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María Madre de la Iglesia

Lic. Adriana Olguín|

La obra y la acción de María no acaban en el Calvario

¿Qué les parece si entramos también nosotros al Cenáculo, donde están reunidos los
apóstoles con María en espera del Espíritu Santo? Los apóstoles formaban la primera
Iglesia y María era la Madre de esa Iglesia, ¿Cómo no iba a estar María ahí?

Al recibir una vez más María al Espíritu Santo en Pentecostés, recibe también la fuerza para
cumplir la misión que, de ahora en adelante tiene en la historia de la salvación: ser la Madre
de toda la humanidad, Madre de la Iglesia.

Todo su amor y todos sus desvelos son ahora para los apóstoles y los discípulos de su Hijo,
para su Iglesia que es la continuación de la obra de Jesús. Ella acompaña la difusión de la
Palabra, goza con los avances del Reino, sigue sufriendo con los dolores de la persecución
y las dificultades apostólicas.

María en el Cenáculo es la Reina de los apóstoles y los protegía

El Trono de Sabiduría que les enseñaba a orar y a implorar la venida del Espíritu, era la
Causa de la alegría y el Consuelo de los afligidos, y por eso les animaba. Pentecostés, con
la venida del Espíritu Santo sobre aquella comunidad cristiana congregada en el Cenáculo,
marca el comienzo de los hechos de los Apóstoles, el comienzo de la evangelización, de la
difusión y propagación de la Iglesia. Este crecimiento y expansión eran debidos a la fuerza
del Espíritu que habían recibido los apóstoles, pero María estaba allí presente con su
oración y fe; y lo mismo que participó en la formación de Cristo en Nazareth, participa
ahora con su presencia orante en el nacimiento y expansión de la Iglesia y en su misión
evangelizadora. ¡Y cómo amaba a los apóstoles! ¡Cómo los miraba! ¡Cómo los animaba!
¡Cómo los bendecía!... Ahora ya no había misterios sobre Jesús, y María y los apóstoles no
podían sino amarse con el mismo Corazón del querido Hijo y adorado Maestro. Por eso,
podemos sacar un segundo rasgo de María, aquí en Pentecostés: María mujer
evangelizadora desde el primer momento de la Iglesia. Es una constante de la historia de la
Iglesia, María ha estado presente en la evangelización de todos los pueblos en los diversos
continentes, como lo muestra la historia.

La Comunión de María

Por el libro de los Hechos sabemos que todos se reunían para la Fracción del Pan,
convencidos de la presencia real del Señor en la Eucaristía. ¿Cómo recibiría María a Jesús,
el mismo Pan divino que se horneó en sus entrañas de Madre? Es fácil adivinarlo. La
Comunión de María era por fuerza una Comunión única, y en cada Comunión quedaba
María, la llena de gracia, colmada cada vez de una gracia creciente hasta límites casi
infinitos... El amor nos dicta muchas cosas al hablar de María. Pero, aunque pongamos en
las palabras todo nuestro corazón de hijos, preferimos hablar de María así, con la Palabra
de Dios en la mano. Dios no ha podido ser más claro ni más explícito.

Agradecemos así a nuestro papa Francisco por habernos otorgado la celebración litúrgica
de María, Madre de la Iglesia colocada en el calendario litúrgico ocho días después de la
celebración de Pentecostés.

María, Madre de la Iglesia…. Ruega por nosotros.

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