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TL, LA PEQUENA PANTALLA Con la television, el relespectador es la pancalla MARSHALL MCLUHAN Quica tiene un celevisor ¢5 duerio de Ia televi- sin, Esco no ocarre ni en el teatro ni en el cine, en los que el espectador no se sionte duefio del ratte del cine. FEDERICO PELLINI 1. DE 1A GRAN PANTALLA A LA PEQUENA PANTALLA Con el nacimiento de la elevisién empieza un nuevo capl- tulo en la historia de las pancallas y de sus imagenes. El pablico ya estaba familiarizado con las imigenes en movimiento que habia visto en las salas de cine y no parecta dificil que aceprara un aparato que le permitiera disfrutar de este tipo de imagenes en Ia ineimidad de su propio hogar. ‘Como posibilidad técnica, la televisién habia sido inventa- da en dl siglo XIX, antes incluso que el cinematdgrafo. Si bbargo, habria que esperar a las décadas de 1920 y 1930 para asistra los primeros servicios regulares y demostraciones pabli- cas de la televisién, Entre mediados y finales de los aitos veinte, John L. Baird logré realizar la primera retransmision de televi- 4idn en Londres y consignié la primera seit de televisién trans- atlantica entre Londres y Nueva York. Unos afios despues, et 1934, Vladimir Zwvorykin puso en funcionamiento ef iconos- copio en Estados Unides, basado en el principio de emisién fo- soeléctrica, En 1936 se efectuaron las primeras emisiones con programacién en Inglaterra, y tres anos mds tarde en Estados Unidas, coincidiendo con la Exposicién Universal de Nueva York. En dicha exposicién, cuyo tema fue vel mundo del ma- faanas, la tclevisién fue presentada como la iltima maravilla de la ciencia y el presidente Roosevelt pronuncid un emotivo dis- 7 curso sobre el nuevo medio de comunicaci6n. Sin embargo, las etransmisiones se interrumpieron con motivo de la Segunda Guerca Mundial, y no se reanudaron hasta que ésta termin6. ‘Al principio no estaba claro dénde estaba realmente el mer- cado de la televisién, La nueva tecnologia fue vita en sus inicios como un especciculo colective, como una atcaccién popular asociada a la multivud, Ejemplo de ello son los acontecimientos ‘maltitudinarios en los que la televisisn dio sus primeros pasos: los Juegos Olimpicos de Berlin, en el verano de 1936, 0 la Ex- posicién Universal de Nueva York, en 1939, Asi, la television como «una experiencia individualizada, privada y regular, para consurnidores acomodadas y para ser disfrutada en casa, no fue la primera reaccién, y no fue precisamente un éxieo apabullante cuando aparecis».' El publioo consideraba que los aparatos eran muy catus y ne habia muchos programas que ver. ‘No seria hasta los afios cincuenta cuando la televisién se impuso Gnalmente como aparato doméstico y cuando su uso privado se estandaizd, superando el cardcter de especticulo pai- blico que cuvo en sus inicios. Despues de la Segunda Guerra ‘Mundial se mejoré mucho la recepcin de la sefal televisiva, las paneallas de los aparatas se hicieron un poco mais grandes, habia mas programas disponibles, algunas estaciones se convit- teron en cadenas, y el costo de los aparatos fue disminuyendo progresivamente. Gracias a este conjunto de Factores, la televie sion fue entrando paulatinamente en los hogares (la sala de es- ‘ar, principalmente) y, poco a poco, en las zonas mes intimas y personales (habiraciones). Asi, si en el aio 1945, en Estados ‘Unidos, silo 8 millones de hogares contaban con un aparato de televisidn, diez ais después esa cantidad era de 35 millones, casi el 67% de la poblacién cotal de ese pais, y a finales de la década de 1960 el porcentaje ascendia a mas del 95%, Otro factor que explica la progresiva irrupcién del aparato ‘elevisivo en las casas fue la creacién de una sideologia de lo do- mésticas o de lo shogaresios que pudiera retener a los consumi- LJ. Hartley, Las mss de la relevisén, Barcelona, Paids, 2000, p. 108. 58 dores en sus casas, Es lo que sostiene John Hartley al sefialar que antes de que la televisign pudiera ser inventada como medio do- méstico, sus consumiclores potenciales debian tener el habico de estar en asa, de modo que lo primero que hubo que inventar fue el concepto de shogar como lugar de ocio doméstico. Hartley sefala que en esta ideologia de lo doméstico la nevera jugé un papel fundamental, ya que sin ella y su capacidad de almacenar alimentos de forma higiénica y duradera nunca habriamos adop- tado el estilo de vida de estar en casa que esté en la base de la cul- cura de consumo. Antes de la invencién de la nevera, las personas se divertian en espacios pliblicos, los nifios jugaban fuera de las casas, y los adultos se enttetenian en lugares como cines, bares, bingos. burdeles o estadios deportivos. Con la llegada de la neve- ra se cre6 una nueva domesticidad y se gener6 un nuevo gusto de la gente por permanecer en la casa. Sin la nevera, dice Hardey, la television no habria sido posible, porque no habria habido: suficientes hogares en los que meter un televisor y mancenetlo como medio de masas, no habria habido suficientes familias que se quedaran en sus casas para verla, no habria habido sufi- cientes bienes de consumo como para que fueran anunciados Luly no habria habido una cultura doméstica en fa que los ‘enurctenimientos pudieran atcaer alas audiencias.! Este tipo de ideologia de lo hogareito se asocia especial- mente con la posguetta estadounidense, donde se desarrollé de manera mds espectacular y fue expuesta con mayor entusiasmo por parte de sus promotores, productores y por la propia gente, cada vez més «caseras, El hogar se convirtié entonces ¢n un ¢5- tilo de vida en si mismo, convirsiéndase en una especie de «tnd quina para vivire, como dijo Le Corbusier, donde el televisor jugaria un papel fundamental. Por otto lado, como ha sefialado ingeniosamente David Morley, esta entrada de la television en los hogares trajo consi- 1. J, Hatley, Loe ioe de a television, op. sie. pp. VAB-144. 59 go una «domesticaciéns del propio aparato y su pantalla en la vida familiar. Hubo que integear al objeto fisco en si dentro del mobiliario de la sala, desplazando los muebles existences para acomodar el nuevo aparato, que con el tiempo Ik vertirse en un auténtico «objeto totémica del mobiliario, que es central para nuestro concepto contemporineo de hogar». Oxra forma de domesticar el nuevo aparato fire la prictica, cada ver més comiin, de colocar objetos preciados, como fotografias y recuerdos familiares, encima o alrededor del televisor, una préc- tica que con el ciempo legaria a incluir los abjetos més diver sos: plantas, peceras, figuras de porcelana, souvenirs, etc. Asimis- mo, la introduccidn del celevisor en los hogares afects también al tiempo doméstico, que se tuvo que reorganiar y estcucturar en fancidn del nuevo aparato y su pequefia pantalla, Et resuleado fac que la vida de las personas emperé a programarse cada ver nds cn torno a la televisién y sus programas, Como el cine anteriormente, la television se sirvié de otros. medios para forjar su identidad, segun la légica mcluhaniana de que un medio siempre contiene otro medio. Asi, de la radio heredaria su condicién de medio de telecomunicacién, lo que le permite transmitit imagenes en directo dirigidas a una am- plia audiencia que recibe sus mensajes en la intimidad de su hogar: del petiodismo tome prestada su funcién informativa; del teatro su caricter de especticulo interpretado por actores; ¥ del cine su condicién audiovisual? La televisién vino a ocupar cl lugar que antes ocupaba la radio como medio doméstico en , sustituyendo el len: guaje hablado de ésta por la imagen-movieniento del cine. La televisidn metié el cine en casa, llevando su espectaculo de ima- genes al propio domicilio familiar y configurando asf una suer- te de «cine a domiciliow accesible desde cl propio hogar. Sin embargo, el propio formato de la televisin y su peque- fia pantalla hacen de la imagen televisiva una imagen de baja 1. D. Morley, Mads, madermided y omit, Barcelona, Ged, p. 229, 2, Vease R Gubeen, Medierionicar de means, Made, Historia 16, 1997 60 definicién comparada con la imagen foroquimica del cine. Es el paso decisivo de la gran panialla a la pequetia pancalle, que configura un nuevo tipo de imagen en relacién ditecta con esta reduccién de formato y de tamafio. Una imagen que, en pri- met lugar, pierde ese cardeter de fascinacién y de ritual coleet vo que tiene la imagen cinematografica proyectada sobre la gran pantalla. Este aspecto fue seialado por muchos cincascas, tebricos y criticos del cine al impanerse el uso de la television, Sirvan las siguientes palabras del director italiano Federico Fe- llini como ejemplo de esta ertica comin a la pequefia pantalla: Pienso que el cine ha perdido su autoridad, su misterio, su prestigio, su magia. Esa pantalla gigance que domina la sala amorosamente reunida frente a ella, llena de pequeiisimos hombres que miran rostros inmensos, labios inmensos, ojos it~ ‘mensos, que viven y respiran en una dimensiéa inalcanzable, fancistica y rea! a la ver, como la del suefio, esa pantalla magica yy grande ya no fascina: hemos aprendido a dominarla, somes més grandes que ella, Vean en qué la hemos convertido: en una pequefia pantalla, pequefia como un almohadén, entre la bi- blioceca y una maceea de flores. Algunas veces, se la ubica inclu so en la cocina, cerca de la heladera, Se ha convertido et, un electrodoméstico, y nosotros, en nuestto sillén, control remot0, ‘en mano, ejercemos sobre estas pequefias imagenes un poder cotal, ensaftndonos conera lo que nos resulta ajeno o aburricto." Con la televisién, el cine se desnacuraliza, se destinaliza, pierde su cardctec colectivo, magico, religioso: la pantalla no es ya deidad ni prostituta, ya no estd ahi para todo el mundo, piiblica- ‘mente, sino s6lo para tnos pocos, de manera privada. Las pelicu- as son ahora consumidas en un contexto y una situaciéa muy ferences a las de la sala de cine. Son vistonadas en una pequefia pantalla y de baja definicién, de una manera individual o limica- da a la compaiia de los propios familiares, com la luz del hogar 1. B, Pallini Fellini par Fell, Paris, CalmannLévy, 1983, pp. 192-193. 6 encendida, con numerosas interrupciones y distracciones sungidas del encorno del espectador, en una actirad mas bien distraida, in- diferente... El celespectador es un sujeto menos cancentrado que cl espectador cinematogréfico, porque tiene ante si todo un mun- do de nuevas distracciones: conversaciones, tareas domésticas, ni- fos, ruidos, etc, Félix Guattari nos dejé una bella descripcién de esta nucva forma de «recepei6n distraida», més aguda que la des- crita por Benjamin en relacién con el cinemadgrafo: Cuando veo la televisidn, existo en ta interseccién 1) de tuna fascinacién. perpetua pravacada por las animaciones lu- sminosas de la pantalla rayanas en lo hipnético: 2) de una rela- ign cautiva con ef contenido narrativa del progeama, asocia- da a una conciencia laveral de los evencos que me rodean el agua que hierve en la cocina, un nif que llors, el reléfo- no... 3) de tun mundo de fantasmas que ocupan mis ensoiia- ciones. Mis sentimientos de idencidad personal se ven empu- jados asi en varias direcciones. ;Cémo pucdo mantener un sentido de unidad relative, a pesar de la diversidad de compo- nentes de subjetivacién que pasan por m@ Es cuestién del re- freno que me deja fijado frente a la pancalla” Guattari describe asi, con el ejemplo paradigmatico de la recepcién velevisiva, la heterogeneidad de una subjetividad atenta, en la que continuamente aparecen nuevos umbrales por los que la atencién divaga, se desenfoca, se pliega sobre si mis- ima... Sila ectisis continua de la capacidad de atencién» es uno de los aspectos cruciales de la modernidad, como sugiere Jo- nathan Crary ~que es quien recupera la cita anterior de Guatta- 1 la television radicaliza esta situacién con su mezcla conti- nua de estimules: los de la propia pantalla, los del encorno que nos rodea, los de nuestros propias pensamientas, fantasia y en- sofaciones. Como ha sefialado el fikésofo Gianni Vattimo, 1. Citado en. Craty, Siupeniones de f perepeién, Atencin, epecticus Jo ycnteara moderna, Masti, Akal, 2008, p. 81 62 inrensificarse de los fenémenos comunicatives, el acentuar- se de la circulacién informativa hasta llegar a la simultaneidad de la crénica televisiva en direcco (y a la valdea global» de McLuhan) no representa sélo un aspecto entre otras de la modernizacién, sino, de algin modo, el centro y su mirada por las diferentes imagenes que sc le ofrecen. El teles- pectador se conviexte entonces en un /ldneur audiovisual que se pasea ociosamente por los canales, series y programas que habi- tan el univetso televisive, de una manera espoutténea, libre y sux perficial, saltando de una imagen a otra como el flaneur patisi- no saltaba de un escaparate a otro, de una multitud a otra. La televisi6n es pata el flanenr audiovisual lo que la gran ciudad era pata el flineur de Poe, Baudelaire y Benjamin: un espacio de ‘cio 7 curiosidad por el que desplazarse libremente, registrando mentalmente los rostros y figuras de Jos paseantes para bozear- os inmediatamente después y sustituirlos por otros tmuevos, tal ¥ como ocuste en esa scultura del zapping» que nace con la pe- ‘queda pantalla y que es la sefia de identidad del espectador tele- . EL zapping es, pues, el comienzo de la nueva flénerie del siglo XX, que se extenderd propresivamente al resto de los me- dios interactivos que irén surgiendo a lo largo del sigh 3, LA PEQUBNIA PANTALLA Y @LA MUERTE DEL CINE? Creo que debemos comerzar a ver el cine de tuna nueva manera, empezando por abandonar los Viejas mitos.. ROBERTO ROSSELLINI 70 Y si usted y yo, Roberto, nos yolvemos hacia fa televisidn, es porque la televisién esti en una si- tuacién técnica primitiva, que puede devolver a los artistas el espirita combacivo del cine inicial, cuando todo lo que se hacia era bueno. JEAN RENOIR En un principio, los grandes estudios cinemarograficos vie~ ron la televisién como una vetdadera amenaza pata la industria del cine. Muchos creyeron que a pequeta pancalla acabaria matando al cine, segiin esa lgica de sustisucién (west. matars , cuyos citulos se empiezan a amontonar en [a6 e&- tanterias hogarefias junco a los libros que componen nuestea bi- blioteca. Como recuerd2 Adrian Martin, aunque las nuevas preocupaciones por una nueva cincfilia empezaron a expresaise a medliados de los aftos sesenta, cuando los jévenes comenzaron a ver las grandes obras de cine por primera (y a veces tinica) vez

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