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En la primera parte de esta exposición definiremos los tres conceptos principales de

esta exposición: lecturabilidad, escriturabilidad y transversalidad. Empecemos con la

lecturabilidad, la cual consiste en la capacidad del ser humano para comprender

significados. No se ciñe sólo a los textos escritos; se extiende hacia cualquier proceso de

comprensión, como entender una situación familiar, captar las intenciones del rival en un

juego o reconocer los síntomas de enfermedad en un animal. En estos ejemplos, aunque no

hay un texto escrito que se lea, si hay un conjunto de significados envueltos en un sentido

por medio de cual podemos comprender, o leer, dichos significados. La lecturabilidad

amplía la noción que tenemos de lectura y, a su vez, la extiende más allá del acto de leer

libros y textos escritos.

Es muy importante la relación entre la lecturabilidad y la escriturabilidad porque la

primera brinda el sustento semiótico para la segunda. Es decir, necesitamos de mucha

comprensión textual para poder expresar mensajes, ya sea orales, escritos, gráficos o de

cualquier otra forma. Sin importar el medio por el cual nos comuniquemos, siempre

debemos tener un nivel mínimo de comprensión previo que nos permitirá emitir textos

pertinentes al sentido y el significado de lo expresado. Por lo tanto, la lecturabilidad es

condición esencial para los procesos de comunicación en el ser humano, en la medida en

que, sin ella, no habría comprensión alguna y los signos lingüísticos no serían distintos de

las marcas o sonidos inarticulados que emiten muchos otros animales.

Ya aquí se entrevén las cualidades de la escriturabilidad, que es la posibilidad del

ser humano de producir significados sujetos a un sentido determinado. Porque, de hecho,

muchos otros seres vivos producen mensajes; pero sólo nosotros podemos hacerlo

intencionalmente, con base en un propósito y un sentido determinados.


Gracias a la escriturabilidad, podemos ir más allá de la comprensión y transformarla

en nuevos significados y sentidos, por medio de textos auténticos. Obviamente, la actividad

más asimilable a esta facultad es la escritura, de ahí su nombre. Sin embargo, con ella

sucede lo mismo que con la lectura: no se restringe sólo a lo escrito, a lo alfabético. En

realidad, el ser humano tiene montones de formas de expresarse, las cuales afectan a todos

los sentidos. Lo escriturable, entonces, es todo texto con capacidad de expresión. Si nos

fijamos, esto amplía el concepto de texto, pues ya no son sólo textos aquellos plasmados

con signos alfabéticos, sino que, por ejemplo, un baile tradicional, un recital de música o un

grafiti se pueden considerar textos que expresan significados y sentidos.

Por lo tanto, podemos decir que estamos sometidos a la escriturabilidad, en la

medida en que es la condición esencial que nos permite dar a conocer lo que

comprendemos e interpretamos. Con la sola lecturabilidad, tendríamos un entendimiento

superlativo frente al resto de especies, pero no podríamos hacer mucho con él, porque no

seríamos capaces de producir nuevos textos que nos permitieran intervenir en el mundo tal

y como lo hacemos. La literatura, el arte, el comercio, la virtualidad, los deportes, el

entretenimiento, entre muchos otros aspectos de la vida humana, existen gracias a la

posibilidad de escribir textos que tenemos, si concebimos la escritura no sólo como la

codificación de mensajes en signos alfabéticos, sino como un proceso mucho más extenso

que involucra la creación de textos con múltiples características.

Lecturabilidad y escriturabilidad son, en definitiva, procesos indispensables para el

pensamiento humano, porque permiten extender la lectura y la escritura a otras esferas de la

vida, más allá de lo lingüístico. Debemos tener en cuenta que nosotros no sólo leemos
libros ni escribimos textos escritos nada más: cuando algo nos afecta, estamos leyendo

sentimientos; cuando damos las gracias, escribimos el agradecimiento a esa persona.

Nos queda el concepto de transversalidad, el cual está implícito en la lecturabilidad

y la escriturabilidad. La transversalidad es la capacidad de atravesar; ¿Atravesar qué? Pues,

en geometría, dos líneas con una tercera; en política, dos espectros políticos enfrentados; en

anatomía, un plano corporal que permita observarlo con más detalle. Y, en educación, la

transversalidad cobra un sentido más profundo, porque consiste en atravesar la división

entre la escuela y el exterior, para que el aprendizaje obtenido en el aula se extienda a las

necesidades sociales de los estudiantes y éstos se conviertan en agentes de transformación.

El concepto de transversalidad educativa ha trascendido tanto, que hoy en día es difícil

encontrar un plantel educativo que no maneje proyectos transversales. Los principales

proyectos en esta índole son los ambientales, los sexuales y los de aprovechamiento del

tiempo libre.

Podría hablarse muchísimo de la transversalidad, porque es un proceso base de la

educación contemporánea. Pero, en este caso, nos concentraremos en señalar la relación

que tiene con la lecturabilidad y la escriturabilidad para, enseguida, profundizar al respecto.

Como vimos anteriormente, lo lecturable y lo escriturable extienden la comprensión y la

expresión a todas las esferas de la vida humana. Pues bien, esta extensión es la que, al

mismo tiempo, genera la transversalidad en educación. Cuando el estudiante aprende a leer

diferentes textos, más allá de lo que le dice el profesor o el libro de texto o el cuaderno en

el salón de clase, también logra desenvolverse mejor en contextos y situaciones ajenas al

colegio. Así, su aprendizaje repercute en su vida cotidiana, al ser capaz de expresarse


conforme las situaciones de su entorno y, al mismo tiempo, comprenderlas con sentido y

significado precisos.

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