la persona de Ángela que no comprendía
del todo.
- Si, como usted diga hermana, con el doctor
Asperger pueden viajar dos niños más en la
cabina.
De inmediato se apuntaron, los dos varones mayores
o al menos los más altos, era difícil especular la edad
de los niños, definitivamente la alimentación de
todos había sido deficitaria durante toda la infancia.
La misma Ángela era delgada, alta y de facciones
angulosas, mirada penetrante y ojos azules, el hábito
disimulaba las formas de una hermosa mujer de unos
cuarenta años, aunque también era complicado
calcularle la edad.
En la cabaña se acomodaron sin mayor dificultad los
niños restantes y las religiosas.
- Disculpe hermana Ángela, ¿a qué orden
religiosa pertenece? - Viktorine no había
reconocido el hábito obscuro, podría haber
sido azul marino, o negro, o gris, ruido y
remendado en los codos. Cofia blanca
hermética en torno del rostro y velo del
mismo inespecífico obscuro de su
uniforme.
- San Basilio. – Respondió secamente
Ángela, no convidando a más conversación.
- ¿Los niños son católicos? – Suponía que no
todos debían serlo.
- Todos son hijos del Padre. - Respondió
Ángela inespecíficamente, como el color de
su atuendo.
- Amen. – Se había persignado Viktorine,
dirigiéndose a todos les preguntó, primero
en alemán y luego en ruso. – ¿Quién sabe
una canción?
Tímidamente una de las cuatro niñas, levantó su
mano y comenzó a cantar “Ovntbroyt”, “La Cena”
en yiddish, de a poco cada niño se sumó al coro;
Viktorine se dio cuenta que la respuesta de Ángela
había sido correcta; todos eran hijos del Padre, pero
dudaba que hubiera un niño católico en aquella
ambulancia.
Con regocijo y nostalgia recordó que esa canción,
era la misma que le cantaba en la niñez su padre
David Sak, así que con sus dotes vocales comenzó a
cantar con los niños, y en yiddish. Ángela no se
movía ni pronunciaba palabra miraba con
desconcierto a Viktorine cantando. La canción y el

65
ritmo de las palmas contagió al grupo, durante la
mayor parte del viaje, ya no se detuvieron, la nieve
había sido removida antes y el sol permitía tener
buena tracción. Esas almas cantando, habían
calentado el ambiente y vitalizado el mórbido
transporte. Al llegar al puente del Imperio, se
detuvieron; Udo solo bajó la ventanilla para saludar
a su amigo Rudolph, ahora de regreso.
- Hola, aquí vamos de regreso.
- Que bien. – Los niños no habían dejado de
cantar así que Rudolph se sorprendió al
escuchar el coro, y no reconoció el yiddish;
sabía que no era ruso, ni alemán. - ¿Están
cantando?, ¿en qué idioma cantan?
Udo hizo una pausa interminable tampoco
reconocía el yiddish, por lo que Hans se
adelantó a contestar para ocupar el incómodo
vacío.
- Es un villancico ruso, en latín oriental. -
Dijo Hans, apelando a la ignorancia del
militar.
- Entiendo… – No iba a poner en tela de
juicio la palabra de un médico, de todas
maneras, quiso cerciorarse. - ¿Y… ustedes
niños conocen la canción?
Los pequeños jovencitos no supieron que hacer,
Ángela les había instruido para que no hablaran con
adultos, menos con uniformados, solo podían hablar
libremente con ella, y ella les indicaría con quien sí
y con quién no debían hacerlo. Hans que los tenía
sentado a su lado los animó a seguir la canción, así
los jovencitos comenzaron tímidamente a sumarse al
coro, que ignoraba lo que sucedía delante.
- ¡Muy bien!, ¡muy bien!, ¡feliz navidad!,
prosigan. - Les decía mientras con un
ademán y una sonrisa los invitaba a
continuar, y dirigiéndose a Udo
particularmente le dijo. - Te esperamos
esta noche.
- Aquí estaré. - Respondió Udo, sabiendo que
no asistiría.

Al llegar al hospital en la puerta lateral, entrada de la


clínica Lazar, estaba parado como un escolta Georg
Frankl, se frotaba las manos para darse calor, con tal
de no moverse había preferido aguardar a la sombra,
debajo del friso de la puerta sobre el umbral.
- ¡Llegaron!... – La expresión sincera de
Georg que estaba atragantado por la
angustia de no saber, sonó a una exhalación
de alivio.

Descendieron primero los niños y Hans, que


viajaban delante, mientras Udo sabiendo que había
cumplido con lo que le habían encomendado,
descendió y se dirigió a la parte posterior de la

67
ambulancia para abrir la portezuela.
Inmediatamente, como cuando se libera un rebaño
bajaron de a uno los niños en fila; George sentía
regocijo y veía en esos rostros maltratados por las
circunstancias y el hambre, caras bellas, y parte de lo
que consideraba un triunfo. Al final descendieron la
hermana Viktorine y Ángela.
Se produjo una estasis temporal quedando
suspendido por un instante, Georg corrió a abrazar a
la hermana Ángela.
- ¡Grunya!... ¿Cómo estás?, ¿Qué significa
esto? – Hacía ademanes señalando el
particular atuendo.
- Adentro, por favor… - Con estas palabras
todos entendieron que debían seguir con la
farsa.
Invitaron a entrar a los niños, a un ambiente que les
pareció cálido, incluso familiar, de inmediato el
mejor comité de bienvenida infantil, los otros niños
residentes; procuraron por curiosidad y sana niñez,
jugar, preguntar y compartir.
En un instante Udo desapareció con la justa y
necesaria discreción, sin hablar, sin saludar, sin
preguntar, sabiendo no existir.
Capítulo 7: Nochebuena

Los niños de la clínica estaban particularmente


entusiasmados, esperando Nochebuena. Desde los
tiempos de Lazar era un día único, no esperaban
regalos, ni había pesebres, ni árboles, pero la cena
era especial, se destinaba una parte del presupuesto
anual para esta ocasión; había pastel, turrón español,
chocolate y galletas. En este día se festejaban los
cumpleaños de todos los niños. Lazar no había
querido imponer celebraciones de carácter religioso
de ningún tipo; pero conocía bien la necesidad de los
niños, de tener un día especial al año en sus vidas, al
menos un día.
Como esta tradición no se había interrumpido con la
muerte de Lazar, la algarabía era contagiosa, ese día
no había terapias, solo juegos.
Un gran día para recibir a los niños judíos que, sin
conocer la navidad ni su significado cristiano,
entendieron de inmediato que las mesas estaban
bellamente ornamentadas y deliciosamente servidas.
Muchos no conocían el chocolate y solo habían visto
pasteles servidos en mesas ajenas. Algunos, los
mayores pudieron olvidar por un instante el motivo
que los había llevado, 1400 kilómetros lejos de sus

69
hogares y seres queridos.
El menú siempre había sido el mismo, pavo,
preparado siguiendo unos cuidadosos, considerados
y delicados procedimientos. El pavo era servido con
verduras asadas, donde las papas llevaban el
protagonismo, luego las zanahorias y los chícharos.
Se respetarían los tres tiempos de servicio y se
cambiarían los cubiertos, para los postres y pastel.
No podían introducirse salsas con crema o quesos
fundidos en las preparaciones del pavo, ni en los
aderezos. Estas especificaciones tenían un sentido
para Frankl y todos los judíos, y hablaban del
enorme respeto y cariño que tenía Lazar por aquel
hombre.
En resumen, esta cena, era una auténtica cena
kosher.
Luego del desorden inicial, y que los niños fueran
acomodados en la ingeniosa súper cama, diseñada
por Viktorine, el grupo de adultos necesitaba una
reunión urgente.
Esa tarde los niños jugaron, tomaron chocolate con
pastel, luego cenaron y exhaustos los visitantes y
ansiosos los anfitriones residentes, fueron a
descansar, por primera vez en mucho tiempo. La
tensión del viaje y las barrigas llenas de los recién
llegados, aceleraron el sueño en los pequeños.
Muchos cayeron sobre sus camas y antes de poder
siquiera quitarse los zapatos fueron alcanzados por
el inevitable cansancio. Hubo que asistirlos y
cobijarlos.
El silencio hubo invadido todos los pisos, solo
estaban los niños, Frankl, Hans, Viktorine y Ángela
o ¿Grunya?, o quien fuera. El resto del personal se
había ausentado temprano, seguramente para festejar
con familiares y amigos. Esto le daba al pequeño
grupo la oportunidad de tener un momento íntimo.
Se disponían a la reunión cuando golpearon la puerta
de la entrada a la clínica con fuerza. Ya había
oscurecido y antes que se preguntaran todos, quien
podía ser, Hans se apresuró a responder.
- Es mi mujer, debe haber llegado con el
encargo que le hice.
- ¿Su mujer? - Preguntó inocente Georg, que
se había olvidado del comentario que le
hiciera Viktorine.
- Si, la Señora Asperger. – Decía esto al
tiempo que abría la puerta.
En efecto una silueta femenina y pequeña se
dejaba asomar por detrás de un cesto.
- ¡Buenas noches a todos! - Saludó con jovial
entusiasmo y sonriendo. Aquella mujercilla
era lo opuesto a Hans; habladora, simpática
y desinhibida, tropezaba con sus propias
palabras y su discurso era olvidadizo
distraído y relajado.
De inmediato Hans tomo el cesto de los brazos

71
de su mujer. Se dejó asomar por detrás del cesto
un prominente vientre, todos adivinaron que
aquello solo podía obedecer a una sola cosa,
estaba embarazada.
- ¡Buenas noches! - Respondieron al unísono
los presentes.
- Estábamos por reunirnos. - Empezó a
excusarse Hans con su mujer, cuando esta
lo interrumpió, con esa frescura
impertinente que Hans jamás había podido
desarrollar.
- No se detengan, Johann, yo los atenderé a
todos mientras cenamos. He traído Pavo
relleno como me lo indicaste, tipo “kosher”,
para tu jefe.
Esta espontánea argumentación había avergonzado
un poco a Hans, tanto o más como el hecho de haber
evidenciado su mujer que lo llamaba por su primer
nombre “Johann”. Con todo había hecho soltar una
pequeña carcajada a Georg que descubrió en ese
gesto, la enorme consideración y respeto que Hans le
tenía, en su fuero íntimo lo seguía considerando jefe,
y había tenido este detalle gentil y por qué no,
cariñoso.
- Muchas gracias. – Se adelantó a decir
George advirtiendo la incomodidad de
Hans. - Su pavo estilo “kosher” se ve
delicioso y seremos dos los particularmente
agradecidos, yo y la Hermana Grunya.
No escatimó en sarcasmos con el comentario y
echaron a reír todos incluso Hans.
Las declamaciones fueron exageradas, pero era un
hecho obvio que todos necesitaban una tregua para
relajarse. Subieron al ático donde improvisarían en
el dormitorio de George la cena de “navidad”, sobre
el escritorio ahora convertido en mesa se desplegó
un mantel pequeño y unos platos con cubiertos, el
pavo relleno de higos con excelente dorado, y una
botella de vino que celosamente Hans había
guardado, regalo de su graduación, coronaba la mesa
y la reunión.
Mientras la señora Asperger servía el pavo, los ojos
se fijaron en la monja impostora que se había
quitado el velo, pero conservaba el hábito obscuro.
De tal manera que no tuvo más que empezar la
conversación. Frente a ella su amigo Georg, y a un
costado Viktorine, en el lado opuesto Hans y su
esposa.
- Querido Georg, que alegría verte, tengo buenas
noticias para ti, de Anni… he mantenido
contacto con ella desde que la regresaron de
América, está en Génova, fue más fácil
contactarme a mí, su correspondencia personal
es revisada, luego siguen las direcciones de
envió y remitentes, para establecer redes de

73
familias judías o de amigos de judíos para ir
tras ellos, Anni quiso protegerte y por eso no te
escribió, como el correo institucional es menos
controlado por la inteligencia nazi, tuvo la
buena idea de enviarme cartas como si fueran
publicaciones a la universidad. Así me enteré
de que la habían deportado de Estados Unidos.
No te preocupes está bien; recordé a un médico
judío que también es ucraniano como yo, su
padre con el mío eran rabinos y amigos; el
doctor Leo Kanner, trabaja como psiquiatra
infantil en el hospital John Hopkins.
Organizó a los judíos en América en un sistema
que permite dar ingreso y trabajo a los que
deben emigrar. Anni está esperando volver a
zarpar a Estados Unidos, una vez que Kanner
arregle su papeleo, ya tomó contacto con él. Te
extraña y estoy segura de que pronto estarán
juntos, ten paciencia. – Las palabras de Grunya
resultaban un gran alivio para George, se había
quedado sin saber de Anni hacía meses e
ignoraba las circunstancias por la que había
pasado. - En cuanto a mí, debo regresar sola a
Rusia, me esperan en Moscú, allí estaré bien,
abandoné el hospital de Kharskov en Ucrania,
las noticias no son buenas, vemos como se
prepara Alemania para un nuevo avance. Tomé
una licencia corta para poder traer a los niños,
no pude con todos, solo convencí a los padres
de situación más comprometida, son todos
niños judíos que ya sufrieron la persecución
nazi. No todos son pacientes del hospital
psiquiátrico, solo cuatro de ellos, el resto son
hijos de conocidos y vecinos, algunos llegaron
al hospital básicamente con problemas de
nutrición severos y consecuentemente de
aprendizaje, hacemos lo que podemos. Fue muy
doloroso para las familias separarse de ellos,
recuérdales que nadie los abandonó, sus padres,
les dieron una oportunidad para sobrevivir.
- Grunya, aquí… Viena… no representa el mejor
escenario. – Reflexionaba George.
- Doctora Sukhareva, me comprometo a tenerlos
bajo mi tutela y cuidado, con la hermana
Viktorine haremos cuanto esté en nuestras
manos. - Hans hablaba con determinación al
tiempo que buscaba en la mirada de Viktorine
Zak, la aprobación para dar cumplimiento a su
promesa, sostener el ardid en el hospital no
sería fácil.
- No se preocupe doctora, mañana mismo
empezaremos con el catecismo para aprender
las oraciones básicas, sin conversión, claro está.
Viktorine conocía que una práctica frecuente entre
los nazis era someter a examen, a los niños
pidiéndoles que rezaran el “Padre Nuestro”, o el

75
“Gloria”, o el “Ave María”; por otro lado, la
circuncisión era algo que bien podrían justificar en
el historial clínico de cada varón; como una práctica
quirúrgica higiénica y preventiva. Cada niño
recibiría un rosario y una estampa de cualquier
santo como salvo conducto ante el requerimiento
espontáneo de algún soldado.
- Gracias, hermana, y perdone usted, si ofendí de
alguna manera a su Iglesia.
- Nada que disculpar, de hecho, el hábito le
queda bastante bien, le daré uno limpio y todo
del mismo color, ahora dirá que es franciscana.
La señora Asperger soltó a reír, con la frescura que
la identificaba, a ella se sumaron inevitablemente y
de manera contagiosa todos.
- ¿Entonces usted no es monja? – Había
inferido correctamente la señora Asperger.
- No querida, es la doctora Grunya
Sukhareva, te he hablado de ella, de su
trabajo de investigación, yo mismo la cité
en mi última publicación. ¿Recuerdas? -
Hans se había dejado llevar por la
admiración que sentía por Grunya y no
podía creer estar frente a tamaña figura de
la ciencia.
- ¡Ah…!, claro Johann. - Decía sonriente la
señora Asperger, para luego dirigirse a
Grunya. - Un placer doctora, si por caso
usted vive con nosotros hace tiempo. -
Soltó a reír nuevamente.
- Gracias doctor Asperger, pero es vital, para
seguridad de los niños, que usted se olvide
de mi trabajo, o mejor, de mi persona;
nunca más me cite y niegue mi vinculación
con su investigación. Soy lo que podría
decirse una mala influencia para su
desempeño futuro y reputación, no me
conoce, no cite en sus trabajos a una mujer
judía. – Tomando cierto tono severo miró a
Frankl y continuó hablándoles de modo
indistinto a ambos.
- Una vez que el doctor Frankl se reúna con
Anni en América, deberá negar del mismo
modo toda vinculación con usted; y usted
Hans nunca escuchó hablar de Frankl, o
Kanner, debe comprometerse a
desconocerlo, igual desconozca nuestro
trabajo. Leo Kanner por su parte estoy
segura hará lo mismo con usted, si por caso
lo menciona lo comprometería. Cualquier
tipo de vinculación conspirará con nuestro
esfuerzo por salvar niños y privará de
oportunidad a otros judíos que necesiten
refugiarse. Recuerden, Grunya Sukhareva,
nunca estuvo aquí, solo la hermana Ángela

77
que partirá antes de fin de año. Y de la cual
no se volverá a saber, ni hablar.
- Comprendido. - Respondió resuelta la
señora Asperger, provocando en todos risa
y rompiendo una vez más la severidad y
gravedad del tono de Grunya.
Hans Asperger por su parte entendía la
importancia de aquel silencio, y lo caro que
resultaría para su conciencia ética. Lo que debía
hacer era entregarse a lo que realmente sabía,
no defraudar a estos héroes que habían elegido
el anonimato, y poner en su investigación y
trabajo clínico el mayor de los empeños.
Sin vueltas atrás, todo por los niños. En su
intimidad lo atormentaba saber que no podría
salvar a todos, los estigmatizados por su
condición natural, los que evidenciaban
deformidades y aberraciones, sobre estos no
tendría poder, ni podría protegerlos bajo el
argumento de “pequeños profesores” útiles a
los propósitos del Reich, estos estarían
destinados al inevitable Spiegelgrund.
Esa noche buena, lo que se dijo y aconteció,
desapareció de la memoria de todos los
presentes como si nunca hubiera existido, todos
estaban obligados a olvidar y silenciar. Aquel
dicho popular definiría sus acciones toda la
vida, en cada uno de ellos.
“Olvidarse de lo que uno quiere, también es
tener memoria”.

79
Capítulo 8: 1937
Luego de haber superado el mal de mar, y pudiendo
apenas recuperar la vertical tras ocho días, sin salir
del pequeño camarote, que compartía con dos
hombres turcos, con quienes no había siquiera
cruzado palabra.
Dos literas para tres, el más pequeño se acomodaba
en el piso sobre unos bultos de lienzo, intercambiaba
de vez en cuando la litera con su compatriota, y
parecía haber un cierto grado de familiaridad entre
ambos.
Frankl, se asomaría al exterior de la cubierta por
estribor, en el segundo nivel, apenas por encima de
la bodega y los estancos del buque. El aire de mar le
abofeteaba la cara para espabilarlo, distinto al aire
viciado del cuarto. Los olores de prendas húmedas y
de humanidad, no eran precisamente agradables,
aunque se había acostumbrado a ellos, el aire de mar
evidenció el contraste.
Apoyado en el barandal trabó las rodillas para no
caer de bruces; perdía sus pensamientos con el
horizonte de mar y cielo, recordaba aquella Navidad
de hacía tres años, y como se suscitaron los hechos
posteriores.
En los meses siguientes había continuado recibiendo
noticias de Anni a través de Grunya, quien había
podido regresar a Moscú a salvo. Protegida de la
línea de frontera occidental.
Hans Asperger había sido padre y su mujer estaba en
cinta nuevamente, luego el tercero, en total sumarían
cuatro hijos.
Las condiciones en la clínica Lazar se habían
precarizado, Hans había tenido que suspenderlo de
las tareas que implicaban tomar contacto directo con
los pacientes, y sus tareas ahora menores habían sido
reducidas a menos que archivero. La inestabilidad
laboral y la posición indigna de los trabajos que se le
ofrecían el hospital, movilizaron la conciencia ética
de Hans quien le pidió que abandonara las
instalaciones, a cambio le propuso que colaborara en
un nuevo proyecto. La demanda de niños que
ingresaban a la clínica, de algún modo protegidos
por Asperger y su filosofía, aseguraban condiciones
al menos de supervivencia. Hecho que se extendió
rápidamente entre los padres de niños con
dificultades de algún tipo. Su método se popularizó
y ya no disponían de lugares para admitir más
pequeños en el hospital.
Viktorine y Hans, habían echado mano a la herencia
de la religiosa y consiguieron adquirir un edificio
que pronto se transformó en clínica y escuela,
albergando a más de trescientos niños en poco
tiempo. Allí de manera discreta y anónima con una

81
paga exigua colaboraba George, desde el total
anonimato. Se había convertido en un ignoto, la
mejor forma de sobrevivir al régimen antisemita del
tercer Reich.
Pasaron los días y meses, en la espera de noticias de
América, hasta que al fin llegaron. Sin ninguna
pertenencia más de lo que llevaba puesto, una
chaqueta de medio tiempo que abrigaba la desnudez
de un cuerpo cansado, pero esperanzado, había
emprendido aquel viaje para un nuevo comienzo.
A pocos días se encontraba de ver a su amada Anni
en Nueva York, debían estar a medio camino, solo
una semana más de espera.
Nada lo acompañaba a su exilio, solo un pequeño
maletín raído que había tomado del hospital antes de
abandonarlo, seguramente de otro colega. Allí
atesoraba el diploma de médico y una serie de
documentos que acreditaban su identidad y la
preciada visa que había obtenido gracias a la gestión
de Anni y el doctor Kanner, que había instruido una
pequeña organización judía para agilizar la
burocracia de los trámites de visado, y dar refugio y
trabajo a muchos judíos que desde Europa escapaban
del horror. Georg llegaría sin recomendaciones, sin
antecedentes, hubiera dado lo mismo que el diploma
de médico se lo hubieran entregado justo antes de
partir.
Los compañeros turcos, se turnaban por unas
míseras viandas de comida, que eran servidas en
pertrechos de guerra del ejército italiano. Habían
tenido la amabilidad de llevarle la suya cada día,
mientras él, no podía levantarse del camastro.
Con las náuseas y el mareo la comida siempre le
había parecido suficiente y hasta exagerada, pero
estaba de mejor compostura, y al ver la vianda se le
abrió el apetito, era avena en caldo de alguna clase,
suponía que debía ser de pescado, parecía una
variante del porridge que tanto le gustaba preparar a
Anni. No había necesidad de ponerse pretencioso,
tomó la vianda y agradeció; el turco pequeño le
sonrío apenas, se alegraba de verlo mejor. Georg
había perdido mucho peso, un tanto antes de zarpar
de Génova, y otro tanto durante lo que llevaba de
viaje. El pantalón la camisa y la chaqueta, parecían
haberse sobredimensionado en relación a su
complexión; advirtió que su cinturón estaba
enganchado del último posible agujero, y aun así
debía sostener a veces la vergüenza.
El barco era un viejo carguero de bandera italiana,
todavía a vapor, uno de los últimos de su clase,
adaptado para transportar personas. Los buques
modernos y rápidos tenían grandes motores de
combustible fósil o mineral, podían hacer el mismo
trayecto en la mitad del tiempo, pero estos estaban
afectados a la armada; solo paquebotes trasatlánticos
como el Viginian o Victorian, reservados para las

83
clases acomodadas y empresarios, seguirían
cumpliendo su propósito mercantil y no bélico. Eran
tecnológicamente avanzados, pero inaccesibles, por
lo menos para las personas como George, que
apenas habían logrado escapar llevando lo puesto.
Lento, sin prisa, pero sin pausa el viaje de George
continuaría por otros seis días, la comida era la
misma, día tras día, mañana y tarde; el menú
intercalaba, avena con caldo de pescado y polenta
seca con pescado en salsa de tomate. No importaba
mucho; cada día era un día más, significaba la
posibilidad de sobrevivir y recomenzar, bastaba para
George, además sería en compañía de quien amaba.

La mañana del 16 de Noviembre de 1937, no era


más fría que cualquier otra, en lo que había durado
el viaje, solo con mejor estado de ánimo, y con
mayor ansiedad, George se asomaba por estribor y
miraba hacia la popa esperando ver lo que aquel día
vio. En la lejanía del horizonte una línea oscura se
interponía entre el continuo cielo mar. Aquella era
América. Su corazón palpitaba acelerado y ya no
pudo volver a hacer ninguna otra cosa, a su lado se
aferraron en silencio y con la misma mirada de
George, los compañeros turcos y mas allá una
familia de algún lugar de Europa, y así una hilera de
personas se sumarian para conformar una barda
humana, en cada piso y nivel del barco.
El silbato del buque anunciaba que estaban pronto a
atracar, en un muelle de una diminuta isla frente a la
enorme Ciudad de Nueva York, George sabía de
aquel islote. Ostentaba en total desproporción una
gigantesca estatua en bronce, la “Libertad”
empuñando una antorcha, una nueva luz, para
nuevos sueños.
No había nadie esperando, solo personal del
gobierno de Estados Unidos de América, que serían
los encargados de hacer los controles migratorios y
sanitarios correspondientes, no era un trámite
cualquiera, los que no sabían el idioma tendrían
mayores inconvenientes que los angloparlantes,
muchos eran separados y retenidos en cuarentena, si
en su estado de salud se advertía algún deterioro.
Georg tuvo suerte, solo había perdido peso, hablaba
un inglés rudimentario y sus papeles estaban en
orden, solo estuvo demorado un día para oficializar
su ingreso a suelo americano, luego fue embarcado
en un ferry para cubrir las siete millas marinas, hasta
el puerto de Nueva York.

85
Capítulo 9: En los brazos de
Anni
De un salto se proyectó del puente, que unía una de
las escotillas del barco al muelle, para encontrarse en
los brazos de Anni. Quien lo abrazaba con amor y
dulzura, como a un niño que busca consuelo, se
besaron y se miraron largo rato sin decir nada, o
diciéndose todo.
A un costado había pasado inadvertida para George
Frankl, la presencia de un hombre sobrio, enfundado
en un traje gris, un tanto calvo y ojos muy juntos,
con párpados caídos como vencidos por el
cansancio, una sonrisa apacible y cara de buena
gente.
Cuando pudo retirar la mirada del rostro de Anni, y
tomar conciencia de esta presencia, sin más, el
hombre se acercó con los brazos abiertos para
abrazarle también, con cierta ternura, lo tomó por los
hombros y mirándole le dijo en alemán.
- ¡Bienvenido George! Nos alegra que estés
aquí.
- Gracias. - Respondió George, también en
alemán.
- Es, el doctor Leo Kanner. – Se apresuró en
presentarlo Anni.
- Gracias, doctor Kanner, gracias por todo lo
que ha hecho por mí, …lo que ha hecho por
Anni.
- Nada que deba agradecer Doctor Frankl.
Anni trabaja con nosotros y nos ha hablado
mucho de usted, y su trabajo ha hablado
mucho de ella misma. Me temo, que hay un
lugar que de inmediato me gustaría ocupara
en el hospital. Necesito alguien de su
experiencia en mi equipo.
- Gracias … pero yo. - Mostraba como si eso
bastara para explicar la situación, el maletín
raído; quedando en silencio.
Kanner entendió que estaba perturbado, recién
llegado, con ropas mugrientas y un maletín sin
nada más que ofrecer. La ansiedad de una
futura esposa que quería encontrarse con aquel
hombre.
- No se preocupe doctor Frankl, tiene otras
cosas que atender primero. Los dejo,
tómese un tiempo para reponerse del viaje.
Lo veré pronto.

Sin más que decir, Leo Kanner se retiró, del lugar,


dejándoles solos. Todavía debía viajar de Nueva
York a Maryland, donde vivía, en cercanías del
Hospital John Hopkins. Lo haría en su auto, por la
ruta 95 al Sur, serían cuatro horas de viaje.

87
Anni y Georg, se mantuvieron abrazados la mayor
parte del tiempo, caminaban lento rumbo al metro de
la estación Clifton, casi no hablaron solo se
sostenían y no se soltaban. Ella le había colocado
sobre los hombros una cachemira, que por gentil
descuido le había dejado Leo, al ver a Georg con
poco abrigo.

Al llegar a la estación, frente al ingreso se


detuvieron en un café americano, Anni procuró un
buen desayuno, con café, bisquets y huevos. Georg
comió lento, cuantas más calorías ingresaban a su
cuerpo más necesidad sentía de hablar y contarle a
Anni, antes que cualquier otra cosa, cuanto la amaba
y la había extrañado durante esos tres años.
Tomaron el metro hasta la Gran Central Terminal de
Nueva York, y de allí el tren que los llevaría a
Baltimore.
Anni vivía de manera modesta en el barrio de
Jonestown, en la calle Baltimore Este 1522, en un
departamento que rentaba en el segundo piso, con
los espacios mínimos y servicios compartidos, frente
al City Springs Park; esto era bueno, la vista era
agradable y el inmueble quedaba a pocas calles del
John Hopkins.
Había procurado las condiciones, para hacer de
aquel lugar un hogar para ambos.
Georg se reponía con cada kilómetro según
avanzaba el tren, había comenzado de a poco a
contarle a Anni, como era que conoció a la esposa de
Asperger, le contó sobre el embarazo y los que
vendrían; también de Grunya y su ardid para llevar a
los niños, de como había crecido la demanda en la
clínica Lazar y de la nueva clínica de Hans y
Viktorine, en la cual había estado colaborando. Anni
escuchaba con atención, conocía algunos hechos por
parte de Grunya, pero desconocía la mayoría.
El tiempo de viaje pasó rápido, llegaron de noche a
la estación de Pennsylvania de Baltimore, el frio al
salir era húmedo y no olía a nada que Georg, pudiera
recordar. ¿Olería a hogar?, se preguntaba. Le
gustaba sentir libertad, amar y ser amado. ¿Esto sería
ser feliz?, se preguntaba.

Caminaron los tres kilómetros de la estación


Pennsylvania hasta el departamento. Georg no podía
creer lo que estaba viviendo, o que estuviera vivo;
diferente a la primera caminata, ahora pese al
cansancio del viaje, estaba animado para conversar y
se detenía a mirar las casas y los escaparates de los
negocios cerrados, como un niño frente a una
vidriera de juguetes, todo le parecía bello, hasta se
permitía hacer bromas respecto de lo andrajoso de
sus prendas y lo gastado que estaban sus zapatos.
Anni sentía que lo había recuperado, ese era Georg.

89
Pasaron un par de días, Georg, se acostumbraba a las
rutinas de a poco, Anni había solicitado una semana
para acomodar su vida a la nueva realidad.
Durante el desayuno, Georg le comentó a Anni.

- ¿Sabes?, desearía formalizáramos nuestro


compromiso ante Hashem.
- Seguro, mi querido George, me hace muy
feliz escucharte decir esto, te había
reservado una sorpresa, pero te adelantaste.
Aquí a pocas calles nos esperan…, te
esperan, la congregación B´nai Israel, el
rabino Samuel Pliskin, está deseoso por
conocerte.
- ¿A mí?, ¿Por qué? - Era la primera vez que
escuchaba ese nombre.
- No fue fácil traerte de Viena, no solo el
doctor Kanner movilizó sus influencias
dentro del gobierno, la congregación juntó
los recursos económicos que sirvieron para
ablandar algunos corazones.
- No lo sabía.
- Ni tenías que saberlo. Debías concentrarte en
sobrevivir. No te culpes, ni sientas que le
debes algo a alguien.
- No, se trata de eso, debo ver al rabino
Samuel, de inmediato.
- Se llevarán bien, es joven, un polaco
refugiado, que logró escapar de los nazis, le
gusta mucho platicar y tendrá muchas
preguntas para hacerte. Es un gran
periodista y activista.

Con temor, y casi hablando en un susurro, le


preguntó como si se estuviera escondiendo todavía.

- ¿Somos muchos?
- ¿Muchos, qué?
- Muchos judíos, digo, ¿la congregación es
grande?
- Si, muchos, amor, miles, es la congregación
ortodoxa más grande de América, además
es la más antigua, fundada primero por
judíos rusos y ahora casi en mayoría
exiliados de Europa, tienen dos grupos de
estudio Chevrah Mishna y Chevrah
Gemorah, podrás discutir y compartir.
- ¿Sin restricciones, sin persecución?
- Así es.
Georg, era un hombre de fe, pero no muy apegado a
las prácticas religiosas. Ese mismo día había ido a la
casa del rabino Samuel Pliskin, en efecto
rápidamente congeniaron y se hicieron grandes
amigos.
El jueves siguiente la luna se anunciaría en creciente

91
y fijaron ese día para celebrar el kidushin. El rabino
no consideró que debieran guardar una semana sin
verse, creía que los tres años, habían sido suficientes
para generar la expectativa necesaria. A la boda no
faltó ninguno de los miembros de la congregación y
uno de los asistentes fue Leo Kanner.
Capítulo 10: Leo Kanner
Llegaría el día, en que debía presentarse ante Leo
Kanner, en el Hospital John Hopkins, habían pasado
15 días desde que hubiera desembarcado en
América.
Esa mañana se puso el traje que Anni le había
comprado, era color café tostado y el sombrero
camel, camisa blanca y corbata marrón, zapatos
nuevos y el viejo maletín que desentonaba. Como un
remiendo viejo desentona, sobre género nuevo. Pero
no importaba, aquel portafolios de cuero ruido
contenía su único y preciado bien.
Caminaron las cinco calles hasta el hospital
Hopkins, muy diferente al de Viena, más moderno y
de estilo victoriano. Con paredes desnudas de
ladrillo a la vista, se levantaba un poli bloque de
cinco pisos, sobresalía de la estructura un colosal
edificio central, que se correspondía con una cúpula.
El ingreso se abría a una plaza con paseo de noria,
esto proporcionaba agilidad al tránsito vehicular y
peatonal. La arquitectura elíptica, en su conjunto,
con el edificio de fondo y la simetría que
proporcionaba la cúpula central, le recordaba a
Georg, cierta similitud con la Plaza de San Pedro en
Roma; aunque de proporciones mucho más

93
pequeñas. No se parecía en nada a la arquitectura
claustral, que tenía el Hospital General de Viena.
Al llegar los esposos se soltaron las manos, Anni se
dirigió a uno de los costados del edificio hacia una
puerta de ingreso secundaria en el ala derecha;
Georg hubo de encarar la entrada principal, subió
unos pocos escalones, hasta un inmenso pórtico, que
remataba en un capitel de arco de medio punto,
confiriendo cierta elegancia y sofisticación al
ingreso. La puerta principal era la única pintada de
blanco.
El paso por una galería lo conduciría al corazón del
edificio, se abría entonces, debajo de la cúpula un
estar circular, iluminado por una lámpara de araña.
Convergían en aquel espacio diferentes puertas de
diferentes direcciones clínicas. Solo era cuestión de
leer los nombres de los médicos, en las placas a un
costado de las puertas, hasta dar con la de Leo
Kanner. No había manera de predecir jerarquías,
incluida la puerta del director de psiquiatría, el
doctor Adolf Meyer, su placa no era diferente a la
puerta y placa contigua, que en un mismo tenor
rezaba solamente, Leo Kanner, departamento de
psiquiatría infantil.

Golpeó tímidamente la puerta, y en un momento el


mismo Kanner la abrió. Sin poder siquiera decir
buenos días, recibió del doctor, un cálido abrazo
igual que el que recibiera en Nueva York, al bajar
del buque.
- ¿Cómo esta, mi buen amigo Georg? –
Georg, se preguntaba, ¿cómo podía decir,
mi buen amigo, si apenas se conocían?
- ¡muy bien doctor, con ganas de comenzar!
– se había adentrado en la pequeña oficina
y permanecía de pie sujetando entre sus
manos el desgastado maletín.
- Tome asiento doctor. – le había convidado
Leo con un gesto que señalaba una butaca,
frente al escritorio de madera con dos
cajoneras a un costado, y caóticamente
abordado de papeles expedientes y carpetas.
Costaba creer que alguien pudiera encontrar
un documento específico entre tanto
desorden.
- Gracias. Veo que tiene mucho trabajo aquí.
- Si, así es, el director Meyer, me acaba de
encargar conformar el departamento de
psiquiatría infantil; me encomendó reclutar
a los mejores profesionales del área y desde
que la doctora Weiss, trabaja con nosotros
no he podido quitarme de la cabeza sus
recomendaciones.
- ¡Pero yo!, No tengo nada con lo que pueda
acreditar, mi trabajo y especialidad.

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- Es cierto. – Leo Kanner tenía una sonrisa
afable siempre dibujada en el rostro y era
un hombre inmensamente alegre, pero en
aquel momento se transformó su mirada,
adoptó una fisonomía severa y frunció el
entre cejo. – Usted amigo, no tiene ninguna
recomendación, de nadie. Solo de su mujer
y estos documentos.
Había tomado de entre la montaña desordenada
de papeles un folder color celeste, con algunas
ediciones en alemán que él, había publicado
con Anni, años atrás, respecto de las psicopatías
infantiles. Entendió que Anni se había llevado
consigo esos documentos y se los había
entregado a Kanner. Por otro lado, se había
pronunciado con énfasis y severidad al decir,
“usted no tiene ninguna recomendación de
nadie”; le recordó las palabras de Grunya
Sukhareva la nochebuena de 1934. “Leo
Kanner por su parte estoy segura hará lo mismo
con usted, si por caso lo menciona – hablando
de Asperger - lo comprometería. Cualquier tipo
de vinculación conspirará con nuestro
esfuerzo…”.
Georg se había dado cuenta que Leo Kanner,
desde su llegada, jamás había hecho mención
de Grunya, ni de Asperger. Aquello debía
continuar con el mismo y leal silencio con el
que todos se habían comprometido. Así no
podría mencionar, ni referir en sus
publicaciones a ninguno de sus antiguos
amigos.
- Si, esos artículos son de cuando
trabajábamos con Anni en… - Se silenció
de repente. NO sabía si dar o no detalles.
- Esta bien, Georg. No se preocupe. Lo
ayudaré a comenzar de nuevo. – Tomó el
folder celeste y lo metió entre el desorden
de papeles, al punto que parecía quererlo
extraviar por completo.
- Bien, a comenzar entonces. - Decía resuelto
Georg, no tenía más que hacer, ni decir.
- Le mostraré las instalaciones, y le
presentaré a su asistente que le explicará
toda la dinámica.

Salieron de la oficina y caminaron hacia la derecha,


luego de pasar por una galería corta, de unos cuatro
metros, llegaron a un sector cuyas puertas eran de
vidrio enmarcado, sobre el que se leía psiquiatría
infantil “Harriet Lane”. Del otro lado, una serie de
consultorios amplios y una sala de espera, en la cual
vería una silueta, que reconoció de inmediato y le
fue presentada como su asistente.
- ¿Anni?, ¿Tú serás mi asistente y guía?

97
- Así es doctor Frankl. – a Georg le gustaba
cuando Anni le llamaba “doctor Frankl” esa
aparente distancia formal, que se obligaba a
asumir en el ámbito laboral, le divertía
mucho.
Georg notó cierto grado de complicidad entre Anni y
Leo. Quien había echado a reír dejándoles solos.
Todo aquello era muy diferente a los modos de
Asperger en la clínica de Lazar, aquí los niños
pasaban por un cuidadoso proceso de evaluación
médico-clínica, luego eran valorados por un equipo
de psicólogos y psiquiatras. Cada niño era asignado
a un profesional responsable, y todos eran pacientes
ambulatorios, entraban y salían del nosocomio en
diferentes turnos. Se atenderían en aquellas
instalaciones hasta 400 niños.
Georg debía comenzar por conocer a los colegas de
trabajo, le fue presentada por Anni, la médica
responsable del departamento clínico, la psiquiatra
infantil Eugenia Cameron, no solo serían grandes
amigos sino trabajarían en proyectos de manera
conjunta. Luego debía conocer a los niños, primero
por sus historias clínicas y después personalmente.
Le gustaba y creía que el modo ideal, era tan solo
jugar con ellos. Mientras no fuera una exigencia,
nunca había usado bata blanca de médico y cuando
era director en la clínica Lazar, instruía de igual
manera a su personal. Asperger siempre había sido
reacio a dejarla, así que era el único que siempre la
llevaba puesta. Ahora en el Hopkins, nadie la usaba;
eso lo hizo sentir particularmente cómodo.
Al cabo de unos días, se había familiarizado
rápidamente con la dinámica institucional, con los
colegas de trabajo, y con los niños. También había
mejorado notablemente su inglés, que se apropiaba
de los matices americanos, por su parte Anni que
hablaba un perfecto anglosajón, conservaba el color
británico en su acento, de hecho, muchos la
confundían con una ciudadana inglesa.
- ¡Buenos Días!, colegas… - Había
irrumpido Kanner en la sala, y de manera
genérica había saludado a los presentes.
- Buenos días, doctor Kanner. – Había
respondido Georg, que en ese momento
estaba jugando con Thomas, uno de los
pequeños, que, al ver a Leo, levantó su
manita respondiendo el saludo.
- Doctor Frankl, veo que se ha habituado al
departamento; es hora de que le asigne
responsabilidades. Está ya en condiciones
de sacar su licencia americana como
médico, tendrá que preparar su examen.

Georg Frankl, fue uno de los 200 médicos, que


Kanner ayudaría a escapar de Europa, tras la
persecución nazi, y sería uno de los que más

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rápidamente tomaría y aprobaría, en el primer
intento, el examen para obtener la licencia americana
como médico.

Golpeó la puerta de Kanner, por segunda vez desde


que había llegado hacía un año, pero serían cientos
de veces sino miles, las que Georg visitaría ese
despacho.
Frankl se convirtió rápidamente en la mano derecha
de Kanner, tenían la misma edad, aunque ambos
parecían mayores. Sería su amigo y confidente, y
pese a que se contaban absolutamente todo, jamás
mencionarían a Asperger o a Sukhareva, y mucho
menos se mencionaría el paso de Georg por la
clínica Lazar.
Se abrió la puerta y de inmediato, Frankl sabía lo
que seguiría, sería un abrazo afectuoso. Kanner no
solo era la persona más sensible que había conocido
Georg, también era la persona mas proba, ética y
humana, con la que se habría de encontrar jamás.

- Toma asiento Georg. – Sobre el escritorio


el usual desorden de papeles, solo Kanner
podía trabajar en ese caos. Sobre la
montaña estaba la carpeta color celeste con
sus publicaciones que le había mostrado
hacía un año. – Desde que Anni me entregó
estos documentos he estado estudiando y
poniendo atención a vuestro enfoque. – se
llevaba la mano a la cara y se pellizcaba la
barbilla mirando el techo. - Encuentro
fascinante el comportamiento de los niños
con psicopatía autística, aunque no logro
perfilar la clínica de esta patología, adhiero
a la idea de que este trastorno
neurobiológico, tiene un componente
afectivo relacional importante, me gustaría
que investigáramos con los casos que
tenemos en la clínica.
- Será un placer doctor Kanner.
- Quisiera empezaran con este caso. – Sacó
una hoja de admisión, solo leía el nombre
de un niño y algunos datos filiatorios.
- ¿Empezarán? ¿Con quién debo Trabajar?
- Con la doctora Cameron, será una buena
dupla ella con los aspectos clínicos y tú con
tu teoría y sensibilidad.
- No podría tener mejor compañera, ¿quién
es el pequeño?
- Donald Triplett, cinco años; acabo de
recibir de su padre, un reconocido abogado,
la petición de admisión en la clínica, viene
de una internación psiquiátrica, derivado
con mal pronóstico. Por alguna de las
descripciones que refieren su madre y su
padre, puede ser candidato para dar con el

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perfil y encuadre clínico de las psicopatías
autísticas.
- ¿Psicosis autísticas?, ¿así como las
menciona Bleuler?, ¿aun cuando
supongamos un trastorno afectivo o de
contacto?
- Tienes razón, vengo pensando en la
posibilidad de llamarla psicosis de contacto,
o psicosis infantil.
- ¿Por qué no?, Simplemente… autismo.
Cronología de hechos históricos
1911: La evidencia demuestra que Eugene Bleuler,
fue el primero en dar el nombre de autismo al
síndrome de abstinencia social, que asociamos hoy
con esta condición.
1926: Los niños autistas, fueron descritos en un
artículo (como esquizoides) por Grunya E.
Sukhareva, médico psiquiatra rusa de origen judío.
1930: Adolf Meyer, médico suizo que dirigió el
departamento de psiquiatría en Johns Hopkins invitó
a trabajar a Kanner al Johns Hopkins con una beca
de psiquiatría infantil de la Commonwealth.
1932: Muere el doctor Erwin Lazar Director de la
clínica de Psiquiatría Infantil del Hospital General
de Viena, asume de manera transitoria la Doctora
Valerie Bruck; El médico jefe de psiquiatría de 35
años, fue Georg Frankl; ese mismo año ingresaría
como residente médico de la clínica Hans Asperger.
1933: Frankl, elabora un documento sobre el
deterioro del lenguaje en niños “ordenando y
obedeciendo”; comparte sus impresiones con
Asperger. Había comenzado en sus escritos y hasta
mediados de la década del cincuenta, a hablar de un
continuo en el trastorno; antes que Lorna Wing
hablara de espectro. También observó la
“desconexión” entre los gestos y la mímica respecto
del discurso. Especuló sobre las bases
neurobiológicas del trastorno. Weiss por su parte
observó y describió la inteligencia oculta, las

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fijaciones y las dificultades en la comunicación.
Hitler fue nombrado canciller en Austria.
1934: Era muy difícil mantener en Viena, para los
médicos judíos sus puestos y trabajos.
Asperger bajo la supervisión de Frankl, había
comenzado a formular sus propias ideas respecto a
los criterios clínicos para el diagnóstico de las
psicopatías autistas, aunque se separa de este
concepto ya que no menciona ninguna esquizofrenia,
publica “Los psicópatas autistas de la infancia” en su
estudio de cuatro casos.
Anni Weiss es despedida del Hospital General de
Viena.
1935: Weiss describe la psicopatía de un niño en lo
que llamaríamos hoy Trastorno del Espectro del
Autismo, en la primavera de este año, desde Nueva
York donde había de comenzar de nuevo.
Kanner en el Hospital Johns Hopkins, comienza a
elaborar su texto de psiquiatría infantil.
Asperger con 28 años, fue nombrado por Franz
Hamburger director general de la clínica de
psiquiatría infantil del Hospital General de Viena,
siendo residente de tercer año ganó su promoción
por ser católico, los judíos como Frankl o Weiss no
eran candidatos promovibles.
Kanner recibe a Alfred L., su caso de estudio
número 8, como se lo conocería, fue incorporado a
los 11 casos de estudio que se publicarían luego de
que Frankl, evaluara sus conductas junto con el caso
Triplett, y fueran reconocidas por este como
conductas autistas.
1936: La madre de Weiss la visita en Nueva York,
luego de escapar de Alemania para radicarse
definitivamente en Inglaterra.
1937: Frankl, deja Viena, llega a Nueva York el 16
de noviembre, se casó con Anni Weiss el 22 de
noviembre; prontamente se incorpora a trabajar con
Kanner, en el Hogar para niños Harriet Lane del
Hospital Johns Hopkins.
1938: En otoño de ese año Kanner, recibe a Donal
Triplett, se lo conocería como el caso número 1, de
los 11 publicados, se lo encomienda a Frankl y a
Eugenia Cameron, para que realicen el seguimiento
y valoración, durante las tres semanas de estudio no
lograron darle al caso, una identidad diagnóstica
satisfactoria.
Asperger dio una charla en Viena donde habló
públicamente sobre “psicópatas autistas”, de las
“decisiones difíciles” y de los “malos genes”,
justificando su postura en relación a la práctica
eugenésica y eutanásica.
1939: Franz Hamburger, se reconoce como un fuerte
partidario nazi con severas opiniones antisemitas.
1940: Anni Weiss toma distancia respecto de las
investigaciones sobre el comportamiento autista,
Frankl se alejaría en 1944 pero escribirían juntos un
último artículo sobre autismo en 1957. Frankl,
transfiere su licencia médica a Carolina del Norte en
Estados Unidos de América.
1941: De modo transitorio Kanner y Frankl,
estuvieron de acuerdo en que la palabra autista, sería
la indicada para describir el comportamiento de
Donald Triplett. Ese mismo año Frankl dejaría a
Kanner, cuando este lo recomendará como director

105
del Centro de Orientación en Buffalo, luego sería
director de la clínica de orientación infantil de la
Universidad de Kansas.
En Viena se adoptó la política eutanásica como
procedimiento clínico, para las personas con
discapacidad, el hospital Spiegelgrund de Viena
sería el nosocomio comprometido para tales fines, a
los niños con discapacidad se los llamaría
“comedores inútiles”.
1942: Kanner menciona por primera vez, “trastornos
autistas del contacto afectivo”, a las manifestaciones
del comportamiento observadas en D. Triplett.
Gran parte de los niños austríacos que puntuaron
debajo del rango de CI, habían sido exterminados.
1943: Se hizo público el documento de Kanner sobre
“los trastornos autistas del contacto afectivo”; sin
citar ninguna fuente, sobre el concepto que acababa
de construir, lo haría en otras publicaciones años
más tarde; es la primera vez que utiliza la palabra
autista, y no autismo.
La doctora Eugenia Cameron, había dejado el equipo
de Kanner y estaría a cargo de la Junta de salud del
Estado de Wisconsin.
1944: Hans Asperger, publica su tesis “Die
Austistieschen Psychopathen´Kindersalter” (Los
psicópatas autistas en la infancia). El mismo año fue
reclutado para enlistarse como oficial médico en la
guerra, participando en la invasión a Croacia.
1945: La hermana Viktorine Zak muere en un
bombardeo que destruyó la escuela que había
fundado con Asperger y desaparecen muchos de sus
documentos e investigaciones.
Curiosidades:
Kanner, Sukhareva y Frankl, tenían la misma edad,
los tres judíos, excepto Frankl; Kanner y Sukhareva
eran ucranianos hijos de rabinos. Todos hablaban
ruso y alemán. Asperger solo alemán. Entre 1980 y
1981 en un lapso de seis meses morirían, Asperger,
Kanner y Sukhareva.

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Nota
Los datos de la novela y la cronología histórica, se basaron en gran
medida, sobre el artículo de investigación de Jhon E. Robison “Kanner,
Asperger, and Frankl: A third man at the genesis of the autism diagnosis
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10.1177/1362361316654283
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