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Guerra en el Cauca: No queremos seguir sembrando más indios.

“Los defensores indígenas en Colombia somos vistos como una amenaza porque desafiamos intereses económicos
poderosos. Mi pueblo es asesinado por proteger nuestros ríos y selvas, nuestra flora y fauna, cuando su valentía y
dedicación deberían ser considerados un modelo de la lucha no violenta por los derechos territoriales” Celia Umenza
Velasco, lideresa nasa.1

Por: Omar Orlando Tovar Troches

20 de marzo de 2022

La siembra de una persona, dentro de la cosmovisión indígena caucana, es su forma de nombrar al ritual del
funeral. Contrario a la costumbre occidental de mirar el funeral (entierro o cremación) de una persona, como
algo definitivo, como un punto final; dentro de las comunidades indígenas, este aspecto, es una etapa más
de la vida, es la vuelta al seno de la madre tierra, para volver a dar vida.

Sin embargo, esta vuelta a la madre tierra, cuando se da en un contexto de violencia, es un evento que no
solo causa dolor a los familiares y cercanos al difunto, sino que afecta a toda la comunidad. Este suceso rompe
la armonía de la espiral de la vida comunitaria, esa armonía que ha venido siendo atacada y rota por la
violencia de todos los actores armados y políticos desde hace mucho tiempo atrás.

Actualmente, las comunidades indígenas del Cauca, al igual que otras organizaciones sociales, defensoras de
los derechos humanos, del medio ambiente o de izquierda, han sido blanco de la más implacable campaña
de exterminio que ha echado mano de todas las formas de violencia, a tal punto que, desde los tiempos de
la feroz conquista por parte de la corona española en los siglos XV y XVI, no se tenía conocimiento de un plan
para desaparecer física, política y culturalmente a un grupo étnico de esta forma.

La guerra en el Cauca es el medio a través del cual los poderosos de este departamento, de Colombia y el
mundo, tratan de sostener un triste modelo socio económico y político, de exclusión y agresión en contra de
esas mayorías caucanas, que se ha venido desarrollando para mantener a raya a la “indiada”, la
“negramenta” y al sospechoso campesinado, fuera de los círculos del poder y del acceso a las inmensas
riquezas que poseen estos territorios.

Mientras que el resto de la “nación” colombiana, sigue desinformada y, por supuesto, ignorante de esta atroz
guerra en el Cauca que causa desplazamientos, heridos y muertes. Vemos como a diario o cada tercer día,

1
Celia Umenza Velasco, de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, fue la primera indígena
colombiana en hablar ante el Consejo de Seguridad de la ONU. https://www.elespectador.com/colombia-
20/conflicto/esto-denuncio-la-primera-indigena-colombiana-que-hablo-ante-el-consejo-de-la-
onu/?fbclid=IwAR30Wn1y6Iez4VSb4Yp0iLW_peedWUqQLkI7LRKKazBD_d_jI_VUAAaaYYc
alguna comunidad campesina, negra o india del Cauca, acude con dolor, indignación y hasta rabia, al ritual
de siembra de uno de sus padres, madres, hermanos, hijas o conocidos.

El dolor, la indignación y la impotencia, durante la siembra de un comunero o comunera, se colectiviza y


causa más sufrimiento. Cuando el asesinato ha sido en contra de una lideresa o un líder, guardia indígena,
cimarrón, campesino o autoridad ancestral de dicha comunidad, cada uno de ellos y ellas, es su
representación, es el símbolo de cada comunidad.

En tanto que la Colombia de la camiseta amarilla de su selección de fútbol masculino, se alista para aferrarse
a la esperanza del mundial de fútbol para hombres o sigue mirando, con aterrada y fugaz indignación, cómo
la clase política lucha por no cambiar y mantenerse en el poder, en el triste circo de la política electoral, en
el Cauca, todos los actores armados, políticos y económicos de su guerra, siguen arreciando en contra de
todo aquel que se atreva a oponerse a sus planes de enriquecimiento, lícito y/o ilícito. Justo cuando, la
“colombianada” del momento, arranca risas en los consumidores de memes en las redes, una queja, un
lamento o una lágrima llena de dolor y rabia, retumba en el Cauca a causa de otro asesinato.

No obstante que el himno de la Guardia Indígena aclame con valentía: Pa' delante compañeros, dispuestos a
resistir / Defender nuestros derechos, así nos toque morir ... Compañeros han caído, pero no nos vencerán/
Porque por cada indio muerto, otros miles nacerán, pareciera que el resto de la “nación colombiana” creyera
al pie de la letra lo que dice el himno, confiada en el sortilegio indio de que por cada indio muerto, miles
nacerán, así sea para seguir señalándolos, discriminándolos y hasta matándolos, en aras del progreso de esta
Colombia blanca de camiseta amarilla.

Los caucanos de a pie, de nacimiento o por honrosa adopción, ya no quieren seguir sembrando más indios,
negros o campesinos, quieren sembrar semillas de esperanza, de solidaridad, de bienestar y de buen vivir. Y
hoy más que nunca se requiere que el compromiso político encaminado a la construcción de un nuevo país
se vea reflejado en el acompañamiento decidido a sus causas y su lucha.

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