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Hay un viejo chiste —de hecho es tan viejo que las generaciones más nuevas
no lo conocen y, por eso, puede reciclarse.
Finalmente, cada llamamiento bíblico era único. Ningún llamado era igual a
otro. Las circunstancias, la naturaleza, las expectativas del llamamiento: todo
era personalizado. Cuando Dios quería que alguien dijera algo o guiara a un
pueblo, él se lo ordenaba a la persona en una forma que no tenía
precedentes.
He vivido mi vida bajo la disciplina del llamamiento. Al mirar atrás, parece que
el llamado emergió debido a una conspiración familiar, en la cual mi madre y
abuela le pidieron fervientemente a Dios que levantara un predicador en su
familia. Ese predicador aparentemente era yo. Para mí es todo un misterio la
forma o la razón por la cual Dios combinó su elección con las oraciones de
dos mujeres. Pero la oración de estas mujeres forman parte de la historia.
Cuando tenía dos años, dos aviones de combate se estrellaron justo sobre mi
hogar. Combustible y desechos llameantes cayeron sobre nuestro vecindario.
Yo estaba en el patio de atrás justo en el único lugar donde no cayó ningún
resto. El hecho de que no me pasara nada fue un misterio, tal vez un milagro.
Tres años después en una situación similar, me rescataron de un incidente en
donde casi me ahogo. Así es la historia de mi vida: Dios había preservado mi
vida por un propósito que solo él conocía.
«Confundes los colores», me dijo un doctor mientras examinaba mis ojos. «No
puedes distinguir muy bien ciertos colores, por eso, no calificas como piloto».
Mientras dejaba el centro de reclutamiento, creí haber escuchado una risa del
cielo. Como si Dios me estuviera diciendo, «¿Realmente creíste que te
escaparías tan fácilmente de tu llamado?» Mi corta rebelión se acabó, me
sometí a lo que parecía ser inevitable —estaba destinado a servir a Dios.
Usted podría llamar esto una historia de llamamiento. Cada persona llamada
tiene una. Una historia de llamamiento es una historia de «palabras y eventos
susurrados» que captura su alma y puede estar seguro de que Dios le está
hablando.
Para otros, como yo, el llamamiento es como un continuo goteo: una gota tras
otra hasta que usted deja de resistirse: «¡Está bien, está bien!»
Tal vez soy solo yo, pero ya no escucho tantas historias de llamamientos hoy
en día. Escucho menos historias de llamamientos y más acerca de carreras,
menos acerca de la voluntad de Dios para su vida y más acerca de cómo
reconocer una oportunidad. En los campus de los seminarios, conozco menos
estudiantes que me dicen: «Estoy aquí porque Dios me ha llamado al
ministerio»; por el contrario, hay más que me dicen: «Sólo estoy probando las
aguas, por eso, solo llevo unos cuantos cursos».
Tal vez fue conveniente disminuir el sentido del llamado porque esto
significaba que todos nosotros éramos iguales en la designación de Dios y,
por esa razón, no tenemos que seguir a ningún otro líder si no queremos. Tal
vez caímos en la misma lógica de aquellos líderes israelitas que le dijeron a
Moisés: «¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son
santos, y en medio de ellos está Jehová, ¿por qué, pues, os levantáis
vosotros sobre la congregación de Jehová?» (Nm 16.3). Para ellos, las
palabras tienen un matiz religioso y parecen ser bastante razonables. Sin
embargo, la última vez que leí la historia, aquellos que dijeron tales cosas se
los tragó la tierra en un terremoto. ¡Imagíneselo!
Reconocimiento de la voz
«Ve y busca a los pobres», San Francisco escuchó que Dios le decía
en su corazón a través de sus amigos y de encuentros inevitables con
leprosos. El Papa intentó convertirlo en administrador, en arquitecto, en
un funcionario jerárquico. Pero Francisco se rehusó porque su instinto
estaba dirigido a los pobres. Además, todos aquellos que lo habían
conocido como el hijo frívolo de un comerciante se maravillaron al ver
la transformación. Instintivamente, sabía que hacer cuando se
comprometió con los pobres.
4. Los resultados. Como ocurre en los otros aspectos, en este también
hay excepciones, pero las preguntas son bastantes difíciles. ¿Hay
personas que están siendo impactadas por la persona supuestamente
llamada? ¿Son movidas a seguir a Jesús? ¿Crecen semejantes a
Cristo? ¿Son motivadas a un mayor compromiso y visión? Estas son
algunas de las preguntas que vale la pena tener en cuenta cuando se
evalúa a alguien que ha sido llamado.
San Patricio tuvo un sueño. En él, los irlandeses le decían: «Apelamos a ti,
santo siervo de Dios, a que vengas y camines entre nosotros». Para Patricio,
fue un llamado y lo obedeció. Viajó por todas las áreas rurales para testificar a
los jefes y reyes. Una nación entera empezó su viaje a la conversión cristiana.
Como lo dijo Thomas Cahill, el resultado a largo plazo del llamado de San
Patricio fue una transformación nacional, y los monjes irlandeses, a cambio,
«salvaron la civilización».
Han habido otros, por supuesto, cuyas vidas han brillado con resultados
espectaculares —quienes en sus predicaciones, escritos, organizaciones, y
habilidad para comisionar a las personas han dejado una huella en la historia
de la iglesia. ¿Qué tenían en común? Sintieron el placer de Dios; tuvieron
gozo. No es un concepto muy científico; pero es una experiencia real.
La mayoría nunca podrían decirle por qué escucharon el llamado. Son los
primeros en admitir que eran los primeros en pecar (palabras de Pablo), que
son incapaces para la tarea (palabras de Pablo), y que ocasionalmente han
deseado, como Jonás, huir. Pero el llamamiento prevaleció. Entienden las
palabras de Dietrich Bonhoeffer: «Cuando Cristo llama a un hombre, él les
pide que vengan y mueran».
Estas son las personas llamadas quienes tienen, como Santiago lo dijo, una
responsabilidad mayor.
Título del original: God’s Calling Plan. Copyright © 2003 por el autor o
por Christianity Today International/Leadership Journal. Usado con
permiso. Traducido y adaptado por DesarrolloCristiano.com, todos los
derechos reservados.