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Néstor Garcia Canclini Departamento de Antropo- logia de la UAM-Iztapalapa, Mexico, DE. Articular hist6ricamente fo pasado no significa cono- cerlo tal y como verdadera- meni ba sido. Significa aduefarse de un recuerdo tal como relumbra en el instante de un peligro. WALTER BENJAMIN nical reproduce el publica, con igual ttlo, en Al Patrimonio Cultural de Mésico (B. Faescan, comp.) 1998, Méxeo. EGE LOS USOS SOCIALES DEL PATRIMONIO CULTURAL* ‘A medida que el debate sobre el patrimonio cultural se agudiza en Jos medios masivos y en la escena politica, encontramos mas dificil defi- nir posiciones bien fundamentadas con los modos habituales de con- ceptualizarlo y estudiarlo, ;Puede cambiarse el uso o remodelarse un. edificio de valor histérico por necesidades actuales? Si se necesita ampliar el Metro para mejorar al transporte en el centro histérico de la ciudad, y al excavar se descubren restos precolombinos, cual debe ser la elecci6n: el progreso o la memoria? Los sismos que trastornaron en 1985 gran parte de la ciudad de México, ademas de agravar bruscamen- te los problemas de vivienda, impusieron la evidencia de que nuestras nociones ordinarias sirven poco para intervenir en los conflictos presen- tes entre grupos con intereses antagénicos. Repensar el patrimonio exige deshacer la red de conceptos en que se halla envvelto, Los términos con que se acostumbra a asociarlo -iden- tidad, tradici6n, historia, monumentos- delimitan un perfil, un territorio, en el cual “tiene sentido” su uso. La mayoria de los textos que se ocu- pan del patrimonio lo encaran con una estrategia conservacionista, y un respectivo horizonte profesional: el de los restauradores, los arquedlo- 08, los historiadores; en suma, los especialistas en el pasado Sin embargo, algunos autores empiezan a vincular el patrimonio con otras redes conceptuales: turismo, desarrollo urbano, mercantilizacion, comunicacién masiva. Estos términos son mencionados casi siempre como adversarios del patrimonio: desafios 0 agresiones exteriores que proceden de universos distintos. Aqui partiremos de la hipétesis opuesta, Nos parece que estas referencias recurrentes son el sintoma de una relaci6n fundamen- tal entre el patrimonio y lo que suele considerarse ajeno a su problemiatica. ‘Muchas dle las dificultades que obstaculizan la teorizacion y la politica cul- tural en esta area proviene de una inadecuada ubicacion del patrimonio en el marco de las relaciones sociales que efectivamente lo condicionan. En México, como en otros paises, la legislacion, las declaraciones de organismos nacionales ¢ internacionales, y sobre todo los debates recientes, muestran un triple movimiento de redefinicién y reconcentra- cin de los discursos referidos al patrimonio cultural: Se afirma que el patrimonio no incluye sélo la herencia de cada pueblo, las expresiones “muertas” de su cultura -sitios arqueologicos, arquitectura colonial, objetos antiguos en desuso-, sino también los bienes actuales, visibles e invisibles -nuevas artesanias, lenguas, conocimientos, tradicione. b. También se ha extendido la politica patrimonial de la conserva cidn y administracién de lo producido en el pasado, a los usos socia- a 16 tnologia Jes que relacionan esos bienes con las nec de las mayorias . Por diltimo, frente a una seleccién que privilegiaba los bienes cul- turales producidos por las clases hegeménicas -pirdmides, palacios, objetos legados a la nobleza o la aristocracia-, se reconoce que el patrimonio de una nacién también esti compuesto por los produc- tos de la cultura popular: misica indigena, escritos de campesinos y obreros, sistemas de autoconstruccin y preservacién de los bienes materiales y simb6licos elaborados por grupos subalternos, 4 ampliaci6n del concepto de patrimonio, parcialmente recogida en algunos documentos del gobiemo mexicano" y de organismos inter- nacionales en los que México participa, no cuenta atin con legislacin suficiente para proteger tan diversas manifestaciones culturales ¢ inter- venir en Sus uss contemporaneos. A menudo, las leyes existentes no prevén las practicas de organismos oficiales y de agentes particulares, 0 entran en conflicto con ellas. Queremos analizar aqui cinco de las nue- vas cuestiones te6ricas y politicas que necesitan ser trabajadas 1. El patrimonio cultural y la desigualdad social. 2, Los usos del patrimonio. 3. Propésitos de la preservacién. 4. E] patrimonio en la 6poca de la industria cultural 5. Los criterios estéticos y filoséficos. sidaces contemporaneas El patrimonio cultural expresa la solidaridad que une a quienes com- parten un conjunto de bienes y practicas que los identifica, pero suele ser también un lugar de complicidad social. Las actividades destinadas a definirlo, preservarlo y difundirlo, amparadas por el prestigio hist6rico y simbélico de los bienes patrimoniales, incurren casi siempre en cierta simulaci6n al pretender que la sociedad no esti dividida en clases, etnias Y grupos, 0 al menos que la grandiosidad y el respeto acumulados por estos bienes trascienden esas fracturas sociales. El estudio de otros aspectos de la vida social ha llevado a una vision menos arménica. Si se revisa la nocién de patrimonio desde la teoria de la reproducci6n cultural, los bienes reunidos en la historia por cada sociedad no pertenecen realmente a todos, aunque formalmente parez- can ser de todos y estar disponibles para que todos los usen. Las inves- ligaciones socioldgicas y antropol6gicas sobre las maneras en que se transmite el saber de cada sociedad a través de las escuelas y los muse- os, demuestran que diversos grupos se apropian en formas diferentes y desiguales de la herencia cultural. No basta que las escuelas y los muse- os estén abiertos a todos, que sean gratuits y promuevan en todas las capas su accién difusora a medida que descendamos en la es nomica y educacional, disminuye la capacidad de apropiarse del capital cultural transmitido por esas instituciones’ Esta diversa capacidad de relacionarse con el patrimonio se origina, primero, en la desigual participacion de los grupos sociales en su forma- cién, Aun en los paises en que la legislaci6n y los discursos oficiales adop- la eco- 7 1. Véanse los materiales reunidos en el libro de Salvador Dfaz-Bertio Fem ez, Conservacin de monumentos 1y zanas, INAH, Mésien, 1985, 2. Ui buen ejemplo son ls resultados de La ConferenciaIntergubemannen- tal sobre las Poiticas Cultural en América Latina y el Caribe, onganiza- da por la UNESCO en Bogoté en 1978 Patrimonio cultural y desigualdad social 3. Se trata de un principio general, establecido por quienes investiga las eyes sociales de la difiusién cultural (nse especialmente Pier Bourdiew y Jean Claude Paseron, La reproduc- ibn, Blementes para una tora det sistema de ensetaiza, La, Barcelo- na, 1977;y P Boudin y lan Darbe, Lamour de Var, les musdes dart européens et leur public, Minuit, Pars, 1968). No se trata de una deter- ‘minacién mecénice del nivel eons ‘mioo 0 educatvo sobre la capacidad individual de apropiase del patrimo- tio, sino lo que las encwstas y las cstadticas revelan acerca del modo esigual en que ls instituconestrans- ‘misoras de patrimonio permiten su aprpiacia,debido a su onganizacin Yast articlacién on otras desgual aces socials(Conclsiones semen tes seencventranen os estudos sobre piilico en México, que luego cia mos). 4. Se adopta agate concepto de capi- tal cultural que maneja Bourdieu para analizarprocesosculurales yea 1, aunque no lo empl especie mente en telacién con el patrimonio. Data laextensin yl propésito de este texto, lo se sefiala su fecundidad para dinamizar la nocién de patrimo- rio y situarla en la reproducién social. Lin uso més sstemation debiera plantear, como ante cualquier aplica cin un concepto a otro campo, ls condiciones epistemoligicas y los limites de su uso metafrico en un frea para la cual 0 fue trabajo como concept cent. Cf. P. Bour- iu, La cstincton. Critique social dus jugement, Minit, Pats, 1979 caps 2 4,y Le sens pratigue, Minuit Paris, 1980, caps. 3, 67. tan la noci6n antropol6gica de cultura, que confiere legitimidad a todas las formas de organizar y simbolizar la vida social, existe una jerarquia de los capitales culturales: vale mds el arte que las artesanias, la medicina cienti- fica que la popular, la cultura escrita que la oral. En los paises mas demo- criticos, o donde los movimientos revolucionarios lograron incluir saberes y prdcticas de indigenas y campesinos en la definici6n de cultura nacional -como México- , los capitales simbélicos de los grupos subaltemos tienen un lugar subordinado, secundario, dentro de las instituciones y los dispo- sitivos hegemOnicos. Por eso, la reformulacion del patrimonio en téminos de capital cultural tiene la ventaja de no presentarlo como un conjunto de bienes estables neutros, con valores y sentidos fijos, sino como un proce- so social que, como el otro capital, se acumula, se renueva, produce ren- dimientos que los diversos sectores se apropian en forma desigual’ Si bien el patrimonio sirve para unificar a una nacién, las desigual- dades en su formacién y apropiacién exigen estudiarlo también como espacio de lucha material y simbdlica entre las clases, las etnias y los grupos. Este principio metodol6gico corresponde al caracter complejo de las sociedades contemporineas. En las comunidades arcaicas casi todos los miembros compartian los mismos conocimientos, posefan cre- encias y gustos semejantes, y tenfan un acceso aproximadamente igual al capital cultural comGn. En la actualidad, las diferencias regionales 0 sectoriales, originadas por la heterogeneidad de experiencias y la divi- sion técnica y social del trabajo, son utilizadas por las clases hegemOni- cas para obtener una apropiacion privilegiada del patrimonio comin, Se consagran como superiores ciertos barrios, objetos y saberes porque fue- ron generados por los grupos dominantes, 0 porque éstos cuentan con la informacion y formaci6n necesarias para comprenderlos y apreciarlos, ¢s decir, para controlarlos mejor. El patrimonio cultural sirve, asi, como recurso para reproducir las diferencias entre los grupos sociales y la hegemonia de quienes logran tun acceso preferente a Ia producci6n y distribucion de los bienes. Los sectores dominantes no s6lo definen cuales bienes son superiores y merecen ser conservados; también disponen de medios econémicos e intelectuales, tiempo de trabajo y de ocio, para imprimir a esos bienes mayor calidad y refinamiento. En las clases populares encontramos a veces una extraordinaria imaginacin para construir casas con desechos en una colonia marginada, para usar las habilidades manuales logradas en su trabajo y dar soluciones técnicas apropiadas a su estilo de vida Pero dificilmente ese resultado puede competir con el de quienes dis- ponen de un saber acumulado historicamente, emplean a arquitectos ¢ ingenieros y cuentan con vastos recursos materiales y la posibilidad de confrontar sus diseftos con los avances internacionales. Lo mismo se podria decir al comparar un conjunto de misicos aficio- nados de un pueblo indigena con una orquesta sinfnica nacional. Los productos generados por las clases populares suelen ser més representa- tivos de la historia local y mas adecuados a las necesidades presentes del ‘grupo que los fabrica. Constituyen, en este sentido, su patrimonio propio. 18 Etnologla También pueden alcanzar altos grados de creatividad y valor estético, segiin se comprueba en la artesania, la literatura y la misica de muchas regiones de México. Pero tienen menor posibilidad de realizar varias ope- raciones indispensables para convertir esos productos en patrimonio generalizado y ampliamente reconocido: acumularlos hist6ricamente sobre todo cuando suften pobreza o represi6n extremas), convertitlos en la base de un saber objetivado (relativamente independiente de los indi- viduos y de la simple transmision oral), expandirlos mediante una educa- ci6n institucional y perfeccionarlos a través de la investigacion y la expe- rimentaci6n sistematicas. Algunos de estos puntos se cumplen bien en ciertos grupos: por ejemplo, en la acumulacin y transmision hist6rica dentro de las etnias mAs fuertes. Pero la desigualdad estructural impide reunir todos los requisitos indispensables para intervenir plenamente en el desarrollo de ese patrimonio dentro de las sociedades complejas. sta desventaja suele acentuarse en los sectores populares mas inte- grados al desarrollo moderno, La produccién cultural de los obreros, observa la antrop6loga brasilefia Eunice Ribeiro Durham, casi nunca se archiva, La memoria popular, en la medida en que depende de las per- sona , sin los recursos para alcanzar la profun- didad histérica que logra el patrimonio reunido por los intelectuales en la universidad’. En México, el registro de la producci6n cultural de sec- tores populares no indigenas ha sido escaso y reciente. Son excepcio- nales los programas como el del Museo Nacional de Culturas Populares. Sus exposiciones y libros amplian la documentacion de las culturas subalternas mds alla de lo indigena, y reconocen el lugar de la cultura obrera y diversos aspectos de la cultura urbana dentro del patrimonio nacionalé, Pero el conocimiento de lo que podriamos llamar “popular moderno”, desde la historia sindical hasta los usos del espacio urbano, sigue teniendo menor importancia en la definicién del patrimonio que las grandes obras de las culturas tradicionales, sobre todo del perfodo precolombino. Sefialar esta desigualdad estructural de las distintas clases en la for- macién y apropiacion del patrimonio es fundamental, pero insuficiente. La sociedad no se desenvuelve s6lo mediante la reproduccién incesante del capital cultural hegeménico, ni el lugar de las clases populares se explica Gnicamente por su posici6n subordinada. Como espacio de dis- puta econémica, politica y simbélica, el patrimonio esta atravesado por la acci6n de tres tipos de agentes: el sector privado, el Estado y los movi- mientos sociales. Las contradicciones en el uso del patrimonio tienen la forma que asume la interacciOn entre estos sectores en cada periodo. La accién privada respecto del patrimonio esti regido, igual que en ottos mbitos, por las necesidades de acumulacién econémica y repro- duccién de la fuerza de trabajo, A menudo, esta tendencia lleva a la explotacion indiscriminada del ambiente natural y urbano, la expansion voraz de la especulacién inmobiliaria y el transporte privado, en detri- mento de los bienes histricos y del interés mayoritario. Pero como no 19 5. Eunice Ribeiro Durham, “Cultura, Patrimonio e preservgao", en Anto ‘io Augusto Arantes (comp.), Produ zindo 0 passado, BStrategias de construgao do patrimonio cultural, Sao Paulo, Brasil, 1984, pp. 32-38. 6. CE Obreras somos... expresiones de cultura obrera, Museo Nacional de Caluras Populares, México, 1984, y Relat obreras mexicanas, ts. y 2, Mésxioo, Asociacién de Amigos de Museo Nacional de Culturas Popula- res, Mexico, 1984 Los usos del Patrimonio 7. Leopoldo Rodeiguer. Morales. y Paro Paz Arellano, “La protein y conservacin del patrimonio cultural de Oaxaca”, en La defers cel par ‘monio cultural, Primer foro orga zaalo por la Delegacién Sindical D- IL de ta Seccién 10 del SNTE, México, julio de 1983. hay un solo tipo de capital, tampoco existe una sola estrategia privada respecto del patrimonio. No sirven, por eso, las generalizaciones que eti quetan el comportamiento de los diversos agentes con el simple r6tulo de “burguesia” © “intereses mercantiles”. En parte, la degradacion del medio natural y urbano deriva de que los distintos tipos de empresas industriales, inmobiliarias, turisticas- utilizan a su antojo el patrimonio con visiones sectoriales y enfrentadas. Las contradicciones entre sus inte- reses son més destructivas cuando no existen programas piblicos que definan el sentido del patrimonio para toda la sociedad, regulen enérgi- camente el desarrollo econ6mico y establezcan un marco general -bas do en intereses generales- para el desempeno de cada sector del capital. La accién privada no siempre puede ser reducida a una simple agresion al patrimonio, puesto que algunos grupos aprecian el valor simbdlico que incrementa el valor econémico, Existen inmobiliarias que defienden la preservacién de un barrio muy antiguo para aumen- tar el costo de las viviendas que tienen alli. Algunas empresas turisti- cas conservan el sentido escenogrifico de edificios historicos, aunque introducen cambios arquitect6nicos y funcionales con fines lucrativos, como el convento convertido en Hotel Presidente de Oaxaca, donde las celdas fueron tansformadas en suites, se coloc6 una piscina en uno de los patios y la capilla fue adaptada como sede de convenciones y sing? Quizé los efectos de la mercantilizacion son ms ambivalentes en las culturas populares tradicionales. Tal vez por ello muchos estudios y 3 eluden analizar esa ambigiiedad. Se_prefiere denunciar, simplemente, que las artesanias sometidas al régimen de valor de cambio sufren un deterioro de su calidad y sus componentes simb6licos tradicionales. Pero es innegable que en ciertos pueblos pobres, para cuyos habitantes la Gnica opci6n es emigrar, la incorpora- cién de las artesanias al mercado urbano y turistico posibilita que muchos indigenas y campesinos permanezcan en sus comunidades y reactiven sus tradiciones productivas y culturales. El problema no es tan- to el cambio de escenario y de uso de las ceramicas 0 los tejidos, ni la adaptaciones que experimentan, como las condiciones de explotacion en que se producen, De ahi que sea ineficaz una politica de apoyo al patrimonio artesanal que sOlo se dedique al rescate y la conservacion de las técnicas y los estilos tradicionales, Asi como la defensa del patrimo- nio urbano requiere enfrentar la crisis estructural de las grandes ciuda~ des y la injusticia sufrida por los sectores pobres, una verdadera inter vencién en el desarrollo actual de las artesanias necesita de una politica cultural combinada con transformaciones en las condi- ciones de vida de los campesinos, ‘También el Estado tiene una relacién ambivalente con el patrimonio. Por un lado, lo valora y promueve como elemento integrador de la nacio- nalidad. En el México postrevolucionario, sobre todo en el cardenismo, la politica cultural buscé combinar la cultura de élites y la popular en un sistema, y trat6 de usarlo -junto a la castellanizacién de los indigenas, la socioecon6mica 20 a reforma agraria y el desarrollo del mercado interno- para superar las di siones del pais. El indigenismo, que gui6 durante décadas la politica de investigacin arqueol6gica y de rescate de las culturas populares, extrajo del pasado de las principales etnias algunas bases del nacionalismo poli- tico. Sin la accién del Estado es inexplicable la vasta rehabilitacion de sitios arqueol6gicos y centros hist6ricos, la creacion de tantos museos y publicaciones dedicados a guardar la memoria, y el uso de estos recur- sos para conformar una identidad compartida, Esta intervenci6n estatal, sin comparacién con la de cualquier otro pais latinoamericano, logro ~antes que las comunicaciones masivas y el turismo~ que las artesanias de diversos grupos étnicos, los simbolos hist6ricos y algunos saberes regionales trascendieran su conexion exclusiva con la cultura local. La difusién conjunta por todo el pais de los tejidos towziles y las imagenes del arte mural de la ciudad de México, la cerimica tarasca y las pirimi- des mayas, form6 un repertorio iconogrifico unificado que es visto como representativo de la mexicanidad hasta en poblaciones que nunca tuvie- ron experiencias directas de esas manifestaciones regionals. tante, como todo Estado moderno, al promover el patrimonio ha tendido a convertir esas realidades locales en abstracciones politico culturales, en simbolos de una identidad nacional en que se diluyen las particularidades y los conflictos. A veces, el Estado se interesa por el patrimonio para frenar el saqueo especulativo; en otros casos, porque el alto prestigio de los monumentos es un recurso para legitimarse y obte- ner consenso, y en otros, sefiala Carlos Monsivais, por simple “auto- complacencia escenografica”*. Pero si entendemos que el Estado no es Gnicamente el gobierno, debemos ver también el peso mayor o menor de cada una de estas tres pricticas como resultado del grado de partici- paci6n de los diferentes sectores en la apropiacin de estos bienes. Hace muy poco tiempo que la defensa y el uso del patrimonio se convirtié en interés de los movimientos sociales. Como afirma el mismo Monsivais, estos temas no han formado parte de los programas partida- rios ni de la cultura politica, ni siquiera en las agrupaciones progresistas: “Por décadas, la izquierda cometié el grave error de juzgar, por ejem- plo, a la lucha por preservar monumentos coloniales como tarea del guar darropa evocativo de la derecha, quizs algo plausible, pero de ningin modo tarea prioritaria, En su preocupacion por aduefiarse del sentido del porvenir, la izquierda le “regal6" el pasado a la derecha, reservaindose s6lo la clausula de la interpretacion correcta y cientifica”” En afios recientes, la expansion demografica, la urbanizacion incon- trolada y la depredaci6n ecologica suscitan movimientos sociales preo- cupados por rescatar barrios y edificios, 0 por mantener habitable el espacio urbano. En la ciudad de México se produjeron avances extraor- dinarios en la organizacion y participacién popular, luego de los sismos de septiembre de 1985: agrupamientos vecinales inventaron formas iné- ditas de solidaridad y elaboraron soluciones colectivas, poniendo en pri- ‘mer lugar la reconstruccién de sus viviendas de acuerdo con su estilo de vida, pero planteando también asumir criticamente “el valor historico del at 8. y 9. Carlos Monsivis, “Sobre la defensa del Centro Histéren”, Ono- ‘dso, sup. de Sabado (México), 3 de diciembre de 1983, p. 3. 10, “Qué es la Unién?”, Uniin de Inquiincs y Damnificados del Centro, noviembre de 1985, Citado en la Revista Mexicana de Sociologia (ME- io), aio XIV, ni 2, abe junio de 1986p. 220 Los propésitos de Ia preservacion centro” de la ciudad en relaciGn “con todos los servicios nec una vida digna” Sin embargo, esta preocupacién no es compartida masivamente, La organizacion y las movilizaciones se empequefecen en cuanto pasa la crisis, También en la distribucion de los intereses por el patrimonio, en Jos temas prioritarios de los diversos sectores, advertimos el desigual uso de la ciudad. Es comprensible que las clases populares, atrapadas en la penuria de la vivienda y en la urgencia por sobrevivir, se sientan poco involucradas en la conservacion de valores simbélicos, sobre todo si no son los suyos. Aun respecto de su propio capital cultural, los sectores subaltemos manifiestan a veces una posici6n vacilante 0 tibia, como si interiorizaran la actitud desvalorizadora de los grupos dominantes hacia Ja cultura popular, S6lo algunas capas medias y populares, especial- mente afectadas por el agravamiento de la situacion, van profundizando su conciencia colectiva. Nuevos movimientos, desde los populares urba- nos hasta los ecologistas, empiezan a cambiar lentamente la agenda piiblica y ensanchan el debate sobre el patrimonio. Tres rasgos caracte- rizan la transformacion observable en estos sectores: a. La cuestion del patrimonio ambiental -natural y urbano- no se ve como responsabilidad exclusiva del gobierno. b. Se comprende que si no hay movilizaci6n social por ¢l patrimo- nio, es dificil que el gobierno lo vincule con las necesidades actua- les y cotidianas de la poblacién. c. El efectivo rescate del patrimonio incluye su apropiacién colectiva y democritica, 0 sea: crear condiciones materiales y simbélicas para ‘que todas las clases puedan compartitlo y encontrarlo significativo. En el fondo, las nuevas interacciones entre capital, Estado y sociedad estin cambiando la problematica patrimonial. Ya no se trata s6lo de las dos cuestiones que monopolizan casi toda la bibliografia: cémo conservarlo restaurarlo debidamente -si es adecuado cierto material, si queda mejor esta patina- y como protegerlo con mayor seguridad -perfeccionar las leyes, ins- talar alarmas eficaces contra robo-. La cuestion del patrimonio ha desbor- dado a Jos dos responsables de estas tareas, los profesionales de la con- servaci6n y el Estado. Pese a la enorme importancia que adn tienen la preservacin y la defensa, el problema mas desafiante es ahora el de los USOS sociales del patrimonio. En él es necesario concentrar los mayores esfuerzos de investigacion, reconceptualizacion y politica cultural ios para Hay por lo menos cuatro paradigmas politico-culturales desde los cuales se responde a esta pregunta. El primero, que llamaremos tradi- cionalismo sustancialista, es el de quienes juzgan los bienes hist6ricos Ginicamente por el alto valor que tienen en si mismos, y por eso conci- ben su conservacién independientemente del uso actual, Consideran que el patrimonio esta formado por un mundo de formas y objetos excepcionales en el que han desaparecido las experiencias sociales y las condiciones de vida y trabajo de quienes lo produjeron. Esta posicién es sostenida por diversos actores sociales, aunque prevalece en las tenden- 2 Etnologia uristocritico- tradicionalistas del campo académico y de los apara- tos politicos. Su rasgo comin es una vision metafisica, historica de la humanidad 0 del “ser nacional’, cuyas manifestaciones superiores se habrian dado en un pasado desvanecido y sobrevivirian hoy s6lo en los bienes que lo rememoran, Preservar un centro ceremonial 0 muebles antiguos son tareas indiferentes a las preocupaciones practicas; su Gnico sentido es guardar esencias, modelos estéticos y simbélicos, cuya con- servaci6n inalterada servira precisamente para atestiguar que la sustan- cia de ese pasado glorioso trasciende los cambios sociales. Quedan fue- ra de esta politica los bienes precarios 0 cambiantes, los que s6lo documentan practicas populares 0 acontecimientos culturales, sin alcan- zar un puesto sobresaliente en la historia culta de las formas y los esti- los. Los otros paradigmas corresponden al privilegio otorgado a cada uno de los tres agentes sociales descritos en el punto anterior. Quienes ven en el patrimonio una ocasién para valorizar econémi- camente el espacio social o un simple obstaculo al progreso econdmico sustentan una concepeién mercantilista, Los bienes acumulados por una sociedad importan en la medida en que favorecen o retardan “el avan- ce material”, Este destino mercantil guiara los criterios empleados en todas las acciones. Los gastos requeridos para preservar el patrimonio son una inversiOn justificable si reditéa ganancias al mercado inmobilia- rio © al turismo. Por eso se atribuye a las empresas privadas un papel clave en la selecci6n y rehabilitacién de los bienes culturales. A este modelo corresponde una estética exhibicionista en la restauraci6n: los criterios artisticos, hist6ricos y técnicos se sujetan a la espectacularidad y la utilizacion recreativa del patrimonio con el fin de incrementar su rendimiento econémico. Los bienes simbélicos son valorados en la medida en que su apropiacién privada permite volverlos signos de dis- tinci6n 0 usufructuarlos en un show de luz y sonido. FI papel protagonista del Estado en la definicién y promocién del patrimonio se funda en una concepcién conservacionista y monumen- talista, En general las tareas del poder pGblico consisten en rescatar, pre- servar y custodiar especialmente los bienes histricos capaces de exaltar la nacionalidad, de ser simbolos de cohesi6n y grandeza. Ante la mag- nificencia de una pirimide maya o de un palacio colonial a casi nadie se le ocurre pensar en las contradicciones sociales que expresan. La atencién privilegiada a la grandiosidad del edificio suele distraer también de los problemas regionales, la estructura de los asentamientos rurales 0 urbanos en medio de los cuales los monumentos adquieren sentido: se ha sefalado varias veces que Ja salvaguarda del patrimonio es eficaz si toma en cuenta las grandes obras junto con los sistemas constructivos y los usos contextuales del espacio", Pero es grande la tentaci6n de aso- ciar al Estado con las herencias monumentales para legitimar el sistema politico actual: se manifiesta asi la voluntad de defender lo propio, se busca significar el arraigo historico de quienes lo conservan y “teinau- guran” después de restaurarlo, y en la forma mas plena de apropiacion se le usa como sede fisica de un organismo oficial. En México, esta con- 23 11. Véase, por ejemplo, el ateuo de \NIberto Gone Pozo, “Gonservacion el patrimonio cultural en el émbito de los_asentamientos humanos", Diseio UNAM (México), nim. 4, noviembre de 1986, pp. 4-1. 12. Oriol Bohigas, Contra roa agui- Iectura adjtada, Six Bara, Bat- «elon, 1969, pp. 78-79, cepcién monumentalista no se muestra Gnicamente en la politica de con- servaci6n y uso de edificios antiguos; esta presente también en la arqui- tectura que evoca la monumentalidad precolombina o colonial, origi- nando reelaboraciones afortunadas -las del Museo Nacional de Antropologia y El Colegio de México-, reinvenciones brillantes que inser tan el modelo piramidal en las biisquedas geométricas contemporaneas -el Espacio Escult6rico en la Ciudad Universitaria de la UNAM-, pero también la grandilocuencia abrumadora de la Plaza Tapatia de Guadala- jara y la Macroplaza de Monterrey, donde la aspiracion autoexaltadora del poder politico y econdmico sacrificé la organizacién hist6rica y el equilibrio estético del espacio pablico. El cuarto paradigma, que denominamos participacionista, concibe el patrimonio y su preservaci6n en relacién con las necesidades globales de la sociedad. Las funciones anteriores -el valor intrinseco de los bie- nes, su interés mercantil y su capacidad simb6lica de legitimacion— son subordinadas a las demandas presentes de los usuarios. La seleccién de lo que se preserva y la manera de hacerlo deben decidirse a través de un proceso democritico en el que intervengan los interesados y se con- sideren sus habitos y opiniones. Este enfoque se caracteriza, asimismo, por incluir en el patrimonio tanto los edificios monumentales como la arquitectura habitacional, los grandes espacios ceremoniales 0 ptblicos del pasado del mismo modo que los parques y plazas de hoy, los bie- nes visibles junto a las costumbres y creencias. El acento en la partici- pacién social es el recurso clave para evitar los dos riesgos mas fre- cuentes que Oriol Bohigas sefiala en las ciudades © barrios antiguos: que se conviertan en “ciudades-museos’, ilustraciones hist6ricas de estructu- ras y formas que quedaron sin funci6n, o “ciudades para snobs”, reas apropiadas por una élite de artistas, intelectuales, burgueses y sobre todo especuladores, que ven en esos conjuntos urbanos un modo de subra- yar su distincién”. Desde la perspectiva participacionista es posible plantear a las poli ticas culturales preguntas reveladoras sobre los usos sociales que se da a los bienes hist6ricos: a, ,Con qué éptica se los restaura, la aristocritica que tantas veces Jos engendré la del conocimiento y la utilizacion de quienes aho- ra desean entenderlos? b. {De qué modo se presentan y se explican los edificios antiguos al abrirlos al piblico, y los objetos al exhibirlos en museos? ¢. ‘Forman parte de la politica cultural s6lo la catalogacion y restau- raci6n, o también se busca conocer las necesidades y los c6digos del piiblico, lo que sucede en la recepcién y apropiacion que cada gru- po hace de la historia? En México estas preguntas han recibido respuesta mas bien con acciones que con estudios sistematicos sobre los usos del patrimonio y las necesidades populares. Existen en el pais organismos dedicados a promover el patrimonio vivo, que han hecho investigaciones sobre la participacion social, como el Instituto Nacional Indigenista, la Direccién ey Etnologia General de Culturas Populares y el Museo Nacional de Culturas Popula~ res. Sin embargo, es dificil evaluar los efectos de las diversas concep- ciones que los guien, entre otras razones, porque hay pocos estudios sobre la recepcion de sus tareas, Predomina la voluntad de difundir y promover el patrimonio popular, o el acceso a la cultura en general por parte de las clases subalternas. Esta politica promocional viene generan- do valiosas experiencias educativas y participativas museos comunitarios y escolares, programas de divulgacién cultural, pero rara vez, basa su acci6n difusora en investigaciones sobre lo que piensan y hacen quie- nes la reciben Queremos destacar una de estas carencias por su importancia para la participacion en el patrimonio cultural: el estudio del pablico y de los usuarios. Es significative que dispongamos de una vasta bibliografia de catalogacion y descripcion de sitios arqueolégicos, edificios coloniales y monumentos, obras y tendencias artisticas, pero se cuentan con los dedos de una mano las investigaciones publicadas sobre la recepcién de bienes. Conocemos que los museos y las zonas arqueolégicas reciben anualmente un amplio pablico: en 1985 hubo un ingreso de 6.140.173, personas a los museos, de las cuales s6lo 1.161.330 eran extranjeras; los sitios arqueolégicos tuvieron en el mismo afio una concurrencia de 3.280.366, que inclufa 1.242.788 extranjeros®, También sabemos que existe un alto nimero de visitantes al Musco Nacional de Historia de Chapultepec (659.997 en 1986) y al Museo Nacional de Antropologi (1,194,422 el mismo aft)" y que algunas exposiciones, como las de Die- go Rivera en el Museo Tamayo y en el Palacio de Bellas Artes, aleanza- ron el medio millon de asistentes. Pero ignoramos por qué el pablico va 4 estos espacios culturales, cémo los usa, qué prefiere o rechaza, de qué modo se apropia del patrimonio nacional y qué dificultades encuentra para relacionarlo con su vida cotidiana, Arturo Monz6n'* y Miriam A. de Kerriou" realizaton dos trabajos sobre el Museo de Antropologia que recogen principalmente datos cuantitativos. Respecto de los museos de arte, la Gnica investigacién publicada es la que Rita Eder efectu6 en 1977 en la exposici6n Hammer”, y se encuentra en prensa otra investigacion realizacla en cuatro exposiciones de la ciudad de México por un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Bellas Artes, con la colabo- tacién de la Maestria de Antropologia Social de la Escuela Nacional de Antropologia e Historia. En otros espacios culturales de la ciudad de México y de la provincia, desconocemos los datos basicos para vincular eficazmente las acciones culturales relativas al patrimonio con las nece- sidades de la poblacion. No se lograré una politica efectiva de preservacin y desarrollo del patrimonio si éste no es valorado adecuadamente por el piblico de los museos y sitios arqueoldgicos, los habitantes de los centros hist6ricos, los receptores de programas educativos y de difusi6n. Para cumplir estos objetivos, no basta multiplicar las investigaciones patrimoniales, los museos y la divulgaci6n; hay que conocer y entender las pautas de per- cepcion y comprension en que se basa la relacién de los destinatarios 25 13, Anuario Estadistico de los Rsta- dos Unidos Mexicanos, 1985, Secte- taria de Programacién y Presupuesto, Instituto Nacional de Estadistica, Geo- grain informatica 14, Informacin proporcionada por ka Secretaria ‘énica del Instituto Nacio- nal de Antropologfa e Historia. 15. Arturo Monzén, “Bases para inere- mentar el piblico que visita el Museo Nacional de Antopologfa, en Anales el INA, 1, 2a. parte, nim. 35, Méxien, 1952 16. Miriam A. de Kerriou, Las visian- tes y el funcionamiento del Museo nacional de Antropologta de México, México, 1981 (mimeo) 17, Rita Eder y otros, El piblion de arte en Mésicu os espectadores dela exposiciin Hammes”, Plural (Méxi- 2), vo 1, aim, 7, julio de 1977 El Patrimonio en la €poca de Ja Industria Cultural con los bienes culturales. La participacion del piblico y de los usuarios no sustituye la problematica especifica de la valoraci6n historica y este tica de los bienes culturales, ni el papel del Estado o de los historiado- res, arquedlogos y antropélogos especializados en la investigaci6n y conservaci6n del patrimonio, Pero si ofrece una referencia -una fuente de sentido- con la cual debieran redefinirse todas estas tareas para avan- zar en la democratizacion de la cultura. La masificaci6n de las sociedades contempordneas ha reubicado los problemas del patrimonio y de la participacién. Millones de personas que nunca han ido a los museos, o que apenas se enteraron en la escue- la de las obras que exhiben, hoy ven esas obras en sus casas por medio de la television, Pareceria que es innecesario desplazarse: las imagenes de las piramides y los centros hist6ricos Hegan hasta la mesa donde la familia come, se convierten en temas de conversacion y se mezclan con los asuntos del dia. La television transmite también mensajes publicita- rios en los que se usa el prestigio de los edificios antiguos para atribuir sus virtudes a un coche 0 un licor. El video clip difundido diariamente durante el campeonato mundial de fithol, en que se disolvian las ima- genes de las pirimides antiguas en otras modernas, o del juego preco- Jombino de pelota en danzas que remedaban el fatbol actual, proponia una continuidad fluida, sin conflictos, entre la tradicién y la modernidad, Es notable que esta vision conciliadora de las contradicciones hist6ricas que transmitia el video de una empresa privada ~Televisa- se halle tam- bién en mensajes del Estado; por ejemplo, la primera pelicula mexicana en el sistema Omnivision, El pueblo del sol, proyectada en el Planetario de Tijuana dentro del programa de afirmaci6n de la identidad nacional en [a frontera norte, describe la etapa colonial como un simple enrique- cimiento de las culturas precolombinas. Tal parece que la eliminacion de los conflictos es un rasgo mas extendido en los medios masivos que en otros modos de documentacion y difusion de la historia, Sin embargo, el problema no se reduce a mejorar la interpretacion ideolégica del pasado. Las posibilidades de difusion masiva y especta- cularizacion del patrimonio que ofrecen las tecnologias de comunicacion modernas plantean nuevos desafios:

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