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Francesco Benigno Las palabras del tiempo Un ideario para pensar hist6ricamente ‘Traduccién de Jestis Villanueva CATEDRA HISTORIA/SERIE MENOR 1. edici6n, 2013, rain de eubierta: Nicolas Poussin, La danza de la Misia del Tiempo. The Wallace Collection, Londres © Albu hos Hl sontenid de cr obra xt proxegido lds dees Reseridosrodos oe de ‘gue etablece pena de prisin y/o mules, ‘comespondientesindemnizaciones pot das perjlcos, pars ‘quienes reprodsjeren, plagaren,distbuyesen comuniazen Dblieamente, en tado oen pare, una abr itera artistic ‘su transformackin, interpreticén 0 eecucién ‘tics Ajada en cualgice ipo de spore cormunicada atone de canlgulee medio, ina precept auton, © Francesco Benigno, 2013 © Biiciones Céedra (Grupo Anays, S.A), 2013 Juan Ignacio Luca de'Tena, 15. 28027 Madrid ‘Depénito legal: M. 10.894-2013 ISBN: 978-84-376-3142-4 Printed in Spain Indice Px610G0, Pensar histéricamente (Ricardo Garcia AgrapecimenTos IyraopuociOn. Hacer hist Lo moderna puesto a distancia El desafio de ka memoria vexsunnunnnenn ‘Historia tradicional vs. historia memorial? ©o 3 hiseoria critica lusiones: para u Canfruto prisaeno, Kentidad rase una ver la dase Enere individualismo radical y represencativid El descubsimiento de la identidad La modemidad que hemos perdido El mundo licuefacto Circe). en tiempo de memoria Simul sabuis, soul cadre: la nacién, la clase y las trincheras titarias CConclusiones:ajustat cuentas con la inocencia perdida fruto 2, Generaciones Oleada tas oeada ncién dela generaciin sssvvovsvevsvensns uccién del acon Conclusiones: memoria generacional y constr 5 56 6 64 7 73 76 80 83 87 98 Caviruvo 3. Culeura popular La vulgata historiogrfica de la cultura popular Mil Menocchios sn La irrupcidn del gio hermenéutico Folelore y antropologia reflexiva Lainvencién del pueblo Gonclusiones: repensar lo popular Caviruvo 4. Violencia ‘Ritos de violencia? El diferente de nosotros Perder lac Conclusiones: la violencia como juicio fruto 5. Poder El tiempo de las grandes teorfas La reaccién antiposicivista Foucault sesame Poder, instivuciones, identidades Conclusiones Ia dimensién comunicativa del poder Caniruvo 6, Estado modemno En las rafces de la concepcién clisica Los afios teinta La concepcién cis La conciencia de la crisis ‘Una perspectiva diferente Conclusiones: la ruprura de la doze ‘del Estado moderno Canfruvo 7. Revoluciones ‘Tras los revisionismos La madre de toda las tevalucionee Las wevoluciones» antes de la «revolucié Conelusiones: revoluciones y memoria piblica Caviruxo 8. Opinién piblica.. La critica como matriz de la iss Una utopia comunicativa Un ancien régime deformado Ei plurlismo posible Conclusiones:retricas contrapuestas 107 108 ns 124 129 137 44 147 150 159 164 v1 175 7 181 184 191 194 199 200 205 210 215 217 20 m3 230 234 240 245 8. 251 253, 256 260 Caviruto 9. Mediterrinee .. otiadores Lacuna de la civilizacin: el Mediterinco de los hi Honor y verptienza: el Medierrdnco de los antrop61og0S nn Un nuevo foso? El Mediterrineo de las insticuciones europeas El tcscate el Mediterinco de la late de vivir: el Meditersinea de las emociones Conclusiones: el erisol mediterrineo Ixpics onomAsTICo del nucvo siglo, iniciativa dirigida por ‘Tullio Gregory para la ‘Treccani, én el que he participado por la afecruosa propuesta de Silvia Moret. El tlkimo agradecimiento, en fin, es también una dedicatoria. Mi modo de afrontar las cuestiones aqui tratadas ha estado marcado por cl gjemplo de mi maestro, Giuseppe Giartizzo, y por su particular, fasci nante aproximacién a la investigacién, Estas paginas se inspiran en st concepcidn alta e intelectualmente exigente del oficio de historiador. 87 Gregory (ed). 27 tro, It mondo laser, Rows, Init della Enciclopedia Treccani, 2009 (2010), pigs. 233-242. 30 Inrropucci6n Hacer historia en tiempo de memoria Para observar el mundo, aun antes que para pensarlo —escribia Wal- ter Lippmann—, hay que categotizarlo; los conceptos que usamos deter- :minan, en efecto, no solo la forma de las cosas, la manera en que las ve- ‘mos, sino incluso su seleccién, las cosas que vemos (y par ello también las que no percibimos): «No es que nosotros antes vemos y después defini- mos, nosotros antes definimos y después vemos». Pare Lippmann, que desatrollasu reflexién en torno al tema del conocimiento del mundo por parte del ciudadano comiin a través de las medios de comunicacién, la peroepein de la realidad social depende de lo que ya conocemos, de los preconceptos que hemos interiorizado, de modo que esa percepcién es en gran medida solo una elaboracién de lo ya conocido, un re-conoc- miento. La clsica reflexién de Lippmann se refiere esencialmente a las personas comunes enfrentadas ala complejidad del mundo representa por los medios de comunicacién, pero en verdad los sujetos experts, los, intéxpretes, los cientificos sociales tampoco estén excluidos de este discur $0, no estin exentos del problema, no son inmunes a él Sin embargo, no siempre, ni siquiera entre estos iltimos, se ha de sarrollado de modo coherente la reflexién sobre el papel de los concep- "Wi, Lippmann, Public Opinion, Nueva York, Harcour, Brace & C., 1922. Cito poruna ‘Sioux Falls (§.D,), Nuvision, 2007, pig 50. Tras una primera traduccién astellana (Buenos Aires, 1964), existe ahora la eicin Langre, San Lorenzo de El Escorial, 2003. ene edi 31 tos fundamentales, especie de antorchas con las que iluminamos y por tanto observamos la realidad. En el caso de los historiadores, en par- ticular, ha prevalecido durante largo tiempo un planteamiento empiris- ‘ional, a menudo inspirado en una concepcién de la operacién somo producto de artesania, manufactura artistica, pues, més que cientifica, y por ello sometido a una escasa formalizacién concep- tual. Tras este tradicional empirismo se han propuesto durante largo tiempo posiciones teéricas que han subrayado la transparencia de las fuentes, su referencia directa a una realidad objetiva dispuesta de modo coherente a su anotacién lingiistica y que seria explorada sinicamente con los viejos y contrastados métodos de la filologia; 2 lo cual, sin em- bargo, corresponde en la prictica no raramente el simple recurso al sentido comiin. Mientras tanto, la poderosa invocacién historicista de la necesidad de una relacién entre historia y teorfa, y por tanto una ca racterizacion por problemas de la investigacién historiogréfica, ha nau- fragado junto a la decadencia de la historia ético-politica de cufio idea- lista. Ha sucedido asi que la larga fase de la historia social, bien que dominade por una densa elaboracién tedrica (que resulta, tal como se percibe hoy dia, dominada por una tendencia excesiva a la retropro} cién sobre el pasado de categorias del presente), ha puesto generalmen- te sordina a una dimensién critico-teflexiva sobre las categorias utiliza~ das; esto es, ya sobre las categorias wtlizadas por los actores hist6ricos, ya sobre las usadas por el historiador-intérprete. No es intl tal ver recordar a este propésito la polémica desarrolla da por el primer gran incérprete del revisionismo de la Revolucién fran- cesa, Alfied Cobban, frente a aquellos historiadores que querian, como & decia, descerebrar la historia (decerebrate history). Cuando Cobban lanzaba esta discusi6n corria la década de 1950, afios en los que impe- raba la historia econémico-sacial de cufio cuantitativo, inspirada en la experiencia de la célebre revista de Marc Bloch y de Lucien Febvre, los, Annales, que se convirtié entretanto en la revista de Fernand Braudel Las razones de la polémica de Cobban frente al modo de hacer historia enntonces vigente —pero lo mismo se habria podido decir de ls clisci- plinas sociales coeténeas, canto de la sociologia funcionalista como de la antropologia estructuralista— se centraba en la critica de aquellas re- ‘A. Cobban, The Moh of the French Revolution: An Inaugural Lecture Delivered Univerity College, London, 6 May 1954, Landes, University College, 1955 32 construcciones de los hechos del pasado que marginaban el papel de las, ideas conscientes de los actores-protagonistas. Y que derivaban lis ac J. Appleby, L. Hune y M. tea, Telling the Trach abous Histor, Nueva York y Landes, Noon, 194, *"D, Lowenthal, Te Pari Frign Contry Cambridge, CUR, 19855 la recs de L. B Harey, The Go Been: Tne pasta forcgn county; they do things fe rend cher 33 accidentado, Mas de medio siglo después, un medio siglo en el que, ‘como se suele decir, ha pasado mucha agua bajo los puentes, los histo riadores y los cientificas sociales ya no son cicrtamente prisioneros (aun «i, cabe recordarlo, no para siempre, no definitivamente) de la mitica dictadura del ciclo, de las curvas de los precios, del juego alterno del ala y el descenso (hausse y baise). Esto no quiere decis, sin embargo, aque se haya investigado a fondo el patrimonio de ls wideas recibidas», ideas que orientan més 0 menos inoonscientemente las elecciones de los intérpretes con mecanismos no demasiado diferentes de aquellos con Jos que influyen en las ideas y las acciones de los actores sociales (0 ac ores histéricos). Es vilida todavia, por ello, la exhortacién de Pierre Bourdi ano clad el mudo de una ciea de os coneptos utilizados, tun pasaje crucial que el socidlogo francés definfa incluso como una aeedietSn imperativa de a hucidercolectivay también individual Se trata, en efecto, de una toma de conciencia de la relaci6n habitual, rapport rowtinier, con esa herencia intelectual autorizada que se convier- teen Lenguaje extandarizado, dovadisciplinar: una acttud reflexiva ne- cesatia, como escribe muy eficazmente, para evitar obedecerla sin sa berlo o repetisla sin quererlo. ¥, junto a ella, se trata también de una toma de distancias frente al papel pasivo y sumniso que Michel de teau ha descrito tan nitidamente’: aquel para el que tradicionalmente el hhistoriador —situado, a modo de presuntuoso zingano, junto al po- dler— interpreta un papel mimético, ditigido a seguir los movimientos y planes del principe. Un papel servil que en verdad otras ciencias so- Giales —desde hace tiempo y profundamente la antropologia, quiz menos intensamente la sociologia— han venido sometiendo a critica. ‘Accsta actitud reflexiva general se une luego la conciencia, hoy consolidada, de que ninguna construccién intelectual puede separarse completamente de tun Dasein, de un ser social que consiste esencial mente en formar parte de un grupo, los intelectuales, al que tradicio- nalmente se asigna la produccién y la reproduccién de la cultura un grupo dotaco de legitimidad y de signos especificos de distincién, y gue estésegmentado en «campos, dreas disciplinarias organizadas por coxporaciones, instituciones académicas y grupos profesionales; cerre- 5 P Bousdieu, «La cause de la ecenees, Aces de la Recherche em Sconces Sociales, 995, nim. 106-107, pig 3. OM. de Certeaw, Léeiture de Dhioire, Pris, Gallimard, 1975 (ua, cases La er sara de le ioria, Universidad Iberoamericana, México, 3. ed. tra. reviseda, 1993) 34 nos atravesados y en parte sostenidos por tradiciones autorizadas que proporcionan a toda disciplina no solo el lenguaje sino tambiéa el ropaje conceptual que las define y las organiza, y de las que di Ja legitimacién social. Una legitimacién social que en tiempos recien- tes, en verdad, se ha visto cuando menos agrietada y que estd siempre en riesgo Se ha tratado, en historia (pero también en las otras ciencias so ciales), dela época de la afirmacién de lo que se ha denominado «giro lingiistico», y con ella la creciente conciencia del card te discursivo de todo andlisis social, estructurado lingiiisticamente y por tanto basado en materiales documentales también ellos organiza- dos por via discursiva. Ha tenido gran importancia en esta orienta- cién, junto a la hermer damer y al paralelo andlisis conceptual de John G. A. Pocock ¥ de Quentin Skinner, la investigacin histérico-conceptual de largo alien. to, llamada Begrifigeschichte, desarrollada por Reinhart Koselleck tan- ro en el monumental Lexicon ideado y dirigido por él junto a Oxo Brunner y Werner Conze, como en una serie de importantes ensaos, coetdneos y posteriores’. Para Koselleck, como ¢s sabido, la dimen. sién conceptual resulta indicativa de la mutacién social. A través de la evolucién de los conceptos, sus deslizamientos de significado, el nact miento de nuevas palabras, la transformacién de términos en uso, €s posible captar las transformaciones, sobre todo las epocales. La Be griffigeschichte 0 historia conceptual no agota naturalmente toda la gama de la investigacién histbrica. Koselleck es claro a la hora de no caer en una especie de idcalismo panlingiifstico y subraya la presencia de fuentes de origen no lingiifstico: se trata de materiales necesarios para Ia investigacién hist6rico-social, aunque al final su seleccién y claboracién es siempre lingiistica’. Delinea ast una especie de aproxi- ica de Paul Ricoeur y de Hans Georg Ga- IR. Koselleck, Vergangene Zin. Zer Somantit gachchlter Zeiten, Fino, Subukamp, 1979 (ead. cas: Futur pastde, Pane wnaserancie dela impos bitsrces, Barcelona, Pidés, 1993), Véase ambi la recopilacign de ensayos I vcabolria delle smoderniss. Progr, cri, wrpia e alee tore di concer ed. L. Scuccimata, Bolcia, I1Malino, 2006. En castellano, de Koseleck véase sobre todo Las extratas del tem- po: estudios sobre la historia, cd, E, Pati, Barcelona, Paidés, 2000; e Historie de conceptes. Exsudies sobre seni 12 Poltcal Concepts and Tame. New Approaches to Conceptual History ed. J. Fer nde Sebasiin, Santande, McGraw Hil y Caneabria University Press, 2011 7 pragmdica del lengua pot y scia, Micxid, ‘macién conceptual adosada a la chistético-real», Se deduce de abi que la investigacién sobre los conceptos procede en paralelo, aunque con tuna temporalidad propia y no en correspondencia simétrica, con la investigacién histérico-real. Entre los «estados de hecho histéricos» y su anotacién lingiifstica se crea asi una tensidn continua que produce, ya cl cambio, ya la necesidad de reescribir la historia, adecuindola a las nuevas condiciones. Gracias a esta concepcién, Koselleck se esfucrza, como es sabido, en captar el momento fundacional de a transicibn a la modernidad, esa época-divisoria 0 época de pasaje (Sattelzeit) que coincide con el peri- do 1750-1800: la fase histérica en la que se afirman los procesos de democratizacién de la terminologia politico-social y de abstraccién- ideologizacién que desvinculan los conceptos politico-sociales de sus precedentes contextos de uso tradicionales. E nuevo orden del tiempo ‘modemo, ontolégicamente progresivo y otientado al futuro, marca el predominio del llamado chorizonte de expectativay, disgregando, trans- formando o ignorando lo que Koselleck denomina eespacios de expe- riencia» preexistentes. Ahora bien, y este es el punto decisivo, si en Ia historia concep- tual (Begriffigeschichte) tiene un papel privilegiado la emergencia del vocabulatio de la modernidad, este vocabulario es sin duda, para Ko- selleck, no solo el vocabulario de la época que analiza, sino tanabién cl de su propio tiempo, aquel en el que vive. Existe, pues, una iden. tidad discursiva entre el bagaje conceptual del intérprete y el de sus actores histéricos. El vocabulatio de la modernidad, constituido por aquellos términos y conceptos politico-sociales desctivos en la fase de dificil gestacién que marca el paso del Antiguo Régimen, sigue, para Koselleck, dominando el mundo y ofeciéndole su tps orienacién uutépico-progresiva, su horizonte de expectativa. Y pese a ello, para quien hay se planter el problema de un andlisis citico de ls ideas recibidas, del aparato conceptual heredado, cabe preguntarse si las cosas estin hoy todavia asf > Para una ctitica del concepto de Satelit, véase E. J Pali «Koselleck y la idea de Sattelet. Un debate sobre modernidad y temporaidads, Ayer Revisa de Histo ria Contempordnea, nis, 53, 2004, nimero dedicado s «Historia de lo conceptos, Pgs. 63-74 36 Lo MODERNO PUESTO A DISTANCIA En efecto, asistimos desde hace un tiempo a la maduracién de lo que se podria definir como una toma de distancias frente a lo moderno. Se advierte un proceso de creciente historicizacién de la época que ha sido (y ya no es) contempordnea, una inédita posibilided de construir tuna periodizacién de esta, de conocer no solo el término a quo, sino también el ad quem, de poner, por as decir, elo madernoy entre parén- tesis. Los conceptas y los esquemas que procedian de esa época y que ‘nos permitian pensar el mundo se han condensado y llenado de dudas, de los signos de una reflexién perpleja que desnaturaliza irremediable- mente ef mundo social y le confere una patina particular, me atreveria a decir anticuada o incluso anticuaria, una inflexién incierta que agric ta su pasada e indiscutida normalidad. En otros términos, lo «moder- no» se ha vuelto antiguo, Desde luego, no es la primera vez. que los esquemas modernos son ppuestos en cuestin (gran parte de la cultura del siglo 2 estdimpregna da de este cuestionamiento)”, pero hoy estamos en presencia de un fe rnémeno nuevo, igual que son inéditas las lecturas del proceso de cam- bio en curso que hoy pueden oftecerse, y que hablan de una moderni- dad radical (Anthony Giddens), de una medernidad en polvo (Arjun Appadurai), de una segunda modernidad (Ulrich Beck), de una posmo- dernidado de wna modernidad lquida (Zygmunt Bauman)". Expresio nes diversas, pero que dejan scbreentendido un mismo concepto: lo moderno, o al menos ese concepto de modernidad que ha marcado el llamado «siglo breves, ha cerminado. El signo, la marca de nuestro B.Anderson, The Origins of Posioderity Londres, Verso 1998, ‘Vease al menas A. Gildens, Maderisy and Seif Iden. Self and Society im Late Modern Age, Carbide, Polity Press, 1991 (ad, cases Modernidad ¢idenidad de Ely yl soieda en la époce contemponinc, Barcelona, Peninsula, 1995}; A. Appedura, Medernity as Large: Calbural Dimenion of Globalization, Minacepols y Londres, Unix cf Minnesora Pres, 1996 (wad. cast. Lt muderniad detirdads, Dimensiont cultures dela glbalizacin, Mosevido, ile, 2002; Z, Baran, Ligudd Modernity Cambridge, Polity Pres, 2000 (cad. casts Modemicad liguids, Bucnos Aire, EC ik Socer: Tow riesgo global. Madsid, Siglo XX1, 2002) del mise bridge, Polity Pres, 2006 (er. att: Le minade comepelite, Barcslona Peis, 2005). 37 este fin, en la conciencia generalizada de vivir en tana epoca de modernidad diversa, segunda, extrema, extenuada; o in- dluso en un mundo ya no modemo sino diferente, un mundo que © Sabemos definir y que, no teniendo palabras adecuadas para decir, Tamamos postmodern” S eros eos de west erp ene van, entonces, en algiin punto del siglo transcurrido, exis ; aan ie focurs con Kose, dramos un nuevo Satelit 0 cane a divisoria_. al principio imperceptible, pero que se ha hecho més on vaste les cs an sido como antes. era, un umbral tas el cal las cosas ya no ha Sr io dela cits de ideology x pair de eclegias prowpesistas, Seria equivocado, por ejemplo, reducir esta mt ie acion dela renolacin conseroadoa. El neoconservad famo dela déeada de 1980 y 1990 (que no hay que confundi con tradicional esprit reaceionario), ms que na causa de esa pérdida de rensderidad clisica, etal ver un efecto. Constiruye una lecturaideo~ Togica(iertamente, no slo interprtaiva sino cambién performativa) dion proce de recstacturacin profunda de a realidad econémicay mceptuales utlizados para pensir senting cambio, aun sila velocidad cs espectacular. Bs més bien cnvejecido, y se prolonge cextenuado, por destellos siempo, residiria en politico-social y de los aparatos co modernidad, Esto no significa wn rep de ciertas transformaciones resulta a vet como silo moderno se revclara, por asi decis, raporeello en cl presente de modo disorginico, yaratos, por distorsiones y mediante negaciones iénsee ante rodo en a idea de desl, especie de Neren ‘omicista de la mis amplia idea de progreso, auréntica palabra mégica ue ha ‘indo tin parte an ane dela seonbiidad del sgo x Hemos preenciado, en las élsimas décadas, una eansicion epoca: dela idea de un desarrollo sin adjetivos, ilimitado y ce6ricamente infinito, se ralmente a una concepcién, la actual, mucho mas cauta eae condiciones en las que tiene lugar, y crcanspecta, preocupada por las en ae rot los castes que impone, pot los riesgos que comporta. Se oo Bee aa ‘inion mis interesada en la dimensién de la cualid: a one [a tadicional, de la cantidad, Atenta ala continuidad temporal a eg sucle decirse, a la sostenibilidad a medi y largo plazo del arrollo, © R. Abbinett, Cale and Ident. Cries! Dati, Sage, 2003. ori, Londres Thousand Onje-Nuer 38 Pero piénsese también en la crisis de Ia certidumbre en el aspecto més decisivo de la visién liberal de la historia (en la que se apoyzban todas las lecturas tradicionales de izquierdas), esto es, en la creencia de ue el progreso comporta casi automaticamente la afirmacién de la democracia y la progresiva difusién de los derechos de ciudadanta. Esta certidumbre ha sido puesta profundamente en discusién, y para encen derlo basta contemplar, incluso de forma distraida, la historia del siglo xx, en la que junto a la extensién de los derechos humanos han tenide lu- gat radicales formas de exclusién llevadas hasta el exterminio de enteros ‘grupos sociales, étnicos, religiosos. Este siglo xx, entendido como pasado que no pesa», como un tiempo que no quiere terminar y que sigue resurgiendo con el rostro descompuesto de sus errores y sus ho- srores, nos recuerda esta radical escisién verificada —una ver, pero tal ver para siempre— en el corazén de la modernidad. std Iuogo la incapacidad del esquema dualista bisico de a eseructu ra de la politica, el esquema derecha/izquierca, para dar cuenta de los ‘nuevos conflictos culturales que han emergido en los iltimos treinta aios del siglo xx, conflictos que han atravesado de modo muevo el campo politico (pignsese en la oposicién estudiantil, en el movimiento feminis- ta, en las teméticas ambientalstas, en las reivindicaciones autonomistas de tipo ervtorial), confundiendo sus tradicionales distinciones y rearen. tindolo profundamente, hasta obligar a redefini la distincién basica de la politica, la oposicién entre derecha ¢ izquierda. Con el efecto curioso de una derecha que, abandonada la defensa del «palacio» y de los princi- pos de ley y orden, se aduefia de las pricticas contestatarias de last y del predominio estatal y de una izquierda que, dejando atrés la retérica dde la lucha y a prictica de la wplaza», aparece dedicada a aprender el ate del buen gobierno y la conservacién de los derechos sociales y civiles e asiste, en fin, ala crisis de la identificacién del derecho con laley y de la comunidad politica con el Estado. Més en general, ala caids de Ja centralidad del Estado como tinico sujero soberano, y al descubri- miento de que, en su lugar, la democracia ha dado lugar a lo que se viene llamando una poliarquia, una multiplicidad de poderes que redla- man autonomia. De ahi la evidencia de que la tradicional distincién entre sociedad politica y sociedad civil se vuelve imprecisa, del mismo modo que tiende a hacerse més incierta la definicién de los poderes paiblicos ¢ incluso de los conceptos de interés general y de bien publico, Teas los lutos del siglo 20, ningiin Leviatén parece en disposicién de recoger incondicionalmente la confianza colectiva, del mismo modo 39 ue ningtin «Estado del biencstar» (welfare) parece en disposicién de HT Gmpafar srenamente al individuo «de la cana spate Sub- Siste, ente a la omnipotencia estatal, una sospecha de excesiva inva- sién, oe oem menudo en una feserva mal disimulads, cua do no en una abierta resistencia frente a sus pretensiones. "Ante todo ello, la realidad social se ha vuelto opaca, dificil de ler. Los individuos se reagrupan y sc reconocen segtin esquemas que ya no rai linetamente ala condicion econdmica el papel de punto de apoyo, de novesaio ej identitario. En Europa y Estados Unidos vodo ‘el mundo social se podria definir hoy como

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